Estaba cerrada a los hombres, encontró placer en el Sr. Mogambo, quien es el perro de nuestros nuevos vecinos

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Vivíamos tranquilos con mi mamá, en el country, hace mucho que papá se fue y se desentendió de nosotros.

 

Mi mamá es mi orgullo, cuando era chico me iba a buscar al colegio y muchos la miraban, otros padres, profesores y hasta estudiantes de años superiores. Tiene 34 años, se llama Noelia y gracia a sus caminatas, gimnasia en el gym del country, spa y masajes, ella se mantiene esbelta, atractiva, sensual, con esa cuota de ingenuidad que a muchos hombres apasiona.

 

Tiene cabello negro, largo con un mechón que rebeldemente le cae sobre la frente, hermosos ojos verdes oscuros, grandes pechos (todavía bien firmes), cinturita estrecha, hermosa cola con firmes y musculosas piernas. Una belleza, codiciada por muchos hombres.

 

Pero ella estaba cerrada a los hombres, el divorcio y la ida de papá hasta desaparecer la afectaron.

 

Ella comenzó a desconfiar de todos, se volcó totalmente a mí, hasta sobreprotegerme y hacerme un total dependiente de ella.

 

Hace 6 meses, compraron la casa vecina a la nuestra, sobre un gran lote, con una enorme casa y una especie de galpón. Los nuevos vecino eran un misterio, la mudanza fue casi de noche y no vimos nada, solo sabíamos que era un matrimonio mayor.

 

Pero a los pocos días, vinieron a presentarse: Don Patricio y Doña Emilia.

Era un matrimonio mayor, de más de 65 años. muy reservados, y no les gustaba hablar con chicos, pero si con mamá, con la que hicieron pronto amistad, todos los días o venían o íbamos.

 

Nosotros sentíamos curiosidad por el galpón, de noche veíamos la luz prendida pues Don Patricio iba seguido.

 

Hasta que un día fuimos a la casa de ellos y mate de por medio, mamá le preguntó, para sacarse las incógnita.

 

Ellos se miraron seriamente y Don Patricio le dijo a mamá:

 

– Estábamos esperando tu pregunta.

 

Y le mencionaron que allí, pasaba la mayor parte del tiempo… el señor “Mogambo”. Ese “señor”, es un perro.

 

Después de “prepararnos” comentándonos con voz cansina, que no debíamos tener miedo por su apariencia, nos llevaron a verlo, pero el interés de ellos era que lo conozca mamá, pues insistían en que yo me quedara en la casa viendo la tele, pero insistí y con algo de fastidio accedieron.

 

Cuando abrieron la puerta, Mogambo que estaba echado en el suelo, se incorporó. Era un terrible mastín napolitano, enorme y negro, me horroricé por como me miró y mamá quedó congelada, realmente imponía mucho miedo.

 

Mientras doña Emilia me agarraba de la mano y me decía:

 

– Vos quedate acá conmigo, es por seguridad.

 

Don Patricio tomo de la mano a mamá y con tono paternal le dijo:

 

– Tranquila Noe, hija vení conmigo a conocer a tu nuevo amiguito.

 

Mamá caminaba temerosa de la mano de Patricio, hasta que llegaron al perro y éste, inmediatamente comenzó a olerle la vagina a mamá por arriba de la calza muy ajustada de color negro que vestía. Ella por instinto quiso retroceder, pero el viejo siempre con tono suave le expresó:

 

– No querida, no te muevas, es la forma que tiene para conocerte, dejalo que no te va hacer nada malo.

 

Mamá se quedó quietita y el perro le olfateo con su frío hocico la vagina apoyando su gran trompa contra ella.

 

Patricio guió la mano de mamá para que le acaricie la gran cabeza y ella tímidamente comenzó a acariciarlo.

 

Con cada pasar de la fina y suave mano sobre el pelaje, el perro se excitaba, respiraba de forma agitada chorreando baba y sacando su larga lengua empezó a darle mojados lenguetazos a la entrepierna de mamá, quien otra vez intentó retroceder.

 

Patricio la retuvo con sus firmes manos y la miró fijo.

 

Ella sujetó con las dos manos la cabeza de Mogambo para echarlo para atrás, pero el perro seguía lamiendo con gusto y ella cerró los ojos inconscientemente dejando que la bestia continuara.

 

Patricio sonriendo, observó a su esposa.

