Descubre que su marido le es infiel con su hermana y decide no quedarse quieta. Ella decide que será infiel porque su marido puede

Valorar

Finales de junio, acabábamos de terminar la segunda y última ronda de exámenes de selectividad, estábamos en el bar de la universidad Andrés, Luis, Pedro, Pablo, Juan y yo, José Antonio.

–          ¿Por qué no nos vamos de acampada este próximo fin de semana? Unos días para despejar la cabeza de tanto estudio – propuso Andrés.

–          Conmigo no contéis – dijo Luis – he quedado con mi novia para ir a la playa.

–          Ni conmigo – dijo Pedro – me voy con mis padres.

–          Yo tengo una idea mejor, porque no vamos al terreno de mis abuelos – dijo Pablo.

–          No se, yo había pensado unos días en medio de la naturaleza, perdidos – dijo Andrés.

–          Aquello esta en medio de la naturaleza, hay mucho terreno para acampar si es lo que queremos – dijo Pablo.

–          Cualquier idea es mejor que quedarse aquí comiéndose el coco – dije.

–          Te doy la razón, yo me apunto a lo que sea – dijo Juan.

–          Pedro te vienes – dijo Luis – deja a estos con sus planes.

–          Tienes razón – dijo Pedro – mi hermano nos esta esperando, Juan ¿Tu que haces?

–          Me voy, si decidís algo me llamáis.

Vimos marcharse a Pedro, Luis y a Juan.

–          Nosotros también deberíamos irnos – dijo Pablo – mi padre nos estará esperando.

–          Pues vamos – dije – por el camino decidimos lo que hacer.

Andrés, Pablo y yo nos dirigimos al punto de encuentro con el padre de Pablo. Mientras esperamos fuimos decidiendo que haríamos, tomaba cuerpo la idea de ir al terreno de los abuelos de Pablo.

Ya en el coche, Pablo le comento a su padre el ir al terreno de sus abuelos.

–          Esta bien, pero recuerda que estos días están tus tíos por allí, es posible que nosotros también vayamos.

–          La idea seria acampar en el claro del sur, junto a la vieja cabaña o utilizar la cabaña – contesto Pablo.

–          Lo de la cabaña seria una buena opción – dijo el padre de Pablo – mejor que acampar.

Aquella tarde tomamos la decisión, pasaríamos unos días en los terrenos de los abuelos de Pablo. La complicación estaba en llegar, pues no había tren directo debíamos hacer dos trasbordos, que nos dejaba cerca y después una pequeña caminata.

Salimos el viernes por la mañana y llegamos al terreno sobre las 6 de la tarde. Efectivamente, estaban los tíos de Pablo.

–          Tía Carol, te presento a mis compañeros de clase, José Antonio, Andrés y Juan – dijo Pablo – es mi tía Carol, su marido Javier, y ese enano es mi primo Javi.

–          Encantados de conocerles – dijimos a la vez los tres.

Carol, era la hermana de la madre de Pablo, tenia unos 33 años; Javier su marido tendría unos 38 o 39 años y el pequeño Javi tenia 7 años.

–          Que me ha dicho tu madre que vais a acampar en el claro sur, cerca de la vieja cabaña – dijo Carol.

–          Al final no será acampada, usaremos la vieja cabaña, creo que es el mejor sitio.

–          Tener cuidado con el jardín de la abuela, ya sabes como se pone cuando se lo tocan.

Pablo se puso a andar, Juan se puso a su altura mientras que Andrés y yo nos quedamos algo rezagados.

–          Has visto lo buena que esta la tía de Pablo – dijo Andrés.

Andrés era el mayor de los cuatro, era repetidor, tenía 19 años un año más que Pablo, Juan o yo mismo.

–          No me he fijado – mentía, si que me había fijado, la tía de Pablo, Carol era bellísima y una silueta perfecta, tal vez el volumen de sus pechos era algo descompensado.

–          No me digas que no te has fijado en ese par de tetas.

No pude decir nada, pues acabamos de llegar y Pablo nos podía oír.

–          Este es el sitio – dijo Pablo – podemos acampar por aquí, o allí debajo de los árboles – dijo Pablo señalando un grupo de árboles o usar la cabaña – Pablo señalo una pequeña edificación a unos 200 metros cerca de los árboles.

Los tres nos quedamos mirando el paisaje, para terminar mirándonos entre nosotros, sonriendo.

–          Creo que lo mejor será usar la cabaña – dijo Andrés.

