La vecina quiere un poco de lechita
Vecina un poco de leche.
(HICE UNAS PEQUEÑAS CORRECCIONES A MIS RELATOS Y LOS VOLVERÉ A SUBIR, LES AGRADECERIA MUCHO SU OPINION Y CONSEJOS PARA MEJORAR, DESPUES SUBIRE LA CONTINUACION Y ESTOY POR TERMINAR UNA CUARTA ENTREGA. ASI QUE SIN MAS LES DEJO MI PRIMER ESCRITO).
EN MI PERFIL ENCONTRARAN ALGUNAS FOTOS DE COMO VESTIA CUANDO PASO MI RELATO.
Era un lunes por la mañana. Cuando desperté el reloj ya marcaba las 9:00 AM, mi tía había salido de compras y su esposo a su trabajo. Yo me encontraba de vacaciones, pero aun así mi tía me hizo despertar temprano para que limpiara la casa. Aun medio dormida baje a la cocina y me preparé un cereal para desayunar. Mientras desayunaba paseaba por la casa (es mi costumbre caminar cuando como cereal), abrí la puerta corrediza del patio y salí para contemplar el día.
Hacia un día soleado con unas cuantas nubes, el césped se sentía agradable bajo mis pies desnudos, el calor del sol también me resultaba agradable y el viento movía ligeramente mi cabello. De pronto sentí que alguien me miraba; giré hacia mi izquierda y vi que se trataba de uno de mis vecinos.
Este vecino es nuevo en el vecindario, solo hacía dos semanas que vivía en la casa de al lado. Era un tipo alto, de al menos 45 años, características afroamericanas, ojos de color negro, sin cabello y un poco llenito, brazos algo marcados y con vello. Me miraba detenidamente y era algo que me perturbaba. Lo miré unos instantes y lo saludé sin querer, el me devolvió el saludo con una sonrisa y pude ver que sus dientes eran de un color amarillento.
– Hey niña, buenos días, qué linda amaneciste hoy – me decía mientras se acercaba a la cerca que dividía nuestros patios –.
– Amm hola, buenos días… gracias… jejeje – le devolví el saludo más fingido del mundo –. Era un tipo que no me agradaba en lo más mínimo; no sabía por qué, había algo que no me gustaba.
– Veo te vas despertando – me dijo mientras me miraba de arriba abajo –. Me gusta tu pijama, niña, deja ver unas lindas piernas. Cuando lo escuché caí en la cuenta que había salido al patio solo en una camisola grande y vieja.
Dejé caer el plato de cereal en el césped y me metí de inmediato a la casa, roja de vergüenza. Subí hasta mi habitación y me quedé recostada un tiempo. Una vez pasada la vergüenza me quité el camisón quedando solamente en pantis. Me puse frente al espejo y comencé a mirarme: estaba toda despeinada después de levantarme. Como mi cabello es largo y de color castaño, me gusta llevarlo suelto. Seguí mirándome y noté que mis pezones comenzaron a ponerse duritos ya que hacia un poco de frio dentro de mi habitación.
Al final me puse una blusa top negra sin mangas, debajo un bra rosa, un short corto de mezclilla y unos tenis negros. Me encanta usar short ya que me deja lucir mis piernas. Al fin y al cabo tenía que limpiar la casa y quería andar cómoda.
Cuando bajaba las escaleras escuche que llamaban a la puerta, pensé que era mi tía que regresaba de las compras y necesitaba ayuda, así que abrí la puerta sin preguntar de quien se trataba. Sin embargo, no era mi tía quien llamaba si no mi vecino de antes. Me quedé parada en la puerta sin decir nada hasta que el habló.
– Hola vecina, ¿está tu tía en casa? – me preguntó mientras me miraba como antes –.
– No, lo siento, salió de compras – le conteste casi al instante –.
– ¿Me dejas pasar? voy a buscar un poco de leche.
– Claro que no puede pasar – le conteste casi riéndome por la forma tan altanera en la que lo dijo –, si quiere leche vaya al supermercado a comprarla.
– Vecina no seas así, déjame pasar – decía mientras penetraba en la casa.
– Vecino… usted no puede pasar a mi casa así como así. Salga, por favor, o tendré que llamar a la policía – mi voz se escuchaba chillona y asustada –.
