La primera vez que hacemos un intercambio de parejas, rompiendo la rutina
Hola, me llamo Lola. Soy una mujer de 35 años, casada, de muy buen ver todavía y además muy trabajadora. Por eso, entre mi profesión y las tareas de la casa acabo siempre muy cansada y sin ganas de mucha juerga a esas alturas del día. Por eso desde hace ya un tiempo, en cuanto llego a casa y hago todas esas tareas, lo único que me apetece es tumbarme a descansar en el sofá del salón y ponerme lo más cómoda posible a ver alguna que otra película de la tele.
Mi marido Víctor en cambio, al encontrárselo ya todo hecho, tan solo quiere marcha y hacer el amor conmigo, por eso en ese aspecto, solemos chocar bastante. Así llevamos los dos bastante tiempo, empezando a notar ya como esa chispa de erotismo que todo matrimonio debe tener para funcionar bien, en nuestro caso particular empieza a apagarse poco a poco.
A veces incluso en algunas ocasiones me hace ver junto a él, algunas de esas páginas porno que hay en internet, y la verdad es que de esa forma sí que solemos calentarnos bastante los dos, acabando casi siempre haciendo el amor como locos y disfrutando del sexo, aunque él lo exteriorice mucho más que yo que no suelo reconocerlo tan fácilmente.
En uno de esos días vimos una página que era toda de intercambios de parejas y entonces Víctor con mucha picardía empezó a preguntarme qué me parecía a mí todo aquello y si yo sería capaz de soportar verlo a él haciendo el amor con otra mujer, o si yo me veía haciéndolo con otro hombre, a lo que le contesté que la verdad no sabía cómo sería mi reacción ya que nunca lo había hecho con nadie más que con él y jamás había probado otra polla que no fuese la suya.
Dicho esto, los días fueron pasando y nuestra monotonía seguía en aumento. Al final ya no nos motivaban ni aquellas páginas porno, aunque él insistía siempre en que las siguiésemos viendo y casi siempre eran sobre intercambios.
Su obsesión llegó a ser tal, que un día se atrevió incluso a proponerme a hacer uno con otra pareja, a lo que yo le contesté al principio con un “no” rotundo, para después, tras escuchar todos sus argumentos, decidir intentarlo junto a él, aunque solo fuese por mantener viva nuestra chispa de amor y también como no, nuestro matrimonio.
Entonces yo nuevamente le volví a repetir que no sabía cómo iba a reaccionar en ese momento, ya que ese mundillo era del todo nuevo para mí. Entonces me dijo que si realmente estaba de acuerdo, él se pondría en contacto con alguna pareja a través de las redes y quedaría con ellos en nuestra casa para poder realizarlo.
Yo en el fondo no estaba del todo convencida pero aun así acepté. La verdad es que nunca había probado ninguna otra polla que no fuese la suya, aunque a veces cuando lo hacíamos, para calentarme más, sí que me imaginaba que estaba follando con otro hombre, aunque nunca llegué a ponerle rostro.
Desde ese día el pensar en su proposición me excitaba un montón y no se me iba de la cabeza teniendo que acabar en más de una ocasión masturbándome como una colegiala, aunque a él nunca llegué a comentarle nada al respecto.
Transcurrido un tiempo, mi marido llegó un día muy nervioso a casa y tras saludarme con un beso en la boca, me dijo con voz entrecortada que por fin había podido contactar con una pareja y que ya había quedado con ellos para vernos el próximo fin de semana, para poder así realizar nuestra experiencia.
Entonces yo empecé a ponerme aún más nerviosa que él cuando siguió comentándome que eran de nuestra edad, que estaban ya muy experimentados en el tema y que además eran muy atractivos.
Al escuchar todo eso, aun me fui poniendo más nerviosa y tan solo me dio por decirle que bueno, que a ver si nos gustaban a los dos y nos lo podíamos pasar fabulosamente.
Seguidamente Víctor me abrazó, me besó en la boca y me volvió a preguntar si realmente estaba dispuesta a hacerlo, a lo que de nuevo le contesté que de momento sí.
Todo eso transcurrió a mediados de semana, así que los días restantes los pasamos los dos pensando tan solo en dicho acontecimiento, y haciendo el amor más que nunca debido a la calentura y al morbo que teníamos dentro de nuestro cuerpo.
Al llegar el día acordado, Víctor y yo nos estuvimos preparando lo más sexis que pudimos, y esperamos impacientes a que llegase la hora. Al cabo de un rato sonó el timbre de la puerta y fuimos a abrir rápidamente, no sin antes mirar primero por la mirilla.
Entonces pudimos ver que era una pareja muy bien parecida, además de tener los dos un cuerpo estupendo. En ese momento mi marido me cogió de la mano y tras apretármela en señal de ánimo, se dispuso a abrir la puerta.
La primera impresión fue muy buena, así que una vez nos saludamos, los hicimos pasar al interior. Una vez allí nos dijeron que se llamaban Hugo y Candela, y de nuevo pudimos comprobar que ambos estaban muy buenos, cosa que nos alegró mucho a los dos.
Luego les ofrecimos una copa para ir rompiendo el hielo, aunque en su caso particular creo que no era necesario, ya que según nos explicaron, los dos lo habían practicado ya en varias ocasiones.
Después pasamos al salón y mi marido se sentó frente a mí junto a Candela, la esposa de mi nueva pareja. Entonces hicimos un brindis por nosotros y porque todo saliese bien. A partir de ahí, ellos empezaron a actuar ya y de forma muy natural. Nosotros no sabíamos muy bien lo que teníamos que hacer, por eso Candela tomando la iniciativa se acercó a mi marido y empezó a darle unos suaves besos en la boca, mientras poco a poco, le iba acariciando también el pecho con su mano.
Hugo a su vez iba haciendo lo mismo conmigo y además me fue cogiendo una mano y se la llevó hasta su polla para que se la fuese tocando, aunque por encima del pantalón. Así pude comprobar que la tenía muy grande y muy dura, y me fui poniendo cada vez más nerviosa y excitada, ya que además parecía que era el doble de grande que la de mi marido por lo que estaba palpando.
Yo me encontraba muy rara con todo aquello y no dejaba de mirar como aquella mujer le metía mano a Víctor por todos los lados, hasta el punto que ya no pude aguantar más y empecé a llorar, marchándome corriendo a la habitación y dejándolos allí a los tres.
Entonces mi marido vino tras de mí para tratar de tranquilizarme y seguidamente entró también en la habitación Candela, que pasándome un brazo por encima del hombro, trató de explicarme de que iba todo aquello y que simplemente lo que iba a pasar entre nosotros era tan solo puro sexo, sin ningún tipo de ataduras por ningún lado y que por eso nuestro amor o nuestra relación no tenía que verse afectado para nada.
Seguidamente me preguntó si realmente quería seguir adelante con aquello, ya que entonces tenía que relajarme y dejarme llevar, ya que se trataba tan solo de disfrutar todos del sexo cuanto más mejor.
Luego me recomendó que tratase de imitarla en todo lo que ella le fuese haciendo a mi marido y que intentase disfrutar a tope. Entonces levantó mi cara con mucha delicadeza y secó mis lágrimas con su mano, dándome a continuación un tierno beso casi en la comisura de los labios.
Luego, cogiéndome de la mano me volvieron a llevar de nuevo al salón, en el cual se había quedado Hugo y volvimos a brindar de nuevo por aquella nueva experiencia que íbamos a realizar. A partir de ahí empecé a coger ya más confianza e intenté relajarme, a la vez que iba haciendo todo lo que ella me había dicho.
Así que como enseguida empezó otra vez a besar y a acariciar a mi marido, yo fui haciendo lo mismo con Hugo, sintiendo por todo mi cuerpo algo muy distinto a lo que había notado hasta entonces.
Seguidamente ellos nos empezaron a acariciar las tetas hasta acabar con ellas al descubierto para ser lamidas, a la vez que nos iban también mordisqueando los pezones, los cuales teníamos ya muy duros y abultados.
Luego Hugo cogió otra vez una de mis manos y la puso encima de su gran paquete, el cual empecé a sobar y a apretar con mis dedos notando como iba creciendo entre ellos a pasos agigantados.
Por su parte Candela ya le había sacado al exterior la polla a mi marido y no paraba de pajearlo y de sobarle los huevos. Yo, aunque todo aquello me resultaba muy raro todavía ya no me escandalizaba por nada y trataba de disfrutar también de aquella grandísima polla que según notaba, era mucho más grande que la de mi marido.
Entonces yo hice lo mismo que ella y se la saqué como pude del pantalón, quedándome muy sorprendida al comprobar que realmente sí que era el doble de grande que la de Víctor. Candela al darse cuenta de mi sorpresa se empezó a reír y me dijo que en esta ocasión me había tocado a mí la mejor parte del pastel, aunque ella intentaría también pasárselo lo mejor posible con la de Víctor que tampoco estaba nada mal.
