En la pequeña habitación los estuve observando, vi como ese hombre penetraba a mi novia y ella llena de satisfacción movía sus caderas de un lado al otro sin detenerse.
Hola, no creo que realmente les interese mucho mi nombre. Pero lo que si creo que les va a interesar, son las cosas que he hecho para lograr mis metas.
Hasta no hace mucho era un simple y oscuro empleado bancario, sí con muchas buenas ideas, pero sin nada de suerte. Aparte de eso, me encuentro casado, y mi esposa y yo somos lo que llaman personas de mente abierta. Desde que éramos novios, siempre había tenido la fantasía de ver ha Julieta en brazos de otros hombres. Pero por aquello que no fuera a pensar mal de mí, durante un tiempo nunca le dije nada.
Debido a que comenzaba a trabajar para el banco, en ocasiones debía ir a cubrir las necesidades que se presentasen. En una ocasión el departamento de auditoria interna, encontró un desfalco significativamente grande, en una pequeña sucursal del banco, muy retirada de la capital. Por lo que sin que tan siquiera me preguntaron, sí estaba dispuesto a cubrir la plaza de gerente. En ese momento lo vi como una buena oportunidad para demostrar mis facultades, y tras despedirme de mi novia me encargué de aquella pequeña sucursal, pensando que sería cosa de unos días el que nombrasen a un gerente en propiedad, y así yo podría regresar a mi puesto a nivel central. Pero no fue así, los días se hicieron semanas y las semanas meses, y aunque había impulsado bastante la sucursal, aumentando la clientela de manera significativa. Me mantenían a cargo de la misma, aún en contra de mi voluntad.
Todos los fines de semana, viajaba a la capital, para pasarlo con mi novia Julieta. Pero un día que llegué como que muy temprano, me di cuenta de que mi futura suegra estaba muy nerviosa. Nada más le pregunté que sucedía, y la buena señora ha estallado en llanto. Sencillamente me dijo que no aguantaba más, que yo era un buen chico que no merecía lo que su hija me estaba haciendo. Cuando le pregunté de qué se trataba, la doña me ha dicho que Julieta, no más esperaba que yo me fuera, para irse de fiesta con cualquiera que se lo pidiera. Me dijo que su hija poco le faltaba para ser una puta, sino lo era ya. Que lo mejor que yo podía hacer era olvidarme de ella, y buscarme una buena muchacha que me amase y respetase. En esos momentos me encontraba sumamente confundido, como era posible que mi novia me hiciera eso a mi, yo que tanto la amaba y respetaba.
Estando todavía en la casa, sentí la vos de Julieta, que llegaba en esos momentos acompañada de otro hombre, que yo no conocía. Aún sin querer darle crédito a lo que su madre me de la mano al extraño. Los seguí discretamente, hasta que escuché que entraban en la habitación. De la manera más sigilosa que pude, me acerqué a una pequeña ventana, y los pude ver como continuaban besándose, de la misma manera apasionada que lo habían hecho en el zaguán de la casa, pero a medida que el extraño besaba a Julieta, este con gran facilidad le iba retirando la ropa. A los pocos segundos, en un dos por tres ya Julieta se encontraba del todo desnuda, dejándose tocar todo su cuerpo por el tipo ese. Fue cuando me di cuenta de que contrario a lo que se suponía que pasara, comencé a sentirme sumamente dichoso.
Durante todo el tiempo que ellos dos estuvieron metidos en la pequeña habitación los estuve observando, vi como ese hombre penetraba a mi novia y ella llena de satisfacción movía sus caderas de un lado al otro sin detenerse. Escuché sus gemidos, su risa y hasta sus cortos y agudos gritos de placer. Hasta que los dos terminaron, no me sentí del todo satisfecho. Al poco rato ambos salieron del pequeño cuarto, momento que aproveché, para darle la vuelta a la casa y aparecérmeles por el frente de la casa, como si recién estuviera llegando. Julieta al verme actuó con toda naturalidad, contrario al caballero que la acompañaba y recién se había acostado con ella, se encontraba sumamente nervioso. En esos momentos Julieta me lo presentó, diciendo que se trataba de un compañero de clases. Lo que yo acepté sin manifestar duda alguna, pero sabiendo a que tipo de clases se refería realmente.
Desde ese momento entendí que yo disfrutaba viendo a mi novia en brazos de otros hombres, pero mantuve bastante discreción. Al poco tiempo a pedido mío nos casamos, y fue cuando comencé realmente a disfrutar de sus innumerables aventuras. La primera vez que Julieta se dio cuenta de que yo sabía lo que sucedía, digamos que fue por accidente realmente. Aunque yo en más de una ocasión la había pillado siéndome infiel, con distintos tipos de hombres. Habíamos regresado ya de la luna de miel, en la que se acostó tanto con el capitán del barco, en el que nos fuimos de crucero, como con uno de los sobrecargo o meseros. A todas estas, pensaba ella, que yo no me había dado cuenta de nada. Cuando en la realidad hasta promoví, que se dieran dichos encuentros, pero sin que Julieta se percatase de ello. Como les decía, habíamos regresado de nuestra Luna de Miel, cuando salí para mi trabajo, pero cuando voy a medio camino, me doy cuenta tras hablar con mi secretaría por el teléfono celular, que realmente debía integrarme a mi empleo al día siguiente. En ese momento en lugar de regresar a casa o llamar a mi mujer, decidí ir a comprarle un regalo, un anillo que ha ella le había gustado. Pero cuando regresé a la casa, me encontré con la sorpresa de que Julieta tenía un invitado. En esos momentos lo estaba atendiendo pero no precisamente en la sala, sino que en nuestra propia habitación.
