Esta es la historia de una pequeña adolescente, hija de un predicador, que cambió mi vida completamente

Valorar

Esta es la historia de una pequeña adolescente, hija de un predicador, que cambió mi vida completamente.

Hola chicos y chicas. Soy Carlos de 31, antes de todo quiero indicarles que no soy pedófilo, nunca lo he sido, asi que todo lo que a continuación sucedió, fue travesura del destino.

Me mude a una ciudad, que no menciono por cuestiones obvias, además los nombres han sido modificados también, por cuestiones de trabajo profesional, soy soltero aún, tez blanca, ni delgado ni gordo, me encanta el sexo de diferentes formas, no tenía novia en ese momento.

Al lado de la casa viven Ana y Rene, de 38 y 40 años, él es predicador evangélico, tiene dos hijos, Adrian de 16 y la pequeña Rosita de 13. Me hice amigo de ellos, pero al conocer a Rosita quien es una linda chiquilla pre-adolescente, sentí algo que me tocó el pecho, ella es un panecito de dios, es extremadamente bella, con cabello guerito, ojos como azules, algo llenita, su trasero forma un lindo circulo, casi sin senos. No sé que me pasó pero la atracción fue inmediata y de alguna forma también sentí que yo le atraje a ella. Asi que mis atenciones y regalos fue para ella.

Cierto día, estaba en el living, platicando con Rene sentados en el sofá y de pronto llamaron al teléfono que está a unos cuantos metros de allí, Rene contestó y se quedó hablando con alguien, en eso entró Rosita y al saludarme se quedó sentada sobre mi, su traserito se colocó contra mi paquete, al sentir ese lindo trasero como si fuera algodón, mi paquete fue reaccionando, ella mientras hablaba conmigo movía traviesamente sus nalguitas, sin que se diera cuenta ella, le jalé el vestido que tenía hacia afuera, con eso lograba que directamente su cuquita se frotara directamente contra mi bulto en el pantalón, solo cubierta por su delgada braguita. Mi verga fue creciendo y poniéndose dura dentro de mi pantalón; Rosita se siguió moviendo y creo que sintió mi bulto contra su sexo, porque se puso un poco pensativa y seria, para romper eso, me puse como hacerle cosquillas y ella siguió frotándose contra mi paquete, de pronto oi que sus risitas se intercambiaban por pequeños gemidos, yo ya tenía una enorme erección.

En eso, Rosita cerró sus ojitos azules y bajándose de mis piernas se fue corriendo de allí sin siquiera despedirse. Me miré el pantalón y había un gran halo de humedad, al principio pensé que había sido yo, como Rene seguía hablando por teléfono, me levante nervioso y le hice señas que regresaba al rato. Ya en casa, me fui al baño, pero me di cuenta que mi calzoncillo no estaba manchado, que no había segregado yo liquido pre-seminal, había sido la pequeña Rosita, lo que tenía en mi pantalón era humedad de la rajita de ella, me quité el pantalón y me llevé la humedad a la nariz para oler por primera vez la intimidad, la eyaculación prematura de Rosita, luego me hice una masturbación alocada, oliendo mis pantalones.

Ese fin de semana, después de lo del pantalón. Estaba en mi casa y se me ocurrió ir a visitar a Rene, aunque lo que buscaba era ver a Rosita, antes me dije de frente al espejo que yo estaba loco por pensar en esa chiquilla. Llegué a la casa, entrando por el patio lateral, pasé junto a una casa de muñecas que Rene le había regalado a Rosita la navidad pasada, era una casa grande de muñecas, tal vez de 3 x 3 mt, oi ruidos adentro me acerqué y allí estaba Rosita jugando, la saludé y ella se paró para saludarme de besito en la mejilla, tenía puesto un vestido de princesa (largo hasta los tobillos), realmente se veía como una princesa. Le pregunté por su papá, me dijo que había ido al culto con su mamá y su hermano, -entonces estás sola?-, pregunté. –No! Dentro de la casa está la sirvienta, pero está con su novio y siempre se encierran en su habitación- me dijo inocentemente Rosita.

-puedo entrar?- le dije. Me dijo afirmativamente, entré agachándome por la puerta principal, había una cocina, un comedor con su mesa y una camita pequeña al lado.
-Carlos, quieres jugar conmigo?- me preguntó Rosita.
-Claro que si!, a que jugamos?- respondi y pregunté.
-No sé!- dijo ella. –Que te parece a papá y mamá- le dije ya con morbo.
-Sale!- dijo ella con una sonrisa.

