Jamás lo imagine, pero por primera vez folle con personas con las cuales no es normal follar, con las cuales no puedo hacerlo porque está mal

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Me levanté apresurado. La alarma a un lado de mi cama estaba sonando estrepitosamente. La apagué y caminé a la ducha. Abrí la llave y dejé que el agua fría mojara mi cuerpo. Me duché lo más rápido que pude. Me enrollé una toalla a la cintura y luego salí a mi cuarto. Miré a papá entrar a mi habitación. Llevaba puestos unos bóxer negros solamente.

—Venía a despertarte — dijo apenado.

—En seguida bajo.

—Está bien. ¿Te hago un sándwich? — preguntó amablemente. Asentí y salió de mi habitación.

Como mis padres se habían separado un tiempo atrás, había vivido con mi madre hasta que cumplí 18. Me acerqué a mi padre para saber si podía vivir con él un tiempo y aceptó encantado. Mamá no estaba muy feliz, pero ya era mayor de edad, no podía hacer mucho.

Era mi último año de bachillerato. Pensé que debí haber esperado para no tener que empezar de nuevo en mi último año, pero ya no había mucho que hacer, ya me habían transferido.

Me puse mi uniforme, y luego salí al comedor. Papá ya se había vestido con unos jeans y una playera blanca.

Papá sólo me llevaba 17 años de edad, porque mi madre y él me habían tenido mientras estudiaban la preparatoria. Por lo cual era muy jovial, nos llevábamos como amigos en lugar de padre e hijo.

—Es un poco tarde, date prisa — dijo terminando de comer.

Se levantó y se dirigió al baño. Escuché que se cepillaba los dientes. Me había dejado mi horario en la mesa. Tenía muchas materias en ese último año. Enseguida del horario estaba un croquis. Me pareció una buena acción por parte de los administrativos de la escuela. En mi antiguo instituto, no tenían nada de eso.

Una vez que terminé de comer, me levanté y fui a mi cuarto. Había llegado una noche antes, así que no había tenido oportunidad de desempacar. Busqué una caja con mis cosas escolares. Saqué mi mochila y luego la llené con las cosas que iba a necesitar. Cepillé mis dientes y salí de mi habitación. La habitación de papá estaba en la planta baja, y la mía en la planta alta. Como papá vivía solo, él tenía la planta baja para él y yo tenía la planta alta para mí. Supuse que era una de las razones por las que quería vivir con él.

—Estoy listo — dije entrando a su habitación.

—Anda, pues, vámonos — me tomó de los hombros y me llevó hasta la entrada de la casa.

Nos subimos al auto y condujo en silencio. Tampoco yo quería hablar mucho, estaba haciéndome a la idea de las materias que llevaría ese día. Trigonometría, anatomía, biología, inglés y gimnasia.

Llegamos al instituto y papá quitó el seguro del auto. Me sonrió y me dio un beso en el cabello.

—Suerte, Alex — dijo sonriendo.

—¿Vendrás por mí? — pregunté.

—Si eso quieres, salgo a las dos de la oficina, puedo venir.

—No. Está bien, caminaré. Ya sé cómo regresar. Gracias.

—Te amo.

—Te amo también, te veo en la tarde.

Bajé del auto y entré al instituto. El croquis explicaba muy bien cómo llegar a cada salón, así que no tuve ningún problema en hacerlo. Entré a Trigonometría, lo cual no me molestaba porque me gustaban mucho las matemáticas. Me senté junto a una muchacha que se llamaba Minerva. Era una chica divertida, alta, pelirroja, bonita. Se estaba burlando del profesor, yo no acostumbraba a hacerlo, pero ella no decía nada ofensivo realmente.

—La primera semana sólo venimos a perder el tiempo — dijo molesta.

—Supongo que es igual en todas partes — comenté. En mi antigua escuela pasaba lo mismo.

—¿Por qué te cambiaste de escuela en el último año? — preguntó en tono irónico.

—Quería pasar un tiempo con mi papá. Además pienso asistir a la universidad de aquí. Así que prefiero estar cerca un año antes.

—¿Qué piensas estudiar?

—Arquitectura.

—Yo ya no pienso estudiar después de la preparatoria — dijo rolando los ojos. Yo sonreí, pero no cuestioné nada. Estuvimos platicando por más tiempo.

En clase de anatomía, ya no la miré. Pero ahí conocí a otro chico, Diego, que al igual que Minerva, parecía muy relajado. Al parecer todos los alumnos se burlaban de los profesores. Me preguntó lo mismo que Minerva y le respondí lo mismo que a ella.

Me acompañó hasta la clase de biología porque él también estaba ahí. Seguimos platicando. Se ofreció a llevarme a casa después de la escuela y acepté. Después de todo, tenía que hacer algún amigo en el primer día.

