Dominada y con el culo roto
Vivo en una sociedad occidental donde la religión y las costumbres tienen aún mucho peso en temas como el de la sexualidad. Decir que quieres explorar todo tu cuerpo siendo hombre puede dar lugar a críticas en tu entorno. Explorar todo tu cuerpo significa jugar con tu ano, donde te esperan placeres únicos si se hace bien.
—Hace tiempo que me gusta meterme un dedo en el culo cuando me masturbo, —le conté en un momento de confianza.
—Yo soy muy aficionada al sexo anal, aunque lo descubrí tarde y mal para mi gusto. Mi exnovio me obligó prácticamente a probarlo y fue muy brusco desde el primer momento. Recuerdo dolor de aquellas ocasiones.
—¿Y cómo es que ahora eres aficionada? —Pregunté.
—Tras dejarlo eché de menos esa parte aunque me daba miedo. Comencé a jugar con mis dedos y lubricante. Luego usaba mangos de cepillos que tenían una forma agradable y más tarde me compré un kit de dilatación.
—Siendo tú misma imagino que estarías más relajada, ¿no?
—Sí tío, yo sola descubrí que sí que gusta. Ahora ya puedo hacerlo sin dificultad y a veces hasta me meto plugs anales para tenerlos mientras estoy en casa o cuando voy en el coche.
En ese momento ya empecé a sentir una potente erección. No podía quitarme la imagen de su culo con el tapón anal metido y dónde yo se lo quitaba delicadamente antes de hacerle un buen cunnilingus.
—¿Te gustaría jugar con mi culo? —Dije, no sé muy bien con qué valor.
—Mmm… sí, no sé, supongo… bueno, ¡si! —se animó a concluir.
—Dime sitio y hora. —Le contesté.
—Mañana por la tarde te quiero en mi piso.
Noté demasiada dureza en su tono, pero no le di más importancia.
Soné el timbre y ya no había marcha atrás. Estaba en la puerta esperando a que me abriera y aunque ya lo habíamos hablado no me imaginaba lo que estaba por llegar. El bloque estaba tranquilo. Eran las 16:00 un martes de octubre. Hacía un día estupendo y en mi empresa lo dejé todo organizado para que no me molestaran durante unas horas.
Perdí el control sobre mis actos en el momento en que esa puerta se abrió. No porque no fuera consciente de lo que estaba pasando sino porque tal y como la vi con el camisón me pidió que cerrará la puerta y me pusiera de rodillas frente a ella. Acto seguido se desabrochó el camisón de seda negro dejando a la vista un cuerpo precioso, con curvas disimuladas por su bajo peso y con un tono de piel pálido, pero muy suave.
Vestía ropa interior diseñada para follar. Llevaba un sujetador negro que dejaba a la vista las aureolas de los pezones y solo sujetaban sus pequeños pechos por la base, dejándolos perfectamente colocados y disponibles para acariciarlos y besarlos. En la parte inferior vestía un liguero negro pero muy transparente, que se unía a las medias del mismo color que el resto. No llevaba nada que tapara su coño. Lo tenía depilado salvo un ligero vello rizado en la zona del pubis, de color castaño y muy corto. Aunque era de baja estatura llevaba unos tacones cómodos pero con plataforma, que la situaban a una altura perfecta para ver su sexo de rodillas, justo a la altura de mi boca. Parecía que lo había medido queriendo.
Yo estaba de rodillas cuando me colocó un collar de cuero que llevaba en la mano, unido a una cadena metálica. Pensaba que iba a obligarme a lamerle su coño pero se dio media vuelta, pasándose la cadena por entre sus muslos y tirando de ella de manera que mi cara quedó totalmente pegada a su culo. —Ni se te ocurra chuparlo, —me dijo—. Yo asumí que en ese momento el rol de esclavo se me acababa de asignar, y no me molestó para nada. Sólo me permitió olerlo. Me tuve que morder los labios para no sacar mi lengua y lamerle el ano. Metí mi cabeza oliendo con fuerza como cuando quieres saber si una prenda tiene olor o no. Aspiraba ese olor a sudor joven, tan dulce y rico. Mi pene ya estaba totalmente erecto, pero no tuve tiempo de colocarlo bien, y cuando fui a hacerlo me prohibió que usara mis manos para tocarme a mí mismo.