–          No eras tú el que quería ir de acampada – dijo Pablo soltando una risotada.

–          Si, pero mejor es dormir bajo techo – dijo Andrés poniéndose las manos sobre la cabeza.

Pablo comenzó a andar hacia la cabaña.

–          Fue la primera edificación del terreno, ahora se utiliza como cuarto de herramientas y útiles para el jardín de mi abuela, que esta justo al lado.

En eso se escucho un vehículo por la carretera.

–          Lo sabia, mi madre no se podía quedar en casa tenia que venir a controlarme – dijo Pablo – esperarme ahora vengo.

Pablo se alejo.

–          ¿Conocéis a la madre de Pablo? – pregunto Andrés.

–          Yo creo que la vi una vez al principio de curso – dije.

–          Yo si la conozco – dijo Juan – he estado varias veces en casa de Pablo.

–          Y como es – pregunto Andrés.

–          Se parece a… su hermana Carol – dije yo.

–          Esta tan buena como ella – dijo Andrés pasándose la lengua por los labios.

–          A que te refieres – dijo Juan.

–          ¡Joder! No me digas que tú tampoco te has fijado en la tía de Pablo, en el par de peras que tiene.

–          ¡Ah! Te referías a las tetas, pues la madre de Pablo mas o menos.

Dejamos de hablar, pues llegaba de nuevo Pablo, acompañado de su padre.

–          Buenas tardes, chicos – dijo el padre de Pablo.

–          Buenas tardes, señor Moreno – dijimos a la vez.

–          Ya se lo he dicho a Pablo, pero quería decíoslo personalmente, esta noche vamos ha hacer una barbacoa, espero que vengáis, estáis invitados, comenzaremos los preparativos dentro de una hora y media.

–          Gracias – dijimos todos a la vez.

–          Papa, allí estaremos, ahora déjanos que  nos instalemos.

El padre de Pablo se marcho.

–          Que bien una barbacoa – dijo Andrés.

–          ¡Hurra! ¡Que bien! – dijo Pablo sarcásticamente.

–          No me digas que no te gusta – dije.

–          No es que no me guste, es que lo hacen para controlarnos.

–          No digas tonterías – dijo Andrés – no será para tanto.

–          Ya lo veras, vamos dentro a preparar el interior.

Me sorprendió lo espaciosa que era y lo recogida que estaba por dentro, y se lo dije a Pablo.

–          La suelen usar mis abuelos, desde fuera parece más pequeña, porque parte de ella esta debajo de los árboles, esto seria el salón comedor, y en frente hay dos habitaciones, la más grande es la de mis abuelos, la otra es donde dormía mi madre y mi tía.

En la habitación de los abuelos de Pablo una cama de matrimonio. En la otra dos camas individuales.

–          ¿Y el lavabo? – pregunto Andrés.

–          Fuera, a la derecha hay una caseta.

–          ¿Fuera de la casa?

–          Y da gracias que en la última reforma pusieron agua corriente, y unas duchas.

Todos reímos de la cara que puso Andrés.

–          ¿Cómo nos distribuiremos? – pregunte.

–          No se, como queráis, dos deberán dormir en la cama grande.

–          A mi no me importa compartir la cama – dijo Juan.

–          Yo prefiero una de las individuales – dijo Andrés.

Pablo me miro, yo encogí los hombros.

–          Vale, yo acompañare a Juan en la cama grande. Venir que os de unas sabanas, porque mantas no creo que necesitemos ¿Verdad?

Nos miramos, y con la cabeza negamos. Pablo nos dio las sabanas a Andrés y a mí, y cogió otras para la cama grande. Andrés y yo entramos en la habitación asignada.

–          Estoy deseando ver a la madre de Pablo – dijo Andrés susurrando.

–          ¿Para que? – pregunte.

–          Para comparar sus tetas con las de su hermana.

–          Tu estas mas salido que el pico de una mesa – dije.

–          …y mas caliente que el palo de un churrero – dijo riendo.

–          De que os reís – dijo Pablo.

–          Déjalos, seguro que están pensando en tías – dijo Juan.

–          En tías…  – dijo Pablo.

–          Si estábamos hablando de tías – dijo Andrés.

Nos dirigirnos a la casa ya se escuchaba el chisporroteo de las brasas. Se adelanto Pablo.

–          Mama, no se si conoces a Andrés y a José Antonio, porque a Juan ya lo conoces.

