Erick es como la manzana prohibida. Eso es lo que me excita, el haber oído tantas veces sus historias de conquistas

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Me despierto muy temprano y me visto con ropa de estar por casa para sentirme mas cómoda, en vez de algún vestido fresco y ligero de verano.  Después, me arrepiento por no ponerme un vestido que me quede bien . No me debería de importar como me vea Erick  y, no sé por qué no puedo dejar de imaginar cómo debe ser un beso suyo, con esos labios tan tremendamente sexys.

Erick es como la manzana prohibida. Eso lo que me excita, el haber oído tantas veces sus historias de conquistas o incluso ,ver como seduce a otras mujeres. O su forma de ser, tan seguro de sí mismo y tan  guapo y sexy en cada movimiento y gesto que hace. Sé que Erick no me conviene y sé que en una relación entre el y yo no saldría bien . Pero, también sé que tener relaciones sexuales con una persona así, es una de esas experiencias que me quedan por vivir.

Voy hacia  la terraza con dos tazas de café y, cuando le doy su taza, siento que me roza con sus dedos. No sé si es sin querer o queriendo pero, de repente, siento escalofríos con solo rozarlo.

– Pocas veces hemos estado los dos solos… –Erick me mira. Me pongo muy nerviosa estando tan cerca de él.
– Es verdad no solemos compartir muchos cafés juntos… –replico titubeante.
– Y eso que nos conocemos desde hace algunos años… ¿Cuántos años llevas saliendo con Aléx? –Mencionar su nombre hace que me sienta culpable, sin ni si quiera haber hecho nada.
– Haremos tres años en pocos días, dos viviendo juntos –recompongo el semblante.
– Te voy a contar un secreto, pero no se lo digas a Aléx…

El primer día que te vi en aquel pub con tus compañeras del trabajo, iba directo a hablarte. Había algo en ti que me gusto muchísimo… No sé, la forma en que bebías de tu gintonic, el vestido rojo ceñido, tus ojos verdes y grandes… En ese momento, Aléx se puso a tu lado y me dijo que eras su nueva pareja. Quise romperle la cara por haber tenido la suerte de conocerte antes que yo.

Me quedo sin palabras por lo que me acaba de confesar. No esperaba que me contara eso y menos él, ni mucho menos que lo recordase con tantos detalles. Ni si quiera sé por qué me cuenta esto ahora.

Me siento un poco acalorada y perdida, así que me levanto para ir al baño a refrescarme un poco. Me mareo ligeramente, perdiendo un poco el equilibrio. En ese instante, Erick se levanta y me agarra para que no caiga al suelo.

– ¿Estás bien? –me pregunta Erick.
– Sí, sí, me he levantado muy rápido, sólo es eso.

Erick no deja de mirarme. Y  me coge con más fuerza y, para mi sorpresa, puedo sentir su erección entre mis piernas. ¡Qué narices! Me separo tan rápido cómo puedo…

– Voy al baño un momento.

– Has tardado bastante, y me preocupaba que no estuvieras bien.
– Sí, solo me he sentido mareada pero ya esto bien.

– Además Aléx estará a punto llegar a casa.

No creo, dijo que tardaría mas tiempo de lo normal. Aún nos queda tiempo… –asevera sin compasión.
– ¿Para qué?

Me empieza a acariciar lentamente por mi espalda pero, cuando estoy a punto de ronronear de placer como una gata en celo, reacciono.

– ¿Qué te crees que estás haciendo, Erick?
– Tocarte… Llevo tanto tiempo a que llegara este momento, de saber cómo será tu piel de suave, de saber cómo será tu cuerpo desnudo bajo ese vestido.
– No digas burradas Erick, Aléx es tu mejor amigo.
– Aléx  no tendría por qué enterarse de esto…
– Lo sabría yo.
– Lo sé. Pensarás en ello cada vez que nos volvamos a ver; pensarás en ello incluso cuando estés con Aléx; y no sabes cómo me pone eso.

