El amor de hermanas también puede ser amor de putas

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Estábamos ya a finales de mayo, tiempo de empezar a ir a la playa y de disfrutar con mis amigos. Pero especialmente ellos lo esperaban con más ansias que yo. No es que mi compañía no les agradara. Pero preferían la de otra persona, que no era ni más ni menos que mi hermana mayor. Si íbamos los de siempre, podía ser una buena tarde o no. Pero si ella nos acompañaba, era garantía de alegrarles el día a todos.

Miriam tenía esa gran capacidad, tanto física como psíquica. Aunque si hay que dar más detalles diré que es cuatro años mayor que yo, morena, de pelo rizado muy largo, bastante guapilla, 1.68 de estatura, un cuerpo bastante curvy, como dirían ahora, y muy bien dotada tanto por delante como por detrás. Dicho de otro modo, era prácticamente imposible que pasara desapercibida para cualquier hombre hetero. Pero no me extenderé más, al menos por ahora, porque me acabaría emocionando demasiado.

La verdad es que emocionarse, en el sentido que ya sabéis, era inevitable. No recuerdo con exactitud la fecha en que empecé a sentir esa sensación, pero mis más lejanos recuerdos empiezan cuando yo iba a clase y me sabía mejor su horario que el mío. Por qué? Porque me moría de ganas de que llegara el día en que tenía gimnasia, que era dos veces por semana. Iba de chándal y por debajo una camiseta. Pensaréis que en un principio con la camiseta tampoco enseñaba ni marcaba demasiado. Pero lo interesante era el mini top que llevaba por debajo para sujetar bien aquellas impresionantes tetas.

Cuando llegaba a casa y acabábamos de comer, sabía que en algún momento se iba a cambiar de ropa y tenía que estar alerta. Solía quitarse la parte de arriba del chándal y luego la camiseta, quedándose tan sólo con el top y sintiéndose liberada por un buen rato. Era un verdadero espectáculo verla por casa, aunque fuera durante cinco minutos, marcando aquellas dos maravillas que me tenían hipnotizado.

No sentía demasiada preocupación por ello. Era consciente de que no era algo muy normal, pero prefería disfrutar de cada uno de esos momentos. Y el hecho de saber que había casos similares no me ayudaba precisamente a ir por el buen camino.

El tiempo fue pasando poco a poco y yo seguía saliendo con mi pequeño grupo de amigos, otras veces quedábamos en casa a jugar a la consola y en verano, como no, a la playa. Ni que decir tiene que de todas las casas, la mía era la preferida por todos para ir a echar unas partidas. Bueno, en realidad lo de jugar era algo secundario porque todos sabemos cuál era el verdadero motivo, no? Su entusiasmo era muy diferente cuando la casa elegida era la mía y no era para menos.

Ya la primera vez que entraron por la puerta, mi hermana no tardó en presentarse, dando dos besos a cada uno. Aún recuerdo perfectamente sus caras de felicidad. Pero esa tradición siguió repitiéndose posteriormente. Todos deseaban que llegara ese día tan esperado y que mi hermana los recibiera de esa forma tan cariñosa y amigable. Y si ella no iba a ninguna parte o no tenía nada que hacer, solía ir a mi habitación de vez en cuando, quedándose un rato y mezclándose en el grupo como una más. Mis amigos, como no, encantados. Yo creo que me podría ir, dejarlos allí con ella y tan felices de la vida.

Poco a poco fui notando que le gustaba estar con nosotros pero no porque le aportáramos algo interesante. No era casualidad que siempre entrara allí con unos pantalones súper cortos y camisetas bien ajustadas, marcando sus espectaculares curvas y aquellas tetazas que nos volvían locos a todos. Pero no sólo era eso. Ella soltaba cualquier tontería para darles conversación y les reía cualquier gracia, aunque fuera la mayor burrada del mundo. Qué podría llamarle la atención de unos niñatos como nosotros, que éramos como cuatro (en mi caso), cinco o hasta seis años más jóvenes que ella? Estaba clarísimo que disfrutaba sintiéndose deseada y poniendo cachondos a mis amigos.

