La primera vez de Ester con otra mujer, los nervios se hicieron presentes, pero se desempeñó muy bien, muy salvaje
—Le dijo que era una guarra pecadora y que si seguía haciendo esas cosas iba a arder en el infierno—, comentó Ester evidentemente afectada.
Yo no me sorprendí. Aun cuando ya estamos en pleno siglo XXI y cada quien es libre de ser y hacer lo que le dé la gana, resulta que aún hay muchos idiotas que se quedaron en la época de la Inquisición.
― ¿Pero por qué tanto alboroto? ¿Qué fue lo que sucedió? — respondí mientras daba una calada al cigarrillo.
― Bueno, resulta que, no se sabe cómo, pero se filtraron unas fotos de ella teniendo sexo con su novio y las fotos se hicieron virales entre los chavales de su colegio; tanto así que terminó llegando hasta el director; y este hombre es uno de esos curas retrógrados, casi que del Opus Dei.
― ¡Madre mía!, ¡nada más y nada menos! —respondí muerta de la risa—; no te preocupes, hoy día, con la sensacionalismo de las redes, todo se olvida en un dos por tres. ¿Y qué tan obscenas eran las fotos? —Pregunté con morbo.
― Pues yo pienso que bastante —respondió un tanto ruborizada— ¿quieres verlas?
Ester buscó su móvil dentro de su cartera al tiempo que me iba explicando que las había guardado como pruebas por si decidían emprender acciones legales contra el novio y su grupo de amigos. Me extendió el móvil y me dijo:
Yo di otra calada y comencé a observar el móvil. Las fotos estaban de infarto. Era la sobrina de Ester, una chica rubia, con una cara preciosa y cuerpo adolescente bien durito y bien proporcionado. La primera era una toma de primer plano donde estaba el chico sentado en un mueble y ella sobre él con una preciosa polla insertada en el coño. Lo que daba más morbo de esa foto era ver la mitad de polla brillante, cubierta de flujo, penetrando en el coño rosado y húmedo, y que la sobrina estaba girada, mirando la cámara y con una expresión de gozo totalmente envidiable. En la segunda foto estaba la chica en cuatro sobre el sofá y su novio de pie, a sus espaldas, la tenía cogida de las caderas y se podía ver como una parte del miembro estaba dentro y la otra mitad fuera. Nuevamente me encantó la expresión en el rostro de la chavala y esta vez podía ver la cara de placer en el rostro del chico. La tercera foto era una de primer plano del culo de la chica tomada desde un ángulo superior. Se podía observar el falo completamente insertado en la vagina y lo mejor es que se apreciaba con todo detalle el agujero de su culo; de un color rosa virginal, bien ajustado, con unas preciosas arrugas distribuidas radialmente, sin ningún pelito alrededor. Realmente aquel anito adolescente tenía la apariencia de un suculento manjar. En la siguiente foto aparecía la chica primer plano comiéndole la polla al chaval. ¡Que pene más divino! Todo blanquito, con una cabeza rosada y brillante, un tallo no tan grueso pero se notaba muy protuberante, sin muchas venas y con el prepucio completamente retraído. La chica se estaba dando un majar.
A todas estas yo ya me había puesto cachonda viendo las fotos. Mientras las iba pasando hacía bromas y decía guarradas a las que Ester simplemente reaccionaba con carcajadas estrepitosas. La última foto fue la guinda del pastel. La chica estaba de rodillas y tenía la carita empapadita de leche. Su preciosos ojos café apuntaban hacia el rostro de su pareja —quien no aparecía en la imagen—, con una mirada de sumisión, como diciendo «gracias por bañarme en tu leche». Tenía además la boca abierta y la lengua un poco salida, por la que escurría el líquido blanquecino. Había también semen en la barbilla y un hilo de esperma, que por la forma en se encontraba distribuido imagino que salió con potencia, impactó en la frente de la chavala y el resto quedó entre sus cejas, su nariz, escurriéndose hasta sus labios. La mejilla izquierda la tenía completamente cubierta, así que supongo que allí fue la zona en la que más chorros impactaron. De hecho, una gruesa gota de semen estaba al borde de su quijada a punto de caer al cuello. De verdad era una foto exquisita. Por un lado me provocaba lamerle el rostro y por el otro, sentía envidia de que no había sido yo la que recibía en mi cara semejante eyaculación.
― ¡Joder, Ester! Estas fotos están de infarto, con toda honestidad. Ya entiendo la afectación de tu sobrina. Es que no creo que a nadie se le vayan a borrar de la mente luego de haberlas visto; bueno, no al menos en un buen tiempo —comenté mientras movía mi blusa en señal de que había entrado en calor—. Y claro, tu sobrina va a estar afectada un tiempo, pero luego se le pasará y si es inteligente hasta le puede sacar provecho.
― ¿Provecho cómo? — preguntó Ester sorprendida.
― Bueno, ya sabes, hoy en día crear fama en las redes te abre muchas puertas inesperadas. Puede que de este accidente tu sobrina termine encontrando una forma de hacer dinero o simplemente de darle un sentido excitante a su vida.
― ¡Qué va! —respondió Ester mientras empinaba la copa de vino—, ¿hacer dinero? Ni que fuese a trabajar de puta; además, las mujeres de mi familia somos muy parcas en esos temas.
― ¿Ves? Ese es el verdadero problema; muchas mujeres quieren ser libres y felices pero están condicionadas por la sociedad, desde sus familias, sus amistades, hasta sus políticos y sus líderes religiosos. En serio te digo que no se puede alcanzar la felicidad sin ser auténtica y para ello hay que hacer lo que a una le salga del coño, con determinación. Yo lo que vi en esas fotos fue que esa pequeña ha gozado mogollón follando con su novio, porque su cara tiene una expresión de satisfacción que no la tiene cualquiera. ¡Y ahí está, Ester, La vida es muy simple! —exclamé con vehemencia—;escúchame bien, la vida es solo una sucesión de nacimiento y muerte; una y otra vez en un ciclo interminable; y no solo me refiero a las personas, sino a todo, todo nace y muere. ¿Sabes lo que hay en el medio? ¿Qué es lo que mantiene a esa rueda girando? —pregunté con cara de malicia—, ¡Sexo!, ¡Todo lo que da paso entre una fase y otra es el sexo! ¡Sexo por todos lados! Entre nacer y morir lo que existe es una infinita prolongación del deseo de gozo sexual, de orgasmo —hice una pausa mientras fui a cambiar la música—, y no me refiero solo al orgasmo de follar; sino que la vida, bien vivida, es un fuerte, constante y agotador orgasmo, que nos deja la cara llena de leche, como a tu sobrina, y con la misma expresión de placer, si es que somos lo suficientemente valientes para vivirla en libertad.
Ester se quedó en silencio visiblemente conmovida por lo que le estaba diciendo. Una expresión en su rostro me daba la impresión de que estaba rebuscando las palabras para decir algo que le costaba.
― ¡Joder Tía! ¡Menuda lección! Tendré que presentarte a mi sobrina para que te oiga. Pero en realidad soy la que más necesito oír esto que dices; porque, verás, Sajar, lo que sucede es que yo nunca he experimentado un orgasmo en mi vida y ahora que lo conversamos pues quién mejor que tú para ayudarme a entender por qué me sucede esto.
Yo me quedé flipando en colores. No podía creer lo que oía. Que una tía como Ester nunca hubiese acabado era un sacrilegio, porque no os voy a mentir, esa mujer está divinísima. Es preciosa, tiene un pedazo de culo enorme y unas tetas turgentes; es dulce y con unos ojos verdes hermosísimos, viste de una forma muy atractiva y, bueno, como recordaréis de mi relato anterior, ese coño que tiene le huele a gloria. Yo me acerqué a ella con la botella de vino en la mano y recargue su copa.
