La historia que comprueba que hasta el más feo puede ligar
Como toda persona normal en este mundo, odio los lunes. Siempre he sido partidario de que existiese un día entre el domingo y el lunes que nos mentalizase de que al día siguiente hay que ir a trabajar; o que incluso hiciesen todos los miércoles del año festivos; así la gente iría con otro ánimo al trabajo, pero bueno, es tontería darle más vueltas al tema.
Es curioso que empiece la historia quejándome de los lunes cuando uno de los días más felices de mi vida sucedió el primer día de la semana. Yo aún estaba en el instituto, en primero de bachiller para ser más exactos, todavía sigo encontrándome fotos de aquella época cuando voy a casa de mi madre. No era muy diferente al resto, granos por toda la cara, ropa ancha y un puñado de pelos en el extremo inferior de mi mentón que me hacían sentir importante.
Lo llamativo de aquella época no era mi aspecto, sino como con las pintas que llevaba conseguí ligarme a una de las tías más buenas del instituto. Estaba en casa cuando de repente me llega un mensaje al móvil “Espero no pillarte la próxima vez”; en ese momento no entendía nada, yo estaba acostumbrado a un “Hola” o directamente un “Qué pasa!?” ¿Pero esa frase? Me descolocó.
Contesté con un «Quién eres?» pero en ese instante me fijé en la foto de perfil y no me lo podía creer, era Marta Casanova de segundo curso. Esa chica era jodidamente perfecta; morena de pelo liso, culazo, tetazas, era como si el propio Miguel Ángel la hubiese esculpido para que todos los hombres se excitasen al verla.
Cuando comenzamos a hablar, le pregunté que a qué se refería con la frase que me había mandado antes; y es que hoy casi me atropella cuando estaba haciendo prácticas con la autoescuela. Yo la verdad es que no me acordaba pero haciendo memoria sí que me sonaba que un coche pasase muy cerca de mí cuando estaba cruzando el paso de peatones, casi me mata la muy cabrona, pero bueno, gracias a ello estoy hablando con ella.
Seguimos hasta altas horas de la madrugada, era viernes, así que no nos veríamos hasta el lunes en el instituto por lo que continuamos hablando. Yo me solía hacer un poco el interesante, tardaba en contestarle o incluso le contestaba de forma borde para parecer chulo, eso sí, tardaba tanto en contestar porque me tiraba horas pensando en posibles respuestas y sobre todo en qué me podría contestar ella. Era la primera vez en mi vida en la que estaba deseando que se pasase el fin de semana para que empezasen de nuevo las clases.
El sábado y el domingo fueron eternos, parecía que no iban a terminar nunca pero ya daba igual, era lunes e iba a poder ver a Marta. Cuando llegué al instituto no quise encontrarme con Marta, pero mi polla quiso buscarla desesperadamente, y así fue.
Unos pasillos después me la encontré en uno de los bancos hablando con sus amigas, en ese momento me empezaron a temblar las piernas, no sabía muy bien cómo actuar y mucho menos qué decir. Mi cabeza empezó a darme ideas pero ninguna de ellas parecía convencerme del todo así que pasé por delante sin más, sin ni si quiera mirarla.
El corazón me latía a mil, ni yo mismo sabía cómo había conseguido hacer eso, yo, un chico de primero pasando de una de segundo, era la hostia. Inconscientemente me dirigí a clase e intenté distraerme un poco hablando con mi amigo Maikel, hasta que llegó la profesora pero para mi sorpresa no venía sola sino con gente de segundo y para más inri Marta.
-Cómo ya vine avisando semanas anteriores hoy os darán una charla sobre las asignaturas a escoger para el año que viene alguno de los alumnos de segundo, prestadles mucha atención y tomad nota.
-Vieja zorra de mierda, no podías haber hecho la charla otra semana pasó por mi mente.
Los alumnos de segundo buscaron asiento entre las sillas que aún quedaban libres y para mi desgracia había un hueco libre, el cabrón de Maikel me había traicionado y se había puesto con Carmen. Marta no se lo pensó dos veces y se sentó a mi lado sin hacerme caso alguno, después de varios minutos en silencio decidí iniciar la conversación.
-Hola conductora temeraria dije con tono vacilón.
-Ahora sí me hablas dijo ella dedicándome una mirada de indiferencia.
-Perdóname por lo de antes, pero estabas con tus amigas y me daba mucha vergüenza saludarte.
-Yo no hablo con chicos vergonzosos, yo quiero chicos valientes agregó y en ese instante puso su mano sobre mi paquete.
Retrocedí al instante provocando que la silla se fuese hacia atrás provocando un ruido que llamó la atención de toda la clase. Tras pedir perdón y sentar bien de nuevo la clase prosiguió.
-¿Qué haces? Le susurré a Marta.
-Intento que nos lo pasemos bien ¿o es que acaso no lo ves? Respondió ella. ¿Tienes lo que hay que tener o eres un friki como todo el mundo piensa?
Mi inexperiencia me hizo mantenerme callado ante esa situación y pregunta; cosa que ella aprovechó para poner de nuevo su mano sobre mi paquete. Llevaba vaqueros por lo que tenía que hacer más fuerza de la normal para que yo sintiese algo pero no nos engañemos, a los tres segundos mi polla estaba más dura que la mesa.
Yo solo agradecía haberme sentado ese día en la última fila, si nos pillaban podíamos darnos por más que expulsados.
Cansada de frotar mi pantalón empezó a desabrocharme todos y cada uno los botones del pantalón, con la delicadeza suficiente para que no se escuchase. Yo miraba fijamente a la pizarra intentando disimular aquella escena. Marta había conseguido sobre pasar las barreras de protección y ya jugaba con mi polla entre su mano.
Comenzó a estimularme los testículos, nunca antes me lo había hecho, ni incluso yo a mí mismo; solo supe que me encantaba.
Mi polla cada vez sobresalía más del pantalón hasta el punto de que ella me lo bajó por completo y la dejo a la vista de cualquiera que girase la cabeza hacia nuestros asientos. Cada vez que Marta me miraba podía leer en su mirada que estaba deseando llevarse mi polla a su boca y como si de un adivino se tratase eso hizo, aprovechó un instante en el que uno de sus compañeros puso un vídeo en el proyector y apagó las luces para agachar la cabeza y comerme el pene. Nada más notar la campanilla de su garganta en la cabeza de mi polla me corrí, noté que ella echó la cabeza para atrás como acto de sorpresa, no se esperaba que me corriese tan deprisa pero aun así mantuvo mi polla en su boca y se lo tragó todo; incluso subió y bajó un par de veces arrastrando los dientes sobre mi falo para que no le quedase nada por tragar.
Así que con el vídeo finalizado, se encendieron las luces y Marta se levantó como si acabase de coger un lápiz del suelo y tras relamerse y limpiarse la comisura de los labios salió a exponer su parte del trabajo mientras yo quedaba inmóvil en mi silla viendo como Marta hablaba delante de todos mis compañeros y sabiendo que el aliento le olería a mi polla.