Tras un minuto ahogándome con sus glúteos y tirando del collar comencé a acariciar sus piernas. Pasaba las uñas suavemente por la parte trasera de sus tobillos y fui subiendo por la cara interior de sus gemelos hasta llegar justo hasta las rodillas. En ese momento comencé a besar su anillo. Ella se abrió un poco el culo con la mano haciéndolo más fácil. No quise chupar aún, aunque me moría de ganas. Temía que me lo prohibiese de nuevo, aunque su piel y su poco vello corporal no indicaban que fuera a hacerlo. Le daba suaves picos justo en su ano, manteniendo mis labios humedecidos y pegados a su agujero durante algunos segundos. Me moría por meterle la lengua.
Mis manos no habían perdido el tiempo. Continuaron rozando con delicadeza la parte trasera de sus rodillas, la parte baja de sus muslos y la cara interior de toda la pierna. La intención estaba clara: había que llegar a sus ingles en el momento exacto. Y así fue. Cuando por fin tuve mis manos en sus ingles pasé de besos a cunnilingus. Empecé a lamer su ano al mismo tiempo que buscaba con mis dedos pulgares el interior de sus labios mayores. Quería abrir primero la parte exterior de su coño, que ya estaba húmeda y permitía a mis dedos deslizarse con facilidad. Me quedé ahí todo lo que pude. Nunca me ha gustado tocar directamente un clítoris sin que previamente me lo esté suplicando, a pesar de que en esta ocasión yo era el esclavo.
Si olerlo me puso caliente, chupar su culo era pura droga. No podía dejar de lamer su esfínter y meter la punta de la lengua en su ano, intentando penetrarla lentamente. Mis dedos se fueron acercando a sus labios interiores para abrirlos y buscar con la mano izquierda su clítoris. En ese momento ella se inclinó hacia adelante como si fuera a levantar un peso muerto. Mantuvo su espalda recta sacando el culo hacia atrás todo lo que pudo. Ya no hacía falta que sujetara sus glúteos con las manos porque mi lengua no iba a salirse de su ano fácilmente. De hecho conforme acariciaba su clítoris su anillo se dilataba más y más, permitiendo que los movimientos de mi lengua ya no fueran lametones sino penetraciones.
El siguiente nivel estaba cerca. Ella tenía una excitación muy exagerada porque me tiraba del collar con fuerza intentando marcar el ritmo de las penetraciones. Yo intentaba sincronizarme con su cuerpo. No hay nada peor que ir a destiempo. Con mi mano derecha introduje los dedos corazón y anular en su vagina, curvados hacia adelante y buscando su punto G. Tenía su clítoris bajo control con mi pulgar izquierdo, su coño penetrado por mis dos dedos y su culo con mi lengua dentro. Tras unos minutos subiendo el ritmo se contrajo fuertemente atrapando mis dos dedos con su coño, se dejó caer con las piernas un poco temblorosas hacia atrás y me atrapó la cabeza contra la puerta de entrada de su piso. Mi pulgar se quedó en el mismo sitio mientras convulsionaba. Algo de líquido caía por mi antebrazo, goteando por mi codo. Ella me había sujetado mi mano izquierda sobre su pubis y la movía con delicadeza para terminar su orgasmo. Su ano se dilató durante las convulsiones y mi lengua pudo entrar hasta el fondo sin dificultad.
Cuando se relajó saqué mi lengua de su culo, dándole dos o tres lametones para dejarlo completamente limpio. En ese momento hasta un pequeño pedo se le escapó justo en mi boca y me dio mucho morbo. Mis dos dedos abandonaron su agujero manchados de flujo vaginal blanquecino. Los lamí con gusto y terminé limpiándole con mi lengua su vagina desde la parte de atrás. Eso no hizo que se relajara sino todo lo contrario. Se dio la vuelta y yo seguía de rodillas sin poder tocarme, aunque sin que se diera cuenta me coloque mi polla en una posición más cómoda. —Ahora termina de comerme bien el coño y méteme los dos dedos en el culo—. Y eso hice. Esta segunda comida duró un poco menos. Me volvió a aplastar la cabeza contra la pared y soltando el collar pero agarrándome la nuca me hacía presión para que mis labios no perdieran contacto con los suyos.
