En el baño dejo que me domine y haga lo que quiera

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En cuanto bajo del carro le entrego el pequeño control remoto en sus manos. 

-“Tú decides qué hacer con él.”

Carlos guarda apresurado el mando en su bolsillo, se pone un saco negro y enseguida entramos al salón tomados del brazo, con toda la calma del mundo para que yo no tropiece con los tacones. Vemos a sus padres a lo lejos y de inmediato caminamos hacia ellos para saludar. Es la boda de su primo y han invitado a toda la familia. 

La fila de besos y abrazos con el resto de los contertulios es interminable. Por momentos siento que me he pasado un poco de la raya, pero a veces la rutina puede tornarnos en vasallos. 

Al cabo de varios minutos nos sentamos en el lugar asignado. No sólo estamos junto a sus padres; compartimos mesa también con sus tías. En particular con su tía Andrea, quien siempre lo trata como un crío, además de insistir en lo guapo y educado que es su “niño consentido”. 

-“Es un santo.” 

Le respondo a su tía con risas mientras beso a Carlos en los labios, recorriendo con discreción su entrepierna por debajo de la mesa. 

Lo que no sabe la tal Andrea es que traigo puestas unas bragas con vibrador, y que el mando a distancia lo trae se encuentra en el bolsillo del pantalón del chico perfecto. 

Recién le he contado de la sorpresa mientras íbamos en el auto y Carlos no sabía si detenerlo, dar media vuelta  o continuar el destino. 

-“Es broma… debiste probarlo en otra ocasión… sabes que toda mi familia estará ahí?… y yo lo manipulo y pretendo que no pasa nada?… y por qué no lo hicimos mejor antes de venir a la fiesta?… eres una cabrona, en verdad.”

Algunos tragos y horas después Carlos se relaja con la situación. Mientras converso con sus primas sobre el trabajo y la vida en general, brindamos por los novios deseándoles lo mejor del mundo. 

Y De pronto el alcohol me sonroja más de lo habitual. Carlos ha encendido el vibrador y ahora me toca tragarme mis palabras. Con mucha discreción me recargo sobre la barra del bar y busco un banco para sentarme. Una de sus primas me pregunta si me encuentro bien.

-“No pasa nada… es el cansancio de la semana” 

Respondo mientras aprieto las piernas con fuerza. Volteo a todos lados para encontrar a Carlos en el lugar, pero no consigo ubicarlo. El aparato continúa trabajando y yo siento mis bragas humedecerse con la vibración directa sobre mi clítoris. 

Trato de mantener el hilo de la conversación, pero cada vez me resulta más difícil concentrarme y mantener la calma. Por momentos quisiera gritar de placer, pero a cambio tengo que sonreír ruborizada para disimular. 

Tomo el último trago de la copa y me levanto de golpe. Me aparto del grupo buscando un poco de aire. 

Caminando por el salón veo a lo lejos a Carlos riéndose, sosteniendo una copa en la mano mientras platica con unos conocidos, en tanto que la otra mano la tiene en el bolsillo. Pedazo de cabrón. 

Caminando con nervios, logro sentarme en una mesa desocupada para poder correrme en medio de la fiesta. Un orgasmo delicioso entumece mis piernas y tengo que doblarme para poder gemir por debajo de la mesa. El sonido del ambiente y de la música ahoga mis gritos, y yo me quedo agachada algunos segundos hasta que alguien me toma del hombro por detrás. 

-“Te encuentras bien, linda? Te pasa algo?”

Es la tía Andrea, quien me ha visto a lo lejos y no estaba segura si me ocurría algo grave. Me excuso con ella con el pretexto de que los zapatos me están matando. Sin poder zafarme de la plática, me quedo con la tía sentada a mi lado, intentando conversar con ella de manera muy dispersa. Finalmente llega Carlos para rescatarme. 

-“Tía, me permites bailar con esta linda chica?” 

La tía Andrea asienta con la cabeza y Carlos me toma de la mano para ayudarme a ponerme de pie. Apenas llegamos a la pista de baile, Carlos me sujeta por la cintura y se pega a mi cuerpo.

-“Eres una boba. Te he visto a lo lejos mientras estabas en la barra del bar. No sabía si morir de risa o ir directo a besarte.” 

Pero esto no ha terminado. Tengo un mejor plan: le digo a Carlos que me encuentre dentro de unos minutos en el baño de hombres y que sea muy discreto. Le doy un beso antes de retirarme. 

En cuanto entro al baño me aseguro de que no haya nadie más y de inmediato ingreso a una cabina. Sin pensarlo dos veces me subo la falda del vestido a la altura de los muslos y permanezco en silencio esperando su llegada. 

La puerta del baño se abre permitiendo que entre el sonido del exterior por un momento. En cuanto se cierra la puerta se hace un silencio incómodo en el lugar. 

Carlos abre la puerta de la cabina con nervios y en cuanto ingresa la cierra de manera estrepitosa. De inmediato mete sus manos bajo la falda y me quita las bragas mientras me acomoda sobre la caja del inodoro. Pasa uno de sus dedos sobre mí para corroborar lo húmeda que estoy y sin previo aviso se esconde bajo la tela para comerme el coño con la boca. 

Para Carlos, chuparme después de un orgasmo es como saborear una victoria ganada. Con sus dedos abre los labios de mi vulva y mete su lengua lo más que puede. Me da lengüetazos con tanto ímpetu  y morbo que apenas puedo callar mis gemidos para evitar que nos descubran.

Con un gesto brusco me pone de pie y me voltea, subiéndome la falda por detrás. Apenas y se desabrocha el pantalón para comenzar a cogerme con fuerza empujándome contra el retrete, mientras su cuerpo se recarga sobre mi espalda. 

Dejando el pudor de lado, me coge con fuerza mientras me jala por el hombro con sus manos. 

Me muerde suavemente y susurra sin descaro cosas a mi oído.

-“Te gusta así? Quieres que te dé más fuerte?.” 

Entre susurros le repito que sí, que me coja cuanto quiera y como quiera. Que me gusta sentirlo hasta que me llene con su semen por dentro. 

Carlos me da un último empujón antes de fundirse en un orgasmo, dejando caer todo su peso sobre mí.

Me pide que no me mueva para no ensuciarnos, pero a mí me da igual. Me siento sobre el inodoro para lamer los restos húmedos que quedan sobre su pene. Tomo un pedazo de papel higiénico para terminar de limpiarlo antes de subirle el pantalón. 

Me pasa otro pedazo de papel y me dice que haga lo mismo conmigo para no. Me ayuda a ponerme las bragas mientras se ríe por el asco de prenda que llevo puesta. Al final me da un beso guarro apretándome por el culo con el pretexto de arreglarme la falda del vestido.

Quedamos de acuerdo en que uno saldrá primero y el otro esperará unos minutos para aparecer después. Le recuerdo que se lave la cara antes de volver a la fiesta, para evitar que la tía Andrea se olvide de la inmaculada opinión que tiene de él.