Después de mucho tiempo me reencontré con una vieja amiga con quien descubrí que teníamos una buena conexión y además descubrí la zoofilia

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Gracias a las redes sociales, me reencontré con Clara, una vieja amiga con la que crecí y de la que, por circunstancias de la vida, me acabé distanciando, ya que su familia compró unos terrenos en el campo y se mudaron; al no existir internet ni los móviles por aquella época, perdimos el contacto.

Hablábamos todos los días, contándonos nuestras vidas desde que nos separamos y recordando anécdotas de la infancia; me contó que sus padres amasaron una pequeña fortuna porque supieron dónde invertir y al fallecer, ella decidió quedarse al frente de los negocios, ya que la vida de campo era agradable y los beneficios le permitían tener gente que se encargase prácticamente de todo. Yo le conté por encima todo lo que había hecho en los últimos años, aunque mi vida no había sido tan exitosa como la suya.

Pasó el tiempo y crecieron las ganas de volver a vernos, pero no encontrábamos el momento perfecto, siempre surgía algo que nos estropeaba los planes… las charlas telefónicas estaban muy bien, pero no eran lo mismo, así que me pedí unos días en el trabajo para invitarla a venir a la ciudad, aunque ella prefirió que me moviera yo porque siempre me decía que sería feliz allí, cosa que hice.

A finales de la primavera me planté en aquel precioso pueblo en el que residía, Clara vino a buscarme con su todoterreno a la estación de tren; apenas quedaba nada de la niña de gafas y aparato dental que se había criado conmigo, estaba hecha toda una mujer… tenía una larga y ondulada melena oscura, el aparato dental dio paso a una perfecta sonrisa con la que me contemplaba desde la puerta de su coche y era evidente que ya nadie podía llamarla Clara la nadadora, nada por delante y nada por detrás, como acostumbraban a hacerlo unos vecinos bastante repelentes que vivían en nuestro edificio; estaba ligeramente rellenita (¡que vivan las curvas!) y la camiseta que llevaba dejaba claro que había desarrollado unos buenos pechos, además de que se le veía un culo muy bien puesto.

Nos fundimos en un cálido abrazo en cuanto nos tuvimos frente a frente, ¡hacía tanto tiempo que no nos veíamos! Casi no sabíamos qué decir, así que no dijimos nada, solamente nos abrazamos.

Después de dejar la maleta en su coche, me dijo que tenía una semana llena de sorpresas, no podía siquiera pensar lo que acabaría viviendo allí.

Lo primero que hicimos fue ir a la finca para dejar la maleta y conocer el entorno; los terrenos se extendían hasta donde alcanzaba la vista, se veían cultivos allá donde uno mirase.

Acto seguido me llevó a los establos para que viera in situ parte de la ganadería de la que disponía, el resto se encontraba repartida por los pueblos de la zona. Efectivamente, yo sería feliz allí, ya que soy un enamorado de la naturaleza.

Para comer me llevó a un restaurante del que su empresa era proveedora, sitio en el que pude degustar algunas de sus mejores carnes. Entre vinos y chuletas nos pusimos al día y le pregunté que dónde había quedado esa Clarita que tenía muy claro que a los 25 sería esposa y madre, pues ya los habíamos pasado hacía algún tiempo y no veía anillo de casada ni juguetes de niño por la casa. Ella me dijo que su trabajo la tenía ocupada todo el día, aun teniendo una buena plantilla de trabajadores; no había tenido suerte en el amor, todos los hombres que había conocido la querían por su dinero o le habían sido infieles. Me contó que estuvo a punto de casarse, pero en el último momento, el que iba a ser su marido se echó atrás y no hubo boda.

La verdad es que me daba un poco de pena porque aquella mujer seguía teniendo el carácter alegre de la niña con la que me había criado, le dije que lo sentía y que merecía ser feliz también en el amor porque nadie merece ese sufrimiento, ella me dijo que estaba satisfecha con lo que tenía y que para hijos ya tenía a Roko y Brutus, un pastor alemán y un mastín (respectivamente) de los que era dueña.

