Esa mañana conocí a un chico por Grindr, por la noche nos juntamos y no hicimos más que destrozar nuestros cuerpos hasta el cansancio

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Era sábado, no iba a haber nadie en mi casa en todo el día y tenía ganas de follar. Y eso hice. Me llamo Dani, 22 años. Soy alto (1,82), un cuerpo normal, ojos claros y un pelo castaño muy claro, casi rubio.

Eran las 12 de la mañana cuando abrí Grindr. Un chico nuevo, que no había visto nunca desde que tenía la App, me salía a 150 metros, muy cerca y por la foto parecía estar bueno. Le escribí y tardo un rato en responderme. Mantuvimos la típica conversación banal de presentación. Se llamaba Jose, 25 años, un cuerpo formadito, pelo corto moreno, depilado, unos ojos marrones intensos y un buen rabo, y versátil. Le invité a mi casa por la tarde, algo que aceptó.

Mientras llegaba la hora seguimos hablando de lo que nos gustaba en el sexo, y un poco de nuestras vidas. Me contó que era algo intenso, a veces bruto, y que le gustaba mucho hacerlo a oscuras. Decía que no ver nada te daba el morbo de tener que buscar con la boca si quieres comer algo. Acordamos hacerlo así, completamente a oscuras.

Llegó la hora del encuentro, yo estaba en la terraza mirando como llegaba. Tenía bastante buena pinta en persona. Entró, cerramos la puerta y no tardó ni dos segundos en comerme la boca. Que bien besaba el cabrón. Estuvimos como 10 minutos en la puerta besándonos y tocando todo el cuerpo del otro a diferentes ritmos. A veces de forma desenfrenada, pero a veces con cariño.

Le cogí de la mano y le llevé a mi cama. Mi habitación ya estaba preparada. Había bajado la persiana por completo, cerrado la puerta y no había ni una gota de luz. Y ahí comenzó la fiesta. Me empujó contra una de las paredes de una forma algo brusca, para a continuación seguir besándome y comiéndome el cuello. Me daba unos buenos lametones y algún mordisco. Yo le correspondía igual, y con algún que otro gemido. Me quitó la camiseta para seguir lamiendo y mordiendo mi pecho, jugaba con mis pezones y mi ombligo, lo estaba disfrutando mucho.

Después, cogí de su cintura y le empotré a él contra el armario, y directamente le quité la camiseta y los pantalones. Si el tío quería caña, caña iba a tener. Seguí besándole y lamiendo cada centímetro de su cuerpo mientras suspiraba de lo bien que se lo estaba pasando. Aprovechaba los movimientos para rozar su paquete (o paquetón, era inmenso) con las manos, los brazos, el pecho o mi paquete.

Cuando menos me lo esperaba, me cogió del pelo, tirando de él, y me puso de rodillas. El mensaje estaba claro y recibido. Le bajé los boxers con los dientes y el pollón golpeó mi cara. Debía medir como 21 centímetros y era gordo, un manjar. Sin dudarlo, me lo metí en la boca. Al principio me costó un poco, pero después mi boca y mi lengua se fueron acostumbrando hasta meterme los más de veinte centímetros hasta la campanilla. El muy cabrón me cogió del pelo y empezó a follarme salvajemente la boca. Creía que se iba a correr ahí, porque la situación era muy morbosa, pero el tío aguantó. Estuve como 10 minutos comiendo cada centímetro de ese rabo.

A continuación me levantó y me tiró a la cama. Me bajó los pantalones y los boxers de una, dejándome completamente en bolas. Con su lengua comenzó a buscar mi rabo. Lamió mi pecho, mis pezones, mis muslos, hasta que llegó a su premio. Jugó con ella con su lengua. Lamió todo mi tronco sin llegar a metérselo en la boca. Jugó con mis huevos. Y llegó el momento. Se metió toda de una en la boca, sin arcada, tenía experiencia parecía. Creo que fue una de las mejores mamadas que me han hecho nunca, me costó mucho aguantar la corrida. Levantarse todas las mañanas con una mamada como esas levanta el ánimo a cualquiera.

Cuando me comió bien el rabo pasó a otra cosa que le gustaba también mucho: mi culo. Me puso a cuatro patas sobre la cama e introdujo su lengua lo máximo que pudo. Mis gemidos eran muy intensos en ese momento, con una mano me agarró del pelo y me empujó la carra contra la almohada. Que me tiren del pelo me pone mucho. Era un maestro comiendo culos, lo único que pensaba quera que por favor me follara ya.

Se separó sin decir nada ni hacer nada. Le había perdido la pista, iba a ir a encender la luz cuando de repente sentí su rabo entrar a presión en mi culo. Lo de meterla despacio este tío no lo practicaba. Que te metan ese rabazo de golpe en el culo duele mucho. Volvió a cogerme del pelo y me pegó la cara de nuevo contra la cama para que no se me oyera. Tuvo la decencia de, después de clavarla de esa manera, estar quieto un par de minutos hasta que mi culo se acostumbrara. Pero el descanso duró poco. Empezó a follarme a una velocidad enorme, creía que me iba a partir en dos con el dolor que me estaba produciendo, pero a los pocos minutos se convirtió en placer. Me agarraba del pelo mientras me follaba, me ponía cachondísimo. Que movimiento de caderas más bueno tenía.

Tras un rato follándome a cuatro patas mientras me tiraba del pelo y a una velocidad bastante considerable, me dijo que me sentara en su rabo, y así hice. Comencé a cabalgar, sintiendo esos 21 centímetros hasta el fondo. Qué placer. Y se notaba que a él le gustaba, porque me daba unos pequeños azotes de vez en cuando, y movía también la cadera para meterla aún más. Estábamos en la gloria, y a punto de corrernos. Sus suspiros incidaban que andaba cerca, tan cerca que me preñó entero. Comencé a sentir chorros de semen caliente dentro de mi culo, lo que hizo que su pecho se llenara de la misma sustancia a los pocos segundos. Ambos explotamos. Nos quedamos un rato en esa postura, no podíamos movernos del cansancio que llevábabamos encima.

Nos duchamos para quitarnos el sudor y el semen de nuestros cuerpos. Después nos tumbamos en la cama, ya con la luz encendida, y charlamos un rato. Porque la cosa no terminó ahí. A la media hora estaba comiéndole otra vez el rabo, a la vez que él me comía el culo. Un buen 69 que a ambos nos puso muy cachondos. Pero esta vez no iba a ser yo el follado. Le puse boca abajo y comencé a comerle el culo. Debo de hacerlo muy bien, porque por su boca solo salían intensos gemidos y movimientos de cadera que indicaban que quería que le follara con la lengua… o con otra cosa. Me tumbé encima suya, con el culo ya dilatado, y se la introduje igual que él me había hecho a mi, a presión. El cabrón no se quejó, le gustó mucho.

Le reventé el culo, estuve follándole en esa postura durante cerca de 15 minutos, pero queríamos más. Me senté en la cama, con mi espalda pegada en la pared, y después le senté sobre mi polla. El cabrón movía mucho las caderas de forma sincronizada con mis embestidas, lo que hacía que el placer fuera mayor. Mientras, me agarraba del pelo y gemía. No pude más y me corrí en su culo. Él, por cambiar, se corrió en mi cara.

Ya si que sí, nos dimos una última ducha y nos despedimos. Habíamos destrozado nuestros cuerpos, y sin duda íbamos a repetir.

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