Cuatro historias, cuatro matrimonios con sus padres e hijos
JUEGOS DE MADRES Y PADRES CON SUS HIJOS
La luz del tren se apagó unos instantes y el chico se sobresaltó.
-Tranquilo, cariño. No pasa nada. Es solo la luz que se ha apagado porque hemos entrado en un túnel.
Enseguida volvió. El chico empezó a temblar. Parecía como si hubiera pasado algo peor que solo un apagón de luz.
La madre posó su mano sobre la de él para tranquilizarle y esto le calmó un poco.
Llevaban ya 4 horas de viaje y era lógico por un lado el cansancio, aunque no los nervios del chico, pero eso es otra historia que luego explicaré.
Media hora más tarde volvieron a entrar en otro túnel, más largo que el anterior. La madre, sentada junto a la ventana, desabrochó la bragueta del pantalón de su hijo y sin decir nada, sacó su pene de los calzoncillos. Lo movió de un lado a otro con su mano izquierda y bajó y subió por su miembro. Luego bajó el prepucio y comenzó a masturbarle.
El chico miraba de frente, absorto, como si no le estuviera masturbando su madre. Ella le miraba apasionadamente, aunque él pareciese que no sentía nada.
Un poco mas tarde, su madre se inclinó sobre el y comenzó a mamarle la polla. Una mamada dulce, como solo una amante puede hacer y ¿que mejor amante que una madre para su hijo?
El tren paró en la ultima estación antes de terminar el viaje. Bajaron algunos viajeros y entonces los dos se quedaron solos en el vagón.
La madre se incorporó y se bajó el pantalón y las bragas en cuanto el tren se puso de nuevo en marcha. El hijo se levantó y bajó la bolsa de deporte del estante y sacó un preservativo.
Lo abrió sin mas y se lo puso en su pene ya erecto, desenrollandolo hasta su base. Su madre se puso a cuatro patas con su manos apoyadas en el cristal de la ventanilla y se dejó hacer.
El chico la penetró sin ningún gesto de placer o regocijo y en cuanto estuvo dentro, comenzó a bombear mecánicamente.
El traqueteo del tren y las embestidas si que estaban haciendo disfrutar a su madre. Tuvo que morderse los dedos para no gemir demasiado, aunque no hubiera nadie en el vagón. El chico sabia como satisfacerla, tal y como ella le había enseñado. Su pene rozaba su punto g por como estaba colocado y su madre contribuía a ello elevándose un poco hacia arriba, lo que hacia que su polla la rozase el punto g y recorriera su vagina haciéndola morir de gusto.
Un rato mas tarde el chico se corrió, aunque ni gimió ni gritó ni nada por el estilo. Solo se convulsionó un poco cuando eyaculó. Para entonces su madre había tenido ya dos orgasmos y se encontraba con la cabeza agachada sobre el asiento, muerta de placer.
Al notar que se la había sacado, ella se incorporó. Se giró y sin decirle nada, le sacó el preservativo lleno de semen. Cogió un clinex y limpió amorosamente su pene. Salió al pasillo desnuda como estaba de cintura para abajo y bajó de nuevo la bolsa de deporte y sacó un papel de periódico donde envolvió el preservativo.
Los dos se vistieron y volvieron a sentarse. Lo que ninguno de los dos sabia, es que en el vagón de delante un padre estaba haciéndole un cunnilungus a su hija y en el de atrás otra madre follaba con su hijo en el baño. Otro padre era masturbado por su hija en el ultimo vagón.
Cuando el tren llegó a su destino, las cuatro parejas se bajaron del tren, sin saber lo que el resto había estado haciendo.
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Hay que remontarse a tres años atrás para saber porque el chico de nuestra historia se encuentra en ese estado.
El verano de hace justo tres años, el chico, la madre y su padre viajaban en coche hacia la playa. Conducía su padre, a la velocidad máxima permitida, con prudencia. Pero el destino cruel, hizo que en una curva un coche quisiera adelantar e invadió su carril.
Embistió el coche y chocaron con fuerza. El padre murió en el accidente, y la madre el hijo sobrevivieron, aunque con heridas graves.
Estuvieron un par de meses en el hospital y cuando les comunicaron la noticia, la madre no pudo reprimir las lagrimas al conocer la muerte de su marido. En cambio el chico no dijo nada. Se quedo así, como en una especie de catatonia.
Salieron del hospital e intentaron hacer su vida normal, bueno el chico la que podía. Su madre al principio se desesperó, aunque luego intentó serenarse y llevarlo mejor.
Fueron al psicologo, porque tenían heridas que curar por dentro, mientras que las de fuera ya se habían sanado.