 

Al rato, como si nada, todos regresamos a la casa, el viejo prendió el televisor y me sentó en el único sillón para que yo viera y los mayores se metieron a la cocina, pretendiendo que yo no oyera la conversación, pero escuché.

 

Emilia le dijo a mamá:

 

– ¿Que pasó hija? ¿Te gustó el señor Mogambo? A él le encantaste.

 

– Si, es un lindo perro… me daba miedo, pero resultó ser manso (respondió dubitativamente).

 

– Contigo, pero no es manso… lo es y será con vos (dijo Patricio).

 

– ¿Querida, que te parece si venís mañana y salen a dar un paseo con el señor Mogambo? Él necesita gastar energía y a nosotros nos cuesta sacarlo porque somos grandes, pero estoy segura que le encantará salir con vos (le dijo Emilia).

 

– ¿Ehh?.. ssssi, ¿Por qué, no? ¿Mañana vengo a esta hora?

 

– Mmm, un poquito más tarde, al anochecer, tipo a las 21 hs, a esa hora a él le gusta salir.

 

– Ok.

 

Volvimos a casa y noté que mamá estaba extraña, como si los lenguetazos en su vagina despertaron algo en ella, y reconozco que a pesar del pánico yo también me excite cuando cuando vía a esa bestia acosándola.

 

¿Ese perrazo montando a mamá?, ufff, me mojé de pensarlo.

 

Al otro día, temprano, apareció Emilia. Mientras tomaba mate con mamá, yo jugaba con la playstation, pero estaba más concentrado en la conversación.

 

Emilia preparaba a mamá para la salida con el señor Mogambo.

 

Mamá inquirió sobre el comportamiento del animal, a averiguar cosas, hasta que la casi anciana agresivamente le preguntó:

 

– No mientas, decime la verdad, ¿Te calentaste con las lamidas de Mogambo?

– Ay Doña Emilia… me da vergüenza…

 

– Nada de vergüenza, la verdad… No sabés lo afortunada que sos en ser “amiga” de Mogambo.

 

– Sssi… sí, algo me excitó.

 

– Ahhh… jajaja… ¡¡¡Eso es hermoso!!! Mogambo es un gran perro, nunca tengas vergüenza, van a llevarse bien en “muchos lados”.

 

– Pero… yo jamás hubiera pensado en algo como lo que insinuás…

 

– ¡Shhh! Basta de excusas, eso es para niños, liberáte de falsos perjuicios, dejá que tu cuerpo hable, lo hará excitándose, pidiendo ser penetrada por algo hermoso.

 

– Pero tengo miedo… es una locura… no sé…

 

– No importa. No quiero que me mientas, todo saldrá de una manera natural, tenemos que trabajar en eso y tendrás nuestra ayuda, no será en un día no dos… sobra tiempo y eso ayudará a prepararte bien, para empezar esta noche vendrás después de cenar, tipo 23 hs, esa hora no hay vecino chusma, vestite con alguna pollera o vestido bien corto, lo más corto que tengas. Iremos todos a caminar al parque.

 

– ¿Y Leandrito?

 

– Vendrá con nosotros, claro está, en algún momento, él se quedará conmigo en un banco, entonces vos y mi marido se apartarán junto al señor Mogambo, confía en mí.

 

Al rato la vieja se fue.

 

La cena fue en silencio. Mamá estaba como ida, nerviosa, movía sus piernas constantemente.

 

Después del café, ella fue al baño a cambiarse, a la media hora regresó con un vestido beige cortito, que le tapaba las nalgas apenas por unos centímetros, al que nunca se lo había visto puesto.

 

Como a los quince minutos salimos.

 

Los vecinos estaban en la puerta de su casa esperándonos, al vernos, el viejo fue a buscar a Mogambo.

 

La bestia apareció con un collar muy grueso de cuero con cadena y fue corriendo hasta donde estaba mamá.

 

Ella ya no quiso escapar y le acarició la cabeza, Patricio le dió la cadena y comenzamos a caminar rumbo al parque.

 

Mogambo tironeaba un poco arrastrándola, logrando que se nos adelantaran unos metros, Emilia y su esposo hablaron sin importarle mi presencia.

 

– Él es muy fuerte para ella (balbuceó Emilia).

 

– Y muy alto, ella es petiza… si el señor se le para en dos patas la supera.

 

– No se que pasará, cuando llegue el momento la va a romper toda.

