Incesto familiar en una cueva

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Follando con mi prima Nuria.

Mi hermana Asunción tendía la ropa en unos cordeles en la parte de atrás de nuestra casa. Yo, sentado en una banqueta con la espalda apoyada en la pared de nuestra casa, veía su culo gordo marcarse en su vestido azul. Poniéndole una pinza a uno de sus sujetadores, me dijo:

-Me vas a desgastar el culo de tanto mirarlo.

-Ni que tuvieras ojos en el culo.

-Tengo uno.

-Pero ese no ve.

-Hablando de culos. Le comenté a la prima Nuria cómo me lo follaste y se le hizo la boca agua.

-No debiste.

-Las primas y yo nos contamos todo.

-Ya no será todo.

-Todo, incluso me contó que en los seis meses que lleva casada no se corrió con su marido ni una sola vez.

-Seguro que Pablo no sabe follar.

-O es eso, o la pobre tiene un problema.

-¿Qué problema?

-Que no se corre con una polla. Se corre comiéndole el coño, metiéndose los dedos en el coño y metiéndose algo por el culo.

-Ese problema es fácil de solucionar. Que le diga a su marido que le haga todo eso.

-Tiene miedo de que la mande a la mierda por viciosa. Tiene un lío en la cabeza de cojones.

-Ya te digo. Le gustan las mujeres, que se la metan en el culo. masturbarse…

-A mí también me gustan las mujeres, masturbarme y que me la metan en el culo y no tengo ningún lío en la cabeza.

-Tú no tienes un marido y te corres con una polla, pero dime. ¿Por qué me has contado esto?

-La prima quiere follar contigo para saber si es cosa del marido o suya.

Mi prima Nuria tenía diecinueve años, era de la estatura de mi hermana, centímetro arriba, centímetro abajo. Su cabello, que llevaba en una media melena, era de color negro azabache, lo mismo que sus ojos. Era flaca y tenía las tetas y el culo pequeños. A mí me había gustado desde que me empezaron a gustar las mujeres. Así que le dije a mi hermana:

-Cuando quiera y donde quiera.

-Antes te tengo que enseñar más cosas, cosas que harán que se vuelva loca.

-¿Enseñarme? ¿Y eso qué tiene que ver con lo que quiera descubrir si es culpa suya o del marido?

-Tiene que ver con que tengo ganas y en que le dije que la ibas a dejar sin aliento, y no hagas más preguntas.

No hice más preguntas. Mi hermana me enseñó lo que quería que supiera. Para no repetirme iré ya con mi prima Nuria.

Dos días después, por la tarde, mi hermana se había ido a lavar al río. La puerta de la casa estaba abierta. Mi prima Nuria entró en casa, cerró la puerta con llave y después me llamó.

-Quique.

Le respondí desde mi habitación.

-Aquí.

Llegó a mi habitación y me vio encima de la cama, vestido y mirando una revista de mi hermana en la que se veían a mujeres y hombres en cueros, follando, mamando y comiendo coños y pollas. Cerró la puerta y vino hasta la cama, vio lo que estaba mirando, y me dijo:

-Te estabas poniendo palote.

-Sí, para ti.

Lo de la revista lo había hecho para que la mirase y se pusiera cachonda, pero mi prima ya venía cachonda de casa.

-En ese caso sigue poniéndote palote conmigo.

Nuria traía puesta una falda marrón, una camiseta azul y calzaba unos zapatos marrones de tacón bajo, que se quitó antes de subir a la cama. Se puso a cuatro patas me dio el culo y me dijo:

-Empieza.

Le levanté la falda y vi sus bragas blancas con una pequeña mancha de humedad. Apreté la yema del dedo medio de mi mano derecha contra su ojete e hice círculos sobre él. Nuria comenzó a mover el culo hacia arriba y hacia abajo y a gemir. Al rato, la mancha de humedad en las bragas había aumentado de tamaño. Le quité las bragas. Le separé las nalgas. Vi su ojete cerrándose y abriéndose y los pelos de su coño mojados. Con las nalgas separadas le metí la lengua dentro del ojete. Un delicioso gemido salió de su garganta. Seguí follándole el culo con mi lengua. Lo hice la tira de veces y haciendo paradas de unos segundos para ver cómo el ojete se le abría y se le cerraba… Luego seguí metiendo y sacando. Tiempo después, con tres dedos, jugó con su coño. Lo hizo acariciando los labios, la pepitilla y follando el coño con ellos, cuando sintió que se iba a correr, me dijo:

-Lámeme el coño cuando me corra.

