Desde que mi hijo se inició en la iglesia, yo he conocido lo que es la verdadera perversión y placer gracias a la catequista

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Antes de nada gracias a todos por vuestros mails, vuestros ánimos y vuestras sugerencias. Pero como relato real que es, voy a continuar con éste tal y como se ha ido desarrollando en las últimas semanas.

Tras el WhatsApp de Merche sonreí para mis adentros, pues a poco que estuviese espabilado sabía que la seducción estaba hecha: la conversación con ella me había revelado una mujer sola, abandonada por su marido y sus hijos, falta de cariño y de sentirse de nuevo atendida, amada, especial, y no sólo necesitada de un buen polvo – que también-. Tras mis últimas aventuras con exnovias y amigas me apetecía ahora algo un poco más difícil, como emputecer a una mujer madura, discreta, tradicional… llevarla poco a poco a un punto en que no se reconociera a si misma, que no pudiera contenerse en traicionar todo aquello que desde pequeña le habían inculcado, hasta convertirse en todo aquello que siempre había despreciado: una mujer ávida de sexo, amante enamorada de un hombre casado, que progresivamente fuese cada vez más morbosa y atrevida. La puta de su amante… mi sumisa, en resumidas.

Como iba contando, ella me wasapeó para devolverme mi americana, y tras llamarla por teléfono y decirle que estaba fuera visitando a un cliente le pedí si no sería posible pasar a buscarla al caer la noche, luego de la hora de cenar. Para mí no era ningún problema, pues muchas veces trabajo hasta la madrugada invitando a cenar o tomar alguna copa a mis clientes – el entorno ideal para cerrar buenos contratos, cuando están más relajados-, y un par de veces al mes incluso viajo a la central a Madrid y no duermo en casa. Como esperaba, Merche no puso objeciones a mi visita nocturna, y así fue que el mismo día en torno a las diez y media me presenté de nuevo en su casa. Era noche cerrada, las calles de su urbanización estaban desiertas, pero aún así ella me insistió en que metiera el coche. Cuando aparqué delante de su puerta me estaba esperando, y nada más verla supe que mi plan iba por buen camino: no me esperaba con la chaqueta en la mano para dármela y finalizar la visita en el momento, y pese a estar en su casa su atuendo lucía cuidadosamente escogido para sin dejar de parecer «casual´´ resultar atractivo – una falda amplia pero por encima de sus rodillas que nunca le había visto en la parroquia, un suéter con cuello en pico que sin mostrar nada dejaba intuir su canalillo y unos zapatos que sin tener tacón resultaban desde luego mucho más sofisticados y atractivos que unas simples zapatillas-. Además, su media melena estaba perfectamente peinada, y cuando la saludé con un par de besos en las mejillas percibí la tenue fragancia de un perfume y un levísimo resto de maquillaje adornaba su rostro. En definitiva, Merche, premeditada o inconscientemente, se había vestido y maquillado como para una cita, y eso era lo que iba a tener…

Tras los saludos de rigor y una disculpa por mi parte por mi descuido y las molestias que le había causado, ella me invitó a pasar y tomar un café – si es que no tienes prisa, me dijo-, y yo acepté la invitación si cambiábamos éste por una copa, pues le dije que la cafeína a deshoras me provocaba insomnio, y siempre que me acompañara, pues beber solo me parecía una costumbre triste, más propia de alcohólicos. Merche aceptó sonriendo y precediéndome por el pasillo me dijo

– De acuerdo, aunque apenas tengo costumbre de beber alcohol seguro que en el salón tendré todo lo necesario, ya que mi marido es un gran aficionado a la bebida

Yo cerré la puerta tras ella y la seguí al interior de la vivienda, observando sus caderas y su rotundo trasero menearse, y asimilando lo que acababa de oír. Supe entonces que consciente o inconscientemente Merche trataba de seducirme, así que como mínimo esa noche conseguiría follármela, pero que si jugaba bien mis cartas lograría no solo seducirla yo sino además convertirla en mi juguete sexual, y en la más morbosa de las amantes que había tenido hasta la fecha. Accediendo al salón tras ella le pregunté

– ¿Y dónde está tu marido?

Ella encogió los hombros y sin volverse siquiera me contestó, mientras cogía la cubitera y los vasos

– Creo que en Alemania, descargando fruta, y de ahí se dirigía a Valencia antes de volver en unos días… hace tiempo que ni él me da muchas explicaciones ni yo me molesto en pedírselas… ¿Qué tomas?

