El día que me toca ordeñar a mi esclavo sexual

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Le he pedido a mi esclavo que cuente aquí las rutinas que tengo con él, para poder humillarle más y que todo el mundo vea lo que se excita cuando está a mis órdenes y le domino. Si no os gusta lo que escribe, tendrá un castigo, así que vosotros decidís.

Aquí os dejo su relato:

Por fin es domingo y mi ama me ha prometido darme hoy el premio que llevo esperando toda la semana.

Llevo ansioso viendo cómo pasan los días y mi pene no para de llorar.

Ella no ha dejado que me corra y me ha prohibido que me toque durante todo este tiempo, ya que, quería tenerme con los huevos bien cargaditos.

Para mí, ha sido un suplicio y muchas veces he tenido ganas de masturbarme en el baño, sin que ella se diera cuenta. Pero el castigo si me pillaba, aparte de no tener mi premio hoy, era lo suficientemente doloroso como para quitarme esa idea, en cuanto tenía la tentación de tocarme.

Mi excitación, además, se vio aumentada porque todas las noches, después de cenar y antes de acostarse, mi ama se sentaba encima de mi cara, poniendo su culazo y obligándome a lamerlo entero, sin parar, hasta que se corriera.

Ella sabe que es lo que más me excita y le encanta restregarlo por mi cara y apretar fuerte hasta dejarme sin respiración, mientras yo lamo su precioso agujero y la penetro todo lo que me deja sólo con mi lengua.

Mi polla, en esos momentos, no para de llorar y tiene como espasmos.

A mí me encanta recorrer sus preciosas tetas con mis manos, mientras hundo mi cara en su húmedo coño, intentando penetrarla hasta con la nariz.

Al principio le valía con eso, pero cuando se empezó a aburrir, varió la técnica y haciendo un lazo con una correa, aprisonó mis huevos de tal manera que, cuando quería que lamiera más fuerte y más profundo, sólo tenía que tirar de ella.

Notar como tiraba de la cuerda y sentir todo su peso en mi cara, hasta el punto de casi asfixiarme, era motivo suficiente para que casi me corriera sin necesidad de que me tocara la polla, pero ella lo sabía y ejercía rítmicamente ese juego perverso, parando e intensificando mi tortura, hasta correrse dejándome excitado y frustrado.

Imagínense así durante 6 días, todas las noches. El dolor y la hinchazón de mis testículos era tal el domingo, que el solo hecho de que me rozara el pantalón, me producía una erección involuntaria.

Mi ama que, normalmente, no me deja ir con ropa interior, veía divertida la reacción de mi polla conforme iban pasando los días.

Pero, por fin, llegó el gran día.

Después de prepararle la cena, yo esperaba ansioso a que ella terminara.

Mi ama, ese día sabiendo mis deseos, se demoró más de la cuenta y prefirió quedarse en el sofá viendo una película aunque al día siguiente tenía que trabajar.

Mientras yo recogía la cocina y fregaba los platos, por fin, se acercó y agarrándome fuerte de los huevos me dijo:

—Ven rápido, te espero en mi dormitorio. Te lo has ganado.

Mi erección, ya de por si mediada, no se hizo esperar y como pude terminé mis tareas, me lavé (ella siempre me exige estar limpio y aseado para poder gozar de ella) y corrí hasta su habitación.

Allí estaba ella, sólo con un corpiño rojo que le regalé unas Navidades.

Tumbada, veía el móvil distraída.

Yo podía disfrutar de sus pechos realzados por el corpiño y su precioso coño rasurado que en ese momento estaba abierto porque ella con la otra mano jugueteaba con su clítoris aburrida.

La sola visión de mi ama en esa postura y con su coño abierto, hacía llorar mi polla. No iba a aguantar mucho y menos después de una semana de tortura como aquella.

Ella me miró y dijo:

—Ven, acércate, ya sabes lo que tiene que hacer.

Yo bajé la mirada, agaché la cabeza y me desnudé rápidamente. Después saqué un plug anal que ella siempre guardaba en la mesilla para estas ocasiones y un bote de lubricante.

A continuación me tumbé en el suelo boca arriba y subí las piernas a la cama abriendo las mismas.

Esta posición permitía que mi cuerpo quedara totalmente vertical y que mi pollita estuviera a la altura de mi cara.

Ella, entonces, se sentó en la cama, entrelazando sus piernas con las mías y sujetando con sus pies mis brazos, de tal manera que quedara totalmente inmovilizado.