― Lo primero que debes entender es que no debes buscar explicaciones afuera. Si no has alcanzado un orgasmo no es algo que esté ocurriendo con tu cuerpo o con las parejas que has tenido; sino algo que está metido en tu interior, muy profundo en tu subconsciente y que no te permitirá alcanzar un orgasmo hasta que lo descubras y lo derrotes. Y no hay otro camino para ello que el autoconocimiento, Ester. Vas a tener que explorar muy adentro de ti, escarbando en los terrenos que menos te guste abordar, para que puedas ir venciendo los peores demonios que llevamos por dentro: nuestros prejuicios.
― Lo he intentado Sajar, pero no he tenido resultados. El sexo es un tema muy complejo para mí. Cada vez que pienso en sexo hay mil ideas en mi mente que se activan en simultáneo, como si tuviese mil voces que me gritan al oído; unas diciéndome que está bien y otras que está mal. A la final no logro disfrutar porque me quedo desorientada y pierdo la concentración y por lo tanto la excitación.
― Bueno Ester, lo primero es tomar conciencia de lo que se está haciendo y, ojo, no quiero sonar filosófica en absoluto; me refiero a que si lo que estás buscando es un orgasmo, lo que debes es estar clara en que tienes que follar —le dije mirándola a los ojos con una expresión obscena—. Es que ya te digo, si lo que estás buscando es el amor de tu vida, tu príncipe azul, compenetrarte con otra alma, ¡qué sé yo!, cualquiera de las chorradas que las personas creen que están asociadas al sexo, entonces no puedo ayudarte a alcanzar un orgasmo. Por eso tu mente no te permite enfocarse en lo que realmente estás buscando y queda a merced de un sinfín de consideraciones; desde lo moral, lo social, lo físico, y demás.
En ese momento me acerqué a ella aún más. El clima estaba divino y la noche estaba despejada y con luna. Estábamos sentadas en la terraza del piso de Ester y ya el vino y la hierba hacían efecto; además, esa noche habíamos ido juntas al concierto de Ricky Martín aquí en Sevilla, y creo que tanta gente guapa y los pedazos de bailarines que se gasta ese tío nos hicieron salir del concierto algo estimuladas.
― Ponlo de esta forma Ester, cuando las mujeres vamos a follar la mayoría va pensando si es «bueno» o «malo», si es o no «pecado», si nos van a embarazar o a contagiar un sida, si es muy rápido o muy lento, si el tío va a pensar si somos putas o frígidas, qué va a pensar mamá, papá, las amigas, el ex; y luego, por si fuera poco, tenemos que enfrentar todo el condicionamiento social acerca de la belleza, la limpieza, la pulcritud y la perfección. Entonces estamos follando y vamos pensando en si el tío notara nuestra celulitis de las piernas o algún rollito de mas, o si no tuvimos tiempo de rasurarnos las piernas o las axilas, o si se tiene el coño muy peludo o huele muy fuerte. Además nos da asco todo: el sudor nos parece sucio, la esperma nos produce arcadas, los olores de las axilas y de los pies están prohibidos porque se consideran desagradables, y ¡que te puedo decir de la mierda o de la orina! ¿Sabes cuantas tías conozco que no se atreven a follar por el ano solo por temor a que les salga mierda? ¿Y qué pasa si sale mierda de allí, acaso no es lo natural? Si un tío tiene tantas ganas de follarte el culo, te aseguro que lo último que le importara es que le salga la polla llena de caca; con tal de darte por culo los hombres hasta se comen tu mierda —le dije, y al notar su cara de asombro agregué—, y no es sentido figurado; hay hombres literalmente dispuestos a probarte la mierda ¡Te lo juro!
― ¡Vaya, vaya, Sajar! —respondió Ester riendo— nuevamente me dejas sin palabras; pero tienes toda la razón; has hecho una fotografía de lo que sucede en mi mente cada vez que estoy con un tío. Aquello es un pandemónium de ideas. ¿Entonces cómo hago? —Concluyó con afán.