 

– Por eso hay que prepararla bien, darle pastillas y lubricarla bien. Las pastillas que le venimos poniendo en el mate la tienen muy excitada, todo sale tal cuál lo planeamos, pero hoy hay que darle varias, para que la calentura le haga perder la cordura.

 

– Al principio vas a tener que estar vos presente para acomodarlos a los dos y frenarlo a él, para que no le destroce en los empujones… y a ella para calmarle los gritos cuando la terrible pija de Mogambo entre.

 

– Tranquila, estaré… ahora llevalos atrás del árbol que me quedo con el pendejo… hacela calentar bien, que se ponga bien putita.

 

Cuando nos sentamos en el banco de madera, Patricio se dió cuenta que yo estaba pendiente de mami y no la perdía con mi mirada.

 

Ellos se perdieron atrás de un enorme y grueso árbol, donde las luces de los faroles del parque no llegaban.

 

Como a los 20 minutos comencé a escuchar murmullos y percibir movimientos.

 

Patricio, sin tapujos, me dijo:

 

– ¡Oh! Se te paró el pitin… confesame ¿Te calienta lo que va a pasar? Te excita pensar en mamita, con su pequeña conchita y su culito cerrado abotonada con ese monstruo? ¡¡¡CONTESTAME!!!

 

– Sí… ¡Muchooo!

 

– Jajajajaja… lo presentí, sos un pajerito. ¿Querés que espiemos un poco?

 

– Síííí.

 

Nos levantamos y él me llevó sigilosamente cerca del árbol, buscamos la mejor ubicación y miramos.

 

Mamá estaba sentada en el césped con la falda subida, Emilia tenía agarrado al monstruo que le lamía el hermoso rostro a mi madre, quien poco a poco se fue soltando y aproximando su cara a la de la bestia, abrió su boca y jugó con su fina lengua con la ancha de él.

 

Luego, la trompa del monstruo se apoyó en una teta y comenzó a lamerla por arriba del escote.

 

Mamá cerró los ojos, llevó su cabeza hacia atrás y gimiendo sacó sus gordas tetas y se las ofrecía al perro.

 

Mogambo estaba excitándose y su gruesa, roja y larga verga empezó a escapar de su capuchón.

 

La vieja lo sostuvo fuerte porque el monstruo quería montarla a mamá ahí mismo.

 

El perro comenzó a bajar la trompa, ahora apuntaba a la vagina.

 

Emilia, luchando para sujetarlo, agitada, le dijo casi gritando a mamá:

 

– Sacate la bombacha, dejalo lamerte el tajito.

 

Mamá apartándose del animal, fue más allá, se desnudó quedando solamente con sus suecos, volvió a sentarse pero esta vez con sus piernas abiertas algo flexionadas.

 

Patricio sin que ella lo notase se acercó, levantó del pasto la tanga negra y me la trajo, estaba empapada de la saliva del perro y olía raro.

 

Cuando volví a levantar la vista, la cabezota del monstruo hurgaba en la vagina, la lamia, mojaba y golpeaba a lo bruto.

 

Mamá con sus manos en la cabezota del perro trataba de frenarlo. La bestia descontrolada mordía los muslos y la vulva sin llegar a provocarle daños, arrancándole quejidos. La vieja liberó un poco la cadena y el monstruo con su peso la tiró a mi madre parándose encima, lastimándola con sus patas, lengueteando las tetas mientras hacia movimientos coitales.

 

Emilia lo dejó un rato hacer al monstruo lo que quisiera y las manos de mami se posaron en su duro miembro resbaloso y extremadamente duro para evitar que encuentre la ruta a su vagina.

 

Luego, con mucho esfuerzo, entre las dos pudieron acomodar al monstruo de costado, la vieja agarró una mano de mamá y la llevó a la descomunal verga de Mogambo que estaba latiendo, engordando con cada palpitar y escupiendo chorritos de semen.

 

Mamá miraba como asombrada, mientras su mano era guiada por la de Emilia en la masturbación del animal, en sus ojos se notaba el temor al comprobar la magnitud de ese terrible tronco rojo con venas saltonas azules.

 

Sin que nadie le dijera nada, mamá se acomodó en cuatro patas y llevó su cabeza a la puntiaguda pija, pasándole la lengua suavemente y mojando sus labios con el líquido seminal.

