Hermanastros, Del amor verdadero que puede existir y existe entre dos personas jóvenes que encuentran en el otro todo lo que han estado buscando
Esta historia habla de amor, de amor verdadero. Del amor verdadero que puede existir y existe entre dos personas jóvenes que encuentran en el otro todo lo que han estado buscando, aunque sean familia. Mi nombre no importa, ni el de ningún personaje. Solo importa el de Almudena, mi hermanastra. Mi hermana del alma por motivos de amistad desde hace muchos años.
CAPITULO I – DE MI PUBERTAD Y MI ADOLESCENCIA
Desde hace algún tiempo éramos tres los que salíamos juntos de copas en nuestra ciudad natal. Almudena, su novio, que es mi gran amigo y yo. Nos abandonábamos al alcohol y otras sustancias desde que dejé a mi antigua novia. Por ello, la relación con mi hermana (que así me gusta llamarla aunque no lo sea) era de pura amistad fiestera y sentimental. Por otro lado, su novio y yo éramos amigos desde hacía muchos años y por ello, íntimos compañeros de borracheras y demás situaciones. Dado nuestra peculiar convivencia, los había visto besarse e incluso tocarse apasionadamente en más de una ocasión, cosa que a mi no me importaba lo más mínimo. Cuando llegada una hora intempestiva de la noche, ella se desmadraba un poco y mucha veces tuve el placer de contemplarla completamente borracha y cachonda. Era entonces cuando se descuidaba en cosas que ella opinaba que eran importantes como taparse el pecho cuando se agachaba llevando un vestido escotado, no abrir las piernas llevando falda al sentarse o estar pendiente de esos malditos botones juguetones de las blusas que se desabrochan cuando menos te lo esperas. Por todo ello había contemplado partes intimas de mi hermana con ropa interior en múltiples ocasiones fuera de casa. Dentro de ella era muy recatada y nunca se exhibía con menos ropa de la necesaria.
Hay, no obstante, varios eventos que en mi han hecho historia. Uno de ellos fue en el campo un día que fuimos a pasar el día los cuatro (todavía salía yo con la otra). Almudena era alta, como yo, morena, con los ojos oscuros y muy delgada, demasiado en mi opinión y la de su novio. Eso si, sus pechos eran importantes para su delgadez. Sus pezones, que tantas veces se le habían marcado bajo la ropa, tenían pinta de ser pequeños y muy oscuros. Me había molestado en mirar sus sujetadores para ver que vestía una talla 95, que dado su escaso volumen corporal era indicador del tamaño de los mismos. Aun así, creo que la nunca llegó en aquella época a excitarme hasta el extremo de la masturbación. Mi ex-novia me saciaba bien de sexo.
Aquel día estabamos sentados unos delante de otros bebiendo y escuchando música cuando me percaté de que el pantalón corto de Almudena se abría un poco por la pierna izquierda y se la veían las bragas bastante bien. Estuve disimulando un rato hasta que del movimiento se empezaron a ahuecar ellas también. No vi nada más allá de algún que otro pelo negro que luchaba por salir. Sin embargo aquello me excitó bastante y mi entonces novia se dio cuenta de a donde miraba y se lo dijo. Este hecho acabó en bronca nocturna entre ambos… aun recuerdo que tras la reconciliación posterior fue la primera vez que he probado el sexo anal. Abrí el culo a mi ex una noche en mi casa. Acabó llorando y fue tanto el dolor que pasó mucho tiempo hasta que volvimos a intentarlo.
Otro momento glorioso fue en un bar de copas. Yo estaba pidiendo en la barra y ella se acercó por detrás medio borracha y se apoyó en mi, de manera que sus tetas frotaban mi espalda. Cuando se había separado un poco me di la vuelta y sin querer la toque un pecho. Era blando y grande. Hermoso. Aquello le puso los pezones de punto pero yo nunca lo interpreté como que se había excitado. Pero yo si lo hice.
Por último, el tercer momento venturoso. Ese botón… el de la blusa, se alió conmigo un día y pude verla el sujetador blanco de encaje. Los posibles lectores pensarán que estas nimiedades de adolescente no son lo suficiente excitantes, de hecho no lo eran. Nunca dejé de verla como lo que era, mi hermana y mi amiga. Pero los años iban pasando y tras cortar con aquella, me quedé solo con mis masturbaciones. Solía buscar cosas en Internet que me ayudaran en mis cometidos y excepto algún escarceo esporádico con alguna mujer de fin de semana, mi vida sexual era de lo más corriente. Y así siguió hasta que, cumplidos ya los 2
2 años, empezó de nuevo mi vida. Empezó justo donde menos me lo esperaba, con quien menos lo esperaba y de la manera que menos lo esperaba.
CAPITULO II – VACACIONES EN LA PLAYA
Habíamos ido a la playa para pasar una semana en una playa de la Costa del Sol que no viene al caso. El alquiler del piso había sido francamente barato y allí estabamos los tres, Almudena, su novio y yo. Nunca nada me hizo pensar que aquel verano me iba a hacer tantas pajas. Llegamos al apartamento por la tarde y pronto descubrimos la razón del escaso precio que nos había costado. Era pequeño, muy pequeño. Tenía en el salón un sofá cama de matrimonio y dos sofás de cama individual. No había mucho más. Una diminuta cocina americana y un cuarto de baño. Pronto dispusimos las camas. Yo, que soy muy ancho de espaldas no cogía bien en las individuales así que dormiría solo en la de matrimonio. Almudena lo haría en la terraza, que estaba acristalada, en una de las camas pequeñas y su novio en el salón, junto a mi, en la otra pequeña. La intoxicación etílica de la primera noche no se hizo esperar. Con las maletas todavía sin deshacer nos bajamos a por unas botellas que ingerimos como animales hasta caer rendidos. Y así comienza la aventura.
PRIMER DIA
Nos levantamos tarde y despeinados por la fiesta. Yo me quedé el último en la cama y cuando me desperece noté que ellos ya se habían levantado y se preparaban para bajar a la playa. Dormía con unos pantalones cortos que tienen la malla interior dada de si así que mi erección matutina era importante y se notaba mucho bajo la tela. Nunca me había importado eso, eran mis amigos los que estaban allí y todo daba igual. Sin embargo, entre legañas, pudo ver como Almudena se afanaba en mirar mi polla dura por el sueño. Creí que estaba paranoico y no hice mucho caso.
Al llegar a la playa nos instalamos con todas las reglas del arte: sombrilla, toallas, radio, colchones… Al quitarnos la ropa vi que mi hermana estaba más buena que nunca. Llevaba un bikini negro la mar de sexy que jugaba a desabrocharse con la mirada de la gente que teníamos al lado. No tardé ni quince minutos en sugerir que hiciera Top-Less. Mi amigo la animaba con poca gana y ella se negó en seco. Así pasó la tarde con toda la tranquilidad y entre cervezas nos subimos a casa para ducharnos algo borrachos.
No recuerdo exactamente los turnos de ducha, lo que si recuerdo es que Almudena siempre salía vestida del cuarto de baño y no me daba pie para observarla en todo su esplendor. Pude notar que mi amigo entraba en el cuarto mientras ella se duchaba, bien para mear o para afeitarse o coger algo y vi la posibilidad de hacer yo lo mismo. Entre a mear mientras la avisaba de que yo estaba fuera. De repente entró su novio y me dijo de malas maneras que no le gustaba lo que había hecho. Por primera vez en su vida se había puesto celoso de mí, de su hermano… Ella me defendió diciendo que yo podía entrar siempre que quisiera, que para algo éramos familia. El, se cabreo un poco y salió refunfuñando.
Aquella noche yo estaba realmente cachondo y cuando nos estabamos cambiando de ropa, fui al baño y me hice una paja pensando en el cuerpo de Almudena. Aquella fue la primera de una serie de masturbaciones. La primera pensando en ella. La primera pensando que hubiera pasado si hubiera abierto las cortinas de la ducha y la hubiera visto desnuda. Salí del baño con la erección reciente y note como ella volvía a mirar mi paquete. Si no hubiera sido porque se hubiera notado mucho, hubiera vuelto al baño para hacerme otra. Nos dormimos de nuevo etilizados por el alcohol.
SEGUNDO DIA
Desperté de nuevo empalmado, como siempre. Ella estaba mirando la tele. Supongo que ya me había mirado la verga dura bajo el slip. El había bajado a por el desayuno. Comencé a moverme y entre las sábanas froté un poco mi miembro y lo deje salir levemente por un borde. Me volví de nuevo boca arriba y espere haciéndome el dormido. Nunca sabré si me miró pero debido a la excitación, mi verga se fue saliendo poco a poco hasta que todo el capullo florecía del pantaloncito. Estaba rojo y caliente. Ella debió mirarlo durante algunos minutos. De repente sonó la puerta. Me puse boca abajo casi de un salto. Luego pensé… si me ha estado mirando y al oír la puerta me he dado la vuelta, se ha dado cuenta que me estaba exhibiendo… pero me dio igual. Con la er
ección calmada bajamos los tres a la playa como si nada.