– Qué maja y enrollada es tu hermana, tío! Las nuestras son un puto muermo e insoportables. La pequeña es también así? A ver si cuando llega el verano se anima y viene con nosotros a la playa. Cuantos más seamos, mejor lo pasamos. Me decían a menudo.

– Sí, hombre… Como si ella no tuviera sus propios planes. Y no, mi hermana pequeña no es así.

Todos sabemos que, traducido, eso quería decir: “qué buena está tu hermana, tío! Ojalá todos tuviéramos una así en casa. Nos encantaría verla en bikini”. Aunque yo siempre trataba de salir del paso con cualquier respuesta un tanto recurrente y le restaba importancia.

Algunas situaciones se empezaban a repetir cada vez con más frecuencia o más bien era yo que las apreciaba y sentía de forma diferente a lo que podía sentir años atrás. Una de ellas sucedió un viernes por la noche, un poco antes de que fuera a salir con sus amigas. Mis padres habían ido a cenar con unos amigos y mi otra hermana había salido ya con sus amigas. Estábamos solos en casa, yo entretenido con mi portátil y de repente oí que ella me llamaba.

– Lo siento. Sé que soy pesada, pero es que a mí me resulta imposible.

– Ehhh… Para nada. Por qué vas a ser pesada? Para eso estoy aquí, no? Dije yo muy nervioso.

Y es que cuando entré en su habitación, estaba con un vestido súper apretado, el cual no podía abrochar por dos razones más que evidentes. Ya sabéis…

– Me puedes subir esta cremallera del lateral? Es que el vestido por arriba me queda apretadísimo y me resulta imposible, dijo medio riéndose.

– Sí, claro. A ver, tú aguántalo bien y yo tiraré de la cremallera hacia arriba, vale?

Así procedimos. Yo con toda la paciencia y tranquilidad del mundo porque las vistas desde allí eran impresionantes. Ya me entendéis. Y encima llevaba su mejor perfume. La verdad es que estaba excitadísimo y con una tremenda erección que afortunadamente podía ocultar porque llevaba una camiseta un poco larga de andar por casa.

– Esto ya está. Pero ha costado, eh!

– Ay, mucha gracias! Te debo una, dijo sonriendo.

Me debes una? Yo te lo cobraría ahora, pensé en ese momento. Mis pensamientos empezaban a ser cada vez más sucios, pero no podía evitar disfrutarlo. Era imposible no sentir nada al verla en aquel vestido tan embutido y marcando absolutamente todo. El caso es que ella terminó de arreglarse y yo seguí con lo mío. Al poco rato ella me dijo que se iba y entró en mi habitación para despedirse.

– Bueno, yo ya me voy, me dijo mientras me agarraba por el hombro y me daba un cariñoso e inocente beso en la mejilla.

– Vale. Que lo pases muy bien y si necesitas cualquier cosa, llama. Tú no te cortes.

Tanta excitación hasta me había vuelto mucho más amable y todo. Aunque lo importante era no levantar una sola sospecha. Lo que está claro es que esa noche cayó una buena paja a su salud y por suerte para mí, eso se iba a convertir poco a poco en una buena costumbre.

Una semana después, y de nuevo solos en casa, estaba yo en el salón viendo la tele, cuando apareció ella en ropa interior, pidiéndome un favor de nuevo. Mi reacción creo que fue de todo menos normal, pero era comprensible. Se presentó allí con un tanga que dejaba descubierto al 99% aquel espectacular culazo y un sujetador que se veía como dos o tres tallas más pequeño. Ya os podéis imaginar el espectáculo.

– Perdona, estás muy ocupado?

– Ehhh…. No, no… para nada. Qué quieres?

En aquel momento creo que me daría igual lo que estuviera haciendo, porque desearía que me robara todo el tiempo del mundo si fuera necesario.

– Bueno, es que Alexia (nuestra hermana pequeña) se ha ido sin avisar y me tenía que echar crema en la espalda. Te importa si me la echas tú?