 

Sujetando con una mano por debajo del nudo la gigantesca verga, la recorría con sus labios entreabiertos y la besaba con hambre de lujuria, pasándola por toda su cara y de golpe la empezó a tragar, algo con dificultad al comienzo por el grosor, pero luego su mandíbula se acomodó. La boca de mi madre subía y bajaba a buen ritmo.

 

El viejo con la garcha al aire se estaba pajeando a mi lado.

 

– Mierda, que trola es tu vieja… la pastillas de estrógenos con yumbina, la vuelven loca.

 

La boca liberó al falo sóo cuando no pudo contener la enorme cantidad de leche perruna, escupiéndola en el suelo. Enseguida Emilia separó al animal.

 

Mientras regresábamos con Patricio al banco y él se guardaba en el pantalón su pito cabezón, escuché que mamá le dijo a la vieja:

 

– Me va a matar, no me va a entrar ese tronco, es muy grande

 

– Shhh… haremos todo bien, comenzarás hoy mismo a tomar dos pastillas y a meterte tus dedos en la concha, dilatándola, todo saldrá bien.

 

Volvimos a casa, mamá me acompañó a mi habitación y una vez que me acosté, se sentó a mi lado en la cama y tocándome la cabeza me dijo:

 

– ¿Escuchaste todo, no?

 

– Sí mami, perdón… hacían mucho ruido.

 

– Sí, lo sé… y seguro que miraste también, ¿No?

 

– Ssí… (y luego de un breve silencio en el cual ella se quedó mirándome a los ojos, pregunté) ¿Cómo sabes?

 

– Mamá sabe todo… recordá que una vez te lo dije. ¿Y qué te pasa?, ¿Tenés miedo?.. lo veo en tu cara.

 

– Si, por vos tengo miedo… te va a lastimar y no quiero que nada te pase.

 

– No hijo, no sucederá eso, pero vos sabes bien que mamá estuvo mucho tiempo sola y tiene necesidades… no quiero meter un hombre en casa, por vos… esto es diferente… no vamos a correr riesgo de encariñarnos de alguien que después nos va a abandonar… no temas.

 

– Cuidate mamá, por favor.

 

– Tranquilo mi amor, lo haré.

 

Me dió un beso, apagó la luz y se fue a acostar a su cuarto.

 

Esa noche fue agitada para ella, la oí gemir mucho y sentía moverse la cama.

 

Transcurrió alrededor de 1 semana, en la que ella salía con Mogambo a pasear por el parque muy por la noche, o iba al galpón. Pasaban entre hora y hora y media, pero esta vez, permanecían ellos solos, sin nadie más.

 

Una noche, estando yo con los viejos, escuchamos a mamá gritar muy fuerte, Emilia fue al galpón a ver, yo estaba de verdad muy asustado.

 

Al volver, dijo mirándome:

 

– No es nada… el señor la hizo acabar con la lengua… le comió la concha a mamita, jajaja.

 

Y prosiguió hablando ahora en dirección a su marido:

 

– Creo viejo que mañana es el día.

 

– Si, mañana… prepará temprano la habitación.

 

– Si, viejo, mañana será un día muy largo y trabajoso.

 

Al otro día, fuimos a la tarde a la casa vecina, Patricio y Emilia estuvieron dándole consejos, mamá estaba preocupada, con temor, temblaba de lo nerviosa que estaba, por eso le dieron un calmante suave y cenamos mientras le hacía efecto.

 

A las dos horas, con varios licor de huevo de sobremesa y gaseosa para mí, mamá fue al baño. Patricio entonces me dijo, tanteándose el bulto por sobre la bragueta, que fuera a la habitación a acostarme, porque ella no aceptaría que yo espiara, pero él me prometió irme a buscar.

 

El viejo gozaba con mi miedo de verla sufrir.

 

Me acosté dejando la puerta de la recámara abierta y al rato apareció mamá a darme un beso. Me excité al verla descalza caminando lento hacia mí, con una remera blanca ajustada que marcaba sus pezones y una tanga chiquita rosa, pude apreciar bien sus hermosas nalgas, firmes, paradas.

 

Se sentó en el borde de la cama, me acarició en silencio la cabeza y me dió un beso, sintiendo por varios segundos sus cálidos labios presionando sobre mi frente. Su perfume inundaba el cuarto.

 

Le dije:

 

– Cuidate por favor.

 

Me miró, su rostro demostraba nervios y temor, sonrió, asintió con la cabeza, me guiñó un ojo, apagó la luz y salió.

