La bailarina le susurró al oído, si antes ya se volvía loco por ella sentir su aliento chocando contra su oído le hizo estremecer todo el cuerpo
Gabrielle había estacionado su auto frente al edificio donde se encontraba la casa de su amigo Mario. Tenía una batalla desencadena en su cabeza para elegir si subir o no. El sonido de su celular la distrajo de su lucha.
«Prometo que mañana te voy a compensar el día de hoy, te amo»
Su pecho se hinchó al leer aquello, una sonrisa se instaló en su rostro y se sintió mal por no haberle comentado a su novia sobre esta fiesta. Cerró los ojos unos segundos y pensó que merecía esto, si su novia podía estar en esas reuniones de no se que, era su espacio y lo respetaba, entonces ella también merecía el suyo aunque diferente, pero lo merecía.
Bajó del auto y comenzó a caminar hacia el edificio. Entró al elevador y presionó el botón que ponía PH. Ella veía los números cambiar y cada vez que estaba más cerca de su destino, el corazón latía más rápido. Las puertas se abrieron y al bajar el sonido contenido de la música se escuchaba en el pequeño pasillo.
Había un hombre de grandes dimensiones en la puerta que se encarga de recibir a los invitados. Gabrielle tuvo miedo de que no le permitieran la entrada, se acercó con timidez al hombre quien se le quedó observando con el ceño fruncido.
— ¿Que desea la señorita? —Prenguntó levantándose de la silla y tapando toda la puerta— ¿Busca a algún novio travieso? Porque si es así no podrá entrar —Dijo con sorna. A Gaby le molestó el tono que estaba utilizando aquel tipo con ella.
— ¿Novio? Que va amigo a mi me gustan las vaginas, no esas cosas que con un solo Polvo ya no sirven más. —El hombre se torno serio otra vez, le había herido su ego.
—Seguro no has tenido uno entre tus piernas haciendote gozar.
—Ni me interesa tampoco. Ahora abre esa puerta y déjame entrar. —Exigió.
—Aquí no entran mujeres a menos que sean putas, ¿Eres tú puta? —Gabrielle estaba perdiendo la paciencia y quería partirle hasta la madre al tipo que tenía frente a ella.
Le iba a responder pero se abrió la puerta y salió Mario ya bastante alegre. Iba a pedirle a su portero que estuviese pendiente de un encargo que estaba por llegar y vio a su amiga.
— ¿Gaby? —Preguntó sorprendido—, hermosa, ¿Que haces ahí? Pensé que no vendrías, esto merece un par de chupitos, venga. —pasó su brazo por los hombros de Gaby y la llevó con el dentro. Gaby le guiño un ojo al portero quien la veía con un poco de temor, por estar de boca floja.
—Ya la fiesta está armada —Comentó Gaby observando a su alrededor.
—Solo faltabas tú, tu hermano está por allá —Señaló al fondo donde estaba Manuel hablando animado con otros amigos—. Venga el chupito.
Gaby no quería tomar, pero, ¿Cómo negarle algo al dueño de la fiesta? Tomó de un solo trago aquella bebida que le quemó hasta el alma. Nunca fue de tomar, pues al ser deportista dejaba esas cosas de lado, pero ahora era diferente, ella prácticaba para mantenerse en forma. Había muchas chicas lindas de otras facultades bailando con los chicos y algunas casi intimando con ellos.
Después de ese chupito llegaron un par más. Al no estar acostumbrada a beber, se sentía más feliz de lo normal y algo mareada. Todos estaban igual que ella en ese lugar. Manuel al ver a su hermana, más alegre de lo normal, no se despegó de ella por el resto de la noche, el sabía que ella no era de estar en fiesta y mucho menos ingiriendo alcohol.
La promesa de no tomar la dejó a un lado cuando un chico obligó a todos a jugar para hacer beber a todos. El que no jugara debía estar desnudo el resto de la fiesta e irse así a su casa. Gaby estaba bastante mareada aunque por la cantidad de personas solo le tocó beber un par de veces,aunque igual no quedó exenta de los efectos de aquella bebida.
