Dos dioses se enamoraron del mismo mortal, cada uno lo quería para él solo y por eso se desato una guerra en donde solo importaba el sexo

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Iba tarde al instituto, me había quedado dormida, el teléfono estaba a punto de reventar, seguro eran los chicos preguntando por que no había ido a recogerlos. Me coloqué un calcetín y luego… ¿Y luego?

— ¡MAMÁ!—grité.

— ¿SÍ RAMIRA?—le escuché responderme desde la cocina.

— ¡TE DIJE QUE DEJES DE LLAMARME ASÍ!—

—AY HIJA, ¿PERO QUE PODEMOS HACER?, SI TU TE LLAMAS ASÍ—

—PUES LLAMAMÉ POR MI PRIMER NOMBRE MAMÁ, ¡ELODIE!, QUE PARA ESO ME LO PUSISTE—le grité molesta.

—PERO RAMIRA ME GUSTA—respondió, yo volteé los ojos.

—COMO TU QUIERAS MAMÁ, PERO POR FAVOR DIME DONDE ESTA MI OTRO CALCETÍN—le pregunté con fastidio.

— ¿NO ESTÁ EN TU GAVETERO?—

—NO MAMÁ—

—PUES ENTONCES NO SE DONDE ESTÁ HIJA, YO LOS DEJÉ ALLI CUANDO LAVÉ—

¡Puta madre!, justo hoy lunes tenían que salirle alas al calcetín. Iba excesivamente retrasada y ya estaba comenzando a odiar la infantil canción que tenía como tono de llamada, era excesivamente dulce y feliz. Los chicos seguro que querían matarme. Puse boca abajo la habitación pero no encontré el calcetín, así que tuve que vestirme sin uno de ellos, revisé mi bolso pero realmente ni me importó, ya iba demasiado tarde como para revisar si llevaba todo.

— ¿Hija no vas a desayunar?—

—No mamá, voy tarde, como por allá—le dije bebiéndome un vaso de leche como a una cerveza los borrachos.

—Está bien hija, me le das saludos a los muchachos, recuerda que no vuelvo sino hasta la noche, hoy tengo que hacer más papeleo para un caso en la oficina, yo te dejo comida en el microondas—

—Está bien ma’—le respondí.

Le di un beso en la mejilla y salí disparada a encender la camioneta, pero vi algo peludo sobre el techo de esta, me asusté no sabía que era eso, hasta que cuando escuchó mis pasos volteó a verme.

— ¡MARGARITA!, ¡ME ASUSTASTE IDIOTA!—le grité a mi gata con reproche.

De repente vi algo amarillo entre sus patas, pensé que era un pájaro, o algún animal de esos que vivía cazando, pero de hecho, esa cosa me pareció familiar.

— ¿A ver que tienes entre las patitas hermosa?—le dije con cautela e hipocresía.

Se las levanté con suavidad, intentando no molestarla mucho, de inmediato me gruño e intentó arañarme, pero yo fui más rápida y retiré el objeto amarillo de entre sus garras.

— ¡Así que tú eras la que tenías mi calcetín gata endemoniada!—le regañé—mejor vete a cuidar la casa o lo que sea ¡Pero haz algo productivo!, ¡Gánate tus atunes gata ridícula!, ¡Que no son de gratis!—

Como era una gata tan inteligente supo que la estaba regañando, por lo que intentó rasguñarme de nuevo, me asusté y salí disparada dentro de la camioneta y comencé a conducir. ¿En qué momento dejó de ser aquella gatita tierna y se volvió discípula de satán? Me sentí como una pésima madre, en un par de minutos estuve frente a la casa de Jyrki, que era la que más cerca me quedaba.

— ¡DIABLOS!, ¡Pensé que nunca llegarías por mí!—Exclamó exagerado después de subirse, mostrándome el cristal de su reloj—Tendré que ponerte solo tres estrellas en la aplicación por el mal servicio—

— ¡Uy sí!, como si me pagaras el transporte pendejo—le respondí con fastidio—Mejor cállate si no quieres que te deje por aquí botado—le dije mientras conducía.

— ¡Ay sí!, ¡Claro!—me dijo en burla— ¿Y cómo pretendes bajarme de la camioneta si eres una niña toda inocente y debilucha?—

Cuando me dijo eso detuve la camioneta de golpe, volteé hacia la parte de atrás donde él venía sentado y le dediqué una sonrisa maliciosa.

