He perdido el control sobre mí, ya no se quien soy y solo puede hacer las cosas que mi coño pide. Mi cuerpo manda
¿Por dónde empezar? No sé…
Intuyo que si te lo cuento no lo vas a creer, incluso a mí me cuesta trabajo creerlo a pesar de que lo vivo en carne propia.
Sigo diciéndome que es un mal sueño, que es obra de mi mente y que tarde o temprano despertaré y, nada de esto habrá sucedido.
¿Sabes? Siento pena, en estos momentos pienso seriamente en abandonar la idea de confesarme; pero si lo hago lo más seguro es que pierda mis facultades mentales.
Mi cuerpo es un hervidero de hormonas sin control, puedo pasar del estrés al llanto; del llanto a la ira y de la ira a la tristeza. Definitivamente soy más sentimental ahora.
¿Por dónde empezar? Bien, primero que nada creo que lo más adecuado es que te pida encarecidamente que mantengas la mente muy abierta, sé que tendrás muchas dudas y que estas sonaran más razonables, por absurdas que sean a comparación de la historia que estoy a punto de contarte, sólo hazme ese favor ¿sí?.
Hasta hace un par de semanas vivía cerca del centro de la ciudad de México, tenía un trabajo como docente de matemáticas en una preparatoria ubicada al sur. No me quejaba del trabajo, de hecho me gustaba bastante, ahora lo echo de menos como no te imaginas.
Contaba con casi 37 años, me sentía bien con mi vida y no recuerdo haber deseado en ningún momento ser otra persona. Era una persona promedio, con salario más bien malo, una pequeña casa que podría pasar sin problemas como un cuarto bastante amplio; apenas con espacio para una cama; una mesa pequeña y el baño. Sentía que mi vida estaba bien, que cumplí con mis metas y que sólo me hacía falta una familia para obtener lo que la sociedad denomina como “éxito”.
Un buen día ya no era yo.
Lo sé, créeme que lo sé, sé que suena ridículo; pero ahora mismo es lo único que tengo. Perdí mi casa; mi trabajo; a mis padres… en fin, perdí mi vida.
Ese “buen” día desperté en un cuerpo totalmente distinto, desperté con otros pensamientos, con otras intenciones y con otras ganas de hacer frente al mundo. ¿Ciencia ficción? ¿brujería? Lo único que sé es que ahora es parte de mí.
La noche anterior aún era un tipo llenito, medio calvo y muy bonachón. Por la mañana desperté en un cuerpo más alto; con el cabello un poco debajo de los hombros; de tez oscura y voz aguda. No tuve la típica reacción de los clichés en donde grita y va corriendo al baño para comprobar lo obvio. Intenté serenarme, poner en calma mis pensamientos y de ser posible, pensar en que fue lo último que hice la noche anterior.
No imaginé que el tener pechos fuera tan notorio, es decir, para las demás personas sí lo es, pero para la persona que los tiene jamás en mi vida lo pensé. Intentando normalizar mi respiración sentí el peso de ese par; además por la parte inferior de mis ojos los veía en ese vaivén de arriba abajo. Puse mi ante brazo sobre ellos para no verlos; pero fue inútil se acrecentó por lo mismo.
Suspiré y bajé el brazo, volteé hacia arriba y sentí otro peso nuevo: el cabello. Como acto reflejo me llevé una mano hacia él, lo sentí desde la nuca y comencé a acariciarlo, tantos años que fui medio calvo y ahora era todo lo contrario.
Miré alrededor y en pocos segundos noté que no era mi casa, no sabía dónde me encontraba. Me paré y fui a la única ventana, al otro extremo de la habitación. Miré a través de ella y vi hacia la calle, tampoco reconocí. Volví a suspirar, ahora en vez de ver hacia la calle, miré la pieza; era color violeta pastel; con algunos muebles como el ropero y el tocador con un lindo banco para sentarse. Abrí una puerta y no era el pasillo como imaginé, sino el baño.
No era un baño glamuroso con una tina, por lo tanto podía descartar que este cuerpo tuviera dinero.- El cuarto de baño era bastante común; tenía azulejos y una hoja de vidrio con cancelería que daba a la regadera, de tamaño regular. No se apreciaba ninguna instalación de eléctrica; así que sí podía asumir que funcionara con gas. Llamó mi atención el que no hubiera espejo ni en el baño ni en el tocador.
Salí y con cuidado toqué con los dedos la parte superior del tocador, encontré una pequeña mueca en la madera que al presionarla abrió sin esfuerzo alguno las dos hojas, dando como resultado un espejo bastante amplio; con dos más en la cara interna de las hojas. Mi corazón latía con fuerza, me iba a ver por primera vez.
Haciendo una pausa creo que debería externarte que fue lo que sentí, no fue miedo, creo que era más una sensación de expectación por saber cómo me veía que otra cosa, durante esos minutos que permanecí viendo mi ahora reflejo, no pensé en nada; sólo en conocer a esa mujer que me devolvía los movimientos que pensaba y de vez en vez, me sonreía. Durante ese tiempo mi estado de ánimo no decayó, tampoco era emoción; solamente tenía la necesidad de reconocerme en ese espejo.
Es la primera vez que me ánimo a escribir algo, si te gustó, no te cortes y cuéntamelo. Si no te gustó también es importante que lo sepa. Saludos y besos.