La postura me resultaba dolorosa, más cuando mi cabeza estaba doblada y mi nuca apoyaba directamente en el suelo sin ninguna almohada.

Pero era tal mi excitación, siempre en aquella situación, que aunque hubiera estado recostado sobre chinchetas, no lo hubiera notado.

En ese momento, ella cogió el lubricante y vertió unas gotas en mi culo. Siempre me ha resultado muy placentero sentir el frío gel y su dedo recorriendo lentamente mi ano.

Mi ama sabe que me gusta que vaya recorriendo y penetrando el agujero un poquito con sus dedos para garantizar que está bien engrasado.

Después de esa operación, untando el plug, lo introdujo lentamente en mi culo. Primero la punta, sacándola y metiéndola despacio para después ir enterrando todo el consolador.

Antes le costaba, pero ahora lo hacía fácilmente, a pesar de su tamaño.

El placer que me producía era inmenso. Por ver cómo me enculaba de aquella manera y por saber lo que iba a pasar luego.

—Hay que cambiar de rabo, esclavo, éste entra demasiado fácil —me dijo, mientras volvía a sacarlo para comprobar lo que decía.

Yo asentí, sin poder articular palabra, por la postura y porque temía enfadarla y que parara el juego.

Ella siguió distraída con ese “mete-saca”, hasta dejarlo perfectamente encajado en mi culo. Ya no se movería de allí hasta mañana.

A continuación empezó a acariciar mi polla.

A esas alturas mi pene estaba duro y no paraba de gotear, por lo que gracias a la postura, el líquido caía en mi barriga e iba resbalando hasta mi pecho.

Yo lo miraba hipnotizado, viendo cómo se movía rítmicamente, bajo la experta mano de mi ama.

—Tienes un minuto —me dijo cortante —Si no te corres en ese tiempo, te quedarás así hasta el domingo que viene.

Yo seguía mirando concentrado mi capullo y como cada vez caían más gotas.

Ella cada vez iba aumentando más el ritmo.

En un momento, el masaje en mis huevos pasó a una leve presión y, al cabo de unos segundos, esa presión aumentó como si estuviera exprimiendo unas ciruelas.

El dolor y el placer se iban mezclando.

—Me aburres, ¡abre la boca ya! —me ordenó.

En ese momento yo pugnaba por chuparme el capullo. Sacaba la lengua, estiraba el cuello, pero sabía que no era posible. Mi elasticidad no era tanta.

— ¡Córrete ya, perro! —me gritó.

En ese momento, apretó con todas sus fuerzas mis huevos y el dolor se hizo insoportable.

Justo en ese momento gemí de dolor y mi polla empezó a soltar leche a borbotones. Ella evitando que los espasmos desviaran la trayectoria apuntó a mi boca y los lefazos empezaron a caer dentro.

Yo gemía de placer y no paraba de recibir mi propia lefa caliente. La notaba salada y amarga pero no podía tragarla, quedaba el regalo final.

—Así, así, perrito mío, recibe la lechita que te da tu ama —me decía entre divertida y excitada.

Yo notaba su miraba cargada de morbo y lascivia.

En ese momento y cuando parecía haber descargado toda mi leche, ella apretó un poco más mis huevos, en los que en ese momento ya casi no sentía del dolor y desde la base estiró mi polla exprimiendo las últimas gotas de lefa.

—No tragues —me recordó.

Yo asentí con la boca abierta, sin poder emitir sonido alguno, recibiendo las últimas gotas.

En ese momento, palmeó mi culo y sacó de un golpe el plug, lo que hizo que mi polla y mi culo volvieran a tener espasmos.

Después mirándome con placer, metió el consolador de mi boca.

—Abre bien, que se moje —me susurró.

Entonces, después de bañarlo bien en mi propio semen, lo volvió a introducir de golpe en mi ano.

—Ya puedes tragar.

Así lo hice y noté como mi semen espeso y amargo bajaba por mi garganta.

—Esa será tu cena, ya te puedes dormir.

Diciendo eso, se levantó y pude bajar las piernas.

Yo estaba dolorido. Me dolía la espalda, el cuello y los huevos, pero estaba feliz. Mi ama me había ordeñado y dado mi leche.

A pesar de la corrida, como notaba mi culo lleno, volvía a estar excitado y mi polla volvió a ponerse dura.

—Así me gusta, buen chico —dijo mi ama acariciándome el pelo y mirando mi erección –Siempre con la pollita dura para tu ama.

FIN