Ella me hizo como desayuno y me decía que luego me fuera a trabajar, era parte ya del juego, hice como que comía con platos y vasos vacíos. -Bueno ya me voy!- le dije le tomé la cabeza con una mano y le estampé un besito en los labios. Ella se quedó sorprendida, pero luego se puso colorada y me sonrió. Hice como que me iba de allí y solo llegué a la puerta. Yo esperé un rato para ver su reacción, luego le dije que ya había trabajado y estaba por llegar a la cena, entré a la casita de nuevo y como hice la primera vez, le busqué la boquita para besarla de nuevo, ella ya estaba preparada en ésta ocasión, sentí sus labios restregarse contra los míos, tardamos unos cinco segundos, luego al soltarme ella se río y yo fui quien se puso colorado.

Hicimos como si cenaramos, ella siguió con el juego preguntándome como me había ido en mi trabajo, yo también seguí el hilo, pero el tiempo apremiaba, yo no sabía en que momento la sirvienta dejaría de atender al novio, asi que le dije, -bueno, todo estaba rico, ahora vamos a dormir-, yo me levanté, siempre agachado por la altura de la casita, me fui a sentar a la cama, que tenía solo cubrecama, le dije que se sentara a mi lado, la pequeña Rosita caminó y se acercó, la tomé de la cintura y la senté en mis piernas, le hice a un lado el vestido de nuevo para que su traserito tapado por su braguita se posara de nuevo sobre mi pantalón y sobre mi paquete.

Le dije al oído –Rosita, te gustó lo del otro día en mis piernas?, porque a mi si me encantó-. Rosita me vió con sus lindos ojos y me contestó tímidamente –Sii, don Carlos, me gustó, pero me sentí rara-.
-No me digas don Carlos, solo Carlos, acuérdate que en este momento eres mi esposa- le dije a Rosita.
-Si Carlos- contestó

El vestido de princesa apenas tenia dos tirantes para los hombros, por lo que comencé a besarle sus hombros, ella al principio movia sus hombros como tratando de quitarme de allí, pero seguí besándoselos a pesar de ello. Ella se empezó a mover como la vez anterior en su casa, mi bulto estaba colocado por debajo de su rajita tapada solamente por su braguita. Los movimientos de Rosita eran excitantes, sentí como crecía al máximo mi erección, ella también comenzó a gemir un poquito, señal que le estaba gustando. La calentura nos fue envolviendo, se me ocurrió en un movimiento rápido, sacarme la verga del pantalón, y en otro movimiento le fue bajando su braguita a los muslos, la volví a sentar, ella volvió a su movimientos de trasero, pero ahora mi verga se friccionaba directamente contra su cuquita, piel a piel.

Que rico se sentía eso. Mi verga hinchada frotarse contra su pequeña frutita, era de locos!, por momentos sacaba mi cabeza por una ventana que me quedaba cercana para ver si no se acercaba alguien. Al ver que no había nadie aún, acosté a Rosita en la cama con su culito hacia arriba, le terminé de sacar su braguita, y empecé a besarle sus rosadas nalguitas redondas, lamía y chupaba sus tiernas carnes.
-qué me haces Carlos?- preguntaba entre gemidos Rosita.
-mi amor, es lo que hacen los esposos en la cama- le dije y volví a chupar sus nalgas.

Luego le abrí sus redonditas nalgas con mis manos y divisé su lindo ojete de culo, inmaculado, arrugadito, mi lengua comenzó a degustar de su erótico orificio, ella intentó quitarme la cabeza de entre sus nalguitas, pero no la dejé, -espera, te va a gustar en un momento!- le dije, y seguí chupando su lindo orto. Un minuto después Rosita estaba gimiendo de gusto de la chupada de ano que yo le daba. Yo la estaba llevando a una excitación total, la pequeña gemía mucho, la tomé de ambas manos y le dije que ella misma se abriera las nalguitas, lo hizo y tuve más facilidad para comerle su orto.