— ¿Preguntaste qué cómo?, Jajajajaja… ¡Pues así!—

Bajé lentamente los vidrios automatizados de mi ventana, ante su curiosa mirada y esperé que pasara una buena cantidad de gente por la calle, saqué la cabeza, cerré mis ojos en concentración, aclaré mi garganta y…

— ¡AHHHHHH!, ¡AYUDA!, ME TIENEN SECUESTRADA, AHHHHHH, ¡AUXILIO! QUIEREN ABUSAR DE MÍ—empecé a gritar a todo lo que daban mis pulmones.

— ¿QUE ESTÁS HACIENDO LOCA?—preguntó exaltado, con los ojos hechos un par de huevos.

La gente pronto y ante mis alaridos comenzó a detenerse y a acercarse para ver de qué se trataban el escándalo. Jyrki saltó del asiento trasero hasta el mío e intentó cerrarme la boca, pero yo continuaba gritando y atrayendo más gente.

— ¡Cállate! ¿Estás loca?, ¡ ESTAS LLAMANDO LA ATENCION!—

—AHHHHH, ¡AYUDENME POR FAVOR! ME TIENEN SECUESTRADA—

De repente un tipo medio gordito, con chaqueta de cuero, cara de malo y unos lentes oscuros, es decir, con pinta de motociclista, se acercó a nosotros corriendo.

— ¡SEÑORITA YO LA AYUDARÉ!—gritó apresurado mientras corría.

Intentaba forzar la cerradura de la puerta para entrar ante la incrédula y horrorizada mirada de mi amigo.

— ¡DÉJENME ENTRAR QUE LOS VOY A MOLER A GOLPES!, VIOLADORES DE MIERDA—gritaba mientras le daba golpes a la puerta, y luego patadas intentado entrar.

— ¡Aaaahhh!—grité asustada por el tipo mientras intentaba volver a subir el vidrio.

— ¡MIRA LO QUE HICISTE ESTÚPIDA!—me gritaba Jyrki, intentando ayudarme.

Desesperada intenté subir el vidrio, pero el tipo pensaba que eran “mis secuestradores” los que intentaban cerrarlo de nuevo. Él intentaba bajarlo y Jyrki me ayudaba sacándole las manos y los dedos a patadas mientras yo apretaba el botón en un constante estado de pánico mientras gritaba como loca. Finalmente el vidrio subió casi por completo, pero el tipo no se rendía hasta que finalmente la presión le estaba aplastando los dedos y tuvo que sacarlos.

— ¿Qué esperas? ¡CONDUCE!—me gritó Jyrki viendo como el pseudo motociclista le daba patadas a la camioneta pensando aun que me tenían secuestrada.

Pisé el acelerador como posesa y salimos de allí cuando vimos que el tipo estaba pidiendo más ayuda a sus iguales.

—Estas muy loca—decía Jyrki jadeando, bañado en sudor—Nunca más te digo nada, desde mañana mismo me busco mi otro transporte—

Yo solo lo miré y le dije —Para que veas que no soy tan indefensa, aunque si veo que se me salió un poco de control—

— ¿Salirse de control?, ¡ESTAS DESQUICIADA ELODIE!—

Después de eso pasamos por Hailan, que también se quejó del retraso, y de último por Seymour, que fiel a su estilo de vida hippie y descuidado ni se inmutó por la hora. No pasé por Jordan porque no me pidió que lo hiciese. Por más veloz que intenté conducir para llegar a tiempo todo se fue a la… ¡A la eso!, porque ya teníamos casi veinte minutos de retraso y no nos permitieron entrar a la primera clase. Los chicos tenían cara de que me querían matar, pero les ignoré y me hice la loca. Aprovechamos que el patio central estaba medio vacío y nos instalamos en las mesas de piedra, no sin antes pasar por la cafetería a comprar algunas golosinas.

—Oye Hailan, ¿Me das un pedacito de tu chocolate?—preguntó Seymour mientras devoraba un cupcake.

— ¡Upaaa! Eso sonó taaaan gay—dijo Jyrki burlón mientras se comía unas papas.

—Pues soy gay, ¿No se supone que los gays deberíamos decir cosas gays?—contraataco Seymour.

—Cierto—aseveró Hailan entre mordiscos.

—Ashh… Eres tan aburrido—le dijo Jyrki a Seymour.