– Dame la leche y me voy, solo eso, está ahí en la nevera; ve, te espero aquí, – lo miré incrédula y de mala manera fui a la cocina por la leche –. Regresé al instante con un brick de leche y se lo acerqué para que se lo llevara.
– Vecina, está muy linda.
No respondí nada y ambos quedamos un momento en silencio, hasta que yo lo rompí.
– Aquí está la leche; retírese por favor.
De pronto se me acercó y comenzó a mirarme los pechos, me tomó de un brazo y me hizo dar media vuelta y me abrazo por detrás.
– ¿Qué… está haciendo? ¡Suélteme!
Pero él me abrazaba fuerte por la cintura y me tenía sujeta junto a él.
– Usted me tiene loco vecinita, cada vez que sale a hacer algún mandado hace que me den ganas de… – restregó su pelvis contra mis nalgas y de pronto sentí que algo crecía y empujaba mi pompis –.
Comencé a pelear para zafarme de él, hasta que le di un pisotón. Me soltó y yo salí corriendo hacia arriba; subí las escaleras y rápido me metí al baño; cuando estaba a punto de cerrar la puerta, el vecino me alcanzó y me derribó para que no la cerrara.
– Vecina, mire cómo me tiene el pene – se agarraba su entrepierna obscenamente mientras me miraba –. Me puse en pie para no mirarlo y tratar de salir del baño.
Cerró la puerta detrás de él y comenzó a desabrocharse el pantalón hasta que se sacó la verga. Sin saber cómo, me tomó la mano y la llevo hacia su pene.
– ¡¿Qué estás haciendo?! – grite, al mismo tiempo que trataba de retirar mi mano –.
– Solo tócala un poquito, siente como me la pones al verte – decía al tiempo que se acercaba hacia mí –.
– ¡¡¡Ayuda, ayuda!!! –comencé a gritar. Cosa que aprovecho para soltarme y colocarse detrás de mí, solo que esta vez me tomo de los pechos y comenzó a apretarlos suavemente.
– Quítate la blusa vecinita, me gustaría ver tus tetas – me decía con tono lujurioso –.
Como no le hacía caso, se llevó una de las manos a su bolsillo y sacó una navaja.
– Quédate quieta preciosa, no querrás que te haga daño – me tomó de la blusa y me la rompió por detrás, junto con el brasier –. Mis pechos dieron un pequeño bote por lo ajustado de las prendas e inmediatamente estas cayeron al suelo.
Instintivamente tapé mis pechos con mis manos y lo miré a la cara.
– Eres un pervertido.
– ¿Quieres salir de aquí, preciosa?
– Déjame en paz.
– ¿Quieres salir?
– Solo vete.
– Haz lo que te diga y te dejare tranquila o si no… – Puso su navaja en mi cuello y con eso capté el mensaje –.
– Me tienes loco – me tomó de la mano y me llevó hasta mi cuarto, cerró la puerta una vez que pasamos y me tiró sobre la cama.
Ahh… – caí boca abajo y de inmediato me tomó de los pantalones y me los empezó a quitar. Comenzó a sobarme las piernas y a besármelas.
– ¡Que piernas tan deliciosas tienes! ¡Me vuelves loco cuando usas faldas o shorts! – Me decía mientras las acariciaba -.
Y es que no lo culpo, mis piernas son lo mejor de mí; como salgo a correr, mis piernas están firmes y suaves al tacto. Después me abrió las piernas y comenzó a tocar mi coñito.
Comencé a gritar, cuando sentí sus dedos en mis labios vaginales.
– Cállate, trato de chupártelo. –
Yo empecé a sentir cómo su lengua húmeda me tocaba por dentro.
En ocasiones la metía hasta dentro, lenta y suavemente para después recorrer mis labios menores. Yo estaba completamente a su merced, e inmediatamente empezó a torturar mi clítoris con la punta de su lengua. Las sensaciones que sentía hicieron que mi espalda se arqueara y dejara escapar un pequeño gemido.
Después comenzó a tocarme los pechos, con sus dedos apretaba mis pezones de una forma delicada pero fuerte, haciendo que el placer que estaba sintiendo se multiplicara, después sus manos bajaron a mi cintura, mis nalgas, todo lo que quería de mí.