Al llegar a la casa me percaté de la presencia de otra persona, ya que en mi estacionamiento se encontraba un auto deportivo, completamente desconocido para mí. Realmente el corazón, como que me dio un brinco de alegría, al solo pensar de que Julieta se encontrase con un amante en nuestra habitación. Con el mayor de los sigilos subí las escaleras que conducen de la sala principal, a las habitaciones, no se por qué no se me ocurrió buscar en los otros dormitorios que además de la cama tienen todos los servicios necesarios. Simplemente supuse que se encontrarían en nuestro propio dormitorio, como en efecto así era. Pienso que Julieta se encontraba tan y t que esperar mucho, al poco rato de que él le estuviese mamando el coño a ella. Julieta le pidió que siguiera, pero de la otra manera, por lo que dejando de pasar su lengua, se levantó tomó su verga entre las manos, y la dirigió directamente al coño de mi mujer que lo esperaba con las piernas bien abiertas. A partir de ese instante vi con todo gusto y placer, placer que nunca antes había sentido a tal grado, al ver como la verga de ese tipo penetraba el depilado coño de Julieta, mientras escuchaba a mi mujer gemir sabrosamente, yo me encontraba tan y tan sumido en mi disfrute, que ni cuenta me di que me fui acercando, y hasta tomé asiento casi frente a ellos, y me podrán creer que ni cuenta se dieron de mi presencia. Fui yo el que me di cuenta, y de la misma manera en que me acerqué, me alejé de la cama volviendo a colocarme tras la puerta.
En esos momentos Julieta y su amante cambiaron de posición, aunque poniéndose ella en cuatro recibió, nuevamente en su mojado y lubricado coño la erecta verga de ese buen extraño, que la hacía disfrutar tanto. A medida que él la tomaba por las caderas, se lo clavaba una y otra vez dentro de su coño. Para mi gran sorpresa, comencé a escuchar a Julieta como decía un sin fin de malas palabras, y le expresaba lo mucho que estaba disfrutando de que se lo empujara de esa manera. En fin era como estar viendo y escuchando, a toda una puta en funciones, sin ningún tipo de inhibición. Yo estaba tan y tan felizmente excitado, por lo que estaba pasando, que me he venido sin tan siquiera tocarme la verga. Se que muchos al leer esto dirán que no puede ser, pero para los que como yo, encontramos un placer extremo, con lo que sucedía en esos momentos, no dudo que me sabrán comprender. El morbo es a tal grado, que no hay nada en el mundo que se le iguale. Excepto el hecho que cuando me encuentro en la cama con Julieta, a medida que estamos follando, me cuenta con lujo de detalles las cosas que ha realizado. Pero eso es ahora, en aquellos momentos, ella no sabía de mi pasión, por que otro hombre estuviera con ella. Pero regresando a esa vez, en que encontré a mi mujer con otro hombre en la cama, les diré a medida que él se lo metía y sacaba de su coño, como les dije, me vine sin tan siquiera tocarme.
Al poco rato, Julieta alcanzó un estridente orgasmos, al tiempo que él debía haber inundado el coño de ella con su semen. Por un rato ellos dos se quedaron tendidos sobre la cama, me vi tentado ha entrar en la habitación, para ver que cara ponía mi mujer, pero por suerte me contuve. Ya que para mi gran sorpresa, al poco rato ella nuevamente comenzó con los juegos. Al asomarme la encontré dándole una excelente mamada a su amante, su sabroso culo apuntaba hacia la puerta donde me encontraba, sentí la tentación de quitarme la ropa y atacarla por la retaguardia, pero decidí contenerme para ver que más podía pasar. Julieta se encontraba como arrodillada con su boca sobre la verga de su amante, el cual se encontraba completamente acostado boca arriba con sus manos sobre la cabellera de mi mujer, metiendo y sacando su verga de la boca de ella. Fue cuando la escuché claramente decir. Que pasa cabrón, es que no quieres darme por el culo. Les juro que pensé que se refería a mí, pero no era así. Se lo decía a su amante, que de inmediato le dijo. Nada más ponte para que sientas como te lo vuelvo a rajar perra. No lo podía creer a mi nunca me lo había pedido, aunque en más de una ocasión me había dejado metérselo, pero definitivamente no mostraba la misma pasión que manifestaba en esos momentos.
Desde mi lugar vi como la verga del tipo ese, comenzaba abrir acompañó a la puerta, cargando los zapatos de él. Tras cerrar la puerta subió las escaleras y fue cuando salí a su encuentro. Su cara de sorpresa, valía toda una fortuna. Apenas me vio, no supo que hacer y se ha puesto a llorar. Muy serio le pregunté que había pasado, que la cama estaba toda desordenada, ella completamente desnuda, y quien era ese que había salido corriendo de nuestra habitación.
Cuando terminé de hablar, Julieta se ha tirado a mis pies pidiéndome perdón, en ese momento le pregunté que había hecho. Y entre lágrimas me confesó que me había sido infiel, pero que ella no amaba a ese tipo, que realmente no sabía por que lo había hecho. Cuando la tomé por los hombros y la levanté del piso le dije que yo no tenía nada que perdonarle, en su rostro se reflejó una gran confusión, cuando le dije que sin importar lo que había pasado o lo que pudiera pasar en el futuro, que yo la amaba a ella, sin importarme las cosas que ya hubiera hecho, o las que pudiera llegar hacer. En muestra de lo dicho le entregué el anillo que había ido a buscar a la joyería. Luego la llevé al cuarto de baño y personalmente la bañé. Después de eso ya en la cama le pedí que me contase todo lo sucedido. Julieta creo que entendió mi postura, desde ese día hemos sido la pareja más feliz del mundo.