LA MADRE DE MI NOVIO

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Esta historia tiene los nombres menos originales del mundo. Yo soy María, tengo 20 años, soy morena, ni guapa ni fea, ni alta ni baja, ni gorda ni delgada. Una chica normal. Estudio arquitectura en la universidad con buenas notas y poco más hay que contar.
Mi novio se llama Mario, tiene 21 años, trabaja de comercial vendiendo licores y, como yo, es un chico del montón, sin nada reseñable salvo el tamaño de su polla, que es enoooorme. De verdad, he visto porno y sé de lo que hablo. Y sabe usarla, el cabrito de él. Echamos unos polvazos que me deja destrozado el coño, y cuando se la chupo he de hacerlo respirando por la nariz porque me tapa toda la boca.
Su madre se llama, cómo no, María, aunque ambos la llamamos Mami; él porque lo es, y yo porque le he tengo tanto cariño que es como una madre para mí. 37 años, encargada en una tienda de ropa, guapa y con muy buena figura.
Del padre de Mario hablaré más tarde, o hablará Mami, más bien.
Hace dos semanas me llamó Mami:
—María, ¿te ha dicho Mario que tiene que ir tres días a Madrid a la feria de hostelería?
—Sí, lo hablamos ayer y había pensado en ir con él. Total, el hotel lo tiene pagado y llevo tiempo sin viajar…
—Oye, pues yo había pensado que por qué no nos tomamos esto como un fin de semana de chicas. Vamos de compras, a la piscina, al cine… ¿Qué te parece la idea?
—Pues genial, Mami. Tres días para nosotras, sin hombres, ja, ja, ja…
—Pasa a buscarme el jueves a última hora por la tienda y que empiece el desmadre, ¿de acuerdo?
—Desde luego que sí, pero ¿no trabajas el viernes y el sábado?
—¡Bah, me deben tantas vacaciones que me puedo permitir este capricho con mi nuera…!
Llamé a Mario para darle aviso del cambio de planes y le pareció bien. A fin de cuentas, él iba a estar trabajando 12 horas en la feria y tampoco íbamos a estar juntos.
El jueves fui a la tienda a falta de media hora para el cierre y Mami me presentó a todas sus compañeras, que poco a poco fueron marchando. Ya solas me preguntó si tenía bikini para la piscina y le dije que uno viejo, pero que me servía.
—Tonterías, vamos a coger un par para cada una y, de paso, coge lencería sexy para calentar a tu novio, ja, ja, ja…
—Mami, que no puedo pagar esto, que yo no trabajo…
—No te preocupes, lo pago yo que tengo precio especial…
Me puse a mirar y cogí dos conjuntos normalitos de bikini con braguita cuando se acercó Mami con otro más en la mano y dos conjuntos de lencería con encajes. La braguita del bikini era un tanga de hilo y me eché a reír porque nunca he usado y no sabía cómo le quedaría a mi culo.
—No pasa nada, si no te gusta cómo te queda lo devolvemos y en paz, dijo cortando mis protestas.
Salimos de la tienda con los paquetes a los que había añadido prendas para ella y fuimos a cenar una pizza al lado de casa.
—María, quédate esta noche a dormir, que Mario se ha marchado esta tarde y así nos hacemos compañía.
Accedí rápidamente y llamé a casa para avisar de mi ausencia todo el fin de semana. No suelo dar explicaciones de adonde voy, pero me gusta que estén tranquilos.
Cuando llegamos a su casa, Mami quiso darse una ducha y me quedé en el sofá chateando con Mario hasta que salió del baño y me pidió que le ayudara a secar la espalda. Colgué y levanté la vista para descubrir a Mami desnuda ante mí, como una Venus de Botticelli recién salida de las aguas.
—¡Mami!, exclamé.
—Ay, María, no te asustarás ante una mujer desnuda…
—No, no, qué va, es que me has sorprendido. Si en el gimnasio nos cambiamos todas en pelotas, pero no esperaba que tú…
—Venga, pues sécame. Y luego te duchas tú y nos probamos lo que hemos traído.