― Es muy sencillo —respondí— pones la mente en blanco y te dejas guiar solo por los sentidos y por el instinto.
Como noté que Ester comenzaba a mostrar señas de excitación me aventuré a preguntar si quería hacer una prueba. Ester me miró con ojos de emoción y con su respuesta lo dijo todo: respondió. Yo entonces me acerque aún más a ella, pasé mi mano derecha por su costado y tomé su pelo desde atrás, tirando con un poco de fuerza hacia abajo para dejar expuesto su cuello. Ester respondió con un suspiro. Luego con mi mano izquierda separé su piernas y le levanté el vestido a la mitad de sus muslos, despejando el acceso hacia la profundidad donde su tibio coño que me esperaba emanando olores animales.
Con mi mano me aventuré a acariciar su entrepierna. Procuré rozar la parte interna de los muslo primero para no estimular directamente la vagina (eso es algo que deben aprender los caballeros). Mientras tanto me entregue a besar su cuello. En realidad la estaba olfateando, pues su olor era suculento. Podéis imaginaros que a esa hora de la madrugada, con el calorcito propio de este época del año y luego de haber pasado varias horas bailando y disfrutando el en concierto, ambas estábamos impregnadas de nuestros olores a gran intensidad.
Ester olía a hembra y yo lo estaba disfrutando. Olfatear fue uno de los fetiches que herede de mi tío Alejandro. ¿Recordáis cómo lo sorprendía en las madrugadas oliendo las plantas de mis pies? ¿Os acordáis de cuando le sorprendí oliendo mis tangas diminutas mientras se hacía una paja? Bueno, resulta que mi tío fue desarrollando una obsesión por los olores de mi cuerpo. Luego de que yo le preguntara si me quería oler allá abajo, no perdíamos ocasión para que me olfateara en todas partes del cuerpo. Solo se limitaba a eso, a olerme y luego se iba largo rato al baño. Yo sabía lo que él hacía y también comencé a intuir que solo me olía por preservarme virgen.
De repente comencé a acariciar los senos de Ester. Ella de inmediato reaccionó buscando mi boca para besarme. La verdad es que lo hacía muy bien. Jugábamos con nuestras lenguas húmedas de saliva y nos mordíamos los labios. Le desabotoné la blusa y deje expuestos su dos turgente tetas y de inmediato comencé a besarlas. Para los experimentados sabréis que las mujeres con los senos grandes y el humor fuerte, la zona debajo del seno, hacia los costados, desprende un aroma muy divino, como a cebollas tiernas, no tan intenso como el de las axilas y por lo tanto más fácil de acostumbrarse a él.
Mientras la besaba iba recordando como mi tío disfrutaba oliendo mis axilas. Yo me tendía sobre la cama y pasaba mis manos por debajo de mi cabeza, dejando los brazos abiertos y mis axilas expuestas; y recuerdo como él se entregaba a restregar su nariz sobre mi piel sudorosa de la que brotaba un vello incipiente. A esa edad las hormonas del desarrollo hacen de las suyas y yo sabía que mi olor era muy fuerte, tanto que a veces mi madre se burlaba de mí apodándome «la rubia zorrillo»; pero a mi tío Alejandro no le importaba en absoluto. Luego sentía como su nariz se desplazaba con dirección hacia el sur. La primera vez me sentí muy incómoda. Tener a alguien entre las piernas oliéndote el coño es algo a lo que hay que acostumbrarse. La primera vez fue muy rápido. Recuerdo que él se agachó mientras yo descendía mi licra y mis pantys hasta la mistad de mis muslos. Él se puso de rodillas y acercó su nariz a mi rajita e inspiró profundamente. Yo me sacudí. <¡Tío me haces cosquillas!> recuerdo que le dije con mi voz quebrada por la excitación. Él acercó aún más su nariz y siguió inspirando; entonces vi como con una de sus manos se agarraba la polla por encima del pantalón y comenzaba a apretarla una y otra vez. No sé cuánto tiempo tardaría, pero supe que algo sucedía cuando vi a mi tío sacudirse con unos espasmos acompañados de gemidos. Él, al notar mi sorpresa, me miró y simplemente dijo «No te preocupes cariño, es que he tenido un orgasmo». Y así fue cómo aquella palabra quedó grabada en mi oído para el resto de la vida.
