Dando un gran paso con su amiga lesbiana
Sonia y yo siempre hemos sido amigas. No recuerdo un día en el que no estuviera en mi vida de alguna forma. Hemos compartido vivencias y experiencias, juguetes, libros, ropa, maquillaje. Lo éramos todo la una para la otra.
Coincidíamos en casi todos nuestros gustos excepto en uno, lo que nos hacía llevarnos aún mejor. Cuando empezó a interesarnos el sexo a mí me atraían los chicos mientras que ella se decantaba por las personas de nuestro mismo sexo. Bueno así no discutimos nunca por un noviete, nunca nos gustaba la misma persona.
Esto también tuvo un efecto inesperado en muestra relación. Desde ese momento siempre hubo cierta tensión sexual no resuelta. Nunca me he considerado un bellezón pero no estoy mal del todo. Me conservo delgada aunque con las curvas suficientes como para atraer miradas. Mas de uno se vuelve a mirarme el culo cuando se cruza conmigo por la calle. La cara es bastante agradable enmarcada en una melena castaña y lisa que cuido bastante. No me extrañaba que se sintiera atraída por mi, pero yo era incapaz de corresponderle. Y no es por que ella no estuviera buena, todo lo contrario.
Puedo apreciar perfectamente la belleza femenina y siempre consideré que ella era mas guapa y estaba mas buena que yo. Su cara es mas dulce, sus labios mas sensuales, el cuello fino y pálido como porcelana. Sus pechos me sacan una talla con lo que mis sujetadores no le valen y llena mis blusas y tops de una forma que envidio. Nuestras caderas son muy parecidas. Puede incluso que mi culo sea mas respingón que el suyo. Sus muslos interminables así que mis minifaldas le quedan de escándalo.
Esa tensión de la que hablaba se desbordaba en ratos de ternura que me hacían sentir bien, querida, cuidada pero también mal e incómoda por ella, por que no sabia si alguna vez sería capaz de corresponder a sus sentimientos. Fue una etapa muy confusa. Ella acariciaba mi brazo, pasaba el dorso de la mano por el tríceps y me daban escalofríos muy agradables. Colocaba mi melena detrás de la oreja en un gesto tan tierno que la hubiera besado sino hubiera sabido que eso nos traería mas complicaciones. Me tumbaba a su lado dejando reposar mi cabeza en su muslo y ella jugaba con mi cabello entre sus dedos mirándome a los ojos. Nos abrazábamos como si no hubiera un mañana cada vez que nos veíamos y sus duros pechos entre los míos me hacían pensar en lo que ella estaría sintiendo. O se abrazaba a mi espalda rodeándome la cintura con sus manos y haciéndome notar sus tetas en los omóplatos, su pubis en mi culo. Muchos chicos lo hacían así también pero notar su respiración en mi cuello y oreja me hacia sentir especial.
La primera vez que besó a una chica vino a contármelo todo alborozada y yo me emocioné por ella. No teníamos secretos así que me contaba todo lo que hacía con las chicas que se ligaba o que la seducían a ella, a veces con pelos y señales. No se si buscaba excitarme reviviendo con todo detalle como alguna cuarentona cachonda le había comido el xoxito. Yo también le relataba algunas de mis experiencias sobre todo si me habían excitado mucho, si el chico había sido especialmente morboso o cariñoso. Íbamos juntas de ligue y yo le presentaba chicas que me parecía cojeaban de su mismo pie y ella me cedía amablemente los moscones que la rondaban y por los que no tenia ningún interés.
