Hombres que se tienen muchas ganas, muchos gustos en común
Gay, casos de la vida real.
“El ansiado encuentro”.
Hola mis queridos lectores, de nuevo aquí en esta sección que se está volviendo preferida; recibí un relato muy placentero para los que son de este tipo de gustos, me imagino que una vez terminado de leer, tendrán deseos de auto-satisfacerse; antes de comenzar, les quiero invitar a leer más relatos y que compartan sus experiencias, les aseguro que le harán un gran favor a muchos de nuestros lectores y seguidores; que lo disfruten.
Soy Germán; un chico inseguro de sí mismo, tímido, con ciertos temores, pero con grandes pasiones y fuertes deseos sexuales; mido 1.75 soy delgado, semivelludo, talla 28 en pantalón, moreno claro, 57 kilos; sí lo sé, demasiado delgado; no soy guapo, pero dicen que sí, no me considero como tal, pero ni hablar; todo comenzó el año pasado en un grupo de WhatsApp para amantes de los pies varoniles; en dicho grupo me desesperaba a veces porque llegaban cientos y cientos de mensajes, fotos, vídeos, audios de los integrantes del grupo; eran demasiados que me saturaban el teléfono y me hacían enojar mucho.
Justo un día antes de haber decidido dejar el grupo, un usuario con número de CDMX me escribió halagando mis pies; que en sí no son tan excelentes como los de los administradores o de algunos miembros, pues calzo del 8 Mx, mis pies son muy delgados, largos, con venas abultadas y arcos no muy bien definidos; él me mencionaba que el vídeo dónde me estaba lamiendo mis pies, babeándolos y saboreándolos, era muy erótico y provocativo; me sonrojé mucho; le di las gracias y unas horas más tarde él me mandaba fotos de sus enormes pies; sí eran enormes, muy varoniles, con casi nada de vello, arcos definidos, dedos y uñas bien cuidadas, con unas piernas muy peludas bastante masculinas, su tono de piel era güero, sin llegar a blanco; suspiré, sonreí y alabé esas piernas ricas y peludas; continuamos así un tiempo, hasta qué no sé qué ocurrió que me bloqueó del WhatsApp y al formatearse mi teléfono perdí contacto con él para aclarar el asunto; transcurrieron los meses, sus fotos las guardaba en mi computadora, anhelando en volverlos a ver aunque sea en foto; en lo mientras disfrutaba del grupo, tolerando la infinidad de fotos que constantemente enviaban.
Tiempo después en un grupo de Facebook; subí fotos mías y nuevos vídeos míos mostrando como chupaba mis pies; sin mostrar nada más que mis labios, lengua y por supuesto pies; la pena me dominaba más al igual que la inseguridad; esa misma noche, al revisar mi perfil, me topé con un inbox de un miembro del grupo, lo abrí y ¡vaya sorpresa!, era el hombre que me halagaba mis pies en WhatsApp y ahora lo hacía por el Messenger de Facebook; me volví a entusiasmar, aunque con más control por la duda del porqué me había bloqueado; volvió a darme su número de teléfono y lo agregué, pero me daba cuenta que me tenía aún bloqueado; le hice ver el suceso y él con pena se disculpó y me desbloqueó; como muestra de gratitud, le envié unas fotos y él hizo lo mismo.
Así estuvimos durante unos días, pero esta vez, tratando de conocernos mejor; él se presentaba. – Me llamo Jesús, tengo 37 años, de la ciudad de México, me fascinan los pies, en especial los tuyos, ¿tú de dónde eres?
– Yo le conté un poco de mí y surgió una agradable conversación.
