La nena creció. Con 18 años termine abusando de mi sobrina

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Era los 25 años de casada de mi prima, hicieron una fiesta para festejarlos, hacía tiempo no los veía, llegue al salón y mi prima y su esposo me saludaron afectuosamente, estaba su hija Mariana con ellos.

Como había crecido la niña, ahora ya tenía 18 años, muy hermosa mediría alrededor de 1,60, sus ojos color café, larga cabellera y muy buen cuerpo, ricos pechos y un hermoso culo, bien parado. Tenía una blusa que transparentaba su brasier y unas faldas muy cortas que hacían lucir sus piernas.

Cuando me saludo yo recordaba que siempre había sido una niña muy bonita, me impacto verla ahora así, yo tengo 55 años y me excitaba, me asignaron la mesa más familiar y a mi lado se sentó ella.

Comencé a platicar con Mariana y entre plática y plática descuidadamente ponía unos instantes mi mano en sus piernas, ella no se corría como si le gustase sentirla.

Note que se estaba excitando como yo y me atreví a ir dejando mi mano cada vez más tiempo en su pierna, subiendo de a poco mi mano, en un momento que estaba muy cerca de su vagina a través de su faldita sentí que la zona estaba ardiendo.

Seguí jugando con mi mano toda vez que podía, por suerte el mantel de la mesa no permitía que alguien lo notara, cuando terminamos la cena y esperábamos los postres, de pronto Mariana se levantó, tomo su pequeña carterita, me miro y se dirigió hacia la zona de los baños, pasaba el tiempo y ella no volvía, entonces me dirigí al baño, en el salón estaban separados los de los hombres y mujeres.

Al costado de los al costado de los mismos había una puerta, no sabía hacia donde daba, de pronto ella salió del baño y me dijo ven y se dirigió a esa puerta el salón estaba con pocas luces ya que estaban pasando un video de los homenajeados y como estábamos a una buena distancia nadie noto de nuestra salida.

Cuando traspasamos la puerta, la misma daba a un patio trasero, con un pequeño jardín, había unos bancos y mesa de cemento para cuando los que usaban el salón querían comer afuera, como no se estaba usando las luces estaban apagadas, solo nos guiaba la luz de la luna.

Mariana se acercó y me abrazo y dijo:

– Tío como me has puesto, pretendes abusar de mi

– Creo que la que vas a abusar eres tu

Sonrió y me llevo hacia una mesa se sentó en ella, recostó su cuerpo y le quedaron sus piernas al aire

– Cómeme el coño, quiero gozar con vos

Corrí hacia un lado sus braguitas y comencé a saborear ese coño tan cerrado, sus jugos brotaban, ella gemía, metí una de mis manos por debajo de su blusa y corrí el brasier, sentí un hermoso pezón duro y erguido en la yema de mis dedos, mi polla se había endurecido.

Yo me erguí y saque mi polla erecta del pantalón, ella me dijo:

– Espera tío – tomo su carterita y saco de ella una cajita de condones – ponte esto y me los dio.

Me puse un condón en mi polla que estaba muy endurecida, justo la altura de la mesa permitía penetrarla sin problemas, abrí bien sus piernas, y ella me dijo:

– Métela fuerte tío, quiero sentir como desgarras mi coño

– Lo hare con gusto me tienes muy caliente

Acerque mi polla y la penetre de un solo golpe, ella emitió un fuerte sonido entre una queja y un gemido:

– Ahgggg si, dame fuerte, follame, soy tu sobrina putita

Comencé a moverme, y con mis manos recorría su cuerpo, había levantado su blusa y corrido el brasier los dos hermosos pechos duritos y erguidos ante mi vista, eso me enloquecía, los únicos sonidos que se escuchaban eran sus gemidos los míos, y el frotar de mi polla en ese coño tan mojado. De pronto su cuerpo se convulsiono en un fuerte orgasmo, que apretó la punta de mi polla, con sucesivas contracciones, ya no pude aguantar más y explote dentro de ella.

Saque mi polla de su caliente coño, y me estaba sacando el preservativo lleno de semen cuando ella se bajó y se arrodillo, la metió en su boca y comenzó a saborear el semen que quedaba, hasta dejarla limpita.

– Ya está tío limpita que nadie note su uso

– Me encanto preciosa fue un hermoso polvo

– Esto no termina acá tío, deberás follarme siempre si no quieres que cuente lo que me hiciste

– Bueno si me obligas lo hare – dije eso sonriendo, sabiendo que era lo que yo más deseaba.

Volvimos al salón por separado, primero ella, después yo, nadie había notado nuestra ausencia, en ese momento pasaban música y estaban bailando, me senté a tomar una copa de champagne, nos miramos y sonreímos ella también tenía una copa, la levantamos y brindamos con el pensamiento de los futuros encuentros.

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