Estoy soltera desde hace un tiempo, este año nuevo lo pase con mi sobrino y mi hijo. Fue la mejor despedida de año, con mis dos amantes
¿Qué tan perversas y sucias podemos ser?. Esa es una pregunta que me hago cada vez que tengo una repugnante y sucia aventura. Y es que tras la llegada de mi sobrino Luis, mi vida sexual parece no tener un STOP. Aparte este último sábado del año, quise aprovecharlo al máximo. Mi nombre es Isabel y soy una mujer de 44 años que aún se mantiene en forma. Complexión delgada, tez blanca, pechos medianos y trasero parado. En fin.
Todo comenzó desde la mañana con un mensaje de texto. Abrí los ojos y miré el techo blanco. Mi estómago comenzó a gruñir. Al principio pensé que era por hambre pero no fue así. De repente mi culo soltó ese apestoso aroma a pedo. Al estar completamente sola, no hubo problema. El problema fue cuando ese aroma comenzó a expandirse por toda mi cama. Metí la cara por debajo de la colcha e inhalé. Dios santo, apestaba horrible. Saqué la cara. Miré el celular y eran las 7:50. Entre Luis y yo, ya no había pasado nada desde el 24 de diciembre. Así que le mandé un mensaje.
– Hola, sobrinito, ¿aún no te levantas?
Dejé el celular en el buró. Al esperar una respuesta, mi estómago hizo un ruido hasta dejar salir ese aire mal oliente. Sonó el celular. Lo tomé. Mensaje de Luis.
– Hola, hermosa. Buenos días. ¿Cómo amaneció ese culo?
su saludo no era el más adecuado pero me agradó.
– Pues…un poco apestoso, ¿tu crees?.
– Mmm que delicia. ¿quieres que le de una buena limpiada?
– ¿lo harías?
– Pero por supuesto.
– ¿aunque me apeste?
– Eso lo hace más rico.
Mi cabeza no procesaba ese nivel de perversidad. ¿de verdad son tan asquerosos los hombres?, me pregunté.
– Pues necesito que tu cara esté en mi culo todo mal oliente, Qué te parece?
– Muy sabroso, tía.
– ¿en serio?
– Si.
– Bueno pues…me levantaré a secar unos trastes. Ahí te espero
– Claro, hermosa.
Dejé el celular y me levanté. Me peiné un poco. Mientras lo hacía, mi culo hizo un chillido al soltar otra flatulencia. Salí de mi recámara y fui rumbo a la cocina. Tomé un trapo y comencé a secar los trastes que se habían lavado la noche anterior. Empecé a secar. Pasaron unos minutos y escuché unos pasos acercándose a la cocina. No miré y esperé.
– Buen día, chula, me saludaba mi sobrino Luis.
Luis es un chico de 19 años. Ya en relatos anteriores hablé de él sobre lo que hace y el como es. Si son nuevos, tiene una apariencia de un chico de 25 años. Tiene ya un cuarto desarrollado y tiene sus encantos, como su rica verga y su culo. Aun que también su rostro ya que no está de mal ver.
– Creí que no vendrías, le pregunté
– ¿Cómo voy a dejarte plantada?, y más a ese culo que tienes.
– ¿entonces si harás lo que te pedí?
– …claro que si.
Sus manos tomaron mi trasero para apretar cada glúteo.
– Que culo tan rico.
– ¿quieres jugar con él?
– Si, tía.
– ¿pues que esperas?
Al estar detrás de mí, me dio un beso en la mejilla izquierda y se empezó a agachar. Al estar abajo, frotó mi traserito.
– Mete la cara, huélelo, le pedí.
Separó mis nalgas lo que mi pantalón le permitió, y lo hizo.
– Eso, huele.
– Mmmm!!! Tiene un aroma bien rico.
– ¿si?, ¿te gusta?
– Si, hermosa.
Al ver que tenía la cara enterrada en mi cola, apreté el ano y pujé para que se me saliera un pedo.
– Dios, tía, que rico.
– Jajaja, ¿te huelen bien?
– Si. Tírate otro, ¿si?
– ¿quieres otro?
– Si.
Esperé a que me gruñera el estomago. Mientras lo dejé que siguiera olfateando. Un ruido se generó dentro de mí.
– ¿listo?
– Si.
– Ok, mete bien la cara, le dije ayudándolo con mi mano empujando su cabeza.