Le eché la toalla por la espalda y comencé a frotar suavemente. Se dio la vuelta y, frente a mí, me pidió que la secara completamente. Tragué saliva cuando mis manos se apoyaron, toalla mediante, en sus pechos y los frotaron hasta notar cómo se endurecían los pezones. No me atrevía a levantar la mirada para que no viera lo colorada que me había puesto al tocar su cuerpo desnudo. Aunque es verdad que en el gimnasio o cuando iba al instituto nos duchábamos desnudas y hacíamos bromas al respecto, nunca había estado en esa situación de intimidad con otra mujer. Al acabar me di una ducha y noté que me había puesto caliente y me toqué un poco el clítoris excitada. No continué por respeto a Mami, que me esperaba en el salón. Salí cubierta con un batín y Mami me esperaba vestida con una camiseta larga y las bolsas de las compras en la mano.
—¿Nos los probamos aquí o en mi dormitorio, que tengo un espejo grande?, dijo con voz sensual.
—Donde quieras tú, que mandas en tu casa.
—Pues ve preparando un par de copas mientras desempaqueto todo y vamos probando la ropa.
Mientras preparaba dos gintónics Mami apoyaba los diferentes conjuntos sobre el respaldo del sofá, emparejando los sujetadores con las correspondientes braguitas.
—Esto es tuyo y esto mío, María. Al ataque…, dijo sacándose la camiseta por encima de la cabeza y mostrando una vez más su bonita figura. —Nena, no te dará vergüenza desnudarte delante de mí, ¿verdad? Soy como tu madre…
Realmente me sentía turbada ante la visión de su cuidado cuerpo, de sus pechos firmes y su liso vientre en el que apenas se distinguían una estrías propias de la edad. Al darse la vuelta para recoger su primer conjunto me fijé en su culo sin marcas de celulitis y sentí envidia y admiración por mi suegra. Nunca me han atraído las mujeres, pero Mami me parecía un bellezón y me estaba poniendo cachonda. Finalmente me quité yo también el batín y me mostré desnuda con gran vergüenza, tapando mis partes íntimas con las manos.
—¡Pero niña, quita esas manos de ahí, que somos familia…! A ver, qué escondes ahí…
Me separó las manos del cuerpo y me recorrió de arriba abajo con la mirada.
—Pues sí que tiene buen gusto mi niño… ¿Por dónde empezamos? ¿Por los bikinis? Venga, ponte el negro…
Totalmente sometida a su voluntad tomé la prenda que me ofrecía y la coloqué en mi cuerpo. Me sentaba bien y me sentía aliviada por cubrir mi desnudez. Ella se puso uno rojo que le tapaba NADA. Apenas un trozo de tela cubría los pezones y otro triangulito hacia lo propio en el pubis. Al darse la vuelta vi cómo el cordón del tanga se ocultaba entre los cachetes del culo perfecto. ¡Ni de coña iba a ponerme yo algo así, vamos!
—¿Qué tal me está?
—Brutal…, fue la palabra que me salió y que provocó la carcajada de Mami. Y la verdad es que estaba para comérsela.
—Pues ahora ponte el tuyo…
Era imposible que a mí me sentase igual de bien la prenda, porque no tengo sus tetas ni su culo, pero ante su insistencia cedí y me apliqué a intentar lucir el bikini con algo de gracia. Era mi primer hilo dental y no me sentía cómoda. El sujetador cumplía su misión sobre mis tetas, pero el hecho de no verme el trasero me incomodaba un poco.
—Espera, que esto lo soluciono en un momento. Te hago una foto de espaldas y ves el resultado.
Dicho y hecho, sacó el móvil e hizo una serie de fotos a mi espalda y de frente también, haciéndome posar como una modelo. Llevábamos dos copas ya y me sentía con menos vergüenza, y cuando me enseñó las fotos aluciné: no podía creer que ese culo fuera mío. En las fotos se veía perfecto.
—Hazme ahora unas a mí, María, que quiero lucirme un poco.
Mami empezó a posar como una profesional y cada vez adoptaba posturas más sexis. Me estaba poniendo un poco caliente cuando me dijo que la imitara. Traté de emular sus poses provocativas y al final me pidió que mostrara los pechos, lo que hice sin reparo. ¡Ay, el alcohol…!
Finalmente nos pusimos las prendas de encaje que había elegido y continuamos la sesión de fotos y de gintónics hasta que la lengua se nos hizo de trapo y, desnudas en el sofá, comenzaron las confidencias.
