El abuelo le da unas cuantas lecciones a su nieta
EL ABUELO ENSEÑA A SU NIETA A PASARLO BIEN
Laurita es joven, una adolescente algo pijilla. Sus padres tienen mucho dinero y por ello le dan muchos caprichos. A ella le gusta pasárselo bien. Tan bien que, con 18 años recién cumplidos, sus padres le han regalado una semana en los alpes Suizos.
El primer día ha conocido a un chico rubio, suizo, muy mono de ojos azules. Después de esquiar, acababa de aprender el año pasado, quedaron bajo el alero del hotel y estuvieron besándose apasionadamente. Fue la primera vez que mojó sus bragas a causa de un chico.
La semana pasó rápido, más de lo que ella hubiese querido, pero el ultimo día se estropeó todo por un hecho casual. Laurita estaba bajando con sus esquíes, su gorrito rosa de lana y se quedó mirando al chico que estaba quitándose los guantes. El la miró sonriente después de haberse pasado la semana besándose como dos enamorados. Ella le devolvió el saludo y al girar la cabeza, no pudo ver como otro esquiador se le cruzaba, se había pasado la zona señalizada como bajada y se chocó contra él de frente, cayéndose sobre la nieve, el gorrito rosa tirado junto a ella.
Empezó a llorar de dolor tocándose la pierna. Más tarde se enteraría de que se la había roto y también se había fracturado la muñeca.
Los padres de Laurita llegaron al día siguiente. Estaba en un hospital privado de máximo lujo en los alpes Suizos, parecido al Piz Gloria de “Al Servicio Secreto de su Majestad”. Por supuesto estos le echaron la bronca, que si era demasiado joven para los chicos, que si tenía que haber tenido cuidado al esquiar y bla,bla,bla.
Laurita se hizo la buena e hizo caso a sus padres, a todo les contestaba que si. Si papá, Si mamá, etc, etc.
Unos días más tarde, le dieron el alta y volvieron a casa, por supuesto en primera clase, en business no, porque no había plazas, pero en primera clase. A Laurita le dolía la pierna, pero decidió no quejarse para no enfadar más aún a sus padres, que bastante enfadados estaban ya.
Llegaron unas horas después al aeropuerto. Allí les esperaba Julian, el abuelo de Laurita, el padre de Rosa, su madre.
El no venía de una familia de dinero, era un hombre sencillo, de pueblo. Los millones de su hija y su yerno venían por parte de los padres de este. Rosa había sido una chica sencilla hasta que conoció a su futuro marido, cuando eran novios en la universidad. Enseguida se le pegó la tontería que da el dinero. Afortunadamente Laurita tenía a su abuelo, su abuela había fallecido tres años antes, para mantener los pies en el suelo, aunque de momento, no le estaba funcionando.
Este les ayudó con las maletas y las subió al choche. Cogió de la muñeca a Laurita, no la fracturada, la otra y la sentó en el asiento de atrás.
Salieron para casa y llegaron enseguida.
Pese a su dinero, los padres de Laurita tenían que ocuparse de sus negocios y le pidieron a Julian que se quedara en su casa para ayudarla. Este aceptó, no tenía nada mejor que hacer y estaba encantado de pasar un tiempo con su nieta.
Una tarde Laurita estaba sentaba en el sofá con la pierna en alto, viendo una serie de esas que les gustan a los jóvenes. Líos de instituto y algo de sexo. Una pareja estaba haciendo el amor en las duchas, cuando Julian apareció con un vaso de colacao y unas galletas.
-¿No eres demasiado joven para ver eso? Le preguntó este.
-Ya soy mayorcita. Tengo edad para hacer el amor incluso.
-Vaya con los jóvenes, le dijo mientras dejaba la bandeja sobre la mesa.
Cuando Laurita se levantó con la muleta, dejó caer la manta que llevaba sobre ella. Julian se dio cuenta de que no llevaba pantalón ni falda, iba solo con las bragas puestas.
Estaba sentada en el lado opuesto de donde su abuelo dejó la bandeja, por lo que tuvo que desplazarse hasta el otro lado, mientras su abuelo se cambiaba de sitio. Al cambiarse, su culo se frotó sin querer con la cara de Julian.
Este experimentó algo que no le había sucedido en mucho tiempo. Tuvo una pequeña erección. Desde hacia al menos 5 años no había tenido una erección. Y ahora se sentía culpable por haber tenido una, precisamente con su nieta.
Mientras Laurita se tomaba el colacao y las galletas, Julian se fue al baño. Allí se bajó el pantalón y los calzoncillos y se quedó mirando su pene mientras este empezaba a crecer más y más, hasta alcanzar una erección plena. Así como estaba, se giró y echó el pestillo a la puerta del baño. Cogió jabón de manos y empezó a masturbarse, tal y como había hecho de pequeño.