–          Buenas noches, señora Moreno – dijimos.

–          Buenas noches, chicos. Claro que conozco a Juan, y creo que a José Antonio lo he visto alguna vez, pero a… ¡Andrés! Creo que es la primera vez.

–          Señora Moreno, creo que efectivamente es la primera vez que nos vemos.

–          Llamadme Pura – dijo la madre de Pablo.

–          Bien todos presentados, a comer, prepararemos unas salchichas y unos trocitos de carne – dijo el padre de Pablo.

Andrés me dio un codazo.

–          ¿Qué quieres?

–          Te has fijado también tiene un buen par de tetas. Se las estaría chupando una noche entera.

–          Pues ahí las tienes, ya puedes comenzar.

Andrés me miro sorprendido al principio, para después comenzar a reír. Me fije en la madre de Pablo y en su tía, eran dos buenas hembras, tal vez la madre de Pablo fuera algo mas rellenita, también es cierto que debía tener unos 10 años mas que Carol. Y en lo que no podía haber discusión era en lo de las tetas, ambas tenían un buen par de domingas, y el sujetador lo que hacia era resaltarlas. Las palabras de Andrés se habían quedado en mi cabeza y no podía dejar de pensar en las tetas de las dos hermanas.

Terminada la cena nos marchamos a la cabaña.

Ya dentro nos separamos según la habitación elegida. Andrés entro y se dejo caer sobre la cama.

–          Me ha dicho Pablo que esta es la cama que usaba su madre, así que esa otra es la de la tía de Pablo. Tu te quedas con la tía  yo me quedo con la madre, tiene ese morbo de ser una mujer mayor. Se la metería y no la sacaría en toda la noche – dijo susurrando Andrés para que los de la otra habitación no nos escucharan.

–          Que burro eres, es la madre de Pablo.

–          Por eso, porque es la madre de Pablo y no la mía, puedo pensar en follármela.

–          Será mejor que durmamos.

–          Vale, pero antes tengo que cambiar el agua al canario.

–          Ok, pero no tardes, no me gusta que me despierten.

Me imagine que Andrés no solo iría a cambiar el agua al canario, sino también a masturbase, era lo que me apetecía nada mas pensar en las dos hermanas, como decía Andrés era la madre de Pablo no la mía.

No tardo mucho Andrés en volver.

–          Ya…

–          Si, que a gusto me he quedado.

–          Seguro, has tardado poco en hacerte la paja.

–          ¡Pero que dices…!

–          Júrame porque se te caiga la picha a cachos que no te la has pelado, y que conste que más de 5 sacudidas se considera ya una paja.

–          Si te pones así, tienes razón me la he sacudido mas de 5 veces.

Ambos reímos, solo unos minutos después perdí la noción de todo y me quede dormido.

Por la mañana un sonido estridente, mas tarde supe que era un cucharón golpeando una sartén, nos despertó.

–          Venga chicos a desayunar – era la voz del padre de Pablo.

Me levante, me puse el pantalón corto, una camiseta y unas chanclas. Andrés también se comenzaba a vestir, fuera ya esperaban Pablo y Juan. Cuando Andrés salió de la cabaña nos dirigimos a la casa, donde nos esperaba el desayuno. Justo llegando se me salió una chancla, pise mal, me hice daño en el tobillo y casi me caigo sino llega a ser por Andrés que me sujeto.

Durante el desayuno, Pablo contó mi percance lo que hizo que todos incluido el pequeño sobrino de Pablo se interesara por mi estado. Al finalizar de desayunar el padre de Pablo propuso una pequeña escapada al pueblo, no todos estuvieron de acuerdo. La madre de Pablo y Javier el marido de la tía de Pablo, ella alego tener cosas que hacer en la casa y sobretodo en el jardín de la abuela, mientras que el se excuso diciendo que tenia que revisar el vehículo.

Y por ultimo estaba yo, que aun me dolía el tobillo, así que todos los que iban a irse se prepararon para la excursión, yo me entretendría dando una vuelta por la finca. Los vi partir, mientras yo me quedaba en cerca de la casa, justo en la parte trasera que daba a la cabaña. No tarde ni un cuarto de hora en ver a la madre de Pablo, salir de la casa dirección a la cabaña, llevaba un bikini rosa, se detuvo en el jardín, la estuve observando durante un rato, de pronto vi llegar a Javier, no sabia de donde había salido, y ambos entraron en la cabaña. Me pico la curiosidad y fui a ver que hacían, no me lo podía imaginar, la madre de Pablo estaba desnuda, sobre la mesa del salón-comedor de la cabaña, con las piernas abiertas y entre ellas Javier con los pantalones bajados.