La tarde la pasamos recorriendo el pueblo y los alrededores, era un sitio muy pequeño y tranquilo en el que ella era muy conocida y querida porque su familia había invertido mucho dinero en los negocios locales, en vez de llevárselo fuera; todos la saludaban y se deshacían en halagos cuando me los presentaba, conocía a toda la gente del pueblo. También me llevó a unas bodegas en las que tenía dinero invertido, nos hicieron una visita turística y después nos invitaron a una cata de los vinos que comercializaban. Estaba todo muy bueno.

Para la noche habíamos comprado unas cosas para cocinar, le prometí que le haría una cena muy rica; acabamos en el porche de la casa, disfrutando de un cielo estrellado, con una copa de vino en la mano y recordando nuestra niñez en el barrio.

Como el tiempo vuela cuando uno está disfrutando, nos fuimos a la cama bien entrada la madrugada. Yo no podía dormir y bajé a la cocina a por vaso de agua, teniendo que pasar por la habitación de Clara; pude oír una respiración acelerada y leves gemidos ahogados, sonreí pensando que se estaría dando una alegría al cuerpo, antes de dormir… bajé a por mi vaso de agua, procurando no hacer ruido, y volví a la cama.

A la mañana siguiente, después de desayunar, Clara me invitó a dar una vuelta con sus caballos; para mí era algo nuevo y excitante, así que no tardé en aceptar.

Los elegidos para la ocasión fueron Duque y Guardián, dos preciosos caballos negros muy mansos; caminamos por un sendero que desembocaba en un río, una estampa de postal. Allí pasamos la mañana, tirados en la hierba. Como hacía calor, le pregunté si era apto para bañarse y me dijo que ella lo hacía de vez en cuando, pero que no había cogido el bañador, a lo que yo contesté que tampoco lo llevaba, pero no me daba ninguna vergüenza bañarme en ropa interior, como lo hacíamos cuando éramos niños. Ella sonrió y me dijo que no sería capaz, hasta que vio que tardé poco en quitarme la ropa y meterme en el agua… aunque le daba mucha vergüenza, se acabó metiendo conmigo y disfrutamos como cuando íbamos a la piscina de pequeños. Fue muy agradable, pero se nos iba a hacer tarde y tuvimos que dejar los juegos para otro rato porque había que volver para comer.

Como Clara sabía que me interesaba mucho el tema del campo, me propuso dar una vuelta por los terrenos para conocer cómo se trabajaba allí, idea que me sedujo al instante, así ese fue nuestro plan de la tarde. Por la noche la invité a cenar en el restaurante que ella quisiera y a tomar algo en algún pub, si es que por allí había alguno decente; si no, me daba igual que fuera en un bar u otra vez en el porche… al final acabamos tomando la copa en la casa, jugando con los perros y pasándolo en grande.

Antes de acostarnos, Clara se abrazó a mí y me dio un beso en la mejilla, diciendo que había echado de menos todos esos momentos que pasábamos juntos y que estaba volviendo a sentir la felicidad de aquellos años. Yo le devolví el abrazo y le dije que nunca me había olvidado de ella y que, si hubiera existido internet en aquellos años, jamás nos habríamos distanciado tanto.

Ella sonrió, se acurrucó en mis brazos y así pasamos un rato, hasta que nos fuimos a dormir.

Me llamó la atención ver que Roko entrase con ella en la habitación, ya que fuera tenía su caseta, pero supuse que al vivir sola, sería su protección dentro de la casa, mientras Brutus vigilaba los exteriores.