Erick desabrocha lentamente mi sujetador, como si fuera incapaz de moverme, dejo que me quite la camisa blanca y deslice los tirantes de mi sujetador por debajo de mis hombros.

Mi cabeza emite palabras que mi cuerpo ya no interpreta porque, mientras niego, agarro su cabeza y la subo para besarle con pasión y desenfreno. Sabe a deseo puro y concentrado. Su lengua aguijonea mi boca, a la vez que su erección se clava con urgencia entre mis piernas.

– Sólo dilo. Pídemelo, y te hago mía aquí y ahora. Sólo tú y yo, sin que nadie se entere de esto.

Y sin que las palabras se filtren por mi cabeza, salen solas de mi boca:

– ¡Fóllame Erick! Hazme tuya como nadie lo haya hecho.

Como si fuera casi una orden, Erick me coge en brazos y me lleva del cuarto de baño al dormitorio –En la cama de su mejor amigo. Nos quitamos la ropa a la vez, como animales en celo que han dejado de pensar en cualquier ley racional y sólo saben dejarse llevar por sus instintos. Se sienta en la cama pero, cuando estoy a punto de posarme sobre él y dejar que me penetre, sonríe y me para.

– Déjame saborearte primero…

Me siento la peor persona del mundo por pensar en mi novio en este momento. Pero en al sentir la lengua de Erick entre mis pliegues para introducirla en lo más oscuro de mí, la culpa y el miedo se disipan. Creo que voy a llegar al orgasmo pero, entonces, Erick para y me da la vuelta. Me inclina sobre la cama y, para mi sorpresa, comienza a comerme todo como nadie lo ha hecho nunca. Abro los ojos de par en par ante la intensidad de una sensación del todo desconocida que, de hecho, me gusta más de lo que jamás hubiera pensado. El orgasmo me abrasa sin piedad mientras la lengua del mejor amigo de mi novio se cuela en mi parte trasera. Intento no gritar porque no quiero dejar pistas. No quiero que nadie pueda enterarse de lo que está pasando.
Erick vuelve a darme la vuelta y, sin saber cómo lo ha hecho, ya tiene un condón puesto en su pene erecto. No lo pienso más, me siento sobre él y me meto su pene en la vagina con mis propias manos. El primer orgasmo me ha dejado tan húmeda que se desliza con facilidad hasta lo más hondo de mí. Creo morir de placer al sentir como su sexo duro acaricia mi interior en cada una de sus embestidas. Me coge de las caderas y, a diferencia de ese mete saca que tantas veces he sufrido, se mueve para presionar todos mis puntos sensibles, sin dejar de penetrarme con fuerza. Quiero más, necesito más. Esto es una auténtica locura, una perdición, un viaje sin retorno. Nunca había sentido el sexo así, con tanto deseo, y creo que el orgasmo va a volver a encontrarme sin remedio. Erick clava sus ojos marrones en mi mirada.

– ¡Grita! Antes no has gritado cuando te has corrido… ¡Grita para mí! Déjame sentir cómo te gusta.
– No. ¿Y si alguien nos escucha? ¿Y si Aléx nos escucha?
– Nada me excitaría más que nos escuchase…

Como si esas palabras prohibidas hubieran activado algo dentro de mí, me corro con una intensidad desconocida. Rompiéndome en mil pedazos y gritando todo el placer que había escondido, Erick aumenta el ritmo y con un sonido gutural –enormemente masculino– se deja ir conmigo.
Tras una ducha exprés en el baño, exhausta y hechizada por esos ojos marrones, vuelvo con él a la terraza para recuperar el resuello con nuestras tazas de café. Erick  acaba de colgar el móvil.

– Es Aléx. Dice que ya llega.

Asiento con la cabeza y cruzo las piernas, como si así disimulara la humedad que hay entre ellas. Vuelvo a beber de mi café acallando las perversas ideas que vagan por mi mente.

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