Era un viaje más, era una mañana como siempre con la única diferencia de que ese día me encontré con una diosa que me volvió loco

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Mi nombre es Arti, tengo 27 años y vivo en el sur de Madrid. Desde que me inicié en el sexo, a los 17 años, siempre me habían llamado la atención las mujeres más mayores que yo y he fantaseado con muchas, pero nunca había tenido la oportunidad de intimar con ninguna, hasta este viaje.

Por motivos de trabajo, suelo desplazarme al centro de Madrid varias veces por semana, y normalmente, lo suelo hacer en transporte público. Aquella mañana, tenía que ir al centro, por lo que me levanté con tiempo para no llegar tarde. Al salir de casa, me percaté que caminando a unos 100 metros de mí, iba una mujer y no pude evitar quedarme embobado mirando como caminaba. Movía sus caderas de una forma elegante. Vestía una falda roja, a la altura de las rodillas, y llevaba unos tacones no muy altos también rojos. Vestía una camiseta blanca, que dejaba ver su espalda, aunque en ese momento su pelo rubio la tapaba. Mediría 1,70 y tenía un buen cuerpo, aunque sin llegar a ser la chica exuberante que seguramente sería con 25 años. Su culo me hipnotizaba, y la polla empezaba a ponerse dura.

Tras mi embobamiento inicial y las señales de mi polla, seguí mi camino hacia la estación de tren, con la sorpresa de que ella también se dirigía allí. Podría disfrutar de las vistas hasta que llegara el tren. Una vez en el andén, pude verla de frente, y no pude evitar resoplar al ver su escotazo, que dejaba ver sus pechos grandes y los cuales, estaban bastante bien. El tren llegaba, y me negaba a dejar de poder verla. Iba a intentar sentarme lo más cerca posible.

Tuve suerte, pude sentarme enfrente suya, aunque se percató de que quería hacerlo ya que me miró y miró al resto del tren, casi vacio. No debía entender porqué me senté ahí, si tenía sitios de sobra vacios y donde podría ir más cómodo.

Pronto se dio cuenta de que no podía parar de mirar sus piernas y su escote. El bulto de mi pantalón era muy evidente, y aunque intentaba que no se me notara, ella se dio cuenta de que algo estaba pasando. Me miró el paquete, y sonrió. De haber podido, me hubiera corrido en ese mismo momento.

En ese momento, se inclinó y me dijo:

– Con lo joven que eres, deberías aprender a controlarte.

– Disculpa? -Le dije con voz quebrada de la vergüenza.-

– No te hagas el tonto, está el tren vacío, y te sientas delante de mí, no dejas de mirarme las piernas, y me estás comiendo las tetas con la mirada. -Lo dijo con un tono serio, pero sin llegar a ser desagradable-

Su tono de voz me hizo estar desconcertado y me hizo sentir estúpido, ya que se había dado cuenta de todo.

– Perdona, no quería incomodarte…

Me miró y me dijo sonriendo:

– No he dicho que me incomodes, solo que deberías controlarte. -Miró hacia el bulto de mi pantalón- El bulto de tu pantalón solo me hace pensar que desde que ha salido el tren, te estás imaginando toda clase de guarrerías conmigo.

Me llené de valor, ya que su forma de ser ante la situación me estaba excitando aún más, por lo que le dije:

– Así es. Aún así, disculpa, debería haberlo disimulado.

– Entonces solo quieres que pase en tu mente? Tanto para que solo se quede en tu mente? -Después de sus palabras, me acarició la pierna levemente-

– Me encantaría que pasara de verdad. Me encantaría meter mi cabeza entre tus piernas. -Tras decirlo, el corazón me iba a mil. No me lo creía-

*Próxima parada, Méndez Álvaro* dijo la megafonía del tren.

Tras escuchar mis palabras, me miró muy fijamente y se mordió el labio. Se levantó, y cuando parecía que todo había acabado y cada uno seguría su camino, se agachó y me dijo al oido:

– Bájate y sígueme.

Me levanté rapidamente, y ví que mi polla estaba a reventar. Intenté disimular el bulto de mi pantalón, pero iba detrás de ella a unos 2 metros, y no podía dejar de ver mover su culo. Que iba a pasar? Donde íbamos?

Se dirigió hacía la estación de autobuses, y una vez subimos las escaleras, me miró y me hizo una señal para que la siguiera a los baños. No había nadie por suerte, y al entrar al baño sin que nadie nos viera, me cogió de la mano y me llevó al final, donde estaba el baño de minusválidos, que era grande.