Yo desde que descubrí que los succionadores de clítoris eran tan efectivos decidí dejar de chupar un clítoris como si fuera un helado. Los hombres no tenemos la misma forma de conseguir placer que las mujeres. Tendemos a ser bruscos con la lengua y a buscar la penetración acelerada por encima de los puntos claves y la succión suave, como hacen los maravillosos aparatos esos. Encontré su clítoris, que estaba enterradito entre sus gruesos labios mayores. Succionaba con un ritmo constante y suave y cada cierto tiempo le lamía los labios interiores, para descansar un poco su botoncito. Mis dos dedos estaban donde ella pidió y mi pulgar en su vagina, haciendo presión contra la pared anal. Se corrió de nuevo de manera más abundante. Casi no me dejó coger aire al aplastarme la nuca con sus manos. En este caso el culo se contrajo expulsando mis dedos, aunque al momento ya estaba otra vez buscando que se los metiera. Se quedó con pequeñas contracciones y la cabeza baja unos treinta segundos, donde yo mantenía mis labios abrazando su clítoris pero sin chupar apenas porque estaba muy sensible. Luego pase a suaves lamidas de todo su coño, saqué mis dedos de su culo y le acaricié el esfínter y el perineo.
—¿Estás caliente? —me preguntó.
—Claro, me va a reventar la polla.
—Me ha encantado follarte la cara con el collar puesto.
—Y a mi comerte el culo nada más llegar.
En ese momento soltó el collar y me puse de pie. —Quítate la ropa que ahora viene lo mejor—me dijo.
Me quité toda la ropa dejando a la vista mi cuerpo depilado. Yo estaba dispuesto a todo, pero que me dejara el collar puesto no me permitía imaginar lo que estaba por llegar. Me tiró del collar hasta la cama del dormitorio pidiéndome que me tumbara boca arriba. Sacó un consolador pequeño con forma casi realista pero de superficie suave y que terminaba en una bola a modo de gancho. Era un consolador para penetrarme ella a mí. Me lo dio y se puso encima para que se lo introdujera. Chupé la bola y se la metí en su coño con cuidado, porque era muy gruesa. Tenía que ser grande para que con los movimientos no se le saliera ni le hiciera daño. Una vez puesto parecía de verdad. Parecía que el pene era suyo. La terminación le atrapaba el clítoris también, de manera que en cada embestida notaría el roce.
Jugó con su nueva polla y me la puso en mis labios, para que le hiciera una mamada. Y eso hice. Comenzó a follarme la boca hasta el fondo y empecé a dejar ese miembro babeado y lubricado. Le puso algo de lubricante y también se echó en los dedos. Me acarició mi esfínter e introdujo un dedo tras otro con delicadeza. La escena de dominación ahora pasaba por darme un respiro. Necesitaba estar relajado y ella lo sabía. Fue muy suave y cuando con los dos dedos consiguió que mi culo pidiera más, introdujo la puntita del dildo dejándola ahí hasta que yo le diera paso. Seguía sin tocarme la polla. No podía más. Estaba entera llena de líquido preseminal. Ella se tumbó sobre mí y me abrazó. —Relájate que te va a encantar. No eres el único al que le gusta follarse un culo. En ese momento respiré profundamente y la besé. Fue un beso carnoso y largo. Nuestras lenguas se abrazaban con mucho amor y cuando me di cuenta mi culo dejó de hacer presión. El dildo había entrado hasta la mitad y con un poco de esfuerzo me lo metió entero.
