Joven se vuelve sumiso de una mujer mayor con experiencia

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Tras la muerte de mi padre, mi madre comenzó a juntarse mucho con la vecina de la casa de al lado, la señora Marga . Nunca se habían hablado con ella pero mi vecina al ser tan bien viuda, la ayudo mucho a superarlo y se convirtieron en amigas inseparables. Parece un gesto que debería de alegrarme pero sucedía todo lo contrario. No era de mi agrado la vecina, era una mujer con una mala reputación, muy poco sociable, siempre enfadada y discutiendo con el resto del vecindario, nada la agradaba, protestaba por todo y tenía un genio intratable. Para que lo entiendan, una verdadera bruja, una mujer arpía y antipática. Por el motivo que fuese encajaron bien mi madre y la vecina y siempre iban juntas a todos los lados y tomaban café a diario.

Yo por aquel entonces estudiaba en la universidad, una de mis mejores épocas, siempre de fiestas universitarias y disfrutando de la juventud. Eran muchas las noches que llegaba algo borracho por exceso de alcohol de alguna fiesta con mis compañeros, procuraba hacer el menor ruido para no despertar a mi madre, pero adivinar que, la bruja de mi vecina que apenas dormía por las noches se enteraba de todo, siempre cotilleando y a la mañana siguiente lo primero que hacía era ir a chivarse a mi madre que anoche había llegado trastabillando y borracho. Muchas noches salía a la parte de atrás de la casa donde había un pequeño jardín y me encendía un cigarrillo sentado en un escalón y adivinar que,  rápidamente mi vecina iba a mi madre a chivarse que me había visto fumar. No podía hacer nada sin que se enterase mi vecina y se lo chivara a mi madre, ¿porque me tenía tanto odio? o ¿quizás ella es así por naturaleza y necesita molestar a los demás?

Uno de los momentos más desagradables era cuando regresaba a casa y estaba mi madre y la vecina tomando café con pastas en el salón. Mi madre se levantaba a prepárame la comida y me quedaba a solas con la vecina en el salón. La verdad que aquella mujer  me intimidaba, tenía un aspecto rudo y serio. Físicamente es una mujer grande con sobrepeso, supera notablemente los cien kilos de peso. Pelo rizado  corto y con sus gafas en la cara. Tiene todo el aspecto de señorita  Rottenmeier pero mucho más grande y voluptuosa. Desconozco su edad pero es viuda y jubilada y podría ser perfectamente mi abuela. Cuando me quedaba un instante a solas con ella aprovechaba para reprocharme algo como sucedió aquel día.

– Eres un joven malcriado, ¿no te da vergüenza llegar borracho por la noche? – Me recriminó

– Ninguna, y¿  usted porque no se mete en sus asuntos ? – La reproche defendiéndome.

– También eres un maleducado, mucha disciplina es lo que necesitas. Tu madre es una santa, conmigo aprenderías a obedecer, recibirías un buen castigo – Me dijo con un tono muy serio, no lo decía en broma.

– ¿Me pondrías en tus rodillitas para azotarme ?,jajajajaja- comencé a reírme de ella a carcajadas.

Mi vecina, la señora Marga se enfadó por completo al contemplar cómo me burlaba de ella delante de su cara, como no la tenía el menor respeto. Observé como expulsaba rayos por los ojos y humo por las orejas como si fuera un comic. Se dirigió a mí de nuevo con un tono mucho más amenazante.

– Te azotaría sin piedad hasta que aprendieses a respetarme, te lo aseguro – Me recriminó enojada.

Yo también comencé a enfadarme y contestarla de forma malhumorada:

–  Dudo mucho que me azotara y menos que llegase a obedecerla – La respondí desafiante y de forma chulesca.

– Si tan seguro estas te propongo algo: Esta noche ven a mi casa, comprobaremos si soy capaz de azotarte, te aseguro que me suplicaras piedad y perdón, si por el contrario no soy capaz nunca más volveré a chivarme de nada a tu madre, ¿aceptas, o eres un cobarde? – Me retó.

No deje escapar aquella oportunidad, era una apuesta absurda, estaba seguro que era todo mentira, no sería capaz de azotarme,  pretendía asustarme pero no lo consiguió. Justo en el momento que regresó mi madre al salón la dije por lo bajo que esa misma noche acudiría a su casa.