De pronto las luces se apagaron y todo quedó en oscuridad, la música se detuvo y la voz de Mario comenzó a sonar por todo el lugar.
—Esta noche amigos míos como es costumbre, ha llegado la hora del sano placer —Los gritos de emoción de los hombres se comenzaron a escuchar por todo el lugar—. Hoy será especial, pues tengo aquí a la mujer que me ha ayudado en esta tonta carrera, te amo Gaby y es por eso que merece una de esas sillas —Señaló—, por lo que solo serán sorteadas 4. —todos se ubicaron alrededor de Mario que estaba cerca de una pequeña tarima.
De una pequeña caja saco cuatro papeles, tomó el primero y lo abrió.
—El primer afortunado de la noche es Alberto —todos comenzaron a vitorear al nombrado—, el siguiente es Manuel —Gaby le dio unas palmadas a su hermano en el hombro, el sonrió de medio lado—, aquí tenemos a Xavi, suertudo —dijo en broma Mario— y el último, Estaban. Ahora todos a sus sillas. Gaby ven a mi lado. —Gabrielle se ruborizó y fue hasta donde estaba su amigo que la sentó en la silla que estaba al lado de él.
Las luces fluocompactas se apagaron para darle paso a un grupo de luces LED que comenzaron a iluminar el lugar. La canción Man, I feel like a woman de Shania Twain, rompió el silencio y de una puerta salieron 6 chicas vestidas de policía sexy. Gabrielle se obligó a tranquilizar su mente, todas eran una chicas lindas y se movían de una forma que no parecía legal, tomando en cuenta que iban de policías. A mitad de la canción los apretados pantalones de las chicas salieron volando por los aires, junto a sus gorras, quedando en unos ceñidos cacheteros, con los cabellos sueltos y reveldes, los chicos silbaban y gritaban como locos. Quienes estaban sentados veían con una gran sonrisas a esas mujeres, menos Gaby que estaba entre impresionada y extasiada.
La música cambió, las chicas se detuvieron de forma abrupta y quedaron de pié frente a las cuatro sillas a unos cuantos metros de distancia. Se apagaron las luces, todo quedó en silencio, parecía que todo era ensayado o eso pensaba Gaby, que estaba impresionada con toda la logística.
Back in Black de AC/DC, hizo explotar los sentidos a todos en el lugar. Las mujeres comenzaron a caminar hacia a la seis personas frente a ellas, derrochando sensualidad con cada paso que daban, revolvian sus largos cabellos, su coordinación era tan impresionante que tenían hipnotizada a Gaby que admiraba más que sus hermosos cuerpos, su arte, porque eso es arte. Todas tenías máscaras que le cubrían la mitad de su rostro, estás evitaban exponer su identidad. Las luces que las iluminaban a cada paso que daban le daba un plus de sublimidad.
Al estar frente a frente le abrieron las piernas a todos a la misma vez, de un salto se montaron en los regazos y comenzaron a mover sus caderas de una sensual y sincronizada con la música. Gaby, estaba encantada con todo el espectáculo y su respiración se detuvo en el momento que reparó en los ojos verdes oscuros con algunos destellos marrones de la chica que le estaba bailando. Eran hermosos, parecían un par de enredaderas que atrapaban a cualquier simple mortal que se atreviera a mirarlos. La chica parecía monótona y no había reparado en la mirada de la persona que estaba bajo de ella y a la que le estaba bailando, hasta que sintió el aliento caliente chocar contra su pecho. Observó a su cliente, vio que tenía los ojos cerrados y cuando los abrió, se le escapó una sonrisa sensual por observar la excitación en esos ojos verdes oscurecidos.
La magia que envolvía a esa dos se vio terminada por culpa de uno de los chicos que estaban sentados, le había apretado el trasero a una de las bailarinas. La chica afectada se separó y las demás hicieron lo mismo, con gracia y elegancia, todo parecía parte del show. De uno de los bolsillos de las apretadas camisas sacaron unas esposas siguiendo la coreografía, llevaron las manos de los seis tras sus espaldas rodeando la silla y fueron esposados. Había una política de no tocar a las bailarinas para proteger su integridad física.