Yo le pedí un margarita, que me ofrecí a preparar para los dos, y mientras la acompañaba a la cocina por los ingredientes le pregunté casi al oído por encima de sus hombros

– ¿Y no podría trabajar en una ruta más cercana? Porque si la vida la tenéis más o menos resuelta, sin hipoteca que pagar, ni educación de los hijos que costear, etcétera, yo preferiría ganar menos dinero y más tiempo para estar contigo

Ella se sonrojó y sin apenas vacilación me dijo

– Para mi marido el dinero y las apariencias son lo más importantes: por eso este chalé en una zona lujosa en el que apenas para, ese Mercedes en el garaje, etcétera. Y en cuanto al tiempo conmigo, prefiere pasarlo por ahí adelante, parando en clubs de carretera, bebiendo y follándose a todas las jovencitas que se le ponen por delante

Yo, fingiendo a partes iguales indignación y sorpresa, y poniendo mis manos sobre sus hombros, la giré para encarar nuestros rostros a pocos centímetros de su cara y mirándola a los ojos le repliqué

– Eso es como comer hamburguesas fuera teniendo solomillo en casa… y por otra parte, ¿cómo es que no lo has dejado? porque me pareces una mujer de carácter, guapa e inteligente… perdona, no quiero parecer entrometido, añadí a continuación, desviando mi vista a los limones y empezando a preparar los cocktails

Mientras se daba la vuelta y rellenaba la cubitera en la nevera ella me dijo

– Bueno, gracias por tus cumplidos, pero la verdad es que no están fácil. Me crié en una familia de las de antes, donde los hombres tenían todos los derechos y ninguna de las obligaciones. No estudié más que hasta bachillerato, donde conocí a mi marido, y nos casamos apenas se licenció del servicio militar para trabajar en la misma empresa de transportes de su padre. Pronto vinieron los niños, con lo que la posibilidad de trabajar quedó descartada. Te encierras en la casa, los niños, las rutinas… tu vida se va sometiendo poco a poco a la de tu familia, y tus prioridades a las de tu pareja. Con el paso de los años mis padres fallecieron, los niños crecieron, y hace un par de años volaron de casa para vivir sus vidas. Acto seguido mi marido se empeñó en construir este chalet, arrancándome de mi entorno y de las pocas vecinas y personas con las que tenía cierto trato… Aquí me siento fuera de lugar, no conozco a nadie y me refugio en mi casa. Y cuando hace unos meses descubrí lo que ya intuía – que mi marido es un golfo y un putero, que prefiere andar por ahí que estar en casa, y que cuando está prefiere beber y presumir de coche y chalet con sus amigotes en vez de dedicarme tiempo a mí- ya era demasiado tarde para plantearme dejarle. No tengo trabajo ni profesión, ni familia o amigos a los que recurrir, y para total seguir sola prefiero la vida cómoda que tengo a la inseguridad y el miedo que se apoderarían de mí de dejarlo.

Me acerqué por detrás a ella, la abracé por la cintura y le contesté

– Perdóname, no pretendía juzgarte, pero es que me resulta increíble que una mujer como tú esté así de sola… De matrimonios vacíos que se mantienen por los niños y la rutina también podría contarte yo un rato, pero antes de que nos inunden las penas vamos a tomarnos esos margaritas

Y cogiendo la coctelera y la cubitera la precedí al salón para preparar las copas y la última fase de mi seducción. En el salón me senté junto a ella en el sofá y tras brindar por los matrimonios frustrados y los nuevos amigos fueron pasando el tiempo y vaciándose las copas. En eso estábamos, ya descalzos y recostados sobre el chaise-longue cuando de repente su teléfono sonó. Tras visualizar la llamada ella me hizo señal de que guardara silencio y descolgándolo contestó

– Hola cariño, me coges a punto de quedarme dormida, ¿querías algo?

Mientras hablaban, yo aproveché el momento para posar mi mano izquierda sobre su rodilla. Merche, que continuaba al aparato con su esposo, me miró e hizo además de retirar mi mano, pero al cabo de un instante desistió de ello y volvió a la charla con su marido. Yo aproveché para deslizar mi mano hacia arriba bajo su falda, acariciándole el muslo por su cara externa, mientras ella cerraba sus piernas y me miraba entre sorprendida y excitada. Con la mano derecha apreté ligeramente su pecho por fuera del suéter, sintiendo el pezón endurecerse a mi contacto, mientras inclinándome sobre ella procedí a besarla – apenas un roce, pero muy erótico, de nuestros labios húmedos-. Sorprendida, nerviosa y también un poco excitada, Merche finalizó la llamada con su marido diciendo que no se preocupara, que ella se encargaría, y colgó precipitadamente para encararse conmigo. Pero antes de que pudiese decir nada pasé mis manos una sobre su nuca y otra sobre sus riñones y levemente fui dejándome caer sobre ella, recostándola sobre el sofá y besándola ahora sí con lujuria y pasión.