Yo ya estaba a mil, super excitado, ya no pensaba en riesgos, en ser sorprendido. Tenía que hacerla mia. Me bajé por completo los pantalones y de mi cartera saqué un condón de esos que son muy lubricados, me lo puse, me fui subiendo sobre el culito de Rosita quien me veía con interrogante, froté mi verga entre sus tersas y suaves nalgas, era deliciosa la sensación. Luego le abrí sus piernitas para que la cabeza de mi verga, que es un poco gorda, se frotara directamente contra su rajita. Lo hice varias veces, Rosita comenzaba a gemir de nuevo, y yo veía que su vaginita era demasiado cerrada, aún no estaba lista, intenté dos, tres y hasta cuatro veces empujar para penetrarla, pero mi verga se movía, se iba para otros lados, Rosita estaba muy cerradita todavía.

Asi que mi calentura me llevó a la segunda opción, ponerle mi verga en su ano, empujé y ella gritó, le dije que se calmara, que se relajara, que le iba a gustar. Seguí empujando y su frágil esfínter se abrió y dejó pasar mi cabezota, ella volvió a gritar, volví a empujar con un poco más de fuerza y comencé a meter el tronco de mi verga en su culito, ella como chillaba sin lagrimas. Me moví en un vaivén lento sin dejar de empujar hacia adentro, poco a poco su culito se iba tragando mi verga dura. En pocos segundos ella dejó de quejarse, solo gemía. Seguí un rato más con el vaivén, su esfínter se abría al máximo, mi verga siguió su camino, ya se la tenía hasta la mitad. Luego me apoyé en la cama con ambos brazos y comencé a moverme en un mete-saca, lento, pero cuando se la hundía le ponía un poco de fuerza para clavarla más. Pero sentí que mi verga ya topaba con algo dentro de su culito, asi que me quedé cogiéndola por el culo con dos terceras partes de mi verga.

Rosita gemía y gemía, yo le decía cositas lindas –eres una linda niña Rosita-, -que rica estas Rosita, siempre quise hacerte esto-, -te amo Rosita, me quieres tu?- le decía, y ella movía su cabecita positivamente, mientras le ensartaba mi verga lubricada por el condón en su lindo culito, que dicho de paso lo tenía apretadito y eso me producía un placer intenso. Mientras la enculaba le besaba el cuello y los hombros. Ella gemía y cerraba sus ojitos, cada vez los gemidos indicaban mayor placer. Sin embargo, yo estaba al borde de mi venida, en los últimos minutos aceleré la penetración y la respiración de Rosita era profunda. Finalmente eyaculé en el condón, fue una tremenda cantidad como pocas veces lo había hecho en mi vida. Le saqué la verga a Rosita de su estrecho recto, el esfínter lo tenía coloradísimo, al ano le había quedado en forma de una “0” grande, pero poco a poco se le iba cerrando.

Me subí el pantalón y los calzoncillos, ella aún permanecía acostada boca abajo, fui con ella a besarle la boca y las mejillas, ella poco a poco se fue sentando en la camita, le recogí su braguita para que se la pusiera. Ella con movimientos lentos se fue poniendo su ropita interior. Me senté con ella y le expliqué que desde hace semanas ella me gustaba mucho y lo que acababa de pasar era porque yo quería que fuéramos novios (fue lo primero que se me ocurrió), ella me abrazó la cintura y subió la boca para que yo le diera un besito rápido. Eso fue suficiente para ella. Además le dije que sería nuestro secreto, ella aceptó.

A los dos días, casi sucedió lo mismo (la sirvienta con el novio dentro de la casa), con la diferencia que yo me la llevé a mi casa, ya no llevaba el vestido de princesa, comenzamos con los besitos, le metí la mano debajo de su faldita del colegio y le toqué su rajita que se mojo entre mis dedos. Quise bajar mis dedos a su colita, pero ella me dijo que no, que aún le dolía su culito por lo de hace dos días. Asi que acepté no volverla a coger por su orificio trasero. Pero en lugar de eso la acosté en mi cama, le quité sus braguitas y comencé a comerme su rajita ya humedecida. Sus labios vaginales eran rosaditos y delgados, le lamí con mucho cuidado, mi lengua pasaba entre sus pliegues hasta llegar al botoncito de su clítoris, donde mi lengua le dibujaba pequeños círculos alrededor que la volvían loquita en la cama.

Rosita daba varios gemidos de todos tonos, hasta parecía que estaba chillando de placer, en ocasiones le llegaba la lengua hasta su ano y le decía con cariño –este es mi hoyito adolorido, humm! que rico está aquí!- y ella se sonreía. Luego volvía a su rajita para seguir comiéndosela, esa tarde Rosita se corrió dos veces en mi boca, pude sentir sus juguitos íntimos sabor agridulce.