Llegó la noche y acudí al encuentro de mi vecina, no iba a permitir que me llamase cobarde, todo lo contrario, iba a demostrar que ella era una mentirosa y que mucho hablaba para asustar pero luego no hacía nada, la dejaría en ridículo. Ganaría la apuesta y me dejaría tranquilo para siempre. Llamé a la puerta de su casa, me abrió con una sonrisa de oreja a oreja y me invitó a pasar sin dirigirme la palabra, solo con un gesto con su mano para que entrara al interior de su casa. Comenzó a andar y fui tras ella, llegamos hasta el final del pasillo y al igual que en mi casa aparecían unas escaleras de madera que conducían a un sótano o trastero situado en una planta inferior. Bajé las escaleras tras ella, la seguía de cerca contemplando su aspecto tan grande, sus grandes y obsesos brazos y sus poderosas piernas. En realidad era una abuela, ¿qué daño podría hacerme? , era inofensiva.

 Tal como intuí llegamos al sótano de la casa. Abrió la puerta metálica  con llave y de nuevo volvió a realizar el gesto con su mano invitándome a entrar.

El sótano era igual que el de mi casa pero el suyo estaba lleno de trastos y enseres antiguos rodeando la habitación apilados unos sobre otros. El centro de la habitación estaba despejado sin obstáculos excepto un curioso artilugio situado en todo el centro  que me llamo mucho la atención. Era un potro de hacer gimnasia, como los que había en los colegios para la asignatura de gimnasia. Una parte plana forrada en cuero suspendida sobre cuatro patas de metal en diagonal. La señora Marga cerró la puerta con llave desde el interior  y se aguardó las llaves en el bolsillo de su bata azul de tela que portaba en ese momento. Aquel gesto me produjo algo de temor, estábamos encerrados los dos dentro del sótano  con la diferencia que ella era quien custodiaba las llaves.

– Desnúdate – Me ordeno

– ¿Qué?…. – quede impresionado, pretendía que me desnudara delante de ella.

– Ya me has oído, desnúdate o ¿te vas a acobardar ahora? – Me recrimino a la vez que se burlaba de mí.

Me desnudé por completo, sentí mucha vergüenza al estar desnudo delante de mi vecina que me triplicaba en años. Tras desnudarme me ordeno que me subiese al potro. Estaba sorprendido, desconocía que pretendía. Me subí sobre el potro, era más alto de lo que esperaba, no llegaban mis pies al suelo. Estaba subido sobre el potro como si estuviese conduciendo una moto de alta cilindrada , inclinado hacia adelante y con los pies colgando. La señora Marga fue hasta un rincón del sótano y agarró algo entre sus manos, observé cómo eran varios manojos de cuerdas resistentes y de algo más de un metro  de largo cada una. Se dirigió hacia mí con las cuerdas en sus manos.

– Ahora vamos a comprobar si eres tan chulo –  Me recriminó de forma severa.

– ¿Para qué son las cuerdas? – Pregunté de forma nerviosa.

– No voy a permitir que salgas corriendo cuando te parezca, el castigo terminará cuando yo decida –  Me respondió aumentando mi temor.

Colocó las cuerdas en su antebrazo para tener sus manos libres e hizo algo que de nuevo me asustó. Sacó del bolsillo de su bata unos guantes de goma de fregar de color amarillos. Se los enfundó en sus manos, no sin dificultad ya que tenía un brazo amplio y carnoso, el guante de goma entraba con dificultad sobre sus manos y antebrazos produciendo un sonido de goma inconfundible. Terminó de enfundarse los guantes a sus manos, la quedaban muy apretados, parecía que iban a reventar en cualquier momento de lo ajustado que la quedaban  pero todo lo contrario, la conferían mayor movimiento en sus manos. Agarró una cuerda y sujetó mi mano hasta colocarla sobre una de las patas del potro. Comenzó a rodear mi muñeca con la cuerda, hizo unos nudos complejos y finalmente paso la cuerda por un agujero que tenía la pata metálica, volvió a tensar la cuerda y sentí una fuerte presión en mi muñeca, Ahhhhhh  , estaba muy apretada la cuerda, me hacía daño. Repitió el mismo procedimiento con la otra mano utilizando una nueva cuerda  y finalmente ato cada uno de mis pies a cada una de las patas traseras del potro. Sentía una fuerte presión en mis pies y manos, estaban demasiado apretadas, no era la primera vez que lo hacía, sin duda, demostró una gran experiencia.