Entonces inclinando su cabeza hacia su entrepierna, empezó a chupársela con gran maestría y a metérsela toda en la boca, bombeando en ella una y otra vez. Luego me miró y me dijo que realmente estaba deliciosa y que además la tenía bien dura y tiesa.
Al momento yo traté de imitarla en lo que pude con la de Hugo, ya que las dimensiones no eran las mismas, y mirando a mi marido con cara de viciosa, fui lamiéndosela e intentando metérmela todo lo que pude en la boca, aunque aún me quedaba un buen trozo fuera y ya la estaba sintiendo como golpeaba en mi garganta una y otra vez.
Aquella gran barra de carne era inmensa y además iba seguida de unos buenos huevos, los cuales empecé también a lamer. A partir de ahí decidí ya no preocuparme más por ellos y empecé a hacerle a Hugo la mejor mamada de mi vida.
Él empezó enseguida a jadear y se puso muy cachondo, por eso les sugerí que podíamos continuar más cómodamente con todo aquello en nuestra habitación. Una vez allí nos desnudamos los cuatro por completo. Entonces ambas parejas empezamos a besarnos y a hacer el sesenta y nueve, a la vez que íbamos sintiendo como rozaban nuestros cuerpos en cada movimiento.
Yo no paraba de chupársela a Hugo y él por su parte no paraba tampoco de lamerme el coño y de introducir su lengua en él hasta lo más profundo de mi ser, cosa que me estaba volviendo loca y así se lo iba demostrando tras las constantes descargas de mis jugos vaginales.
Yo jamás había disfrutado de una polla tan larga y gorda como aquella, por eso intentaba que aquel momento no se acabase nunca.
Candela por su parte le hacía lo mismo a Víctor, ya que al mirarlos de reojo vi que se había metido toda su polla en la boca y tan solo le faltaba ya por meterse los huevos, aunque claro, aquella polla no tenía las dimensiones de la que mí me había tocado en suerte.
Después Hugo me puso en la cama acostada de espaldas con las piernas bien separadas y me empezó a lamer el coño para lubricarlo aún más. Luego poco a poco me fue introduciendo toda aquella larga y gruesa polla en él, mientras que a la vez me iba sobeteando también las tetas.
En ese momento creí que me moría de placer con aquel pedazo de carne palpitante entrando y saliendo frenéticamente de mi caliente raja, y así estuvimos un buen rato al igual que lo hacían ellos. Seguidamente me la sacó y me dijo que se la chupase de nuevo y yo tan obediente como siempre, así lo hice.
La verdad es que era una pasada chupar aquella grandísima polla digna de cualquier película porno, impregnada además con mis jugos vaginales. Luego me hizo dar la vuelta y me comentó que me pusiera a cuatro patas. Una vez lo hice, noté al momento como con su lengua me iba lamiendo los labios del coño, y a continuación como su glande se iba introduciendo en mi hambriento y palpitante coño.
Por su parte Víctor hacía lo propio con Candela, y aunque yo a veces les seguía mirando de reojo, ya no me sentía incómoda ante aquella situación que se había creado allí.
Hugo desde atrás no paraba de bombear, notando ya como sus abultados huevos golpeaban una y otra vez sobre mis redondeadas nalgas.
Entonces sorprendentemente sentí sobre mis tetas una mano de Candela con la que empezó a acariciármelas y a pellizcarme suavemente los pezones, cosa que aunque me extrañó bastante, he de reconocer que me encantó.
Luego Hugo me la volvió a sacar del coño e hizo que se la chupase de nuevo. Entonces al girarme me di cuenta de que mi marido se la había metido por el culo a Candela, cosa que a mí jamás me había hecho, aunque él me lo hubiese pedido en más de una ocasión, y al ver la cara de placer de ella y lo que parecía que estaba disfrutando con cada embestida y además sin quejarse, le pedí a Hugo que por favor no me dejase así y que me diera él también por el culo para saber que se sentía al hacerlo por ahí.
Entonces me miró con cara de extrañeza al igual que hizo mi marido y trató de explicarme que si nunca lo había hecho por el culo, primero teníamos que prepararlo y dilatarlo todo bien para que no me hiciese ningún daño y pudiese disfrutarlo a tope.
Seguidamente me volvió a poner otra vez a cuatro patas y empezó a besarme y a lamerme sobre aquella zona, en especial toda la oscura aureola y el orificio de mi virginal culo.