—Soy gay, pero no uno acomplejado. Si quieres a alguien que te divierta tendrás que buscar a uno que siga en el closet, porque a mí en lo personal, ni me ofenden y menos me causan gracias tus “bromitas” gay—respondió Seymour serio—Y tú no te hagas el loco, dame chocolate—le dijo a Hailan y esté le tendió un pedazo.

— Uy… ¿Andas de malas hoy?—preguntó Jyrki.

—No, es que no eres divertido… Simplemente eso—

— ¡Me ofendes!, ¿Hoy es el día de maltratar a Jyrki acaso?—aseveró este fingiendo tristeza.

— ¿Por qué lo dices?—Preguntó Hailan.

Jyrki ya iba a abrir su bocota para contar lo que nos sucedió esta mañana, pero le lancé una mirada asesina y se detuvo a pensar bien antes de hablar.

—Mmm… No por nada, olvídenlo, yo y mis cosas jejejeje…—mintió.

—Cada día estás más loco—agregó Hailan.

—Seymour, dijiste que habría que buscar a un closetero para divertir a Jyrki—pregunté desviando el tema.

—Mmm… Sí, eso dije—

— ¿Y qué tal Mike?—pregunté con una sonrisa llena de maldad.

—Ni lo sueñes…—respondió Hailan—Desde lo de la cachetada a Fiamma andas muy valiente, excesivamente valiente—

— ¿Valiente? Yo más bien diría que es una arrogante—escuchamos esa voz familiar a nuestras espaldas.

—Ah, hola Jordan, yo también me alegro de verte—le respondí con sarcasmo.

— ¿Por qué no entraron a la primera clase chicos?—preguntó Jordan sentándose junto a nosotros, mientras el patio central se llenaba con la gente que salía de clases.

—Lo que pasa es que el transporte hoy no dio la talla—dijo Seymour.

—Tú cállate que ni con tantos carros haces algo productivo—le espeté.

—Si lo hago, de hecho es mi deber recordarles que para este próximo sábado tienen un compromiso—

— ¿Pero este sábado es mi cumpleaños?—preguntó Hailan confundido.

—Precisamente, ¿O se te olvidó que haremos la pijamada?—

—Pensé que era solo un juego de ustedes—dijo Hailan con desconfianza.

— ¡No!, ¡Para nada!, de hecho los preparativos están a cargo de Jyrki—

—Eso no nos deja muy tranquilos Seymour—dije preocupada— ¿Por qué una pijamada tendría que tener tanta preparación?, es decir, es solo ir en pijamas a dormir, ¿No?—

— ¡Exacto!, ella tiene razón—dijo Hailan.

—Me ofende su desconfianza chicos—dijo Jyrki dolido.

—Sin ofender, pero no eres muy bueno organizando cosas Jyrki—dijo Jordan— ¿Recuerdas lo de la última vez?, ¿Lo de la fiesta con temática de reptiles y como tuvimos que llamar a control de animales por las serpientes que escaparon?—

—Ya chicos denle un voto de confianza al pobre—dijo Seymour—Eso fue hace mucho ya, Elodie ni siquiera tenía senos en ese entonces—

—Y todavía no tiene—dijo Jordan.

—JAJAJAJAJAJAJA, te pasaste—estalló Hailan en carcajadas.

—Son unos brutos—dije molesta—Es tan difícil ser la flor delicada de este grupo de animales—dije humillada.

— ¿Delicada tú? Pero si la flor es Seymour—dijo Jyrki.

—Pensé que estábamos en el mismo equipo ¡Estúpido!—dijo Seymour.

— ¡Chicos!, ¡CHICOS!—susurró Hailan en un hilo de voz— ¿Ven lo mismo que yo?—preguntó y todos volteamos al unísono a donde señalaba.

— ¿Qué?, ¡NO LO PUEDO CREER!—dije boquiabierta.

En todo el patio se hizo un silencio abismal frente a la exótica escena que teníamos frente a nosotros. Mike entró al comedor con su cuerpo aun magullado y su bandeja en mano, caminó hacia la mesa donde estaban sentadas Fiamma y su sequito de niñas bien, pero esta le dedico una mala mirada, por lo que tuvo que sentarse en otra mesa, seguido por el montón de monos del equipo de futbol. Era sorprendente que ellos mostraran esas grietas de su relación en público, sin duda alguna tenía que haber pasado algo grave entre esos dos para mostrarse peleados en público, ya que ellos son el macho y la hembra alfa de este instituto, la realeza perfecta, con vidas perfectas.