– Ahhhh, me hacen daño las cuerdas  – Me queje airadamente a la señora Marga.

– Mas daño te van a hacer cuando lleves horas con ellas – Me respondió dejándome completamente asustado.

– ¿cómo que horas…?  – La pregunté muy nervioso.

No obtuve respuesta, hizo caso omiso a mi pregunta. La señora Marga se dirigió de nuevo a un lado del sótano y agarró un objeto entre sus manos.  Mi temor se convirtió  en pánico cuando observe que agarraba un cinturón ancho de cuero sobre sus manos y se dirigía lentamente hacia mí de nuevo.

– Ahora te voy a romper el culo a correazos, dijiste que no sería capaz, ahora lo comprobaremos –  Me dijo recordando mis palabras utilizando un tono muy severo.

Esta situación ya había durado demasiado, me daba igual que ella hubiese ganado o no, pero no iba a continuar  con aquello. Me dispuse a desatarme y salir de allí, pero las cuerdas no cedieron lo más mínimo, al intentar desatarme aumento mi dolor, parecía que las cuerdas se oprimían mas a mi piel. No pude desatarme y bajar del potro, estaba atado de una forma  muy dura.

– Suéltame ahora mismo – La recriminé

– Ah…. se me olvidaba  una cosa muy importante, no me gustaría que todo el vecindario escuchara tus gritos – .  Se acercó hasta mí, colocándose frente a mi cara y observé como introdujo su mano por debajo de su bata y agarró sus bragas para deslizarlas por sus piernas hasta sacarlas por sus pies. Las estrujó entre sus manos enguantadas con una mano bajo mi atenta mirada de terror. Sus bragas eran blancas y estaban completamente sucias, un desagradable color marrón y amarillo las impregnaba, como si las hubiese llevado durante días. Su mano izquierda enguantada se acercó hasta mi nariz y noté como cerró mis fosas nasales con fuerza para que no pudiese respirar, no tuve más remedio que abrir la boca para respirar y fue cuando me encontré su mano derecha que agarraba sus repugnantes bragas acercándose a mi boca. Forzó con sus dedos enguantados  las bragas para que entraran en mi boca a la vez que seguía cerrando mi nariz. Sus bragas eran de una talla grande y no entraban en mi boca pero ella continuó ejerciendo fuerza con sus dedos para que poco a poco fuesen entrando cada vez más dentro de mi boca. Comencé a sentir una sensación de asfixia, no podía respirar, seguía oprimiendo mi nariz a la vez que forzaba sus bragas al interior de mi boca, me faltaba el aire, comencé a sentir una fuerte agonía y pánico, hasta que finalmente introdujo por completo sus bragas sucias dentro de mi boca sin importarla si podía respirar o no. Retiró su mano enguantada de mi nariz y respiré exhausto como nunca antes lo había hecho.

 Tras reponerme exhausto de la sensación agónica de su mordaza comencé a saborear un sabor repugnante proveniente de mi boca.  Comencé a degustar un sabor rancio muy desagradable. Estaba en lo cierto, no se había cambiado de bragas durante días, era completamente humillante. Agarró un rollo de cinta de embalar de color gris y pegó el extremo en la comisura de mis labios para después comenzar a rodear con la cinta mi boca y cabeza. Dió muchas vueltas con la cinta americana sobre mi boca y cabeza para asegurase que no pudiese escupir mi mordaza que inflaba por completo mi boca. Intenté escupir sus bragas pero fue inútil, llevaba una capa de cinta americana muy extensa sobre mi boca, era imposible escupirlas. Traté de gritar pero su mordaza era completamente eficaz, no permitía articular sonido alguno, no podía gritar ni decir una sola palabra. Mi boca no dejaba de degustar un sabor  muy desagradable.