Me contaba como ligaba en la piscina o se acostaba con mujeres casadas hartas del egoísmo de sus maridos, de su indolencia y falta de imaginación. Y de como eran precisamente esas mujeres las más pervertidas y con ideas eróticas que siempre desarrollaban con ella. Y que luego me retaba a que yo pusiera en práctica esas ideas con los chicos. También me relató su primera experiencia sexual con otra mujer, no mucho después de ese primer beso. Una preciosa pelirroja de pechos enormes, suaves nalgas y una vagina tan suave caliente y húmeda como la que más. Yo la conocía de vista y nunca se me ocurrió que le gustara Sonia. Se habían conocido en clase. Le había metido mano en el cine cuando fueron a ver juntas una peli que ¡oh! casualidad, resultó ser de temática lésbica. Hicieron el amor por primera vez en el coche de la pelirroja y luego en casa de sus padres que no estaban esos días.
Comparábamos notas: un amigo me estuvo comiendo el culo durante diez minutos clavando la legua en mi ano todo lo que pudo y fue ella la única a la que se lo conté. Luego ella lo probó con todas sus amantes a las que les apetecía. Y así con cualquier práctica que nos pareciera excitante o morbosa. Sé que a Sonia le encantaba que le lamieran los pies y yo rabiaba por encontrar un hombre que me lo hiciera a mí.
Las dos tuvimos nuestras relaciones en esa época, más o menos largas pero nadie fue en gran amor de muestras vidas. Eso le quitaba presión a nuestra amistad. Esas temporadas nos relajaban y nos permitían aflojar esa tensión que había cuando ninguna de las dos tenia pareja.
Por otro lado tenía muy claro que si alguna vez fuera a probar con una mujer antes sería con ella que con cualquier otra. Se lo confesé una noche medio borracha y amargada después de que un tío me hubiera dado plantón. Y a punto estuvimos de liarnos en un rincón oscuro de la disco. Pero fue ella la que mantuvo la cabeza fría y me cortó en seco diciendo que no se iba a aprovechar de mí en esas condiciones. Por algo la quiero tanto y es mi mejor amiga.
Por fin llegó el día que ella estaba esperando. Durante ese tiempo me había planteado seriamente más de una vez dejarme querer como ella pretendía. Sabia que me lo iba a hacer pasar pero que muy bien. Siempre me echaba atrás el joder nuestra amistad por un calentón o un rato o varios de placer. Principalmente el hacerle daño. Eso me habría dolido, por nada del mundo quería que Sonia se disgustara.
Pero la vida avanza, pasan los años y las circunstancias no son las mismas a los diez y ocho que a los veintiocho. Las dos teníamos trabajo y ella su apartamento. Yo estaba muy cómoda dejando que mi madre me mimara y tener la comida caliente en la mesa todos los días sin tener que cocinar. Sonia no se llevaba tan bien con sus padres que no terminaban de aceptar del todo su orientación y en cuanto pudo se independizó.
Yo trabajaba en una tienda de ropa de una gran cadena, no voy a hacer publicidad. Mientras esperaba algo mas serio en mi campo. Me llevaba bien con las compañeras y algún cliente me había pasado su teléfono para llevarme a cenar y lo que caiga. Pero para lo que nos interesa para el cuento hubo un cambio. Corrían rumores sobre la nueva jefa, decían que le gustaba más una buena almeja que a un tonto un caramelo. Y que convenía «llevarse» bien con ella sino querías verte en la calle. Evidentemente los rumores eran exagerados, pero tenían un poso de verdad. En ese momento había echado varios currículos con buenas perspectivas y andar buscando otro trabajo precario para una temporada me venia como el culo, hablando en castellano antiguo.
No le comenté nada a Sonia por lo menos hasta confirmar los rumores. Pero estuve meditando en mi respuesta si la jefa se me insinúara. A ver, la chica esta muy bien, pero que muy bien. No te contratan para venderle ropa de zorrón a quinceañeras si no puedes llevarla tu misma con cierta dignidad. Pero como ya he dicho no es el físico de las mujeres lo que me atraía.