Continuamos así por días, a veces eran charlar un tanto morbosas, otras normales, pero muy agradables; fantaseaba mucho con poder disfrutar de sus deliciosos pies y sus masculinas piernas peludas; pero una tarde, le envíe un vídeo especial de 1 minuto 30 segundos y él a la hora, me respondió con un breve vídeo dónde me mostraba su grande y enorme pene; sí, la cámara aumenta, pero lo que veía era inmenso, una gran cosota, cabezona, descubierta, güera, venosa, peluda y sabrosa; me excité, me comencé a lubricar y sobre mi pantalón me comenzaba a tocar, imaginando ese fierro enorme en vivo y a todo color; él me provocaba, me animaba e incitaba a hacer cosas muy sexuales; le envié un par de fotos, él hizo lo mismo, pero no pasábamos de la cachonderia; hasta que llegó el tan real y esperado encuentro.
Tras charlas cachondas, intercambios de halagos, fotos y vídeos nuestros; nuestra excitación cibernética era placentera, pero, llegó la oportunidad de viajar a su ciudad y no dude en avisarle; mis parientes viajarían a CDMX para una fiesta que fuimos todos invitados; yo no quería ir, pero era el pretexto seguro para poder tener mi encuentro con él; así que el viernes por la tarde, partimos para México; iba impaciente y nervioso; a él lo sentía distante y como que inseguro; presentía algo, no sé, pero algo de él me hacía pensar que me dejaría plantado.
Transcurrieron las horas y por fin llegamos a CDMX, aunque fue ya casi de noche; al día siguiente, estábamos alistándonos para ir a la fiesta y fue ahí cuando un WhatsApp de él me animó con lo siguiente. – “Hola, espero hayas llegado con bien, ¿te parece si nos vemos en un rato?”.
– Me puse nervioso, comencé a sudar, la ansiedad me gobernaba, no sabía qué hacer.
Me metí al baño, me eché agua en la cara y me dije frente al espejo. – Tranquilo, calmado, serénate, piensa lo que vas a decir y hacer.
– Tras unos minutos, le envíe un mensaje. – “Hola, bien, sí, me gustaría, pero debo asistir a la fiesta”.
– Muy astuto él, me mando tres fotos de sus excitantes y varoniles pies seguido de un texto. – “Te lo pierdes, diviértete”.
– Con ese mensaje, entre en desesperación, pero debía contenerme y no parecer un urgido.
Medité las cosas y se me ocurrió una buena idea; le redacté. – “Nos vemos, nos conocemos y luego me guías a donde será la fiesta”.
– Él me regresó en respuesta, muchos emoticones y las siguientes palabras. – “Bien, esa idea es agradable, ¿dónde será la fiesta?”.
– Le pasé la dirección y aunque le quedaba muy lejos de dónde él vivía, se comprometió a llevarme hasta allá.
Ingeniosamente, platiqué con mis primos que me vería con un amigo y que se ofrecía a llevarme hasta la fiesta más tarde; mis parientes se molestaron un poco, pues a eso viajé a la ciudad, no para hacer otra cosa; ellos se fueron y yo me esperé un rato en la casa; le envié mensaje para que me dijera a dónde debía ir y él me mandaba su ubicación.
Al no ser de la ciudad, no entendía así que me dijo que me esperaría en la estación del metro san Antonio abad, la cercana a dónde él estaba, para fácil reconocimiento al llegar, me pidió una foto de cómo estaba vestido en ese momento; él hizo lo mismo; así qué sin mucho esperar partí para verle, iba muy nervioso, demasiado nervioso; al ir en el metro, iba pensando en lo qué haríamos, si tendríamos sexo, tomaríamos un café, comeríamos o no sé; me iba fijando en la estaciones para no pasarme y por fin, llegué y a lo lejos lo vi; ese tan esperando y ansiado encuentro se estaba haciendo realidad.
Nos acercamos, me regalo una sonrisa, extendiendo la mano, diciendo. – Hola, al fin nos conocemos, ¡qué gusto!
– Yo correspondí el saludo, admirando su masculinidad, su mirada seria, profunda, dominante, unos labios delgados, definidos, de un tono rojizo; seguramente besan bien, pensé; un rostro muy varonil y atractivo en ese cuerpo alto de 1.80 de piel clara; sus vellos sobresalían de su camisa y me deleitaba el sentir su mano y admirar sus vellos; nos sonreímos, me volvió a halagar de mi sonrisa y me sonrojé mucho.