– Sí, tranquila. Pero esta niña… siempre anda a su bola. Nunca cambiará. Qué desastre. No te preocupes, ya me encargo yo. Estírate en la cama, anda.

Alexia se había ido y yo estaba por darle las gracias y pedirle que lo hiciera más veces. Miriam se puso boca abajo, se desabrochó el sujetador y yo empecé a echar crema por diferentes puntos de la espalda. Acto seguido, empecé a extenderla toda a modo de masajes. Amplíe mi “campo de trabajo” hacia parte de los hombros, los costados y la parte más baja de la espalda, invadiendo una pequeña parte de sus apetecibles nalgas. Repetí como un par de veces más la misma operación, lentamente para disfrutar al máximo de aquel momento y con la excusa de extender completamente la crema. En cierto momento ya empecé a embalarme un poco y no pude mantenerme callado.

– Has cambiado la rutina del gimnasio? Se te ve bastante durilla y que te lo estás currando, eh! A ver si empiezo a ir yo, que se me está poniendo un cuerpo de mierda. Pero es que me da mucha pereza porque si voy solo me aburro bastante.

– Pues cuando quieras, ya sabes. Me avisas y vamos.

Perfecto! No sólo no se había tomado a mal mi comentario, sino que encima me había invitado a ir al gimnasio con ella y todo gracias a la indirecta que le había soltado. Pero estaba con una erección impresionante y rezaba para que mi pene no entrara en contacto con su cuerpo porque lo notaría de inmediato. El caso es que me aproveché para tocarla todo lo que pude y cada uno de esos segundos fueron como verdadero oro para mí.

Y ahora, sabiendo que iría con ella al gimnasio, ya me empezaba a montar mis propias fantasías y mil pensamientos pasaban por mi cabeza. Aunque me empecé a emocionar tanto que fui “practicando en casa”. Me imaginaba haciendo ejercicio con ella, observando su espectacular cuerpo y una ropa súper sexy. Quise ir demasiado lejos y un nuevo plan invadió mi mente.

Unos días después, tras volver ella del gimnasio, decidí ejecutar mi plan. Una vez vaciada la mochila y tiradas todas las prendas en el cesto de la ropa sucia, era el momento de entrar en el baño y actuar. Cogí su camiseta toda sudada, empecé a olerla y a apreciar aquella mezcla entre sudor fresco del momento y uno de sus muchos perfumes que tanto me encantaban. A continuación, cogí su sujetador, empapado todavía por el sudor que habían desprendido sus enormes tetas, y empecé a besarlo y restregármelo todo por la cara. Gozaba de placer y me sentía como un puto cerdo, pero estaba disfrutando tanto que no me importaba. Pero sabía que lo mejor aún estaba por venir y eso me motivaba más todavía.

Un par de horas más tarde, ya en frío. Me empecé a preocupar un poco. Podía ser que estuviera enfermo? Sólo un degenerado haría algo semejante. Le estuve dando muchas vueltas durante el resto del día y por primera vez era consciente de que no podía seguir así. Pero poco antes de dormir, pensando en todo lo que estaba por venir y que los dos íbamos a seguir viviendo bajo el mismo techo, decidí cambiar de opinión radicalmente.

– Joder, tengo una hermana que está buenísima. Es una chica 10. Cualquier hombre mataría por estar con ella. Mis amigos se mueren de ganas por venir aquí y verla. Desean que vaya con nosotros a la playa para verla en bikini y luego matarse a pajas. Y yo la tengo aquí, en casa, la puedo ver y hasta tocar. De verdad soy consciente de la gran suerte que tengo? Creo que no lo suficiente. A la mierda las normas sociales y todo lo demás. Estoy disfrutando más que nunca, me empalmo, me la casco pensando en ella, disfruto cada vez que tengo el mínimo contacto y quiero más, más y más. Me da igual si soy un maldito enfermo. Pero que sea lo que tenga que ser.