Mami quiso saber cómo nos habíamos conocido y qué tal vida sexual llevamos, y aunque me daba vergüenza contestar, la ginebra habló por mí y le detallé el enorme tamaño de la polla de su hijo y el placer que me daba en cada polvo. En ese momento yo estaba cachonda perdida y a Mami se le llenaron los ojos de lágrimas sin saber yo por qué. La abracé y nuestros pechos desnudos se juntaron, haciendo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal y un cosquilleo en mi coño me llevara a hacer algo insólito: tomé el rostro de Mami entre mis manos y fui sorbiendo sus lágrimas hasta acabar en sus labios, besándolos suavemente. Mami reaccionó abriendo ligeramente la boca y ofreciéndome su lengua para iniciar un morreo bestial. No podía dejar de besar a esa extraordinaria mujer que ya estaba acariciando mis pezones excitados. Mis manos amasaban sus perfectas tetas y pronto fue mi boca la que tomó posesión de sus pezones duros como piedras.
Fuera de control, me recostó sobre el sofá y sus labios bajaron a recoger los líquidos que manaban de mi vagina, excitada como pocas veces en mi vida había estado. Su lengua jugaba con mi sexo lamiendo la rajita y succionando el clítoris hasta provocarme un orgasmo monumental que me hizo gritar como una loca, llenando la boca de Mami de mi corrida.
Tras recuperar el aliento, una sensación de vergüenza se apoderó de mí e, instintivamente, cubrí con las manos mi desnudez e intenté levantarme para irme a mi casa, pero no me tenía en pie debido al alcohol ingerido y tuve que volver a sentarme.
—María, ¿éstas bien?
No, no estaba bien. La madre de mi novio me acababa de comer el coño como ni siquiera él lo había hecho, dándome más placer del que nunca había sentido. No estaba bien. Pero lo peor era que estaba deseando hacerle lo mismo y comerme entera a esa diosa que compartía asiento y desnudez en el salón.
—Mami, ¿qué me has hecho? Nunca he gozado como ahora, dije tomando sus manos en las mías y llevándolas a mis tetas.
Inició así un masaje mientras una de mis manos se adentraba entre sus piernas en busca de un tesoro encharcado. Era mi primera vez con una mujer, pero no tenía ninguna duda de lo que debía hacer. Las piernas de Mami se separaron para darme acceso al lugar en el que deseaba perderme en ese momento. Me arrodillé en el suelo y se acomodó para ofrecerme su coño jugoso abierto y brillante. El sabor dulzón de sus fluidos llenó mi boca de inmediato, y sus gemidos sonaron en el salón como música celestial. Instintivamente, mis labios y mis dedos acariciaban las partes íntimas de Mami y no tardó en agitarse inquieta ante mis ataques. Yo seguía cachonda perdida y mantenía una mano en mi coño masturbándome y cuando, tras un ligero mordisqueo en su clítoris, llegó la explosión de placer de Mami, mi boca se llenó de líquido dulzón y caliente, y no dudé en compartirlo con quien acababa de expulsarlo. Abrió los labios y dejé caer en ellos parte de su corrida, iniciando un cruce de lenguas ansiosas de placer.
Más calmadas, nuestras miradas se fijaron en la otra, y, haciéndome levantar, tomó mi mano y me condujo a su habitación. Nos acostamos frente a frente y me habló:
—María, te voy a contar mi historia. Mi hijo no sabe la verdad, y espero que respetes mi secreto hasta que un día se lo cuente, si lo hago.
—Claro, Mami, si así lo quieres, así será.