Él se sonrió y dijo. – Vayámonos de aquí.
– Conversamos en lo que caminábamos, hacía mucho calor, nuestros pies estaban comenzando a sudar; caminamos, caminamos y caminamos, no sabía por dónde estábamos, pero era un gran andar.
Platicábamos lo que ya sabíamos del uno por el otro, sin entrar a detalles más personales; soltero, con pareja, casado o divorciado; él me llevo a su casa, me invito a pasar, me ofreció refresco, cruzamos un par de miradas y él con esa mirada que casi, casi me desnudaba, me decía. – Me duelen mis pies, ¿me das un masaje?
– Bebí de golpe el refresco, sonreí nervioso diciendo. – Claro, siéntate.
– Intercambiamos posiciones y ya hincado, le quité el zapato café de su pie derecho, emanando un rico olor a sudor y piel; pasé con el otro pie y el mismo olor lo aspiraba con fuerza y pasión; estaba disfrutando de ese aroma delicioso.
Jesús me colocaba un pie en mi cara y me lo restregaba mientras con mis labios besaba ese calcetín semi-húmedo y oloroso; él me decía casi ordenando. – Quítame los calcetines con la boca.
– Obedecí, use mis dientes para irlos desnudando poco a poco y mostrar al fin esos pies grandes de 8.5 mx, bien cuidados, uñas cuadradas y limpias, saltaban sus venas, su arco definido; ¡excitantes pies!
Él sonrió y me preguntó. – ¿Te gustan?
– Respondí un poco nervioso. – Sí, claro, están muy ricos.
– Él levantó su pie izquierdo y lo acercó a mi boca, en lo que con el pie derecho recorría mi cuello, pecho y bajaba a mi pantalón, sintiendo mi erección, pregunto serio. – ¿Qué es esto?
– Sonrojado contesté. – Pues, es mi pene.
– Él admirado me dijo. – Se siente como una tercera pierna, estás muy excitado, ¿verdad?
– Más sonrojado me puse y me enmudecí.
Él se comenzó a desabotonar su camisa de verde y al quitársela me dejó ver ese peludo pecho de hombre maduro y bien cuidado; ahí sentí como mi pene mojó más mi ropa interior de lo excitado que me encontraba; con su mirada me incitaba a que hiciera lo mismo, así que me quité la camisa y le mostré mi delgadísimo cuerpo con notables vellos.
Él me miraba, con su pie me tocaba suave y despacio en lo que me iba diciendo. – Hazles a mis pies lo que les haces a los tuyos.
– Sonreí, ya entrando en confianza y le dije. – Claro que sí.
– Antes de que diera inicio, él se incorporó y delante de mí se quitaba su pantalón, quedando en bóxer rojo, entreviéndose semejante penezote que poseía.
Lo imité, me quedé en bóxer de licra amarillo, que estaba muy húmedo por mi excitación; se volvía a sentar y Jesús me decía con esa voz varonil. – Ahora sí, compláceme.
– Me senté en el piso, sujete con mi mano su pie izquierdo, lo inhalaba, aspiraba muy profundo, lo aproximaba a mis labios, los besaba muy delicadamente, sacaba mi lengua poco a poco y con la punta iniciaba una suave caricia sobre sus dedos, pasando a introducirla entre cada dedo y luego recorría su planta, chupaba el talón como si fuera un mango que estuviera comiendo; subía a su dedo pulgar y lo metía a mi boca, con mi lengua y saliva jugaba a succionarle.
Jesús comenzaba a meter sus manos a través del bóxer y se comenzaba a masturbar; usando su otro pie me tocaba mi miembro y se dejaba mojar por mi preseminal; él decía entre suspiros. – ¡Lo haces tan rico!
– Le sonreía y posteriormente me metía sus dedos a mi boca, los chupaba, saboreaba y trataba de gozarlo lo más rico posible.