Estaba absorto viendo como la madre de Pablo, se agarraba a la mesa y jadeaba ante las envestidas de Javier, y como este se agarraba a aquel par de tetas que tanto le gustaban a Andrés. Sentí un ruido tras de mi me asuste, me gire y a unos 5 metros estaba Carol, la tía de Pablo, tenia que actuar con rapidez, para que Carol no viese a su hermana y a su marido follando. Me dirigí a ella.

–          Veo que estas mejor del tobillo – dijo – acercándose.

Era cierto me dolía mucho menos, decidí cortarle el paso.

–          Si me duele algo menos – dije – pero que hace aquí y los demás.

–          Pensé que como mi marido y mi hermana estarían ocupados, no podrían atenderte por si te dolía más el tobillo, así que he vuelto.

Pensé claro que están ocupados, no lo sabes tu bien.

–          Gracias, pero no hacia falta – dije caminando en sentido contrario al jardín, alejándome de el.

–          Claro que si. ¿Has visto a mi marido o mi hermana? Llevo un rato buscándolos – pregunto con cierto cinismo.

–          No, no los he visto.

–          Como no he visto a Javier en el coche y mi hermana dijo que estaría por aquí.

–          Pues no visto a ninguno de los dos.

Se quedo pensando, y se giro para marcharse.

–          Bueno lo mismo están en el lago.

–          Puede ser.

–          ¿Por qué no me acompañas? Si no te duele mucho el tobillo.

–          Vale – dije, pensando en que se alejara de allí.

La seguí renqueante, de vez en cuando mire hacia la cabaña. Con la idea de alejarme del jardín no me di cuenta que ella llevaba una toalla al hombro.

–          Esta muy lejos ese lugar.

–          No lo esta.

Efectivamente, tardamos unos minutos, tras subir unas laderas tras la casa, y atravesar un pequeño bosque, para llegar a un paisaje de ensueño, era un estanque de agua cristalina, con una pequeña cascada.

–          Tenía razón, no esta lejos.

–          Tutéame, ahora estamos solos. Y como te he dicho no esta lejos, aunque si lo suficiente para que no nos vea ni mi marido, ni mi hermana desde la cabaña.

Aquella contestación me dejo perplejo, Carol sabia lo de su hermana y su marido.

–          ¿Te sorprende que lo sepa?

Me quede sin habla.

–          Hace tiempo que lo se.

Dejo la toalla sobre una rama.

–          Que te parece el paisaje.

–          Es increíble – dije mirando el paisaje.

–          Pero aun hay algo que es más increíble, son aguas termales, te irán muy bien para el tobillo. Ven.

Me condujo a un lateral.

–          Nos damos un baño.

–          No he traído bañador.

Sonrió.

–          Ni yo tampoco, suelo bañarme desnuda.

Trague saliva.

Carol se quito la camiseta, las tetas no saltaron al estar sujetas por el sostén de color marrón claro, seguidamente se quito la falda enseñando las bragas a juego con el sostén. Y sin pensarlo dos veces se metió en el estanque, la vi sumergirse y salir nadando de espaldas.

–          No seas tímido, tírate.

No es que fuera tímido, sino que si me quitaba el pantalón vería la potente erección que tenía, tras unos segundos de indecisión me quite la camiseta y el pantalón corto quedándome en slip, y sin darle tiempo a que me viese me tire al agua.

El agua estaba caliente y aunque no había mucha profundidad se podía nadar bien.

Ella se dirigió a la pequeña cascada, cuando estuvo debajo se puso de pie, el agua le cubría hasta la mitad de sus muslos, dejando que el agua de la cascada cayera por su cuerpo. Era una escena de lo mas excitante, pues su ropa interior se había vuelto trasparente.

–          Ven aquí debajo.

Fui hasta donde estaba ella, no me atreví a ponerme de pie pues si antes de entrar la erección era grande, ahora era enorme.

Ella se acerco a mi, y cogiéndome de los hombros me intento hacer una ahogadilla, lo que consiguió fue que sus tetas se estrellaran contra mi cara. Entonces siguiendo el juego me sumergí arrastrándola a ella, su cuerpo se pego al mío, forcejeamos bajo el agua, hasta que yo la solté y pudo incorporarse, cuando yo saque la cabeza ella ya corría hacia la orilla, salió del agua, cogió su toalla, y comenzó a secarse.