— ¿Chicos ustedes que creen que pasó?—pregunto Jyrki.

—Es más que obvio—dijo Hailan—Lo que les pasó es que Jordan y Elodie les derribaron las bases y por eso ahora están inestables—

—No entiendo…—dijo Jyrki rascándose la cabeza.

—A ver, te explico—dijo Hailan con paciencia—Primero la pelea en el restaurante entre Jordan y Mike dejaron pruebas físicas, pruebas que este mismo usó para delatar a Mike frente a Fiamma. Y bueno, Elodie ella y su mano derecha les dejo en claro al resto del instituto que Fiamma es otra mortal común y corriente, que no es ningún miembro de alguna realeza ficticia y que no le tiene miedo—

—Eso quiere decir…—dijo Seymour pensativo—Que cuando Fiamma vio a Mike todo golpeado supo que era verdad lo que tú le dijiste—dijo señalando a Jordan y este solo le miró algo confundido.

Tenían razón, ellos que vivían de las apariencias no mostrarían las grietas de su relación tan fácil… A no ser, que… — ¡SÍ ESO ES!—pensé. Y de repente sentí un placer culposo apoderándose de mí, ella se dio cuenta de que su novio batea para el otro equipo, eso los debilita a ambos, dudo que a ella le haya afectado mucho porque dudo que su amor por él, valla más allá de usarlo como pantalla social y sin duda lo deja a él maniatado, fuera del juego, y muy lejos de volver a acercarse a Seymour. Ese sistema monárquico y clasista que nos dejaba a nosotros como el grupo de los marginados sociales se estaba cayendo.

Ya no teníamos por qué ocultarnos con miedo debajo de las rocas, este era nuestro momento de brillar, me sentía poderosa, llena de vida, porque esa cobra bien maquillada ya no tenía el control. No fue hasta ese momento que me di cuenta de mis propias acciones, esa cachetada, ese simple manotazo me había dado poder, yo lo había tomado en mis manos. Era mi momento de demostrarle a todo el mundo que no debían serviles, que no debían temerles, que Fiamma Blair era otra humana más. Me levante de la mesa con suavidad ante la mirada de los chicos.

— ¿Elodie que estás haciendo?—preguntó Jordan con confusión en su rostro.

Yo le ignoré y cuando ya me había levantado solté mi coleta, y mis largos mechones castaños cayeron sobre mis hombros—Chicos, ¿Qué no lo ven?, Ya no tenemos por qué temerle, ella ya no es la reina—dije fuera de mi misma, mientras la adrenalina invadía mi cuerpo. Me levanté y sentí las miradas de todo el instituto sobre mí, pensé que pesarían, pero de cierta forma las disfruté, me sentía poderosa. Caminé entre las mesas, en el ahora silencioso comedor, y fui hasta la barra de la cafetería que quedaba a un escaso metro de la mesa de ella. Tomé ese extraño postre que siempre había pertenecido a la realeza, el melocotón Melba, que venía todos los días en edición limitada, que pertenecía solo a los deportistas y chicas populares del instituto bajo un acuerdo a voces que nunca acordamos.

Incluso pude ver en la mirada de la señora de la barra que se debatía si permitirme tomar ese postre, comprendía su inquietud y sus dudas sobre permitirme tomarlo. Era de conocimiento popular que el poder de Fiamma y su cúpula había llegado incluso hasta las entrañas de esa cafetería, que les había pedido personalmente a las cocineras que reservaran ese manjar para las personalidades de la escuela únicamente. La mirada de la señora cedió ante mi seguridad y permitió que tomara el dulce. Volteé y me enfrente a las miradas expectantes de todos, desde los de primer año hasta las sorprendidas de los últimos años.

Yo estaba consciente de que este simple acto, para cualquiera ajeno a nuestro universo escolar sería algo normal, pero en este instituto significaba un acto de rebeldía, de desacato a la autoridad de Fiamma, su novio y todos los nombres importantes de su círculo. De entre todas las miradas absortas (incluyendo la de mis amigos), una en especial ardía en cólera, observando desde su mesa medio llena como tomaba en la cuchara una porción del postre, y la metía en mi boca la saboreaba lentamente ante el público absorto. Pero sentí que incluso podía llevar esto más allá de los límites.

