La venganza se sirve fría y mi vecino ahora lo sabe
Son las cuatro y media de la mañana y aunque mi cuerpo se haya despierto mi mente aún añora la calidez de la cama de la que acabo de levantarme después de pasar otra noche de perros gracias a mi «querido» vecino.
La verdad es que no me voy a molestar en prepararme una taza de café, pego un gran trago directamente de la cafetera y tras comprobar que llevo todo, salgo de casa para ir a trabajar.
Con los ojos medio cerrados llamo al ascensor mientras levanto del dedo índice de mi mano derecha hacia la puerta de mi vecino con la esperanza de que esté mirando por la mirilla y reciba el cordial saludo de buenos días que le estoy enviando directamente desde lo mas profundo de mi corazón.
En el garaje, repito lo que ya se ha convertido en rutina, comprobar que no hay nada sospechoso junto a las ruedas del coche que las destroce en el momento en el que se pongan en movimiento. No, no estoy paranoico, tras ocho pinchazos en menos de un año, he aprendido la lección y prefiero doblar la espalda a tener que cambiar de nuevo las ruedas, pese a que el del taller quiere nombrarme cliente del año. Tras cerciorarme de que no hay sorpresas, abro el coche con el mando a distancia y al tomar el tirador para abrir la puerta, siento algo pegajoso en mis dedos. Joder, esta es nueva! Me digo a mi mismo, tomando nota mental para no volver a caer mientras me limpio las manos con una toallita húmeda que llevo en la guantera.
Pero ha merecido la pena, me repito una y otra vez, ha merecido la pena.
Llegados a este punto, dejadme que os ponga en situación, no vaya a ser que os caiga simpático el vecino y encima os pongáis se su parte.
Lógicamente, nadie es poseedor de la verdad absoluta, pero ya que el relato es mío y no tendréis su versión de los hechos, tendréis que creer mis palabras y desearle lo peor.
Como empiezo, veamos….
Hola, mi nombre es Juan y soy el Bueno de la historia. Tengo 35 años y desde que heredé el piso de mi abuelo, hace 12 años, tenía una vida plena y era feliz…al menos hasta hace dos años. El trato con mis vecinos era normal, agradable, vamos, como suele ser 99% de las veces. De hecho, aunque por mis horarios laborables coincidíamos poco, trataba de hacerme querer cuando así era y me ofrecía a ayudar en todo lo que estuviese en mi mano. Mirad si supe hacerme querer que la «Señorita Puri», mi vecina del tercero, digamos que me «adoptó» al poco de mudarme y siempre que trabajaba de mañana me tenía preparado un tupper para que comiese nada mas llegar a casa y no tuviese que ponerme a cocinar después de haber trabajado durante toda la mañana.
Purificación Garcias, es decir, la «Señorita Puri» era una agradable solterona de 70 años que vio en mi al hijo que nunca tuvo y se propuso que al menos, mi alimentación fuese la mejor posible y no abusase de la comida basura. Nunca he visto a nadie mas feliz al recibir de vuelta los tuppers inmaculados. – Casi no me ha hecho falta fregarlos. -le decía siempre al devolvérselos. – Estaba todo tan rico que casi me como el tupper también. -una gran sonrisa se apoderaba de su rostro. – Volverá a rechazarme y no se casará conmigo?
Sinceramente, era, y es, un amor de mujer.
Aunque me pese, toca hablar del hijo de la gran put….digo…de mi vecino.
Ramón Díaz, 55 años, casado con Julia Díaz, y padre (parece mentira) de dos preciosas niñas de 12 y 18 años. Decir que está chapado a la antigua es quedarse corto, según el, el sitio de una mujer está en la cocina y solo deberían abrir la boca para decir que si a todo lo que diga el marido. Sus hijas estudian en un colegio privado «para señoritas de bien», el Ilustre Colegio Santa Elena, tal como recalca cada vez tiene ocasión. Llueva, nieve, truene o haga un sol desgarrador, cada domingo, día del Señor, toda la família debe acudir junta a la Iglesia y rezar de rodillas un Rosario después de que concluya el oficio.