 

Pasó casi media hora y apareció Patricio, estaba al palo, me preguntó si quería ir a ver, le respondí que si. Me levanté y fuimos.

 

La habitación donde estaba mamá, Emilia y la bestia estaba en el piso de arriba. Mientras subíamos con sigilo las escaleras escuchaba los sonoros quejidos del perro.

 

La puerta estaba entornada y el pasillo muy oscuro. Por supuesto la bestia notó nuestra presencia, mirando hacia la puerta, pero estaba muy ocupado en otra cosa, su hembra estaba sentada en el borde la cama y lo tenía abrazado, mientras con una mano le agarraba la roja e hinchada pija.

 

Estaba sin remera, solo la tanga y refregaba sus tetas con pezones salidos en el lomo del animal.

 

Ahora la bestia giró su cabeza hacia mamá, ella abrió la boca, sacó la lengua y el animal se la lamia, era una escena erótica y morbosa al mismo tiempo.

 

Emilia acariciaba y agarraba los grandes testículos de la bestia y le levantaba la fina cola.

 

Mamá estaba temerosa pero a su vez muy caliente. La pija de la bestia era enorme, muy larga y gruesa.

 

Ahora mamá acercó su cara a la pijota, la olió, pasó la punta de su lengua por todo su largo, desde la base hasta la cabeza y comenzó a lamerla, haciendo chorrear leche al animal.

 

Emilia le decía que la trague.

 

Le hizo caso y a los minutos, su boca empezó a llenarse de leche y ante mí asombro, la tragó, saboreando el gustó que le dejó con agrado.

 

La bestia enloqueció desbordado por la calentura, giró bruscamente y de un salto puso sus dos patas sobre los hombros de mamá.

 

Emilia, que trataba de contenerlo sin resultado, gritó:

 

– ¡Patriciooooo! Vení viejo, apuate.

 

El hombre me dijo que me quedara quieto y callado.

 

Cuando entró, la bestia babeaba sobre el rostro de mamá que estaba aterrorizada.

 

A la roja verga se la notaba más dura e hinchada. El matrimonio pudo apartar a la fiera, pero esta quería poseer a su hembra.

 

Emilia vociferó a mamá:

 

– Nena, sacate la tanga y date vuelta, arrodillate en el piso, apoyá el pecho en la cama, abrí bien las piernas subiendo la cola, abrilas lo más que puedas.

 

Mamá le hizo caso, parecía una perrita con el culo bien parado, esperando la monta.

 

Patricio le gritó a Emilia:

– ¡Carajo! Soltalo de a poco, para que la coja o nos va a morder.

 

Le soltaron la cadena y el monstruo embistió, puso sus dos patas delanteras a los costados de la cintura de mamá y comenzó a empujar, mientras le babeaba la nuca.

 

La pijota no encontraba la brillosa conchita de mamá, se desviaba para arriba.

 

Patricio se arrodilló a un costado, le agarró la verga y la condujo a la abertura vaginal.

 

Terrible grito emitió mamá cuando ahora la pija si embocó el dulce agujero.

 

El viejo la sujetaba, pues mamá comenzó a llorar y quería salir de ahí.

 

Mogambo pegaba feroces estocadas con su descomunal verga dentro de la cuevita, al rato una enorme bola en la base de su pija comenzó a crecer, pero con los movimientos coitales la inflamada bola quedó dentro de la concha a modo de tapón, evitando que el perro pudiera sacarle la pija.

 

Cogía mejor que un humano, le arrancaba gemidos y puteadas terribles a mamá. El animal movía su pelvis raudamente y ella intento tirarse para adelante pero Patricio se lo evitó para que no baje su culo.

 

El perro subía las patas traseras a la cama para penetrarla bien profundo.

 

De la concha de mamá por momento escapaba hilitos de leche, el perro babeaba constantemente.

 

Mamá gritaba del dolor pero movía su cadera al ritmo de las arremetidas de su macho y el perro, lejos de detenerse, aumentaba el ritmo del embate.

 

Gruñía, más baba, sus patas delanteras rasguñaban la piel de los hombros, ella estaba en un grito, pero no sé si de dolor o gozo, quizás ambos.

 

Emilia estimulaba con una mano el clítoris de mi madre

 

– Ay, viejo, no sabés lo calentita que tiene la conchita.

 

Su marido mientras, jugaba apretando las tetas de mamá.

 

Todo era frenético. Yo me tapaba los ojos cada tanto. El espectáculo por momentos era aterrador, pero no podía dejar de observar.

