Fui a pasar navidad a mi pueblo, mi tía llego y lo que pensé que sería un infierno termino siendo una de las mejores cosas de ese momento
Ya comienzan las fiestas de navidad otra vez… noches de estar con la familia y hablar sobre el tema político y económico de actualidad vuelven a la mesa generando disputas por doquier. La única diferencia es que este año toca pasar las navidades en el pueblo natal de mi familia, cerca de Granada, la cosa no puede ser más aburrida.
Me pasó el viaje conduciendo, mi mujer duerme plácidamente mientras mis dos hijos centran su vista en diminutas pantallas de sus nuevos smartphones de los cuales tanto presumen con sus amigos, claro está que quien los tiene que pagar a ¨cómodos plazos¨ soy yo. Nos acercamos al pueblo, hace un día maravilloso, el sol golpea con suavidad mis manos frente al volante, haciendo que mis fríos dedos entren en calor creando una situación de placer momentáneo, justo antes de que mi mujer decida levantarse y recordar que ella no quiere estar allí y que hubiese sido mejor cenar con su familia, justo lo que quieres oír cuando llevas 400 km en coche sin hablar con nadie. Llegamos al pueblo, mis hijos deciden no bajar del coche mientras yo voy a la fuente más cercana a beber un poco de agua, tiene un sabor muy característico a esa agua que bebía de pequeño cuando terminaba de jugar un partido de fútbol con mis vecinos y hablábamos de chicas y de cualquier minucia mientras esperábamos nuestro turno para beber.
Vuelvo a subir al coche y me dispongo a llamar a mi tía, la cual nos ha prestado un modesto piso para que podamos pasar los 7 días que estaremos con ellos por vacaciones. Al llegar a la casa, encuentro las llaves en un hueco que queda al descubierto al mover una roca, lo primero que hago es descargar maletas y colocar todo en su sitio, pongo a punto la casa y decido llamar a mi tía para ver como se encuentra después de tanto tiempo sin verla. Mientras llega, veo como está el panorama: mis hijos siguen enganchados a sus máquinas, quejándose de la poca cobertura que hay en el lugar y maldiciendo cada cosa que ven, con lo que deciden ir a la plaza del pueblo donde les he dicho que siempre ha habido mejor cobertura; mi mujer está cabreada también, nunca le ha gustado mi familia por motivos que yo a día de hoy desconozco, le he dicho que vaya a comprar algo de comida al supermercado del pueblo mientras yo sigo poniendo a punto la casa. Tras 10 minutos limpiando, llaman a la puerta con una voz desconocida, abro y me encuentro a mi tía con su perro. Al principio me quedé congelado, no recordaba a mi tía de Granada de tan buen ver. Iba vestida con unas mallas negras ajustadas de la marca Adidas, las líneas características de esa prenda de ropa hacían que su figura escultural se remarcase aún más, todo esto sumado a su camiseta simple de color blanco con rayas azules hiciera denotar su pecho.
Por un momento, pensé que era mi prima debido a que parecía más joven de lo que realmente es. – ¿Qué pasa, ya no te acuerdas de mí? Fueron las palabras que dijo al ver que me había quedado como un pasmarote mirándola. No no, claro que me acuerdo de ti tía. Con esta última palabra, me acerqué a ella a darle los dos besos de cortesía, pero ella instintivamente agarró y me dio un fuerte abrazo junto a un movimiento de caderas que, a priori ella lo hacía con una intención de como si me estuviese meciendo como un niño pequeño, hizo que me pusiese a cien en un momento. Simplemente el hecho de notar sus voluminosas tetas chocando con mi pecho ya había creado una reacción en mí, pero ese movimiento de caderas estaba terminando la faena ya que hubo un momento en que mi pene tocó sus mallas y no sé cómo exploté en aquel momento.
Entramos dentro de la casa y ella me contó que había comenzado a hacer ejercicio por el monte, senderismo y demás, al ser un pueblo cerca de Sierra Nevada era la actividad más popular. Me dijo que su hija aún no había encontrado novio, o al menos eso pensaba ella me contó entre risas, y que seguía en la Universidad pero que vendría en dos días para la cena de nochebuena. De su marido me dijo poco, solo que seguía trabajando en la Universidad de Granada y que pasaba más tiempo de conferencias que en casa. Yo también le conté un poco de mí y mi familia, de cómo me iba todo y que no me podía quejar… mientras le hablaba, hacía un esfuerzo sobrehumano para no mirarle las tetas ni las mallas, era mi tía después de todo. Cuando se giraba para explicarme algo sobre la casa, mi vista iba directa a ese culo que, aun no siendo muy grande, tenía una forma redondeada y molidito que daban ganas de agarrar y no soltarlo nunca. Otra cosa que me estaba poniendo mucho era su acento, no parecía que hablase un andaluz puro, casi ni se notaba que era andaluza, pero había momentos donde le salía alguna palabra o alguna frase que me hacía imaginarme a mi tía gimiendo de placer y gritando con ese acento semi-andaluz.
Tras explicarme el funcionamiento de los cachivaches de la cocina, me llevo al aseo, el cual era de un tamaño muy reducido y cerró la puerta, la tenía a menos de 50 centímetros de mí y me estaban dando ganas de desatar todo mi instinto animal, aunque seguía conteniéndome. Mira, la puerta se abre empujando con fuerza desde dentro, está un poco rota, pero para el tiempo que vais a estar cumple su función. ¿Te encuentras bien? te noto un poco acalorado. Al decirme esto, le dije que tenía un poco de calor y que quizás era por el cansancio del viaje, tras esto, empujó la puerta con todas sus fuerzas para tratar de abrirla, sin éxito. Volvió a intentar a abrirla, pero siguió sin poder. Me pidió, con una sonrisa que parecía un rayo de sol con ese pelo castaño que tiene que le llega por el pecho, que si podía ayudarla que no podía abrir. Empujamos los dos con todas nuestras fuerzas hasta que finalmente la abrimos. Al realizar el esfuerzo, se debió golpear con algo de la casa que empezó a salirle sangre de un dedo. Me miró y me dijo ¿Quieres curarlo como te lo curaba yo cuando eras más pequeño? Esas palabras fueron demoledores en mi interior; si aceptaba, era probable que no pudiera contenerme más y liberara a mi instinto animal; si me negaba, perdería una posible oportunidad de follar con esa diosa de metro sesenta.
Al decir esas palabras, agarré su dedo y lo limpié con un poco de algodón que había traído para curar heridas. Ella sonrió y dijo que esa no era la manera con la que me curaba de pequeño, tras eso, se metió mi dedo en la boca y pasó su lengua por él. Esa fue la chispa que necesitaba para iniciar el ataque. Me lancé sobre ella y comenzó una serie de besos húmedos entre ambos, junto a la calentón del momento, hacía que nuestros cuerpos parecieran estufas humanas. Por un momento me levanté del suelo, pensé en lo que estaba haciendo y lo que podía traer como consecuencia… pero antes de poderlo pensar ella ya tenía mi polla entre sus suaves manos. ¿Crees que no he notado como tu polla rozaba con mis mallas antes? me dijo con una cara de viciosa mientras se metía mi rabo en la boca sin pestañear. Comenzó a succionar y jugar con su lengua de un modo que me hacía ver las estrellas con cada lametón, yo mientras jugaba con su cabello, hasta me aventuré en agarrarla y comenzar a follarme su boca, adelante-atrás, adelante-atrás, movimientos constantes que hicieron que se atragantase un par de veces, pero yo estaba desatado y no podía parar. Finalmente, la agarré de una y la lleve al lavabo, delante del espejo, donde le puse el culo mirando directamente a mi mientras ella se podía ver en el espejo reflejada con una cara de vicio nunca vista. Ese culo perfecto, rodeado por esas mallas negras que le quedaban tan bien, no llegué ni siquiera a bajarlas, de una, las estiré y las rompí, haciendo que su rasurado coñito quedase a la vista. Tras la gran mamada propiciada segundos atrás, le metí mi polla de una y emitió un gemido impresionante que debió retumbar en toda la casa. Se apoyó con sus manos en la pared blanca mientras veía como la empotraba en el espejo del lavabo. Su cara era un espectáculo, la muy zorra lo estaba disfrutando e incluso veía un sentimiento de venganza en su rostro, el cual en el fondo me hizo sentir mal. Con ello, empecé a bombear mucho más rápido de adelante hacía atrás, mis movimientos de cadera eran cada vez más pronunciados hasta que sus suaves brazos no pudieron sujetar más y estuvo a punto de caerse si no llega a ser porque la agarré de sus tetazas y seguí empotrándola ante el lavabo. Tras ver que su cara no cambiaba, agarré y empujé su cuerpo para adelante, haciendo que sus tetas y cara chocaran con el frío cristal. Esa escena nunca se me olvidará, entre sus gemidos con ese acento andaluz y las grandes embestidas propiciadas por mi hizo que se corriese de golpe. Tras esto, como si de un animal me tratase, la volví a bajar para que se pusiese de rodillas y le metí toda mi polla en la boca, comenzando de nuevo un movimiento de bombeo, hasta que ella en uno de esos momentos paró en seco su boca y empezó a jugar con su lengua y mi pene, subiendo lentamente hasta mi glande y siguiendo con el bombeo durante 10 segundos más hasta que me corrí de una forma bestial en su boca.
Al finalizar, me sonrió y lo único que dijo es que ya hablaríamos. Sin un beso ni nada, se marchó tan deprisa como pudo, pero con una sonrisa de oreja a oreja. Yo por mi parte, no podía olvidar esa cara de vicio y de venganza en su rostro, en el fondo pensaba que me había utilizado para vengarse de alguien… pero lo más importante ahora era ver a mi esposa y mis hijos del mismo modo que había estado haciendo todo este tiempo.