Fuimos a comprar un poco de ropa para poder tirar lo que no usamos más, terminamos disfrutando de muchas otras cosas
Estaba sobre mí dándome un par de besos en el cuello, era mi punto débil y pues ya con dos años de relación conocía cada parte excitable de mi cuerpo, hacía pequeños chupones desde mi clavícula hasta la zona prearicular, a veces incluía el lobulillo de la oreja.
– Ah… nos van a escuchar. – Me quejaba, estábamos en el vestier de la tienda de ropa.
– Déjate consentir. – Me decía mientras iba de un lado al otro.
Me subió la camisa hasta el cuello, sacándome los brazos y dejándolos libres, sin pensar dos veces me había levantado el bra dejando mis senos a pleno aire.
– Siento que me gritan. – Decía mientras daba pequeños toquecitos.
– Estás alucinando, tonta.
Las miraba con mucha lujuria, yo me excitaba poco a poco más, ella pasaba su lengua muy rápidamente por el pezón mientras con su mano y un poco de saliva movía el pezón contralateral, yo lanzaba pequeños quejidos que a la verdad no me importaba mucho quién escuchara.
– Son mías, me pertenecen. – susurraba mientras seguía con lo suyo,
Ya un poco saciada la llevé a mis labios y la besé un poco suave pero de lo excitada que ella estaba empezó algo rudo, metió su lengua y logró llegar hasta mi paladar blando, me dio una arcada pero seguí, nuestras lenguas jugaban a lo sucio, al parecer no nos importaba nada.
Empecé a tocar su cuerpo, iba por sus hombros sintiendo su piel tersa y suave, iba hacia sus senos, paraba de besarla y los mordía por encima de la ropa, ella me abrazaba y así poco a poco rozábamos nuestras intimidades por encima de la ropa.
– Hazme un oral, por favor. – Lo decía como suplicando, parecía que la situación la calentaba bastante.
– No hay problema, mi amor.
La senté en un pequeño taburete, era suerte de que llevara vestido, lo subí un poco más arriba de su cintura y quité su panty sin hacer mucho ruido.
– Nunca lo hemos hecho en un motel pero si en lugares raros. – le dije un poco temerosa.
– Hay que probar en todos lados, jaja. – Lanzó una risita un poco audaz.
– Estás loca.
Abrí sus piernas un poco, las levanté de que a modo me quedaran a mitad de mis hombros, tenía un poco de vello en su pubis, pero no me importaba, di algunos besitos en su monte de Venus y fui bajando poco a poco, empecé a lamer en los pliegues que habían entre sus piernas y la cadera, su labios mayores, ella sólo miraba y yo de vez en cuando la miraba a ella.
– Tómame el cabello.
Le dije pero acató directamente la orden, empece a probar sus labios menores, ya estaba un poco mojada, los besé, chupé y lamí, ella gemía pero se tapaba un poco la boca.
– Ah… vamos, quiero venirme. – Susurró un poco mientras suspiraba y gemía un poco.
Fui a su ansioso clítoris, estaba bastante edematizado e hiperémico, parecía que fuera a saltar, palpitaba, empecé a lamerlo y ella dio un saltito en el taburete, estaba bastante sensible, empecé a hacer círculos con mi lengua, de arriba hacia abajo y hacia los lados, ella apretaba bastante mi cabeza, hacía presión hacia su pubis.
Gemía cada vez un poco más fuerte, pero sus gemidos eran ahogados, no podía hacerlo con tranquilidad.
Empecé a llevar mi lengua a su abertura, trataba de meterla lo más profundo que podía, le encantaba, empezaba a mover su cadera, volvía a subir a su clítoris y con mis labios jugaba con él, a veces me detenía y seguía, ambas estábamos envueltas de placer.
– Ya no puedo más, me voy a venir.
Metí me dedo y empecé a meterlo y sacarlo con una frecuencia moderada mientras seguía con mi lengua en su clítoris. Apretó mi cabeza fuertemente hacia su vagina y vinieron las contracciones desesperadas de su abdomen con los músculos de su vagina, su grito fue ahogado, controló sus gemidos.
– Oh Dios, hace rato no me orgasmeaba así de rico. – Lo decía mientras recobraba el aliento.
– ¿Por qué siempre me ahogas en tu vagina? – Le reproché.
– Lo siento, es que tu sabes que así de rico es el momento, vamos para que te laves.
– Todos nos miran raro, mujer.
– Seguro porque no compramos ropa, quién sabe.
Nos reímos y fuimos al lavado.