Ahora me tocaba a mí experimentar aquel placer instintivo de olfatear una raja sudorosa. Yo me incorporé y Ester abrió los ojos como interrogándome, pero no le di tiempo de decir nada. De inmediato me puse de rodillas entre sus piernas y ella correspondió abriéndolas de par en par. La vista era magnifica. Al fondo de las piernas una tanga roja, con encajes, cubría el bulto obtuso de su coño. Se veía precioso. La transparencia de la tela permitía entrever un cierto color oscuro, por lo que supe de inmediato que Ester tenía el coño peludo. «Mejor así» pensé para mis adentros. Entonces metí la mano y me aventure a correr la tanga hacia un lado para dejar a la vista ese órgano exquisito. Apenas con ese leve contacto pude notar como Ester se estremeció y cómo en mi mano puede sentir el calor y la humedad abundante de su vulva. Entonces hice lo de mi tío Alejandro; acerqué mi nariz hasta que pude sentir en la punta la babosa sustancia de su placer. Moví la nariz en círculos lentamente con la intención de que el movimiento levantara el resto de olores dormidos y así fue. Una ráfaga penetrante de olor a coño entró por mis fosas nasales y causó estragos en mi interior. Yo sentí inmediatamente el cosquilleo típico conque mi clítoris pide placer; así que mientras con la boca me dedique a comerle el coño a Ester, introduje mi mano derecha en mis bragas y comencé a masturbarme con ellas puestas.
Su néctar era divino. Tenía la consistencia de un moco espeso, como la flema de la nariz cuando se llora a moco tendido. Su sabor era entre dulce y salado, indescriptible. Le chupaba la vulva con tal voracidad que en pocos minutos ya tenía el rostro impregnado de su flujo. Mi barbilla, mis mejillas, hasta mi frente se habían frotado frenéticamente contra ese volcán de lava perfumada. Mientras tanto Ester se retorcía, gemía y chillaba como una perra. Quise ir aún más allá e introduje el dedo índice en su interior. ¡Qué divina calidez de sus entrañas! ¡Qué impresionante rugosidad la de su vagina! Era un conducto estrecho, de suaves anillos que se contraían al contacto con mi dedo. Urge un poco y pude sentir una protuberancia exquisita; supongo que es lo que llaman el Punto G. Me dediqué a masajearlo con la yema de mi dedo en forma circular y su estremecimiento fue prueba suficiente de haber llegado a donde quería estar. Pero quería mas, quería que Ester nunca olvidara esa experiencia; así que con mi otra mano busque el precioso esfínter de su culo. Puse mi dedo allí y me sorprendí de encontrarlo sumergido en sus propios jugos, así que con el movimiento con que Ester se retorcía, mi dedo fue lentamente introduciéndose en su ano. «¡Joder!» la escuché gritar entre gemidos. Ella me tomó la cabeza con sus manos y comenzó a mover la pelvis en círculos como intentando darle una mayor profundidad a la penetración de sus orificios. Movía sus caderas mientras yo le lamía el clítoris y con una mano penetraba el coño y con la otra le introducía un dedo completo en el culo. Ni siquiera note si Ester tuvo algún tipo de incomodidad al respecto; solo sé que gemía desesperada. Yo estaba disfrutando la sensación divina de estar palpando su interior. Muchos hombres saben lo que es penetrar un coño, pero pocos saben lo exquisito que se siente palpar un recto que hasta el momento había sido virgen.