En clase de Inglés, estaba Minerva otra vez. Me senté con ella. Siguió la conversación que habíamos dejado pendiente en la clase de trigonometría. Dijo que podía caminar de regreso a mi casa, para que no volviera solo. Le había explicado que era nuevo en la ciudad y le preocupaba que me perdiese. Le comenté que Diego ya se había ofrecido, pero que le agradecía por hacerlo.

—Diego es un buen chico — comentó. Parecía que sí lo era.

La última clase era gimnasia. Tuve que ir a la oficina de control escolar a comprar un uniforme. Me entregaron uno y luego Minerva me acompañó al gimnasio. Ella no tomaba esa clase, así que se marchó cuando ya estuve ahí. Fui con el entrenador y me pidió que me pusiera el uniforme de deporte y volviera con él.

No era un chico tímido, pero no me sentía muy cómodo desvistiéndome en el mismo lugar que otros quince muchachos. Aun así, tuve que hacerlo, no quería parecer desadaptado. Tenía buen cuerpo, mamá me había obligado a practicar béisbol desde niño, así que no me avergonzaba de él. Era alto, un metro ochenta, más o menos, tez morena clara, ojos verdes, cabello largo.

Me desvestí. Me puse el short deportivo que me quedaba algo corto. Tuve que cerciorarme de no ser el único que lo usaba así, pero al parecer así era cómo lo vestían todos. Me puse la playera y guardé mi otro uniforme en un casillero que no tenía candado.

Volví con el entrenador y me mandó a correr junto a los demás. Me dispuse a hacerlo. Había dos muchachos detrás de mí. No dejaban de hacer comentarios tontos sobre el “chico nuevo”, no me molestaba, pero no se preocupaban por ser discretos. Se acercaron más a mí y comenzaron a decir que tenía un buen culo. Me molesté, me habían suspendido una vez en mi antigua escuela por golpear a unos muchachos que me habían estado fastidiando, decidí calmarme.

—No sea imbéciles — dijo otro muchacho. Me detuve en una banca y miré al muchacho detenerse también. —No les hagas caso. Se creen muy divertidos.

—No me importan. Estoy cansado, no había corrido en todas las vacaciones.

—No creo que hagamos más que correr el día de hoy, el primer día es lo único que hacemos. Mi nombre es Jared, por cierto.

—Soy Alex, mucho gusto.

Corrimos juntos. No hablábamos, por obvias razones, pero una vez que el entrenador dio un silbatazo, volvimos a la banca. Todos corrieron a las duchas y yo me quedé sentado junto a él. Tratando de recobrar el aliento.

— ¿Tenemos que ducharnos? — pregunté preocupado.

—Sí, bueno, al menos que quieras volver todo sudado a tu casa.

—No tengo ropa extra además de mi otro uniforme. Supongo que volveré a casa así.

— ¿Por qué no trajiste ropa extra si tenías gimnasia?

—Porque no sabía que teníamos duchas. En mi antigua escuela no era así.

—Tengo un cambio extra. ¿Quieres usarlo?

—No.

—No tengo ningún problema.

—Ni siquiera me conoces — dije entre risas.

—Bueno, sólo promete que lo lavarás.

—Claro.

Esperamos un rato. Jared dijo que no le gustaba ducharse cuando todos lo hacían porque les gustaba tontear mucho y a él no. Me preguntó lo mismo que Minerva y Diego, e intenté sonar educado al responder. Hizo un chiste diciendo que seguramente ya estaba harto de responder lo mismo una y otra vez. Tenía razón.

Nos levantamos de la banca porque recordé que debía ver a Diego para volver a casa. Fuimos a los vestidores. Jared caminó a los casilleros y sacó unas prendas. Me las entregó y luego caminamos a las duchas. Pensé que sería como las duchas de los presos donde sólo es un cuadro grande y un montón de regaderas, pero no. Había varios separadores entre las regaderas. Jared se metió a uno y se desvistió. Dejó la ropa sucia en el divisor de las duchas y comenzó a ducharse. Podía verle la espalda y el pecho. La verdad, me resultaba muy atractivo. Era igual de alto que yo, cabello muy negro y tez blanca. Parecía que hacía ejercicio, y tenía unos dientes muy bonitos. Se giró a verme y me ruboricé porque se dio cuenta de que lo estaba mirando.

Lo imité, me quité la ropa y comencé a ducharme a un lado de él. No intentó conversar de nada, supuse que no era muy cómo estar platicando sabiendo que la otra persona está desnuda.

— ¿Harás algo este viernes? — preguntó cuando salimos de las duchas. No llevábamos toallas, así que estábamos cubriéndonos nuestras pollas con las manos.