Expulsaba su pie muy ensalivado y repetía lo mismo con su otro pie, pero esta vez, tratando de introducirlo hasta el fondo; él se sacaba su gran verga peluda, venosa, cabezona y exquisita; se masturba, dejándome ver su preseminal escurrir gota a gota; tomaba ambos pies y comenzaba a mamarle los dedos pulgares, haciéndole gemir, jadear y retorcerse en el sillón de su sala.
Él me quitaba los pies de mi boca y se ponía de pie diciendo. – No puedo resistir más, me pusiste demasiado caliente.
– Yo lo miraba en lo que su grandísima verga peluda expulsaba a sus pies un gran chorro de semen blanquecino y muy espeso.
Un poco sudado, exhalaba y me decía. – ¡Límpiame con tu boca!
– Yo obedecí y así él de pie, me ponía al piso y comenzaba a lamer ese riquísimo semen dulce, espeso, con grato olor y sabor.
Cuando le dejé los pies limpios él me decía. – Ahora es mi turno, recuéstate.
– Me acosté en el sillón dejando mis pies al aire en el descansa brazos y él, hábilmente me quitaba los calcetines sudados con sus manos, se los llevaba a su nariz y los aspiraba profundo, exhalaba diciendo. – ¡Qué rico toque de tu sudor!
– Los dejaba caer al piso, mientras con su pene semierecto rosaba mis plantas.
Yo sentía que estaba por explotar, pues si me tocaba me vendría casi al instante, así que trate de contenerme lo más que pude; él se agachaba un poco y me comenzaba a chupar dedo por dedo de cada pie, sentía su lengua acariciar las yemas de mis dedos y mis uñas; claro ejemplo de que tenía más experiencia en este fetiche; mis pies son delgados, con vello, uñas cuidadas, arcos no muy definidos, con venas abultadas, calzó del 8 mx y eso a Jesús le gustaba mucho.
Ya que luego de chupar mis dedos, lamer y besar mis plantas, les echaba saliva entre ellos y sujetándome de los tobillos, llevaba mis pies a su verga erecta; se comenzaba a masturbar con ellos, en lo que nuestras miradas de lujuria se fusionaban ante el acto; no pude más y me bajé un poco el bóxer y le mostré mi delgado pene con abundante vello.
Jesús dijo admirado. – ¡Ves como sí es una tercera pierna!
– Me reí, él igual y continuamos en lo nuestro; se masturbaba con mis pies en lo que yo me lo jalaba.
Como dije, no resistiría mucho, pues al poco rato me vine expulsando mucho semen que me llegaba a mi tórax, barbilla y boca; al verme acabar, él se detenía, dejaba mis pies y despacio se dirigió a mí, se agachó usando su lengua y recorrió los residuos de mi semen hasta llegar a mis labios, dónde sin avisar, reposó sus labios con los míos, para mezclar nuestras salivas, lengua y los restos de semen que llevaba consigo en sus labios; era la primera vez que tenía un beso así.
Pasando eso, él me levantó del sillón y me pasó a su habitación; ahí él me comenzó a besar el cuello, lamiendo mi espalda y parte de mis nalgas; por primera vez, sentía que le gustaba a alguien por ser así de extremo delgado; me rosaba su pene caliente y erecto entre mis nalgas y me iba acercando más y más a su cama, me doblaba, me sujetaba de la cintura y cuidadosamente me iniciaba la penetración; grité que lo sacara, me dolía, pero me estaba gustando, jadeaba y pujaba cuando lo metía más rápido; me besaba el cuello, la nuca y la espalda, acariciaba mis muslos, sentía su deseo y pasión por ese gran momento.
Jesús se acostaba en la cama, con su pene bien parado, me hacía sentarme sobre él, movía mi cadera con calma y suavidad, sus manos rasposas y varoniles me sujetaban bien la cintura, controlando un poco mis impulsos; su cara de satisfacción no me la podré quitar hasta que volvamos a repetir esto, porque créanme que él disfrutaba mucho, lo gozaba, era algo que ansiábamos tanto que fue la gloria para nosotros tener ese encuentro.
