Esa noche folle con esa hermosa joven llamada Vasiliy, me fascino lo delicada que era y me enamore de esa inocente y puta chica

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Faltaban diez minutos para las ocho de la mañana cuando salí del hotel y enfilé la Vía Laietana, no había desayunado y sentía un nudo en el estómago, caminé sin prisas y llegué a las puertas del edifico, una casa de antiguas viviendas señoriales reconvertida en oficinas, la empresa ocupaba las tres primeras plantas, Joel mi mentor, tenía su despacho en la tercera pero la comunicación entre ellas era interna y la recepción se encontraba en la planta más baja.

Pasé la puerta batiente de tres hojas y me encontré en un amplio recibidor muy moderno, con un mostrador en el centro, me dirigí hacia él y espere a que me atendiera una señorita morena y muy bien preparada que miraba una pantalla, al cabo de dos minutos o menos levantó sus ojos de lo que estaba mirando.

-Buenos días, ¿en qué puedo atenderle? -todo ello en catalán pero comprensible para mí.

-Estoy citado con el señor Joel. –entonces me miró más atentamente, sonreí a su escrutinio.

-Es en la tercera planta, pero no ha llegado aún, puede esperarle estará aquí en un momento. – ahora me hablaba en español, hace un gesto con su mano señalando distintos centros de espera con butacas y mesas bajas.

-Gracias, y si no le importa decirle que le espero cuando llegue. –le dije mi nombre, se le marca una sonrisa de suficiencia en la boca.

-Por supuesto, ya sé que está usted esperándole. –creo que mi petición ha sido muy tonta, claro está, ella sabe hacer su trabajo.

No tengo que esperar mucho y yo mismo le reconozco de vernos en videoconferencia, antes de que la señorita recepcionista le hable me he levantado y voy hacia él.

-Buenos días, soy Daniel. –extiendo mi mano para estrechar la suya.

-Bienvenido, no tenías por qué haber venido tan pronto, Joel. -se presenta él dando por supuesto que nos conocemos. -Sígueme. –habla algunas palabras con la del mostrador y se encamina a una puerta de ascensor detrás de la recepción. Miro a la señorita que me ha atendido.

-¡Gracias! – le agradezco su atención y ahora me sonríe de otra forma más personal y agradable.

Subimos a la tercera plata, y en un largo pasillo abre una puerta.

-Aquí vamos a reunirnos, voy a localizar a los demás, espérame y si quieres un café en aquella puerta hay máquinas.

Es una gran sala donde llama la atención una mesa larga de reuniones, como para veinte personas, con sus butacas y algún mueble auxiliar en las paredes. Cuelgan algunos cuadros, reproducciones de Vasili Kandinski, simples litografías pero muy bellas.

Dejo mi portapapeles sobre la mesa y me dedico a curiosear los cuadros y mirar por las ventanas que ocupan casi toda una pared y dan a otra calle diferente.

Estoy de espaldas mirando a la calle y se abre la puerta, entra Joel y le siguen otras personas más, cuatro chicas y dos hombres de diferentes edades, nos va presentando por los nombre y nos sentamos en una esquina de la gran mesa, me pide que me coloque a su lado.

Les hace un resumen de quién soy y me parece que todos saben algo sobre mí, luego cada uno de ellos habla sobre su puesto y función en la empresa, son directores de áreas comercial, marketing, valoraciones de productos, todo ello relacionado con lo comercial y luego comienzan a hacer preguntas sobre lo avanzado de nuestros procesos en Francia y tengo que recurrir a veces a mis apuntes.

La mañana trascurre con ellos sin parar de hablar y sobre todo de responder las preguntas que me hacen, hay un pequeño descanso y nos levantamos para tomar algo en la sala de máquinas expendedoras, pregunto por el baño para ir a orinar y puedo tomar un té, el estómago me atenaza de los nervios y quizá el hambre.