El chico no mejoraba. Cuando volvió al instituto, suspendió todas las asignaturas. El director habló con su madre y le explicó la situación. Evidentemente, entendía por lo que habían pasado y le aconsejó que durante una temporada no volviera al instituto y tomara clases particulares.
La madre se resignó a tenerle en casa mas tiempo, y contrató a una profesora particular, una chica joven con bastante atractivo, sin saber que es lo que iba a ocurrir.
A partir de ese momento, el chico se obsesionó con el sexo.
La chica era joven y guapa como dije y un día estaban en casa dando clase y llevaba un escote pronunciado. El chico no le quitaba ojo a las tetas y no prestaba atención a lo que ella le estaba diciendo.
Unos días después, su madre volvió más pronto de comprar y vio que la chica no estaba. El libro estaba sobre la mesa y su hijo estaba sentado enfrente con el otro libro abierto y mirando como hipnotizado hacia arriba.
Cuando se acercó, descubrió que la chica estaba agachada frente a el y su boca subía y bajaba sobre su polla, haciéndole una mamada.
La madre le gritó que qué estaba haciendo y la chica se sobresaltó. La despidió al momento y después de recoger sus cosas e irse, pensó que contrataría a un profesor, a un hombre, para que le diera clases a su hijo.
El chico terminó el curso, aprobando por los pelos. Su tía, la hermana de su madre, les propuso que porque no pasaban el verano en su casa del pueblo. Un lugar tranquilo, lejos del bullicio de la ciudad, donde podrían relajarse. Había pasado un año desde el accidente.
La madre aceptó. Dos días después llegaron al pueblo.
El viaje fue en tren, pero después tenían 20 km que recorrer en coche forzosamente, y aunque ella no estaba mucho por la labor, tuvo que aceptarlo. El chico como siempre no dijo nada.
Después del viaje, se instalaron en su habitación. La casa era lo suficientemente grande para todos. Bajaron al comedor y comieron todos juntos. La madre, el hijo, su tía, su marido, sus dos primas y su cuñada, junto con su marido.
Tras la comida, la tía del chico les invitó a pasar la tarde dando un paseo y cuando hicieron la digestión, decidió que podían darse un baño en el rio.
La madre al principio no quería, pero finalmente su hermana la convenció. Las chicas se perdieron por ahí y la madre dejó de ver al chico, pero se tranquilizó pensando que estarían los tres juntos, las primas y el, y ella y su hermana se dispusieron a bañarse en el rio.
La hermana se quitó el vestido y se acercó a la orilla. No llevaba ropa interior y estaba completamente desnuda. La madre se quedó en ropa interior y las dos entraron cogidas de la mano. El agua estaba fría, pero era refrescante con el calor que hacia.
Chapotearon y tontearon en el agua, y por unos momentos la madre olvidó la desgracia ocurrida el verano anterior.
La hermana salió primero del rio y desnuda como estaba, se tumbó sobre la hierba y se dispuso a secarse al sol. La mujer tenía la ropa interior mojada, por lo que se decidió a quitársela y secarse desnuda junto a su hermana.
Estaban medio dormidas, sin saber que en la orilla de enfrente, su hijo estaba masturbándose mirando alternativamente a las dos. Al final acabó mirando solo a su madre, contemplando como sus pechos se secaban al sol mientras sus pezones apuntaban hacia el. Tenía un poco de tripa, pero era muy excitante. Sus muslos algo morenos deslumbraban con el sol.
Empezó a acelerar su paja y se corrió con un gruñido. Justo cuando su polla empezaba a eyacular, sus dos primas aparecieron por un lado y vieron por primera vez en su vida como un pene expulsaba el liquido seminal.
Aquello les dejó mala impresión, y se alejaron con cara de asco, pensando en que guarro era su primo, aunque años mas tarde disfrutarían con ello, no solo dentro de sus coños, sino también en su bocas.
La noche llegó pronto. Todos estaban cansados y tras una cena frugal, decidieron acostarse pronto.
Serian las dos de la madrugada, la luz de la luna entraba por la ventana, cuando la madre sintió algo. Era una mano en su boca. Abrió los ojos y vio la mano de su hijo sujetando su boca. Se sintió preocupada, pero no dijo nada. El chico parecía muy excitado. Bajó su mano hacia sus bragas, ella dormía en ropa interior y levantó un poco la goma, y metió un dedo en sus labios. Comenzó a acariciarlos. Su madre se excitó, pero quiso gritar y este le apretó la boca con mas fuerza.
Se puso encima de ella y cuando esta trató de apartarle el brazo, le dio un bofetón y sujetó su brazo contra la cama.