Mi vecina Marga anudo el extremo del cinturón grueso de piel sobre su mano derecha y noté su mano izquierda enguantada sujetando mi pelo, tiró fuertemente de mi pelo con mucha dureza provocándome un fuerte dolor que me hizo saltar las lágrimas de dolor.

– Ahora voy a romperte el culo a correazos como te prometí, te aseguro que esto te va a dolor mucho, el castigo terminará cuando yo decida –  Me amenazó duramente.

Tiró de nuevo de mi pelo provocándome un fuerte dolor manteniéndome sujeta mi cabeza entre sus manos a la vez que descargó su correa contra mi culo. ZAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS   recibí un correazo muy duro, sentí un fuerte dolor, picaba como el infierno. Antes de reponerme de este primer correazo volvió a levantar su mano y volvió a estrellar su correa de nuevo contra mi culo, esta vez fue aún más dura, pero no fue nada comparado con los siguientes correazos ZAAAAAAAAAAAAAASSSSSSS ZASSSSSSSSSSS que descargó con gran dureza sobre mi culo. Su voluptuoso brazo la confería una gran fuerza que no esperaba que tuviese debido a su edad, estaba totalmente equivocado, tenía una fuerza brutal para azotar, no era la primera vez que lo hacía, tenía mucha experiencia.

Comencé a sentir un fuerte dolor en mi trasero, la piel cada vez se calentaba más y cada nuevo correazo era peor que el anterior. Comencé a vivir un verdadero sufrimiento, azotaba sin piedad con gran fuerza, la piel de su correa mordía mi culo y sentía un terrible dolor. A la vez que recibía sus correazos su otra mano me sujetaba del pelo y tiraba una y otra vez  fuertemente aumentando mi dolor. Sus correazos no cesaron, recibía uno tras otro con dureza aumentando cada vez más mi dolor. 

Se detuvo, pensé que había terminado pero solo se detuvo para descansar y burlarse de mí:

– ¿ya estas llorando?, si esto no ha hecho nada más que comenzar –  Me dijo burlándose de mí contemplando como resbalaban las lagrimas por mis mejillas sin poder hacer nada para remediar la situación.

La señora anudó de nuevo la correa en la palma de su mano y la descargó de nuevo sobre mi culo. Tras el descanso regresó con más fuerza y me azotó de forma mucho más dura. El castigo era extremo, el dolor era insoportable, tenía el culo ardiendo como un volcán, no aguantaba más azotes, el dolor se convirtió en insoportable pero mi vecina no cesó.

Pasaba el tiempo y la señora continuaba dándome de correazos, esta vez se colocó detrás de mí, cogía impulso y descargaba brutalmente la correa contra mi culo. Nunca  había sentido un dolor tan fuerte e insoportable, era una varadera tortura que nunca terminaba. Notaba en mi culo los verdugones que me provocaba su correa pero a ella no la importaba lo más mínimo, más bien era lo que buscaba. La azotaina comenzó a ralentizarse, comenzó a descargar sus correazos contra mi culo de forma más especiada pero aumentando la dureza. , se inclinaba hacia atrás y la descargaba de forma brutal para producirme un dolor que me hacía saltar las lágrimas. Entre correazo y correazo se dirigía con su tono de voz hacia mí:

– A partir de hoy vas a obedecerme en todo, se acabaron tus borracheras, fumar y llegar tarde. Cada vez que me desobedezcas bajaremos al sótano a continuar tu castigo y cada vez será mucho peor –  Me recriminaba dándome instrucciones que debería llevar a raja tabla a partir de ahora.

ZAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSSSS ZAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSS ZAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSS

Continuó azotándome sin piedad, descargando con una fuerza brutal la correa sobre mi culo y provocándome más verdugones. No podría sentarme durante días.  Finalmente la señora termino de azotarme. Marga estaba sudando del esfuerzo, se quitó sus guantes de goma y los guardo en el bolsillo de su bata.

– Ahora te dejaré descansar, cuando regrese continuaré con tu castigo, todavía te espera una buena ración de correazos, va a ser la noche más larga de tu vida te lo aseguro. Vas a aprender a respetarme y obedecerme te lo aseguro. Cuando termine escucharé como suplicas mi perdón –

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