Otra noche más que no podía conciliar el sueño, a pesar de la ligera brisa de aire fresco que entraba por la ventana…

Decidí ir a por un vaso de agua, igual que la noche anterior, teniendo que pasar por la puerta de su habitación; volví a escuchar los mismos ruidos y me encontré con la puerta entreabierta, lo justo para ver un poquito de lo que ocurría en su interior. Una parte de mí me decía que debía respetar su intimidad y seguir mi camino, pero había otra parte que me pedía que me asomara para ver cómo se masturbaba. Conseguí vencer la tentación en la ida a la cocina, pero estaba tan intrigado y llevaba tanto tiempo sin sexo que a la vuelta, al oír los gemidos, me detuve y me acerqué sigilosamente, deseoso de ver a aquella preciosa mujer disfrutando de la masturbación.

¡Menuda sorpresa me llevé al acercarme! No se podía ver mucho y no quería hacer el más mínimo ruido, pero pude verla de espaldas, a 4 patas, apoyada en el borde de su cama y recibiendo sexo oral… de parte de Roko, su pastor alemán.

Éste lamía como loco el ano y los labios mayores de su sexo, ella separaba las piernas para que él pudiera meter su lengua más al fondo y, con un cachete en su nalga, Roko se montó encima y empezó a frotarse contra su cuerpo, supongo que intentando penetrarla. Se montó 4 o 5 veces, dando estocadas fallidas, hasta que debió acertar porque alcancé a ver cómo una de las manos de Clara se agarró con fuerza a las sábanas.

Lo normal hubiera sido escandalizarme por aquello y marcharme de allí en el acto, pero sorprendentemente, aquella imagen no me producía rechazo, lo que produjo en mí fue una repentina erección; al intentar acercarme un poco más para ver mejor la escena, pisé una tabla vieja y la hice crujir, interrumpiendo la cópula. Me fui a la cama lo más rápido y silencioso que pude, oyendo cómo se cerraba la puerta de su habitación.

Me había pasado toda la noche con esa imagen en la cabeza y una importante y duradera erección, así que a la mañana siguiente bajé con bastante sueño a desayunar…

Clara estaba más cohibida que en días anteriores, con poca conversación y sin mirarme a los ojos, como si intuyera que la había visto en pleno acto zoofílico; como no quería incomodidades ni juzgar sin conocer, me hice el sueco y hablé como si no hubiera visto nada, haciendo hincapié en qué planes teníamos para ese día y si me dejaría cocinar para ella. Era evidente que los dos sabíamos lo que había ocurrido en esa habitación, pero me empeñé en obviar el tema y ella definitivamente volvió a abrirse, diciéndome que podíamos aprovechar el buen día con un poco de piscina o volver al río. Le dije que, si iba a cocinar para ella, estaba bien descansar un poco en la piscina de la finca y por la tarde nos podíamos ir a dar un paseo, sin caballos ni coches.

Mientras desayunábamos, Roko bajó corriendo las escaleras y vino a saludarme de manera efusiva; yo le devolví el saludo y le di una galleta, pensando que era un perro con suerte por tener a semejante hembra a sus pies.

Después de desayunar nos fuimos a poner los bañadores y salimos a la piscina. El día era caluroso y el agua estaba fresquita, temperatura perfecta para bañarse, así que cogí desprevenida a Clara y nos fuimos los dos al agua; entre risas y juegos pasamos el rato, pero de repente, ella volvió a estar distante y le pregunté qué le pasaba. Me contestó con otra pregunta, para ver si la noche anterior había visto algo en su habitación, y yo contesté que bajé a por un vaso de agua y al subir vi que había luz en su cuarto, pero no soy ningún cotilla y me fui a dormir; para aliviar la tensión le dije que claro, teniendo a Roko de guardián, poco podría hacer yo en caso de peligro… ella sonrió y me dijo que Roko no podría llevarla en brazos, pero yo sí, respuesta a la que reaccioné empujándola al agua otra vez.

Dice un refrán que juego de manos, juego de villanos… pues bien, nosotros empezamos de nuevo con los juegos acuáticos y con tocamientos “sin querer”, como parte del juego. Cuando quisimos darnos cuenta, se hizo el silencio y nos miramos el uno al otro, seguido de un tímido beso en los labios y otra mirada, que desembocó en un beso más largo, en el que nuestras lenguas se entrelazaron y nuestras manos buscaron el cuerpo del otro.