Todos esos pensamientos repentinos hicieron que me lanzara definitivamente a la piscina. Ya todo me daba igual. Es evidente que no pensaba en excederme ni nada parecido. En ese sentido, nada iba a cambiar. Pero ya no me importaba tener una mente extremadamente sucia ni deseos propios de un degenerado. Empezaba a ver a mi hermana como una chica a la que deseaba tanto o más que cualquier hombre ajeno a mi familia. Por lo que estaba abierto absolutamente a todo.

Y al fin había llegado el día de ir al gimnasio. El primero de muchos. A petición mía, el día elegido era el sábado porque solía estar mucho más vacío y así podríamos trabajar juntos más fácilmente. Cuando llegamos allí, el modelito elegido se ajustaba a su cuerpo como un guante. Aquellas mallas y aquel top me harían gozar de lo lindo durante nuestra sesión.

La cosa se empezó a calentar bien pronto, pues empezamos corriendo en la cinta con un ritmo suave pero lo suficiente para que sus pechos empezaran a botar y desviaran irremediablemente mi mirada. Durante el resto de la sesión continuamos con ejercicios bastante básicos, aunque obviamente yo estaba más por lograr el mínimo contacto entre ambos, que por todo lo demás. La cosa fue bastante bien y ya estábamos a punto de terminar.

– Dios! Estoy agotado y no puedo más.

– Es normal. Te irás poniendo en forma poco a poco. Yo voy a correr 15 minutos en la cinta y luego nos vamos, vale?

– Madre mía! Menudo aguante tienes. Yo creo que iré a la bici a un rato y así hago el tiempo hasta que termines.

Una vez pasados los 15 minutos, estaba presenciando la mejor de las escenas. Ella había dejado la cinta, se dirigía hacia a mí y podía ver su cuerpo literalmente encharcado en sudor. Aquella imagen me parecía de lo más sexy y provocadora. Por lo que después de eso, yo quería aún más.

– Creo que me iría muy bien la sauna para relajarme. Hace tiempo que no voy. Vienes conmigo?

– Vale. Por mí perfecto.

– Bien, pues ahora nos cambiamos y nos vemos allí. Dije mientras dejaba que saliera primero por la puerta y le tocaba el hombro y el brazo de forma muy cariñosa.

Estupendo! La fiesta continuaría un poco más. Normalmente, para ir a la sauna, llevaba el típico bañador corto que usan los nadadores. Pero como ya os podréis imaginar, dadas las circunstancias y teniendo en cuenta que era muy ajustado, puse otro bañador más flojo por encima. Tuve mucha suerte porque cuando entramos había un matrimonio mayor, que coincidieron con nosotros poco más de tres minutos y finalmente nos quedamos solos. Allí estábamos yo y ella, tan sexy como siempre y mostrando todos sus encantos mientras las gotas de sudor caían cada vez más por todo su cuerpo. Quería que aquello no acabara nunca.

Finalmente, en el momento de salir, ella se incorporó y sintió un leve mareo, algo bastante habitual en un lugar así. Ella estaba en el banco superior, por lo que era conveniente que yo le ayudara a bajar. Evidentemente, no me lo pensé dos veces.

– Puedes bajar bien?

– Si, tranquilo.

– Vale, pero deja que te ayude. Agárrate… Ya está.

Yo la había sujetado por un brazo y en el momento de ponerse de pie quedamos frente a frente y con todas sus tetas pegadas a mi cuerpo. Aquella sensación fue indescriptible, tanto como mi erección, que por suerte estaba tapada gracias a los dos bañadores que me había puesto expresamente para ello. De lo que no estaba tan seguro era sí ella la había notado en el momento de rozarnos. Pero el caso es que me lo había pasado genial.

Siguiendo por ese camino, vi que ya estaba todo por hacer y exploré otras posibilidades. Empecé a curiosear en sus redes sociales, por si ponía fotos nuevas e ir guardándolas en el ordenador. Y fue ahí cuando se me vino una idea a la cabeza, pero necesitaba la ayuda de uno de mis colegas, que para la informática era un auténtico crack. Le pregunté si había algún programa que pudiera sacar la contraseña del administrador de “un portátil que tenía en casa” o si podía hacerlo él directamente. No hace falta decir que ese portátil era el de mi hermana y que lo que quería era ver todas las fotos que tenía guardadas, porque seguro que encontraría material muy picante. Tan sólo faltaba saber qué día y en qué franja horaria estaría solo en casa, para tener acceso total y seguro al codiciado dispositivo.

