Fue a la casa de su amigo para jugar con la PS4, lo que descubrió ese día es que también podía follarse a la madre de su mejor amigo

Valorar

Era un frío viernes de enero cuando, a la salida de clase, tres amigos se fueron a la casa de uno de ellos, el que se llamaba Pablo, a jugar con la PS4, aprovechando que no estaba ninguno de los padres de éste.

El padre solía llegar muy tarde de su trabajo y la madre, que acababa de empezar a trabajar en una nueva empresa, tenía una comida con sus compañeros de departamento.

Compraron los jóvenes tres pizzas, así como unas latas de cerveza, y, entrando en la casa, se metieron en la habitación de Pablo, y, mientras comían, empezaron a jugar con la consola, utilizando no solo los mandos sino también auriculares y gafas de tres dimensiones, aislándose del mundo real.

No era la primera vez que venían y ya les conocían los padres de Pablo.

Marga, que así se llamaba la madre de Pablo, era tan hermosa y tan deseable que siempre que la veían los ojos de los dos jóvenes se dirigían siempre a las tetas y al culo de ella, como si tuvieran vida propia y no obedecieran a su dueño. Les daba vergüenza que la mujer o su hijo lo notaran, pero era superior a sus fuerzas, no podían evitarlo. ¿Cuántas veces se habían masturbado pensando en Marga, en sus tetas, en su culo, en sus piernas? ¡Se la follarían una y otra vez, incansable, por todos sus agujeros! ¡Era una auténtica MILF, una de primera categoría!

Habían pasado más de tres horas de juego ininterrumpido cuando uno de los amigos se levantó y se fue al baño, cerrando la puerta de la habitación a sus espaldas mientras Pablo y su otro amigo continuaron jugando.

No encontró el interruptor que iluminaba el pasillo pero, por la escasa luz que entraba por las ventanas, pudo dirigirse despacio y con cuidado al baño, descargando su vejiga llena.

Ya había acabado cuando escuchó que se abría la puerta de la calle y a la madre de Pablo decir en voz alta que ya había llegado. Para continuar diciendo en el mismo tono y volumen que estaba cansada y que se iba a la cama. Era evidente que sabía que estaba su hijo en casa y dirigía sus palabras a él, pensando que no estaba acompañado.

Por timidez el joven no se atrevió a tirar de la cadena para que, con el ruido que produciría el agua, se rompiera la intimidad entre la madre y su hijo.

Saliendo del baño el joven, sin encender la luz, se encaminó en silencio por el pasillo enmoquetado a la habitación donde Pablo y su amigo continuaban jugando con la PS4. Podía escucharles hablar, reírse, gritar, a través de la puerta cerrada, así como ver, bajo ésta, la luz que iluminaba la estancia.

La que si estaba abierta era la puerta del dormitorio de los padres de Pablo y, al estar iluminada la habitación por la lámpara situada en la mesilla de noche, pudo ver la cama de matrimonio así como a la mujer, de espaldas a la puerta, vestida con un vestido negro y unos zapatos de tacón.

Llevaba un vaso con agua en una mano y una pastilla en la otra. En un momento se la tragó, ayudada por el agua del vaso, dejando a continuación el recipiente sobre la mesilla de noche.

Sabía el joven, por lo que contaba Pablo, que su madre a veces, cuando estaba muy cansada, se tomaba una pastilla para poder dormir y en pocos segundos se quedaba KO durante horas y no había forma de despertarla por mucho que se hiciera. ¡Debía ser esta una de las ocasiones!

En un segundo la mujer se subió el vestido que llevaba, dejando al descubierto sus largas y torneadas piernas cubiertas por unas finas medias negras de redecilla que la llegaban hasta la parte superior de sus muslos, así como su hermoso culo erguido y respingón, apenas tapado por unas transparentes bragas negras de encaje, que permitían observar la separación entre las dos macizas nalgas.

El joven se quedó paralizado, mirando fijamente las piernas y el culo de Marga. ¡No se lo esperaba! ¡No se lo creía!

Sin atrever a moverse se quedó quieto y en silencio en la oscuridad del pasillo, echándose leve e inconscientemente hacia atrás, agazapándose contra una pared, para que no le pillaran mirando el voluptuoso cuerpo de la mujer.

¡Qué vergüenza si le pillaban! ¡Un voyeur!

¿Qué diría, qué pensarían, que pasaría, le echarían avergonzado de la casa, se lo dirían a sus padres, lo dirían en el instituto, le echarían?

Un aluvión de pensamientos acudieron a su mente, mientras observaba cómo la mujer, después de colocar el vestido sobre un sillón, se soltaba por detrás el sostén y se lo quitaba, quedándose desnuda de cintura para arriba.

El miedo dio paso al deseo y la verga del joven, congestionándose bajo su pantalón, amenazaba con perforarlo, apuntando duro y erecto al techo.

Girándose Marga para colocar la prenda también sobre el sillón, pudo el joven disfrutar del panorama de sus erguidas y grandes tetas, de sus oscuras, casi negras areolas, de las que emergían sus pezones simulando sabrosas cerezas maduras.

Dando la espalda nuevamente a la puerta, se agachó y, tirando del borde de sus bragas negras, se las bajó hasta los pies, descubriendo la desnudez de sus glúteos y permitiendo al joven observar detenidamente la jugosa vulva que emergía lasciva entre sus muslos.

Se quitó las braguitas por los pies y, dejándolas colocadas sobre el sillón, se volvió a agachar, mostrando al joven ahora no solo su coño, sino también el prieto orificio que se exhibía también entre los dos cachetes del culo, ¡tan blanco, tan deseable!, parecía inmaculado, pero… ¿realmente lo era? ¿era virgen y no había sido penetrado por ningún lujurioso miembro?

Se detuvo Marga bajándose una media para a continuación, sin incorporarse, hacer lo mismo con la otra, y, descalzándose, se las quitó, y las colocó también sobre el sillón, extendidas.

Ahora estaba completamente desnuda, sin nada que la cubriera, sin ningún obstáculo entre los ojos del joven y las tetas, el culo y el coño de la mujer.

Volteándose levemente Marga cerró la puerta, dejando un hueco de unos pocos centímetros con el marco a través del que el joven podía continuar espiándola.

Abriendo la cama, se metió la mujer entre las blancas sábanas, se cubrió con ellas, y, estirando un brazo, tocó el interruptor de la lámpara y apagó la luz, quedándose el dormitorio en la más absoluta oscuridad.

El joven, que no había ni un solo instante de dejar de observar a Marga, continuaba con la mirada fija en la oscuridad que la envolvía, que abrazaba su hermoso cuerpo desnudo y se fundía en él, penetrándola, follándosela.

Pocos segundos tardó en escuchar la respiración profunda de Marga, ¡dormía profundamente como bien les había dicho su hijo!

Aguantó el joven aún varios minutos sin moverse por si la mujer despertaba o le pillaba, pero ella continuaba, si no roncando, al menos respirando profunda y fuertemente.

Despacio y sin hacer ruido se acercó hacia la luz que emanaba bajo la puerta de la habitación donde jugaba Pablo y su amigo. Dudando qué hacer y qué decir, cogió la manija de la puerta para abrirla y entrar, pero no se decidía, pensaba qué hacer, y todavía dudando, soltó la manija.

Sabía que sus amigos estaban tan absortos con el juego que le echarían en falta durante bastante tiempo. Incluso pensarían que era mejor para ellos que no volviera, que desapareciera para así poder jugar más tiempo con el juego y no turnarse. Seguro que Pablo pensaría que era incluso mejor que se follara a su madre que volver a molestarles en el juego.

Tomo del bolsillo su móvil, eligió la aplicación que le convertía en linterna y, haciendo uso del haz blanco de luz que emitía, se encaminó en silencio hacia el dormitorio de Marga.

Empujó con cuidado la puerta e iluminó por un momento a la mujer cubierta por la sábana y dejando al descubierto solamente su cabeza. Estaba tumbada de lado, de espaldas a la puerta y continuaba durmiendo profundamente.

Entró el joven en el dormitorio, cerrando lentamente la puerta a sus espaldas hasta dejarla completamente cerrada, y se dirigió hacia la cama.

Apuntando con una mano la linterna a Marga, con la otra tomó la sábana y la abrió, descubriendo el voluptuoso cuerpo desnudo de la hermosa mujer que, tumbada de lado, tenía las rodillas dobladas hacia delante, poniendo en tensión los fuertes glúteos.

Un instante le valió para ver que los ojos de Marga estaban cerrados y que dormía plácidamente, dirigiendo a continuación el haz de luz despacio a lo largo de las cerradas curvas de la mujer, disfrutando de cada milímetro de piel y de carne sonrosada. Se concentró en las tetas, enormes, redondas, erguidas, con areolas negras del tamaño de un euro y pezones casi del mismo color. Estuvo un rato mirándolas, babeando de placer y empalmado. Estiro su brazo y las tocó lujurioso. Estaban calientes, muy calientes, compactas y suaves al tacto. Recorrió despacio, gozando de cada milímetro, con la palma de su mano y con la yema de sus dedos toda la extensión del seno que estaba arriba y lo que pudo del que estaba abajo. Cogió entre sus dedos pulgar e índice un pezón y vio cómo se hinchaba, como parecía que cobraba vida independiente de su dueña, no estaba precisamente dormido, como tampoco lo estaba su propio pene, que, erecto, levantaba espectacularmente la parte frontal del pantalón del joven.

Dirigió ahora su mano a su pantalón y, abriéndose la bragueta, se sacó con esfuerzo la verga al estar tan tiesa, erguida y congestionada. La miró, sobándosela durante unos segundos, pero no quería correrse todavía. Tenía frente a él un suculento plato del que pensaba disfrutar a tope.

Dirigió ahora el haz de luz a los torneados y fuertes muslos y al macizo culo de la mujer. Los dos glúteos, tan redondos y perfectos, parecían esculpidos en mármol por lo duro que estaban, cincelados por un auténtico artista, por un Miguel Ángel. Los sobó a placer y dirigió su mano a la entrepierna de Marga, sobándola el sexo, pero, al estar apresado entre los dos muslos, no le fue posible penetrar entre los labios vaginales.

Recordando lo que le había dicho Pablo, que su madre, al tomar la pastilla, no se despertaba por nada, encendió la luz de la mesilla de noche, apagando la linterna del móvil, y pudo observar mejor el hermoso y deseable cuerpo de Marga, que yacía ahí, tumbada completamente desnuda en la cama, a merced de él, del amigo de su hijo.

Acercándose a la mujer, la empujó suavemente por los hombros, tumbándola bocarriba sobre la cama, sin que la mujer hiciera ningún amago de resistencia o de despertarse.

La podía observar ahora mejor, mucho mejor, podía ver que solamente tenía una fina franja de vello cubriéndola la vulva, que no impedía ver perfectamente su sonrisa vertical.

Sin un ápice de grasa en todo el cuerpo, todo era carne magra de primera calidad, lista para ser devorada sin perdón.

Las enormes tetas, simétricas e iguales, apuntaban ahora al techo, conservando su redondez y su compacidad.

La luz que emitía la lámpara de la mesilla de noche dejaba en sombras parte de la hermosa escultura, así que decidió arriesgarse más y encender la luz de arriba, la del techo, para verla mejor, pero, para evitar que la mujer se pudiera despertar, cogió las braguitas que ella se había quitado hacia unos minutos y se las puso sobre los ojos, procediendo a continuación a encender la luz de arriba y apagar la de la mesilla.

Acercándose de nuevo a la cama, cogió a Marga por los tobillos y, tirando suavemente, la abrió un poco de piernas. Subiendo las manos hasta el interior de los muslos de la mujer, la logró abrir más, mucho más de piernas. Ahora se podía observar detenidamente cómo la boca de carnosos labios que tenía ella entre las piernas, le sonreía provocadora, le invitaba a entrar.

No se podía ahora echar atrás, había llegado muy lejos, así que colocándose entre las piernas abiertas de Marga, se descalzó y se bajó los pantalones y los calzones, quitándoselos, dejándolos en el suelo a los pies de la cama.

Se inclinó sobre la mujer y, antes de tumbarse bocabajo sobre ella, restregó su verga erecta entre los labios vaginales de Marga hasta que encontró la entrada a su vagina, y despacio la penetró, tumbándose completamente sobre ella y penetrándola hasta el fondo, hasta que los cojones del joven chocaron con el perineo de ella.

Inmóvil sobre ella, mejilla contra mejilla, la miró a la cara, pero ella seguía sin abrir los ojos. Si no estaba dormida lo parecía y entonces es que se dejaba, se dejaba que un amigo de su hijo se la follara. ¡Puta!

Empezó el joven a mover lentamente y con cuidado sus caderas y sus glúteos, adelante y atrás, arriba y abajo, una y otra vez, follándosela poco a poco.

Apoyándose en sus brazos, levantó un poco la parte superior de su cuerpo para observar mejor a Marga mientras se la follaba, para ver cómo se bamboleaban sus preciosas tetas adelante y atrás ante las embestidas del macho que se la estaba tirando.

Podía estar así, a este ritmo follándosela, pero temía que le pillaran tirándosela, así que aumentó poco a poco el ritmo del mete-saca y … ¡ la mujer empezó a gemir, a gemir y a suspirar, dando un susto de muerte al joven!

Tenía Marga los ojos cerrados o al menos semicerrados. Estaba seguramente dormida pero la gustaba, la encantaba que se la follaran, que la metieran la polla entre las piernas y se corrieran dentro, ¡la muy puta!.

Acojonado por si se despertaba del todo o su hijo la escuchaba y entraba corriendo en el dormitorio y le pillaba follándose a su madre, la tapó la boca con una mano y aumentó el ritmo para correrse antes, consiguiéndolo a lo bestia después de tres o cuatro enérgicas culadas.

En el momento que se detuvo, que dejó de mover su cipote dentro del empapado coño de Marga, ésta se calló, ya no la producía placer, solo la producía placer que restregaran pollas erectas dentro de su vagina.

Tumbado bocabajo sobre ella, mejilla contra mejilla, aguantó el joven unos segundos disfrutando del orgasmo, y, antes de levantarse la sobó una teta, y, al incorporarse se la besó.

Una vez levantado, se vistió rápido y, utilizando las bragas de ella, se limpió la polla morcillona y la limpió a la mujer el esperma que rebosaba de su vagina, guardándose la prenda empapada en el bolsillo.

Cubrió a Marga con la sábana, dejándola solo la cabeza sin tapar, y, apagando la luz del dormitorio, encendió la linterna de su móvil. Salió de la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas, para, cruzando el pasillo, abrir la de la habitación de Pablo donde todavía jugaba con su otro amigo a la PS4, sin percatarse de su ausencia.

La velada pasó sin más incidencias. Enseguida llegó el padre de Pablo y pocos minutos después se marcharon los dos amigos dejando a Marga follada y bien follada sin que nadie se percatara de lo sucedido.

En la calle uno de los jóvenes confesó al otro lo que había hecho, que se había beneficiado a la madre de Pablo, enseñándole las bragas mojadas.

Tras la sorpresa inicial, entusiasmado le relató con detalle lo que había hecho y lo buenorra que estaba la MILF, cómo era su culo, sus tetas, sus muslos, su coño, su todo y cómo gemía y suspiraba mientras se la follaba.

Se juraron que harían todo lo posible por colaborar con el fin de gozar de los maravillosos encantos de Marga.

Deja una respuesta 0

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *