Mi cuñada me regala a mi sobrina para que la pueda follar por mi cumpleaños a modo de agradecimiento por reparar el ordenador
“Tengo un regalo para ti”, dijo ella.
“Hola, que tal?”.
“Bienvenido Ismael”, dijo mi cuñada haciéndome pasar en su casa.
“Disculpa por el batín pero es que acabo de salir de la ducha”.
Efectivamente Carmen llevaba el pelo un poco mojado y debajo de su delgado batín se marcaban sus grandes pechos.
“Tengo un regalo para ti”, dijo ella.
“Ah sí? Como es eso?”.
“Es en compensación por lo bien que te portaste el otro día reparando el ordenador”.
Carmen me hizo pasar por un pasillo hasta la habitación de su hija.
“Pasa”.
Entré y me quedé de piedra con lo que vi. Mi sobrina Rebeca estaba estirada en la cama, con su 18 frescos años, completamente desnuda y con las piernas abiertas mostrándome su sexo.
“Hola Ismael”, dijo mi sobrina y al sonreír mostró su lengua, como presagio del placer que me iba a dar.
Su cuerpo estaba ya muy bien formado y sus pechos eran hermosos, dos globos para chupar y chupar, sus pezones puntiagudos y rosados invitaban a morderlos.
“Mi regalo es que te folles a Rebeca”, dijo Carmen.
“Qué ? Pero si es mi sobrina”, dije.
“No te preocupes Ismael, ya me ha follado toda la familia. Solo quedabas tú”.
Carmen explicó: “Mi marido suele ofrecerla a sus socios cuando tiene que cerrar un trato. No es que a ella le guste pero es por el bien de la familia. La última vez hizo fue en una fiesta con sus compañeros de rugby. Se la follaron todos y llenaron un trofeo con todas sus corridas.”
Rebeca continuó: “Luego tuve que tragármelo. Pensaba que sería asqueroso pero resultó tener un gusto muy bueno.”Entonces, mi cuñada se desabrochó el batín que llevaba y pude ver por primera vez sus pechos cuarentones. Estaban un poco caídos pero aún conservaban su esplendor de juventud. A continuación me desabrochó los pantalones y me sacó mi ya erecto pene.
“Uauuu, Rebeca, por fin vas a probar una polla joven”.
“Sí, ya estaba cansada de tanto viejo verde. Lo siento mamá pero los socios de papà son muy mayores”.
Carmen no podía contestar porque en ese momento se había arrodillado y me estaba pegando una mamada descomunal.
“Ismael, te puedes sentir afortunado. Mi madre nunca les hace esto a los socios de mi padre.”Carmen paró un momento de chupármela y mientras me miraba a los ojos me dijo :”Hacía tiempo que quería probar tu polla.”Mi cuñada continuó la mamada hasta que estuve a punto de reventar.
“Listo! Ismael, ya puedes ir a por Rebeca.”
Lleno de excitación, me dirigí entonces a la cama donde mi sobrina se estaba poniendo a tono.
Me situé encima suyo y mientras ella me miraba fijamente a los ojos le metí la polla por su rajita.
“Umf”, suspiró Rebeca. Como un guante, mi pene se metió dentro de su sexo.
Noté su humedad y calor, y también su estrechez.
“Sigue, Ismael, que me estás llenando toda.”Rebeca levantó las piernas en el aire para que pudiera entrar más adentro.
Estiró los brazos y me agarró las nalgas acompañándome con el movimiento.
No me podía creer que mi sobrina que creía tan virginal fuera tan puta. Pensé :”Tengo que llevarla más allá.”Saqué la polla de su coño y me levanté.
“Que pasa?”, me preguntó.
“Date la vuelta.”Rebeca se tumbó bocabajo y levantó el culo para mí.
Pero mi intención no era metérsela por detrás sino clavársela en su fabuloso culo..
Apunté la polla en esa dirección y ella gritó:”Por allí no, que nunca lo he hecho.””Pues yo voy a ser el primero”. Y se la clavé de golpe.
Rebeca gritaba de dolor pero al cabo de un rato le empezó a gustar.
“¿Mamá, porque no lo había probado antes?”.
La tuve un buen rato así, cogiéndole el culo con las dos manos y metiéndosela hasta el fondo.
Cuando noté que me venía, me levanté y la hice arrodillar delante mío.
Me giré a Carmen
y le dije: “Ven, que también hay para ti”.
Carmen se acercó y se agachó al lado de su hija.
Allí tenía a las dos, con sus caras tocando mi polla, mirándome ansiosas y con las bocas abiertas esperando mi semen.
Me meneé unas cuantas veces el miembro hasta que noté que me venía.
“Aquí tenéis, zorras!”
Y empecé a soltar esperma sin parar encima de sus caras.