 

Ese monstruo estaba dentro de mi mami, penetrándola despiadadamente.

 

Cuando mami comenzaba a acostumbrarse a ese martirio y comenzaba a gemir, el perro la penetró más hondo y brusco.

 

– Me está clavando la punta de la pija en el útero… me está rompiendooo… ohhh… ¡Ay!.. mierdaaaaaaaaaaah

 

Al tiempo que gritaba, su vagina se expandia ante esa protuberancia invasora.

 

Patricio intentó acomodar mejor al perro, pero la bestia le gruñó, mostrándole los enormes dientes.

 

Mogambo estaba abotonado a mamá y la clavaba con con mucha violencia.

 

Pasó como media hora hasta que el perro cambió de posición y voltear para quedar ambos mirando en direcciones opuestas, la hizo gritar desgarradoramente al girar toda esa bola de carne dentro de su paretadísima concha.

 

Quedaron quietos.

 

Lo único que le escuchaba a mami era:

 

– ¡¡¡Aahhhhhh!!! Sacame estooooooh… uuuuuuh

 

Lloraba del dolor, pataleaba. Mogambo intentaba sacar su pene y mami lloraba más y gritaba.

 

Patricio miraba a mamá con la cara desfigurada del morbo, y su esposa intentaba ayudar para que el bulto salga, pero lo único que conseguía era hacerla gritar.

 

Transcurrió un minuto menos que una eternidad, hasta que el nudo se desinflamó y salió la pija en medio de una catarata de semen, mamá aulló del dolor y del alivio, por fin se separaron.

 

El viejo se ocupó de higienisar y aliviar a mamá con paños mojados por todo su cuerpo y Emilia limpió los restos de leche, flujo y sangre impregnados en la verga del animal, chupándosela descaradamente.

 

Esa noche, mamita durmió desnuda en la cama con Mogambo a su lado, abrazándolo.

 

Al otro día, se resolvió que el perro vendría a vivir con nosotros, era imposible alejarlo de su hembra.

 

Pasaron dos días de tranquilidad, mamá y yo sacábamos a pasear a la bestia siempre por la noche.

 

Patricio y Emilia se fueron a pasar unos días a la casa de una hija.

 

Mogambo no se separaba de mi madre, dormían juntos en la cama matrimonial, produciéndome miedo de acercarme, ni bien amagaba con entrar a darle un beso a mi mamá, el animal me gruñía feo. Ella se acostaba desnuda porque decía que el animal le daba mucho calor. Pude apreciar que la concha la tenía muy irritada, con los labios vaginales algo separados.

 

Una noche, comenzó una gran tormenta, habíamos terminado de cenar y estábamos sentados en el living mirando televisión, mamá fumaba un cigarrillo y tomaba un café. Serían las 22:30 hs aproximadamente, cuando Mogambo se incorporó de repente y se paró con sus dos patas delanteras sobre el sofá, en medio de mamá y yo, me miró, comenzó a babear y luego me mostró los dientes.

 

Ni bien me alejé rápido a un costado, a distancia prudencial, el perro torció la cabezota y miró a mamá.

 

Ella estaba calma y sólo atinó a acariciarle la cabeza pidiéndole que se calme.

 

La bestia se acomodó subiéndose sobre ella, encerrándola con sus patas delanteras y sus traseras estaban entre las piernas de mamá, obligándola a abrirlas incluso más.

 

El animal comenzó a lamerle la cara mientras la temible verga salía de su estuche. Ella respondía llevando su cabeza hacia delante para recibir mejor los lenguetazos y con su pie derecho le acariciaba parte del lomo a la fiera.

 

– ¿Qué pasa, mi novio quiere mimos? ¿Eh? ¿Esta cariñoso? A todos la lluvia nos pone con ganas…

 

Mamá estaba con un fino camisón blanco, de tirantes, largo hasta la rodillas, como era encaje, dejaba ver que no llevaba ropa interior.

 

El perro se bajó y metió su hocico entre la entrepiernas de ella, lamiendo la vagina.

 

Se notaba que ella estaba caliente, llevó el cigarrillo a sus labios, le dio una larga pitada, para luego subir el camisón facilitándole la tarea a la bestia, que sabia muy bien lo que hacía. Inconscientemente se acariciaba sus hermosas tetas, amasándolas y pellizcándose los carnosos pezones. Al rato bajó las manos y abrió su rosada conchita para que el amante canino se la lama por dentro.