Verán, a diferencia de la vagina, el culo no sé lubrica de la misma manera, pero sí se lubrica. Lo que sucede es que al penetrarlo con algún objeto, en este caso un dedo, el recto envía una señal al cerebro de que hay un cuerpo en el conducto de debe ser excretado, y el cerebro en consecuencia ordena al intestino grueso secretar un fluido gelatinoso que hace las veces de vaselina. Bueno, esa era precisamente la baba exquisita que yo estaba pudiendo palpar en el culo de Ester. Movía mi dedo alrededor tocando con mi yema las paredes del recto. Es una de las sensaciones más placenteras que he experimentado. Las paredes del recto son calientes, muy suaves y si la persona está excitada también son babosas; lo que hace que acariciarlas sea tan sabroso. De modo que Ester, a ese punto, ya parecía una fuente por ambos orificios, y lo mejor, era esa mezcla visceral de emanaciones olorosas a morbo y lujuria.
«¡Me voy a mear de placer¡» dijo enloquecida mientras temblaba presagiando un orgasmo. Yo puse mi boca sobre la extensión completa de su raja pues si Ester acaba no quería poder ni una sola gota de su caldo. Además, quizá podía tener la suerte de que Ester fuese de las mujeres que acaban a chorros; Squirt, para los más ilustrados al respecto.
¡Así fue! Un alarido profundo precedió unos espasmos violentos y pude sentir en mi boca un efluvio abundante de flujo vaginal ¡Había logrado mi propósito! Ester había acabado y lo había hecho copiosamente. Entonces supe que era mi turno. No podía perder la oportunidad de llegar a un orgasmo con semejante hembra a mi disposición, así que quise probar algo un poco nuevo para mí y que siempre me recordaba a mi tío. Tomé a Ester de las caderas e hice presión con la intención de que se girase. Así lo hizo y enseguida quedó con el culo expuesto a mi vista y con el torso recostado sobre el sofá.
Esa era una posición que me transportaba a mi adolescencia. Así me ponía mi tío Alejandro luego de que ya estaba satisfecho de olerme el coño. Entonces me abría las nalgas con delicadeza y sentía como pasaba su nariz olfateando directamente el agujero de mi culo. Cada vez que lo hacía bufaba de placer como un salvaje y en la medida que fuimos entrando en confianza ya no se limitó solo a olerlo; sino que con su lengua comenzó a darle mucho placer a mi pequeño esfínter. Que un hombre te chupe el culo es una sensación impactante y perturbadora; pero como mi actitud hacia mi tío siempre fue de absoluta sumisión, porque era mi ídolo, mi dueño, yo me dejaba hacer todo lo que él quería sin objeción alguna. Así que durante mucho tiempo mi culo se convirtió en su postre preferido, y yo, que al comienzo lo sentía como una cosa extraña y quizá repugnante, con el paso del tiempo se convirtió en una de mis mayores aficiones. Recuerdo que cada vez que hablaba de sexo con mis amigas del cole o cuando veía algún chico guapo que me excitaba, de inmediato deseaba sentir en mi culo la lengua caliente de mi tío entrando y saliendo, hurgando ese lugar tan íntimo que le pertenecía, que era de su propiedad; así que me iba directo a casa con la intención de que él estuviese allí para devorarme, y por lo general siempre estaba. Ya más adelante, cuando nuestra relación era más habitual y de mayor confianza, mi tío sabía que mientras él me chupaba el ano yo me iba frotando el coño con la intención de acabar. Lo mejor fue que muchas veces logramos coincidir en nuestros orgasmos: yo me corría y al instante podía sentir como mi tío rociaba mis nalgas y mi agujero con los chorros de semen que salían de su hermosa polla.