Al cabo de un instante ella se rindió al placer. Empezó a devolverme los besos con tanta ansia como inexperiencia, a mirarme a los ojos sin dejar de besarme, y a acomodarse en el sofá de tal manera que mi cuerpo cubriese el suyo. Estuvimos besándonos con pasión y desenfreno, como dos adolescentes, por un tiempo que no sabría determinar, y cuando al final nuestros labios se separaron y nos miramos a los ojos – ella parecía en verdad embelesada y enamorada como una quinceañera virgen- yo me puse de pie y desabrochándome el cinturón dejé caer mis pantalones y mis bóxers hasta los tobillos para enseñarle mi miembro totalmente depilado y erecto mientras le decía

– Joder Merche, me ha puesto a mil oírte mentirle a tu marido con tanta seguridad mientras me tenías a tu lado, y con lo mucho que me gustas y lo excitado que me tienes no he podido evitar echarme encima de ti , lo siento

Ella se quedó mirando embobada mi polla, que lucía brillante y en pie de guerra, con las pupilas dilatadas, la respiración agitada y la falda por las caderas… pero aún tuvo un último atisbo de mesura, un intento de ser razonable y modosa y me dijo

– No Daniel, no podemos, los dos estamos casados, esto es una locura….

Mientras me sacaba la camisa para que contemplase completamente desnudo – sin tener un físico de atleta sí mantengo mi vientre plano, con piernas fuertes y velludas que hacen resaltar aún más mi pubis y mis testículos afeitados, y el glande húmedo de precum que parecía apuntarla acusador- le contesté – mintiéndole, pero bueno, ésa era parte de mi plan para sacarle mucho más que un polvo-

– Merche, nuestros matrimonios son una farsa, tu marido es un putero que no te merece, y yo llevo todo el día pensando en ti. Nunca me había pasado esto ni me lo hubiera imaginado, pero ahora mismo siento que estoy enamorándome de ti más y más a cada minuto que pasa…

Y arrodillándome junto a ella procedí a volver a besarla ávidamente. Ella dejó de luchar contestando ferozmente a mis besos, mordiéndome incluso los labios, y supe que ya era mía cuando su mano buscó de manera instintiva mi polla agarrándose a ella como un náufrago a una balsa y comenzó poco a poco a meneármela… Yo rasgué su suéter tirando de su escote con ambas manos y descubrí un sujetador negro de encaje que apenas ocultaba dos preciosas ubres, grandes y de pronunciados pezones, a las que bajé poco a poco, con besos y lametones por su cuello y su clavícula, mientras retiraba las hombreras de su sostén primero y desabrochaba éste en su espalda a continuación, para retirárselo y dejarlas a mi merced. Acto seguido empecé a chupetearlas y mordisquearlas. Merche parecía estar fuera de sí: gemía cada vez de forma más alta y constante, agarraba mi cabeza contra sus tetas con una mano y masturbaba mi polla frenéticamente con la otra, de tal manera que para nada me sorprendió cuando, tras meter mi mano izquierda bajo su falda, encontré al tacto sus bragas encharcadas. Lo que sí me sorprendió fue que nada más agarrarle el coño con toda la palma de la mano, para hacerle sentir lo que venía a continuación, y sin meterle siquiera un dedo, tuvo un orgasmo tan brutal como inesperado, poniéndosele los ojos en blanco mientras gritaba

– Síííí´…. Diosssss…. Me corro…… que gustoooooooooo……. Aggghhhhhhhh

Me incorporé de nuevo para contemplar a la modosita madura toda semidesnuda, desmadejada y dispuesta que tenía ante mí. A duras penas pude contenerme para proceder a follármela salvajemente a continuación, pero yo quería poseer no solo su cuerpo sino también su alma, enamorarla de mí de tal modo que no dudase en hacer todo aquello que mi perversa mente empezaba ya a maquinar, y para ello no podía ´´pisar a fondo« desde el principio, así que…

Para la continuación, se agradecen opiniones y mensajes a mi mail

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