Esa noche fui al bar buscando estar con un hombre de mi edad, pero terminé en casa cogiendo con un alumno de la universidad
Mi nombre es David. Trabajo como profesor en una pequeña universidad de Valencia, en la costa mediterránea de España. Moreno, de complexión media, acabo de cumplir los 45 años, aunque me conservo en buena forma, ya que suelo ir regularmente al gimnasio y cuido bastante mi dieta. Aunque estuve casado y he sido heterosexual gran parte de mi vida, una experiencia bisex con otra pareja (que ya contaré en otro momento) me hizo “cambiar de acera”, como se suele decir en España. Reconozco que siempre había sentido cierta curiosidad por los hombres, por lo que sería tener sexo homo… Pero jamás me había atrevido a dar el salto.
Tras este “descubrimiento”, me divorcié y cambié radicalmente mi vida. De ser hetero, pasé a tener varias relaciones homo, tanto activas como pasivas, aunque con el paso de los años, me sentía (me siento) más cómodo en actitudes pasivas, casi sumisas. Me gustan los hombres maduros, a partir de 50 años, sin pluma, que me traten como una mujer en la cama, incluso que se dirijan a mí en femenino. En no pocas ocasiones, cuando mi pareja ha estado a punto de correrse, les ha obligado a hacerlo “fuera”, en mi culo, en mi tripa, en mi pecho o en mi cara, al grito de: “¡no se te ocurra correrte dentro, que me vas a dejar preñada!”. Aunque ha sido (es) un juego, ninguno de mis amantes se han quejado, je je je, y si se han corrido brutalmente sobre mi piel.
Como os decía, aunque trabajo en una universidad, casi nunca he tenido relaciones con alumnos. Primero, por su edad. Aunque reconozco que hacerlo con chicos jóvenes, de 20 años, tiene sus ventajas (hace unos meses, en la playa, uve una relación con un chaval que fue capaz de follarme dos veces seguidas, sin que la erección le bajase), me gustan los hombres maduros, que se toman su tiempo, que te tratan como una mujer, con experiencia. Y segundo, no me gusta tener líos en el trabajo, porque nunca se sabe que comentarios pueden llegar a la dirección de la Universidad.
Estábamos en septiembre, que es cuando comienza el curso académico. Soy profesor en la carrera de Derecho. En mi universidad, a los alumnos de primer año, se les asigna un tutor personal, para guiarles en sus estudios. Ese curso me tocaron, como otros años, algunos alumnos, todos ellos muy jóvenes y muy perdidos. Tras unas primeras reuniones con ellos, les suelo dar mi teléfono y les digo que estoy a su disposición para cualquier cosa. Muy pocos llaman o te molestan. Casi todos, recién llegados a la Universidad, prefieren vivir esa experiencia a tope, y no parecen muy interesados en ser “tutelados” por un profesor.
Hasta que conocí a Carlos. Se trataba de un chico de La Coruña, que ya había estado en la universidad de allí, con muy malos resultados. En la primera cita que tuve con él, en mi despacho, me pareció un chico muy normal, moreno, delgado, con el pelo revuelto, nada destacable de otros alumnos. No parecía tener pluma, aunque debo reconocer que era (es) muy guapo. Me dijo que había tenido problemas en su antigua universidad, y que sus padres (debían tener mucho dinero) habían decidido mandarlo lejos de su ciudad, para que se centrase en los estudios.
Pocos días después me llamó su padre. Amablemente, me confirmó que su hijo había tenido “muy malas relaciones” en La Coruña, y que lo mejor, según habían decidido él y su mujer, es alejarlo de estas “relaciones” e ingresarle en otra universidad, en otra ciudad.
Carlos y yo nos empezamos a llevar muy bien, pues parecía un alumno atento y aplicado en las clases, y alguna vez se pasaba por el despacho con dudas, sin que pudiera adivinar el verdadero motivo de su “atención”.
Aunque no me gustan mucho los bares “de ambiente”, una noche salí con unos amigos por la zona gay de Valencia, y entramos en un bar a tomar unas copas. Estaba muy salido, pues llevaba mucho tiempo sin ligar o tener relaciones, y todavía hacía mucho calor en la ciudad, aunque estábamos en octubre.
Entonces, entre la gente del bar, le ví. No había duda, era él, Carlos. Tampoco es que fuera algo excepcional. Algunos de mis alumnos son homos, y no era la primera vez que me encontraba con alguno por la noche. Entonces, nos saludábamos correctamente y poco más. Ya os he dicho, paso de problemas en el trabajo. Pero esta vez fue diferente. Carlos se acercó rápidamente, al localizarme, y nos pusimos a charlar.
– Profesor, ¿qué hace usted aquí?