En la playa ella volvió a comentar lo del Top-Less y su novio montó en cólera. Casi se lo prohibió a gritos ante la mirada de los espectadores que la miraban lujuriosos. Yo incluido. No tenía palabras para defenderla, era mi hermana y el mi amigo. Nada podía hacer. Además me estaba excitando muchísimo con ella y si se hubiera quitado la parte de arriba del bikini se me hubiera puesto como una piedra. Sin embargo no hizo falta eso. Ya he comentado que es bastante delgada y por esa razón, la braguita del bañador, como las de vestir, no se le ajustaba del todo a las ingles. Llegado el momento de comer sacamos unos bocadillos y mi amigo fue a por otras cervezas al supermercado cercano. Cuando Almudena se sentó para comer se le ahuecó el elástico y… bueno, unos pelillos negros y rizados asomaron por allí muy sugerentes. Como ya los había visto en otra ocasión yo intentaba que se moviera lo suficiente para llegar a ver algo más y lo conseguí. Al echarse para adelante con la intención de coger el vaso que la ofrecía aquello se abrió casi del todo. Estaba completamente cubierto de pelo y cerrado por la falta de excitación en aquel momento pero sí adivine el color rosado de sus labios superiores entre la mata espesa. El problema fue que ella se percató de la dirección de mi mirada y se estiró de repente. No dijo nada. Yo tampoco. Callados esperamos que volviera el otro y empezamos a comer.
Al subir a casa y empezar a ducharnos tuve la tentación de entrar en el baño para ver si podía espiar algo pero me resistí. No quería cabrear a mi amigo. Así que lo que hice fue exactamente lo contrario. Esperé a empezar a ducharme hasta que su novio se había ido a por no sé qué y la llame para que me acercara un peine a la ducha. Ella lo hizo no sin antes recordarme que había un cepillo allí a mi lado que podía coger perfectamente. Yo la dije que prefería peine y cuando se acercó a la cortina pudo verme desnudo a través del espejo y la ranura que estratégicamente había dejado para tal propósito. Me dio el peine muy despacio, demasiado diría yo, de lo cual deduje que me había visto y quería sellarme en su memoria. Todavía no la había visto nunca mirarme el aparato y empecé a idear la manera de verla mientras me miraba. Eso llegaría más tarde.
TERCER DIA
Cuando desperté ellos se habían ido a la playa. Estaba solo y por un buen rato miré y estudié la posición de los múltiples espejos que tenía el salón para intentar hacerlo más grande de lo que era. De repente tuve una idea enloquecedora. ¿Porqué no buscaba la bolsa de plástico donde echaba la ropa sucia?… Y así lo hice. Como si estuviera poseído me puse a buscar por los cajones. Allí estaba, la de ella junto a la de él. Busqué unas bragas del fondo. Eran de esas blancas de colegiala ya que a Almudena no le gustan los tangas (dice que son misteriosamente incómodos, en contra de lo que dicen todas las demás). Estaban ligeramente acartonadas por la parte que toca su sexo. De inmediato me las acerqué a la nariz. Mi verga saltó como un resorte. Empezó una de esas erecciones brutales que casi rozan el dolor. Me empecé a masturbar mientras las olía. Cuando el final estaba cerca, bajé mi mano y me corrí en ellas. Justo ahí donde mi semen podría rozar su peludo chocho. Con un gran sentimiento de culpa, las dejé al fondo de la bolsa donde estaban, me vestí y bajé a la playa.
Cuando llegué no la miré con los mismos ojos. ¿Estaba realmente enamorado de Almudena o era algo puramente animal?… Aquel día había mucho oleaje y a pesar de la bandera amarilla nos bañamos los tres con el colchón jugando con las olas. En un momento dado se subió al colchón dejando caer por los lados sus piernas. Aquello hacía que el hueco del bikini me dejara de nuevo ver sus pelos de azabache. De repente vino una gran ola que despidió el colchón unos metros. Cuando fuimos los dos a por ella estaba boca abajo, riéndose, con las piernas todavía colgando dentro del agua y lo más importante. La braga del bikini totalmente desplazada a un lado por efecto de la fuerza del mar. Ella no se había dado cuenta pero nosotros dos si. Mi amigo se quedó mirando pasmado, se lo colocó y me miró. Me había excitado y e
l se dio cuenta. Casi me mata con sus ojos. Había logrado ver su chocho casi abierto al viento, sus labios carnosos con poquitos pelos a los lados y un magnifico agujero anal, delicioso y virgen. Se me puso como una piedra. Ella bajo del colchón y seguimos jugando. En alguna ocasión, con el roce, mi verga dura rozaba el culo que acababa de ver desnudo y así no había manera de bajarla. Ellos fueron a las toallas. Yo que quedé jugando, me alejé un poco de la sombrilla hacia la derecha y me hice una brutal paja marítima. Cuando me corrí mire para abajo y vi el semen salir y dispersarse rápidamente. Había sido magnífica. Una de las mejores pajas de mi vida.
Tras otra, la tercera paja del día en la ducha, ya una vez en casa salí envuelto en la toalla y comencé a cambiarme aprovechando que el que se duchaba era el otro. Abrí la puerta del armario a modo de biombo y me desnudé. Mi polla seguía morcillona y bastante grande, con todas las venas marcadas por el calor. Sabía que si ella se levantaba, a través del espejo me vería el rabo así que esperé desnudo un rato hasta que lo hizo. Yo dejé de mirar por el espejo y comencé a subirme al calzoncillo aprovechando que me miraba. Terminé de hacerlo y salí de mi parapeto. Ella estaba mirando el espejo y dejó de hacerlo para mirarme a mi. Nunca me había visto tan claramente desnudo y tampoco nunca antes lo había hecho en calzoncillos ya que en mi casa no es habitual tales hechos. Se había vuelto a envalentonar por la excitación del momento y formaba un bulto importante bajo la tela. Me preguntó, ¿Qué haces?… Nada, vestirme, ¿no lo ves?, le contesté yo. Pero su mirada estaba perdida en mi paquete. ¿Sería más grande que la de su novio?… ¿O más pequeña?…
CUARTO DIA
Este día, no tuvo nada que ver con el resto. La noche anterior me habían pedido un poco de intimidad ya que no la habían tenido por ser el apartamento tan pequeño y yo accedí a bajarme a una playa cercana solo. Estaba a mas de media hora andando y me apetecía verla ya que apenas salía en los paquetes turísticos y me habían hablado de ella. Era una cala pequeña. Solo había una pareja de mujeres haciendo Top-Less, nada fuera de lo normal. Baje por una escalinata tallada en la roca y cuando llegué las dos mujeres se vistieron y se fueron. Estaba solo, como Robinson Crusoe, en una playa de ensueño. No era una playa nudista y por lo tanto ilegal para practicarlo pero me dio la sensación de que nadie me vería así que me desnude del todo y me fui a bañar. Así estuve, entrando y saliendo del agua un buen rato, cerca de dos horas y media de soledad absoluta. Soledad que se rompió cuando estando yo en el agua, desnudo, bajó por las escaleras una joven muy joven. Tendría 17 o 18 años. Muy hermosa. Me gritó desde la orilla algo en un español propio de extranjera que no alcancé a oír. Me acerqué un poco y la joven me seguía hablando. Decía algo de un walkman y supuse que la pregunta era si lo había visto por allí, que seguramente lo había extraviado. La dije que no, que antes que yo había una pareja de mujeres y que ellas lo habían visto antes. Para esas alturas, mi verga se había inflado un poco, sin llegar a la erección, colgante pero muy gorda y hermosa. La chica no me había oído nada (o no me había entendido) así que salí del agua. Ella dio un par de pasos para atrás y me miró la polla con un gesto claro de asombro y excitación. Me acerqué lentamente a ella y le dije lo que antes no había oído. Me dio las gracias y se dirigió hacia las escaleras no sin antes echarle un último vistazo a mi aparato cada vez más grande y duro. Cuando llegó arriba, noté que me seguía mirando desde unos matorrales sin mucho cuidado por esconderse bien. Ya que Almudena en esos momentos estaría follando con su novio en mi cama, decidí darme placer pensando en ella y en esa hermosa adolescente que había admirado y seguía admirando sin secreto mi rabo. Me puse mirando al mar y me hice una paja lenta y sabrosa. De esas que dejan huella. Al correrme miré hacia donde estaba la joven extranjera y vi moverse los setos. Al poco rato se fue. Me había masturbado delante de ella y me sentía pletórico de valor y excitación.
Al volver a casa noté que mi amigo estaba mucho más relajado y ya no estaba cabreado
conmigo por los sucesos anteriores de lo que deduje que su enojo era más por no poder follarse a mi hermana que por otra cosa. Después de ducharnos les conté lo que había sucedido con la extranjera en la playa (sin decir nada de la paja, solo que me vio desnudo) y hubo gran cachondeo sobre eso. Sin embargo, algo de excitación vi en los ojos de Almudena cuando al final dije: “me tenía que haber echo una paja cuando se escondió en los arbustos”…
QUINTO DIA
Al levantarnos, con la mirada a mi paquete por parte de Almudena, como siempre, les propuse ir a la playa esa casi desierta. Accedieron no sin antes asegurar que ninguno haría nudismo. Allí llegamos a la hora de comer, casi la misma hora a la que llegué yo el día anterior y allí estaban las dos mujeres. Llegada la hora se vistieron y se fueron. Estaba claro que hacían lo mismo todos los días. Nos pusimos a colocar todo y nos bañamos. Sin embargo yo esperaba la visita de mi amiguita del walkman. Así fue, la vi bajar los escalones de piedra, ponerse en primera línea (no había muchas opciones más) y desnudarse totalmente bajo la asombrada mirada de mi hermana y su novio. Se baño, se secó, se vistió y se largó. Tenía el cuerpo propio de una elfa pero sin las orejas puntiagudas. Sus pechos eran pequeños, casi inexistentes y con los pezones rosas, iguales a los labios que se adivinaban bajo una fina capa de pelo muy bien recortado bajo el pubis. Yo comente groseramente a mi amigo la calidad del polvazo que le echaría a la joven y Almudena se cabreó con los dos por nuestra subida de testosterona.
Llegado el momento de las duchas quise optar por el todo o nada. Salí con la toalla y me senté en el sofá mientras los otros dos se duchaban juntos. Me la estaba meneando un poco, lo suficiente como para dejarla muy grande para ser normal y muy blanda como para estar erecta. De esa manera parece que tengo una polla descomunal bajo la toalla. Salió Almudena vestida, como siempre y el otro seguía dentro. Ella comenzó a hacer unos cubatas pero vi que solo hacía dos. Le pregunté por qué y me respondió que el otro iba a estar un rato más dentro del baño y que si le hacia su copa se derretiría el hielo. Aproveche para abrir un poco mis piernas y eche mano a mi miembro grande y carnoso. Ella desde la otra punta del salón supo que si avanzaba unos pasos me vería el rabo mientras lo meneaba (no para masturbarme sino como un juego más). Yo también hice esos cálculos de perspectiva y cuando se acercó la miré a los ojos. Quería ver por primera vez a mi hermana mirándome la polla. Empezamos a hablar de la playa, de la compra y de mil cosas sin sentido y nunca aparte la mirada de sus ojos, ni ella de los míos. Sin embargo sabia que me la estaba mirando porque a veces, se desconcertaba de mis ojos y parecía estarme mirando el cerebro, mirando al infinito. Yo sabia que en esos momentos ella estaba concentrada en mi polla. Cuando sonó la puerta del baño miré hacia la derecha, momento que Almudena aprovecho para mirarme el rabo. Cuando volvía a mirarla los ojos, ella no me respondió con los suyos, estaban totalmente clavados en mi miembro y en el movimiento de mi mano. Cuando salió mi amigo del cuarto, todo volvió a la normalidad.
Por mi parte, estando en un bar de copas por la noche, y no pudiendo evitar la excitación de lo que había pasado, me fui al baño a cascármela pensando en la cara de vicio de Almudena cuando me miraba, sus tetas las cuales todavía no había visto, en la joven extranjera y en el culo desnudo de ambas.
SEXTO DIA
Nos despertamos los tres con el ruido de la lluvia. La faena era colosal y entre cabreo y cansancio decidimos quedarnos en casa. Yo seguía llevando mis pantalones cortos de dormir y decidí para el resto del día apartar la malla, que aunque dada de si, algo sujeta. De esta manera, aun sin erección, mi paquete era grande y visible. De esa manera estuve jugando todo el día por casa. Me la sacaba por la pernera y me sentaba delante de ella para que me viera, me la ponía dura y luego paseaba por delante. Mi amigo nunca se dio cuenta pero a mi ya no me importaba mirarla a la cara cuando ella disfrutaba con mi bulto. De hecho, llegó a haber mucha complicidad en eso. Tanta, que este era el último día que pasábamos juntos y no lo iba a desaprovechar. Al salir de la ducha, estando el otro en ello, me desprendí de la toalla delante de ella, con el rabo gordo y grandote, con sus venas hinchadas y
el capullo intencionadamente morado y fuera del prepucio. Ella apartó la mirada ostensiblemente a lo que yo dije: “no pasa nada, mujer, que somos hermanos”. Ella respiró profundo y volvió a mirar. Repasó mis ojos temblorosos de la excitación y bajó lentamente hasta mi polla. Se la aprendió bien. Llegó a morderse los labios y sus pezones se pusieron a mil bajo la camiseta.
Instantes después dijo algo que jamás habría pensado que diría: “ya podría tener el maricón ese una polla como la tuya”, señalando hacia el cuarto de baño. Definitivamente aquello era una victoria a gritos. Luego, volvió a mirar la tele y comencé a vestirme. Cuando me había puesto la camiseta nueva y unos calzoncillos la pregunté: “¿te gusta?”… “¿qué?”, respondió. “¿Qué si te gusta lo que has visto?”. Se calló unos instantes y declaró “No está mal, podríamos vivir así en casa”. Se me puso durísima de repente y ella volvió a mirarme ahí abajo. De un solo movimiento la saqué de nuevo al aire. Ahora estaba totalmente empalmado y ella volvió a mirar la tele. “Mira como me la pones solo de pensarlo”. Ella suspiro brevemente y dijo… “Anda guárdatela que como salga el otro te la corta”.
SEPTIMO Y ÚLTIMO DIA
Ibamos a salir de vuelta a casa después de comer y de manera dudosa e inexplicable, Almudena decidió ducharse antes de salir. No sé si por paranoia o por excitación pero esa iba a ser mi oportunidad final de ver sus pezones. Así fue, cuando llevaba un rato frotándose debajo del agua me entraron, misteriosamente, ganas de mear. Mi amigo ya no podría decirme nada por entrar al baño ya que ella me había dado permiso explícito así que entre. Me oyó y preguntó quien era. Al responderla se apagó el agua y oí las cortinas abrirse. Cerré la puerta muy despacio sin hacer ruido pero yo seguía de espaldas a ella. “Sacúdetela bien”, me dijo. “¿Me acercas mi toalla?”… me di la vuelta y allí estaba ella. Desnuda, mojada, resbaladiza. Sus tetas sin bikini eran una bendición. Estaban más formadas de lo que parecía y sus pezones estaban duros como piedras, oscuros como yo había imaginado. El pelo de su coño formaba un triángulo perfecto, muy oscuro y rizado como ya había visto en otras ocasiones. Pero así, de cuerpo entero era sublime.
“¿Te vas?”… me despertó del alucine y salí rojo como un pollo del cuarto de baño. Me puse a ver la tele con mi amigo. Ella salió al rato vestida y dio un beso a su novio. Él nunca se dio cuenta de lo que sucedió aquel verano pero a mi me pareció el más maravilloso de mi vida.
CAPITULO III – EL JUEGO
La vuelta a casa y las semanas posteriores fueron normales considerando que había visto a mi hermana desnuda y que ella me había visto a mí y ninguno de los dos había hablado nunca del tema. Yo rehuía ligeramente salir con ellos dos de copas ya que la situación me estaba empezando a calentar bastante. Me masturbaba a diario en la ducha pensando en mi hermana pero nunca más tuve el deseo ni la necesidad de volver a verla desnuda. Poco a poco iban pasando cosas. Cosas que cada día me gustaban más.
Cierto día, estaba yo meneándomela en el baño cuando mi hermana giró el pomo de la puerta de un solo golpe y entró. Al verme practicando tan bellas artes pidió perdón y cerró la puerta. Aquello me excitó bastante, al igual que me excitó que me mirara aquella joven en la cala desierta durante las vacaciones. Después de correrme le dije a mi hermana que ya podía entrar. Me miró de arriba a abajo y me dijo: “a ver si te echas novia pronto”… No supe que contestar en aquel momento, pero días más tarde, sin venir a cuento me puse caliente. Estabamos los dos solos viendo la tele y le comenté. “me voy a hacer una paja, ahora vuelvo”. Cuando entré en mi cuarto estaba avergonzado de lo que había hecho. Almudena jamás me perdonaría ese comentario. Cuando volvía al salón ella ya no estaba, se había ido a la calle no sé muy bien porqué. Tampoco nunca se habló del tema.
Ese silencio sobre nuestro mutuo erotismo duró casi un año y medio. Ella me vio a mi en alguna ocasión desnudo por casualidad y yo a ella. A ambos nos gustaba recordar lo que habíamos visto hacía tiempo en la playa así que nos fuimos descu
idando poco a poco en nuestra intimidad. Muy lentamente ella relajaba la guardia y yo llegué a perderla del todo hasta que un buen día salí desnudo de mi habitación para ir a ducharme. “Podías taparte un poco”, me dijo. Yo sabía que realmente no pensaba eso pero me callé. Mientras me estaba duchando entro en el cuarto de baño para mear, algo francamente extraño porque había dos servicios en nuestra casa. Cuando se levantó del urinario abrí las cortinas y la pedí la toalla. Allí estaba yo medio empalmado frente a mi hermana. “Se me estaba olvidando que la tienes tan bonita” me dijo y siguió “Eres un poco exhibicionista, ¿verdad?”… Yo no dije nada. Me empecé a secar lentamente mientras ella me miraba con una cara que no acertaba a identificar. “¿Te gustó verme desnuda aquel día, ¿no?”… seguía callado. Ella estaba enfureciendo ante mi silencio y no quería cabrearla bajo ningún concepto así que por fin hable: “Recuerdo que aquel verano dijiste que te gustaría vivir de aquella manera en casa. Creo que si no hubiera sido por tu novio hubiéramos estado desnudos todas las vacaciones”.
Ella empalideció un instante, “¿eso crees?”, “si, y también creo que estás faltando a tus impulsos desde aquel verano… ¿no te gustaría cuando estemos solos que nos viéramos más veces desnudos?…”. Ahora se calló ella. Bajo la cabeza y se fue a su habitación. Una vez hubo llegado preguntó a gritos “¿y que pasa con este?” (en clara referencia a mi amigo). No supe que contestar. Realmente no la había propuesto sexo ni nada por el estilo. Su novio no tenía por que sentirse cornudo por la relación que pudiera tener ella conmigo, al fin y al cabo, somos familia.