—Ya sabes que a Mario le he dicho que su padre murió al poco de nacer él y que recibimos una pensión por ello. Es mentira. Ya te dije que soy huérfana, más bien una niña abandonada, y crecí en un orfanato de monjas en el que, la verdad, fui bastante feliz. Muy inocente, pero feliz. Hasta el día que llegó el nuevo profesor de Historia. ¡Joder, qué guapo era el cabrón! Nos tenía a todas encandiladas a los 15 o 16 años que teníamos entonces. Simpático, con un pico de oro que nos cautivaba, y siempre una palabra en los labios para que cada una se sintiera especial. Solo tenía una pega: era cura. Y pasó lo que tenía que pasar. Un día una compañera vino diciendo que tenía una polla enorme y que se la había chupado, aunque no la creímos. Éramos muy ignorantes, pero a la vez curiosas, e iniciamos entre todas una especie de concurso a ver si era verdad. Y gané. Y perdí. A los 15 años yo ya tenía muy buen aspecto, y un día me maquillé un poco y me subí unos centímetros la falda y me lancé al ataque. No me hizo mucha falta insistir. A los cinco minutos de estar en el despacho ya había cerrado la puerta y sacado un pollón que me asustó. En clase nos habían explicado cosas, pero no esperaba esa monstruosidad. Intenté meterlo en mi boca, pero no cabía. Yo lloraba, arrepentida. El cabrón insistía pero no había manera. “Pues no me vas a dejar así, zorrita”, me dijo. Me tomó con fuerza, me quitó las bragas, lubricó un poco mi coño y me la metió. ¡Dios, qué dolor! Sentí que todo se rompía en mi interior. Con una mano tapaba mi boca y me impedía gritar mientras me penetraba como una taladradora destrozándome el coño. Perdía el conocimiento por el dolor, y cuando lo recuperaba seguía dentro de mí hasta que se corrió. Dentro, sin pensar en las consecuencias. “Y ahora, vete a decir a tus amiguitas cómo tengo la polla”. Se quedó mis bragas como trofeo y más tarde descubrí que no eran las únicas que guardaba. Esa primera vez fue por mi provocación, pero las siguientes me obligaba a ir a su despacho con cualquier excusa y me violaba. Una vez que quiso hacerlo y yo no quise por estar con la regla me dijo que, o se la chupaba, o le traía a otra virgen, o que me follaría por el culo. Fui incapaz de lo primero y mucho menos de entregarle a una compañera, así que me destrozó el culo. Apenas sin preparación me folló salvajemente hasta hacerme sangrar, y estuve varios días sin poder sentarme hasta que curaron mis heridas. Y pasó lo que pasó. Me quedé preñada. En cuanto se supo, lo mandaron de “misiones” a Centroamérica y nunca más se supo de él. Tuve a mi hijo, continué estudiando y las monjas pagaron toda mi carrera mientras cuidaban a Mario. Desde que me independicé a los 23 años y comencé mi nueva vida, todos los meses recibo un sobre con dinero. Entre 800 y 1000 euros en un sobre sin remite, pero con un evidente olor a cera de iglesia. Esto no lo puede saber mi hijo, prométemelo.
—Te lo juro, Mami, dije llorando como una Magdalena.
Nos abrazamos desnudas y nos quedamos dormidas.
Al despertar, el rostro sonriente de Mami me miraba con fijeza. Mi cabeza retumbaba por la resaca de la noche anterior y poco a poco fui consciente de lo ocurrido. Me sentía avergonzada por lo que habíamos hecho, pero también feliz por que Mami me hubiera hecho una confidencia tan importante de su vida. Devolví la sonrisa a Mami y la abracé.
—Buenos días, cariño, ¿cómo has dormido?
—Buf, qué resaca tengo…
—Bah, tranquila… una ducha y un buen desayuno nos pone en forma para ir a la piscina a ligar, ja, ja, ja…
Saltamos de la cama y volví a fijarme en su estupendo cuerpo, y al observarla de frente recordé que unas horas antes estaba saboreando su coño y un calorcillo se apoderó del mío.
—¿Nos duchamos juntas para ganar tiempo?
No podía negarme a nada que me pidiera esa extraordinaria mujer y la seguí como un corderito hasta el baño. Mientras regulaba la temperatura del agua mostraba su trasero ante mí y hablé:
—Mami, lo de anoche…
—Nada, lo de anoche, nada… ¿Lo pasaste bien? Pues ya está. No hay nada de qué arrepentirse ni pensar que se pueda repetir.
Me extrañó la frialdad de sus palabras, de modo que acepté su invitación de entrar en la bañera y nos ayudamos mutuamente a lavar nuestros cabellos y cuerpos, aunque mi mente estaba deseando abrazarla y acariciarla. Al salir de la ducha nos envolvimos juntas en una gran toalla y nuestros pechos se juntaron, provocándome una excitación en los pezones que Mami acogió con una sonrisa.