No podía creerse que con 80 años recién cumplidos le hubiera dado la libido para masturbarse cómo cuando tenia la edad de su nieta y lo hacia a escondidas, para que no le pillaran su padres, 65 años después.
Lo hizo rápido, con miedo a que lo descubriera su nieta. No tuvo que esperar mucho, porque enseguida se corrió, salpicando la taza del vater con su semen, que hacia muchos años que no veía.
Se agachó para recuperar la respiración después del orgasmo. Ya recuperado, lo limpió todo y se volvió a poner los pantalones.
Cuando salió del baño, su nieta seguía viendo la serie de los jóvenes estudiantes. No sabía que también acababa de masturbarse con el chico guapo que protagonizaba la serie.
Se sentó a su lado algo azorado, como si su nieta pudiera adivinar lo que acababa de hacer.
Pasó un rato más y Laurita empezó a bostezar.
-¿Tienes sueño? Le preguntó Julian.
-Un poco. ¿Me puedes llevar a la cama?
-Claro tesoro. Ahora te llevo.
Julian la cogió en brazos como cuando era más pequeña, dejando caer la manta al suelo. Pudo ver cómo se marcaban sus labios vaginales a través de las bragas. Laurita no se dio cuenta de cómo la estaba mirando su abuelo.
La dejó sobre la cama, ya casi dormida. Iba a salir, pero algo le hizo darse la vuelta. La posición de sus muslos sobre la cama y la visión que había tenido de sus labios hizo que volviera a empalmarse otra vez.
Se sentó en la butaca que tenía justo enfrente de la cama y bajándose de nuevo los pantalones y los calzoncillos, comenzó a masturbarse de nuevo.
Oía los ronquidos de Laurita y los acompasaba a sus gemidos, que iban creciendo en proporción a los ronquidos de su nieta.
Echó la cabeza hacia atrás mientras sentía volver a llegar su orgasmo.
En esto se levantó y no pudo evitar acercarse a su nieta y regar sus muslos con su semen caliente, ya menos que la vez anterior, pero aun así abundante para su edad.
Recuperó la respiración y limpió a su nieta sus muslos de su semen, mientras el iba perdiendo la erección. Esperaba que no se despertase en ese momento y viera a su abuelo medio empalmado frente a ella y le diera un ataque del que no se repondriese nunca.
Salió de la habitación sudoroso. Se tumbó en el sofá y se quedó dormido.
Le despertaron las voces de su nieta. Serian las 8 o así cuando Laurita empezó a gritar. No tenía su muleta y no podía levantarse. La chiquilla era un poco escandalosa.
-Ya voy, ya voy. Dijo su abuelo levantándose del sofá.
La ayudó a volver al salón. Le dijo que estaba hambrienta y quería cenar.
-Si solo son las 8.
-¿No puedo tomar algo antes?
-Luego se te quitaran las ganas de cenar.
-Esta bien abuelo. Esperaré.
A eso de las nueve los dos decidieron que ya era hora de cenar y el abuelo preparó unos sandwiches, la verdad nunca había cocinado, siempre era su mujer la que se encargaba de esas cosas. Laurita no se quejó.
Después de cenar se puso otra vez a ver la serie mientras Julian leía un libro.
-Mira que guapo es el chico de la serie, le dijo.
-Ah si, dijo su abuelo sin apenas levantar la cabeza del libro.
-Se parece al chico que conocí en Suiza.
-Si, debe ser.
-Besaba de muerte. Es una pena que tuviera que irme. Por cierto nunca he visto el pene de un chico.
Julian no se enteró de lo que acababa de decir.
-Abuelo, te he dicho que nunca le he visto el pene a un chico.
-¿Qué dices?
-Tu tienes uno. ¿Podrías enseñarme el tuyo?
-¿Te has vuelto loca? ¿El golpe te hace decir esas cosas?
-Anda, enséñamelo, enséñamelo, enséñamelo.
-¿Qué diría tu padre si se enterase?
-Eres de la familia. Nunca lo hará.
-Precisamente porque soy tu abuelo. No voy a hacer eso.
-Venga, no seas así abuelo. Y diciendo esto le bajó los pantalones. Julian intentaba escapar sin éxito.
-Esta bien, venga. Pero solo un segundo ¿eh?
Julian se sacó el pene a través de los calzoncillos. Su nieta se quedó mirándolo embobada.
Estaba morcillona. Su abuelo estaba circuncidado y su glande parecía saludar a su nieta.
-Joder, la abuela debía pasárselo de vicio con eso.
-No digas palabrotas. Tu abuela era muy casta.
-Si, seguro, pero follar, follabais.
-¿Quién te ha enseñado ese lenguaje?
-Las chicas de mi clase. Por cierto, Olga dice que lo que más os gusta a los hombres es que os la chupen. Y diciendo esto se tiró casi encima de su abuelo y se metió su polla en la boca.