Al correrse su cuerpo se puso tenso, luego comenzó a convulsionarse y dejó de gemir unos segundos. Le lamí el coño. Oí de nuevo sus gemidos y sentí sus jugos calentitos y agridulces caer en mi lengua.

Al acabar de gozar llevó un par de minutos descasando y sin decir ni una palabra. Luego se dio la vuelta, se sentó, apoyó la espalda en la cabecera de la cama y me dijo:

-Dame más lengua.

Estaba visto que no había venido solo a saber si se corría con una polla. Sus piernas se abrieron cómo si fueran alas de mariposa. vi su coño peludo, abierto y mojado y su ojete pulsando de nuevo. Enterré el dedo medio en su coño, lo que hizo que soltara un gemido desgarrador, lo saqué pringado de jugos y con la yema hacia abajo se lo metí en el culo, después lo giré, puse la yema hacia arriba y le follé el ojete. Nuria cerró los ojos y sus gemidos se hicieron más dulces. Ni que decir tiene que yo tenía un empalme brutal. Follándole el culo se le fue poniendo una cara de felicidad que daba gusto verla, y lo que aún daba más gusto ver eran los jugos que salían de su coño y llegaban al ojete. El dedo se fue lubricando y al entrar y salir le daba un placer brutal. Pasado un tiempo, Nuria quiso más.

-¡Méteme la polla!

Levantó la pelvis. Yo le eché las manos a las nalgas, la sujeté y le clavé el glande en el culo. Sus ojos se pusieron en blanco unos segundos, luego, despacito, sin prisa, pero sin pausa, la fui follando. Nuria, con los ojos cerrados, movía la cabeza de un lado al otro y jadeaba como una perra. Al rato se echó las manos a las tetas y las apretó, luego, tocando la guitarra con su pepitilla, me dijo:

-Dame duro.

Metiendo y sacando con más celeridad y con más fuerza, me corrí dentro de su culo. Nuria, sintiendo mi leche dentro de ella, dijo en bajito:

-Me corro.

Nos corrimos juntos. Luego, saqué la polla y vi cómo su ojete, abriéndose y cerrando, echaba fuera la leche de mi corrida. Le hice lo mismo que me había dicho mi hermana que le hiciera a ella. Le separé los labios vaginales con dos dedos y se los lamí, luego le metí y le saque la lengua en la vagina, lamí de abajo a arriba, le chupé la pepitilla… Le hice un trabajo excelente, tan excelente fue que poco después me dio una larga corrida en la boca, diciendo:

-¡Qué bueno eres, cabrón!

Al acabar de correrse, me dijo:

-Desnúdate.

Mientras yo me desnudaba se desnudó ella y vi sus pequeñas tetas, unas tetas casi triangulares, con pequeñas areolas marrones y pequeños pezones.

Me dio un empujón, se volvió a poner a cuatro patas, empuñó mi polla mojada, la metió en la boca y me la mamó. Le gustaba mamar, pues de cuando en vez paraba de hacerlo para gemir, gemía cómo si fuera yo el que le comía el coño a ella.

Me había puesto de un cachondo subido al ver cómo se corría y aquella mamada fue demasiado para mí. Sin avisar me corrí en su boca. Me sorprendió gratamente al tragarse la leche.

Era el momento de la verdad. Tan pronto cómo se echó boca arriba, me puse a su lado y le magreé y le lamí y chupé las areolas y los pezones, comiéndole las tetas, le dije:

-Eres preciosa, prima.

-Las hay más guapas en la aldea.

-No te hagas, sabes que no hay otra tan bonita como tú.

-Aunque lo fuera, tengo las tetas pequeñas y…

No la dejé acabar de hablar. Metí una teta entera en la boca y se la mamé, hice lo mismo con la otra teta, y luego le dije:

-Y deliciosas.

Me eché encima de ella. Nuria, cogiendo mi polla y poniéndola en la entrada de su vagina, me dijo:

-Y además no me corro con una polla.

Se la clavé de un trallazo. Echó la cabeza hacia atrás y soltó otro de esos gemidos que hacían erizar mi piel. Le dije:

-Eso está por ver.