–          Anda sal y sécate, no es bueno permanecer mucho tiempo en el agua, y si no te secas pasaras frio.

Me daba corte, pues el bulto de mi paquete era mas que considerable, pero tenia razón, no me podía quedar allí indefinidamente, así que decidí salir, me incorpore y salí lentamente del agua, sin importarme lo que se viera. Me pareció ver una sonrisa en la boca de Carol.

Me ofreció la toalla la cogí y dándome la vuelta me comencé a secar.

–          Sabes que es malo tener la ropa húmeda.

Entonces vi el sujetador de Carol pasando por mi lado y quedando colgado en el árbol.

–          Deja que te ayude a secarte – dijo pegándose a mi espalda

Sentí sus tetas en mi espalda, rodeo mi cuerpo con sus manos para cogerme la toalla. Uso la toalla para secarme los muslos, la entrepierna, y el paquete por encima del slip.

–          Date la vuelta – me dijo al oído.

Me gire lentamente, la toalla cayo al suelo. Sus pezones rozaban mi pecho. Nos miramos a la los ojos y nos besamos, al principio fue un roce, una caricia; pero desemboco en beso largo, con las bocas entreabiertas, en el que nuestras lenguas se buscaron, sentí como su mano buscaba mi polla bajo mi slip, como la agarraba y la acariciaba. Mi polla estaba increíblemente grande, la saco del slip. Se separo un poco de mi sin soltar mi polla.

–          Tienes una buena herramienta – dijo mientras la miraba.

Simplemente sonreí.

Ella cogió la toalla dio unos pasos hacia la derecha y la extendió sobre un lecho de hierbas y se dejo caer sobre ella.

–          Espero que sepas usarla – dijo a la vez que se tumbaba sobre la toalla.

Observe su desnudez. Pensé ahora lo comprobaras dejándome caer a su lado, haciendo que mi polla rozara su muslo.

Mientras, volví a besarla, mi mano acariciaba sus tetas, y pellizcaba sus pezones. De su boca se escapo un gemido ahogado por mi propia boca. Decidí que fuera mi boca quien acariciara sus pezones, mientras deslice mi mano hacia abajo, acariciando su vientre, sus gemidos iban en aumento, seguí bajando la mano hasta introducirla bajo sus bragas, acaricie su vello púbico, para seguidamente introducirla en su entrepierna, ella instintivamente abrió las piernas, facilitándome que acariciara su clítoris, su cuerpo se estremeció, Carol jadeaba sin control, introduje mi dedo en su vagina.

–          Dios, Dios – dijo a la vez que soltaba un gran gemido.

Ella había cogido mi polla, masturbándome; mis dedos entraban y salían de su vagina, acariciando su clítoris a la vez, no tardo en pedir que se la metiera.

–          Métemela, tu polla no solo es más larga que la de mi marido, sino también mucho más gorda, quiero sentirla dentro.

No le hice caso seguí usando mi mano para excitarla, hasta el extremo de hacer que alcanzase un orgasmo, como ella misma reconoció.

–          Estoy a punto de llegar, métemela, voy a llegar…

Y llego, sentí como su cuerpo se estremecía, se convulsionaba, apretaba las piernas pillándome la mano. Seguí acariciando su entrepierna, lo que hizo que volviera a abrir las piernas. Me incorpore levemente para terminar de quitarme el slip que estaba en los tobillos. Me puse de rodillas delante de ella, le quite las bragas. Agarre sus piernas hice que las flexionara. Ella no esperaba que arrimase mi boca a su entrepierna, el clítoris era como un pequeño pezón, el cual comencé a chupar, mi lengua jugueteaba con su clítoris, a la vez que nuevamente mis dedos entraban y salían de su vagina.

–          Eres increíble, un demonio – dijo entre jadeos, acariciándome el pelo – vas hacer que alcance otro…

No llego a terminar la frase, un nuevo estremecimiento y un grito de placer demostraron que no se equivocaba, no quería dejar pasar el momento, subí hacia arriba besando y chupando su cuerpo hasta llegar a los pezones, mientras mordisqueaba los pezones, la punta de mi polla  acariciaba su clítoris, su excitación iba en aumento.

–          Dios, que polla, la quiero dentro – dijo jadeando, su cara reflejaba un placer desorbitado.