En el día indicado, habíamos llegado de la playa y nos pusimos manos a la obra. No era tarea fácil, pero nada que el friki de mi colega no pudiera hacer. Una vez iniciada la sesión, a pesar de que ya sabía la contraseña y podía seguir en otro momento con más tiempo y calma, me aceleré a buscar todo lo que pude y en un principio no logré ver nada que no hubiera visto antes, aunque después de seguir un poco más llegué a ver dos fotos en sujetador y bragas. Pero no podía detenerme y tuve que guardar todas las carpetas directamente en mi pendrive.

Una vez guardado todo, ya podía mirar después con toda la tranquilidad del mundo. Pero lo importante ahora era apagar el portátil antes de que viniera alguien. Y aunque ya había retirado el pendrive y estaba casi todo apagado, oí como la puerta de casa se abría y a mí se me heló la sangre, sobre todo cuando aquel “holaaaa” tan efusivo era el de mi hermana. Tuve que cerrar la tapa rápidamente y esperar que no viera ningún led encendido, puesto que no se había apagado del todo aún. Pero evidentemente no me dio tiempo a salir de la habitación antes de que ella entrara.

– Qué haces en mi habitación?

– Ehhh… nada, nada. Es que oí un ruido raro… y pensé que había caído algo.

– Tú sí que eres raro, me dijo mirándome extrañada pero tampoco enfadada.

No me había dado tiempo a desenchufarlo! Tuve que cruzar los dedos para que no se diera cuenta. Aunque por suerte, pasó desapercibido y puede desenchufarlo una vez que ella había salido de la habitación. Me había librado por los pelos. Aunque por suerte, tras ver el contenido, había valido más o menos la pena. No había encontrado ningún desnudo íntegro, pero sí muy buenas fotos con las que pajearme esa noche.

Había invadido su intimidad y eso podría considerarse incluso delito. Obviamente, ella no me iba a denunciar aunque se enterara. El caso es que era totalmente consciente de lo que hacía pero ya me daba todo igual. Como dije anteriormente, ya veía a mi hermana como una diosa de la sexualidad. Una chica más en la que fijarme y con la que disfrutar.

Lo peor vino un par de horas más tarde, cuando estaba ya deleitándome con aquel material tan preciado y vi que alguien llamaba a la puerta. Cerré todo inmediatamente y era ella, que además parecía cabreada, por el tono de voz en el que empezó a hablar.

– Oye, que he encendido el ordenador y…

– Mierda, no! Joder! Me van a matar. Qué hago? Pensé para mí.

Sentí un tremendo nudo en el estómago y los nervios me empezaron a comer por dentro, aunque fuera sólo por un segundo. Si se enteraba mi familia de algo de eso, estaba muerto.

– …he visto que había ya una temporada disponible y la estoy descargando. Quieres que veamos algún capítulo después de cenar? Si no tienes nada que hacer, claro.

– En serio? Pregunté todo sonriente y aliviado.

– Sí, sí. Pero no sabía que te hiciera tanta ilusión, me dijo casi riéndose.

– Que va. Pero estás enfadada por algo? Has venido como muy alterada.

– No, tranquilo. Es que Alexia anda un pelín revolucionada y he tenido que bajarle los humos.

Era nuestra serie favorita, aunque por supuesto no era un motivo para alegrarse tanto. Lo que no sabía es que para mí, recibir aquella respuesta era casi la ilusión de mi vida en aquel momento. Aunque como había pasado en ocasiones similares, la serie iba a ser lo de menos y la noche podía prometer.