Ahora era mi oportunidad de experimentar ese gozo con una mujer. En cuanto me acerqué al agujero de Ester quedé fascinada con el exquisito panorama. Como ella había acabado y aún seguía excitada, el agujero se contraía regularmente, abriéndose y cerrándose como con vida propia, y yo percibí aquel movimiento como una invitación que le hacía a mi lengua. Me entregué a chuparle el culo con pasión, olvidándome de todo pudor y vergüenza. Lo lamia, lo penetraba con los dedos, pasaba mi nariz para aspirar su aroma y mientras tanto seguía tocándome a la par. Así estuve un buen rato hasta que no pude contenerme más y me corrí tan intensamente que tuve que tirarme al suelo mientras me sacudía. Tenía el coño hecho una laguna y estaba tan excitada que una vez en el piso, el solo roce con el suelo me estimulaba a mil. Yo me quedé allí tirada, moviendo mis nalgas de arriba abajo, sintiendo como el suelo causaba presión sobre la vulva hinchada.
En seguida me recosté contra la pequeña mesita de la terraza mientras Ester quedó desplomada sobre el sofá, recuperando la respiración. De pronto levantó el rostro, se giró y me miró con sus ojos alucinados. <¡Es lo mejor que he sentido en mi vida!> dijo con una alegría radiante. <¡Quiero más! ¡Es increíble!> y se carcajeó.
― ¿Ya entiendes por qué tu sobrina se dejó fotografiar? –pregunté pícaramente—. ¡Tía, es que cuando una está gozando de verdad se pone bruta y créeme que tu sobrina estaba gozando mogollón con esa follada que le dieron!
― ¡Tienes razón, Sajar! –Exclamó— debo reconocerte que me escandalizó muchísimo, pero ahora, después de esta lección, hasta siento morbo y excitación con todo el asunto de las fotos de mi sobrina… —dijo con un tono suspicaz—, creo que hasta las usaré para masturbarme.
― ¡Joder! –respondí yo divertida—, pues yo también me uno a ese plan; así que envíamelas fotos que las quiero tener.
Luego de eso nos fuimos a dormir, no sin antes comerle un par de veces más el coño. Ester hizo lo mismo conmigo pero debo reconocer que la pobre no tenía mucha maestría haciendo el sexo oral; claro está, era su primera vez con una mujer y para serlo no estuvo mal.
A la mañana siguiente me fui a casa. Llegué y no encontré señales de mi marido por lo que supuse que ya había salido a trabajar. Yo no tenía nada que hacer y como aún tenía un poco de resaca y de trasnocho, me desnudé, tirando toda mi ropa en el suelo de la habitación y busqué en el móvil las fotos que Ester me había enviado. Nuevamente me entregué al placer. Tome mi vibrador y lo metí en mi coño ansioso y comencé a frotarme el clítoris. Vi las fotos una y otra vez, y al pasarlas sentía que iba a estallar cada vez que veía las expresiones de placer en aquel rostro angelical. Acabé intensamente, fijándome en la foto donde aparece la chiquilla con el rostro cubierto de semen. ¡Qué divino manjar! Tanto la leche como ella. Me quedé dormida enseguida.
Por la tarde llego mi marido a casa. Yo no lo oí entrar a la habitación. De repente sentí que me llamaba: «Sajar, mi amor» dijo con pasividad. Yo abrí los ojos y lo vi de arriba abajo. Estaba vestido con su traje habitual y en su mano sostenía mi braga sucia. Supongo que la encontró en el piso. «¡Vaya, vaya, supongo que tuviste un concierto muy excitante! ¡Mira como quedaron tus bragas!»; se acercó a mí enseñándome la prenda en la que se notaba un gran manchón blanquecino que eran los restos de todo el flujo que había vertido en la madrugada. «¡Vas a tener que contarme que tanto hiciste con Ricky Martin!» bromeó. Yo pude observar que ya en su pantalón se notaba el abultado rastro de su pene erecto, por lo que entendí que más que celoso lo que estaba era cachondo y con ganas de follarme.
Yo sonreí entonces. Me estiré como hacen las gatas y me quité de encima la sabana que cubría mi cuerpo completamente desnudo. Entonces, sin decir nada en absoluto, me giré y con lentitud me fui poniendo en posición de perrita, enseñándole mi culo abierto y expectante.
― ¡Te lo contaré todo mi amor! –Respondí con un suspiro—, ¡eso sí, después de que me llenes de leche!
Fin.