La segunda sesión es más larga y me inundan de preguntas, pero resulta más suave al haber momentos de cambio de impresiones entre ellos y discusión sobre algún punto y además estamos entrando en confianza, en algún momento se escucha alguna risa sobre todo cuando me pierdo en una explicación compleja o no conozco la respuesta y me encojo de hombros.

A la una p.m. se da por terminada la reunión que se continuará a la tarde, nos levantamos y pensaba ir a comer al hotel que está cercano y quizá subir a la habitación para refrescarme la cara.

-Daniel, espera un momento y tu Sofía no te vayas. -voy recogiendo mis papeles.

-Puedes dejarlos aquí, luego continuaremos. –si claro está, dejarlos allí, de acuerdo, pero no tirados, prefiero meterlos en mi carpeta.

-Vamos a comer con Daniel y entretenerle un poco para que se relaje. –Joel se ríe muy bajo y Sofía solo sonríe.

-Si vamos al lugar de siempre, luego os sigo, voy a arreglarme un poco. –Sofía es una chica de unos treinta años, si ella me preguntara le diría que aparenta menos y además resulta un poco coqueta, segura de sí misma y sabe que llama la atención.

El restaurante queda cerca de las oficinas pero en la dirección contraria al hotel.

Hoy mi trabajo terminara en las oficinas y mañana tendré que desplazarme a la fábrica que está en un pueblo de la periferia, a medio camino entre Barcelona y Girona.

Estamos sentados ya en la mesa cuando llega Sofía que trae dos copas de la barra con bebida para ellos y me pregunta si quiero tomar algo, digo que no porque lo que necesito es comer y rápido aunque será poca cantidad.

Joel sigue hablando, mañana me recogerá en el hotel, a la misma hora en que hoy he ido a las oficinas, se permiten hablar sobre la política y otras cosas que no son el trabajo, el momento actual de la política catalana y la situación de Artur Mas su president. No termino de entender la presencia de Sofía en la comida, su departamento de Evaluación de productos no es diferente del resto, salvo que sea para lo que ha dicho Joel, entretenerme, o lo más probable que creo percibir, entre ellos hay algún tipo de relación más cercana.

La tarde es más llevadera, no me ametrallan a preguntas como a la mañana, y a las seis de la tarde dan por terminada la faena del día. Me despido de todos, no les veré otra vez, Joel me recogerá en el mismo hotel al día siguiente.

Cuando llego al hotel me acerco a recepción para recoger mi tarjeta-llave, mientras me la entregan doy un vistazo al hall del hotel; enfrente de mí, a cinco pasos se encuentra Vasiliy, me había olvidado de él, mejor dicho, si que le había recordado a la mañana pero no esperaba que lo que hablamos la otra noche se cumpliera.

Con su delgada figura, las piernas cruzadas, su mano derecha sosteniendo el codo izquierdo y su mano izquierda agarrando su mandíbula, demandando con la mirada una respuesta y los labios fruncidos como si estuviera enfadado, me recuerda a un arlequín que este danzando en el aire.

Me alegra la cara con su gracia y le sonrío. Deja su pose y se acerca.

-Daniel, no te acordabas que habíamos quedado para vernos, ni me has evocado en tu pensamiento en todo el día. –alarga su mano y coge la tarjeta que me están entregando.

-Ves, tengo que servirte de valet hasta pare recoger tu llave. –se inclina haciendo una reverencia galante. –Primero el señor. –hace de bufón gracioso y la gente comienza a fijarse en él, es un bailarín y a todo le imprime, hasta sobrar, su personalidad afectada de estudiado amaneramiento.

Subimos en el ascensor en silencio y me mira puntilloso, en el pasillo se queda detrás de mí.

-Los trajes te hacen parecer muy serio y formal, ¿no tienes otra ropa para salir de conquista? -es incansable y vital.