Tras un buen desayuno que desterró los restos de la resaca nos preparamos para ir a la piscina. Yo había cogido el bikini negro, pero Mami dijo que echara a la bolsa los tangas, que íbamos a lucir los cuerpos, no a un funeral. Nos dirigimos a una piscina en un club privado que yo no conocía, y en el que me dijo Mami que tenían una zona acotada para nudistas. Ni de coña iba yo a desnudarme en público, le dije, pero me indicó que no era obligatorio, que era un lugar muy grande y no había curiosones mirando. En el vestuario me coloqué mi bikini y Mami salió con su espectacular tanga y se rio de mí.
—Pareces una monja… Ponte el dichoso tanga y luce tu cuerpo, mujer, que no pasa nada…
Obedecí y me despojé de las prendas ante ella mostrándome desnuda una vez más.
—Mi niña, estás muy rica… Vamos a arrasar allá fuera.
Nos dirigimos a la zona común del recinto y vi que la poca gente que había estaba muy separada y que había mujeres en topless y hombres desnudos en actitud indolente sin reparar en los demás.
—¿Nos ponemos en tetas, María? Tenemos dos bonitos cuerpos para lucirlos ¿no?
Totalmente sometida a su voluntad me despojé del sujetador y me sentí extrañamente liberada. La complicidad con Mami era total, y pasamos buena parte de la mañana hablando de chorradas, moda, cine, de nuestra infancia…
—Se te está quemando el culito, cariño. Ven que te pongo crema en la espalda.
Un chorro de líquido frío cayó en mi espalda y con un suave masaje fue extendiéndolo por todo mi cuerpo. Cuando llegó a las nalgas me dio unos azotes y solté un gritito entre risas mientras Mami acariciaba los cachetes del culo. Apartó un poco el hilo y el movimiento hizo que la tela del tanga rozara mi clítoris y un gemido escapó de mis labios.
—¿Te pones cachonda, María?
—No seas cabrona, Mami, que estamos en público.
Se echó a reír y continuó esparciendo la crema por mi culo, y, por sorpresa, rozó con un dedo mi ano. El respingo que di me hizo saltar en la toalla y estallamos en carcajadas. Procedí a devolverle el masaje y se estiró en la toalla a la espera de que mis manos extendieran la crema. Me recreé en su espalda y mucho más en su culo. Me tenía subyugada la perfección de sus formas y la dureza del mismo. Me vengué y con mi dedo también acaricié su ano, y un suspiro escapó de sus labios.
—¡Oh, síííí…! Sigue, por favor. Pon un poquito de crema y entra dentro, cariño…
¿Me estaba pidiendo que le metiera el dedo en el culo? Pues sí. Y lo hice, vaya que si lo hice. Me coloqué de forma que no nos pudieran ver y me dediqué a complacer el deseo de mi suegra. Mi dedo lubricado con crema solar atravesaba sin oposición el esfínter relajado de Mami, que pronto pidió más.
—Mete otro, mete otro dedo más…
El bello rostro de Mami reflejaba el placer que sentía, y los gemidos los acallaba mordiendo la toalla. Lanzada, logré meter hasta tres dedos en su interior, y mi propia calentura me hacia expulsar líquidos que empapaban mi braguita. Mis dedos parecían tener vida propia y pasaban a penetrar el culo y el coño indistintamente hasta que le llegó el gran orgasmo y un gran chorro de líquido cubrió por completo la toalla. Agitándose sobre la misma, Mami lloraba de placer. Saqué mis dedos de su interior y la abracé. Buscó mis labios y nos besamos tiernamente. Se puso boca arriba y nuestros pechos volvieron a frotarse excitados. Su mano se deslizó hasta mi vagina y no encontró oposición para introducirse hasta el fondo. Me sentía morir de gusto con el roce en mi clítoris y no tardé en correrme. Me dio igual estar en público cuando solté mis gemidos placenteros. Quedamos de nuevo abrazadas con nuestros labios unidos en un beso eterno.
—¿Nos hacemos un selfie, María? Se lo mandas a tu novio y que se muera de envidia…
Dicho y hecho, sacamos varias fotos y elegimos una para enviar.