Acabamos de cenar, recogimos los platos y limpiamos la mesa. Yo fui a ponerme el típico pantalón corto y la camiseta de andar por casa, para estar más cómodo, y mientras tanto ella se fue a lavar los dientes y me dijo que fuera encendiendo el portátil, que ya iba enseguida.

– Sabes en qué carpeta está? Preguntó ella.

– Supongo que en la de siempre, no?

– Sí. Vete poniéndolo mientras yo me cambio y me pongo algo más fresco, que me estoy asando de calor.

– Vale… vale… Tú haz lo que tengas que hacer, que de esto ya me encargo yo. Dije casi tartamudeando por la excitación de lo que se venía.

No era para menos. Ella se iría a poner algo mucho más fresco, pero el que se estaba asando de calor ahora era yo. Empezó a cambiarse delante de mí, como si nada. No había mucha diferencia entre una ropa y otra, pero se había quedado en sujetador y tanga justo delante de mí. Yo ya no me cortaba un pelo a la hora de mirar y hasta me permití el lujo de soltarle lo primero que se me ocurrió.

– Madre mía… qué bronceada estás ya! Y eso que el verano acaba de empezar.

– Tú crees? Creo que de momento no es para tanto.

Algo tenía que soltar por mi boca porque si no iba a explotar. Pero no se lo tomó a mal. Lo mejor de todo es que se había puesto sólo una camiseta un poco larga y ningún pantalón. Se había quedado en camiseta y tanga nada más, con el sujetador por debajo. Finalmente, nos sentamos los dos en la cama, uno muy pegado al otro, y empezamos a ver el primer capítulo. Ya os podéis imaginar el panorama. Yo sentado justo a su lado, con sus espectaculares piernas carnosas al descubierto y esperando que pudiera surgir el mínimo roce.

Yo intentaba acercarme cada vez más, disimuladamente e intentar rozar mi brazo con una de sus tetas. Mi pene cada vez estaba más erecto, sobre todo cuando ella levantaba un poco la camiseta y dejaba totalmente visible el tanga. Ya me daba igual que viera mi erección, si es que la veía. Hacía tiempo que me había tirado a la piscina y no me daba ningún remordimiento. Aunque al final la cosa no fue a más, pero es cierto que esa noche, antes de dormir, le dediqué una buena paja.

Dos semanas después, era mi cumpleaños y el día anterior me estaba informando sobre los plantes de toda la familia, para poder hacer los míos en función de lo que hiciera cada uno. Es cierto que yo no era de celebraciones y no me gustaba ser el centro de atención. Por lo que los regalos me los podían dar incluso el día anterior, un día después, uno por la mañana, otro por la tarde… Pero el caso es que, como caía en viernes, cenaríamos todos juntos. Mis padres iban a salir después a tomar algo con sus amigos, Alexia saldría por ahí con sus amigas y Miriam lo mismo. Yo no lo tenía nada claro y preferí esperar.

Al día siguiente, ya en mi cumpleaños, mis padres me dieron su regalo al mediodía y mis hermanas me darían el suyo por la noche. Como estaba planeado, cenamos todos juntos, Alexia me dio su regalo y Miriam dijo que el suyo me lo daría después. Estuvimos un rato charlando, recogimos la mesa y mis padres fueron los primeros en irse.

Mis hermanas se fueron a la habitación a cambiarse y yo finalmente decidí quedarme en casa. Tampoco es que me gustara mucho salir por la noche y una buena sesión de consola, series o internet siempre valía más la pena. Alexia había terminado de arreglarse, entró en mi habitación, se despidió dándome dos besos y felicitándome una vez más. Yo seguí a lo mío, pues tenía una larga noche por delante y la iba a disfrutar al máximo. Miriam también estaba a punto de irse, pero antes me llamó y en un tono bastante serio. Yo fui a su habitación para ver qué quería.

Pero antes de nada, me resultó imposible no quedar impactado por aquel modelito tan espectacular que lucía. Una blusa súper fina que cubría el top tan ajustado que llevaba por debajo y que parecía que se le iban a salir las tetas en cualquier momento. Pero además de eso, llevaba una minifalda muy cortita y unas sandalias de tacón súper sexys. Y todo complementado con el perfume que más me gustaba. Estaba perfecta y una vez más decidí lanzarme disimuladamente.