-Puedes elegirla tú, pero para tres días no me he traído el armario. –abre el mismo la puerta y vuelve a inclinarse para cederme el paso a mí habitación.

-Responde a lo que te he preguntado en recepción. –se ha sentado en la cama y juega con el mando de la televisión.

-Me he acordado de ti, una vez esta mañana. y he pensado que ayer estabas jugando y hoy tendrías otros planes. –hace un mohín gracioso con los labios.

-¿Solamente una vez?, yo he estado en toda mi representación llevándote en mis brazos patinando. –pone cara de tristeza, este chico es todo un teatro y hay que estar mirándole para captar toda la intensidad de lo que dice, habla más con gestos que con palabras.

-Y no me preguntas lo que he hecho, como he quedado en mi presentación. –quiere jugar y me voy desnudando quitándome la corbata y la chaqueta.

-El primero. –aventuro y le miro para ver su reacción.

-¡No! –jolines ahora hace pucheros como si llorase.

-Vale, no importa como hayas quedado, seguro que lo has hecho bien.

-He quedado muy mal, el tercero, y todo por tu culpa. –le miro poniendo cara de asombro y esperando un disparate.

-Te he dicho que patinaba llevándote en mis brazos y creo que tu peso no era muy ligero. –río desesperado y cuando paso a su lado para llevar al armario mi traje, me inclino para besar su cabeza.

-¡Jo, Vasiliy! Eres ingenioso para todo.

-Solo con la gente que me gusta y me soporta.

Me encamino al baño con solo mi bóxer puesto.

-Me doy una ducha y salgo en un momento. –permanece sentado y pone la televisión en funcionamiento, mientras me miro al espejo y lavo mis dientes le escucho como va cambiando los canales.

Cuando estoy debajo de la ducha le oigo que entra en el baño, vuelve a jugar y mover mis cosas y coge mi bóxer que he dejado en el lavabo y lo huele, no doy crédito a lo que veo, vuelve a olerlos aspirando profundamente.

-No era necesario que te ducharas hueles a polvo de nenes y a otra cosa que me encanta, a sexo de hombre. –tiene una sonrisa que en otro rostro sería impúdica y obscena y en él resultaba de alegre agudeza.

Tengo que reírme y el permanece serio que es lo más gracioso.

Voy a la habitación envuelto en una toalla atada a la cintura y secando mi cabello con otra.

-¿Sabes una cosa? -está revolviendo en mi ropa.

-No soy adivino y si lo fuera, contigo me equivocaría.

-No vamos a salir del hotel, vamos a cenar rápido y luego…, vale, después podemos seguir hablando y como en el hotel no hace frío te vas a poner esta camisa y este pantalón, esta chaqueta la puedes llevar en la mano. –me muestra la camisa que me regaló Nicolás por Navidad y unos pantalones negros que me quedan muy ceñidos.

No le voy a discutir y me voy embutiendo en las prendas que me deja encima de la cama, cuando termino me lleva al baño y me revuelve el pelo dándole la forma que él quiere.

-Ahora eres un chico de mi edad. –me mira detenidamente y abraza mi cintura llevando sus labios a los míos en un beso relámpago.

-Podemos bajar para que los clientes del hotel nos puedan ver y admirarse ante nosotros, ¿no crees? –sujeta mi brazo y tira de mi hacia la puerta.

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¿Mirarnos? ¡Sí!, hemos sido mirados y observados, cantamos nuestra condición sexual a un kilómetro, pero no me importa, me divierten sus extravagancias y voy a ser un niño por unas horas.

-Sí que nos vigilan Vasiliy, se dan cuenta de que somos gay. –ahora sí que ríe y muy alto, los comensales de alguna mesa giran la cabeza pero al ver al gran niño sonríen condescendientes.

-Nos miran porque somos guapos y vestimos sexy y nos ven divertidos. –parece, en algún sentido, que nos hemos permutado la edad.