Por suerte me dieron un respiro de un par de semanas. Primero se fijó en una rubita que apenas levantaba metro y medio del suelo pero que en un envase pequeño condensaba dulzura, sensualidad y lujuria. Era a la que mejor le sentaba la ropa que vendíamos y la que la lucía con mayor desparpajo. Le gustaba enseñar amplias partes de su bella y reducida anatomía y lo hacía por gusto pues por la calle vestía igual. Con lo que además de conseguir buenas ventas era lógico que se convirtiera en el primer objetivo de la nueva encargada de tienda. La rubia era de gustos extensos con lo que tampoco le costó nada aceptar las insinuaciones poco veladas de la jefa.
Antes de finalizar la primera semana desde que había llegado las encontré en el almacén comiéndose las morros con verdadera ansia. Y la mano de la rubia dentro del short de la jefa haciéndole un dedo que parecía le estuviera haciendo ver las estrellas. Ni se molestaron en separase al oírme entrar, siguieron a lo suyo. He de confesar que en el rato que me quedé mirando me excité bastante y puede que fuera por la cara de éxtasis que tenía la jefa. Pensé:
-Joder, si Sonia me consigue lo que esa está gozando estoy tardando demasiado en dejarme querer.
No todos los días se ve porno en vivo. Vale, rumor confirmado, confirmadísimo. Lo único que buscaban las dos era sexo así que estaba claro que en cuanto se aburrieran iba a pasar al siguiente objetivo. No tenia que ser yo, había otras cuatro o cinco chicas donde elegir, pero tarde o temprano me llegaría el turno.
Así que o pasaba por el aro o me pasaba una temporada en el paro esperando las respuestas de otras empresas, esa era la parte exagerada, nunca hubo constancia de un despido por no complacerla en ese aspecto. Esa era la oportunidad que Sonia llevaba años esperando aunque todavía no lo supiera. En ese momento mi amiga estaba sin novia aunque sabia que le rondaban un par de follamigas. Y no pensaba negarle su derecho de pernada sobre mi cuerpo y cada vez dudaba más que no lo tuviera también sobre mis sentimientos. Como si la adolescencia no hubiera sido bastante confusa para ambas.
La oportunidad la pintan calva, llevábamos dos años frecuentado un gimnasio del barrio lo que era la excusa perfecta para quedar un par de veces por semana, ponernos al día y atiborrarnos de dulces, pero como los habíamos quemado haciendo ejercicio no pasaba nada. Eso sin contar las salidas nocturnas de ligue que seguíamos haciendo juntas.
Veníamos del gimnasio después de haber hecho spinning, bici, un poco de todo pero sin esforzarnos mucho. El local no se distinguía por que la clientela fuera discreta. Los que tenían un buen físico procuraban lucirlo usando la menor cantidad de tela posible o lo mas ajustada que podían permitirse. El sol pegaba fuerte en la calle y acompañaba ese ambiente.
Llegamos a su apartamento cansadas y sudadas. No teníamos puestos mas que los pantalones cortos y las camisetas de tirantes, todo bastante fino y sudado. Se podía apreciar una porción bastante amplia de nuestros senos. Además a traves de la fina lycra blanca se la notaba incluso la morena pelambrera de su coñito. Había visto ese triangulito de vello que adornaba su pubis innumerables veces pero ese día me atraía mucho más. Me invitó a darme una ducha como era nuestra costumbre, aunque anteriormente lo hacíamos por turnos. Y mientras me sacaba una toalla limpia yo me quité la camiseta sin esperar a que me dejara sola. Hasta entonces no me había dejado tocar por ella ni por ninguna otra chica, me había reservado para mi Sonia. Pero ese era el día. Ya no había marcha atrás.