—No. No sé. Papá no ha dicho nada, y por ahora es el único amigo que tengo.

—Qué triste. Bueno, hay una fiesta, rompe hielos, supongo que ya te habrán dicho. Deberías de ir.

—Probablemente lo haga — me puse el pantalón deportivo que me había prestado Jared. Se había dado la vuelta, entonces no podía verme, pero yo podía verle su perfecto culo. Me di cuenta de que estaba teniendo una erección debajo del pantalón. Intenté calmarme. Me senté y me puse la playera.

—Llevaré el auto de mis padres. Podemos ir y venir juntos. Se te ve muy bien mi ropa — sonrió.

—Eres muy amable — solté una carcajada.

—Yo también soy nuevo aquí, llegué el semestre pasado. No tengo muchos amigos, creo que estaría bien que nos uniéramos. ¿No lo crees?

—Claro. Bueno… debo ir a buscar a Diego. ¿Salimos de aquí?

Asintió. Tomamos nuestra ropa y la metimos en nuestras mochilas. Era divertido porque llevábamos la misma ropa, pero no eran uniformes. Cuando salimos del gimnasio, varios compañeros nos miraron raro. No hice mucho caso, no estaba acostumbrado a que me miraran mucho, pero tampoco me incomodaba. Miré a Diego sentado en la entrada de la escuela. Me sonrió y caminé hasta él.

Jared me dio una palmada en el hombro y se despidió. Le di las gracias por la ropa y luego me despedí.

—Linda ropa — dijo Diego.

—Cierra la boca. ¿Dónde está tu auto? — señaló el estacionamiento. Estaba un auto negro ahí, era de los últimos que quedaban. Caminamos hasta allá y luego nos subimos.

— ¿Jared?

—¿Qué tiene? — pregunté preocupado. — ¿Pasa algo con él?

—No lo sé. No tiene muchos amigos en el instituto. Digo, tiene muchos amigos, pero ninguno de aquí. Pareciera que nos mira por encima del hombro.

—Parece muy agradable — dije sincero.

—Supongo, sólo hablé con él una vez en clase de francés. Es bueno con los idiomas.

—Eso quiere decir que es bueno con la lengua — dije sin pensarlo. Diego soltó una carcajada.

—Ya imaginaba. Eres gay, ¿no?

—Supongo, me encantan los hombres — dije sonriendo. — ¿Tú también eres gay?

—No. Bueno, nunca he estado con un hombre. Pero no me llama la atención por el momento — nos reímos.

—Lástima. Eres guapo.

Diego se puso rojo. Pero sabía que bromeaba. Le pregunté por la fiesta rompe hielo y dijo que iría. Le dije que Jared me había invitado y se sorprendió por ello. Se detuvo afuera de mi casa. Le pregunté que si quería pasar, pero dijo que mejor otro día, tenía cosas que hacer. Le di las gracias por el aventón y luego me bajé del auto.

Busqué la llave de mi casa en la mochila. Abrí y luego cerré con seguro nuevamente. Papá estaba recostado en el sofá. Llevaba puesto otro bóxer, sólo que ahora eran blancos.

— ¿Nunca usas ropa? — le pregunté burlándome.

—La verdad no. Estoy usando bóxer porque estás aquí. — Sonaba avergonzado —. Si te incomoda puedo ir a vestirme — dijo levantándose del sofá.

—No. Claro que no. Pero es bueno saber. Había invitado a alguien a pasar. Supongo que ahora tendré que avisarte cuando venga acompañado.

—Ya lo creo — dijo sonriendo —. ¿Cómo te fue hoy?

Caminamos hasta mi alcoba. Dejé mi mochila en el suelo. Me quité la playera y los tenis que llevaba puestos.

—Me fue bien. Hice amigos. Minerva y Diego. Las clases fueron muy aburridas. Realmente no hicimos nada. Ah, debiste haberme comentado que debía llevar ropa extra para la clase de gimnasia.

— ¿No sabías? — preguntó sorprendido.

—No. En mi antigua escuela no nos duchábamos ahí.

— ¿Y esa ropa que traes puesta?

—Me la prestó un… amigo.

— ¿Diego?

—No. Se llama Jared.

—Se te ve bien — dijo burlándose.

—Sí, lo mismo dijo él — comenté sin pensarlo.

Papá se puso nervioso. Supuse que era por el tema del que no hablábamos. Le pregunté que si podía ayudarme a desempacar y dijo que sí. Abrimos las cajas. Me ayudó a guardar mi ropa. Primero las camisas y luego mis pantalones. Yo estaba acomodando mis libros en los estantes que tenía, y mis discos.

Tenía más cosas de las que creía. Estuve apartando cosas que creía no debí haber llevado a casa de papá. Como mis fotografías con mis viejos amigos, o mis diarios. Mamá se había encargado de cerrar la habitación que usaba en la otra casa, así que esas cosas hubieran estado más seguras allá.

— ¿Qué es esto? — dijo papá. Me giré hacia él. Era un suspensorio. Papá tenía una sonrisa pícara en el rostro y yo estaba muriendo de vergüenza. Le expliqué que no era mío, pero eso sólo hizo que me avergonzara más. — ¿Puedo probármelo? — preguntó riéndose. Yo estaba rojo como un tomate.

Papá nunca había tenido problema con andar desnudo. Antes de separarse de mamá, siempre nos duchábamos juntos. Pero ahora que había venido a vivir con él se había detenido un poco. Usando ropa interior, por ejemplo.

Se quitó el bóxer blanco que llevaba puesto y se puso el suspensorio. Pude verle su gran polla flácida colgando, hasta que la cubrió con el suspensorio de mi exnovio.

— ¿Se me ve bien? — preguntó enseñándome el culo.

—Papá no seas ridículo, quítate eso y tíralo a la basura — estaba molestándome.

—Lo siento — dijo apenado. Se lo quitó y se volvió a poner su bóxer.

Lo metió entre mi ropa interior y seguimos desempacando mis cosas. Me preguntó si quería pizza para cenar y acepté. Tomó su celular y llamó a una pizzería.

Pasamos toda la tarde en mi habitación, desempacando. Estaba todo sudado. Le dije que me ducharía mientras llegaba la pizza. Dijo que estaba bien. Me metí a la ducha. Escuché que papá encendió el televisor de mi habitación. Estaba saliendo la ley y el orden, nos gustaba mucho a ambos.

Papá salió de mi habitación porque alguien tocaba. Supuse que era la pizza. Salí del baño y me sequé con una toalla. Me puse un calzoncillo negro y me recosté en la cama. Papá volvió con la pizza y refresco. Llevaba dos vasos de plástico. Me acerqué a ayudarle. Nos subimos los dos a la cama y nos pusimos a ver televisión mientras cenábamos.

Era genial tener esa confianza con mi padre. Estábamos en ropa interior, acostados en mi cama, comiendo pizza, mientras mirábamos una serie.

Acabó el capítulo. Papá estaba dormido. Quité la caja de pizza de la cama y la llevé a la cocina. Regresé para acostarme a dormir. Tomé una sábana y nos cubrí a ambos. De pronto recordé que debía de lavar la ropa de Jared para llevarla al día siguiente.

Me levanté de la cama, tomé la ropa sucia del suelo y la ropa que había en mi mochila. Fui al cuarto de lavado. Eché mis uniformes a la lavadora. Estaba a punto de echar la ropa de Jared. La olí, olía un poco a mí, pero también tenía otro olor, que supuse era el de Jared.

Comencé a tocarme por encima de la ropa interior. Recordé la imagen de él en las duchas, cubriéndose con sus manos para que no le mirara la polla. Recordé haberle visto el culo. Saqué mi polla de mis calzoncillos y comencé a masturbarme. Olía la ropa y me masturbaba. Estaba muy excitado.

Imaginaba que era Jared el que estaba masturbándome y más me ponía. Sentía mis pies contraerse. Estuve masturbándome un rato. Tomé la playera de Jared y comencé a masturbarme con ella. Estaba a punto de venirme. Intenté ahogar un quejido pero no pude. Estaba en la planta baja, pero la casa estaba sola y era de noche, me dio miedo que papá hubiese escuchado que me masturbaba en el cuarto de lavado.

Me vine en la playera de Jared. Estuve un rato ahí mientras se me quitaba lo agitado. Eché la ropa a la lavadora y la encendí. Me aseguré de programarla bien. Me subí mi calzón y luego regresé a mi habitación.

Papá seguía dormido. Estaba boca abajo. Me di cuenta de que papá y yo teníamos un cuerpo muy parecido. Salvo que él estaba más fornido y era más velludo que yo. Me recosté a un lado de él y miré cómo se movió.

— ¿Dónde estabas? — dijo adormilado.

—Estaba echando la ropa sucia a lavar.

—¿Ya están cerradas las puertas? — preguntó y yo asentí.

—Buenas noches, hijo.

—Buenas noches — Respondí. Me acosté boca abajo igual que él. Sentí su brazo sobre mi espalda y su pierna sobre la mía. Apagué la lámpara del buró, y todo se quedó a oscuras. Pensé que estaba siendo paranoico, pero podía sentir la polla de mi padre rozándome la pierna.

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