Le quito las bragas sin que ella reaccionase y abrió sus piernas. Las separó con ansia y sin lubricarla ni nada, se la metió de golpe.
Empezó a follarla como si no fuera nada mas que un trozo de carne. Entraba y salía con fuerza, con ansia, mientras su madre empezó a llorar. Ya no tapaba su boca, ella gemía un poco, mas de rabia que de dolor. Su hijo aceleró y llegó al orgasmo corriéndose en su interior.
Su madre notó como su semen la inundaba.
El chico se levantó y se fue al baño, mientras ella seguía llorando y encogida en la cama.
Al día siguiente se encontraron todos de nuevo en el desayuno. Ella estuvo todo el rato con la cabeza gacha.
Nadie le preguntó porque estaba tan callada.
Terminaron de desayunar y cada uno se fue a sus cosas. Ella intentó no cruzarse con su hijo en todo el día.
La noche siguiente volvió a ocurrir lo mismo. El chico volvió a violarla. Y así la tercera y cuarta noche. La cuarta noche cambió algo. El le hizo un gesto para que se diera la vuelta y así la folló en la postura del perrito. No se resistió.
Pero esa fue la primera vez que ella disfrutó.
Durante dos noches su hijo no volvió a tocarla. No hicieron nada y ella empezó a echar de menos su polla. Después de un año sin follar por la perdida de su marido, se había acostumbrado a hacerlo con su hijo. Lo que un principio fue una violación, se había convertido enseguida en un placer prohibido, algo a lo que ahora no quería renunciar.
Esa mañana quiso acercarse al centro del pueblo. Quería comprar preservativos porque no quería acabar embarazada de su hijo. También compraría tinte para el pelo.
Convenció a su cuñado Vitorio para que la acercara. Seguía sin gustarle ir en coche, pero tendría que pasar pagina con eso antes o después.
Iban los dos en el coche. Isabel, que así se llamaba la madre, llevaba un vestido rojo, tal vez demasiado corto para llevar las piernas cruzadas como en ese momento. Su cuñado no le quitaba ojo de encima y en esto, empezó a hablar.
-¿Sabes? Le dijo, hace tiempo que mi mujer, tu hermana, no cumple con sus “deberes conyugales”
-¿”Deberes conyugales”?
-Si. Que no follamos.
-Vaya. No tenía ni idea.
-Pensé que te habría contado algo, como sois hermanas y eso.
-Que va, no hablamos de eso.
-He pensado que entre cuñados no pasa nada y que tu y yo podríamos darnos una alegría. Intentó tocarle el muslo al decir eso.
-¡Vitorio, pero que dices! Eres un cerdo. Se lo contaré a mi hermana.
-No mujer, no le digas eso.
-Lo que tienes que hacer es calentarla y ella te buscará sola.
-Esta bien, si tu lo dices… Eres una mujer y sabes de lo que hablas…
Llegaron al centro e Isabel compró tinte, tiritas, agua oxigenada y dos cajas de preservativos de 12 unidades. Quedaba bastante mes por delante y si su hijo tenía ganas todas las noches, iban a necesitar bastantes preservativos.
Otra noche en blanco. Su hijo dormía como un tronco. Isabel estaba tumbada boca arriba con las manos detrás de la cabeza mirando el techo. De repente le entró sed y bajó a la cocina.
Terminó de beber agua y oyó unos gemidos. Venían de la habitación que había justo al lado. Eran su hermana y su cuñado.
Su hermana sobre el, moviéndose despacio. El agarraba sus tetas mientras ella lo cabalgaba. Parecían disfrutar bastante. A Isabel le entró la calentura y volvió a su habitación. Su hijo seguía durmiendo.
Se puso encima suyo y le quitó el calzoncillo. Su polla estaba medio erecta. Se agachó a chupársela y enseguida le despertó, ya empalmado del todo.
Ella le sonrió y sacando un condón, se lo enfundó. Su pene rezumaba liquido preseminal. Agarró la mano derecha de su hijo y se masturbó con ella. Tuvo un primer orgasmo y entonces, se clavó su polla dentro.
Se la metió hasta el fondo de su coño y empezó a follárselo. Subía y bajaba sobre el, muerta de placer. Empezó a oír a su hermana y su cuñado gemir mas alto y superpuso sus gemidos a los de ellos. Su hijo continuaba inexpresivo, sin gemir ni nada. Pero a ella no le importaba, solo quería disfrutar con el.
Ya no le parecía malo follar con su hijo. A fin de cuentas, era una prolongación de su marido, parte de el.
Así transcurrió el verano. Un verano de incesto para ellos dos.
Más tarde sabremos que pasó con las otras tres parejas.
Pero eso ya esa es otra historia.