La cena transcurre genial entre bromas y ocurrencias de Vasiliy, pedimos la cuenta y cuando llega el camarero coge la bandeja y firma la nota escribiendo su número de habitación para que se la carguen a él.

Siento un poco de vergüenza, es un crío estudiante y no creo que le sobre el dinero.

– Vasiliy, sería mejor que pagáramos a medias, esto es muy caro. –vuelve a soltar su risa.

-No te preocupes, ayer firmaste tú la nota y no te dije nada, no te intranquilices por eso. -saca de su bolsillo veinte euros y los deposita en la bandeja con la nota, sujetando todo con el bolígrafo, le miro con sorpresa, yo no dejo propinas normalmente y además veinte euros me parece un disparate, es la mitad de lo que gasto a la semana en gasoil, pero no comento mi parecer.

Cuando llegamos a la planta se detiene en el pasillo, junto a la puerta del ascensor.

-Acompáñame a mi habitación para coger unas cosas, ¿dónde quieres que estemos en la tuya o en la mía? -me encojo de hombros, vamos a estar un rato hablando y luego cada uno dormirá en su habitación, mañana tengo trabajo e imagino que él también.

-Si te da lo mismo estaremos en la tuya que te sentirás más cómodo. –le sigo hasta su habitación, camina rápido y moviendo su culo pequeño y contenido en su ajustado pantalón de una manera que inspira el deseo.

Su habitación es muy parecida a la mía, tiene las puertas del armario abiertas y es imposible que pueda contener más ropa, es un delirio y locura la cantidad que tiene y todo para un viaje de unos días. Recoge algo del baño y salimos.

Parece que lo que deseaba coger era el cepillo de dientes lo cual me desconcierta y lleva una bolsa con otras cosas, nos lavamos la boca y nos echamos en la cama, juega con el mando y pone en funcionamiento la televisión.

-Hay dos canales de porno y otros en inglés, español, francés y catalán, ¿qué te apetece ver? -me giro para mirarle, está entretenido con el dichoso mando.

-Prefiero mirarte a ti. –me sumerjo en el cristalino azul de sus ojos que centellean de reflejos y paso mi mano por su mejilla, me acerco y abre expectante su boca, le beso y muerdo ligeramente su labio inferior.

-¡Ayy!, Daniel llevo esperando desde que nos vimos en recepción. –se detiene para apretar nuestros labios en un beso algo brusco, luego continúa. –Se supone que tú eres el hombre y el de la iniciativa.

-¡Oh!, quiero que me beses y me comas. –vuelve a besarme con ansia, se le ha terminado la suavidad y ahora es ávido besando y yo no lo soy menos.

Después de un rato de repartir nuestros besos necesitamos ir a más, el niño me tiene muy caliente y roza con su rodilla mi polla frotando su cuerpo contra él mío, si yo soy elástico, él es de goma.

Comienza a quitar los botones de mi camisa con premura, lo deja y se quita el jersey que lleva, dejando su blanquísimo pecho al aire, sus tetillas es el único color que le mancha, con las aureolas de café con leche y dos puntitos marrones de bolígrafo como pezones.

Vuelve a su labor y llevo mi mano para pasarla por la piel de su pecho que transparenta y se le ven algunas venas azules que le riegan.

-¡Oh!, es una camisa muy suave. -pasa su mano por mis poco marcados y lisos pectorales, aunque visibles comparando con él. –Esto es más suave y bello que la camisa.

Le ayudo a retirármela, se coloca a horcajadas sentado en mi vientre, me mira desde allí, se inclina y aproxima su cara, su pelo que le hace de cortina a los lados de su cara roza mi piel y me hace cosquillas, deslizo mis manos por su espalda y llego al borde de su pantalón metiendo mis manos para sujetar su rotundo trasero. Volvemos a besarnos, su boca es una golosina dulce y carnosa y su lengua llena de saliva resbala sobre la mía en sus juegos.