Sus manos buscaban el nudo de mi bañador, al mismo tiempo que las mías encontraban el de la parte de arriba de su bikini y dejaban al descubierto esos pechos que invitaban a ser lamidos, acariciados, mordisqueados y pellizcados. La arrinconé en una de las esquinas de la piscina y me lancé a la conquista de esos pechos cuyos pezones estaban duros por la temperatura del agua.

Mientras me encontraba succionando uno de los pezones y me disponía a buscar ese sexo depilado, me vino a la cabeza la imagen de la noche anterior y me desconcentré. Clara se dio cuenta y me preguntó si estaba bien, así que no pude más que sincerarme con ella; le dije que oí un ruido y tuve el acto reflejo de ir para ver si estaba bien, pero me encontré con que estaba desnuda y en el suelo, apoyada en la cama, así que me fui rápidamente y que debí pisar una tabla vieja por el camino.

Clara se cubrió los pechos de repente y su cara tornó a un rojo intenso… no sabía dónde meterse, su secreto había sido descubierto; se puso tan nerviosa que rompió a llorar, no se atrevía a mirarme a los ojos, así que la abracé y le dije que no se preocupara por lo que quiera que pasara en esa habitación porque su vida es suya y no era quien para meterme en ella.

La pobre me decía que no lo entendía, era una pequeña adicción, pero le servía para cubrir sus necesidades y ellos la querían por quien era, no por el dinero que tuviera.

Me extrañó oírla hablar en plural, así que le dije si Brutus también entraba en el lote y, entre sollozos, me dijo que sí.

Le dije que no iba a juzgarla ni sentía rechazo, es más, todo eso me estaba excitando, frase que le cambió la cara… todavía estábamos dentro del agua y la tenía arrinconada, ella aún tapándose los pechos con las manos. Con cierta vergüenza, me bajé el bañador para que pudiera ver que decía la verdad; me interesé en cómo había pasado y me contó que, tras la anulación de la boda, tuvo una época en la que se sentía frustrada y se hizo amiga de la masturbación, ya que las manos nunca fallan. Un buen día, mientras limpiaba del suelo los restos de un pequeño chorro de líquidos que expulsó con un orgasmo, Roko se le acercó por detrás y le metió el hocico entre las piernas, empezando a lamer como loco todo su sexo. Ella se apartó, más por vergüenza que por falta de ganas, ya que el perro le había hecho con 2 lengüetazos más que ella en 10 minutos de usar su mano.

Con el tiempo fue perdiendo la vergüenza y buscó información en las redes, vio que había muchas mujeres que lo hacían y siguió los consejos de una que había escrito un manual con los pasos que había seguido para educar a su perro. Gracias a aquello descubrió los placeres del sexo con animales.

Con cada detalle me ponía más y más cachondo, hasta que no pude aguantar más y me lancé a sus labios, besándola como nunca antes había besado a nadie; sus manos se despegaron de sus pechos y tuvimos una ración de sexo salvaje en la piscina, algo que no había tenido el placer de probar. Cuando acabamos, nos quedamos un rato al sol y entramos para que le cocinara algo.

La comida transcurrió con mil dudas sobre cómo funciona todo ese mundo. me parecía curioso que ninguno de los perros la montara en público, ella me dijo que los había acostumbrado a una habitación y una ropa concretas, reaccionaban por olores y así no se generaban situaciones incómodas con las visitas; le pedí por favor que me lo enseñara y me dijo que le daba un poco de vergüenza, pero nos subimos a la habitación y llamó a Roko para que subiera.

El pastor alemán andaba inquieto, pero se controlaba bastante, hasta que Roko sacó un camisón blanco y se lo puso… Roko se volvió loco, había algo en ese vestido que yo no podía oler, pero él sí y empezó a dar vueltas en torno a Clara.