-¿Qué haces loca? Pero en realidad este no opuso resistencia y dejó que Laurita se la chupase.
Para ser la primera vez que la chupaba no lo hacia nada mal. Julian empezó a agarrarse a los hombros de Laurita mientas se la chupaba y esta hacia equilibrios para no caerse.
-¿De gusba como de la schupo agüelo? Que en realidad quería decir: ¿Te gusta como te la chupo abuelo?
-Si, tesoro, si, si, tu abuela nunca me la chupó también, como, como, tuuuuuuuuu.
Julian apretó más fuerte los hombros de su nieta y esta no podía quejarse por tener la polla en su boca.
-Bah, ah, ah, ah, me corro hija, me corro.
No le dio tiempo a sacársela y Julian se corrió en la boca de su nieta. Parte de su semen cayó por los labios de Laurita.
Los dos se sentaron el sofá recuperando la respiración. Laurita se limpió con un clinex los restos de semen que no se tragó.
-Joder abuelo, estabas lleno.
-Si, cariño, tú me has vaciado.
-Oye, quiero proponerte una cosa. Quiero probar tu tranca. Quiero que me folles, abuelo.
-¿Qué dices? Si ya esta mal lo que acabamos de hacer, ¿cómo vas a pedirme que te folle? Eres mi nieta.
-Tu piénsatelo. No tiene que ser ahora que acabas de irte. Te dejaré que te recuperes. Si estás de acuerdo podemos hacerlo a las 12 de la noche. Papá y mamá no vendrán hasta mañana.
Julian no dijo nada y salió del salón.
Laurita oyó cómo cerraba la puerta de su cuarto.
Se había dormido, no sabía que hora era, cuando la puerta de su cuarto se abrió. Ya despierta, vio en la penumbra una sombra. Era su abuelo en calzoncillos. Se acercó a ella y se fijó en su barriga que oscilaba al andar y se excitó bastante con ello y eso que a ella solo le gustaban los hombres sin tripa y que marcaran abdominales.
Se subió a la cama y le habló:
-Si estas dispuestas a hacer el amor, te lo haré. Prefiero que lo hagas conmigo en tu primera vez a que lo hagas con un tío de esos que van por ahí y que luego te deje tirada. Un novio como el que querías tener en Suiza.
-Abuelo, eres un sol.
-Ya sabes que la primera vez te dolerá.
-Ya lo sé. Tu házmelo con cuidado.
-El problema es que no tengo…ya sabes, condones.
-No pasa nada, ahora no puedo quedarme embarazada. Ya tuve la regla.
-Pues entonces mejor así.
Julian le quitó las bragas y comenzó a comerle el coño como recordaba de cuando era joven. Laurita se moría de gusto pero no podía gemir. No sabía quién podía estar escuchándoles. Estaba claro que los vecinos sabían que sus padres faltaban todo el día y que estaba sola en casa, por lo que si la oían gemir sabrían que habría traído a un chico al piso. Cuando su abuelo se corrió con su mamada había sido bajito y nadie le habría oido, así que solo cerró los ojos y se dejó llevar.
-Abuelo, abuelo, ya no puedo más. Métemela ya, por favor.
Julian se incorporó. Estaba empalmado y su polla apuntaba a la cara de Laurita.
-Esta bien hija. Iré con cuidado.
Julian sujetó su polla y la guió hasta la entrada de su vagina. Se la metió muy despacio, sintiendo cómo gozaba al entrar en el coño de su nieta toda mojada.
Notó como su himen se rompía y Laurita gemía de dolor. Su sangre se escurría y vio cómo manchaba las sabanas.
Cuando Laurita se calmó la sacó y se quedó sobre ella.
-Ahora tranquila, relájate. Ya ha pasado el dolor y ahora gozarás. Le dijo.
Volvió a penetrar a su nieta, carne de su carne, sangre de su sangre, que ya no era virgen gracias a el, su abuelo.
Se la hincó de nuevo y se tumbó sobre ella. Entrando y saliendo. Gimiendo y gimiendo. Gozando con cada mete y saca, su barriga temblando con cada embestida. Su culo algo fofo por la edad se movía también acompasado y Laurita se lo tocaba con sus manos adolescentes.
Laurita estaba en el cielo, gozaba como loca con la polla de su abuelo. Los dos gemían, estaban a punto de correrse. Todo lo que había experimentado Laurita masturbándose no tenía nada que ver con el sexo, con el placer que este daba.
Acabaron los dos casi a la vez. Laurita por primera vez con un hombre y Julian casi como si fuera su primera vez, de tantos años que habían pasado ya.
Cuando se recuperaron, Julian se quedó mirando las sabanas. No sabía si la sangre saldría o tendrían que tirarlas.