El calor los llevo a hacer algo que está mal, que es inapropiado. Leandro se follo el culo de su pequeña hija suavemente
Ariana medía casi un metro ochenta, era preciosa, rubia, con larga melena, de ojos verdes, labios gruesos, y tenía medidas de modelo de talla mediana. Tenía dieciseis años y su padre, Leandro, la tenía sobreprotegida. Sus paseos, en BMW, con chofer, eran para ir al colegio de monjas en lunes y volver a su pazo en sábado.
Eran las once de la noche de un sábado del mes de agosto. Había una ola de calor. El aire acondicionado estaba a tope en el pazo. Leandro, que tenía 43 años, estaba en el salón en pantalón de deporte y a pecho peludo al descubierto tomándose un cucurucho de helado de nata. LLegó Ariana con un bikini rojo puesto, descalza, con coletas y exhalando perfume Nina de Nina Ricci. Dando una vuelta de ciento ochenta grados, le preguntó a su padre:
-¿Te gusta el bikini que me regaló Luisa?
Leandro, frunció el ceño.
-¡¿Y quién le dio permiso a la doncella para comprarte ese bikini?!
Ariana, se sentó al lado de su padre, se inclinó, lamió y chupó la nata del cucurucho, estiró sus largas y bellas piernas, se echó hacia atrás en el sillón, y mirando para el helado, le dijo:
-Es un regalo de cumpleaños, papá.
Leandro se dio con la palma de la mano derecha en la frente. Luego le dio un beso en la mejilla a su hija, y le dijo:
-¡Se me había olvidado! Feliz cumpleaños, Chiquita. ¿Que quieres que te regale por tu dieciseis cumpleaños?
Ariana le quitó el helado de la mano, lo volvió a lamer, y le respondió:
-Gracias. De regalo quiero tener una conversación contigo.
-¿Buscas respuestas a algo, hija?
-A muchas cosas y todas son sexuales
Leandro, viendo a su hija lamer el helado, se le empezó a poner la piel de gallina.
-Miedo me das, pero pregunta.
-¿Es malo masturbarse tal y como dicen las monjas?
Ya estaba metido en el lío. Quiso zafarse.
-No creo que yo sea el más indicado para responder a esa pregunta, Chiquita.
-Yo creo que sí. Hace cinco años que se fue mamá y no has tenido novia. ¿Es malo?
Ariana parecía saber más de lo que su carita de ángel decía. Leandro ya no pudo escurrir el bulto.
-No, hija, una persona al masturbarse se desahoga. No haces nada malo al masturbarte.
-Ahí tengo el problema. No sé como masturbarme y quiero que me enseñes.
Ariana le acarició las mamilas con un dedo. Leandro, se puso en posición defensiva.
-¡Quieta parada! Soy tu padre.
-Por eso, no tengo madre que me diga como hacerlo.
-Dudo mucho que tu madre… En cualquier caso, soy tu padre, ¡No puedo ni debo masturbarte!
Ariana, estaba cada vez más mimosa, le volvió a tocar las mamilas con el dedo y besó a su padre en la mejilla.
-No quiero que me masturbes, papá, quiero que me digas como tengo que hacer para masturbarme.
-No sabes lo que me estás pidiendo, Chiquita.
-Sí que lo sé, pero si tanto reparo te da le dire a la doncella que me enseñe.
-¡No! Acabaría aprovechándose de ti.
-¡¿Tú crees?!
-Si, Chiquita. No eres consciente de lo hermosa que eres.
-¿Cómo soy de hermosa?
-Cómo una ángel.
-Ya, y los ángeles no se masturban. ¿Ahí querías llegar, papá?
-Esta bien.Te enseñaré yo. Así no habrá peligro.
Ariana le dio un pico en los labios.
-¡Qué bien!
-A ver, echate hacia atrás en el sillón. Estírate bien y abre las piernas.
Ariana hizo lo que le dijo su padre. Estaba como para saborear sus dulces labios y luego comerla centímetro a centímetro. Tenía un polvazo, que digo uno, ¡tenía media docena de polvazos!
-¿Así, papa?
-Si, Chiquita. Acaricia tus senos apretándolos y juega con tus dedos en los pezones.