Ésta estaba visiblemente caliente porque ya había empezado el ritual y estaba feo no terminarlo, pero esa vez no estaba sola, yo estaba presenciando el show. Me preguntó varias veces si estaba seguro de que quería estar allí y terminé de sincerarme con ella, diciéndole que había visto cómo Roko la montaba y mejor que verlo desde fuera era estar delante, así que la besé y me senté en una butaca, no sin antes asegurarme de que ella no se sentía incómoda por hacerlo delante de mí. Me dijo que, si ya había visto todo, no tenía sentido ocultar nada, así que me devolvió el beso y la dejé hacer.

Al principio actuó con algo de vergüenza, sentándose en la cama y abriendo sus piernas para que Roko le lamiera su sexo. Pero pronto se puso a tono y se desnudó para empezar a acariciarse y pellizcarse los pezones, mientras el perro hacía su trabajo.

De vez en cuando me miraba, yo tenía mi miembro como una estaca y decidí desnudarme para masturbarme con lo que estaba viendo, ya que me recordaba a un viejo vídeo en el que una joven rubia se pasaba 15 minutos recibiendo sexo de su pastor alemán, en varias posiciones. Esto parecía gustar a Clara, que me dedicaba miradas cada vez más lascivas y se mordía el labio, se veía que se sentía perra y eso le excitaba.

Mientras lamía su sexo como si no hubiera un mañana, Roko empezaba a liberar su pene de la funda, una enorme verga rojiza llena de venas, con una bola en su base. Clara se puso de pie y le dio una orden a la que éste respondió tumbándose y ella se tumbó a su lado, creando un curioso 69 humana-perro que aumentó la temperatura de esa habitación.

Lo siguiente que hizo Clara fue acercarse a mí y alargar su mano para recoger parte de mi líquido preseminal, diciéndome que así, Roko reconocería mi presencia y no se pondría nervioso; alargó la mano hasta el hocico del perro, que olfateó y lamió aquellos restos sin pudor, acercándose a mí y metiendo su hocico entre mis piernas. Yo me puse tenso porque no me gustaba que una mandíbula animal y protectora estuviera cerca de mi miembro, pero me regaló unas lamidas con las que provocó una corriente de escalofríos en mi cuerpo.

Más por vergüenza que por miedo, le pedí a Clara que lo apartase y ella me sonrió, me dijo que si entendía ahora el motivo de su adicción al sexo y lo apartó de mi entrepierna.

Lo siguiente que hizo fue ponerse a 4 patas en el suelo y Roko la montó a la primera, arrancándole un sonoro gemido; se fue acercando a mí como pudo, entre las brutales embestidas que el perro le daba. Metió su cabeza entre mis piernas y empezó a lamer, succionar, chupar y masturbar mi pene, mientras su sexo era brutalmente torturado por aquel falo canino.

Pude notar que le llegaba un brutal orgasmo porque sus labios se cerraron con fuerza en torno a mi barra de carne, provocándome una brutal corrida en su boca y unos espasmos en mi cuerpo.

Roko se había abotonado, introduciendo su bola en el sexo de Clara y descargando un buen chorro de semilla canina que empezó a brotar por los muslos de aquella mujer. Entre jadeos, ella me pidió que la ayudara porque el abotonamiento podía durar un buen rato, así que aproveché la situación para reponer fuerzas; Roko le pasó una pata por encima de su culo y como buen perro que era, se quedó pegado a ella, sin moverse, momento que yo aproveché para ensalivar uno de mis dedos y juguetear con el ano de mi amiga, pudiendo sentir la inmensa bola de carne que se encontraba en el agujero de al lado.

Al cabo de unos minutos, aquella bola encogió y sacó su miembro del sexo de su dueña, dejando que el semen canino saliera a borbotones por aquellos labios; Clara se incorporó, sudorosa y temblorosa, diciéndome que se iba a la ducha e invitándome a ir con ella. Nos duchamos y jugamos bajo el agua, pasamos el resto del día desnudos, sin salir de casa, contando nuestras experiencias y asombrándola con todo lo que había aprendido de la mano de Ana.

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