Un pequeño dolor se generó dentro de mi estómago.
– Aquí va, le avisaba.
Mantuvo su cara metida. Esperé a que ese aire se formara bien dentro de mi culo. Al sentir que estaba a punto de salir, di un respiro y pujé. Salió haciendo ese ruido tan peculiar a un gas. Escuché que respiró mi trasero.
– ¿te gustó?, le pregunté
– Si, tía, me encantó.
– Ahora….¿porque no me lo limpias?
– ¿quieres que te lo chupe?
– …ajá.
Bajó de un jalón mi pantalón. Enterró su carota en mi culo con el calzón puesto, y le dio un profundo respiro.
– Dios, que rico te apesta.
Me dio una nalgada y me bajó el calzón dejándolo caer sobre el pans. Agarró mis nalgas y las separó para verme toda esa zona.
– Mira, que rico.
– Chúpalo, le ordené.
Miré hacia mi trasero para observar como lo hacía. Al acercarse se retiro en seguida.
– Te huele horrible.
– Ven, huele, le dije metiendo su cabeza con mi mano derecha.
Me reí al ver que lo obligaba a olerme el culo. Pujé y solté un pedo que cayó sobre su cara.
– Mmmm!!! Que rico!!!
– ¿te gustó?
– Sii!!
Me calentó que dijera eso, así que agarré mis nalgas y las separé levantándolas un poco para dejarle ver bien mi agujero.
– Chúpalo, ándale, le pedí.
– Mmm, mira que culo, dijo empezando a lengüetear mi agujero anal.
– Mmmm!!! Que rico lames!!! Sigue!!
– Claro, tía.
– ¿te sabe rico?
– Sii!!!
– ¿y no me apesta a mierda?
– Sii!! Algo!!
– Pero te gusta así, ¿no?
– Si, tía!! Te sabe bien sabroso el culo todo apestoso.
Las porquerías que hacíamos me estaban excitando muchísimo. Me lamía el culo todo apestoso a pedo y a mierda. Dios, lo tenía sucio.
– Sigue!! Me gusta tu lengua!!
– ¿si?, ¿te gusta que te limpie la cola?
– Sii!!! Me encanta!!! Méteme la lengua!!
– ¿quieres eso, maldita cerda?
– Sii!!
Sus manos cubrieron las mías para abrirlas más de lo que ya estaban y empezó a darle de golpes a mi agujero con su lengua. La empujaba intentando meterla.
– Eso!! Empújala!!
Quité mi mano derecha de mi trasero y me metí el dedo medio al ano. Enterré casi todo. Me rasqué por dentro y lo retiré. Al hacerlo, lo acerqué a mi nariz para olerlo. Dios, tenía un aroma horrible. No diría que a mierda pero apestaba horrible.
– ¿te gusta?, me preguntó
Lo miré y lo acerqué a su rostro.
– Chúpalo. .
Fue abriendo la boca y atrapó mi dedo con sus labios. Lo fui resbalando hacia adentro y empezó a chuparlo y a lamerlo. Hice un gesto de desagrado. Sabía lo sucio y asqueroso lo que estábamos haciendo pero era imposible ignorar lo excitada que me ponía todo. Retiré mi dedo de su boca y lo chupé.
– Me quiere salir otro, dije.
– ¿si, tia?
– Si. Mete la cara, ándale.
Al hacerlo apoyó su boca y su nariz sobre mi agujero anal para recibir ese mal oliente gas de mi culo.
– Vamos, tía, tíratelo.
– Aquí va, dije justo cuando mi culo expulso ese gas en su cara.
– Aahh, que rico, dijo inhalándolo.
– ¿te gusta? ¿huele bien?
– Si, tía. Me encanta como te apesta.
– Jaja eres muy asqueroso. Como es que te guste hacer esto.
– Y a quien no. Si mira, que culo tienes. Ya me imagino como han de apestar tus lindos calzones.
– Jaja pues…si. Apestan algo.
– ¿los hueles?
– Jajaj no muy seguido.
– Que rico. Yo los olería todos los días.
Se me hacían muy sucias sus intenciones pero me calentaban mucho más. Sin duda.
– Ya, ya párate. Pueden venir.
– Espera…
Me agaché y me subí el calzón y el pantalón. Se enderezó.
– Quería seguir, se quejó.
– Yo también pero hay que medirnos. Haz algo.