La verdad que esto a mi me trae sin cuidado, cada uno es como es y mientras su mujer y sus hijas le aguanten…
El trato con el y con su família era correcto, como con el resto de los vecinos, hasta que todo cambió hace dos años mas o menos.
Por esa fecha vino una nueva família al edificio, formada por una señora que rondaría los 65 años y sus dos nietos gemelos de apenas dos años. Los padres de las criaturas habían muerto en un accidente de tráfico y ella había quedado al cargo de ellos. Había comprado el piso con el dinero recibido del seguro de vida de los difuntos y se proponía darles la mejor educación posible a sus nietos. Para ello había abandonado el pueblo donde vivía y se había mudado a la ciudad.
Pero, según Ramón, no eran dignos y no podían vivir en nuestro edificio. Era un edificio de «gente de bien» y esa «chusma» (ojo, son sus palabras, no las mías) no tenía derecho a vivir con nosotros. Su único delito (repito, palabras de Ramón, de nadie mas) era ser de color.
Desde el primer día que llegaron no dejó de soltar mierda por la boca tratando de poner a todos los vecinos en su contra, cosa que poco a poco iba consiguiendo.
Todos? No, todos no. Una pequeña parte (la Señorita Puri y yo) resistíamos a su perorata y tratábamos de hacerle entrar en razón.
Por desgracia, todo estalló el día que Adisa (la abuela) se cayó por las escaleras y se rompió una pierna.
Al volver del hospital, pidió convocar una reunión urgente y Ramón no perdió el tiempo en malmeter entre los vecinos asegurándonos de que nos iba a caer una denuncia de órdago y de que la «negra de mier…» (me niego a terminar sus palabras) se iba a hacer rica a nuestra costa.
Nada mas lejos de la realidad, Adisa, muerta de la vergüenza por lo sucedido, nos contó que se había caído por no prestar atención al ir mas pendiente de sus nietos que de las escaleras y pidió perdón por el espectáculo montado al venir las ambulancias. Nos explicó que el verdadero motivo de la reunión era solicitar la instalación de un ascensor en el hueco de la escalera ya que en su estado le era imposible subir a su piso y no quería molestar a nadie cuando saliese o volviese a casa.
Su petición me pareció de lo mas normal, de hecho, hace tiempo se me había pasado por la cabeza sugerirlo pensado en que no tardando mucho la Señorita Puri sufriría subiendo a su casa, y así lo hice saber en la reunión.
Ramón por su parte, viendo que podía haber dado con la forma de librarse los «negr…», se negó en redondo alegando que se lo tenía que haber pensado antes de comprar el piso y que ellos no tenían que soltar ni un solo euro por su torpeza y su falta de previsión.
Como os imaginareis, la reunión terminó a gritos, con la aprobación de la instalación del ascensor ya que Puri y yo hicimos piña con Adisa, y conmigo ganándome un enemigo de por vida ya que casi llegamos a las manos.
Desde ese día comenzó mi calvario. Ramón y yo compartíamos rellano y misteriosamente, empezaron a aparecer palillos en la cerradura de mi casa, obligándome a cambiarla varias veces. Gané un enemigo, pero también un buen amigo, Martín, ya que finalmente entablé amistad con el cerrajero y quedábamos varias veces a la semana para tomar unas cervezas.
Alguno de los hechos inexplicables que me empezaron a ocurrir desde entonces fueron los pinchazos en las ruedas, la desaparición del felpudo (jajaja, ahora me viene a la mente Antonio Recio, Mayorista no limpio pescado. Creo que se inspiraron en Ramón. jajaja), y la televisión a todo volumen a altas horas de la noche cuando yo trabajaba de mañana o a primera hora del día cuando había trabajado de noche, impidiéndome descansar. Os he dicho que su habitación y la mía están pared con pared?
Pensé en denunciarle, pero el saber que mi gran vecino Ramón, ejemplo de moralidad y ciudadanía era el jefe de policía de la región, me hizo desistir al momento de tal acción y comencé a devanarme los sesos buscando la mejor forma de llevar a cabo mi venganza.