Caminé los cortos pasos y deje el postre a medio probar en su mesa, frente a ella, frente a la que solía ser la reina. La cara de sus amigas fue un poema. Fiamma intentó mediar palabra, pero ningún sonido salió de su boca orgullosa. Caminé hasta mi mesa y me senté frente a mis boquiabiertos amigos. Les sonreí y no me hizo falta voltear siquiera para saber de qué se trataba aquel estallido, aquella estampida de estudiantes.

— ¡Estás loca!—dijo Jyrki en shook—Cuando sea grande quiero ser como tú—dijo completamente feliz y sorprendido.

Yo sonreí y dije—Ya hace un tiempo que no salimos en grupo chicos, ¿Qué les parece si vamos a por unos helados en la tarde para celebrar esto?—

Ellos se miraron incrédulos entre sí, y aun atónitos asintieron aceptando. Finalmente volteé a ver como los de primer año se peleaban entre sí en la barra para pedir ellos también el postre que yo comí. Me sentí como Eva cuando probó la manzana prohibida, solo que Fiamma no era Dios, nunca lo había sido y nunca se lo iba a permitir. Vi como ella se levantó humillada de su mesa con sus amigas para salir del comedor, pero no sin antes dedicarme una última mirada de odio que solo yo vi, y aunque el sabor de la victoria seguía corriendo en mi sistema sentí un poco de miedo por lo que vi en su mirada.

[Evan]

Uff… Dolía detrás del cuello, la espalda, los brazos y parte de la cintura, por lo menos los asientos de la carroza fúnebre eran cómodos, ya había aprendido a ignorar la incómoda presencia del calvo amargado y al parecer a él también le agradaba la idea de no tener que escuchar mi voz. Volvía del trabajo, el dictador de mi jefe se había encargado de hacerme ordenar kilos de papeles. Números, recibos, solicitudes y otras cosas aburridas. Él disfrutaba hacerme sufrir, pero tampoco era el peor jefe que había tenido, por lo menos la paga era excelente. Hoy en el trabajo no solo tuve que ordenar kilos de papeles, sino que también tuve que conseguirle orden a todas esas cosas que venía arrastrando en mi cabeza.

Los chismes en el trabajo, el beso, sus imperiosas ganas por querer complacer todo lo que yo quisiera o necesitara, como si estuviese comprándome a mí, como si yo fuera la prioridad. Nunca me había tenido que topar con algo así, es decir, sí que había recibido alguno que otro alago del sexo opuesto, pero habían quedado allí, en simples halagos porque no me producían ni chiste. Pero esta era la primera vez que me enfrentaba a un ataque inclemente ¡Y de mí mismo sexo! Primero me sentía como un mantenido, y eso desde luego que no me parecía, él se encargó de eso, ahora ya no era mantenido, pero él fue el que me consiguió el trabajo, aunque haya obtenido lo que quería, seguía inconforme por el hecho de que no fue por mí mismo, pero eso era lo de menos.

Ahora no sabía ni como sentirme junto a él, a pesar de lo que oí en la oficina quise seguirle dando mi confianza, porque a final de cuentas eran solo eso, “chismes”. Lo de la playa me pareció excelente y acepte porque no vi nada fuera de lo normal, era solo ir hacia la playa y sin duda hizo que brotara algo más que confianza en mí. Me llamó su familia, eso significa mucho para mí, porque yo tampoco tengo… La tuve, pero ahora simplemente soy yo, solo yo. Todo iba bien hasta ese punto, me sentía bien a su lado, disfrutaba los chistes, nuestras risas pero ese beso, ¡Ese maldito beso! Todo iba tan bien y de repente ¡PUMM!

Sin previo aviso, se estampó en mi cara como un calamar, mi mente se sumió en un blanco absoluto y aunque me cueste admitirlo no me dio asco, no lo golpeé, no lo insulte. Eso no era normal en mí, ¿Desde cuándo actuaba como colegiala virgen? Supongo que en otra situación hubiese recurrido a los golpes sin pensarlo dos veces, pero bueno… No sé lo que sucedió allí, lo cierto es que me molesté a sobremanera, en primer lugar porque me había dicho que éramos como familia y me sale con eso, en segundo lugar porque nunca esperé que mi primer beso ocurriera de esa forma, sin verlo venir, seguro sonará muy mojigato de mi parte que a mi edad no haya dado ni el primer beso, pero es que nunca estuve pendiente más de tener que llevar pan a mi plato todos los días.