“Mira lo que estás perdiendo”, le escribí con una imagen de nosotras dos sonriendo.
No tardó en contestar “vaya par de pibones, jajaja… “
Mami se envalentonó y dijo de sacar una enseñando las tetas. “¿Cuáles has chupado más, cariño? “, escribió Mami mientras se partía de risa. La respuesta, “¡cochinas!” acompañada de varias caritas sonrientes. Enviamos una más dándonos un beso en los labios. La respuesta no tardó: ”¿me queréis poner cachondo?“. La nuestra fue mandar una con una teta de Mami en mi boca. “Sois unas guarras, no puedo currar así, me ponéis cachondo”. Mami estaba lanzada y me hizo quitar el tanga e hizo lo propio, sacando a continuación una foto de nuestros coños y escribiendo “¿te los comerías? “. “Pero qué zorras sois, jajaja. Mami, vas a pervertir a mi novia”.
—María, dile que se saque una foto de la polla tiesa.
—¡Qué dices, que está trabajando…!
—Seguro que está cachondo perdido. A ver si es verdad que tiene ese pollón que dices.
Le mandamos una foto más con nuestras manos acariciando los coños ya brillantes y la respuesta fue instantánea: un primer plano de su polla enhiesta y sus huevos colgando ocupaba toda la pantalla. La siguiente la mostraba sujeta por su mano, y se podía apreciar el grosor y longitud por todo lo que no podía sujetar.
—¡Joder, es que es seguro hijo de su padre! ¡Vaya pollón que gasta mi niño!
Mami estaba maravillada y, en un nuevo atrevimiento, me hizo pedirle a Mario que se grabara mientras se hacía una paja y nos mandase el vídeo. “Qué zorras sois. Esperad unos minutos”.
Mami y yo seguíamos con los coños al aire y algún dedo dentro cuando llegó el video de mi novio meneando su rabo. Agachadas sobre la pantalla, no perdíamos detalle de la paja de Mario que acompañaba el sube y baja de su mano con palabras para nosotras llamándonos guarras y otras lindezas. Nuestras manos chapoteaban en los coños inundados cuando la corrida de Mario se nos mostró, expulsando un inmenso chorro de semen que nos hizo desear tener dentro. Me corrí al instante cayendo de espaldas en la toalla, y Mami aprovechó para amorrarse y beber todos mis jugos al tiempo que sorbía mi clítoris y me proporcionaba un nuevo orgasmo.
Me sacó una foto despatarrada y se la envió a su hijo. “Qué suerte tienes que te puedes comer este coñito todos los días”, le escribió. “Lo podremos compartir, si queréis, Mami”, fue la respuesta.
Cachondas como estábamos, recogimos las cosas y volvimos a casa. En el ascensor Mami empezó a meterme mano y no pude resistir más la calentura. Al entrar al piso volaron las camisetas y en el mismo recibidor nos tumbamos en el suelo a hacer un 69. ¡Qué dulce el sabor de su coño! Enseguida nos corrimos y, tras un breve descanso, tomamos una ducha reparadora.
Preparamos algo ligero para comer y en la sobremesa Mami comenzó de nuevo con las confidencias.
—Te lo cuento de mujer a mujer, de madre a hija, de amiga a amiga. Solamente he follado con el hijo de puta del cura que me violó. Lo hizo 8 o 10 veces, y cada una de ellas me hizo tanto daño que nunca he querido volver a estar con un hombre. Alguna vez me he acostado con una mujer, y ahora que lo he hecho contigo he descubierto cuánto me gusta el sexo con mujeres, pero al ver el rabo de mi hijo he tenido un antojo de ser penetrada nuevamente. ¿Soy muy zorra si te digo que me gustaría follarme a Mario? Es mi hijo. Es tu novio. ¿Soportaríamos esa relación? No quiero interponerme entre vosotros, pero querría saber si aceptarías, y él también, claro, este incesto.
La confesión de Mami me dejó anonadada y mi cabeza trataba de asimilarla. ¿Sexo con su hijo? Pues claro que no me importaba. Si acababa de tenerlo conmigo, que a fin de cuentas soy su hija política, no sé por qué me había de molestar. Es más, la ayudaría a conseguirlo en caso de que Mario tuviese reparos a ello, aunque lo dudaba a juzgar por la paja que se había hecho viéndonos en la piscina.