– Madre mía! Qué guapa te has puesto! Parece que la del cumpleaños eres tú.

– Gracias, me dijo de nuevo en un tono muy serio. Tienes un momento?

– Sí, por qué?

– Vale. Es que tenemos que hablar.

– Y mi regalo? No me lo ibas a dar?

– Sí, pero antes vamos a hablar porque tengo que decirte unas cuantas cosas y delante de los demás no era lo más adecuado.

Mierda! Qué habría descubierto? Toda mi excitación había desaparecido de golpe. Al final mi cumpleaños iba a acabar de una manera nefasta y siendo uno de los peores días de mi vida.

– Usaste o intentaste usar mi portátil hace como dos semanas?

– No.

– Pues justo el día que estabas en mi habitación estaba enchufado y antes de que me hubiera ido no estaba así.

– Yo que sé… Lo habrá enchufado Alexia por algo. No sabía cómo salir del paso.

– Ya, claro… Y Alexia también cogió todas mis fotos y las guardó en este pendrive, verdad?

Sabía perfectamente que era el mío y lo peor no era que descubriera que había entrado en su ordenador, sino el contenido del que me había apoderado. Ahora sí que estaba perdido.

– Es que… Es que perdí un archivo y quería ver si tú lo tenías…

– Sí, ya. Y lo más fácil no es preguntármelo a mí directamente, no? Lo normal es sacarme la contraseña, que no sé cómo lo habrás hecho, entrar sin permiso y coger las carpetas con mis fotos, que es lo que te interesaba.

– Pero es que…

– Que he visto el historial! Has abierto fotos mías en las que estoy en sujetador y bragas.

Ahora sí que ya no sabía si romper a llorar o dónde meterme. Ya no tenía una sola excusa. Me había olvidado de borrar el maldito historial y dejado allí todas las pruebas del delito.

– Pero no sólo eso, continuó. Te crees que no me he dado cuenta de cómo me toqueteabas cuando me diste aquel masaje? Piensas que no vi cómo disfrutabas y te excitabas al ayudarme al abrochar el vestido? Y el otro día mirándome mientras me cambiaba de ropa aquí mismo? También noté perfectamente que intentabas rozar tu brazo con mi teta, intentaste meterme mano disimuladamente en la sauna, te masturbas a diario pensando en mí y muchas cosas más que prefiero no contar. Pero no hace falta porque tú ya las sabes mejor que yo.

Esta vez sí que estaba a nada de romper a llorar definitivamente. Se lo había estado callando todo y encima va y me lo suelta ese día. Es que no lo podía haber dicho antes y así tener un cumpleaños más o menos tranquilo?

– Ya está, ya he terminado. Ahora espero que al menos tengas algo que decirme.

– Lo siento… Es que… dije casi llorando, aunque sin llegar a hacerlo.

– Tranquilo! No te preocupes porque no se lo diré a nadie. No estoy cabreada pero sí dolida, me dijo mientras apoyaba cariñosamente su mano sobre la mía. Hace mucho tiempo que sé todo esto y me he dado cuenta desde el principio. Pero si tanto te pongo, tantas ganas tenías de ver fotos mías, verme desnuda, en lencería, con ropa súper sexy, tocarme… por qué nunca me lo has dicho? Preguntó en un tono súper comprensivo.

– Bueno… No sé…

– Acaso no nos llevamos genial y no tenemos confianza? Sólo tenías que pedírmelo y ya está. Que soy tu hermana, no una desconocida.

– Hombre… es que…

– Vamos! Que cumplas 20 años no significa que vayas a dejar de ser mi hermano consentido y te voy a seguir dando todo cuanto esté en mi mano para que seas feliz.

En ese momento se puso de pie y ya era todo una incógnita. No sabía a dónde quería llegar con todo eso. Se puso frente a mí y yo la observaba con admiración, mientras escuchaba aquellas bonitas palabras que hacía unos segundos me estaban aterrando.