La siguiente mejor tarde fue dos semanas después, Rosita ya llegaba a mi casa a toda hora para estar conmigo, aveces sin tiempo por lo que solo nos besábamos, o con poco tiempo para que yo le comiera su rajita y su culito, o con bastante tiempo para que yo me la enculara y eyaculara en su recto, ya sin condón ahora. Esa vez ella me dijo que sus papis se habían ido con su abuelo y que regresarían hasta tarde. Yo estaba preparando panqueques y la invité a comerlos. Los besos y las tocadas no tardaron en llegar. La senté en la mesa de comedor y le quité la blusita y su sostén para adolescentes, le mamé sus tetitas, eso la ponía a ella muy cachonda, tenía sensibles sus pezoncitos. Luego suavemente la acosté, siempre en la mesa, y le quité su braguita, le abrí las piernas y comencé a darle sexo oral, ella me tomaba del cabello y me restregaba su rajita en la cara cuando se excitaba mucho o cuando le sobrevenía un orgasmo.

Pero esa tarde sería diferente. Luego de comerle su rajita, ella se bajó de la mesa e hincándose frente a mi, me bajó el cierre y con su manita sacó mi verga erecta. Nunca en las tres semanas juntos, yo le había pedido que me la mamara, pensé que se podría escandalizar y poner fin a este prohibido idilio, pero ella la sacó y se la metió a la boca, chupándola y succionándola, como me pareció raro, le pregunté donde había aprendido a hacer eso, -lo vi en un video de mi papá y he visto también a Dorelia (la sirvienta) que se lo hace a su novio en la casa- me contestó Rosita.

La dejé que experimentara con mi verga parada, solo emitía yo un gemido de placer, para que ella se motivara a seguirlo haciendo. La chupó toda, le pasó la lengua de principio a fin y le dio muchos besitos. Mi verga ya emitía líquidos pre-seminales que ella se tragó sin asco. Yo estaba ya sumamente excitado.

Le dije que se detuviera, que ahora me tocaba a mi. La volví a acostar en la mesa, le dije que abriera sus piernitas lo más que pudiera. Yo estaba decidido a cogerla por la rajita y desvirgarla de una vez por todas. Puse mi verga entre los labios de su vagina y empujé por turnos, ella gemía y se quejaba. En uno de esos empujones, sentí que mi verga ingresó y se fue dentro de su rajita, ella gritó y casi se sentó en la mesa, yo no se la saqué, más bien la tranquilicé y la volví a acostar en la mesa, ella puso su mano cerca de su rajita por instinto, mi glande había desvirgado su cuquita, empujé ahora con menos fuerza y la tomé por los tobillos de cada pierna y las elevé para mejorar la penetración.

Me empecé a mover con el clásico mete-saca de nuevo, tuve paciencia para esperar que su vagina se dilatara, con eso mi verga entró casi por completo en su rajita. Ahora si, me puse a darle duros pistonazos, yo estaba muy excitado y quería gozarla todita. Los gemidos de Rosita ahora fueron solo de placer. La estuve ensartando varios minutos allí sobre la mesa. Tomé la miel de maple que había en la mesa por los panqueques y tomando uno de sus pies, le quité los zapatos y la calceta, puse miel en su pie, en sus deditos y los lamí, yo sentí que eso hizo que Rosita acabara en otro orgasmo. Hice lo mismo con su otro lindo pie, quité zapato y calceta y roseándole miel, le lamí todo su pie y me metí cada dedito en la boca para chuparlos. Hasta después me di cuenta que mi verga entraba y salía de su rajita con un poco de sangre, señal de su desfloramiento.

Por último, me corrí dentro de su rajita, otra cantidad tremenda de semen salió de mi verga y se alojó en su vagina. Cuando ella se estaba poniendo su calzoncito, me dijo que algo le salía por su cuquita y bajaba por sus muslos, era mi semen que caía de su rajita.

Estamos muy enamorados Rosita y yo. Pero tengo miedo que al enterarse sus padres de su relación conmigo, la lleven a un médico, y al saber que su hija ya no es virgen de ninguno de sus hoyitos, me den una demanda. Vivo con ese temor casi todo el tiempo, solo se me olvida cuando le hago el amor a la pequeña Rosita. Pero por ahora bien vale la pena.

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *