Experiencia única entre un hombre y una chica trans

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LA VECINA DEL CUARTO

Aquella chica que me había cruzado mil veces en un pasillo hoy estaba conmigo en una cama. Mi mujer se había ido a pasar unos días con su madre en otra ciudad y yo me quedé solo y aburrido.

La vecina del cuarto B la cruzaba casi todas las tardes. Un morocha infartante, siempre con sus polleritas cortas y su movimiento de caderas capaz de enloquecer a cualquiera. Sus ojos marrones le daban la apariencia de tigre.

Mucho tiempo había pasado en que yo me ratoneaba con aquella belleza casi mulata. Me encantaba. Tenía algo raro y exquisito a la vez, un aura de misterio que me subyugaba y me intrigaba por demás.

Así que aquella tarde la encontré apenas dejaba el ascensor. Tenía una pollerita y un pulóver liviano color morado que le quedaba pintado. Lo primero que apareció ante mi vista fue su trasero potente y perfecto, así se veía vestido. Luchaba con unas cuantas bolsas de mercado así que aproveche mi oportunidad.

__¿Te ayudo?__ arremetí poniéndome colorado seguramente aunque no podía ver mi rostro en ningún lado. Mi corazón latía fuertemente y acelerado. El perfume que emanaba de sus cuerpo casi brilloso me hizo calentar mucho más.

__¡Oh está bien, gracias!__ tomé las bolsas y la seguí por el corto pasillo ella se detuvo frente a la puerta y abrió

__¡Pasa, pasa!__ dijo y entré sin pensar en nada ni en lo que iba a ocurrir. Se movió calmadamente adentro de su departamento adornado de forma colorida y muy cálido, olía a ordenado y prolijo, limpio.

__¿Quieres tomar algo?__ dijo sin ningún apuro, dispuesta a atenderme.

Me emocione y mi saliva se atragantó en la garganta.

__¡No quiero molestar!

__¡No me molesta, estoy descansando!

__¡Ah que bien…bueno dame lo que quieras!__ dije como no dándole importancia al tema. Ella se retiro hacia lo que intuí era la cocina o algo así. Al cabo de unos momentos volvió con dos cervezas heladas.

__¡Siéntate!__ invito de manera agradable y su piel brillaba con la tenue luz que entraba por una ventana. Mi cabeza giraba ansiosa y yo me estaba poniendo a mil. Sus largos brazos torneados de manera fuerte, parecía que levantaba pesas, se notaban fibrosos y fuertes. Poderosos.

__¡Te he visto varias veces, por el edificio, con tu esposa, supongo, es bella mujer!__ comento como al pasar y yo la mire al rostro , sus ojos chispeaban.

__¡Si ahora no está, se ha ido un par de días y bueno me ha dejado solo!

__¡Y tú te sientes abandonado…pobrecito, ay, ay los hombres, siempre son ellos los solos…__ ella bebió un trago de cerveza y su cabello largo se corrió a un costado y me pareció más bella aún. Mi verga buscaba enfurecer. Mi corazón latía fuertemente.

__¡Quieres cenar conmigo…te prepararía algo que te guste!!

__¡Ohh claro, eres tan amable!__ dije con el cuerpo totalmente exaltado y con los poros ardiendo. Mi cara seguramente mostraba todo el deseo, la lujuria que pasaban por mi cerebro alerta y encendido.

__¿Y qué te gustaría comer?__ preguntó y me sonrió y sus dientes blancos me mordieron la piel y las orejas y el cuello.

__¡No sé, lo que tú quieras belleza!__ lancé en un suspiro, sin pensar, solo tratando de caerle bien a mi vecina del cuarto. Su sonrisa me guiaba hasta ella. Era hipnótica y deseaba morder su carne ya mismo, sin perder tiempo. Deseaba lamer ese cuello y morder sus tetas que eran magnificas, al menos lo soñaba así, al marcarse en su pulóver.

Ella se levantó de su asiento y me pidió que la siguiera si quería

__¡Voy a la cocina a preparar, si quieres ven conmigo!__ yo salí como perrito faldero tras aquella mujer de color, que me subyugaba por completo. Su cabello casi hasta la cintura. Imagine tomarlo mientras la poseía por detrás, eso hizo que mi pija pegara otro respingo y se pusiera duro.

Hablamos de cosas varias, mientras ella iba y venía de un lado a otro. Nos rozábamos como al pasar. Más de una vez le roce el trasero con mi bragueta y mis manos. Quería lanzarme ya mismo sobre ella. Mi respiración se agitaba cada vez más. Ardía. Mi cuerpo parecía que iba a estallar de locura y deseo y ella lo sabía.

Mi olor penetraba todo los ambientes. Estaba muy al palo. Era indisimulable.

Nos sentamos a comer, era livianito y rico, lo que me preparó. Ella apenas comía. Me contó algunas cosas de su vida y yo hable un poco de la mía, dando todo el tiempo a entender que me sentía solo y abandonado por mi esposa, que ya no me atendía y cosas así, ella sonreía y de pronto empezó a tocarme la entrepierna con su pie. Juguetona. Obvio que sentía mi dureza.

En un momento se puso de pie, acarició mi rostro con su largo dedo que recorrió mi mejilla y mis labios. Sacó una larga lengua, filosa, dura, y la paso, por mi boca, superficialmente, mojándome con su saliva y llegando a mi oreja

__¡Espérame cariño ya vuelvo por ti, quieres!!__ susurro a mi oído por supuesto que yo quería con todas mis ganas, sin saber lo que me esperaba o tal vez sí.