Iba a decir algo, pero puse mis labios sobre los suyos y nos dimos un pico, al pico siguieron besos con lengua. Mientras nos besábamos la fui follando, despacio al principio, luego a medio gas, y al final a toda pastilla. Resultado, que me corrí yo, sacando la polla del coño, claro.

Nuria, cómo compadeciéndose de sí misma, me dio un pico y me dijo:

-Te lo dije. No me corro con una polla.

Le volví a repetir:

-Eso está por ver.

Se la volví a clavar y luego la puse encima de mí.

-Fóllame.

-No sé. Yo nunca…

Me puse meloso.

-Fóllame, tonta.

Movió el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. Yo me quedé quieto. Empezó follándome lento y sin ganas, pero en menos de un minuto pasó a darme con ganas atrasadas. Pasado un tiempo sus gemidos se hicieron escandalosos. Le eché las manos a las tetas y también le di caña yo a ella. No tardó en decir:

-¡Ay que me corro, ay que me corro, ay que me corro!

Se corrió, y al hacerlo se derrumbó sobre mí. Quité la polla y me corrí. Nuria sintió cómo me corría en la entrada del ojete.

Poco después, boca arriba y mirando al techo, Nuria me dijo:

-La culpa es de mi marido. No me da tiempo.

-¿Y qué tal tu primera corrida con polla?

-Deliciosa.

-¿Quieres correrte otra vez?

-Muy fuerte te veo.

-¿Cuántas?

-Cuantas más, mejor.

No fueron más. A mi madre se le había olvidado la aceitera de la máquina de coser y volvió a casa para cogerla. Mi prima tuvo que salir a toda prisa por la ventana de mi habitación, ventana que daba a la huerta.

Follando con mi hermana y con mi prima Sonia.

Llegué a casa para comer una hora antes porque el profesor que daba clase de latín se había puesto enfermo. Al llegar a casa pasé por delante de la habitación de mi hermana para dejar la carpeta en mi habitación y vi a Asunción y a mi prima Sonia. Estaban desnudas y besándose. Mi hermana estaba con la espalda arrimada a la pared con una mano en la nuca de mi prima y mi prima rodeaba su cuello con los brazos. Cómo eran de la misma estatura, se frotaban las gordas tetas mientras se besaban, lo hacían sacando las lenguas de las bocas hasta el infinito y más, frotándolas y después chupándosela la una a la otra. Los besos eran tan intensos que se oían los ruidos que hacían al chuparse y al lamerse las lenguas…, además de oírse sus gemidos. Luego Sonia se puso en cuclillas, le miró para el coño a mi hermana y le dijo:

-Me encanta tu coño.

-Di coño otra vez.

-Coño.

-Me encanta oír esa palabra, dila otra vez.

-Coño, coño, coño.

Le lamió el coño de abajo a arriba y hacia los lados. Se lo comió con lujuria, se lo devoró, lo chupo, lo saboreó. Sació sus ganas de coño.

Mi hermana, al ratito, comenzó a mover la pelvis para correrse. En ese instante Sonia dejó de lamer, se puso en pie y le metió la lengua pringada de jugos en la boca. Volvió a bajar, se lo volvió a comer y al ir a correrse de nuevo, se levantó y le volvió a dar la lengua a chupar. A la tercera vez que la puso a punto y quiso levantarse para besarla, mi hermana le puso la mano derecha en un hombro, la izquierda en la nuca, le llevó la boca al coño y frotándolo contra su lengua, le dijo:

-¡Traga, viciosa!

Con un tremendo temblor de piernas y convulsionándose, le dio una deliciosa corrida en la boca.

Al acabar de correrse se volvieron a besar. Luego se fueron para cama. Yo me quité de la puerta para que no me vieran. Mi hermana se echó encima de Sonia. Le lamió el cuello, le estiró los brazos y lamió sus axilas peludas y le dio las suyas a lamer. Lo de las axilas no me lo había enseñado mi hermana. Luego le metió la lengua en la boca y se estuvieron comiendo vivas un buen rato. Después mi hermana fue a por sus tetas, unas tetas que parecían clones de las suyas, o sea, eran grandes, con areolas rosadas y pezones generosos. Se las amasó y se las devoró… Sonia debía tener prisa por correrse, ya que le llevó la cabeza a su coño. Mi hermana se lo comió tal cual mi prima se lo había comido a ella, con lujuria, con ansia viva, pero no esperó a que estuviera a punto de correrse para meterle la lengua en la boca para que saborear sus jugos. Hasta seis veces dejó de comerle el coño para darle los jugos a saborear. Esa cochinada le encantaba a Sonia, ya que cada vez que mi hermana volvía a bajar, sus gemidos eran más intensos. Ya no hubo séptima vez. Sonia empezó a temblar, luego se retorció, y retorciéndose se corrió. Acabó corriéndose de lado y apretando la cabeza de mi hermana entre sus muslos.

