Hermanos que no pueden dormir en una calurosa noche de verano

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Ana no podía dormir aquella noche de verano. Daba vueltas y vueltas sobre la humeda cama. Cogió el móvil y decidió mandar un whatsapp a su hermano, a ver si estaba despierto.

«Estas despierto Juan?»

«Si. Joder que calor…»

«¿Puedo ir a tu cuarto? Estoy harta de dar vueltas jajajaj»

«Si anda. Veeeen…»

Ana salió de su cuarto de puntillas. Sus padres dormían y era muy tarde. Caminó unos metros hasta llegar al cuarto de Juan, su hermano.

-Holaaa…- susurró ella.

-Anda, túmbate.-susurró Juan apartándose un poco y dejándole sitio. Acto seguido cogió el móvil y abrió el grupo de whatsapp de sus amigos.

Con dieciocho años, once de cada diez archivos que se mandaban a aquel grupo eran de porno. Había dos nuevos. Le dió al play al primero sin ser consciente de que Ana observaba curiosa a su lado. Una chica desnuda de rodillas le hacía una mamada a un chico de pie. Juan lo miraba curioso, sonriendo.

-Eso es… una mamada?- preguntó Ana con voz baja.

Juan instintivamente bloqueó el móvil.

-¿Cuánto llevas mirando?

-Pues… desde que ha empezado…

-Joder, Ana. Son cosas privadas… Cosas de chicos.

-Ya, ya, pero eso es una mamada o no?

-Claro que es una mamada… ¿Naciste ayer, o qué?

-Pues… no se… nunca había visto un vídeo de esos. En mi grupo de whatsapp solo pasamos vídeos de gatitos y cosas así.

-Jajajajaj

-Shhhhhhhhh… cuida Juan… habla más bajo.

-Es que en tu grupo de whats estáis Laura, Sonia y tú. Las tres más pringadas del cole.

-Jo… ¿eso crees?

-Anita, sabes perfectamente que sois unas pringadas… que yo te quiero igual, eh… pero sois una empollonas pringadas.

-Que sí, que sí, pero que yo voy a entrar en Medicina y tu a Derecho.

-Bueno… ya veremos a quien le va mejor en la vida. ¿No todo es estudiar, sabes?

-Ya… oye! cambiando de tema… ¿qué tal con María?- me dijo Laura que lo habíais dejado…

-Si. Es un mojigata. Me cansé de tonterías. Ya tenemos una edad como para andar con remilgos…

-¿A qué te refieres?

-Pues que los hombres tenemos nuestras necesidades, Ana… No somos trozos de carne insensibles y apártate un poco que me estoy abrasando- le contestó Juan apartándola un poco con el brazo.

-Perdona… Oye, pero entonces,… tú… ¿lo has hecho?

-Pues claro, boba. Claro que lo he hecho. Y se dice follar.

Ana se sonrojó. Estás conversaciones eran completamente nuevas para ella. Con sus amigas no pasaban más allá de los cotilleos de turno.

-Tu no habrás visto ni una polla, ¿a qué no? JAajajajaj

-SHHHHHHHHHHH. Juan… que nos van a oír!-susurró Ana más enfadada.

-Vaaa… confiesa. ¿Has visto alguna vez a un hombre desnudo?

-No…

-¿Ni siquiera en vídeos?

-…

-Bffffffff… qué fuerte.

-¿Qué pasa?

-Joder, tía, que pensaba que eras una pringada, pero visto lo visto eres la pringada mayor del pueblo.

La vista de Juan de repente se posó sobre los pechos de Ana. Se intuían perfectamente sus pezones bajo el camison de seda que llevaba siempre, que parecía del siglo pasado.

-…

-¿Nunca has sentido curiosidad?- preguntó Juan sin apartar la mirada de ella. Nunca antes se había fijado de esa manera en su hermana. Algo en aquella situación empezaba a darle morbo. Ana, mientras, miraba al techo, ajena al repaso visual que su hermano le estaba dando.

-Claro que he sentido curiosidad, Juan… pero las cosas no son fáciles cuando tienes un filtro antiporno en el ordenador.

-Jajajajajaj. ¿Esto es en serio?

-Shhhhhhhhhhhhhh… Juan! Baja la voz…

-Perdon, perdon,… A ver, es que yo eliminé el filtró como hace cuatro años. Dos días después de que nos regalasen el ordenador.

-…

-¿Ves cómo eres una pardilla, hermanita?

-¿Me lo… quitarás?

-¿Qué pasa que quieres ver una polla, Anita?-susurró Juan en su oído, morboso.

Ana tragó saliva.

Algo le hacía cosquillas en su interior. Bajo su vientre…

-Pues la verdad es que siento curiosidad… digo nerviosa y algo avergonzada sin dejar de mirar el techo.

-Es normal, Ana… No deberías entrar en la uni sin haber visto una polla, ¿sabes?

-Ya…

-Te propongo algo- dijo Juan con voz maliciosa y con una sonrisa de oreja a oreja. Su paquete ya estaba hinchado bajo el pantalon del pijama. No se veía en la oscuridad y eso le daba aún más morbo. Juan era un chico atractivo, alto y fuerte. Siempre había sido algo velludo, como su padre, pero eso añadía atractivo a su aspecto, haciéndole parecer algo mayor. A las chicas les encantaba.

-Que… a ver…- contestó Ana girando su cabeza como pensando y mirándole a los ojos:»qué tramará». En su interior, el cosquilleo iba in crescendo. Cosquilleo que le recordaba a las pocas escenas tórridas que había visto en alguna peli.

-Pero… prométeme que no te vas a escandalizar, ¿vale? Esto lo hago por tí.

Sus cabezas estaban a centímetros y al hablar cara con cara podían sentir el aliento del otro chocando contra sus rostros.

-Vale… Lo prometo- susurro Ana muy bajito, nerviosa, pero muriéndose de ganas por saber que quería ofrecerle Juan. Intuyéndolo, pero sin terminar de creerse lo que iba a pasar.

-Te enseño mi polla, pero…

-¿Pero qué?- contestó Ana casi al segundo, con voz temblorosa,…

-Si antes…- Juan hizo una pausa dramática, disfrutando del momento.

-¿Antes qué?

-Te desnudas tú.

Se hizo el silencio durante unos segundos. Juan no terminaba de creerse como había degenerado tanto la situación, pero estaba disfrutando como hacía tiempo. Ver a su hermana nerviosa y vulnerable, como una cervatilla que daba sus primeros pasos y la idea de verla desnuda y desnudarse ante ella… Bufff… Le tenían a mil.

-No vale…- acertó a contestar Ana, roja como un tomate bajo el manto de oscuridad que le proporcionaba la noche.

-Bien. Pues nada, hermanita. Ya las verás en internet cuando algún amigo tuyo te lo desbloquee.

-…

-Está bieen…- susurró Ana casi imperceptiblemente sintiendo una sensación como de caer al vacío. Llevó discretamente una mano sobre su braguitas. Estaban completamente empapadas. Se notaba como ida y mientras Juan se deleitaba con la escena.

-Antes que nada… Esto es nuestro secreto de sangre, ¿vale? Jamás saldrá de aquí…

Juan escupió en su mano. Ana, le miró e hizo lo mismo muy torpemente.

-Secreto de sangre- susurró Juan

Y sus manos se juntaron.

(CONTINUARÁ)

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