Finalmente, tras varios días dándole vueltas a la cabeza, esbocé las bases de lo que sería mi venganza. No es que fuese gran cosa , pero sabía que Ramón se consumiría por dentro al enterarse, porque me ocuparía de que así fuese y no solo el, sino que se entraría todo el edificio.
Si, eso es, tal y como os imagináis, mi plan sería follarme a su hija (que poco original, verdad?) . La pobre Ángela (su hija mayor, coño que hay explicarlo todo, no soy un puto degenerado), no tenía culpa de tener un padre así, pero sin pretenderlo, solo por vivir bajo su techo, la había hecho caer en mitad de un campo de batalla de la que no tenía ni arte ni parte.
Durante días me dediqué a observarla cuando iba y/o venía del colegio. Siempre caminaba cabizbaja , con los libros apretados sobre su pecho ocultando las proporciones de sus tetas, las cuales eran un misterio para mí. El uniforme del colegio, falda por las rodillas, camisa blanca y jersey de cuello de pico era lo mas anti erótico que existía (punto para el Colegio Santa Cristina y sus niñas de bien). Físicamente no parecía gran cosa, pero eso añadiría sustancia a mi venganza ya que Ramón sabría que me la habría follado solo por joderle.
Los días pasaban y no conseguía acercarme a ella, todos mis intentos caían en saco roto, ya que cuando me veía, agachaba, aún mas si cabe, la cabeza y aceleraba el paso para evitar que hablase con ella, sin duda aleccionada por su padre.
En otra vida debí haber sido muy bueno, quizás sacrifique mi vida para salvar un cachorrito de morir atropellado o algo por el estilo , porque finalmente, cuando estaba a punto de tirar la toalla, la fortuna me sonrío y me puso a Ángela en bandeja de plata, con papel de regalo y un lacito precioso adornando su cabeza.
Había quedado un viernes con los compañeros de trabajo para irnos a tomar algo al salir de trabajar. Mi intención era volver pronto a casa ya que estaba agotado. Como de costumbre Ramón había hecho un maratón de las películas de Rambo y por como se oía y como retumbaba la pared de la habitación, el muy cabrón debía haber estrenado un Home Cinema Dolby Surround Turbo intercooler 16 válvulas GTi, pero he de reconocer que soy de fácil convencer y sin darme cuenta nos encontrábamos en el centro recorriendo los garitos de moda. Al entrar en el segundo garito, un grupo de chicas bailando provocativamente llamó nuestra atención y tras la pertinente ronda de cervezas, buscamos la mejor zona donde colocarnos y disfrutar del espectáculo.
– Ya os dije que teníamos que venir aquí! -trataba de hacerse oír Jesús. – Mirad como mueven el culo. -dijo sacando el móvil dispuesto a inmortalizar el baile en la memoria de su teléfono.
Sabíamos que el vídeo terminaría en nuestro poder ya que Jesús no tardaría en compartirlo en el grupo del WhatsApp por lo que los demás nos dedicamos a contemplarlas mientras cientos de pensamientos impuros se abrían paso en nuestras cabezas.
Dios, una de las chicas bailaba moviendo su cuerpo sensualmente al ritmo de la música imitando el baile de Salma Hayek en la película «Abierto hasta el amanecer». Sus manos recorrieron su cuerpo rozando sus pechos y deslizándolas por sus caderas tomó el bajo de su minifalda y comenzó a tirar de ella hacia arriba mientras echaba la cabeza hacía atrás. En el momento en el que su ropa interior iba a ser expuesta a la concurrencia, una de sus amigas la detuvo con un azote en el culo. Se colocó frente a ella, le dio un ligero beso en los labios y tomándola de las caderas comenzó a restregarse contra ella moviendo las caderas al unísono. Si bien nos quedamos con las ganas de ver el tesoro que escondía la chica entre sus piernas, el cambio de coreografía fue acogido con agrado por todos los varones presentes, y de seguro que por alguna que otra fémina también, ya que daba la impresión de que se estaban follando mutuamente haciendo la tijera mientras bailaban.
– Jesús!! -gritó Carlos. -Espero que lo estés grabando porque al llegar a casa me hará falta!!