Ella cogió mi polla y la oriento hacia la entrada de su vagina, con un simple movimiento mi polla entro en su vagina cada vez mas adentro, hasta entrar por completo, su grito fue de placer extremo, con pequeños empujones comencé a entrar y salir de ella, hice que pusiera sus piernas en mis hombros para que las penetraciones fuesen mucho mas profundas, arrancándole gemidos cada vez mas fuertes, cambiando de vez en cuando de postura, siempre ella debajo, sus frases de excitación se repetían una y otra vez, “Sigue”, “Si, si, así” “Adentro, mas adentro”, “Quiero sentirla toda dentro”, etc. Frases entrecortadas por el esfuerzo.

Pronto volví a sentir como su cuerpo se estremecía.

–          Ya, otra vez, tu no – dijo justo antes de alcanzar un nuevo orgasmo – increíble, que aguante tienes mi marido ya estaría muerto.

Seguí empujando, buscando mi momento de placer.

–          Otra vez, ¡Dios!, creo que es mejor polvo de mi vida, déjame que sea yo quien…

Sonreí y me deje caer a su lado, ella me acaricio la polla.

–          Lo que tienes entre las piernas es… no tengo palabras.

Se puso sobre mí dándome la espalda, montando sobre mi barriga, no te su humedad y me queje de la presión.

–          Espera un segundo – dijo.

Me agarro las piernas,  comenzó a deslizarse hacia abajo, hasta que mi polla estuvo a la altura de su entrepierna, entonces ella cogió mi polla y la encaro hacia su vagina, hasta que mi polla entro nuevamente en su vagina. Agarre su cintura con mis manos, marcando el ritmo de penetración.

–          Leí en un articulo que con esta postura se facilitaba el alcanzar el punto G – dijo entre jadeos – y creo que es cierto, esto llegando otra vez.

En esta ocasión no solo ella estaba llegando yo también, unos segundos después me corría, mi leche inundaba su vagina, ella jadeaba y gritaba que había llegado a otro, finalmente de echo hacia tras sobre mi pecho, yo entrecruce mis brazos sobre ella agarrándole los pechos. Mi polla se fue desinflando y saliéndose de su vagina. Con u pequeño giro quedamos los dos de lado sobre la toalla, ella mirando hacia la cascada y yo tras ella.

–          Sabes que me gustaría hacer ahora – dijo, su voz salía sosegada, como el final de un suspiro.

–          Hacerlo otra vez.

–          No, bueno ¿Tú quieres? – se giro mirándome sorprendida – pensaba en meternos en el estanque calentito desnudos.

–          Bien pensado – dije.

Me levante y ayude a levantarse a Carol, antes de meternos en el estanque volvimos a besarnos, yo acariciaba sus pechos. Se giro y corrió hacia el estanque y se lanzo, yo la seguí, fuimos hasta debajo de la cascada, allí nos abrazamos y nos besamos. Ella se echo hacia atas y se cogió de un saliente, y levanto las piernas enroscándolas en mi cuerpo.

–          ¿Lo podríamos hacer ahora? – dijo.

Había pasado poco tiempo para que me recuperase, pero mi polla con el roce del cuerpo de Carol y la calidez del agua volvía a tener tamaño.

–          No se, se podría probar.

–          Prueba, prueba.

Y probé, mi polla volvió a entrar en la vagina de Carol, nuevos empujes y nuevos gemidos por parte de Carol. Salimos de debajo de la cascada ella flotando sobre el agua mientras mi polla seguía en su interior, empujándola hacia la orilla, ya casi en la orilla ella se volvió a estremecer hasta alcanzar un nuevo orgasmo.

Tras un rato de caricias salimos y nos pusimos sobre la toalla, ella me acariciaba la polla haciendo que permaneciera en estado eréctil, fue bajando su cabeza hasta que su boca toco la punta de mi polla, comenzó a chuparla. Pequeños chupetones, y a introducirse la punta en la boca, poco a poco consiguió que volviera a correrme, salió poca leche pero ella supo aprovecharla.

Después de un breve descanso, para que se secase la ropa nos vestimos, y nos dirigimos a la casa.

–          Espero que seas discreto – dijo dándome un beso en la boca – tenemos que repetirlo ha sido… ¡Uf! – dijo cerrando los ojos.

Yo asentí con la cabeza.

–          Sera mejor que cada uno llegue por un sitio, haremos como que no nos hemos visto – dijo de despedida.