Nos abrazamos y nos tumbamos a dormir una siesta. En sueños veía la tremenda polla de Mario penetrando a su madre y me desperté totalmente mojada. A mi lado, la espalda desnuda de Mami se acababa en su culo perfecto y lo acaricié, llegando a rozar su ano. Noté cómo se le ponía la piel de gallina e, intuyendo que en realidad estaba despierta, dirigí mi lengua al oculto esfínter con intención de saborearlo. Me facilitó el trabajo tumbándose boca abajo e inicié mi labor echando saliva y haciendo círculos con el dedo hasta lograr meter la punta. Un gemido ahogado en la almohada me indicaba que iba por el buen camino, y pronto era el dedo entero el que profanaba el interior de mi suegra. Le hice abrir las piernas para llegar a su vagina y me la comí por completo. Con dos dedos en su culo y su clítoris entre mis labios, los gritos de Mami no se podían acallar, y cuando llegó al orgasmo me llenó la cara de líquido caliente que me entró directo a la garganta. Mami daba botes en la cama con mis dedos todavía dentro, y yo no dejaba de mordisquear el sabroso botoncito hinchado por la excitación.
—Eres una zorra, me dijo riendo. —Eso no se le hace a Mami. Te tendré que castigar por ser una niña mala…
Me hizo tumbar boca abajo y empezó a besarme desde los pies. Subió por piernas y muslos hasta llegar a mi trasero. La punta de su lengua se posó en mi agujerito y di un respingo.
—Mami, ten cuidado, nunca lo he hecho por el culito.
—No te preocupes, mi amor. Si te duele, me avisas y pararé.
Notaba la humedad de su lengua haciendo círculos en mi esfínter y las gotas de saliva cayendo para lubricarlo. La punta de la lengua trataba de abrirse paso, y mi excitación me llevó a acercar una mano a mi coño empapado y empecé a masturbarme. Noté cómo ahora era el dedo de Mami el que trataba de abrirse paso y elevé un poco las nalgas para facilitarle la tarea. Seguía con mi dedo en el coño y ahí coincidió con los de Mami, que buscaba lubricarlos para meterlos en el virgen agujerito. Sentí una presión constante e indolora cuando su índice atravesó mi esfínter y me corrí instantáneamente, mojando más aún las empapadas sábanas. Mami metía y sacaba el dedo aplicando saliva y flujos e intentó hacer lo propio con un segundo dedo. Un ligero dolor me hizo dar un gritito y quiso parar, pero no la dejé y continuó su labor de zapa en mi interior. Notaba el avance y el dolor fue sustituido por el placer, aumentado por la comida de coño que en ese momento me estaba haciendo. Yo mordía la almohada para que no se oyeran mis gritos cuando volví a correrme con sus dedos dentro. La boca de Mami estaba llena de mis fluidos y se levantó para compartirlos conmigo. Sabían tan dulces como los suyos, y tras un intenso intercambio de besos me levantó las piernas sobre sus hombros y atacó de nuevo mi ano desde abajo. El primer dedo fue seguido del segundo esta vez sin dificultad y empezó un metisaca constante con mi clítoris entre sus labios, llevándome al séptimo cielo una y otra vez. Mi mente se nublaba con cada nuevo orgasmo hasta que creo que perdí el conocimiento.
Desperté y Mami estaba a los pies de la cama llorando en silencio. La abracé y me contagió el llanto.
—Estamos locas, mi niña. No sabes cuánto os amo a los dos. No sé si podremos vivir con esta relación incestuosa.
—No te preocupes, Mami, lo haremos y seremos felices los tres.
Pasamos el fin de semana haciendo el amor. Solo salíamos de la cama para reponer fuerzas y darnos una ducha.
E imaginando cómo hacer que Mario aceptase nuestros planes…
Pero eso lo veremos en el próximo relato.
Continuará…

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Felix antonio

Felix antonio

Excelente relato y muy cachondo

Carla

Carla

llevo mucho tiempo deseando a mamá, no se si tu relato es vetdadero pero si puedes aconsejarme para conseguir acostarme con ella, te lo agradecrré. Tu relato es fabuloso, super hot.