– Me gusta… ahh… me gusta la calidez de tu sapito vecina… – decía mientras entraba y salía de mí -. Me gustan los coñitos con poquitos vellitos vecina… mmm… nunca imaginé que fueras tan perfecta.
De pronto con sus dedos separó mis labios vaginales.
– Qué rico clítoris tienes vecina, me gusta cómo se te hincha hasta parecer un botoncito.
Y diciendo eso le dio unos ligeros toques con la punta de la navaja y sentí unos ligeros espasmos en mi pelvis.
– ¿Te gustó, vecinita? – decía al mismo tiempo que pasaba la navaja por mi clítoris, por mis pezones y por todo mi cuerpo –.
– ¿Qué… es… lo… que quiere… de mí? – pregunté apenas recuperándome de todas las sensaciones que había sentido –.
– Quiero follarte, vecina; desde que te vi he querido follarte toda.
– Por favor no, se lo suplico, no me haga nada…
Me abrió la piernas y comenzó a besar mi coñito, sentía como me lo humedecía al pasarme su lengua llena de saliva, después comenzó a chuparme los pechos, primero el izquierdo y luego el derecho, con sus labios apretaba mis pezones mientras pasaba su lengua rápidamente por la punta de mis pezones. Sentí unas cosquillas en ellos a la vez que sentía que se me ponían duritos. En eso el vecino agarró su pene mientras me ponía de rodillas en la cama.
– Mira vecina, este es un amigo que ha querido conocerte desde que te vi
Su pene era grande y un poco grueso. Era la primera vez que veía el pene de un hombre; anteriormente había visto los penes de los caballos cuando intentaban montar a las yeguas en el rancho de mi abuelo y eran muy grandes, sin embargo el pene de mi vecino era muy parecido, menos en lo grueso. Me tomó del cabello y me metió su pene en la boca.
Puse cara de asco y cerré mis ojos, pero me ordenó que los abriera y que lo mirara directamente a la cara.
– Mírame a la cara y chúpalo… vamos… mmmm… métetelo todo en tu boquita, vecinita…
– Brbr… brbrb… rbrbrb… – sentía arcadas cada vez que me penetraba y mis ojos comenzaron a lagrimear por lo mismo –.
Me tomó con sus dos manos la cabeza y me empujó para que se lo chupara más profundo. Su pene apenas cabía dentro de mi boca aun así mi lengua recorrió cada centímetro de su pene y pude conocer el sabor de ese negro pene. Sentía que no podía seguir teniendo su pene en mi boca, así que como pude me separé de él, lo miré mientras tosía y noté que estaba completamente cubierto de mi saliva; pequeños hilos de saliva caían sobre la cama y unos cuantos conectaban su pene con mi boca.
De pronto me tomó y me tiró sobre la cama. Sin darme tiempo de reaccionar abrió completamente mis piernas, lenta y suavemente introdujo su pene, aun mojado por mi saliva, en mi coñito mientras me miraba a los ojos.
– ¡Mírame! – me grito –.
Sentía como su pene entraba poco a poco y el dolor que me causaba me hacía temblar.
– Qué apretadito está aquí dentro vecinita, nunca imagine que fueras virgen. Creía que alguien más ya te habría desflorado antes.
Me tomó de las caderas y de una sola embestida me metió su pene; sentí cómo me desgarraba al entrar y salir completamente de mí. Dejé escapar un leve grito al tiempo que me la metía con más fuerza, sentí como algo caliente emanaba de mi coñito y escurría por mis piernas.
– ¡Uy!… sí… mmm… qué rico se siente mi pene dentro de tu vagina apretadita.
Me lo metía con más fuerza con cada embestida, me tenía bien agarrada por la cintura y me embestía salvajemente. Sentía como su pene chocaba con la entrada de mi útero pero en vez de dolor, lo que sentía eran pequeñas descargas de placer.
Al poco rato el dolor había desaparecido y en su lugar un mar de sensaciones que nunca había sentido me ponía la piel chinita.
– Mmm… mmm… mmm… mmm… – gemía con cada embestida –
Al escuchar como gemía me puso como una perrita en la cama, me agarró el pelo y empezó a metérmela despacio y al final fuerte, completamente hasta dentro, como a él le gustaba. Después me la metía más rápido, más rápido y más rápido.