Ariana se magreó las tetas. Leandro ya estaba empalmado. Aprovechó que su hija tenía los ojos cerrados para poner la polla hacia arriba, así haría menos bulto en el pantalón de deporte.
-Mete una mano dentro de las bragas del bikini.
La metió y le dijo a su padre:
-Estoy muy mojada, papá.
La polla de Leandro latió al oír sus palabras.
-Acaricia tu clítoris de abajo arriba y de arriba abajo con tres dedos.
Lo acarició.
-¡Qué gusto!
-Acarícialo hacia los lados, de abajo arriba, de arriba abajo y alrededor.
Al ratito, Ariana, comenzó a gemir. Leandro vio como las bragas del bikini de su hija se empezaron a mojar. La polla la tenía tan dura que le parecía que iba a reventar.
-Mete un dedito dentro de tu vagina y fóllatela imaginando que es un pene al tiempo que acaricias con él el clítoris.
Lo metió y…
-Ooooooooooh. ¿Me enseñas tu pene, papá?
Leandro, se moría por enseñárle la polla, pero le respondió:
-No.
-Por fa, al verla seguro que ya tengo un orgasmo.
-Sólo una ojeada.
Leandro, al coger la polla, sintió unas irrefrenables ganas de masturbarse. Ariana, subió el sujetador del bikini y sus hermosas y duras tetas con areolas rosadas y pezones de punta quedaron al descubierto. Cerró las piernas, levantó el culo y bajó las bragas del bikini hasta los tobillos. Volvió a abrir las piernas. Metió un dedo en la vagina. Acariciando las tetas y mirando para la polla, le dijo a su padre:
-Mastúrbate y vente conmigo, papá.
Al ratito, Ariana, gimiendo y mirando como su padre la meneaba, comenzó a sacudirse. y dijo:
-¡Me corro, papá, me corro!
Viendo como su hija, gemía, se sacudía y temblaba al correrse, de la polla de Leandro salió un chorro de leche que fue a parar al vientre de la joven, después una pequeña cascada blanca bajó por la polla y pringó su mano.
Al acabar de correrse el padre y la hija, Leandro, se limpió la leche con una servilleta de papel. Se iba a levantar. Se detuvo cuando vio a su hija pasar un dedo por el semen que le cayera en el vientre, llevárselo a la boca, chuparlo, y después decirle:
-No sabe mal.
-Eres una cochina, Chiquita.
Ariana tenía una sonrisa de pícara que tiraba para atrás, cuando le dijo:
-Un cunnilingus…
No la dejó acabar de hablar.
-¡¿Qué?!
-Que cómo se hace un cunnilingus.
-¡¿No querrás que te diga cómo se hace un cunnilingus?!
-No, quiero que me lo hagas.
-¡¡Quita, quita, Chiquita, quita!!
Ariana, sabía por donde atacarlo.
-Tendré que pedirle a la doncella que me lo haga.
-¡Ni se te ocurra!
-Venga, papí, cómemela.
-¡¿Pero a ti quién te enseñó ese lenguaje?!
-No se revelan las fuentes. Mámamela
-No lo voy a hacer, Chiquita.
-¿Te dan asco los mocos de mi chochito?
-Se le llaman flujos, jugos…
-¿Te dan asco?
-¡¿Asco?! Para nada.
Ariana se quitó el bikini. Se recostó en el sillón, abrió las piernas, y le dijo a su padre:
-Ven y bebe de mí, papá.
Leandro vio el sexo abierto y mojado rodeado por pelitos rubios, y no se pudo resistir. Se arrodilló y puso sus manos sobre sus piernas. Fue besando sus muslos… Al llegar al chochito, empapado, lamió y bebió. Acto seguido lo metió todo en la boca y le metió la punta de la lengua en la vagina. Los gemidos de Ariana eran la cosa más dulce que había sentido.
-Bésame, papá. Quiero conocer el sabor de mis jugos.
Leandro besó con lengua a su hija. Ella lo besó a él. Leandro ya estaba empalmado de nuevo. Le comió las duras y sedosas tetas, dulcemente, lamiendo, chupando, mamando tetas y pezones y magreándolas. Bajó de nuevo al chochito y con un par de docena de lametadas desde el ano al clítoris, Ariana, temblando, se corrió en la boca de su padre, diciendo:
-¡Te quiero, papá!