El caso es que aquella noche no pude dormir bien pensando en todo lo que habíamos hablado. Por la mañana me levanté tarde y al pasar hacia la cocina por el salón vi algo que me sacó los ojos de las órbitas. Almudena se estaba planchando el vestido para ir a trabajar llevando puestas únicamente las bragas y el sujetador. Me quedé mirándola un momento hasta que se dio cuenta y me dijo “¿Que pasa?… tu puedes calentarme a mi y yo a ti no, ¿verdad?”. Fui a la cocina perplejo… ¿acaso la calentaba mas de lo que yo pensaba?. Pues nada, habrá que jugarse las cartas valientemente… Salí de la cocina y la propuse un juego para cuando llegara de trabajar. Ella accedió sin ni siquiera preguntar en que consistía.
Esperé impaciente hasta la tarde con unos calzoncillos como única prenda. Cuando llegó, se dio una ducha (a la cual yo asistí secretamente desde la puerta) y se puso un camisón sin sujetador que no permitía ver todo pero que dejaban adivinar bien el estado de los pezones. Se sentó a mi lado en el sofá y preguntó por el juego ese del que habíamos hablado. “Había pensado jugar a Beso – Atrevimiento – Verdad con las cartas. Verás. Jugamos el que haga 7 y Media tiene derecho a pedir un beso al otro donde quiera, un acto atrevido y una confesión sobre algo”… Se levantó sin decir nada y trajo la botella de whisky que tengo guardada en la cocina junto con dos vasos de chupito y las cartas. “A ver si te atreves me dijo”.
Empezamos el juego con muchos miramientos. Me toco darle un beso en las mejillas, otro en la frente, confesarla que me masturbaba casi a diario y además me hizo imitar a un par de cantantes. Yo por mi parte, tampoco me lancé mucho, me dio un beso en la barriga, tuvo que meterse un dedo en la nariz y me confesó que no era virgen al empezar a salir con mi amigo (cosa que no me sorprendió bastante). Sin embargo, después de esa última pregunta mía ella volvió a ganar y me preguntó algo que tenía casi olvidado. “¿Te masturbaste en la playa esa delante de la extranjera?”…. vaya pregunta. “Si”, respondí sin pensarlo. Y añadí, “si empezamos con preguntas de esas te vas a terminar rajando”. “Ya lo veremos”, replicó valientemente. Volvió a ganar ella y me preguntó cuanto me medía el rabo en erección. “No lo sé, nunca lo he medido con exactitud, unos 15 o 16 centímetros, pero ya sabes que la tengo muy gorda… ¡Además se usarla!”. Se mordió los labios y seguimos jugando. Yo no sabía que iba a pedir si ganaba pero el juego me estaba encantando.
Por fin gané yo y le pedí que se pusiera los pezones de punta. Lo hizo sin rechistar. Genial… ¡Madre mía que pezones!. Me encantaba el cuerpo de Almudena, era como una dios
a para mi. Volví a ganar y me costó decidir. El beso en alguna parte era por el momento una tontería. La acababa de pedir Atrevimiento así que me decidí por Verdad y la pregunté: “¿Te has masturbado alguna vez pensando en mi?”. Se quedó seria. “¿Pensando en ti?… no”… dijo para mi disgusto. Entonces pensé “¿Y en mi polla?”… “eh, que eso es otra pregunta y solo se puede hacer una”. Yo sabía que aquello era un “si” pero no gastaría más preguntas en adivinarlo.
El destino quiso que volviera a ganar ella. “Como tu me has pedido que me empinara los pezones, ahora yo te pido que te pongas duro el rabo delante de mi”. No me pareció justa la comparación pero si me rendía ella habría ganado. Me puse de pie, de espaldas a ella y no fue difícil ponerla tiesa dada la situación en que me encontraba. Me di la vuelta con el calzoncillo totalmente abombado y el miembro doblado hacia un lado. Lo miró un rato. Me senté y seguimos jugando. Si ganaba yo tenía que rebajar el tono de aquello por que me estaba sobrepasando. Pero no lo hice y ella me pregunto si me masturbaba alguna vez pensando en ella, en replica a mi anterior jugada. “Casi todas las veces”, respondí. Hasta yo mismo me quedé sorprendido por mi respuesta. Ella empezó a reír como si se la hubiera metido el demonio dentro. A mi no me parecía gracioso, pero entre mi cabreo y su sonrisa seguimos jugando.
Ahora no quería rebajarlo, ahora quería vencerla a toda costa. Gané yo, que desde hace rato no lo hacía, y la ordené que se quitara las bragas para el resto del juego. Ella accedió, pero lo hizo de tal manera que no logré ver nada y al sentarse de nuevo, se tapó con el camisón. Mi gozo en un pozo. Al menos ya no tendría bragas. Mi polla estaba que se salía del calzoncillo y hacia todo lo posible por que ella no viera nada a no ser que lo pidiera. Estuvimos un rato más jugando sin que ninguno lograra 7 y Media así que cambiamos las reglas del juego. Ahora serían atrevimientos con 3 y Media, Besos con 5 y Media y con 7 y media, verdad. Con esas nuevas reglas todo sería más fácil. Tanto que en la primera partida ganamos los dos. A mi me toco darla un beso en el ombligo, cosa que intenté hacer con toda la lentitud y erotismo que mi excitación me dejaba. Pero a mi me había tocado Atrevimiento y era mi oportunidad. “Ponte de pie y con los brazos en alto date unos saltitos y un paseo por el salón”… aquello me iba a encantar. No era tan directo como pedirla que se desnudara del todo pero iba a ser de lo mas caliente. Ella sabía que la iba a ver todo el coño al aire y no le importó aunque se lo pensó dos veces. Así lo hizo. Llevaba tan solo tres o cuatro segundos de pie cuando la visión de su mata de pelos me excitó tanto que saqué mi verga de los calzoncillos y me la empecé a cascar. Ella me miró el rabo, luego a los ojos y bajó los brazos. “Tío, espera a que nos vayamos cada uno a su habitación para hacer eso”. Acepté refunfuñando su petición y me la guardé de nuevo. Estaba a punto de explotar. Las venas de mi aparato latían enfurecidas y ella lo sabía. Seguramente Almudena estaba manchando con sus flujos el sofá al estar sin bragas pero a ella no se le notaba.
Me ganó atrevimiento. Se quedó pensativa. Me daba un poco de miedo lo que pudiera pedir. De repente se quita el camisón quedándose solamente con el sujetador. Miré hacia abajo y vi como efectivamente su chocho estaba chorreando y sus labios inflados y enrojecidos. “Como me ha tocado atrevimiento y viendo que te apetece tanto acabar la faena. ¡Venga!, hazte una paja mirándome”. Vaya que si me la iba a hacer. Empecé a meneármela despacio para que aquello durara. La estudié bien los pezones, duros, pequeños, morenitos, arrugados… bajé por su tronco hasta sus pubis. “Abre un poco las piernas, anda”, la rogué. Ella hizo lo propio. Los labios exteriores estaban inflamados y abiertos aunque los interiores seguían tapando el agujero de su entrada. “¿Tu no te vas a hacer nada?”, pregunté, “No, lo reservo para más tarde”. No sé si se refería a mas tarde en el juego o a mas tarde en su cuarto y me desilusione un poco. Estando así, mirando a Almudena desnuda abierta de piernas y masturbándome no tardé mucho en correrme. Lo hice encima mío, en mi tripa y mi pecho. No dejaba de salir semen de mi polla a chorros. No los conté, puede que fueran diez o doce espesos chorros. Brutal. Ella abri
ó los ojos y puso cara de orgasmo al ver la cantidad que salía de mi rabo. Al acabar nos quedamos callados. Yo no sabía si aquello se había terminado o no.
Unos segundos después Almudena salió de su éxtasis y dijo “Ves a limpiarte y vuelve”, con voz ronca propia de su excitación. Me limpié a conciencia en el baño. Me detuve un momento frente al espejo y me pregunté si era bueno lo que había pasado. Todavía sigo sin saberlo. El caso es que su llamada me hizo volver al salón, desnudo, igual que ella que se había despojado del sujetador en mi ausencia. Definitivamente quería follarmela, por primera vez en mi vida estaba convencido que quería follarme a mi hermana.
Seguimos jugando como si no hubiera pasado nada. Deseaba que ganara yo, lo deseaba más que nunca. Sin embargo ganó ella. Esperaba que me mandara cualquier cosa. Ya nada importaba. Lo que dijo me dejó perplejo. “Ves al segundo cajón de mi cómoda y trae lo que encontrarás al fondo”. Estaba sorprendido, me dirigí para allá, ese era el cajón de la lencería. Me puse cachondo al ver todas sus bragas y sujetadores después de lo que habíamos echo. Busqué al final. ¡Un vibrador!… era del tamaño exacto al de mi polla, con sus venas y su cargador de pilas. Llegué al salón con el aparato en la mano medio blanco de emoción. Esperaba que lo usara allí mismo, delante de mi, pero lo dejó en la mesa y dijo “Ya está, sigamos jugando”. Me decepcioné al saber que el atrevimiento que me había pedido era tan simple. Sin embargo pronto lo entendí. Tan pronto como gané yo el siguiente atrevimiento y le pedí que me masturbara con él hasta correrse.
Posó su lengua sobre su labio superior. Se reincorporó un poco para tumbarse y hacerse sitio y comenzó el espectáculo. Empezó tocándose con los dedos. Suavemente. No introdujo ninguno, simplemente se tocaba, cada vez más violentamente. Cogió temblorosa la verga de plástico y la introdujo lentamente hasta la base de los huevos simulados en látex. Dentro y fuera. Lentamente. Delante de mi. Mi polla estaba de nuevo con todo su esplendor así que empece a machacármela frenéticamente. Al rato ella empezó a contraerse. Se estaba corriendo con todas las convulsiones posibles de placer. Hasta soltó un leve gemido. Yo por mi parte, me incorporé un poco en el sillón y le eché toda la corrida encima mientras ella se desperezaba. Unos chorros en la tripa, uno le llegó a la barbilla y otros cuantos por las piernas. Cuando terminé me miro con una cara que me pareció mas de asco que de otra cosa.
