Estaba aburrido, así que llame a un transexual para tener una experiencia nueva, fue una de las mejores cosas que me pasaron. No podía dejar de gemir del placer
Había salido de fiesta con mis amigos, fue una noche divertida, con alcohol, buena comida y buenas conversaciones (un poco picantonas), después de cenar nos fuimos al pub de moda, allí me puse enfermísimo viendo como las “niñas” iban con sus vestiditos de verano, sus escotes de locura, sus sandalias que dejaban ver sus preciosos pies… A pesar de intentar ligar a alguna de ellas me fui a dormir solo, solo y borracho, solo, borracho y con una calentura importante, aún era relativamente pronto así que me hice un último petilla y me puse a leer relatos eróticos en esta misma web, me encantan los de dominación, especialmente aquéllos en que una mujer le folla el culo a su pareja, o le obliga a su novio a ver como se folla a otros, pero hay un fetiche al que nunca me había atrevido a sucumbir, que todo eso lo hiciese un transexual.
La calentura iba aumentando, no sé si fue por eso, por el hecho de estar solo en casa, porque me había sobrado dinero o por el nivel de alcohol pero decidí que iba a llamar a un servicio de compañía, y ya que lo hacía quería cumplir mi fantasía, que una mulata de grandes tetas me reventara el culo con un pollón enorme. Saqué el teléfono de la sección de contactos del periódico local, busqué la descripción que más se acercaba a mis preferencias y marqué el número. Me contestó una voz sensual, nada más oírla mi polla se volvió a endurecer, le dije que quería que viniese a mi casa y me humillase, que sería todo suyo, que podía hacerme todo lo que quisiese y que yo le pagaría lo que me pidiese. Me aclaro que el servicio eran 150€ más el taxi ya que ella estaba en la ciudad de al lado, sin problemas aclaré, pero por favor ven y humíllame.
A los 20 minutos llamaron al timbre de la puerta, la observé por la mirilla, espectacular, 1,75, pechos enormes, una carita entre dulce y viciosa, morena, falda negra de cuero, con medias y zapatos de aguja y un top rojo con enganches. Aún no había abierto la puerta y mi polla ya estaba cubierta de líquido preseminal.
– Bienvenida.
Sin mediar palabra me dio un bofetón.
– A ver perro, me has dicho que querías ser humillado y maltratado, parece que no entiendes lo que eso significa, si realmente quieres que haga contigo lo que quiera arrodíllate y besa mis botas como signo de aprobación, si no lo haces no te preocupes, me marcharé sin cobrarte.
¡Cómo si hubiese podido dudar en mi estado!, aún no había acabado la frase y ya estaba a sus pies besando y lamiendo sus botas negras, en el portal de casa, sin importarme lo más mínimo si alguien de las casas vecinas podía verme. De vez en cuando miraba hacia arriba y disfrutaba de la visión de unas piernas muy bien moldeadas, fuertes, la tercera vez que miré me empujó con su bota y caí al suelo.
– Bien, veo que lo tienes claro, mi nombre es Laura, pero para ti seré o Diosa o Señora, ¿lo tienes claro?, si lo has entendido ladra.
Con un poco de vergüenza y miedo, ya eran las 4 de la mañana y algún vecino podía asomarse a ver qué pasaba, imité como pude el sonido de un ladrido y vi como se le dibujaba una sonrisa en su cara que, definitivamente, era más viciosa que dulce.
– Ahora tendré que decidir cómo te llamamos a ti…
– Mi nombre es Rafa…
Otro guantazo en la cara.
– ¿Crees que me importa? ¿Quién te ha dado permiso para hablar? Sólo hablarás cuando yo específicamente te haga una pregunta. Tu nombre será perrita Sonia, aunque también me referiré a ti como putita o zorra viciosa. Normalmente los 150€ dan para una hora pero si aprendes a comportarte quizás pasemos más tiempo juntos. Si es lo que quieres vuelve a ladrar perrita, y mientras lo haces desnúdate y a cuatro patas dirígete al baño de tu casa que no quiero que si nos ve alguien disfrute de un show gratis.
Volví a ladrar y me desnudé a toda prisa, mi polla seguía dura y brillante por el líquido que la recorría.
– Ya que no tengo correa como corresponde a una perrita no te pongas a cuatro patas aún, que me parece que esa mierdecilla que tienes entre las patas me va a servir para guiarte.
Mientras atravesaba la puerta me cogió de la polla y fue examinando la casa, nada más entrar estaba el salón pero ella se dirigió al pasillo mientras estiraba fuerte de mi miembro, fue abriendo habitaciones hasta que encontró el baño.
– ¡Mira como me has dejado la mano! Está toda mojada de tus líquidos zorra.