Sin mis padres tuve que madurar rápido, trabajar para no terminar en servicios de adopción, eso en caso de que tuviese suerte, hay a los que les toca mendigar en la calle para mantener sus estómagos llenos. Nunca me gustó la idea de tener que obedecer a alguien que no tuviese mi sangre en sus venas, por eso trabajo. Allá en Grecia estudiaba, pero con la oportunidad de trabajar haciendo algo que me gustaba tuve que dejar la escuela, y mudarme a este país para seguir trabajando. Salió mal, pero no tanto, y aunque me cueste aceptarlo es gracias a Seymour. Hasta ese punto, molesto por el beso, sabía qué camino seguir, que cosas sentir.

Pero ahora no sabía ni que pensar, no sé porque hice lo que hice en ese lugar desolado, el por qué lo volví a besar, el por qué toqué debajo de sus ropas, porque abracé sus caricias. Sé que esa cosa rara que bebí tiene algo que ver, porque luché, luché por no perderme en el azul de sus ojos, luché por no caer bajo sus encantos, luché por sentirme solo mío, pero después de tanto nada, simplemente me dejé llevar con la corriente. Ahora no sé ni cómo sostenerle la mirada, no sé qué sentir, antes podía reprocharle, ¿Pero ahora por qué le voy a reclamar? No puedo tratarlo mal si yo también le besé, si yo le toqué.

Él sin embargo se limitó a tocar solo mis labios, yo en cambio… No sé ni lo que hubiese pasado si la señorita Giselle no hubiese llegado, porque en ese momento sentía hallar miel en sus besos, calor en su roce, placer en sus caricias, no fui mío, y me gusto. Me sentía poseído, como llevado por una fuerza superior a mi humanidad, no sé qué contenía, pero esa botella de lo que fuese me hizo ver los colores más brillantes, los sonidos más deliciosos y el tacto más placentero. Esa chica, por otro lado era extraña, me transmitía la sensación de haberla visto antes.

Además todo lo que pasó ese día fue una locura total, su insistencia por que aceptáramos la botella, ahora que lo pienso me hubiese gustado preguntarle por qué nos la regaló, pero en ese momento ni sabía en qué pensar, menos en donde meter la cabeza de la vergüenza que sentía con Seymour. Ella nos dio un aventón y nos trajo a la ciudad con una extraña sonrisa en la cara, como si supiera algo que nosotros no. Se despidió deseándonos suerte en nuestro camino, que chica más extraña. De allí en más lo único que hice fue encerrarme en mi habitación, con la mente en blanco, sintiendo como poco a poco mis sentidos volvían a la normalidad.

Estoy loco por beberme eso así nada más, Seymour me dio mi espacio y le agradezco por eso, y fue durante el trabajo que pude ordenar finalmente mis ideas porque en la casa, topándome con Seymour hasta para ir a beber agua se me hacia difícil. Durante el trabajo llegué a la conclusión de que voy a intentar actuar lo más normal que se pueda, si él quiere algo más que él lo pida, porque yo ya ni sé que hacer o que sentir con todo esto entre nosotros. Arthur frenó, venia tan inmerso en mis pensamientos que ni siquiera noté que estábamos llegando a la casa.

—Gracias, hasta mañana—me despedí escueto por mera decencia.

—Ujumm—respondió sin ganas, encendió de nuevo y salió picando caucho.

Allí estaba frente a mí de nuevo esa enorme casa, se veía imponente e intimidaba, pero yo me preocupaba más por su contenido. Saqué las llaves, abrí y me topé con la sorpresa de que Seymour ya había llegado, me llegó un olor a comida y me fui directo a la cocina.

—Oh, no te oí llegar ¿Cómo estuvo el trabajo?—preguntó con una sonrisa.

Traía puesto delantal de cocinero, y estaba sudado, goteando, sin camisa, con los rizos despeinados, cocinando. Dejé el maletín sobre el mesón y cuando me acerque lo suficiente me di cuenta que tampoco traía pantalones y solo llevaba unos bóxer apretados puestos.

— ¿Qué haces?—pregunté sorprendido.

— ¡Oh! Pues preparo una pasta fresca recién hecha, con una deliciosa salsa de tomate italiana y algunas albóndigas…—dijo orgulloso y risueño, se veía más feliz de lo normal.

—No, no me refiero a eso—dije sintiendo como el calor trepaba hasta mi cara.

—A que te refieres entonces—dijo dándome la espalda mientras picaba cilantro.

—A que andas… Bu-bueno tú sabes—dije algo nervioso, de seguro ya tenía la cara colorada.

— ¿Que sé qué cosa?—

—Eso pues, que andas ligero como dicen por allí…—

—Ah, ¿Que ando en boxers?—preguntó estirando el elástico que golpeó su trasero redondo y abultado.

—Sí, eso—respondí escueto.

—Es que tengo calor, por eso quise cocinar así, ¿Por qué hay algo malo, te sientes incomodo?—preguntó— ¿Tú no tienes calor?, porque yo si—continuó picando vegetales.

—Mmm… si algo de calor hay allá afuera, pero no, no hay nada de malo, si te gusta estar así por mí no hay problema, después de todo es tu casa, por mí no te cortes—le respondí disimulando las gotas calientes que bajaban por mi cuello, que no eran precisamente por el sol— ¿Desde cuándo tu cocinando?, según lo que me has dicho prefieres que te la preparen—

—Lo que sucede es que hoy amanecí de muy buen humor—respondió con una coqueta sonrisa en su cara.

Me estaba sintiendo algo expuesto en esa situación—Y espero que ese buen humor no se deba a todo lo que hicimos ayer cuando estábamos varados—me dije a mi mismo. Francamente pensé que él iba a actuar con un perfil más… Bajo, después de todo lo que ha pasado.

—Además—prosiguió—Me parece algo injusto que todos los días después de que llegas del trabajo te pongas a cocinar para que yo deje de gastar en comida en la calle—me dijo con una sonrisa que se extendió hasta su mirada.

—Sabes que no hay ningún problema en eso, me parece que es una forma justa de agradecerte por poner un techo sobre mi cabeza—

—No te preocupes por eso tonto, sabes que lo mío es tuyo. Aparte de que esta comida la estoy preparando con mucho esfuerzo y cariño, por traer algo de ruido a esta casa, conmigo solo se siente solitaria y vacía—me dijo mirándome directamente a los ojos.

—Mmm… sí, creo que tienes razón—dije titubeante— ¿Por qué no dejas que suba a dejar el maletín y bajo en un minuto?—pregunté ya algo descolocado.

— ¡Claro!, no tardes, ya va a estar lista, para que almorcemos juntos, además quiero que hablemos porque te quiero proponer algo—me dijo haciendo énfasis de seriedad en lo último con una mirada que me produjo un pánico silencioso interno.

—Está bien, ya bajo, ya vuelvo en un minutito—le dije y salí corriendo a subir las escaleras como un maratonista de primera.

Entré a mi cuarto desesperado, sintiendo el cuello pegajoso de tanto sudor. Fui directo al lavabo, lo abrí y metí la cabeza completa bajo el chorro helado de agua. Sabía que me podía producir espasmos musculares y que es malo para las personas que están muy acaloradas, pero es que necesitaba callar todo ese vapor que emanaba de mí. ¿Qué carajos le pasaba?, ¿Cocinarme el almuerzo?, ¡Pufff! Si ni le gusta prepararse su propio cereal ¿Y casi que con las nalgas al aire? algo dentro de mi gritaba— ¡Alerta!, ¡Alerta!, ¡Ataque inclemente a la vista!, ¡ESTO NO ES UN SIMULACRO!—Creo que fui algo inocente al pensar que me daría tregua…

Inocente es poco, estúpido— ¡ESTUPIDO!—me dije en voz alta. Yo lo besé, si yo le gustaba eso lo único que hacía era darle más esperanzas, pero ¿Por qué no salía corriendo por las escaleras ahora mismo para gritarle en su cara que no quería nada con él? Ese era el momento indicado para cortarle las patas y detener este tren que iba a toda prisa a por mí trasero—Por qué no te disgustó la parte física del asunto, te disgustó todo el tornado interno de emociones que provocó en ti idiota—me dije a mi mismo.

— ¡EVAAAAN!—le escuché gritarme desde la cocina—LA COMIDA ESTA LISTA, ¡BAJA ANTES QUE SE ENFRIE!—

—ESTA BIEN, DAME UN MINUTO—le grite.

— ¡APURATE, QUE SE VA A ENFRIAR Y TRABAJÉ MUCHO EN ELLA!—respondió.

Cerré el grifo, busqué una toalla y sequé rápidamente mi cara, me di un par de palmaditas en la cara para darme confianza y sumergirme en estas aguas desconocidas, bajé.

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