La doctora dominada por un señor mayor

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Me llamo Mariana, tengo treinta y ocho años, soy sumisa -me gusta serlo- y descubrí que soy Brat. Tengo mi personalidad y criterio bien formados desde niña, aunque mi señor tuvo que desnudarme en cuerpo y alma para que yo pudiera entenderlo.

Hasta el año pasado mi vida era la vida normal de una mujer de 38, divorciada, con una hija que ya puede cuidarse sola, mucha energía y ganas de sentirme viva. Tengo un gran círculo de amigos y conocidos con los que salgo constantemente a divertirme, tomar algunos tragos, disfrutar de la música, bailar, hablar y al final de algunas de esas jornadas, terminaba teniendo sexo con algún chico que recién conocía – hasta 10 años menores que yo -; mis amigas aún me molestan y me dicen que me mantengo regia y bonita por mi vida de vampiresa, explican que absorbo esta vitalidad de los jóvenes con que me acuesto.

Estos son amores de sexo repentino y pasional, que la mayoría de las veces no se repite más de dos veces en el año, sin apegos, sin sentimientos, sin obligaciones y con la única condición de que nunca nadie sepa lo que paso.

Este año uno de esos chicos generó en mi un vínculo irrompible. Es un vínculo mental, no puedo vivir sin obedecerle, me domina su propia presencia; él se auto reconoce como Dominante en las relaciones BDSM, y particularmente estaba en búsqueda de una sumisa.

La primera vez que tuve sexo con él, fue como otra conquista de una noche, uno más para la lista; eso pensaba yo, sin embargo, su forma de tomarme esa noche lo incrusto en mi mente y recuerdo, deseaba volverlo a ver y pronto, además muchas veces.

En mi vida social, profesional y hasta en el hogar, tengo el liderazgo, la vocería y se me reconoce como jefe y líder. Soy la que toma decisiones y organiza el trabajo diario del grupo. Soy metódica y la gente que me rodea generalmente está bajo mis órdenes. Soy además abogada, lo que hace que sea rigurosa con mi posición, educación, criterio político y cultural, toda una mujer empoderada. Todo esto me mantiene estresada y siempre he fantaseado con que alguien más decida por mí, cualquier cosa… mi cuerpo y mente requerían un descanso urgente, que alguien asumiera el mando y que me ordenara que hacer.

Fue entonces cuando al darse la oportunidad de un segundo encuentro con Alex, el me preguntó qué tan obediente podía llegar a ser en una relación. Y hubo un choque dentro de mí: ¿Obedecer? ¿A este chico? ¿Qué quería decidir por mí? ¿Qué quería ordenarme que hiciera?, mi ego peleaba en mi cabeza con mi fantasía de ser controlada. Pensé de la forma más práctica, que, si quería ese segundo encuentro, la respuesta correcta debería ser: Muy Obediente.

No me había alcanzado yo ni a imaginar que acababa de adentrarme en un proceso de entrenamiento para convertirme en sumisa, que me fascino. Confieso que nunca había siquiera leído sobre el tema, no me generaba curiosidad y menos conocía que existía una comunidad integrada por dominantes y sumisas, con reglas, clasificaciones, principios, etc

Decidí aceptar el reto y ser su sumisa, empecé a recibir premios y castigos, como una perra cuando la entrenan, muy duro al comienzo porque mi ego no me permitía cruzar cómodamente la línea, pero fui cediendo al entender que, así la palabra lo diga, ninguno está sobre el otro, ambas partes están en igualdad de condiciones, el respeto es el mayor valor y la principal regla entre ambos, es una forma de mostrarle al otro todas sus debilidades, carnales y emocionales, es la única persona con quien puedes hablar francamente sobre todo, absolutamente todo. Las mentes y los corazones de ambos se enlazan de forma tan perfecta, que podrás saber que le falta al otro apenas con verle o escucharle, cuáles son sus deseos y al final, el placer de uno solo se da, si se garantiza el placer al otro.

De mi Señor aprendí que, aunque hay relaciones dominantes – sumisas basadas en el Sadomasoquismo -el dolor-, no era lo que él buscaba, no era un señor Sádico, su interés estaba en tomar, hacerse dueño y reconstruir mi mente (reconstruir porque antes debía demoler en ella mi ego, mi ansiedad, mi altanería, mis prejuicios conservadores y religiosos, necesitaba que volviera a nacer en lo que de verdad necesitaba y quería). Este proceso me costó lágrimas de sangre, sus castigos llegaban a mi alma sin necesidad de tocarme un pelo, preferiría mil veces que hubiesen sido físicos. Pero los premios eran a su vez, maravillosos, era supremamente placentero y adictivo estar con él, Su dominación y la búsqueda de su placer, dependía de que yo obtuviera, razón por la cual su dominación se volvió mi droga favorita.

Aprendí entonces que mí sumisión no consiste en: azotes, ponte de rodillas, come en el piso, lastímate de esta forma o aquella, humíllate y haz lo que yo ordeno.

Aprendí que mí sumisión no reside en aguantar más dolor, aceptar cualquier orden, no respetar lo que soy, fallar a mis principios y dejar la personalidad a un lado…

Fui consciente de que la sumisión es una parte de mí, la parte que busca esa guía, la parte que busca descanso y cede el mando a esa persona que se gane tal entrega, mi corazón y mi mente, a Alex.

He aprendido a dominar mi ego y es fácil para mi hacer algo que antes nunca habría querido hacer, pero que ahora, sé que, haciéndolo, hago feliz a Alex, mi Señor, porque es su voluntad, porque se lo merece y se lo ha ganado.

Es que todos pensamientos se reducen a mi Señor cuando estoy conectada mentalmente con él, como ahora que escribo este texto. Estoy segura que su guía me va hacer mejor como sumisa y como persona.

Lo más importante que he aprendido, es que para que todo esto pase, la otra persona, el que quiere ser el Amo, se lo tiene que ganar. La entrega y la voluntad, no se regalan, así como así; el Amo lo tiene que trabajar día a día, poco a poco, también es un trabajo arduo para él.

Soy Brat, pero no soy una niña malcriada, no soy una insumisa y ni mucho menos una sumisa Alfa, como he leído por ahí.

Aprendí que SOY SUMISA, pero no acato ordenes de quien considero que no se lo merece. No aguanto pendejadas, ni tampoco aquellos que van de sobrados, los que solo quieren jugar a estar a la moda, a ser el Sr. Grey. Aprendí que es más fácil responderle a tu Dominante: «No» a darle la razón aunque no la tenga y en contra de mi voluntad y principios.

Soy Sumisa, pero igual tengo permitido por mí, y por mi Señor, seguir siendo cínica, sarcástica, con ideas muy claras, a replicar cuando creo que no debo hacer algo.

Nunca más le regalaré el trato de Señor, de Dom o Amo, al primero que me dice «Soy Dominante». Soy sumisa… aunque no de las que dice a cualquiera «Sí, Señor».

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