Estuvimos unos segundos en esa postura hasta que mi esfínter se relajó y permitió que pudiera meter y sacar su polla poco a poco. Añadió más lubricante y aceleró un poco el paso. En ese momento dejé de sentir mi erección, pero seguía ahí. Es como si la zona de placer se hubiese desplazado hasta mi culo, donde sentía un lleno muy extraño pero placentero a la vez. Ahora solo quería que me siguiera follando y ni me acordé de tocar mi pene. Seguimos así un tiempo hasta que mi ano estaba totalmente a su merced. Incluso me pidió que intentara apretar y no podía. Lo tenia tan dilatado que no podía ejercer presión ni librarme de esa polla.
—¿Te gusta? —me preguntó.
—Me encanta. Sigue por favor.
—Date la vuelta que quiero follarte a cuatro patas.
En ese momento entendí que mi ratito de delicadeza había terminado. Ella quería correrse mientras me penetraba y así lo hizo. Me puse con mi culo levantado dándole la espalda y ella comenzó a follarme mucho más fuerte. Me encantaba y mi polla no dejaba de expulsar líquido. Colgaba un hilo de pre-semen que llegaba hasta las sábanas. Ella sentía la bola del otro extremo moverse dentro de su coño y con cada embestida subía el ritmo. Subió hasta que volvió a correrse. Esta vez no pude ver su cara pero me la imagino a la perfección. Suele cerrar los ojos fuertemente y agachar la cabeza. Aprieta la mandíbula y lo que sí pude sentir es como me agarró de la cintura clavandome su falsa polla hasta el fondo. Yo estaba a punto de correrme solo de la presión que sentía en el culo. —Sigue, por favor—le pedí. Cuando se recuperó un poco, con el consolador aún dentro se tumbó sobre mí haciéndome extender mis piernas y quedándome totalmente tumbado en la cama, boca abajo. Volvió a penetrarme sin parar durante otros minutos. No sabía si ella se iba a correr de nuevo, pero en ese momento juraría que lo estaba intentando. Yo rozaba mi polla con las sábanas con cada penetración y ahora sí que empezaba a notarla de nuevo. Quería correrme pero en esa postura no podía tocarme. Ella siguió follandome el culo hasta que frenó bruscamente, aguantó el aire y acto seguido gritó exhalando todo el aire que había cogido. Acababa de correrse de nuevo. Ya no podía más.
Sacó su polla de mi culo dejando mi ano dilatado sin cerrarse y algo dolorido. Me acarició mi agujero con sus dedos mientras se acercaba a mi cara para besarme. Yo me di la vuelta y le mostré lo que había conseguido: me había corrido a borbotones en las sábanas. Cuando me estaba follando empecé a sentir una presión en mis ingles y en mi estómago. Mis huevos se contrajeron y mi polla empezó a soltar leche sin parar. Fue una corrida abundante pero no consiguió aliviarme. Tras una hora empalmado no servía con un único orgasmo. Quería más. En ese momento se agachó hasta mi cintura y comenzó a lamer toda mi entrepierna. Limpió mis huevos y mi polla con su lengua sin que yo perdiera ni lo más mínimo mi erección. Comenzó a lamer mi glande y a chupar solo la punta, mientras con la mano apretaba mis testículos buscando que expulsara la leche que quedaba. Siguió con una mamada lenta pero constante introduciéndose mi miembro hasta el fondo una vez cada 10 o 15 succiones. Aguantaba ahí con mi polla en su garganta hasta que le faltaba el aire. Yo quería correrme de nuevo. Cogió el consolador y me lo introdujo en mi culo de nuevo. Tras unos minutos jugando con mi culo exploté en su boca casi con la misma cantidad de semen que antes. No pude resistirme y le agarré la cabeza hasta que terminó mi orgasmo. En ese momento subió la cabeza con mi semen en su boca y tragó un poco de lo que le había echado dentro. El resto lo mantuvo bañando su lengua y se acercó a darme un cálido beso donde pudimos degustar mi leche durante un largo rato.
A la mañana siguiente nos despertamos en la cama sin acordarnos de cuando habíamos caído dormidos. Yo seguía caliente y tenía una enorme erección de nuevo. Le estimulé su clítoris durante unos minutos hasta que estuvo totalmente despierta y comenzamos a follar. Nos corrimos casi a la vez y volvimos a quedarnos dormidos.