-Voy a enseñarte a respetar a las mujeres mayores -Me dijo mientras me miraba a los ojos y agarraba el bulto de mi pantalón- Madre mía, parece que la enseñanza va a estar bien, porque menuda herramienta.

Me besó mientras me agarraba la polla, y mis manos cogieron ese culo que se movía minutos antes delante de mí. Me empujó contra la pared, y se agachó poniéndose de cuclichas. Me quitó el cinturón mientras no dejaba de mirarme a los ojos. Mi polla estaba a reventar y saltó de mi pantalón, creo que nunca había estado tan dura. Se relamió, algo que me puso más cachondo aún. La agarró y se la metió entera en la boca, sin dejar de mirarme. Di un respingo, pero enseguida me dejé llevar, y dejé que su boca empezara a moverse a un ritmo frenético. Me miraba y se la sacaba de la boca, para pasar su lengua por mis huevos, y después la llevaba por el tronco hasta volver a engullirla. Se la metía entera, sin pestañear, con sus labios y su lengua jugueteaba con mi glande para volver a clavársela entera en la garganta.

-Me voy a correr. -Le dije sin casi poder hablar, estaba en la gloría-

Sin decirme nada, aumentó el ritmo y no pude resistirlo. Exploté en su boca corriéndome como nunca antes lo había hecho. Mi corrida le llenó la boca, pero no dejó nada, y tragó con una sonrisa en la cara mientras me miraba.

Se levantó y me dijo:

– Ahora, me vas a comer tu a mi el coño, hasta que me corra yo en tu boca.

Sin decir nada, le dí la vuelta, y le hice apoyar sus manos contra la pared y sacar el culo para poder acceder a su coño de forma fácil. Levanté su falda roja hasta sus caderas. Vaya culazo, llevaba un tanga de color negro, de encaje. Baje su tanga hasta sus rodillas y sin poder aguantar más, metí mi cabeza en su culo, lo cual no esperaba ella, ya que se sorprendió y me miró con una sonrisa pícara. Lamí suavemente su culo, para después introducir mi lengua por su agujero provocándole un pequeño gemido. Mi lengua no paraba de moverse y decidí que era momento de probar ese precioso coño sin ningún solo pelo y así lo hice. Levanté levemente su cadera y le pase la lengua desde el clítoris hasta su culo, repitiendo ese movimento hasta que me centré en comerme su clítoris. Mi polla volvía a estar super dura. Sus gemidos iban en aumento, y aunque apagados debido al sitio donde estábamos, no podía evitar que se le escapara alguno. Mi lengua y mis labios estaban en su agujero, y pasaban al clítoris, haciéndola temblar de placer, hasta que noté como se tensaba su cuerpo y como se corría con un fuerte grito ahogado con su mano mientras miraba hacía atrás.

Sin darle tiempo a relajarse y sin decirle nada, metí mi polla de una atacada en su coño, clavándole toda la extensión hasta los huevos, y entonces gritó, y me dijo:

– Eres un cabrón, fóllame muy fuerte, quiero que te corras dentro de mí.

Dicho y hecho, empezé un vaivén fuerte. Se escuchaba gente fuera. Mis manos agarraban sus caderas y me la follaba como si nunca lo hubiera hecho. Se escuchaba el rebote de mi tripa contra su culo y nos daba igual. La agarré fuerte del pelo y sin dejar de follarla la traje hacía mí arqueando su espalda para decirle:

– Todavía no me has dejado cogerte de las tetas, y desde que te he visto, no puedo parar de pensar en agarrarlas.

Me miró y con cara de placer mientras seguía follándola se las saco de su camiseta y del sujetador, dejándolas al aire para que las cogiera, y eso hice. Agarré sus grandes tetas, aunque mis manos no daba para cogerlas enteras, y seguí follándola. Se corrió muy poco después y tras su corrida vino la mía. La llené y cuando saqué mi polla, parte de mi corrida se deslizó por su piernas, a lo que ella aprovechó para ponerse recta y pasar su mano para después llevársela a la boca. Cuando se limpió las piernas, hizo lo mismo con su coño.

– Me tengo que ir. Creo que ya has aprendido a disimular mejor.

Salió del baño y se fue.

Salí yo, y tras comprobar que no había nadie, me fui de allí a trabajar. Llegué algo tarde, pero mereció la pena.

Volví a verla en el tren varios días después, y con una sonrisa, ambos nos saludamos. Quien sabe si volveremos a visitar otros baño. Desde entonces no puedo dejar de imaginarme cual será mi próxima vez con una mujer madura.

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