Un deseo oculto por años, guardado en mi memoria muy de forma profunda casi dormido allí en el final. Guardado bajo siete llaves sin saber porque. Pero ese deseo oculto estaba pronto a salir con toda su furia, con toda su potencia, con todas sus ganas. Perdiéndome definitivamente en el mundo de la liberación y de dejarme ser, para disfrutar completamente de mi y de mi cuerpo.

Seguí bebiendo el vino que había quedado en la botella, era de buen beber tanto como yo. No sé cuánto tiempo pasó hasta que entró nuevamente en escena con una infartante bata brillante de satén casi dorada o yo la veía así. Se notaba claramente que debajo de la bata nada llevaba. Se acercó a mi por detrás, yo aún permanecía sentado y rodeo mi cuello con sus brazos, busco mi boca y su lengua se metió muy hondo atragantándome con un beso lleno de pasión y calentura.

Sentí que mi cuerpo se convulsionaba y que mi garrote estaba a punto de estallar, encerrado en la tela del pantalón. Metía mi lengua dentro de su boca para que las dos jugaran y chocaran ardientes, como brasas dentro de un volcán.

Jadeaba como perro y ella con sus manos se acercó a través de mi remera a mis tetillas que estaban durísimas como piedritas pequeñas y gordas. Así me la quitó de un solo tirón. Quedé en cueros en la parte de arriba. El sudor comenzaba a ganar terreno en mi piel.

De pronto me tomo de la mano, se escuchaban los suspiros largos, su cara brillaba con la sonrisa plena en su rostro.

__¡Ven cariño, vamos!!__ dijo ella y yo me levanté de la silla y la seguí como un hipnotizado.

Entramos a su cuarto. Una hermosa cama arreglada. Todo olía a perfume y limpio. Me encanto. Ella se sentó en el borde de aquella cama amplia. Me mostró con cierta cautela sus hermosas tetas, yo babeaba de forma incontrolable. Ella tiro de mi cinturón y mi pantalón cayó al suelo. Corrió mi calzoncillo y apareció ante su cara mi garrote inflamado y muy duro. Totalmente rocoso.

Lo acarició, le dio unos besitos probando la carne, la lengua de ella hizo dibujos casi mágicos arrancando de mi los primeros gemidos.

__¡Te gusta cariño…mi boca en tu pedazo!!

__¡Ohhh si si chúpalo chúpalo!!__ le pedí casi como un clamor. Ella se metió el bocado en la boca y comenzó a comer, a chupar, a succionar, largas chupadas que hacían de mi un cuerpo vibrante y al punto de casi estallar. Su lengua jugaba con mi caño perdido dentro de sus fauces salvajes. Pronto sus dedos empezaron a acariciar mis bolas llenas de leche, eso provoco en mi un enorme calor, la calentura iba en aumento y ella lo sabía.

Yo tome su cabeza en un momento y acariciando sus cabellos enterraba un poco mas mi garrote en su boca madura y fresca y hambrienta. La saliva de aquella mujer babeaba por completo mi sable, ella raspaba mis bolas con sus afiladas uñas y provocaba gruñidos y resoplidos brutales desde mi garganta al exterior. También de paso, como quien no quiere la cosa, hurgaba por los contornos de mi agujerito, entre en contradicción pero cuando empezó a hundir despacio su dedo, dije porque no, y es mas comenzó a gustarme.

Antes de que estallara y le llenara la boca con mi semen ella me separó. Dejo todo lo que estaba haciendo. Me miro a los ojos. Se echó con la cola hacia arriba casi dándome la espalda sobre la cama. Fue corriendo su bata y su trasero firme, duro y hermoso apareció ante mi garrote que latía y cabeceaba chorreando saliva y gotitas pre seminales abundantes.

__¡Ese trasero tuyo es una locura!

__¡Creo que a ti te gustaban la sorpresitas…no es cierto bebe!__ dijo susurrando de manera sensual

__¡¡Si, a esta altura quiero probar todo de ti, empezando por tu ojete nena!__ dije yo y me abalance sobre esos glúteos firmes y salvajes los abrí y mi lengua llegó a su agujero baboso, ella ya lo había encremado porque sabia a almendras. Lo chupé y lo abrí un poco más.

Ella gemía y se movía buscando abrirse más. De pronto abrí los ojos y me pareció ver como una bola oscura, y enseguida pensé, que es esto, seguía con mi lengua en su ojete precioso, mi calentura podía más, pero pensé, será, será, bueno es hora de descubrirlo dije.

Abrí mas sus nalgas, inste para que se colocará con la cintura un poco mas levantada y un enorme garrote apareció entre sus piernas, vivo, endurecido, palpitante, lo husmee, lo olfatee, y sin mucha resistencia lo lamí probando febrilmente aquella poronga que se volvía tremendamente gruesa.

__¿Te gusta papi, está es la sorpresa?__ preguntó ella con su voz de nena salvaje y malcriada. Yo adoré aquella pija. La chupé, la mame, la pajee, me divertí con ella en mi boca, dejándola tan tiesa que estaba a punto de reventar, ella entretanto abría mi ojete con dos dedos y hasta tres, luego muy calmadamente me entregué a sus caprichos y con eso digo que me cogió de mil formas diferentes. Me tuvo dando verga toda la noche hasta el amanecer. Me senté en ella, me abrió las nalgas con sus manos cálidas en tanto su pedazo penetraba en mi anillo ya prestó y deseoso de aquella hermosa poronga.

Su leche me llenó más de una vez aquel canal y hasta me la dio para beber.

Yo también goce de su cola perfecta, pero aquella primera noche fue un vendaval de deseo desatado, un encontrarme con aquel que alguna vez fui y que había guardado en un rincón oscuro por muchos años.

Ella me dio a probar su néctar una y otra vez y a mí me encantó.

Luego volvía a su departamento una vez por semana para tener la ración de verga necesaria para continuar con mi vida. Eso fue por muchos años.-