Le sujeto por las caderas y le coloco a mi lado, me mira esperando a ver qué es lo que he decidido, y me deshago de su pantalón, y retiro su bóxer color violeta que sale como una media por lo apretado que lo lleva.

Me quedo mirando su polla, tiene su cara roja y le tiembla el labio inferior, no medirá más de catorce o quince centímetros de longitud y dos centímetros de diámetro, blanca con venas azuladas sin abultar, una mata de rubios vellos en la base y alguno le brillan en el escroto sonrosado, y que parece que contuviera un solo testículo ya que aparenta ser una pelota, apretado con arrugas y muy pegado a la base de su verga, asoma la mitad del puntiagudo glande muy rojo y brillante, es totalmente recta y un poco más gorda la corona del glande que está cubierto.

Soporta estoico mi minuciosa inspección respirando un poco entrecortado.

– Vasiliy, es preciosa. –no me atrevía a tocarla, la veía tan delicada como una figura de cristal rosa.

-¿Te gusta de verdad? -le noto como si se liberara de un complejo.

-Me encanta, sinceramente, es perfecta. –acerco mi mano para pasarla por los vellos de su base, son suaves como la seda.

-Un poco pequeña. –musita abrazándola con su mano. -me acerco hasta él de rodillas y le miro a los ojos que brillan.

-Lo justo Vasiliy, para mi es ideal. –me inclino para besar sus labios ahora muy calientes. Empuja de mi pecho para retirarme de él.

-Déjame un poco la tuya, la deseo como nunca. –el chaval no podía aguantar más y nervioso comenzó a quitar mis pantalones, quería alargar el momento y acariciaba mi bulto por encima de mi bóxer.

-¡Qué grande se está poniendo! -yo sonreía halagado, creo que era la primea vez que alguien se emocionaba con el tamaño de mi verga, sería por otras causas pero por ese motivo no lo recordaba.

Pasaba despacio sus manos por mis muslos y retardaba el momento de acercarlas a mis genitales, me estaba poniendo nervioso y excitado al máximo.

Era desesperante la lentitud con que bajaba mi bóxer, pero le dejaba hacer, era un calvario y se reía al darse cuenta de mi sufrimiento.

¡Qué olor más delicioso! -es lo que se le ocurrió decir al quedar mi grande al descubierto, brillaba la cabeza de mi polla y el precum que había echado estaba empapado en la tela. Dejó que se formara una gota y que el peso la venciera y resbalara por el fuste antes de sacar su lengua.

Casi sufro un colapso y pierdo el conocimiento al sentir y ver su rosada lengua pasar por todo el tallo de mi verga hasta llegar al frenillo, y allí hacerla temblar golpeando. Cerró sus labios sobre el capullo sin que el prepucio bajara del todo y comenzó a chupar, el pellejo del prepucio vibraba dentro de su boca y comencé a suspirar y a retorcerme.

-No quiero que te corras, quiero sentirla bien tiesa en mi vientre, lo más dura que sea posible. –se mordía sus jugosos labios para decirme lo que deseaba de mi, de mi polla.

-Entonces déjala ya, voy a prepararte un poco. –casi dio un salto y se colocó a gatas en la cama, inclinó el pecho aplastándolo sobre el colchón y me dejó ver el culo más bonito que haya podido admirar.

Sus piernas largas y torneadas, sin un pelo visible, como si se trataran de las piernas de una chica, delgadas y proporcionadas; y su cintura que cabía entre mis manos, guardaban entre ellas dos globos hinchados, voluminosos, hermosos y duros del patinaje como jamás había visto.

Sabía el modo de colocarse para ofrecérmelo entero, con las piernas separadas permitía el acceso a su hoyito para lo que quisiera hacer con él, y mi idea estaba clara, comérmelo a bocados húmedos y calientes de mi lengua y de mi boca.