Gaby observó confundía a su bailarina.
—Por uno pagan todos. —le susurró en el oído la bailarina, que se encontraba tras de ella. Sentir el aliento de la chica chocar contra su oído, provocó que su cuerpo se estremeciera.
La coreografía terminó con las chicas a centímetros de las bocas de todos. Gaby cerró sus ojos para no ver a la chica frente a ella, está y a segura de no poder contenerse y se atrevería de robarle un beso. Agradeció no ser uno de los que se irían de excursión con esas carpas en sus pantalones, era una ventaja que ella no tuviera ese problema, porque seguro tuviera una igual, pero aún así no se escapaba de las consecuencias. Sus ropa interior estaba empapada y su libido a estallar, debía irse de allí antes de que cometiera el peor error de su vida y echara al balde todo su esfuerzo por perder su virginidad junto a su novia.
Las chicas se fueron en fila hasta la puerta de donde habían salido, un hombre recogía la ropa del piso que ellas había tirado. Gaby se levantó de la silla y fue tras de la bailarina que le había bailado a ella pero antes de que pudiera llegar el hombre la detuvo.
—No puede hablar con las bailarinas, lo siento. —indicó el hombre serio. Gaby asintió y se fue resignada, un sentimiento de culpa la invadió por caer en cuenta que estaba deseando ver a una chica que no era su novia, sacudió su cabeza y fue hasta donde estaba su hermano.
— ¿Vas de campamento? —Se burló de su erección.
—Muy graciosa, aunque seguro un salva vida te vendría bien en esa laguna que tienes al sur. —Gaby soltó una carcajada por la insinuación de su hermano.
—Deberiamos ir a casa estoy muy mareada ya. —Manu negó y pasó uno de sus brazos por los hombros de su hermana.
—Gabs, ve tú, yo me quedaré aquí tengo muchos tragos en mi sistema y no es buena idea ir por ahí matando a personas. —Gaby sonrió, le dió un beso en la mejilla y a paso un poco tambaleante se encaminó a la puerta.
— ¡Hey!, Hermosa, ¿Dónde vas? —Preguntó Mario que llegaba a su lado.
—A mi casa, no me siento bien y mañana hay clases, así que no se desvelen. —Gaby le guiñó un ojo a su amigo. Abrió la puerta y el portero desvió la mirada al verla, ella rió siguiendo su camino hasta el elevador.
***
Unos fuertes golpes en la puerta hicieron despertar a Danielle. No se había percatado de cuando se había dormido, aún seguía envuelta en la toalla y su cabello estaba húmedo.
—Te ves bien —halagó Roberto a Danielle—, esto si es saber recibir a tus… —chocó sus labios con los de él para hacer que se callara y así no arrepentirse de lo que iba a hacer.
Se separó un poco de los labios de Roberto y dijo:
—Quiero ese más que amigos entre nosotros. —Roberto al escuchar aquello tomó el rostro de Dany entre sus manos y comenzó a besarla con desesperación.
El beso comenzó a tomar pasión. La toalla de Dany había caído al piso y el muchacho vio como un lobo hambriento el cuerpo de ella. Se quitó toda su ropa, dejando libre su erección. En tres años de ser activa sexualmente, Dany solo lo había hecho con un chico y no era algo que le gustará mucho, realmente prefería a las mujeres. Eran más delicadas en todos los sentidos. Roberto la lanzó a la cama, se agachó al lado de sus pantalones y sacó un condón.
—Hombre precavido… —Dejó el resto del refrán en el aire y se acomodó sobre Dani rozando su pene en la entrada de la vagina.
—Hazlo de una vez. —pidió Dany que ya quería terminar.
— ¡Por dios! —Soltó Roberto al entrar en Dani por lo apretado que lo sentía.
El resto del tiempo todo fue igual que con el chico que había estado. Solo meter y sacar, ella solo rogaba que terminara de una vez. Al terminar Roberto cayó sobre ella cansando. Ella lo movió a un lado porque la estaba aplastando.
—Eso fue… muy bueno, pareces virgen, las chicas con las que he estado demuestran su experiencia. —Su voz salía agitada. El comentario estúpido de Roberto enfadó un poco a Dany, las insinuación que le hacía de esas otras chicas le pareció que no era de hombre hacer comentarios.
—Eres el segundo. —Dijo tratando de cortar con la conversación. Quizás atacando su ego se le olvidarían las otras estupideces que quisiera decir.
—Y seré el último —Besó sus labios— ¿Qué haces aquí?
—Me sentí mal por cómo me comporté esta mañana en tu auto cuando contraste tus sentimientos. Por lo que planee esto, yo también quiero estar contigo, pero me daba miedo, esto es nuevo para mí —Mintió de la forma más descarada.
—Fue un gran plan, ¿Hasta cuándo tienes la habitación? Tengo un par de condones más y podríamos utilizarlos.
Dany le respondió acariciando su pene para que se erectara otra vez. Quería borrar de su piel los besos, sus caricias de ella, la odiaba y se arrancaría a esa idiota como fuese.
Dani despertó y a su lado estaba Roberto. Un sentimiento de rabia la invadió al pensar en todas esas veces que ella la dejaba sola durmiendo en una habitación de hotel después de tomar su cuerpo a placer y luego la dejaba ahí para irse y volver a su vida en ella que ella no existía. Se levantó y se dio una ducha, al salir vio como el chico se despertaba.
—Buen día. —Se reincorporo y se apoyó en sus codos.
—Debemos hablar Roberto. —el chico se levantó de la cama y quedo a la par de Dani aún desnudo. Tomó las manos de la ella y las besó.
—Fue la mejor noche de nuestras vidas —Dany quería decirle que hablara por él—, me gustas Dany, y quiero que seamos más que un acoston, tienes potencial para ser la chica que quiero para mí.
Dani se sintió culpable porque ella sólo lo quería para sacarla de su mente.
— ¿Que sucederá ahora? —preguntó ella a punto de llorar porque sabía que seguía.
—Se mi novia. —Pidió pegando su frente a la de ella. Danielle quería llorar, porque ella quería que eso mismo le dijera ella. Quería que en vez de esas negativas y pobres excusas que le daba se convirtiera en esa anhelada petición.
—Sí, te acepto. —Roberto la tomó de su rostro de forma delicada y la besó. Cuando se separaron para tomar aire el le dió un último beso en su frente y se fue a bañar.
Dani se vistió en silencio y esperó a que su novio saliera del baño. El camino de regreso a su casa fue silencioso y llenos de pequeños besos que él le robaba cuando había un semáforo en rojo.
—Hemos llegado a su palacio princesa —informó a Dani— ¿Quieres que te acompañe hasta tu casa y hable con tus madres? —. Dani negó, sonrió y le dio un beso antes de salir del auto.
—Hoy no iré a clases, debo arreglar algunas cosas aquí en casa. —se recargó en la ventana del copiloto para informarle a su novio, el chico asintió y cuando ella entró a su casa el arrancó su auto.
A penas Dani cerró la puerta tras de ella, aparecieron su dos madres con un aspecto cansado y los gestos de sus rostros serios.
— ¿Dónde estaba usted señorita? —Reclamó Gio colocando sus manos a ambos lados de sus caderas.
—Mamá, estaba… —iba a mentir pero ya estaba cansada de las mentiras—, estaba con mi novio, Roberto. — Gio hablando sus facciones mientras que Paula se puso aún más molesta.
— ¿Crees que eso es una respuesta Danielle? —Le gritó a su hija. Dany se sintió rara al escuchar a su mamá Paula decirle por su nombre y no por sus nombres de cariño.
—Mamá, a las dos le debo una gran disculpa, se que no debo hacer… —Paula levantó la mano para indicarle que parara. No quería escuchar excusas
—Estas en mi casa y debes respetar este lugar, si quieres hacer de las tuyas hazlo cuándo tengas un techo propio, ahora ve a cambiarte que te llevaré a la universidad. —Le regaño de una forma que la dejó herida e impresionada. Era la primera vez que su madre le gritaba y la trataba así.
Escuchar a su madre diciendo todo eso, más todo lo que le había pasado el día anterior hizo que Dani explotara y se enfrentara a su madre.
—No, no iré a ningún lugar hoy. No me puedes decir que hacer ya soy mayor —Levantó un poco la voz con altanería. Paula quedó paralizada porque su bebé, esa pequeñita a la que le contaba historias para que durmiera, le levantara la voz, y de manera involuntaria le dio una cachetada.
—Dan… —Paula se giró a ver a su esposa quién estaba igual de impresionada que su hija por esa acción.
—Dani nada. —dijo soltando el llanto y se fue corriendo a su habitación.
— ¿Qué fue todo eso mi amor? —Preguntó Gio acercándose a su esposa que tenía una mano en su corazón y los ojos cerrados.
—Me ha dolido más a mi que ella, su actitud grosera hizo que reaccione así. —Abrió sus ojos y vio a su esposa que la observaba con preocupación y la abrazó.
—Buenos días familia —Dijo Gaby con la voz rasposa entrando a su casa.
—Gio, haste cargo, no puedo hacer esto. —Paula le dio un beso a su esposa en la frente y subio a su habitación.
Gio se quedó observando a su hija, se veía cansada y olía a alcohol. Cerró sus ojos para contenerse de no cometer el mismo error que su esposa.
— ¿Dónde estabas y por qué llegas en ese estado, Gabrielle? —Preguntó Gio llevando sus dedos a su tabique.
—Estaba en una fiesta, juro que salí temprano, pero… —Paro un momento meditando si decirle a su madre o no—, pero me quedé dormida en el auto, porque estaba muy borracha.
Gio apretó su mandíbula y se contuvo de darle una cachetada a su hija.
— ¿Estas diciendo que ibas a manejar ebria? ¿Ebria? ¿Que demonios está pasando con ustedes? —Gaby abrió sus ojos al ver la molestia y decepción en su Mamá
—Me quedé dormida mamá —susurró como si eso calmara todo—, lo siento, es la primera y la última vez que hago esto, lo prometo —Observó a su madre con dolor y vergüenza—, pueden castigarme, si gustan —se acercó a su madre y le dio un abrazo—, lo siento de verdad.
—Te dije apenas ayer temprano que moriría sobre pasaba algo y mira —Gaby apretó más a su madre contra su cuerpo—, ¿Dónde está Manuel?
—El se quedó en casa de Mario, parece que a pesar de estar más intoxicado que yo si pensó en su seguridad y en la de otros. —Reflexionó Gaby.
—Gabrielle… —Regañó Gio—, tu hermana también llegó hace unos minutos —Gabrielle endureció su rostro, imaginando todos los escenarios posibles que explicarán el motivo de que si hermana durmiera fuera sin decirle nada.
— ¿Con quién estaba?
—Dijo que con su novio Roberto. —eso fue como recibir un golpe al hígado, ella odiaba a ese idiota, algo en el no le gustaba.
—Me iré a dormir mamá, estoy cansada y me duele la espalda. —su madre asintió y le dio un beso en la mejilla.
Gio soltó un gran suspiro. Gaby había reacción de una forma diferente a como lo hizo su hermana, claro que Paula le había hablado de forma más severa, pero aún así no era una excusa para desencadenar todo ese momento hace unos minutos. Presentía que a su hija algo le sucedía. No se equivocaba.
Gaby subió a su habitación y se dio un baño reparador que la dejó como saco de boxeo. Pero antes de dormir le vinieron esos ojos a su cabeza y dibujó una gran sonrisa en su rostro.
En la habitación de al lado Dani se encontraba llorando sin consuelo. Su vida se volvió una locura, la situación con aquella mujer siendo igual que siempre, tenía un novio gracias a querer olvidarla y por último había recibido un golpe más un regaño de su madre por culpa de todo los sentimientos que ella ocasionaba.
Era definitivo, la debia sacar de su vida, sin miramientos, sin piedad, así como ella hacía cada vez que se iba y la dejaba sola después de utilizarla. Le debía una disculpa a sus madres por su arrebato.
—Así como te amo con todo este masoquismo, mañana será un placer odiarte Tabatha.