“No me ha gustado eso que has echo, ¡joder, que somos hermanos!”… se levantó y se fue a la ducha cerrando con llave la puerta. Yo me fui a mi habitación a pensar todo lo que había pasado y porque había terminado de esa manera tan brusca. ¿Como había sido capaz de meterse eso delante de mi, verme masturbarme y luego asustarse por que me corra encima?… No fui capaz de comprenderlo. Aquella noche no volvimos a vernos. Yo salí a tomar unas copas por ahí solo y ella se metió en la cama. Ya lo hablaríamos en otra ocasión.
CAPITULO IV – LA GRABACIÓN
Pero aquella ocasión no llegaba. Habían pasado unos días y ninguno se atrevía a sacar el tema. Nos esquivábamos por la casa como colegiales hasta que una noche solos volvimos a coincidir en el salón. “Tenemos que hablar”, dijo ella. Aquella situación se estaba saliendo de los límites normales incluso del propio incesto (que no lo era como tal si nos ponemos en plan biológico, pero si en el legal). “Llevo días pensando que lo de aquella noche no debió acabar así, corté el rollo de muy mala manera”, afirmó mientras cambiaba de canales en la tele. Yo no podía culparla de nada. Me levanté y cogí una de esas pelis porno que todo chico tiene escondida en el armario y volví al salón. Metí la cinta en el vídeo. “¿Quieres que veamos una película?”… asintió con la cabeza y la puse en marcha. Pronto, en los títulos de entrada, ya se sabía que era una peli de esas, pero no una cualquiera. Trataba de una exhibicionista que va por la calle, masturbándose en los bancos de la calle y luciendo tipo por todos lados hasta que coge un recio maromo y la inserta por todos los lados.
Yo estaba, como es de suponer, totalmente cachondo pero no haría nada hasta qu
e ella no empezara. No quería volver a cabrearla. Al rato me miró y me preguntó si no solía pajearme viendo esas películas. “Está bien, tienes razón”, le dije. Me puse de pie y baje mis pantalones y mis calzoncillos hasta los tobillos. Al sentarme y posar mi mano sobre mi rabo ella se levantó e hizo lo mismo. Se bajo los pantalones y las bragas. Empezamos a masturbarnos lentamente, sin mirarnos, pendientes de la golfa esa tan parecida a nosotros. Sentía que podría correrme justo cuando yo lo deseara así que frené un poco mis movimientos. “¿Que pasa? ¿que no te gusta?”, cuestionó Almudena. “Si, muchísimo”… “¡Pues córrete que te estoy esperando!”. Al instante nos corrimos los dos juntos entre gemidos y movimientos espasmódicos y retozantes. Me encanta mi hermana. Es la mejor hermana del mundo.
Una vez reorganizado el ambiente me preguntó si conservaba todavía la vieja cámara de vídeo VHS que permite ver luego lo que grabas en la tele de manera instantánea. La respuesta era afirmativa pero antes de contestarla ya me había levantado a por ella. Supuse sin equivocarme que quería que nos grabáramos haciendo cualquier cosa. Llegué al salón de nuevo excitadísimo. Ella seguía desnuda igual que yo. “¿Te grabo?”, pregunté. Ella consintió con la cabeza y empezó a tocarse de nuevo mirando a la cámara. Empecé a grabar al instante gracias a que había conectado el equipo a la red eléctrica. Estuvo un rato boca arriba frotándose suavemente, introdujo un dedo en su vagina, luego dos y por último tres de ellos. Estaba de nuevo empalmado y me enfoqué a la polla para dar Fe de ello. Almudena se puso a cuatro pata y siguió metiéndose tres dedos. Su culo apuntaba al techo igual que mi rabo. “No me imagino como se me ve haciendo esto desde allí. No dejes de grabar”, me ordenó con voz cachonda. De repente decidió introducir el cuarto dedo. Estaba flipado. ¿Se metería el puño entero?. Yo mientras seguía grabando me la había empezado a pajear.
Pasaron unos minutos en los que no sabía si estaba soñando. Pero era real. Tan real como que llegado el momento se frenó. “¿Sigues grabando?”. “Claro”, contesté. Respiró profundo y lentamente deslizó toda la mano dentro de su coño. ¡Le cabía la mano!, eso sí, después de mucha guerra y un buen rato de lubricación. Me hubiera corrido de no ser porque se me ocurrió una pregunta genial… “¿Te puedo lamer el culo?”. Ella no respondió y lo interpreté como un “si”. Deje la cámara grabando en el sofá de enfrente y me acerqué a lamerla el ano. Dejó de mover la mano de dentro y también dejó de moverse ella. La metí la lengua en el culo mientras se lo babeaba por los bordes. Gritó agudamente y se sacó la mano chorreando flujo, era una exageración, como si al sacar la mano se hubiera quedado seca por dentro. Se desplomó en el sofá boca abajo…”Nunca me habían hecho eso, es brutal” entre sollozos. “Ya me imagino”, contesté cogiendo la cámara para hacer un plano de su coño irritado, abierto y enrojecido así como del agujero de su culo brillante por mis babas.
Llegado ese momento me dio la sensación de que podía pedir cualquier cosa y la ordené ir desnuda por la casa hasta nueva orden. Yo la iba grabando cuando se agachaba, cuando tenía que estirarse para alcanzar algo o cuando miraba a la cámara y con cara de puta se acercaba una teta a la boca para lamerla. Sin embargo, apenas nos tocábamos. Toda nuestra relación había sido puramente visual y llegaba el momento de que pasara a carnal. Almudena estaba en la cocina preparando algo de merienda. Me acerqué por detrás y le dije que pasara conmigo al salón. Ya me había encargado yo de que mi verga dura y venosa se apoyara sobre la espalda de mi hermana, para que notara de que iba. Cuando me vio yo estaba con la polla en la mano y la cámara en la otra, enfocando y empezando a grabar. “Siéntate aquí” y así lo hizo en uno de los brazos del sillón. Me acerqué y bajé la cámara para grabar la cara de susto de mi hermana y mi polla apuntando hacia su boca. Pasaron unos segundos. Muchos. Quizá un minuto o minuto y medio. Ella dejó de mirar el objetivo y bajo la cabeza hacia mi aparato duro y lubricado por la excitación. Lo tocó con mucho pudor, como si se fuera a romper. A mi me rondaba la idea de que a su novio nunca se la habí
a comido. Que imbécil. Cuando aprenda a chupar va a ser fascinante. Esa cara tan bella, esa boca pequeña y sus tetas son una visión muy cercana al cielo. Y mas si se empieza a meter tu polla en la boca mientras mira a la cámara. Eso fue lo que hizo. Torpemente empezó un movimiento que a duras penas reconocí como una mamada. “¿Se hace así?”… “Espera”, contesté. Fui corriendo a mi habitación y pille una peli porno. Busqué rápido en el vídeo una mamada que recordaba de otras veces y que era bastante completa en movimientos, lametones y chupadas de huevos. “Cópiate”, le dije mientras volvía a coger la cámara y la ponía a grabar. Ella miraba la tele e imitaba. Estaba completamente cachondo viendo como mi hermana me comía la polla. Cuando llegó el momento de chuparme los huevos me miró a la cara. Yo no dije nada. En realidad me daba pena su situación, pero ahora debía terminar lo que ella misma empezó. Me los chupó, luego dio largos lametones a mi rabo y se lo volvió a comer. Se estaba haciendo una experta por momentos.
¿Debía avisarla cuando me fuera a correr?. Cuando noté la inminencia de mi eyaculación me agarré el rabo. Lo medio saqué de su boca y apunté para dentro. Ella me miró con mucho miedo. En sus ojos se reflejaba el pánico por que me corriera encima de ella, como aquel día que todo acabó bruscamente por lo mismo. No me lo pensé y mientras seguía grabando le comencé a soltar chorros de semen por la cara. Alguno entró en su boca lo que le provocó un par de arcadas sonoras. Creí que vomitaría allí mismo pero no lo hizo. Su cara de asco, miedo y humillación sobrepasaban límites de desesperación. Con toda su cara, sus labios, su pelo y su orgullo manchado corrió al baño a limpiarse. Yo dejé de grabar y me fui a mi cuarto.
CAPÍTULO V – LA VENGANZA
A los pocos días empecé a intuir que se quería vengar de lo que la hice. Almudena para eso tiene muy mala leche. Así fue, “Tienes que hacer una cosa o le diré a mi novio, es decir, a tu mejor amigo, que te corriste en mi cara después de obligarme a chupártela… y como a él no se lo hago… Tu verás”… No tenía opción. Mi amigo no podría enterarse de nada y lo que me pidiera no podía ser tan malo como para negarme. “Está bien”. Me pidió que me desnudara totalmente mientras ella me grababa en vídeo. Una vez desnudo me pidió que me la empalmara. Después abrió la terraza y me pidió que saliera fuera. De esa manera me podrían ver en pelotas y erecto todas las vecinas que quisieran mirar, sin embargo no había ninguna. Suerte la mía que fuera otoño e hiciera un poco de frío para estar en las terrazas. Ella salió conmigo, portando la cámara y un teléfono inalámbrico. Se escondió tras un toldo que tenemos para evitar el sol lateral y siguió grabando…. “Empieza a cascarte una paja que voy a llamar a esa vecina jovencita que te gusta para decirle que se asome… así mañana ni te mirará a la cara”… No podía ser verdad lo que estaba diciendo.