Todos comenzamos a reírnos con la ocurrencia de Carlos, pero en el fondo, todos estábamos deseando recibir el video y verlo mas tranquilos en la intimidad, creo que me entendéis.
– Voy al baño que no aguanto. – me arriesgué a decir aún a sabiendas de cuales serían los comentarios de mis compañeros de trabajo.
Esperé durante unos segundos la replica pero estaban tan absortos contemplándolas que ni se dieron cuenta.
Como pude me abrí paso hacia el baño deseando que no hubiese mucha gente ya que las seis cervezas que llevaba dentro estaban deseando salir y no podría aguantar mucho. Tras un primer vistazo a la gran cola formada delante del aseo de mujeres, comprobé que había tenido suerte y apenas había gente en el aseo masculino. Deseché el primer cubículo ya que una gran vomitona decoraba el suelo y me metí dentro del segundo. No me molesté en cerrar la puerta porque la cerveza quería abandonar mi cuerpo y no podía perder ni un segundo. Como pude me saqué la polla y comencé a mear.
– Date prisa, no pierdas el tiempo. -una voz femenina apremiaba desde siguiente cubículo.
Recordando la cola que había en el baño de mujeres, no me extrañó que algunas se hubiesen colado en el de hombres debido a alguna urgencia, pero la siguiente frase que escuché me sacó de mi error dándome cuenta de que una pareja no tardaría en sofocar su calentura embriagados del romanticismo que reinaba en el aseo masculino.
– Veamos esa polla de la que tanto presumes. -retó la desconocida.
El sonido de la hebilla de un cinturón al soltarse me indicó que el varón había recogido el guante del desafío y el énfasis con las que la fémina pronunció las dos sílabas que formaban la única palabra utilizada como respuesta me hicieron saber quien había salido vencedor del mismo.
-JOOO-DER!!
Cuando terminé de mear me despedí silenciosamente de mis calenturientos vecinos envidiando al afortunado, y al parecer, bien dotado, joven que al contrario que yo, llegaría con los huevos descargados a casa.
Antes de volver con mis compañeros me acerqué a la barra para pedirme otra cerveza y me encontré con Jesús.
– Te has perdido el gran final. -gritó a mi oído. – Nada mas irte han empezado a comerse los morros y nos han dejado a todos babeando, pero tranquilo, lo tengo todo grabado. Luego lo comparto en el grupo.
– No soy el único que se lo ha perdido. -le dije a sabiendas que no tardaría en ir a comprobarlo móvil en ristre. – Me sé de una pareja que está en el baño de los tíos que también se lo ha perdido, pero por los suspiros de la chica, -exageré a posta. -si se queda babeando será por otro motivo.
No hizo falta decir mas, Jesús me abandonó dejándome al cuidado de su cerveza y tras pagar ambas consumiciones volví con el grupo.
Los siguientes veinte minutos pasaron sin pena ni gloria, mas de uno probamos suerte con algún grupo de chicas, pero quedó claro que esa noche no era nuestra noche y todos nuestros intentos fracasaron estrepitosamente.
– Menudo material!! -exclamó Jesús señalando su móvil. -Me lo agradeceréis al llegar a casa, malditos pajilleros.
Solo yo sabía de que estaba hablando así que guardé silencio para mantener el suspense y tras despedirme de todos me dispuse a apurar la cerveza para irme a casa y tratar de dormir lo máximo posible antes de que mi vecino comenzase con su maratón de Rambo nuevamente.
– Lo siento. -fue lo único que oí después de sentir como la cerveza que estaba bebiendo se escurría de mi mano y se derramaba por mi camisa.
– Tranquila, estas cosas pasan. -contesté a la chica que segundos antes había chocado conmigo tirándome la cerveza por encima, mientras me pasaba las manos por la ropa tratando de minimizar los daños. – Ángela? -exclamé asombrado. -Eres la última persona que esperaba ver aquí. Y menos que me tirases la cerveza por encima. Veo que tienes los genes de tu padre. -bromee abriendo los brazos para que viese el estado de mi ropa.