Así poco a poco aquella redondeada diana se fue lubricando al igual que el pequeño orificio de mi culo, el cual se fue dilatando cada vez más, hasta notar ya como la punta de su lengua, así como sus dos dedos entraban y salían de él sin ningún tipo de problema ni de dolor.
En ese momento solo pensaba que si solo con sus dedos me estaba volviendo loca, como sería cuando me metiese dentro de él aquella grandísima polla que ya había tenido en mi coño y tanto placer me había proporcionado.
Seguidamente Hugo me preguntó si aún seguía decidida a hacerlo, ya que el momento había llegado. Entonces mirando de nuevo a mi marido con cara de viciosa, le dije que por favor me la metiese cuanto antes ya que estaba muy caliente y ya no podía aguantarme más.
Dicho esto, cogió su polla con una mano y con el beneplácito de mi marido que no dejaba de mirarnos con cara de salido, me puso la punta de su polla en la entrada del culo y empezó a presionar sobre ella para conseguir ir abriéndose camino entre mis carnes y lograr así meterme todo aquel gigantesco glande.
Una vez lo consiguió lancé un leve quejido de dolor y entonces él paró por un momento. Luego pasados unos segundos fui yo misma la que separándome las nalgas para facilitarle la faena, le pedí otra vez que por favor siguiera metiéndomela hasta el fondo de mi ser porque al haberse acoplado a mi culo, ya no me dolía en absoluto y lo que estaba sintiendo en ese momento era algo maravilloso. Entonces Hugo me obedeció y empezó a bombear en él con mucho cuidado, intentando en cada embestida ir metiéndome un trozo más cada vez de aquel pedazo de carne caliente, el cual me estaba llenando por completo mi hasta ahora virginal culo. Así pasamos un buen rato y yo seguía disfrutando como nunca lo había hecho, al igual que lo hacía mi marido con Candela.
Entonces casi sin darme cuenta de lo que hacía, llevé una de mis manos a las tetas de ella, la cual me lo agradeció y poniendo su mano sobre la mía empezó a acariciárselas y a darse un buen sobeteo en ellas. Yo jamás había hecho eso a una mujer, pero reconozco que me gustó mucho la experiencia y me excitó bastante.
Seguidamente mi marido dejó por un momento a Candela y se colocó frente a mí para que le chupase la polla. Al hacerlo tenía lleno ya otro agujero más de mi cuerpo y aquello era una pasada. Con cada embestida que me daba Hugo desde atrás, hacía que la polla de Víctor me llegase hasta la garganta una y otra vez y así me tuvo un buen rato ante la fija mirada de Candela la cual después, también recibió su buena ración por parte de ambos.
Así, intercambiando los papeles en más de una ocasión nos pasamos un buen rato, hasta que al final nos dimos cuenta todos de que estábamos ya a punto de llegar al clímax total, aunque nosotras ya habíamos tenido varios orgasmos anteriormente.
Entonces Hugo al igual que mi marido, nos hicieron poner a las dos de rodillas frente a ellos y empezaron a pajearse frenéticamente, haciéndonos abrir la boca y sacar la lengua para así poder depositar en ella toda la leche caliente que tenían preparada para nosotras.
Así, tras unos cuantos movimientos más, ambos se corrieron como dos campeones, llenando nuestras respectivas bocas con aquel líquido viscoso y caliente que al final, al no poder ya retener tanta cantidad en ellas, se nos iba saliendo ya por la comisura de los labios.
Candela como tenía mucha más experiencia en todo eso, hasta llegó a tragarse parte de la leche de mi marido, aunque yo la verdad, no me atreví a tanto, aunque sí que llegué a probarla también aún sin querer, cuando ella en señal de agradecimiento se atrevió a darme un beso con lengua en la boca, al cual yo le correspondí sin problema debido a la calentura que tenía.
Al terminar nos preguntaron que nos había parecido la experiencia y nosotros le contestamos que había sido maravillosa y que no descartábamos volver a repetirla en alguna ocasión. Entonces nos comentaron que ellos no solían repetir con ninguna pareja para no caer así en la rutina, ya que lo que les gustaba a ambos era ir probando con gente diferente en cada ocasión.
Dicho esto, nos dimos una buena ducha y nos fuimos vistiendo. Seguidamente nos despedimos de ellos y una vez nos quedamos los dos a solas, nos pusimos a reflexionar sobre lo ocurrido, y la verdad es que ninguno de los dos pensábamos que hubiésemos hecho nada malo, sino todo lo contrario, ya que ambos habíamos estado de acuerdo en todo y además habíamos disfrutado de la ocasión y del sexo como nunca lo habíamos hecho.