Salió de la cocina. Yo seguí con los platos y empecé a poner la mesa para el desayuno. Durante el desayuno vibró mi celular. Miré alrededor y lo tomé para checar.
– Este desayuno no sabe tan bueno como el que me diste ahí abajo.
– Jaja eres un asqueroso. Por cierto, siento el culo todo húmedo de tu saliva.
Dejé el celular y continué mi desayuno. Dios, mi estómago gruñó. Sólo esperaba no tirarme uno enfrente de todos, que pena. Apreté el culo. Vibró mi celular otra vez. Miré hacia él cuidadosamente. “Jorge”. Miré hacia su lugar y estaba en su celular. Lo chequé.
– ¿con quien tanto platicas?
Tragué saliva. Jorge, como ya eh platicado, es un chico de 20 años. No diría que es una gran persona en el sentido bondadoso pero en el sentido perverso, sin duda el es culpable de que sea una cerda en la cama y dónde sea. Es un chico delgado, tez blanca, tiene sus encantos como todos.
– Con nadie, sólo fue un mensaje sobre noticias.
– Por cierto, no hemos cogido. Hoy por la mañana se me antojo darte bien rico por el ano.
– Que pena. Será en otro momento.
– Si. Cuando terminemos de desayunar.
– Ni se te ocurra, ¿eh?
– ¿Por qué no?. Cada quién irá a su cuarto, y tu y yo podemos estar un momento a solas.
– No.
No podía dejar que Luis se enterara que tengo algo que ver con Jorge.
– Ya lo veremos.
– Tu lo has dicho, contesté y bloqueé el celular.
Seguí desayunando y comencé a platicar. Cuando ya habíamos terminado, mi hermana se propuso a lavar los platos mientras yo me propuse a tender mi cama y a preparar mi ropa. Los demás fueron a sus cuartos. Mientras tendía la cama mi estómago gruñó nuevamente y me tiré un gas. Al acabar mi cama, entré al baño a orinar. Al pujar un poco para dejar que mis meados salieran se me escapó un pedo que hizo que se escuchara en todo el baño. Me reí de la pena.
– Dios santo que mal huele, dije tapándome la nariz.
Mi trasero hizo un chillido al expulsar otro gas. Mi curiosidad por saber a que huelen me llevó a hacer un poco sucia estando a solas. Y es que no lo neguemos, cuando uno está a solas se le pueden ocurrir muchas cosas. Una vez que había terminado de orinar, esperé a que mi culo le diera la gana de soltar un pedo. Esperé unos minutos. Mis tripas rechinaban. Y era el momento. Pasé mi mano derecha hacia atrás y la bajé a mi trasero lentamente hasta que mis dedos tocaran mi ano. Lo tenía un poco abierto. Mi estómago gruñó y sentí un cosquilleo por dentro. Cubrí mi agujero con mis dedos para que ese mal oliente aire cayera sobre ellos. Apreté el ano y pujé. Salió. Me reí. Saqué la mano de ahí y acerqué los dedos a mi rostro para olerlos.
– Dios, que asco!!, dije haciendo gestos y quitándomelos de la cara.
No diría que tuvieran un aroma horrible, si no estaría enferma del estómago, pero quizás no estoy acostumbrada a oler mis gases. El aroma era raro más bien. Más bien ese aroma característico que hace distinguir e identificar el olor de un gas intestinal. Me limpié la vagina y el culo y me lavé las manos. Salí. Justo al abrir la puerta, apareció Jorge metiéndome otra vez y tapándome la boca.
– Tranquila, tranquila.
Use mis manos para destapar mi boca. Cerró y puso seguro.
– Quieta, quieta, si no te voy a hacer nada malo.
Me abrazó para que no me moviera.
– ¿Qué estás haciendo?, le pregunté enojada y en voz baja.
– Tranquila, solo vine a visitarte.
– Lárgate a tu cuarto, puede venir mi hermana.
– No vendrá, está lavando la pendeja.
– Oye!! No le hables así!!!
– Cállate.
Me dio la vuelta quedando frente a él. Con su mano izquierda me sostenía las manos juntas. Me pegó a la pared. Mi trasero y mi espalda quedaron recargados sobre el muro. Levantó mis manos a la altura de mi ombligo y con la derecha me bajó el pantalón bruscamente.
– Oye, no!!
– Cállate, baja la voz.
– Jorge, no. No lo hagas.
– Claro que si, mamita. Tengo unas ganas de comerte toda antes de que te bañes.
– Por favor.
Una vez que me bajó el pantalón siguió con mi calzón pero junté las piernas. Mi prenda quedó atorada entre mis rodillas.
– Ya, por favor!!
– Separa las piernas
– No.
Se rió. Y eso me daba temor. Metió sus dedos a mi entrepierna y pellizcó mis pliegues.
– Au, au, au, no!!
– Pues ábrelas.
Lo hice.
– Eso.
Se agachó y metió su cara en mi zona. Empezó a lamer. Me mordí los labios. No podía negarlo. A pesar de que no fue del todo grato su bienvenida a mi baño, su lengua me empezó a gustar. Y por obvias razones. Lamía mi clítoris.
– Mmm, me saben a orines mamita.
– …si.
Lengüeteó. Soltó mis manos y usó sus pulgares para separar mis pliegues y dejar que saliera ese puntito tan delicado de mi vagina. Lo lamió.
– Aaahhh!!!
Dios, el placer era abrumador. Sus lamidas me volvían loca. Sentía de maravilla.
– ¿te gusta como te como la concha?
– …ajá. …sigue.
Lo acerqué con mis manos. Acerqué su cabeza a mi entrepierna.
– Mmm!!! Sii!!! Chupa!! Comete mi concha!!
– Claro, mamita!! Te sabe bien rica.
– ¿te gusta que sepa a orines?
– Si.
– Si, corazón.
Cedí por completo ante sus maravillosas lamidas.
– Dios!!
Sin percatarme, mi trasero liberó una flatulencia.
– Que rico!! Te salen pedos.
– Perdón.
– No, sigue!! Me gusta!!
Ver que le habían agradado mis gases, me quité la preocupación de que se me salieran otros.
– Voltéate.
Lo obedecí. Giré mi cuerpo.
– Mmm!! Mira esto, dijo al separar mis nalgas.
– ¿te gusta?
– Claro que me gusta.
Sin dejar pasar más segundos, metió su cara y lamió mi ano. Mordí mi labio inferior de lo excitante que me pareció eso.
– Vamos, mamita, tírate otro.
– Espera.
Me froté el estómago. Pasaron unos segundos.
– Creo que saldrá uno.
– Hazlo, tíratelo.
– ¿si?
– Si, preciosa, órale
Apreté el culo y pujé dejando que mi gas cayera sobre su cara.
– Mmmm!!! Que delicia!!
– Jaja ¿en serio huelen bien?
– Si.
Lamió mi agujero. Recargué mis pechos y mis manos sobre el muro y dejé mi culo levantado para que lo lamiera. Se apartó y me dio un azote en el glúteo derecho.
– Que rico, culote, mamita.
– Jaja, sigue chupándolo, anda.
Sin pensarlo apoyó su dedo en mi entrada y lo fue empujando lentamente hasta meterlo todo. Sin duda era su dedo medio.
– ¿te gusta que lo meta?
– …ajá.
Empezó a rascarme por dentro. Untó su dedo por mis paredes anales. Dé repente sentí las ganas de tirarme un pedo.
– Sácalo, sácalo, sácalo.
Lo hizo y me lo eché. Metió su cara.
– Mmmm!!!! Que rico huele!!!
– Dios, que asqueroso eres, en serio.
– No hables. Ven, dijo jalándome en dirección a la taza.
Se bajó el pans que tenía, así como su bóxer. Salió su verga tambaleándose y casi bien parada.
– Ven, hermosa, siéntate.
Con solo ver en qué condiciones se encontraba su miembro, accedí a su petición. Me quité bien el pans y mi calzón y me acerqué a él con las piernas abiertas. Agarré su verga y la froté un poco. Dejé escurrir saliva sobre su pito y unté su glande sobre mis pliegues lubricados de su saliva. Sus manos me tomaron de la cintura.
– Vamos, métetela.
Dios, su verga pulsaba de lo excitado que estaba. Bajé insertando su punta en mi vagina y seguí hasta metérmela toda.
– Aaahhh!!! Que rico!!!
Jadeó de placer. Sus brazos rodearon mi cintura y mi espalda y me pegó a él.
– Ven, muévete, hermosa. Mueve el culo.
Comencé a columpiarme.
– Sii!! Eso!! Así!!!
– ¿te gusta? ¿sientes rico?
– Siii!!!
Sin duda, yo igual. Su lindo miembro resbalaba de adentro hacia afuera causándome un pequeño placer. Columpié mi cadera más rápido aumentando más el placer.
– Mmmm, sii!!, dije excitada.
– Esoo!!! Sigue así!!!
– Sii!!
De la nada mi culo expulsó un gas.
– Que rico!! Sigue!! Tírate más!!
– Jajaja ¿si?
– Si, mamita!!
– ¿te gustan mis gases?
– Si!! Te olería todo el día el culo.
– Jajaja que asco. ¿te imaginas?, olerme los pedos y la mierda que me sale de ahí. Que asco, en verdad.
– Para mi no, y más porque estás bien rica.
Abracé su cabeza pegándola en mis pechos y seguí cabalgándolo.
– Rayos, que rico!!!
– Eso, hermosa!!! Muévete rico!!
– Si!! Agárrame el culo.
– Claro.
Bajó sus mano a mi trasero y cubrió mis glúteos con ellas. Sus dedos casi llegaban a mi agujero anal. Bajó un poco más las manos hasta que sus dedos tocaron esa parte sucia que había lamido él.
– Me encanta mucho tu culo, mamá.
– ¿si?, ¿te sabe rico?
– Si, muy rico.
Salté, me columpié, lo hacía disfrutar. Su rostro reflejaba el gran placer que lo envolvía.
– Que rico te mueves!!
– ¿te excita?
– Mucho.
Seguí saltando. Metió uno de sus dedos.
– Mmm, que rico, dije.
– ¿te gusta que te los meta, mamita?
– Sii!!
– Te entran bien rico!! Pedorrealos!!
– Jajaja no seas sucio.
– Vamos, hazlo!! Me encanta que seas una cerda.
– Jaja.
– No te rías y hazlo. Aaahhh!!!
Aunque no tenía el control de mis flatulencias, esperé a que mi culo las expulsara. Pasaron unos segundos y llegaba el momento.
– Retira tu dedo
– ¿te tirarás uno?
– Ajá, si.
– Ok.
Lo sacó frotando mi agujero con la yema de sus dedos. Apreté el ano y comencé a pujar. Me rascaba el agujero muy rico. Metía y sacaba la uña de mi hoyo. Me tiré la flatulencia.
– Que rico, mamita!!
Quitó sus dedos y los olió.
– Huelen bien rico, dijo.
– Jajaja guácala.
– Huele.
Acercó sus dedos a mi nariz. Tragué saliva y los olí. Lo mismo, tenían ese aroma tan característico a pedo.
– Pues…no, no huelen tan mal jaja
Continuó cogiéndome. Su verga entraba y saliva. Frotaba mi culo mientras me penetraba.
– Quiero bañarme, Jorge.
– Ahorita, ahorita te… bañas. Aaahhh!!! Que rico!!!
– Por…favor.
– Quítate todo!! Quiero verte las tetas!!
Me subió la blusa destapándome el pecho izquierdo. Acercó su cara a él y atrapó la punta con su linda boca. Empezó a succionar. Me gustó tanto que me quité la blusa, tomé mis pechos y los apreté para las puntas resaltarán y me las chupara.
– ¿quieres?
– Pero claro que si.
Su boca fue directa a mis pechos. Lamió uno y uno. Los chupó, lengüeteó. Parecía que bebía de hecho.
– Eso, cómetelas!! Chúpalas bien!!
– Sii!!
Me columpiaba mientras me las chupaba. Su brazo izquierdo rodeó mi cintura.
– Que rico te mueves!!!
– ¿si?
– Ajá!! Aaahhh!!! Siii!!!
– ¿quieres que me mueva rápido?
– Sii!!
Una vez que afirmó comencé a moverme más rápido.
– Eso!! Aaahhh!!! Que bien!!! Siii!!!
– Que rico me entra!!!
– Siii!!! ¿te gusta mi verga?
– Sii!!! Está rica!!!
– Aaahhh!!! Me quiero venir!!!
– ¿si? ¿ya? Aaahhh!!!
– …sii!!! ¿quieres…que lo haga?
– Siii!!!
Dejó de chupar mis tetas y me abrazó sin parar de cogerme.
– Que rico, dios!!
– ¿ya acabarás?
– Ya!! Ya casi!!
– Vamos!!! Termina!!!
– Sii! Ahorita!!
– Ándale!!! Lléname de semen!!! Lléname de tu rica leche!!! Me encantas!!!
– Aaahhhhhhh!!!! Siiiii!!!! Que ricoooooo!!!!
– Buen chico!!! Eso!! Dale a mami tu lechita!!! Vamos, sigue!!! Expulsa todo lo que quieras!!!
– Siiii!!! Mamita!!
Dios, su verga expulsaba chisguetes de semen. Me llenaba de su leche toda la vagina.
– ¿eso fue todo?
– …si, respondió cansado y respirando lento.
Me levanté. Su verga resbaló de mi concha casi flácida. Salí. Poco después salió y aproveché para darme un baño. Al estar en la regadera, no dejaron de salir flatulencias de mi trasero. Cuando mucho me tiré 3 gases. Salí y me arreglé.
Decidí vestir con un mallón café claro y combinarlo con una blusa blanca de manga larga. Me puse unas sandalias y me maquillé. Me miré al espejo para revisar que luciera bien. Giré mi cuerpo, me miré el culo. Sentí que iba a expulsar un gas. Puse mi mano derecha en mi culo de modo que recibiera esa flatulencia. Salió. Esperé unos segundos para que ese aire atravesara mi calzón y mi mallón. Subí mi mano a mi nariz y la olí. Olía normal como había dicho. Salí de mi recámara. Mi hija Carolina estaba barriendo su cuarto. En la sala estaba mi cuñado en el celular.
– ¿y mi hermana?.
– Tu que la conoces, ya sabes como tarda.
– Jajaja ay ya, no seas así.
Salí al patio y fui rumbo al cuarto de huéspedes dónde se había quedado. Toqué.
– ¿Quién?
– Yo.
– Pasa.
Tal, únicamente la visité para preguntar que podíamos a hacer. Volví a la otra parte de la casa.
– Isabel, ahorita vengo, iré a comprar un rastrillo.
– Ok, ve con cuidado.
– Gracias. Ya regreso.
Fui a ver a Carolina.
– ¿ya casi acabas?
– Ya, ¿Por qué?
– Para que te bañes porque iremos a la plaza y por allá comeremos.
– Ok.
Fui a la cocina y empecé a secar los trastes que mi hermana había lavado. Mientras secaba unos cuantos mi culo hizo ruido soltando una flatulencia. Mi hermana bañándose, mi hija igual y Jorge también. De Luis no sabía nada. Tomé mi celular y le envié un mensaje, diciéndole:
– ¿A dónde estás?
Se conectó en seguida.
– ¿Por qué, chula?
– Te necesito.
– ¿y eso?.
– ¿no tienes sed?
Quizás algunos no entiendan esta pregunta, pero si leyeron el relato anterior a este sobre lo que sucedió el 24, le mencioné a mi sobrino sobre un sucio fetiche.
– ¿sed?
– Necesito orinar.
Se desconectó. Pensé que quizás se molestó o le causo asco mis intenciones, así que me controle tras esa ignoración y seguí secando. Pasaron unos dos minutos cuando muchos y se presentó en la puerta de la cocina.
– ¿Qué haces?
– Seco.
Se acercó tomándome de la cintura. Seguí secando los platos y lo ignoré.
– Te vez muy bien vestida así.
– ¿te gusta?
– Si, te vez bien rica.
Bajó su mano a mi trasero y metió sus dedos entre mis glúteos haciendo que el mallón y el calzón se incrustaran en mi línea que separa ambas nalgas.
– Mmmm, que culo, tía.
Dejé de secar. Sus manos me comenzaron a calentar.
– Luis.
– ¿Qué tía?
Mi trasero soltó un gas que sólo ambos escuchamos.
– Mmm que rico.
Sacó su mano y la olió.
– Dios, te apesta muy sabroso.
Sólo lo miré. Metió los índices en el mallón y lo empezó a bajar. Me giró de modo que quedara frente a él.
– Que linda estás.
– Gracias.
Pasó su mano derecha sobre mi vagina por arriba del calzón, obvio. Sólo el rose de sus dedos hicieron generarme un cosquilleo muy agradable.
– Estás calientita. A puesto a que te sabe bien rica la concha ya recién lavadita.
– ¿tu crees?
– Claro.
Se agachó sin apartar la mirada de la mía. Al quedar bien agachado con su cara frente a mi entrepierna, se inclinó metiendo su cara ahí. Respiró.
– Dios, que bien huele.
– ¿quieres chupar?
– ¿me dejarás?
– Ajá.
Con mi índice derecho doblé la parte frontal del calzón para descubrir mi rajita.
– Mira que ricura.
– Anda ven, come, le dije acercándolo con la mano.
Abrió su boca, sacó su lengua y le dio una lamida a mis pliegues.
– Ándale, así.
– Te sabe acidita y bien rica.
– Chúpala, lame.
Sus labios y su lengua rascaban mi vagina. Su linda lengua le daba unas hermosas lamidas a mi clítoris. A ese punto que desataba ese placer indescriptible y maravillosamente ricos.
– Eso!! Así!!
– ¿te gusta, tía?
– Sii!! No pares!!
Comía mi concha con tanta tranquilidad. Ambos disfrutábamos de ese momento.
– Dios!! Que rico!!
– Me encanta que lo disfrutes.
– Sii!!
– Ahora que recuerdo, tu me debes algo.
– ¿…si?
– Así es.
– Aaahhh!! ¿y…que es?
– Darme de tu rica agua. Es la razón de tu mensaje, ¿no?.
– ¿y…si quieres hacerlo?
– Mientras sean…tus ricos meados…cuando quieras. Cada pausaba que hizo al responderme era cada lamida que mi concha recibía.
– Está bien pero…
– ¿pero que?
No quería hacerlo en ese lugar dónde alguien podía vernos. Me levante el calzón y el pantalón.
– Ven.
Lo tomé de la mano levándolo a mi recámara. Cerré con seguro. Me senté en la cama y me empecé a quitar las sandalias, el pantalón y el calzón.
– Vamos al baño.
Nuevamente lo tomé de la mano.
– Agáchate.
Me obedeció.
– ¿seguro que si lo quieres hacer?
– Si, tía.
– Bueno…pon tu boca aquí, le dije abriendo mis pliegues preparando mi concha para expulsar mi chorro.
– ¿así?
– Ajá. Abrela bien para que tragues todo.
Di un respiro y empecé a pujar. Pequeñas gotas comenzaron a salir de mi concha.
– ¿si sale?
– Claro que sale.
Apenas y le entendía lo que decía. Pujé más y empezó a salir el chorro de orines en su boquita.. Intenté bajar la mirada a mi entrepierna. Me detuve.
– Traga.
Al hacerlo, le pregunté:
– ¿Qué tal saben?
– Amargos.
– ¿pero…te gustan?
– Claro. Dame más, dijo inclinándose a mi vagina y colocando su boca en mi vagina. Pujé. De repente empezó a lamer.
– Si. Lame.
Sentía rico. Lamía mientras orinaba.
– Trágatela, no esperes a que se llene.
Abrí más las piernas. Me detuve para observarlo.
– ¿quieres más?
– Ajá.
Ya no tenía mucha pero hice el esfuerzo porque se tomara cada gota que me saliera.
– Pon la boca.
Pujé con fuerza. Goteó mi concha. Presione mi estómago y empezó a salir. Pujé para que saliera bien. Pujé tanto que mi culo sacó una flatulencia.
– Ups!! Perdón!!
Se rió sin decir nada.
– Eso!! Tómatela!! Bébete mi rica agua!!
El chorro diminuyó su potencia hasta terminar en gotas.
– Lame.
Lengüeteó mi vagina.
– Aaahhh!!! Siii!!!
– Te sabe bien rica.
– Sigue!! Lame!! Chúpala!!!
A pesar de tomarse mis orines seguía ahí comiéndose mi concha.
– Dios, que rico.
Mordía mi labio inferior conteniendo el semejante placer.
– Ya, Luis. Para.
– Espera
– No, ya. Alguien puede…venir aaahhh!!!
– No, tía, espera. Tienes bien rica la concha.
Aunque tenía que darle un alto era imposible contener ese rico placer que sin duda deseaba mil veces que no tuviera fin.
– …ya, dije con un tono de voz bajo y débil.
Se detuvo. Se enderezó y besó mis labios. Le sabía ácida y obvio le apestaba a vagina.
– Que suerte tengo de comerte la vagina y probar esos ricos meados.
No dijo nada más y salió. En medio del baño quedé desnuda de abajo.
– Dios, dije riéndome y tapándome la cara de no poder creer lo que había pasado.
CONTINUARÁ…