Yo ya llevaba un buen rato apretando y soltando la corona de la cabeza de mi polla. Viendo y oyendo como se corría, me corrí. Al correrme puse mis calzoncillos perdidos de leche. Y diréis alguna de vosotras o alguno de vosotros: haberla quitado. No la había quitado porque si me descubrían iba a decirles que acababa de llegar a su puerta. Pero ellas ya me habían visto. No sé en que momento, pero me habían visto, porque al acabar de correrse Sonia, mi hermana sacó la cabeza de entre sus piernas y dijo:

-¿Vas a entrar o te vas a quedar en el pasillo todo el día?

Entré en la habitación con la cabeza bien alta y el pantalón bien mojado porque la humedad había traspasado calzoncillos y pantalones. Sonia, cómo si ya estuviéramos cansados de follar, se sentó en la cama y mostrando su bella desnudez, le dijo a mi hermana:

-Mira cómo tiene el pantalón.

-Ya me había fijado, como él no tiene que lavar… Ven aquí, calamidad.

Fui, me bajó el pantalón y vio la plasta de leche en mis calzoncillos. Sonia pasó un dedo por la leche, lo chupó y le dijo a mi hermana:

-Tenías razón, no sabe a nada que haya probado, sabe, sabe, sabe raro.

Mi hermana me quitó los zapatos, los calzoncillos y el pantalón, se arrodilló delante de mí y le dijo a Sonia:

-Ven que te enseño cómo se hace una paja y cómo se mama una polla.

Sonia salió de la cama. Su cuerpo era parecido a de mi hermana, en las tetas, en el culo, en las anchas caderas y en el culo, aunque en el coño eran diferentes, pues Sonia tenía mucho más pelo que mi hermana. Se arrodilló al lado de Asunción, que con mi polla empuñada, le dijo:

-Cógela poniendo tu mano debajo de la mía, aprieta y haz lo que haga yo.

Las manos subieron y bajaron. Me estaban usando y me gustaba que lo hicieran. Mi hermana le dijo:

-Así se le hace una paja a un hombre.

Luego, mi hermana, metió la polla en la boca, me la chupó y luego le dijo:

-Y así se mama. Si le haces una paja y se la mamas se acaba corriendo.

Ya no me cabía duda de que me habían estado esperando. Lo que no me contaban era tan temprano.

Mi hermana dejó a mi prima sola y se puso a mirar cómo lo hacía. Asombrada se quedó al verla mamar la polla, chupar mis huevos, lamerlos, lamer mi glande, chuparlo, acariciar mi ojete con la yema de un dedo. Ojiplática, le dijo

-¡Me has engañado! Tú ya mamaste polla antes, cabrona.

-¿Se me nota mucho?

-¿Y aún lo preguntas, perra?

Sonia, sonrió, y le dijo:

-Anda, ven que ya lo tengo más que cachondo. Termina tú la faena haciendo lo que me has visto hacer a mí.

Sonia se puso en pie, y mientras mi hermana me hacía lo que me había hecho ella, me quitó la camisa y me lamió y me chupó los pezones. Cuando me corrí en la boca de mi hermana, mi prima, metió su lengua en la mía y dejó que se la chupara, cosa que hice con gusto.

Al acabar de correrme no me podía mover. En mi vida se me había puesto tan tiesas las piernas, tan tiesas se me habían puesto que cuando me cogieron de las manos y me llevaron a la cama, caminaba como el monstruo de Frankestein.

Me tiraron encima de la cama como si fuera un saco de patatas. Luego mi hermana me puso el coño en la boca y Sonia se sentó encima de mi polla morcillona. Su coño, aplastando la polla, iba a subir y bajar desde mis huevos hasta el glande y desde el glande a los huevos, y lo haría dejando un rastro de babas. Mi hermana, moviendo su culo, dejaba más babas en mi lengua. Sonia le magreaba las tetas a Asunción, mi hermana se las magreaba a ella y luego se besaban. Mi polla se puso dura de nuevo, pero mi prima estaba disfrutando del roce de su coño contra ella, y no quiso meter hasta que mi hermana le dijo:

-Joder, Sonia, o la metes tú, o la meto yo.