Empezó a restregarme la mano llena de mis jugos por la cara, obligándome a abrir la boca y limpiar los restos que quedaban en sus dedos, nunca había probado el semen, he de reconocer que me encantó, devoraba la mano, chupaba los dedos uno a uno como si fuesen pequeños falos, incluso hacía ruiditos mientras chupaba, esos ruiditos que tanto me excitaban cuando era yo el que recibe una mamada. Mi polla no decrecía, seguía alta desafiando la gravedad.
– Bien guarrilla, veo que estás dispuesta a casi todo, vamos a comprobar si eres tan perra y tan sucia como pareces. Métete en la bañera. ¿Recuerdas cuando tu madre te daba biberón? Pues esto va a ser parecido, la única diferencia es que de momento no vas a chupar.
Me puse de rodillas dentro de la bañera, ella entró también, con sus botas, parecía una Diosa vista desde abajo, su cara, sus piernas… Se subió la falda y vi que llevaba unas braguitas rojas, no entendía nada porque parecía que no había bulto, yo esperaba que me follase una transexual aunque ahora mismo me daba igual.
– Abre la boquita para ir haciendo hambre…
Tal como abrí la boca empezó a dejar caer baba y escupitajos desde arriba.
– Ni se te ocurra perderte ni una gota o lo pagarás. Siempre decís que queréis que os humillen pero pocos de verdad os atrevéis a ello, he de decir que estoy muy contenta contigo, de momento no has hecho ni una mala cara, de hecho viendo lo dura que está tu mierda de polla parece claro que te encanta. Pues bien zorra, es hora del biberón.
Mientras lo decía se bajó las bragas, tal como se las quitó un bulto enorme salió disparado desde su culo, parecía una palanca de cambios, una polla negra, con un glande enorme, preciosa, las venas bien marcadas y ni un solo pelo que molestara su visión. Debía medir unos 17 cms y aún no estaba erecta del todo…
– Guarrilla, abre la boca, ahora veremos hasta donde llega tu límite por agradar a tu Diosa.
Empezó a mearme, sin previo aviso (si no consideramos la frase anterior un aviso), intentaba tragar todo lo que podía pero era imposible, el orín era fuerte, de olor penetrante, lo notaba bajar por mi garganta y como el resto que no engullía se deslizaba mi cuerpo, mojándolo de meado. Cometí el fatal error de ir a tocarme, fue superior a mis fuerzas, de la patada que me dio en los cojones aún me acuerdo hoy en día, me quedé tumbado en la bañera, retorciéndome de dolor.
– Perra asquerosa, ¿quién te ha dado permiso para tocarte? ¿No querías ser una puta esclava? Sal de ahí zorra que te vas a enterar de lo que es bueno. Ahora recibirás tu castigo pero primero te voy a vendar los ojos, esa será la primera parte, has perdido la posibilidad de verme mientras te humillo. ¿Dónde tienes las herramientas?
Le indiqué y me dejó solo, tumbado en el suelo, al cabo de un rato volvió, menos mal que llevaba sólo la cinta aislante, durante un momento me había temido lo peor. Me puso sus bragas sobre mis ojos y con la cinta aislante la fijó, la cinta la enganchó sobre mis patillas. Me cogió con fuerza y me puso sobre sus rodillas, de forma que mi polla quedaba entre sus muslos, empezó a azotarme y a hacerme contar las palmadas en el culo. No eran palmaditas de cariño, eran verdaderos latigazos con sus manos. A pesar de ello cuando íbamos por el número diez noté como mi polla se disparaba, borbotones de semen empezaron a salir y a caer sobre lo que era la tapa del WC y los muslos de mi Diosa.
– ¡No aprendes nunca puta!.
Cogió mi cabeza y me hizo lamer mi semen, ahora no era líquido preseminal como el de su mano, era mi semen de verdad, viscoso, chupé y chupé de la taza del WC hasta que no sentía mi lengua.
– Vamos a tu habitación, el tiempo se está acabando y yo aún no he disfrutado lo que toca.
Me ató las manos a las patas de la cama, pero no en el cabecero sino donde normalmente descansan los pies. Noté como movía una silla y la ponía al final de la cama, con su mano agarró mi pelo y lo dirigió a los muslos. Limpié los restos que aún quedaban allí, estaban un poco resecos así que tenía que hacer bastante presión con mi lengua.
Sin soltarme el pelo subió un poco mi cabeza y noté como su polla, ahora sí dura como la piedra, chocaba contra mis mejillas. Yo, ansioso de polla como estaba, abría mi boca con desesperación para chuparla pero ella jugaba conmigo, me daba toques con su miembro en la cara y cuando parecía que estaba a punto de cazarla la separaba. Al cabo de unos minutos así la metió de un solo golpe en mi boca.
¡Casi vomito! Joder, si yo con mi polla que es más bien pequeña, he llegado a provocar arcadas, no os imagináis como era tener ese rabo enorme y notar que te golpeaba la garganta, además lo hacía sin piedad, sus caderas se movían rápido y con sus manos me follaba la boca, intentaba hacer lo podía pero era imposible, notaba como la saliva resbalaba por mi cuerpo. Además, la muy cabrona, en una de esas embestidas me tapó la nariz con sus dedos, creía que moría, un falo enorme dentro de mi garganta y la imposibilidad de respirar, era demasiado para mi, empecé a mover casi con convulsiones, sólo fueron unos segundos pero han sido los más desesperantes de mi vida.
Con la misma brusquedad con la que había metido su polla en mi boca la sacó y se corrió en mi cara y mi pelo, me obligó a limpiar los restos que alcanzase con mi lengua, la zona cercana a la boca fue fácil, el pelo quedó lleno de su semen y notaba restos también por el cuello y la frente.
– Zorrita, quiero que ahora me lo pidas tú. Sabes lo que toca, dilo.
– Diosa, ¿me haría el favor de desflorarme?
– ¿Qué es lo que quieres? Sé más claro.
– Quiero que me rompa el culo, por favor señora, se lo suplico.
– ¿Y por qué quieres eso?
– Porque soy una zorra viciosa, una perra.
– Muy bien, pues tus deseos se van a cumplir.
Se colocó detrás de mi y me puso un cojín en mi barriga para levantar el culo, temiéndome lo peor intenté relajarme lo más que pude pero, para mi sorpresa, está vez no la metió de golpe, era mi primera vez y no quería provocarme desgarros, apoyó el glande en mi ano y empezó a hacer fuerza poco a poco para que éste cediese. Menos mal, porque aún haciéndolo así notaba como me iba partiendo por la mitad, intentaba contener los gritos, mordía la sábana y mis labios para no quejarme, noté como ya había entrado todo.
– ¿Crees que ha pasado lo peor? Prepárate.
Ahora sí que vi las estrellas, si que chillé como un loco, una vez había entrado el capullo me metió el resto de su polla de un solo golpe. Empezó a violarme, no sé de qué otra forma describirlo, me dolía mucho, pero mucho, los gritos se tenían que oír por todo el barrio pero me daba igual. Era la única forma de desahogarme. Me tuvo así unos 10 minutos y cuando mis gritos empezaron a disminuir bajó el ritmo, ahora me daba enculadas profundas pero lentas, joder, todo el dolor que había sentido hasta ahora se transformó en placer, no os engañéis, aún dolía del carajo, pero notaba como oleadas de placer recorrían mi espalda. Así seguimos, me dijo que no iba a parar hasta lograr que me corriera sin tocarme, que tenía su permiso para hacerlo. No me costó más de 1 minuto, la polla se puso rígida como nunca la había visto y leche y leche empezó a salir. Cuando notó que me había corrido sacó su polla de mi culo y empezó a correrse ella también, sobre mi espalda, notaba todo su semen calentito sobre mis riñones y como se desplazaba hacia abajo. Estaba exhausto pero feliz, más feliz que nunca. Mientras dejaba reposar la polla sobre mi polla me preguntó.
– ¿Te ha gustado Rafita?
– Sí Diosa, me ha encantado.
– Dime por qué.
– Porque soy una zorra viciosa, una puta de lo más bajo, me encanta que me revienten el culo, me encanta que me violen, que me meen, que me escupan, que me usen como un trapo. Me encanta ser la más zorra, tragarme su leche, tragarme mi leche, que me azote cuando me porto mal, que me obligué a lamer sus pies, que me insulte, que me pegue, en definitiva, me encanta ser SU puta.
Justo cuando acabé mi “discurso” de un tirón arrancó la cinta de mis ojos. Pavor, sentí pavor, en la silla donde ella había estado sentada había una minicámara enfocándome a la cara. Se retiró de mi espalda, se sentó en la silla y cogió la grabadora.
– Mira zorra, con esto podría ser muy mala, pero mucho, no es mi estilo, si lo hiciese nadie me contrataría, por eso te voy a proponer un trato, seguro que mañana tienes una comida familiar, con toda tu familia, tus padre, tus abuelas, etc. Muy bien, quiero que vayas a esa comida pero… quiero que vayas sin limpiarte nada excepto tu cara, los restos de semen en tu pelo, en tu espalda, el olor a meado, todo eso quiero que lo tengas en tu cuerpo. Ahora te daré mi móvil. Si durante la comida me envías una foto con tu abuela, un pariente mayor y puedo ver claramente que has cumplido mi orden el lunes mismo quedaremos y, si así lo quieres, te devolveré la cinta. Si no lo haces tendré que pensar en darle otros usos, no sé si publicarla online, si enseñársela a mis clientes para que se exciten o si enviarla a esta dirección y la de tus vecinos cada mes hasta que descubran lo zorra que eres. ¿Lo has entendido?
– Si señora.
– ¿Y qué has decidido?
– Haré lo que usted quiera.
Se lo dedico especialmente a Julia, la primera (y la mejor) en sacar a la zorra viciosa que llevo dentro.