Y lo hizo, de manera anónima… “asómate a la ventana”, dijo con voz extraña. Al minuto la chica que mas me gustaba del barrio corrió las cortinas de su cuarto y me vio desnudo y pajeándome en su cara. Se escondió un poco al principio pero después se fue dejando ver. Se mordía los labios. ¡Joder!, el plan de mi hermana estaba fracasando. En lugar de pensar que soy un enfermo salido se está poniendo cachonda. Sin embargo, Almudena no podía ver este detalle y seguía grabándome a mi pensando que me humillaba. De repente la vecina se quitó la blusa y el sujetador y empezó a pellizcarse los pezones como una loca. No podía ver donde estaba la mano pero seguro que se estaba frotando el coño al verme. Yo no podía más, iba a reventar así que me dejé llevar y comencé a soltar esperma por toda la terraza mirando a aquella chica a los ojos por primera vez. Ella me lanzó un beso y cerró las cortinas a la vez que yo me metía en casa para no pillar una neumonía.
“Para que aprendas”, dijo. Yo tenía que aguantarme la risa. Estuve desnudo por la casa el resto del día, procurando siempre tenerla infladita para que mi hermana no dejara de mirarla. Cuando llegó la noche la propuse visionar todo lo que habíamos grabado. Yo seg
uía desnudo y también la propuse que ella se desnudar también. Así que allí estabamos los dos otra vez metidos en faena. Empezamos viendo cuando Almudena se metió hasta el puño en el coño con gran excitación. La preguntaba cosas como desde cuando se masturba con cosas tan grandes, si había probado meterse más cosas o si le dolía cuando lo hacía. A cada respuesta que me daba me quedaba mas helado de saber que mi hermana del alma era una autentica experta de la vagina pero totalmente virgen por la boca (hasta que yo le desvirgué) y por el culo. Cosa totalmente normal por otra parte si recuerdo su culo aquel día en la playa que estaba o al menos parecía intacto.
Cuando llegó la parte de mi corrida facial sobre ella se puso seria. Entonces jugué mis cartas… “No entiendo porque no te gusta, si es lo mas normal. La leche está calentita y a mi me gusta verte pringada. Luego te limpias y ya está. No hay nada malo”… Se quedó pensativa unos segundos y me dijo que no estabamos en igualdad de condiciones. Que ella no podía correrse encima de mi. Yo la reté a que si. Si conseguía que ella estuviera tan mojada que tras correrse, al meter la mano en su coño saliera flujo, yo me comprometía a comérmelo. Ella aceptó sin más condiciones. El vídeo seguía y pronto saldría yo en la pantalla machacándomela.
Almudena se tumbó en el sofá y yo me sumergí entre sus piernas. Jamas había tenido su chocho tan cerca y pronto reconocí su olor, ese que deja en las bragas en las me de vez en cuando me corro. Con una mano lo abrí bien y con la otra manoseaba sus tetas. Cuando estaba abierto comencé pasando mi lengua de abajo a arriba y ella se estremeció. Comencé a chuparle el clítoris empalmado y duro por la excitación. La metí un dedo mientras la seguía chupando, luego dos, tres y hasta cuatro. Yo ya sabía hasta que punto le cabía dentro a mi hermana así que cuando estaba totalmente mojada, enfilé mi pulgar hacia la entrada y de un golpe le metí el puño entero.
Ella gritó y empezó a llorar. “Sácala”, me gemía, “me haces daño”… No podía entenderlo. “¡Tu mano es mucho más grande que la mía!”… ahora sí lo entendí. Para cuando decidí sacarla se había corrido en la palma de mi mano. Al sacarla, me llevé todo el flujo que pude y se lo enseñé. “Mira”, mientras ella se secaba las lágrimas, “me lo como delante de ti…” y me llevé la mano a la boca chupándola como poseído. Estaba salado y apetitoso. Después de lamerme bien, me llevé la mano al rabo y lo empapé de sus flujos. Me hice una paja mirándola a los ojos. Estaba exhausta, no podía moverse pero en sus mirada hallaba mucha excitación desatada. Pronto me corrí sobre ella. Se quedó mirando los chorros que cubrían su cuerpo. Recogí unos cuantos con un par de dedos y se los llevé a la boca. Los aceptó con agrado.
CAPÍTULO VI – LA CONSUMACIÓN
Reconozco que la relación con Almudena, mi hermana, nunca habría sido considerada normal por nadie en sus cabales. Sin embargo, era totalmente satisfactoria en muchos sentidos, sobre todo el sexual. Desde aquello que acabo de contar pasaron tres o cuatro meses de calentamiento mutuo sin ningún tipo de actividad sexual explícita por ninguno de los dos. Nos limitábamos a pasear desnudos delante del otro y mi hermana se ocupaba de agacharse bien cuando la tenía delante para que se me empalmara y poder disfrutar unos minutos de mi polla grande y dura.
Nos dejábamos ver en la ducha, como por descuido, mientras nos masturbábamos a la vez, pero nunca de manera que fuera evidente que lo estabamos haciendo. Una mañana me levanté con el mástil en pie de guerra y pensando, me di cuenta que nuestro juego patológico rozaba lo enfermizo por la represión que nosotros mismos nos imponíamos. Salí de mi cuarto desnudo, estabamos solos y comencé a hacer tiempo hasta que despertara. Salió del cuarto en pijama y cuando me vio en pelotas con el rabo hinchado se le abrieron los ojos. “Vaya, hermanito, como te has levantado hoy”, dijo con cara de puta.
Al instante se desnudó para ducharse y mientras se desperezaba frente el espejo me puse detrás de ella. Mi verga apoyó en la raja de su culo prieto. Ella me miró por el espejo medio asustada. “Somos imbéciles, ¿sabes?”, dije
. La agaché un poco y puse delicadamente sus dos manos en el lavabo. Me eché para atrás y apunté a la entrada de su coño húmedo por la situación. Cuando estaba preparada para entrar volví a mirar al espejo y vi a Almudena con los ojos cerrados y mordiéndose los labios. “Acepta”, pensé y la empujé lentamente hasta la base de mis huevos. Ella pegó un grito fino y agudo. “¡Joder!, vaya rabo”, dijo apretando los dientes. Aquellas palabras me emocionaron y empecé a darle fuerte.
Sus pechos se balanceaban al compás de mis embestidas. Por fin estabamos haciendo lo que queríamos. La agarré de las tetas para meterla más adentro con fuerza. Pellizcaba sus pezones hasta que veía que la hacía daño. Eso la gustaba. De repente ella frenó y se dio la vuelta. Se la volvía a meter gustoso mientras apoyaba su culo en el lavabo.
Empecé a notar que ella aceleraba, se iba a correr pronto así que la dije; “Córrete tu primero que yo lo hago fuera… no llevo condón”… Ella solo dijo “¡Ahhh!”… Al instante gritó “Córrete conmigo… estoy con la píldora”. Entre gritos y gemidos nos corrimos, creo que yo un instante antes que ella. Ambos notábamos las contracciones del otro. Ella comentó algo sobre la temperatura de mi semen. Le gustaba recibir el lechazo calentito mientras se corría. Decía que era mejor. Nos quedamos abrazados y pronto empezó a chorrear por las piernas. “Vas a manchar todo”, comenté. “¡Que se joda el suelo!, ahora lo friego” y volvió a abrazarme.
Al separarnos, metió su mano entre sus piernas y recogió algo de semen mezclado con flujo y se lo llevó a la boca. Me encantó la cara de vicio que puso. “¿Quieres?”, me ofreció. No podía negarme. Me acerqué a su coño, de rodillas, y comencé a chupar la salida de su vagina lentamente. Ella comenzó a contonearse como si le gustara mucho. Al poco rato decidió darse la ducha que no se dio por mi culpa.
Yo mientras vagaba desnudo por casa como atontado… “¿Me había follado a mi hermana?… No sé, quizá ahora si deba pensar que es mi hermanastra”. Eso me quitaba un poco de culpa por lo que había pasado. Cuando salió de la ducha entré yo. Al cruzarnos en el baño, nos dimos un beso en la boca, yo llevé una mano a sus tetas y ella me tocó ligeramente el pene. Sin detenernos ella fue a su cuarto y yo abrí al agua caliente. Justo antes de que saliera por la puerta la eché un vistazo al culo. Almudena era la más hermosa mujer que había visto nunca. Ese trasero me volvía loco, como cada parte de su cuerpo.
Al terminar mi ducha tuve que contenerme para no hacerme una paja pensando en lo sucedido. Salí del baño desnudo con intención de volver a follarmela pero ella estaba vestida a punto de irse. Pasó por mi lado, no dijimos nada, ella llevó una mano a mi rabo y lo frotó un poco, como para despedirse. “Luego vengo y hablamos”, me dijo. Ahí me quedé yo con mi calentón.