– Y ahora, por fin, te voy a dar tu esperado regalo, dijo mientras se desabrochaba la blusa y yo reaccionaba de una forma un tanto nerviosa.

– Ehhh… y dónde está? Ella acabó de quitarse la blusa, estiró los brazos y abrió las palmas de las manos como mostrándose y abriéndose totalmente a mí.

– Tú qué crees?

– Mmmmm… me estás diciendo que…?

– Claro que sí, cielo. Tu regalo soy yo. Crees que en un día tan especial no te iba a recompensar por todo lo que has tenido que aguantar durante este tiempo? Soy tu hermana y quiero compensarte de la mejor forma posible. Soy toda tuya y puedes hacer conmigo lo que quieras.

No me lo podía creer. Estaba a escasos segundos de hacer mi sueño realidad. Temía incluso entrar en shock ante algo tan inesperado. Pero me levanté y me puse frente a ella, sin saber muy bien cómo empezar. Aunque lo primero que hice fue contemplarla y pensar en lo que tenía ante mis ojos.

– Dios! Es que eres espectacular.

– Qué te gusta más de mí?

– Tus tetas.

– Pues a qué esperas?

– Son enormes! Me encantan y me vuelven loco! Dije mientras le quitaba aquel top, el sujetador, ponía mi cara sobre ellas y las besaba sin control.

– Lo sé. Disfrútalas y tómate tu tiempo. No tenemos ninguna prisa. Aprovecha este momento cuanto desees.

Era como un servicio por tiempo ilimitado y yo estaba dispuesto a aprovecharlo hasta que mi pene me lo permitiera. Se estaba comportando prácticamente como una puta pero sin cobrar nada por ello. A continuación empezamos a besarnos apasionadamente, mientras le bajaba los pantalones y agarraba su culo con todas mis fuerzas. Lo mejor de todo es que ella estaba colaborando como hubiera hecho una novia cualquiera. Nos tiramos en la cama e hicimos absolutamente de todo. Luego follamos un rato, pero sin llegar a eyacular, ya que antes de eso quería que me hiciera sexo oral, cosa que hizo encantada y como una auténtica diosa.

Finalmente, eyaculé sobre pecho y su cara casi a borbotones, mientras ella aprovechaba para chuparme y dejarme el pene impoluto. Finalmente me tiré en la cama a su lado, para recuperarme durante un rato.

– Dios! Estoy casi flotando. Cómo es posible que me puedas provocar tanto placer? Bueno, creo que es evidente.

– Muchas gracias, me dijo sonriendo.

– Sin duda, este ha sido el mejor cumpleaños de mi vida y diría que hasta el mejor día que he pasado. Gracias por concederme este privilegio.

– Ya sabes que estoy aquí para lo que quieras. Y cuando lo necesites, ya sabes lo qué hacer.

Me estaba diciendo que podía disfrutar de esa experiencia cuando quisiera? Quizá tenía que pellizcarme porque aquello no podía ser real. Estaba ante una chica súper espectacular, que estaba a mi servicio, sin límite de tiempo y gratis. Mucho mejor que cualquier puta de lujo. No podía ser más privilegiado.

– Nunca podré agradecértelo lo suficiente. Creo que será difícil que pueda vivir algo así si no es contigo.

– No hace falta que me lo agradezcas. Te lo mereces. Sólo tienes que disfrutarlo y con eso me basta. Es un orgullo para mí tenerte como mi fan número 1. Feliz cumpleaños! Me dijo mientras me besaba cariñosamente en la mejilla.

Aquello había sido una verdadera muestra de amor de hermana y con alma de puta. Un amor incondicional que no me daría ninguna otra chica. Aunque desgraciadamente, no iba a durar demasiado. Todo se acabaría torciendo y me vería obligado a despertar de ese precioso sueño. Lo más sorprendente de todo es que ni yo ni Miriam seríamos los culpables. Pero eso ya es otra historia. Una historia que conoceréis más adelante.

FIN