Tenía una cantidad pequeña de pelitos rubios alrededor de su ano, tiernos y gráciles que se movían con mi agitado aliento, y palpitaba como una boca angustiada que deseara comer, o en este caso que la comieran a ella.

Cerré mis labios sobre su ano y el muchacho suspiró, lo lamí con fuerza y él movió su grupa invitando a mi lengua a que entrara, y le continué lamiendo y chupando, escuchando sus quejidos lastimeros que me encendían el alma y prolongaban más el tamaño de mi verga.

Vasiliy llevó las manos a su culo para tirar de los laterales y abrirse más, y mi lengua le penetraba con furia que el disfrutaba, y le aspiraba la saliva que antes había derramando. El chico metió dos de sus finos dedos en su ano y se los retiré para meterle los míos ligeramente más gruesos. No podía más, no sabía cómo estaría él pero yo me iba a descargar del placer de chupar su rico culo.

-Métela ya, por favor. -escuchar su invitación fue para mí un alivio. Tiré saliva en su culo y me volvió a repetir lo mismo pero en tono quejumbroso.

-Por favor, por favor Daniel, perfora mi culo. –me parecieron deliciosas y excitantes sus palabras, pero quería ver sus gestos cuando me tuviera dentro, cuando se la metiera hasta el fondo y moví su cuerpo para que cayera sosteniéndole.

-Quiero verte estando en tu interior, necesito ver tu cara y saber lo que sientes y como lo pasas. –no decía nada solo sonreía y se mordía los labios, me lo hubiera comido en ese momento, era un espectáculo tan dulce y erótico. Separé sus piernas y elevó un poco su pelvis, no lo necesita porque su prominente culo ya lo hacía, dejando al aire su baja espalda como un delicado arco de carne.

Estaba muy dilatado, llevé el pene con mi mano hasta su entrada y empujé, fue suficiente un golpe de mis caderas para que mi glande se enterrara en él. El rictus de su boca era de placer supremo y dejé que fuera entrando suave y sin pausa, empujando sin parar hasta que mis testículos chocaron con sus nalgas. El solo emitió un quejido profundo abriendo la boca ahogado, mi verga para él debía resultar larga y gorda porque sus manitas se aferraban a mis muslos para evitar que apretara.

-Espera…, espera un momento. –musitaba, le complací encantado para apoyarme sobre él ligeramente y llegar a su boca con la mía. Cuando me separé, después de besarle un rato y sentirme correspondido, vi su rostro encendido en rojo, inundado de un placer sobrehumano y con lágrimas en sus ojos.

Me asusté en un principio al ver como brotaban sin parar un montón de lágrimas, entonces me sonrió.

-¡Me siento tan bien! – sonreí aliviado y sentí descargada mi conciencia del sentimiento de culpa que empezaba a crecer en mi, creyendo que había sido un bruto y le había herido.

Comencé a notar como su ano se contraía y relajaba y le miré buscando su aprobación, su pene que había sido vencido recuperó su esplendor y me contorsioné para chupar de su glande su sabor delicioso.

Mi verga entraba y salía de él lentamente y con fuerza, movía sus caderas en círculos y avanzaba y retrocedía lo que podía, buscando participar e incrementar el placer de ambos.

Verle disfrutando, escuchar sus ronroneos y profundos suspiros, mirar sus ojos extraviados, suponía para mí el mayor de los placeres, me hacía sentir un macho, un hombre, el suyo en este caso, y todo eso lo estaba logrando yo, verle satisfecho, sudado, pleno, gozando de mi verga y de mi hacer era el súmmum, todo ello acompañado por su respiración seseante, como si se tratara de ruido blanco.

Me iba a vaciar de un momento a otro, a explotar y derramarme muerto de gozo y placer y se fue primero él, se tensó y sus piernas abrazaron mi cintura como un cinturón de acero, temblando y con su lengua fuera que temí que se la mordiera, llegó a un orgasmo brutal, con un respirar entrecortado y movimientos epilépticos de su cuerpo, en un éxtasis que parecía que se fuera a romper.

