Mi Debut Fue Con Mi Tía, la Tía Rosa, la que más quiero, quise y querré, despues de lo que vivimos aquella vez
Provengo de una familia numerosa, ya que mis abuelos tuvieron quince hijos. O sea que tengo muchos tíos y tías también. Una de ellas la Tía Rosa, la que más quiero, quise y querré.
Esta tía vive en la capital del país y para las Navidades viene a pasar unos días en el pueblito donde vivimos. Quizás por ser una de las menores, quizás porque se viste en forma más provocativa que las pueblerinas de mis otras tías, siempre fue la fuente de inspiración para mis calientes tardes de verano, en las cuales me hacía una rica paja a la salud de haberle visto las piernas, con mucha suerte las bombachitas o quizás la insinuación de sus pechos.
Yo tenía en ese entonces 18 años y nunca había tenido sexo excepto conmigo mismo, ya que me la meneaba dos o tres veces por día. Mi tía tenía entonces 41 añitos y estaba muy, pero muy buena. Complexión delgada, 1.70 de estatura, cabellos teñidos de rojo, largas y bien torneadas piernas, muy cuidadas, un culo espectacular y unos pechitos más bien pequeños, pero bien paraditos y firmes. Sus medidas deberían ser aproximadamente 90-65-105, ¡¡¡que caderas!!!
Un día de verano, habíamos ido todos a la playa a celebrar un cumpleaños y como había sufrido una tremenda erección al ver a mis primas y tías en bikinis, volví para casa (donde se queda mi tía cuando viene de paseo) para pajearme y luego de bajar la erección volver a la playa como hacía a menudo. Es que me daba vergüenza que notaran mi pija tan parada que era imposible de disimular. Entonces me hacía una rapidita y se me bajaba.
Al entrar en casa oí el ruido del agua de la ducha y luego de comprobar en silencio que no había nadie en toda la casa, me arrodillé ante la puerta y traté de ver por el agujero de la cerradura. Qué sorpresa, por primera vez en mi vida tenía delante de mis ojos algo que en un principio no pude interpretar que era, pero luego de la inmensa sorpresa pude apreciar que era la entrepierna de mi tía. A muy pocos centímetros ya que se estaba secando parada al lado de la puerta. Recuerdo que primero vi un semicírculo de sus vellos y la conchita bien apretada.
Mientras mi tía se secaba, yo comencé a hacerme tan tremenda paja, que no me di cuenta de que mis jadeos fueron audibles para ella. Recién me di cuenta de ello cuando abrió la puerta de golpe y yo masturbándome, ¡que vergüenza! Ella se sonrió y me dijo ¡que grande la tenés! Y siempre con una sonrisita en sus labios me dijo ¿vos ya probaste lo que es una mujer? mientras me pasaba su mano por mi cabello. Yo estaba muerto de vergüenza y no me salió palabra para contestarle. Ella dándose cuenta de mis nervios me tomó de la mano y me dijo que entrara con ella al baño.
Yo no podía creer lo que me estaba pasando, estaba duro de los nervios y mi pija había quedado durísima apuntando al techo. Mi tía me dijo –no te pongas nervioso y déjame que yo te voy a enseñar algo que nunca te vas a olvidar- dejando caer la toalla que la cubría. Mis ojos no daban abasto para poder verle sus tetas preciosas con unos pezones oscuros y saltones y también sus imponentes caderas. Mi tía se arrodilló entonces y tomó mi verga dura con sus manos y comenzó a lamerme, realmente inolvidable lo que sentí con su lengua. Después de unos instantes me indicó que me sentara en la tapa del inodoro y ella se acomodó con las piernas abiertas y con una mano guió la cabecita de mi verga en su conchita apretada.
Yo creí desmayar de placer al sentir ese calorcito de su conchita en toda mi pija, que divino se siente, mucho mejor que la paja. Aproveché entonces que sus pechos estaban a la altura de mi boca y mientras los tomaba en mis manos acariciándolos, los comencé a chupar suavemente, y juguetear con sus pezones que estaban muy duros. Que divino jugueteo con mi lengua y sus pezones. Ella mientras tanto había comenzado a cabalgar haciéndome ver las estrellas de tanto placer, hasta que llegó un momento que no aguanté más y me acabé como nunca, ella al notarlo cesó sus movimientos y me empezó a hacer mimitos mientras se mantenía abrazada a mí, diciéndome mi guachito, que rico, como me hiciste gozar.
Esa fue la primera vez que tuve sexo, después me hice mil pajas recordando eso que me había pasado, pero por suerte tuve oportunidad de repetir y demostrarle a mi tía que había ido aprendiendo. Incluso veinte años después, siendo ya mayores mi tía se preocupó de tomarme exámenes de sexo y cada vez lo pasé mejor, pero eso será motivo de otros relatos.
Si les interesan otros relatos del sexo con mis primas o con las veteranas vecinas que tanto me enseñaron en la vida sexual, escríbanme.