– Pues igual que tú… tomar una copa.
– Parece sorprendido… je je je… aunque más lo estoy yo…
– Por favor, no me llames de usted, que no estamos en la universidad. ¿Sorprendido? ¿Por qué?
– Je je je… Tenía dudas…
– ¿Dudas?
– De si era gay… parecía que le iba el tema… pero no estaba seguro….
– Tú tampoco pareces muy gay… je je je … Ay, si tu padre se enterase de por dónde andas en Valencia…
– Se quedaría tranquilo al saber que estoy con mi profe….
Así, entre bromas y chistes, pasamos un par de horas juntos, tomando copas. Cuando quise darme cuenta estaba algo (o muy) borracho, hablado muy cerca de Carlos, casi juntando nuestras caras. Él, que también estaba bebido, colocó su mano en mi cintura, casi sin querer. A nuestro lado una pareja había comenzado a darse el lote, y eso nos excito a los dos. Me acerqué a su boca y le di un fuerte morreo. Primero tuve cierto miedo, ya que era alumno mío… y muy joven. Pero Carlos respondió devolviéndome el morreo, metiéndome la lengua y obligándome a tragar parte de su saliva. Puso su mano en mi paquete, que estaba súper erecto. Le devolví el gesto y pude notar como su polla también parecía reventar en sus pantalones.
Nos liamos un buen rato en el bar, pero estaba súper excitado y necesitaba disfrutar de mi joven alumno a fondo. Cuando le propuse ir a mi apartamento, muy cerca, titubeo.
– David… me gustas mucho… pero…
– Pero, ¿qué?
– Tengo muy poquita experiencia… Aunque me veas aquí… Apenas si he estado con dos o tres hombres… hasta el final….
El chico era casi virgen. No podía excitarme más la situación. Le pregunté si prefería ser activo o pasivo. Me reconoció que aunque le gustaban ambos roles (como a mi), disfrutaba más penetrando. Aquello me volvió loco. Deseaba con locura estar a cuatro patas, en mi cama, y que ese chaval de 19 años me penetrase, con sus manos en mis caderas, hasta llenarme la tripa de leche. Esta vez sí que no pensaba decir que se corriese fuera de mí.
– No te preocupes. Vamos a mi apartamento. Nos tomamos una copa… y vemos.
Carlos, que también estaba muy excitado, asintió con la cabeza y me dio la mano. Salimos del bar besándonos y un poco tambaleantes.
En unos minutos estábamos en mi casa. La mujer de la limpieza había pasado por la mañana, por lo que todo estaba reluciente y ordenado. Cuando le pregunté por si quería un gin tonic, Carlos respondió quitándose la camiseta, de un solo tirón. Tenía un cuerpo fibroso, sin vello, quizá un poco delgado para mi gusto. Nos sentamos en el sofá y comencé a lamerle sus pequeños y marrones pezones. Gemía de placer. Bajé por su pecho hasta el ombligo, para llegar al bode sus vaqueros y comenzar a desabrochar el cinturón. En un minuto Carlos estaba totalmente desnudo en mi sofá. Al bajarle los bóxer casi saltó contra mi cara un pene súper erecto, descapullado y cubierto de precum. No era muy grande y tenía forma de seta. Ideal para una penetración, pensé. Sonreí y me lo metí en la boca inmediatamente. Era súper excitante. Un chico de 19 años, guapo y fibroso, sentado desnudo en mi sofá, totalmente erecto y para mí solo. Empecé a jugar con sus huevos con mi mano, mientras que la otra mano me ayudaba con la mamada. Me estaba dando cuenta de lo excitado que estaba Carlos. Si hubiera seguido unos segundos más, se habría corrido en mi boca.
-No es aquí donde quiero que te corras – dije mientras sacaba su polla de mi boca.
Carlos reaccionó como un resorte. Abrió mucho lo ojos y me cogió de las axilas con fuerza, poniéndonos de pie, uno frente a otro. Yo todavía vestido y él desnudo. Por fin tomaba la iniciativa. Casi me arrancó la camisa y me obligó a sentarme, como había estado él antes. Me quitó los pantalones torpemente, señal de que su experiencia con hombres era poca. Al bajarme los calzoncillos, mi polla también salió disparada. Se quedó casi boca abierto. Tengo que reconocer que mi polla es bastante grande, nervuda, con venas muy marcadas.
– Joder, qué pollón… Menos mal que voy a ser yo quien te rompa el culo… y se arrojó a mi polla. La tomó con sus dos manos y se metió el glande en su boca.