Le dije que no se marchara, que podíamos charlar mientras me duchaba o que podría enjabonarme la espalda. Me saqué el pantalón y me acaricié sin ningún pudor los castaños rizos de mi pubis, me lo había dejado depilado con la forma de un corazón por encima del clítoris. Me metí en la bañera y abrí el grifo dejando que el agua caliente resbalara por mi piel. Ella tomó el gel de baño y echó un buen chorro en la palma de la mano, sin esponja, los dedos bien extendidos empezó a recorrer mi espalda acariciándome al principio con algo de miedo y respeto, por si yo protestaba. Pero al ver que la animaba con mi silencio y con algún gemido de placer siguió acariciándome y tocándome. Estaba de pie y ella trazaba círculos con su mano en mi espalda cada vez mas abajo. Pronto llegó al culo y continuó con él metiéndome la mano y el jabón por la raja manteniéndome bien abiertas las nalgas, me las acariciaba con la otra mano. Ambas sabíamos que nos gustaba que nos acariciaran el ano. No se privó de ello por supuesto, arrancando mis primeros gemidos. No eran para animarla, era mi reacción natural a sus primas caricias. Aun más cuando clavó un dedo dentro de mí.
Entonces me di la vuelta y la emprendió con mis senos. Se cansó o le entró prisa y empezó a bajar por el vientre, deslizando un dedo juguetón en el ombligo. Al ver que no solo no protestaba sino que parecía gustarme. Llegó al coñito que acariciaba con los dedos mientras frotaba el gel sobre el monte de venus, por el vello que me había dejado, justo por encima de la la almeja. Fue entonces cuando le cogí la mano para frenarla un poco y comencé a desnudarla.
Ya estaba decidida a hacerle el amor, a que me lo hiciera ella. Pronto le quité la camiseta por la cabeza y me detuve un poco en jugar con sus pezones. Mientras rodeaba sus pechos con mis manos, noté como se le ponían duros los pezones como antes lo habían hecho los míos. Por fin nos besamos con pasión en la boca, sus labios carnosos, gruesos y rojos los dientes marfileños y cada vez que se remojaba los labios con la lengua a mi me daban ganas de mordérsela. Primero exploré su boca con la sin hueso y después la mia recibió la suya gustosa mientras cruzábamos las lenguas fuera de las bocas y se acariciaban la una a la otra.
Le quité el pantalón y la metí dentro de la bañera conmigo donde me arrodillé, estaba lanzada. Le hice levantar un pie hasta el borde, y en un gesto de adoración me puse a chuparle el coñito metiendo mi lengua entre sus otros labios. Hasta el punto mas alejado posible de su vagina. Sintiendo el salado sabor de su intimidad o poniéndome el hermoso y delicado clítoris entre los labios, besándolo. A cada chupada ella se retorcía de placer y sus jugos casi resbalaban por mi garganta. Fuimos cambiando, ella tambien probó los labios de mi vulva ademas de lamer toda la piel que yo le alcanzaba, de mi cuello, a las axilas, el vientre, los pechos, o la espalda entera, con el agua deslizándose por nuestras epidermis. Ella aprovechó para hacerse con mis pies y chupar los dedos uno por uno, pasando la lengua entre ellos y lamiendo las plantas y los empeines. Sabía que me iba a gustar y me encantó esa sensación. Cerró el agua y salimos.
Cogí una toalla y me puse a secarla con cariño, primero los hombros morenos, los pechos abundantes que podía amasar suavemente de grandes areolas oscuras, el vientre plano y el ombligo profundo, el triángulo de vello profundamente oscuro del pubis y los muslos fuertes y bien torneados. la espalda en la que los omoplatos enmarcaban la fina línea de la columna y las caderas generosas con las amplias nalgas. Toda su suave epidermis.
Mientras hacía esto besaba con delicadeza la piel que ya había secado, suavemente rozando únicamente su suave epidermis con los labios. Ella hizo lo mismo conmigo mimándome contenta de tenerme al fin a su disposición como una amante entregada. Aprovechó para, teniéndome sentada en el lavabo con un pie apoyado en el bidet y los muslos bien abiertos lamerme el coño anhelante de caricias, provocándome espasmos de placer. Yo sujetaba y aprisionaba su cabeza contra mi cadera y ella deslizó uno de sus dedos entre mis nalgas hacia mi ano. Me corri en su lengua sin ninguna vergüenza, descargando toda la tensión acumulada durante años.
Nos dirigimos a su dormitorio, a medio secar. De una mesilla sacó un vibrador de su envoltorio original que directamente me clavó en el coño. Ni siquiera lo había estrenado. Me dijo que lo había comprado hacia tiempo en honor a mi heterosexualidad esperando tenerme algun día así, húmeda y cachonda en su cama. Se puso a mover el dildo con delicadeza dentro de mí y a girar sobre mi cuerpo hasta que se colocó encima en un sesenta y nueve. Así mientras yo gemía por el placer de la profunda penetración del aparato y su lengua juguetona en mi clítoris ella se corria una y otra vez a causa de mis inexpertos dedos. Mi lengua curiosa en su vagina, recorriendo sus labios o intentando penetrar en sus secretos.
Al cabo de un rato de profundos orgasmos me pasó el vibrador y comprobando que ella tampoco era virgen lo utilicé para seguir dándole placer. Su himen había caído victima de un juguete similar al que yo manejaba en ese momento manejado por una de sus amantes. Con una mano introducía el dildo en su vulva y deslizaba por turnos los dedos de la otra en su culito suave. Ella también jugaba con mis nalgas finas y respingonas mientras me chupaba el coñito.
Nos corrimos muchas veces y me indicó que me diera la vuelta quedando boca abajo sobre las revueltas sábanas. Se sujetó el pene artificial a la cintura con un extraño arnés de correas de suave cuero, cosa que el aparato permitía. Lo deslizó entre mis nalgas intentando abrirse camino hacia el ano. Lo dejó fuera en el canal entre mis nalgas el tiempo justo para untarlo de lubricante en la imitación de glande.
Al principio me dolía mucho pues aunque no era la primera vez que me lo penetraban si lo era con algo tan enorme. Sentia su peso sobre mí manteniéndome sujeta contra el colchón, sus labios cariñosos en mis hombros besándome el cuello y la nuca. El dolor pronto pasó pues me encanta que me follen el culo y clavando los antebrazos me puse a gatas levantando las caderas. Para así poder masturbarme si no lo hacía ella, pues alcanzaba a acariciarme el xixi y el clítoris con la mano. Con la otra me sujetaba del hombro y tiraba de mí para que el consolador entrase más y más en el ano. No dejaba de acariciarme la espalda, el culo o deslizaba las manos por las ingles hacia el coñito. Cuando me lo sacó del culo solo paró para lavarlo y metérmelo en la vagina prácticamente sin darme opción a que yo pudiera moverme.
Por fin cambiamos de postura y la tuve a mi disposición a cuatro patas, con el consolador enganchado a mi cadera la penetré primero la vagina suave, roja y caliente. Luego follé su ano mientras no paraba de acariciar las suaves nalgas o masajear sus hombros. Sujetándola del hombro le di la vuelta para que quedara de espaldas sobre el colchón y volviendo a la postura clásica del misionero. Sintiéndome como uno de los machos que me habían follado a mí, la besé en la boca, lamiendo sus labios, la acaricié los pechos, lamí sus suaves axilas. Fui metiendo la falsa polla abriéndome camino suavemente entre los labios de su vagina mientras ella me agarraba las nalgas y cruzaba las piernas por detrás de mis rodillas. Seguíamos besándonos en la boca lascivas, con mucha saliva, mientras frotábamos nuestros pechos en los movimientos del coito, los míos pequeños y duros sobre los suyos un poco mas generosos y abombados. Gimiendo y suspirando ambas y ahogando esos ruidos en la boca de la otra.