Paseaba desnudo por mi cuarto cuando descubrí que mi vecina preferida, esa que siempre había querido penetrar estaba en la ventana fumándose un cigarro. No podía desaprovechar esa oportunidad y me senté en una silla, mirándola entre la persiana de manera que yo la veía a ella entera y ella a mi del pecho para abajo. No tardé mucho en ponerla gruesa y venosa por la excitación del día. Mojaba mi mano con saliva y la pasaba lentamente por el capullo casi morado. Llegado un instante, ella miró por fin. Abrió mucho los ojos y no los apartó en ningún momento. Me pajeaba lentamente bajo la mirada de mi espectadora de lujo. Pasaron muchos minutos, tiempo suficiente para que se fumara tres o cuatro cigarros casi seguidos mirándome. Al final me corrí brutalmente sobre mi tripa entre espasmos y esperé a que bajara la hinchazón. Ella seguía mirando.
Me levanté y retiré un poco de mi semen con un dedo. De repente subí la persiana de golpe y la miré. Ella hizo como si se escondiera pero todo era muy evidente. Con mucho descaro la ofrecí mi leche del dedo con un gesto. Ella asintió y desapareció. No sabía que había pasado realmente. Me sentía excitado y confundido. Me senté a ver la tele en pelotas, poniendo en el sofá una toalla de baño para no llenarlo de sudor.
Pasados quince minutos más o menos sonó el telefonillo. Al contestar oigo, “¿Me
abres?”… La voz no era familiar y pregunté quién era. “Me ha costado mucho mirar en los buzones donde vivías, soy tu admiradora no tan secreta”, dijo la voz. ¡Bien!, era ella, mi vecinita. La hice subir y entre impaciencia y nervios me puse la toalla del sofá para taparme un poco y no recibirla desnudo.
Sonó el timbre de la puerta. Nos presentamos y la llevé al salón. Serví unas copas de licor dulce y comenzamos a hablar de cosas estúpidas como el tiempo que hacía y los estudios que teníamos. Sugerí, para romper el hielo, si le gustaba mirar mucho por la ventana. Ella entendió mi indirecta y dijo, “Claro que sí, sobre todo si la visión es una polla dura como la tuya”. Me quedé helado (tras romper el hielo) y no supe que contestar.
Al rato la confesé que siempre me había atraído y comenzamos a acercarnos. Casi borrachos por las sucesivas copas de licor nos besamos lentamente. La tenía totalmente a mi merced. “¿Me haces un Strip?” dije con la voz temblorosa. Ella me volvió a besar y se puso de pie. “Ponme música”, dijo ella. Así lo hice. Volví al sofá y me quité la toalla de golpe. Ella me miró el rabo muy interesada. “De cerca es mucho más bonita”, dijo ruborizándose. La incité a que empezara el espectáculo.
Ella comenzó a bailar torpemente y a quitarse la ropa demasiado deprisa para mi gusto. Yo por mi parte, a trabajármela con la mano. Muy pronto se quedó desnuda. Estaba muy buena la condenada. Pechos pequeños de adolescente, pezón grande y rosado, curvas formadas aunque un poco entrada en carnes, débilmente depilada, pelos del coño no muy oscuros y apenas rizados, muy pocos, como formando pequeñas calvas. Sublime.
Al verse allí, conmigo, casi un desconocido, se quedó un poco blanca de repente. “Uff, no sé que estoy haciendo, será mejor que me vaya”, afirmó. Ante mi pregunta por la razón ella se tapó un poco los pechos y se sentó lejos de mi. “Es que…. verás, yo… no sé….”, “¿Qué ocurre?”, le pregunté. “Es que no lo he hecho nunca”…
Intenté quitar hierro al asunto haciendo una broma, “Yo tampoco lo he hecho nunca con una vecina”… Ella sonrió pero en su rostro se notaba el temor por el fracaso de su primera vez. Comenzó a vestirse y me levante para acercarme y poder tocarla. Como no me había corrido todavía mi rabo estaba grueso pero no empalmado. Me puse cerca de ella y la toqué los hombros. Mi rabo estaba a escasos centímetros de sus ojos y me la miraba con mucho miedo. Con bellas palabras y mucha psicología barata la llevé de nuevo a mi terreno. Pronto empezamos a besarnos.
Llevé mis manos a sus pezones, los pellizqué ligeramente. Ella gemía como si nunca nadie se lo hubiera hecho. Al cabo de un rato bajé mi mano hasta su coño. Estaba chorreando, lo abrí con mis dedos y comencé a frotarlo despacio. Ella se estremecía a cada circulo que formaba sobre su clítoris. En un momento que estaba despistada en el placer le introduje un dedo hasta el fondo. Ella se separó abriendo los ojos y mirando para abajo, hacia su sexo. Sin mediar palabra le introduje otro. Aquello pareció dolerle pero no encontré ningún obstáculo en mi camino. Debió perder el himen haciendo deporte como tantas otras chicas de hoy en día. Sin embargo estaba muy cerrado y presionaba mis dos dedos. Comencé a moverlos para que se acostumbrara al tamaño.
Reconozco haber sido un poco perro no abriéndolo un poco más con un tercer dedo pero quería saber qué se sentía al meter la polla en un coño tan cerrado y caliente. Paramos un poco y le llevé de la mano a mi habitación. Bajé el regulador de la luz y puse un poco de música lenta, como para crear ambiente. La tumbé boca arriba. Temblaba un poco, con miedo, aquello se reflejaba en sus ojos. Me puse sobre ella. No la pedí que me la chupara para no romper el saco en la primera noche aunque podía que fuera la única. Estaba seguro que me diría que no. Coloqué mi polla enfundada en un condón estriado justo en la entrada y jugué un poco por ahí. Ella seguía mirándome con cara de miedo. Decidido a meterla comencé poco a poco, hasta la mitad. Ella gritó un poco e hizo un gesto de apartarse. “Espera, tienes que acostumbrarte al tamaño unos segundos”, le dije para tranquilizarla. Ella suspiró y cerró los ojos. “Venga, ah
ora la otra mitad”, dije mientras se la empujaba hasta la base. Ella abrió sus ojazos de golpe. Sin duda había pensado que al principio la había metido toda y el nuevo desgarro la cogió por sorpresa. Ahora sí gritó violentamente y me pareció ver una lagrimilla bañar sus ojos. No gemía. Solo me miraba con el gesto muerto.
Tras unos segundos empecé a sacarla y meterla lentamente. Estaba dispuesto a aguantar hasta que ella se corriera aunque pasaran horas. La chupaba las tetas mientras la follaba. Al rato, pareció que empezaba a gustarle. Ahora se movía un poco y cerraba sus ojos. Jadeó unos segundos. Cada vez más fuerte. Pasaron unos minutos hasta que comenzó a soltar unos gritos agudos y se estremeció. Me apretó con sus piernas y dejó de moverse. En su cara de dibujo un orgasmo brutal.
Saqué de un golpe mi polla a punto de correrse y me quité el condón tan rápido como pude. Ella no podía moverse del ejercicio realizado. Me la meneé unos segundos y empecé a correrme sobre ella. El primer chorro le dio en la cara acompañado de un espasmo de ella. Los sucesivos fueron cayendo en sus tetas y en su vientre. Exprimí las últimas gotas sobre los pelos de su coño jugando con ellos para mancharlos con mi leche. Se quedó tumbada, como dormida. La besé en la frente y la recomendé que descansara un poco allí. Fui hacia la cocina a beber un poco de agua y fumarme un cigarro. Cuando volví se había quedado dormida. Apagué la luz y cerré la puerta.
Era la tercera vez que me corría en un día y estaba exhausto. Me di otra ducha rápida para quitarme el sudor y los restos de mi corrida anterior. Después me puse a ver la tele y caí rendido de sueño yo también en el sofá.
CAPÍTULO VII – LA SORPRESA
Me despertó el ruido de la puerta. Era Almudena que volvía a casa agitada tras una tarde de compras por el centro. Me vio allí desnudo desperezándome. “Joder, hermanito, vas a coger una pulmonía se pasas el día en pelotas por la casa”. La calefacción era potente pero efectivamente estaba bastante frío. Me puse un albornoz y me senté a hablar con mi hermana de sus compras. Al final me preguntó qué había hecho yo por la tarde. Me quedé pensativo. Me levanté sin decir nada y fui a mi habitación para comprobar si mi vecina seguía allí durmiendo. Volví al salón y le dije a Almudena, “tengo una sorpresa para ti”.
La llevé de la mano a mi cuarto y abrí la puerta. Allí estaba, desnuda, despatarrada, con el cuerpo brillante por mi corrida, su coño enrojecido y con ciertas gotas de sangre en mis sábanas. Cerré de nuevo la puerta y volvimos juntos al salón sin despertarla. “Eres un hijo de puta” me dijo con mala gana. “Esa piba es amiga mía y además era virgen, capullo”. Yo asentí pero no pude contener mi cabreo por los insultos de mi hermana. “Por lo menos lo habrás hecho con cuidado, ¿no?”, preguntó. “Sí, nunca se le olvidará nunca ese momento”.
Almudena movió la cabeza con resignación. “Tienes que controlar esa polla tuya o te acabará metiendo en problemas”. Se levantó, fue a por un vaso de leche con azúcar y una aspirina. “Le llevaré esto para que no le duelan las agujetas de la primera vez, además tendrá que irse a casa, sus padres estarán preocupados”, dijo mientras iba hacia mi habitación. Al rato pude oír que hablaban de cosas. Más tarde pareció que se reían de manera cómplice. Mi hermana apareció en el salón y dijo que iba a dejar que se duchara nuestra vecina en casa para quitarse mi semen del cuerpo. Lógicamente asentí.