 

Entre gemidos mamá me pidió:

 

– Andate a tu habitación hijo, andate por favor… mmm… aggggggh

 

– Pero mami, tengo miedo por vos.

 

– Yo lo manejo, dejanos solos… ohhhhh… si pasa algo te llamo, andate ya…

 

– Pero má, yo me quiero quedar.

 

– ¡Ya! Te dije.

 

Me fui, pero no me fui, me quedé espiando escondido.

 

La pija roja del perro era descomunal, mamá le indicó al animal que subiera y volvieron a besarse de lengua pero con mayor desenfado al tiempo que la verga apuntaba a su concha y los calientes chorros seminales le mojaban el camisón a la altura del abdomen.

 

Mientras los dos estaban con las lenguas afuera, lamiéndose, ella lo pajeaba enérgicamente y cruzó sus piernas por arriba del lomo del animal.

 

Mami, en el summun de la calentura, le decía casi a los gritos:

 

– ¿Me querés coger? ¿Querés montar a tu perrita? Que pijudo es mi machito… y bastante puerquito, me la quiere meter estando mi hijo al lado… mmm… ya sé que estas caliente, yo también mi amor… ufff no para de crecerte la vergaaahhh… me vas a matar bebé… seeeeee, quiero que me cojas, rompeme la concha como vos solo podés hacerlo… uuummm…

 

Ella se sacó el camisón, se estiró para atrás y asiendo fuerza para su lado con sus piernas logró que el perro la penetre. Cuando entró la pijota sintió su vagina arder y trataba de putear sin gritar.

 

Pero productos de los fuertes embates cada tanto la verga erraba el rumbo y se escapaba de la húmeda y apretada cárcel. Mamá se incorporó, fue al baño a buscar lubricante para su agujero pasando en bolas por donde yo estaba si darse cuenta y al regresar se arrodilló en la alfombra con el culo bien parado, apoyándose en el sofá. Mogambo la volvió a montar, ayudándolo ella con una mano para que el perro emboque la pija.

 

La bestia empujó, la pijota se resbaló un poco para arriba y encontró el culo de mamá, que de tan lubricada que tenía esa zona y por lo mojada que estaba, entró sin problemas en el primer envión.

 

Ella se contorsionó y lanzó un alarido, pero la desgarradora verga estaba muy cómoda en ese cerrado agujerito y siguió penetrándolo.

 

Con el correr de las penetraciones se le empezó a formar la bola, por suerte quedó afuera del ano y no se abotonaron, del culo chorreaba un poco de semen con sangre.

 

Mami gritaba y fui a ayudarla.

 

Cuando le pregunté que podía hacer, ella me respondió llorando:

 

– Nada hijo, nada… ¡Ay! La puta que lo parió… me está rompiendo el culooooo… hijo dejalo tranquilo, no te acerques que te morderá, es muy celoso… agggggg… andate por favor… no mires esto… no quiero que me veas como una puta… andate.

 

Me fuí, seguí espiando esa brutal penetración.

 

La bestia bramaba de placer, ese agujero le apretaba la pija pero él ya lo estaba abriendo, rompiendo, destrozándolo.

 

La culeada era salvaje, al quedar la bola por fuera, la terrible pija tenía mayor recorrido en sus embestidas, saliendo casi toda y volviendo a hundirse en los intestinos hasta el fondo. Ella se mordía el labio inferior para tratar de no gritar.

 

La rotura del culito de mami duró menos que cuando quedó abotonada, la cogida fue tan despiadada que el perro encontró el clímax más pronto y eyaculó mucha leche, pero mucha.

 

Mamá quedó como desmayada y luego de más o menos 15 minutos en los que permaneció sin moverse, agarró su camisón y se encerró en el baño, con Mogambo a su lado.

 

Ella estaba descompuesta, la enema de leche fue terrible.

 

El perro sigue viviendo con nosotros y una o dos veces por semana, se la coge a mami, cada vez con más fuerza, pero ella está acostumbrada y lo disfruta placenteramente. Mamá está enamorada de su extraño amante, al cual lo considera su marido y me pide que lo llame papi. Ya no sé está tan reticente y cuando Mogambo la monta, no me pide que me vaya.

 

Estamos en verano y hoy llamó mi prima, de 19 años para venir a casa unos días y disfrutar de nuestra pileta.

 

¿Qué pasará?