Ambos estábamos muy sudados, extasiados y a tope; tras unos movimientos más, cambiamos de posición y me hizo colocar mis pies en sus hombros, para así penetrarme con más comodidad y placer; en el “mete y saca” Jesús con sus manos llevaba mis pies a su boca y los besaba mucho, los olía, lamía y chupaba.
Al llegar el momento de que terminara, él me mordía la planta de mi pie derecho y yo a la par de él, eyaculaba de nuevo; lograba sentir como su gran verga expulsaba su semen dentro mío; él me empujaba con más ganas su miembro para terminar de correrse.
Exhausto se sonreía y le decía. – Creo ahora sí te cansaste.
– A lo que decía. – Para nada, todavía aguanto.
– Se apartaba de mí, su pene un poco erecto me lo sacaba y yo sentía salir el semen.
Me volteaba sobre la cama y me decía. – Hagamos un 69 de pies.
– Miraba el reloj y al ver que aún teníamos tiempo, acepté y comenzamos con el acto; a mí no me gusta que me mamen mi pene, soy un pasivo muy raro, pero admito que él cada que se introducía mi pene en su boca, me hacía vibrar, poner la piel china y suspirar por lo que sabía hacer.
Estábamos sudando, excitados, cumpliendo nuestra fantasía; nos chupábamos, lamiamos, olíamos, mordíamos y degustábamos nuestros pies, nos los dejábamos súper babeados y con olor a nuestras salivas.
Él me pedía que le volviera a mamar su verga, pero que esta vez lamiera sus testículos grandes y peludos; acaté su petición, consiguiendo que él de nuevo eyaculará un buen chorro hasta mi garganta; me sorprendía de que él tuviera tanto semen por dar, Jesús salió todo un gran semental; él introducía mi miembro a su boca y yo le daba semen, pero no era tanta como la leche que él me daba.
Tras acabar, ahora sí, Jesús exhalaba hablando. – Ahora sí mi buen Germán, ahora sí me cansé y mucho.
– Sonreí y me recosté a sus pies, admirándole sus piernas y nalgas bien peludas y torneadas.
Dejé que descansará, me incorporé y me fui a buscar mi ropa; Jesús, me buscaba para decirme. – Démonos un baño fugaz y enseguida nos vamos para tu fiesta, ¿te parece bien sexy flaquito jarocho?
– Algo agotado, respondí. – Me agrada la idea sexy Jesús.
– Nos duchamos rápido al mismo tiempo, nos besábamos, nos dimos un abrazo y nos acariciamos empapados.
Él me ponía su miembro entre mis piernas y besándome sentía como de nuevo se erectaba; Jesús es muy, muy, muy pero muy cachondo, rendidor y buen surtidor de semen; tras esos besos, esas caricias y rosones, sentía a mis pies, algo tibio caer sobre ellos; sí, eso era, Jesús se orinaba mojando sus pies y los míos, consiguiendo que me excitará de nuevo; pero debía controlarme, porqué de seguir así, jamás hubiera ido a la fiesta y jamás me hubiesen dejado volver a quedarme en casa de mis primos tras incumplir y hacerles la grosería.
Al acabar de ducharnos, a mí se me ocurrió la brillante idea de intercambiar ropa interior; le decía a Jesús de que lo hiciéramos, para así tener recuerdos de ambos; una vez aceptando, él me dio su bóxer rojo y yo le di el mío, así como también los calcetines; vestidos, satisfechos y contentos, salíamos con rumbo a la fiesta; dónde él no quiso quedarse por discreción y pena; al paso de una hora de viaje y charlas, él me dejaba y se despedía de mí con un gran abrazo, esperando que nos viéramos antes de mi regreso; lamentable que no fue así, ya qué no pudo salir de su trabajo para irse a despedir de mí a la terminar de autobuses; espero poder regresar pronto a CDMX y repetir con él ese tan excitante encuentro.
FIN.