-¿Tan cachonda estás?

-Cachonda es poco.

Mi prima levantó el culo. Mi polla se puso mirando al techo, se sentó sobre ella y la clavó hasta el fondo. Estaba cerrada y me gustó una barbaridad sentir cómo la polla se deslizaba por el túnel del gozo, pero más le gustó a ella, pues al llegar la polla al fondo ya se corrió. Al correrse se derrumbó sobre mí y sentí su cuerpo temblar sobre el mío. Le di fuerte para correrme yo y en menos de diez segundos se volvió a correr, le volví a dar fuerte y otra vez se volvió a correr. Aquello no era normal, se corría una y otra vez sin darme tiempo a nada. Al tener su boca en mi cuello ni cuenta me di de que había perdido el conocimiento. Luego de correrse siete veces, mi hermana me la quitó de encima y me dijo:

-Déjala ya que la vas a matar.

Sin entender nada, le pregunté:

-¿Está enferma?

-Sí, pero ya quisiera yo tener su enfermedad.

Mi hermana se sentó sobre mi polla y la metió hasta las trancas. Yo le eché las manos a las tetas y se las magreé. Asunción, con las manos apoyadas sobre la cama, me folló bajando y subiendo el culo. Lo hizo cada vez más aprisa hasta que se corrió. Al correrse le pasó lo mismo que a Sonia, se derrumbó sobre mí y su cara quedó sobre mi cuello. Sentí las convulsiones de su cuerpo sobre el mío. La saqué y me corrí en una de sus nalgas.

Al acabar se echó al lado de Sonia, que seguía inconsciente, y me dijo:

-La prima Penélope también quiere follar contigo.

Me sorprendieron sus palabras.

-¡Qué raro! Su marido es un mujeriego y la debe tener contenta.

-¿Contenta? ¡Harta la tiene! Por ser un mujeriego quiere follar contigo.

-¿Quiere vengarse metiéndole los cuernos?

No me respondió a la pregunta.

-¿Te dejarás usar?

-Usado, es mi tercer apellido.

Follando en la cueva de ermitaño.

La cueva del ermitaño se llamaba así porque en ella había vivido un ermitaño. Este personaje era un tipo alto, escuálido, con las barbas y los pelos hasta la cintura. Pedía comida en la aldea y lo mismo le daba que le dieran pan fresco, que de tres días, qué queso, chorizo, tocino… Él se conformaba con lo que fuera.

Más de una vez lo había visto con un palo en forma de Y cogido con las dos manos y con la punta hacia abajo. Esta clase de palos se usaban para buscar agua, pero él no buscaba agua, buscaba algo valioso y lo encontró. Todo el mundo lo decía que lo había encontrado, ya que después de irse de la cueva llegaron unos trabajadores pagados por él e hicieron un palco de cemento para que los músicos no se mojaran en las fiestas de la aldea, pues caía en diciembre y casi siempre llovía.

La cueva del ermitaño era muy larga. En el fondo tenía solamente un colchón de una cama de matrimonio cubierto con unas mantas viejas, un plato de porcelana, astillado, con un cuchillo, un tenedor y una cuchara encima de él, una banqueta y una piedra plana que hacía de cocina y estufa en invierno y en verano, pues la temperatura allí dentro era muy baja. También tenía una chimenea para que se fueran el humo.

Yo ya había estado en ella con mis amigos. Habíamos puesto leña debajo de la cocina y la habíamos encendido para jugar a las cartas por dinero sin que nadie nos interrumpiese.

Eran las cuatro de la tarde cundo llegué a la cueva, que era la hora que me había dicho mi hermana en la que Penélope me estaría esperando. No había nadie, lo que sí había era un fresco que se agradecía al venir del sol, pero al poco de estar allí era muy desagradable. Como tardaba fui a por algo de leña y piñas y con una cerilla y una piña encendí el fuego. Pasó una media hora y sentado en la banqueta comencé a pensar que mi hermana se había reído de mí. Ya me iba a ir cuando llegaron al fondo de la cueva Penélope y Nuria. Ambas vestían vaqueros, blusas negras y calzaban sandalias. Me dijo Penélope:

-Aquí nos tienes.

Penélope, la mayor de mis tres primas, era una mujer morena, de ojos marrones, muy guapa, con un buen cuerpo y algo mas alta que mi hermana y que mis otras primas.