Al acabar de correrse, Leandro, empalmado como estaba pensó que si la penetraba la iba a reventar. Así que le dijo:
-Se acabó. Me voy a dar una ducha.
Se estaba duchando cuando llegó Ariana al baño, abrió la cortina de la ducha, vio a su padre masturbándose, y poniendose detrás de él, le preguntó:
-¿Quieres que te enjabone la espalda?
No se pudo negar. Estaba demasiadoi caliente.
-Enjabona.
Leandro, cortó el agua, Ariana, le cogió la polla y la untó con champú. La mano se deslizaba sobre ella produciéndole a Leandro una sensación como si la estuviese metiendo en un coño bien lubricado. Poco después, le preguntaba:
-¿Me enjabonas tú a mí, papá?
Leandro se dió la vuelta, echó champú en una mano y le frotó el coño con ella. Ariana, gimiendo, le dijo:
-Vas a a hacer que me corra otra vez, papá.
Leandro puso a su hija contra la pared. Se colocó detrás de ella, le separó las piernas, acercó su polla a la entrada de la vagina, empujó y le metió el glande. Entrara apretada pero sin producirle más que placer. Leandro, era perro viejo. Se la metió hasta el fondo, y después le preguntó:
-¿Cuándo empezaste a masturbarte, Chiquita?
-No quieras saberlo, papa.
La clavó con rápidos y fuertes arreones:
-¡¡Chof chof chof chof chof chof chof!!
-Quiero saberlo.
-Que más dá.
-¡¡Chof chof chof chof chof chof chof chof chof chos chof!!
-¡¡Ay que me corrro!!
-Habla.
-Hace un año en el aseo del colegio una amiga me masturbó. ¡Dame, papá, dame fuerte!
-¡¡Chof chof chof chof!
-¡¿Te comió alguna vez el chochito?!
Ariana parecía una perra en celo.
-¡Sigue, por fa, sigue, papá!
-¡¿Te lo comió?!
-¡Sí y me corrí en su boca! Dame, papá, dame más.
-¿Se lo comiste tú a ella?
-Sí, bebí mujer. ¡Fóllame, por favor!
-¿Qué motivo te movió a seducirme?
-¡¡Ooooooooh!! ¡Qué te quiero, papá!
-¡¡Chof chof chof chof chof chof chof chof chof!!
-¡¡Ooooooooooh!! ¡Me muero porque me hagas una cosita!
-¿Qué cosita?
-Métemela un poquito en el culo.
-Te va a doler.
-Métemela.
-¿Estás segura, Chiquita?
-Estoy segura de que me voy a correr al follármelo.
Leandro untó la polla con champú, se la acercó al ojete, empujó y entró como un supositorio. Ariana, exclamó:
-¡Que gustazo!
Leandro, le folló el culo suavemente. Ariana, quería caña.
-¡¡Dame, dame fuerte, papá!!
Leandro, la clavó sin piedad.
-¡¡Chas chas chas chas chas chas chas chas…!!
Al rato, Ariana, le dijo a su padre:
-¡¡Me corro, cariño!!
A Ariana le empezaron a temblar las piernas y Leandro tuvo que sujetarla para que no cayese. El orgasmo fue brutal. Al acabar de correrse Ariana, Leandro, se corrió dentro del culo de su hija. Al quitarla, dio otra vez el agua y se lavó la polla. Ariana, era insaciable, se agachó, y con la leche de la corrida de su padre saliendo de su ano, cogió la polla y le hizo con la mano lo mismo que le viera hacer a él. La metió en la boca y la chupó. A Leandro no tardó en ponérsele dura, y al estar dura, Ariana, se puso en pié. Con el agua de la ducha cayendo sobre ellos, la metió en el chochito hasta el fondo, rodeó el cuello de su padre con los brazos, lo besó, y moviendo su precioso culo, le dijo:
-Llévame al cielo, amor mío.
Ocho veces más la llevaría al cielo, una en la ducha y siete en su cama.
Quique.