Perdí la cuenta de los orgasmos que tuve o los que ella tenía para cuando me arrancó el dildo de la cadera para volver a colocárselo ella. Situando su precioso cuerpazo sobre mí, su cadera entre mis muslos, sujetándose con los brazos rectos, el torso levantado y mirándome a los ojos, se dedicó a calentarme. Como si no estuviera lo suficientemente excitada. Sin penetrarme, rozando solo los labios que se abrían al más mínimo toque dejando que acariciara la punta de mi clítoris con el falso glande vibrador. Entonces puse mis manos en su culo y tiré de ella con todas mis fuerzas obligándola a hundirse en mí. Luego no las quité de allí y se las amasaba mientras me follaba, mis piernas sobre las suyas.
Ahora sé lo que es la piel de melocotón, la increíble suavidad de la piel de una chica frotándose contra la mía. En comparación la de un hombre me parecía lija en ese momento. La suya de todo el cuerpo, de sus senos generosos, de sus nalgas suaves merecía con creces ese calificativo. Puedes creerme pues se los besé y acaricié una y otra vez mientras mi amiga regalaba mis oídos con gemidos guturales. Ahora conozco la sensación de ser multiorgásmica y de correrme una y otra vez. Ningún hombre me había conseguido tantos orgasmos juntos. Y yo pude conseguir que mi amante fuera de orgasmo en orgasmo.
Para entonces nos encontrábamos algo cansadas y nos pusimos a vestirnos la una a la otra. Renovamos nuestros eróticos juegos. Deslicé un tanga de sensual encaje rosa por sus muslos arriba y volvió a correrse antes de que la prenda llegara a cubrir su pubis gracias a mi lengua. Ella me colocó una braguita tipo bikini y volvimos a besarnos en la boca. Frotamos nuestros pechos y a deslizar ella los dedos en mi coñito antes de terminar de tenerlas puestas. Mi minifalda le volvió a permitir sobarme los muslos y sus vaqueros fueron una excusa para mis manos acariciadoras. Lo siguiente fue su sujetador y camiseta y volví a mimar, chupar y tocar sus hermosos senos. Luego fue mi blusa cruzada la que provocó sus besos y caricias en mis pechos antes de terminas de atar las cintas que la sujetaban.
Entonces nos pusimos a charlar, ante dos cervezas en su sofá, como no, una vez mas sobre el sexo, el amor, muestra relación y de como iba a evolucionar a partir de ese momento y de las demás chicas. Esa tarde fue la primera vez en la que pensé en el término bisexual para aplicármelo a mí misma. Como muchas veces antes me ofreció irme a vivir con ella aunque fuera en habitaciones separadas. He de confesar que ahora me lo estoy pensando y puede que no sólo en camas separadas o no todas las noches al menos.
Le confesé el por qué por fin me había decidido a hacer el amor con ella después de tantos años de amistad en los que no me había dejado tocar. Le conté toda la historia de la nueva encargada como un factor o mejor una excusa para mi decisión de ese día. Pero lo principal fue que yo lo deseaba. Le confesé toda la historia de mi nueva jefa y sus apetitos por que sabía que ella no tendría celos de una mujer como no los había tenido de los hombres con los que había follado. Nuestra amistad de años podía resistirlo perfectamente. Solo habíamos dado un paso más en ella. haciéndola mas profunda.
A la encargada la conocería en sentido bíblico tres semanas después. Era todo un volcán de sensualidad y deseo. Pero en nada comparable a Sonia. Supongo que a partir de esa tarde después del gimnasio cualquiera palidecería a su lado. Mi jefa me llevó a su casa y he de admitir que me trató con cariño y ternura. Incluso me guardaba una sorpresa, a media sesión se presentó la rubia y entre las dos casi lograron que me corriera tantas veces como con Sonia. Claro que yo tampoco estuve quieta y apliqué con ellas todo lo que había aprendido de mi mejor amiga. Parece que no lo hice mal del todo. Ahora estoy pensando que quizá a Sonia le apetezca conocerlas. ¿No sería una locura terminar las cuatro juntas en la misma cama?