Me puse en pie y le dije:

-Pensé que vendrías sola.

Se acercaron a mí. Nuria me echó la mano derecha al paquete y cogiéndome la polla y los huevos, me dio un beso con lengua que me la puso dura, luego quitó la mano y me dijo:

-¿Es que quieres que me vaya?

-No, fue una grata sorpresa verte llegar con Penélope.

Penélope me echó las manos al culo, luego se apretó contra mí, me cogió el mentón con su mano derecha, me giró a cabeza, me morreó y luego me preguntó:

-¿Quién te gusta más de las dos?

La pregunta se las traía, menos mal que siempre fui rápido de reflejos.

-Me gustáis por un igual.

Penélope se separó de mí y, mirando para la cama, me dijo:

-Espero que esa cosa no tenga pulgas.

-Con la humedad y el frío que hace aquí, sin la cocina encendida, morirían hasta las cucarachas.

Nuria me dijo:

-Pensé que ibas a decir los pingüinos.

Quise hacer una broma.

-Para pingüino mi pepinillo, gordito, sabroso, jugosillo.

A Penélope no le hizo gracia.

-Mira el poeta. ¿No tendrás un cerillo en vez de un pepinillo?

Le cogí la mano y se la llevé al paquete.

-¿Te llegará?

Palpando, me dijo:

-Parece que va a dar la talla.

Me bajó la cremallera y después los pantalones y los calzoncillos, mi polla quedó mirando al techo. La empuñó, la apretó, bajo y subió la mano por ella y me volvió a besar. Nuria le bajo los pantalones a ella, se arrodilló entre los dos y, de lado, le lamió el coño, luego le sacó la mano de la polla y me la mamó.

Penélope ya estaba cachonda, dejó de besarme, se desnudó del todo, se echó boca arriba sobre el colchón y le dijo a Nuria:

-Enséñale a hacer lo que me hacéis su hermana y tú.

Nuria se puso en pie y me dijo:

-Desnúdate, primo.

Me acabé de desnudar mirando para el coño peludo de mi prima Penélope, y para sus tetas medianas, con pezones largos y gordos y areolas oscuras. Nuria también se desnudó mirando para Penélope. Luego se arrodilló a sus pies, le cogió un pie, lo llevó a la boca, y me dijo:

-Haz lo que me veas hacer.

Acariciando su pierna, lamí desde el talón hasta los dedos. Al llegar a ellos chupé los cinco dedos juntos. Repetí esa secuencia lentamente la tira de veces. Luego lamí entre los dedos, por debajo de ellos, los chupé uno por uno, los volví a chupar juntos… Penélope lo estaba disfrutando, lo supe porque al tener las piernas separadas y levantadas veía salir de su coño peludo aguadilla que se parecía mucho a la que estaba echando mi polla. Luego subí lamiendo el interior de sus muslos hasta llegar al coño. Le pasé la lengua por él y después besé y lamí su ombligo. Acto seguido me vi lamiendo sus pezones y sus areolas, magreando sus tetas y comiéndolas por los lados, por debajo, por arriba. Al rato le di tres picos, luego le metí la lengua en la boca y nos morreamos. Al sacar mi lengua de su boca, Nuria, metió la suya en la mía y nos devoramos. Penélope, perra perdida, nos echó las manos a la nuca y recibió dos lenguas en su boca, lenguas que iba a saborear. Al ratito estaba lamiendo su pezón izquierdo. Nuria le lamía el derecho y la masturbaba con dos dedos. Penélope me cogió una mano, me estiró los dedos medio y anular y me los llevó a su coño. Los metí dentro de su vagina y luego los saqué y los metí al compás de los dedos de Nuria, Penélope comenzó a jadear como una perra cuando se va a correr, y le dijo a Nuria:

-¡Ahora, prima! Que lo haga ahora.

Nuria me dijo:

-Entiérrale la lengua en el coño.

Me metí entre sus piernas, lamí su coño y luego le clavé la lengua en el coño. Penélope movió la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo. Lo hizo de tal modo que cuando la lengua salía del coño la pepitilla se frotaba contra ella, lo que hizo que se corriera en muy poco tiempo. Se corrió diciendo.

-¡Me estoy muriendo de gusto!

Penélope, al acabar de correrse, quedó tirando del aliento. Nuria le sacó los dedos del coño, y mirándome a los ojos con cara de salida, los chupó. Yo también los saqué y los chupé.

Pasó por encima de Penélope y se echó sobre mí. Agarró la polla, la puso en la entrada de la vagina, dejó caer el culo y la polla entró hasta el fondo del coño. Me dio mandanga de la buena. Tan buena fue que en nada la quité de encima para correrme fuera de su coño. Aún estaba echando las últimas gotas de leche cuando la volvió a meter en el coño para acabar lo que había empezado. Me cogió las manos, me las llevó a sus tetas y luego siguió follándome cómo si se fuera a acabar el mundo, pero le costaba, le costaba correrse. Penélope, que ya se había recuperado, le dio un pico, hizo que su cuerpo se pusiera en paralelo con el mío y me dijo:

-Dale tú ahora, primo, pero dale despacito.

Follándola despacito, Nuria, me besó con dulzura… Me besaba y gemía. Luego dejo de besarme y dijo:

-No pares, prima, no pares que la siento, la siento. ¡Oh!

Sacudiéndose encima de mí se corrió con una fuerza brutal. Pero no la había hecho correr yo con la polla ni con mis besos, si acaso ayudé, quien la había hecho correr fue Penélope lamiéndole el ojete y metiéndole y sacándole la lengua de él.

Al sacarse Nuria de encima de mí, Penélope me chupó la polla pringada con los jugos de la corrida de su prima, luego se puso boca arriba, flexionó las rodillas, se abrió de piernas y me dijo:

-Ven y fóllame.

En aquel momento me vino a la cabeza su marido y me dio un morbo tremendo. Salté encima de ella cómo un tigre en celo. Me corrigió.

-Tanta impetuosidad no es buena.

-¿No?

-No, métemela poquito a poco. Quiero sentir cada milímetro de carne que entre en mi coño.

Besándola se la fui metiendo, muy, muy despacito. Lo estaba haciendo bien, pues se sacudió seis veces como si se fuera a correr mientras le iba entrando.

Nuria robándome la boca de Penélope, me dijo:

-Deja algo para mí.

Penélope, con toda la polla dentro del coño, estaba más que generosa.

-Tengo besos de sobras para los dos.

La besó a ella, me besó a mí, y luego me dijo:

-No te muevas que lo quiero hacer todo yo.

Me quedé quieto. Comenzó a moverse debajo de mí. Movía las caderas hacia los lados, hacia arriba, hacia abajo y alrededor y al hacerlo me levantaba sin ninguna dificultad. Los movimientos de Penélope se parecía a lo que hace hoy en día un toro mecánico. Nuria, además de comerle la boca, comenzó a magrearle las tetas. Los movimientos de caderas crecieron en velocidad y llegó un momento en que me iba a correr sin remedio. Se lo dije:

-Para, si no paras me corro dentro de ti.

Me echó las manos a las nalgas, me apretó contra ella y siguió moviendo las caderas.

-¡Que me voy a correr!

-Corre, lléname el coño de leche… ¡Yo también me corro! ¡¡Préñame!!

Corriéndome dentro de ella sentí cómo su coño apretaba mi polla y la bañaba con una larga corrida. Bañándome la polla la oí decir:

-¡Toma cuerno, cabrón!

Se había vengado de su marido, pero sabía bien lo que había hecho, pues como no era fértil, no podía quedar embarazada. Lo de que la dejara preñada había sido para darle morbillo a la cosa. Eso lo supe días después, pero nadie se puede imaginar lo larga e intensa que fue mi corrida pensando que la estaba dejando preñada. Ese día descubrí al canalla que llevaba dentro de mí.

Al acabar prendí un cigarrillo. Necesitaba un descanso.

Estaba terminando el cigarrillo cuando llegaron mi hermana y mi prima Sonia. Era mucho coño de dios para mí solo, pero me salvé, pues quisieron que me masturbara viendo cómo lo hacían entre ellas.

Resumiendo… Vi a mi hermana correrse en la boca de Nuria y a Nuria correrse en la boca de mi hermana. Vi a Penélope correrse en la boca de Sonia, y vi a mi hermana quitándole a Penélope a Sonia de delante antes de que la matara de placer, pues Penélope gozaba tragando y Sonia no paraba de correrse.

Luego vinieron a por mí y acabé harto de coño para un mes.

Bueno, amigas y amigos, esto es todo por este año.

Felices Fiestas y Próspero Año 2023.

Gracias por leerme.

Quique.