– Mmmmmmm… aaahhhhh…–ahhh ahhh ahhh… mmmm…
Por la forma en cómo me trataba sabía que le gustaban mis gemidos, y yo gemía con cada una de sus embestidas.
–Te gusta ehh… ahh ahhh ahhh… eres una vecinita muy putita… ¿lo sabias?… ahh… Ahhh… ¿te gusta que te la meta duro verdad?
Me mordí el labio inferior y puse cara de niña buena; me miro y pude ver cómo lo excitaba mi gesto.
De pronto me cargó en sus brazos y me la comenzó a meter. Me subía y me bajaba, me subía y me bajaba en su pene solo para escucharme gritar mientras me la metía toda.
– Ahhhh ahhhh… dete…nn…tee…ahhh… mmm ¡¡¡paraaa!!!
– No puedo… me gustas mucho vecina… no puedo.
Seguía más y más rápido dándome continuas embestidas con su polla, penetrando mi coño hasta el cuello de mi útero.
– Ya no puedo maaas…. ahhhhhh decía yo entre gemidos constantes.
– Vecinita, qué bien te estoy follando, creo que estoy a punto de correrme.
Yo siento cómo llega mi primer orgasmo y como mi cuerpo se tensa cada vez que siento llegar un espasmo.
– Si…córrete encima de mi… si… ven si… más rápido, le pido, presa del placer que estaba sintiendo.
Me daba fuerte con su polla cada vez más rápido, mientras me chupaba las tetas y me daba pequeños mordiscos en mis pezones.
Mis pezones pasaron de su color rosa oscuro a rojos a causa de los mordiscos que me había dado.
– Ya, por favor te suplico dejameeeee.
En eso su lengua recorrió mi pezón y me excité todavía más.
– Suplícame, me gusta escucharte pedir piedad.
Me puso contra la pared y dejo de cargarme para después levantarme una pierna y seguir follándome. Me miro y me besó.
– Dime si te gusta así… mmm… vas hacer que me corra en cualquier momento… que putita eres y no querías al principio.
De pronto se salió de mí y me tiro al suelo. Caí acostada al tiempo que él se agarraba la verga y comenzaba a masturbarse.
– Uiii si… ahh… prepárate vecina… que te bañaré toda.
Me apuntó con su verga y un chorro de semen blanco y caliente fue a parar a mi cara, después otro y otro. Parecía lluvia y no paraba de gemir y tirar semen.
– Mmmmmmmmmmmmm… uuuuuuuuyyyyyyyyy si toma tu lechita bebe…
Me echó todo su esperma encima y mis pechos quedaron completamente cubiertos. En mi cara unos cuantos chorros escurrían por mis mejillas y mi abdomen se fue cubriendo por el semen que escurría por mis pechos.
– Llevaba meses sin poder correrme tan a gusto; tenía los huevos llenos y todo eso lo guarde para ti vecinita. ¿Te gustó?
No le contesté, preferí mirar hacia otro lado. Lo cual le dio risa.
– Mira que bien te ves, niña. Jajajajajaja.
De su pantalón sacó su móvil y empezó a tomarme fotografías.
– Te haré unas fotitos llena de leche, para recordar todo lo que te hice y cómo quedaste al final.
Se vistió mientras yo seguía en el suelo.
Cuando estaba a punto de salir de mi habitación me miró, sacó un frasco vacío de su pantalón y se volvió. Se arrodillo ante mí, me tomo una vez más de las piernas y me las abrió. Comenzó a darme unos chupones en la vagina mucho más extensos que los de hace rato, metía su lengua en los labios menores de mi vagina a la vez que movía en círculos su lengua.
– ¡¡¡Ya por favor!!!
– Es que me pones muy caliente.
– Sentí cómo mis juguitos empezaban a salir de mi coñito; rápidamente colocó el frasco vacío y lo empezó a llenar con mis juguitos.
– Mmmm aquí está mi leche.
Tomó el frasco mientras con sus dedos abría mi vagina para que saliera un poco más. Metió un dedo hasta dentro de mi vagina y este salió cubierto de mis jugos, se lo llevo a su boca para probarlo.
– Mmmmmmmmm que rico sabes.
Me quitó leche de la cara y me lo dio a probar
Tapó su frasco y me dijo.
– Gracias por la leche vecinita fue un placer venir a su casa. Esta es la leche que quería. Jajajjajajajjajajjaja.