Mientras oía la ducha, mi hermana preparaba la cena. Me dirigí al baño y abrí la puerta. “¿Se puede?”. Pasé sin esperar la respuesta. Era la primera vez que volvía a hablar con ella desde que la había desvirgado. A través del cristal se veía poco de su cuerpo y comenzamos a charlar sobre qué tal se encontraba y si le temblaban las piernas del esfuerzo. Me comentó que jamás se había imaginado que aquello doliera tanto y que luego fuera a tener esas agujetas tan exageradas. De repente apagó la ducha y pensé que era el momento de irse del baño. Sin embargo me pidió una toalla y cuando me acercaba para dársela abrió las cortinas dejándome
ver su cuerpo de nuevo. Era excepcionalmente hermosa. Sus pezones estaban algo arrugados y su piel brillante por el agua. “Por cierto, perdona que te haya manchado de sangre las sábanas, me da mucha vergüenza”, dijo. La tranquilicé afirmando que era normal que lo hubiera hecho.
Mientras se secaba admiré cada poro de su cuerpo con deleite. Cuando acabó fue a salir del baño con la toalla y le dije “Espera, que te dejo el albornoz y dame la toalla a mi”. De nuevo me quedé desnudo delante de ella. Me echó un vistazo al rabo. Estaba hinchado y venoso por el trote que había tenido. Fue a tocarla un poco mientras decía, “esta cosa me ha hecho pasar una tarde increíble, gracias”. Me besó en la boca y se fue a mi habitación a vestirse. Yo por mi parte, me dirigí a la cocina para ayudar a Almudena con la cena.
Vi que estaba haciendo gran cantidad de comida y deduje que su amiga se quedaría para cenar. Cuando apareció por la cocina yo me fui a ponerme un pantalón corto de fútbol y una camiseta. Aquel pantalón marcaba bastante mi paquete y creí que era la mejor opción dadas las circunstancias. La realidad era que la cena se presentaba un poco tensa y sin embargo mi sorpresa fue, igual que la de mi hermana al entrar a mi habitación, bastante desproporcionada.
Pronto nos sentamos los tres y comenzamos a hablar de unas cosas y otras sin mucho interés. Llegado el momento de los postres, decidimos sacar unos licores y la conversación dio un giro de ciento ochenta grados. “Bueno, ¿qué tal es mi hermano haciendo el amor?”, le preguntó Almudena a su amiga. Yo me puse rojo como un tomate. La vecina no sabía que entre nosotros había algo más que una relación de hermanos y se lanzó a hablar como si nada. “Bien, me ha dolido un poco al empezar, eso ya lo sabéis, pero después ha sido genial. Es diferente a cuando me hago dedos yo sola. Además creo que tiene un aparato muy grande”. A mi hermana se le encendieron los ojos.
“Ah, ¿si?… ¿mi hermanito tiene la verga grande?…”, dijo, aun sabiendo que no era nada fuera de lo normal sí sabía lo bien que la usaba. “Eso me ha parecido”, respondió ella. Yo no sabía donde meterme. El caso era que se me había puesto un poco dura y abultada bajo el pantalón. Decidí levantarme para ir a por hielo de manera que pudieran las dos verme el paquete. Al volver, mi hermana clavó su mirada en mi rabo tapado y dijo, “vaya, parece que aquí hay algo de carne que quiere más marcha esta noche”. Mi vecina, viendo que nuestra relación se pasaba de lo racional se puso un poco colorada. “No es tan grande, pero si sabe usarla el muy cabrón”, dijo Almudena como insinuando que ya lo sabía. Yo, para hacer la gracia de turno, estiré la tela del pantalón para que se notara mi polla que para entonces ya estaba como una piedra. “¡Guau!”, gritó mi hermana, y mi vecina volvió a mirarla. Entonces decidí jugármela de mala manera y deslice mi rabo por debajo de la pernera izquierda dejándolo al aire y bajando la piel para mostrar el capullo hinchado.
Ahora sí que la vecina estaba flipando. Había descubierto que su amiga, Almudena, estaba acostumbrada a esas cosas conmigo y como no era muy normal estaba muy roja y excitada de volver a verme la polla. De repente mi hermana se giro hacia ella y le preguntó, “¿Se la has chupado antes?”, “No”, contesté yo antes que ella. “Pues nada, esto hay que solucionarlo… ¿Quieres que te enseñe?”, la preguntó. La excitación era evidente en los tres así que ella asintió tímidamente. “Acércate”, de dijo. La cogió con una mano y la meneó un rato. Un instante después me miró a los ojos, miró a su amiga y le dije “mira, así”, y se la metió en la boca hasta el fondo. La vecina no perdía detalle de aquello. Me la babeó entera mientras con su mano me seguía haciendo una paja. Pasado un rato se la sacó de la boca y me dijo, “ahora ella”. Me fui hasta su asiento y la tomó débilmente por la base. “Chicos, esto no es muy normal, ¿no?”, preguntó. Mi hermana la cogió del pelo bruscamente y la acercó la cabeza a mi verga. Se la metió en la boca con una cierta resistencia y comenzó a mamarla con una cierta maestría aunque todos sabíamos que no lo había hecho nunca.
Mientras me la chupaba mi hermana se había desnudado completamente y se había ido al sofá a hacerse un dedo mirando el espectáculo. Yo la miraba con ojos lujuriosos y amb
os comprendimos de que iba el juego. Ordené a la vecina que se desnudara y al levantarse vio a su amiga masturbándose y se quedó helada de nuevo. “Venga, desnúdate y ven aquí conmigo al sofá” le dijo. Yo fui a mi cuarto a por la cámara para grabar todo aquello. Cuando volví al salón estaban las dos sentadas en el sofá, desnudas, y mi hermana la estaba forzando a que la metiera sus dedos en el coño. Ella estaba reacia a mantener una sesión lésbica el mismo día que había perdido su virginidad y entre los dos la convencimos de que era bueno probar todo de golpe., Jamás me hubiera imaginado que Almudena fuera bisexual y creo que ella misma tampoco lo supo hasta aquella noche. Me desnudé y comencé a grabar mientras me pajeaba lentamente.
Muy pronto estaban las dos metiéndose una a la otra un par de dedos. “Meteos otro”, las ordené y así lo hicieron. Pasado un rato mi hermana paró y colocó a su amiga a cuatro patas apuntando hacia mi polla. “Vas a probar otra postura”, la dijo. Se levantó, cogió la cámara y empezó a grabar como su hermano se follaba a su amiga. Me puse otro condón y la metí dulcemente mientras agarraba sus pechos. Empecé a bombear rápido, cabalgándola furiosamente. Muy pronto se contrajo y se corrió entre gritos y sollozos, probablemente de placer mezclado con dolor por mis fuertes embestidas. Yo no quería correrme todavía y no sé si hubiera podido.
Estaba completamente perdido de excitación y cogí a Almudena mientras la otra se tomaba su tiempo para recuperarse y la puse también a cuatro patas. Cogí la cámara para grabar yo mismo como me la follaba. Se la metí de golpe. La vecina nos miraba sorprendida y agotada. La follé un buen rato y cuando estaba a punto de correrse la saqué de golpe. “¿Qué haces cabronazo?, ¡espera!”… gritó. “Voy a grabar una cosa que te gustará recordar”, la dije. Posé mi polla en el agujero de su culo y comencé a meterla lentamente. Culeaba como si quisiera zafarse de mi pero pronto la dominé agarrándola de pelo. Le metí solo la mitad y comencé a follarla por el culo mientras lo grababa. Creo que empezó a llorar de dolor y la vecina pensó que aquello se estaba desmadrando peligrosamente. Al poco rato termino de correrse y me pidió más y más hasta que cansada del estreno de su culo cayó rendida en el sofá. “Gracias hermanito… ha sido la mejor corrida de mi vida”, me dijo en voz baja. Yo solamente la sonreí.
Miré a mi vecina y la pregunté humildemente si ella también quería probar eso. Acababa de ver llorar a Almudena de dolor pero la cara de satisfacción del final merecía la pena así que no contestó. Simplemente se puso de nuevo con el culo al viento y lo abrió con sus manos sugiriendo que se lo jodiera. Así lo hice. Posé mi verga sobre su culo y lo introduje a golpes de cadera un poco violentos. También ella empezó a gimotear de dolor hasta que se calló y comenzó a disfrutar. Mi hermana cogió la cámara para grabarnos. Yo quería correrme ya pero me costaba debido al gasto que había llevado todo el día. Cuando no pudo aguantar más se volvió a correr como una perra y se deslizó para que la sacara. Me dolían los huevos y la polla de no correrme y se lo comenté a las dos. “Eso no se puede consentir”, dijo mi hermana. Me quitó el condón y comenzó a chupármela con mucho arte. Pronto se unió mi vecina al juego y entre las dos me la chupaban, me pajeaban, me lamían, me succionaban con fervor hasta que avisé de que estaba listo. Las dos juntaron sus caras para ver como salía mi semen a borbotones. Me corrí en sus caras, siete u ocho gruesos chorros impactaron sobre sus rostros mientras se relamían.
Después de mil besos y caricias estabamos los tres totalmente destrozados. Nos dimos las gracias mutuamente. Yo me fui a mi cuarto y mi hermana al suyo no sin antes despedirnos de “nuestra amiga” que se fue andando despacio y con las piernas abiertas por las agujetas y el estreno de su culo. Aquel fue el final de una era y el comienzo de otra mucho mejor. Esa noche fue sin duda la mejor de nuestras vidas. Mi hermana pierde la virginidad por el culo y tiene su primer contacto lésbico. La otra pierde la virginidad por todos sus agujeros y yo, tras desvirgar a mi vecina preferida de todas las maneras posibles, enculo a mi hermana, la mujer más bella del mundo.
Autor: Psicoloco