Inolvidable entrevista de trabajo

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Aquel día tocaba una entrevista personal que nos hacían a punto de acabar el curso. A cada una de nosotras nos habían citado en diferentes lugares, siempre en empresas que quizás pudieran contratarnos.
A mí me tocó ‘Solpeg’ una empresa dedicada a la organización de viajes turísticos por lugares exóticos. Cuando entré en la habitación de la entrevista pude notar una temperatura cálida que invitaba a despojarse de prendas de abrigo. Dos chicos de unos cuarenta o cuarenta y cinco estaban pendientes de mi desde que entré. Estaban bastante bien. Macizos ambos. Y eran guapos, la verdad. Ese día me puse atractiva por razones obvias. Un pantalón negro ajustado y un top rojo y negro muy ceñido que no dejaría indiferentes a ninguno de los dos. De hecho, pude observar el descaro con el que se centraron en mis pechos y labios.
Me dijeron que habían hablado con Pedro, el coordinador del curso, y que este les mostró algunas fotos del grupo de forma que me habían elegido ya desde el principio por mi monumental aspecto. Aparte las consideraciones de índole profesional que también escucharon.
Me llevaron a una sala colindante donde había un proyector de vídeo y una pantalla. Iban a enseñarme cómo se desarrollaría mi trabajo en la empresa.
Apagaron las luces, se sentaron cada uno a un lado dejándome entre ambos y comenzó la proyección.
Los asientos no tenían para apoyar los brazos y por eso les sentía pegados a mí. Al principio me incomodó un poco, pero el roce suave de sus piernas con las mías fue incrementando mi deseo.
Reconozco que comencé a sentirme húmeda y sin mirarles presioné con fuerza mis piernas para notar aún más las macizas piernas de ellos. Como se dieron cuenta, comenzaron a acariciar muy suavemente mis muslos, llegando a la entrepierna. Empezaba a gemir para mis adentros. Me estaba poniendo muy cachonda. Necesitaba más.
Uno de ellos, le noté como bajándose la cremallera del pantalón y sacando algo robusto y carnoso. Miré de reojo y se trataba de un rabo rojo y duro palpitando. Con elegancia ese chico cogió mi mano y la llevó a su hermosa verga. La agarré con suavidad. Estaba loca por hacerlo. Y comencé a frotarla, de arriba hacia abajo, con lentitud. Le escuchaba jadear del placer que le estaba dando la dulce paja que le hacía. El otro chico había desabrochado mi pantalón y ya había iniciado un magreo super erótico de mi vulva, lechosa y caliente como la de una perra encelada. El chico al que pajeaba de repente me cogió la cabeza con fuerza y me obligó a comérsela. Era una polla deliciosa. Me encantaba pensar en la cantidad de leche caliente que me iba a regalar. Pero le hice sufrir. Mientras más gemía de placer, yo dejaba de mamarla. Y volvía a introducirla entera y hasta el fondo en mi boca. Delicioso manjar.
El otro chico se había arrodillado delante mía, chupaba con delectación mi clítoris casi orgasmeante y magreaba con suavidad mis tetas, pellizcando mis pezones como si los mordiese suavemente. Como tenía libres mis manos, agarré su tranca descomunal que ya se había sacado él, y comencé a frotar sólo su capullo con extrema dulzura, Gemía como un perro rabioso del placer.
Me decidí a ponerme yo de rodillas, en actitud muy sumisa y les acerqué sus pollas a mi boca. Ahora mamaba a discreción a una y otra polla sin descanso mientras agarraba sus huevos calientes aumentándoles el placer infinito que mi boca les estaba proporcionando. Tras las sacudidas de esperma caliente que recibí en mi boca mientras mi clítoris estallaba de placer por tercera vez, ellos se recompusieron al igual que yo.
Tuve asegurado el trabajo, eso sí, con los dos como jefes, a partir del día siguiente.

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