Luego cayó rendido, destrenzó sus piernas de mi cintura y las dejó caer exánimes en la cama, continuaba contrayendo el abdomen, marcando sus poco nítidos abdominales y ensanchando su caja torácica en busca del oxígeno que le faltaba.

Los regueros de su semen bajaban de su frente, pasando por su cara y su pecho, recogí un poco con mis dedos para probarlo y me supo delicioso, me incliné para limpiar lo que tenía en la cara y en el pecho con mi lengua, hasta donde llegué y abrió sus ojos, luceros azules y brillantes, alegres y plenos de gozo.

Sin hablar movió sus caderas y me dio a entender que quería que reiniciara la cópula, y comencé a follarle con pasión, con ansia de llegar yo también al final, fueron dos minutos intensos que me hicieron sudar, pude preguntarle por si no le gustaba que me derramara en su interior.

-¿Dónde lo quieres? -no me contestó y me mostró la lengua, salí rápidamente de él y me deslicé para llegar con mi verga a su boca antes de comenzar a eyacular, él levanto su cabeza y abrió la boca, pero el primer trallazo le rebasó y cayó en su frente y sobre la cama, luego abrazó con sus labios mi glande y el resto fue directo al interior de su boca.

Quedé sin respiración, sentado sobre su pecho, con mis rodillas a sus costados y sosteniendo mi cuerpo con mis manos en el colchón, después de convulsionar estremecido y vaciarme notaba como jugaba con mi glande en su boca, envolviéndolo en mis jugos y su saliva hasta que me empezó a doler.

Fui resbalando hacía atrás y salió mi verga de su boca, llegué hasta colocar mi cabeza sobre la de él, abrió su boca y sacó su lengua, contenía todo o parte de mi esperma, baje mi cabeza y comenzamos a disputarnos lo que le había regalado en un blanco beso de pasión, desenfrenado al principio y que se fue calmando.

No quedaba sustancia diferente a la saliva en nuestras bocas y empezó a reír, me empujó para que me quitara de encima de él y quedé tendido a su lado, mirando al techo, feliz y satisfecho. Apoyó sus codos en el colchón y elevó su troco para mirarme directo a los ojos. No decía nada con su boca, solo sonreía y me miraba dichoso.

Pasó así mucho rato, tanto que creí que me dormía. Y habló, con voz suave, insinuante y cariñosa.

-Quiero que me lo hagas otra vez. –le miré dándole a entender la hora que era, habíamos pasado casi dos horas jugando, follando como unos locos, mañana yo tenía que estar muy atento en mi trabajo, y él suponía que hoy había tenido su prueba y que lo de mañana no sería importante, o sí, pero no me dio opción.

-Por favor, Daniel, solamente otra vez. –y cumplí como todo un caballero. Yo, que no soy de poderme ir muchas veces seguidas volví a darle el placer que quería y yo también lo disfruté.

Esta vez me permitió que se la mamara hasta que se vino en mi boca, era cierto lo que le dije, sobre que su polla me encantaba, y compartimos su semen, él parece no estar contento de su miembro viril y a mí me volvía loco, su sabor, su olor, su suavidad y el calorcillo de su glande tan rojo, y para terminar, toda ella, poder meter sus huevitos en mi boca y esa bolsa escrotal tan deliciosa.

Luego quiso que se lo metiera en varias posturas, ya he dicho que es goma y se mueve como una lagartija nerviosa, y escoge las posturas que sea y se monta y desmonta, clavándose en mi pene hasta que no puede más, reconozco que él es más resistente, me sucede con casi todos mis hombres.

A la mañana temprano, fue él quien se despertó primero, y desnudo como estaba se marchó con un beso y un prometedor.

-Mañana no me hagas sufrir tanto y préstame atención desde el principio de verme.

Continuará…

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