Estábamos en el momento más álgido de nuestro polvo follador de la noche de bodas, y fue en ese momento que me dijo que fuera su puta

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Durante mi tormentosa, y a veces fracasada vida sexual, he pasado por todo tipo de hombres y situaciones os lo puedo asegurar, hasta que conocí a mi hombre. Y cuándo digo mi hombre es que es UN HOMBRE.

Lo conocí en una noche de copas por Barcelona, que salí sin ganas con una de mis amigas. Ella quería fiesta y yo pues la verdad que me apetecía emborracharme amarrada a la barra de bar de copas. Allí infinidad de chicos pasarían por mi lado, con mirada lasciva o de asco (dependiendo el gusto para sincerarnos) no pararía de observarme como cada uno de los Cosmopolitan que me pedía bajaba sin problema por mi garganta, hasta que llegó mi hombre, EL HOMBRE.

Metro noventa de altura, ojos verde esmeralda y una melena espesa y morena y a más de una hipnotiza, como hizo conmigo….

Se acercó y me ofreció una copa, y una mano para bailar, y entablamos conversación. Me encandiló y sedujo a límites insospechados, y como era lógico me emborraché.

Bailamos, como se conoce ahora, dembow y nos rozamos y refregamos entre su entrepierna y mi trasero, pero ¡Dios que polla tenía el tipo!

No se cómo acabé en un taxi dirección a su casa para follar como animales durante toda la noche, porque para ser honestos, estaba cachonda y más salida que la manga de un churrero.

Entramos en un pisazo del centro y allí mismo me folló y me embistió con cada pollazo que recibia con placer y delirio sexual. Me encantó ese polvazo.

***

Pasaron los días e íbamos quedando y Óscar me iba atrayendo más y más (y viceversa). Fornicábamos dónde encartaba y disfrutábamos como verdaderos conejos. Pasó el tiempo y terminamos casándonos.

En la noche de bodas, nunca pensé lo que podía depararme el destino, sí… mi destino sexual. Óscar tenía un as en su manga para que alcanzara el nirvana tan solo con la puntita de su ciruelo.

Comenzamos suavito, con una copa de Moët para crear ambiente y comenzar con unos preliminares dulces y sinceros, preparando la situación para hacer el amor y no solo follar.

La cosa se comenzó a calentar y calentar y nos pusimos más guarros. Yo me puse a chuparle la punta de su pene, a succionar y hacerle vibrar, y él, con todo su cuerpo me giró por completo para hundirse entre mis labios vaginales y comenzar a lamer, a comer y a gemir en mi vagina, tragando todos los flujos que desprendían de él.

Eso hacía ponerme más caliente aún… Pero lo que me impactó fue lo siguiente.

Estábamos en el momento más álgido de nuestro polvo follador de la noche de bodas, y fue en ese momento que me dijo que fuera su puta. Me quedé pasmada y con el comentario me corrí, como si no hubiera mañana.

Pasaron dos horas y aún teníamos más hambre sexual y no paraba de darle vueltas a la idea de ser una escort para mi marido. Así que se me ocurrió la idea de alquilar una habitación en una casa de citas en Barcelona.

Nos dirigimos hacia un local, y le explicamos a la encargada lo que nos pasaba y nos aconsejó muy bien.

Fuimos a la mejor habitación y por cortesía una de las chicas colaboradoras nos ayudó a meterme en mi papel. Insinuación, provocación y proactividad es lo que me puso a cien. Ella se lo montó con nosotros esa misma noche y me enseñó al detalle la actitud de una escort de lujo.

Yo la tocaba a ella, ella me comía a mí, lamiéndome y pasándome su caliente y húmeda lengua por todo mi sexo, mi clítoris hasta introducírmelo en la vagina. ientras mi marido disfrutando del espectáculo. La verdad que poco me importó puesto que esa mujer lo hacia de maravilla. ¡Dios que cunnilingus!

Más tarde, mi recién estrenado marido se incorporó y la escort nos dejó solos. Allí el comenzó a tratarme (sexualmente hablando) como a la chica que acababa de marcharse. Aquello me puso muy burra y disfruté del mejor sexo que jamás me había dado mi marido, Óscar.

 

A raíz de aquella experiencia cada vez que podemos nos acercamos a la casa de citas para gozar como perros en celo de esa experiencia, puesto que no hay rol que me guste más que ser una escort. Incluso hay veces que una de ellas nos acompañe.

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