Ufffff. Hacía más de un mes que no follaba, y aunque esa mamada no era muy experta, el sentir como un jovencito casi virgen se esmeraba a tope en darme placer… casi me lleva al orgasmo. Pensé en llenarle la boca de mi leche, seguramente una de las primeras corridas en su boca, pero quise prolongar más la follada. Carlos pareció leerme el pensamiento, porque sacó mi polla de su preciosa boca y me dio la vuelta. Quería ponerme a cuatro patas, torpemente. Por fin iba a follarme. Me apoyé a la cabecera del sofá, dándole la espalda y dejando mi trasero a la altura de su pene. Me incliné hacia delante, esperando a sentir sus manos sobre mi espalda y su glande sobre mi ano. Pasaron unos segundos… y nada. ¿Qué pasaba? Me di la vuelta y pude verle buscando algo entre nuestra ropa en el suelo.
– ¿Qué haces Carlos?
– Buscaba… un condón….
Casi rompí a reír. Le cogí tiernamente de la mano, le dí un beso y le arrastré al sofá.
– Nada de condones. No te preocupes… Si me dejas preñada no te reclamaré nada…
– ¿En serio?
– Nada de condones. Quiero que te corras bien dentro de mi culo… hasta la última gota…
Aquello pareció excitarlo aún más. Volvimos a la misma posición de antes, de rodillas sobre el sofá, noté una pequeña presión en mi ano… y un segundo después lo tenía completamente dentro de mí. Ufffffffff…. Carlos comenzó a sacar y meter su polla de mi culo, en movimientos rápidos y fuertes. En unos segundos los dos comenzamos a sudar, y notaba en mi espalda las gotas de sudor de Carlos. No parábamos de gemir. Apretaba con fuerza mis caderas, siento él quien marcaba el ritmo de las penetraciones.
– Joder profesor…. qué bueno… seguro que se ha follado a media clase…. Ufffff.
– Te he dicho que no me llames de usted… uuufffff…. Normalmente me gustan más mayores… Pero … uuuffff…. Qué bien follas niño…. Uuffffff
– Voy a tener que follarte más veces profesor… Incluso creo que a otros compañeros también les gustaría estar donde estoy yo ahora… ufffff… disfrutar de su culo…..
– ¿Te gustaría que me follasen otros compañeros tuyos? Agggggggg …. ¿Te gustaría Carlos? A mí me gustaría que me follase quien tú quisieras…. Uffffff…. Y que tú me vieses, que te masturbases mientras me follan… y que luego me follases todo lo que quisieras…. ¿Te gustaría?
Aquello excitaba al máximo a mi amante. Me parecía increíble que no se hubiera corrido ya. Entonces quise cambiar de posición. Hice que Carlos saliese de mi interior, me di la vuelta y me tumbé boca arriba, colocando un pequeño cojín en mis caderas. Al principio el niño parecía algo confundido, pero enseguida comprendió qué hacer. Se tumbó sobre mí, en la postura del misionero. Abrí las piernas todo lo que pude, las coloqué alrededor de sus caderas, y su pene volvió a entrar en mí de un solo golpe, casi sin ayuda.
Me sentía como una verdadera mujer, en esa postura. Me besaba con lengua, mientras mi polla se rozaba con su abdomen, al compás de sus penetraciones. Los dos estábamos empapados de sudor.
– Dios David… ufffff…. Me voy a correr….
– Cómo follas Carlos…. Vamos a tener que repetir… aggggg …… Me has engañado…. Ufffff… Debes haber follado un montón…
– No, no…. Apenas un par de chicos en La Coruña…. Muy jóvenes… uffffff…..
– ¿Quieres que sea tu zorrita Carlos? ¿Qué me deje follar siempre… uffff… que quieras?
– Si…. Uffffffff….. si……uffffffff
Nos decíamos esto en el oído, mientras nos besábamos y estábamos cubiertos de sudor. Había llegado el momento de sentir su corrida en mi tripa.
– Vamos mi niño, échame toda tu leche….. agggg.
– ¿Seguro? ¿Dentro?
– Siiiiiiiiii…… préñameeeeeee….
Uno, dos, tres espasmos, y su cuerpo joven y fibroso se tensó como un palo. Note varios chorros de leche en mi interior, casi en mi tripa, mientras los dos gemíamos como perritas en celo. Y en ese momento, yo tuve mi orgasmo. Sentí un latigazo casi a la par que los espasmos de su polla en mi culito… y cuatro o cinco chorros de mi lefa golpearon en su pecho, entre nuestras tripas, empapándolo todo. Tras lo que parecieron horas, dejamos de gemir, y nos dimos un morreo con lengua, muy profundo. Carlos seguía en mi interior. Quiso salir, pero le agarré fuertemente con mis piernas, en sus caderas. Quédate un rato más, le susurré. Ha sido maravilloso, dijo como respuesta.
Nos quedamos adormilados.
Continuará….