Aproveché a darle un buen repaso visual ahora que el uniforme del colegio no ocultaba su anatomía. No era muy alta, apenas sobrepasaría el metro sesenta, viendo como tenía que levantar la cabeza para hablar conmigo. Por fin despeje la X de la ecuación, la forma de sus pechos me fue revelada y sin perder la ocasión, traté de memorizarlos pues no sabía cuándo tendría de nuevo la oportunidad de verlas, o al menos intuirlas. No eran grandes, tampoco pequeños, como dice Martín el cerrajero, tamaño juguetón, de las que encajan perfectamente en la palma de la mano y cuando los aprietas, pugnan por escapar por cualquier hueco que encuentren entre los dedos. Vestía un top ajustado que dejaba al aire su ombligo y eché en falta un piercing adornándolo, pero sabiendo de quien era hija, no me extrañó su ausencia. Unos pantalones vaqueros ajustados cubrían sus piernas. Debía practicar algún deporte porque por como le quedaban, sus piernas estaban muy trabajadas y daba la impresión de que su culo debía estar bien duro.
– Tengo 18 años, es normal que salga a divertirme. -se disculpó. -Pero bueno, ya me voy a casa. -zanjó nerviosa sin duda pensando en como reaccionaría su padre si se enterase de que había estado hablando conmigo.
– Quieres que te acerque? -pregunté viendo la ocasión perfecta para tratar de hablar un poco con ella y que al menos se diese cuenta de que no era la persona que su padre le describía. – Precisamente me retiraba ya.
– Me espera mi padre fuera. -dijo negando con la cabeza dando la conversación por terminada.
Me quedé mirando su culo bambolearse mientras se dirigía a la salida cuando una mano me agarró del hombro obligándome a girarme.
– De qué la conoces? -preguntó Jesús señalando a Ángela.
– Te acuerdas de que te hablé del hijo de puta de mi vecino? -esperé unos segundos a que hiciese memoria. – Su hija. -dije señalando hacia atrás con el pulgar.
– Pues vaya con la niña!! -dijo pasándome su móvil. – Que forma de comer polla!!!
– Que dices? -pregunté mientras cogía su teléfono extrañado sin saber si había oído bien.
– Que mires el vídeo!!!!
Pulsé el botón para que comenzase el video y vi a una chica agachada comiéndose la polla mas gorda que había visto en mi vida, grabados por encima de la separación de los baños. No puede evitar reírme al imaginarme a Jesús subido en la taza del váter tratando de grabar la escena. Automáticamente me vino a la cabeza la pareja que estaba el baño cuando fui a mear y reconocí que el muchacho no fanfarroneaba al presumir de polla.
Le hice un gesto con la cabeza pidiéndole que se explicase ya que había mucha gente y no me apetecía que cualquiera que pasase por mi lado pensase que era un degenerado que grababa a las parejas follando en los baños.
– Trae acá. -dijo arrancándome el móvil de las manos y avanzando el vídeo unos minutos. – Dime si es o no es tu vecina. -sentenció dándome de nuevo el teléfono.
El vídeo estaba pausado y se veía a la chica apoyada contra la puerta del baño con los pantalones bajados hasta las rodillas. El chico tenía la cara entre sus piernas y no hacía falta ser muy listo para saber que le estaba comiendo el coño mientras metía uno o dos dedos dentro del mismo. La chica disfrutaba de las atenciones recibidas y tenia la cara apuntando al techo, y para fortuna de Jesús, los ojos cerrados. De no haberlos tenido cerrados, sin duda hubiese visto el teléfono que asomaba por encima del separador y el vídeo habría terminado ahí mismo. Pero no, viendo la marca de tiempo en la parte inferior de la pantalla, el video continuaba otros doce minutos mas.
Efectivamente, como ya habréis imaginado, sin lugar a dudas, tal y como afirmaba Jesús, la chica en cuestión era Ángela, mi vecina, la hija de Ramón.
Antes de que me quitase el teléfono de las manos, abrí el WhatsApp en su móvil y me lo envíe a mi mismo.
– Tengo que pedirte un gran favor. -le dije tomándole con mi mano libre por detrás de la cabeza y acercándome a su oído. – No te va a gustar. -le avisé tratando de ganar el tiempo necesario para que se enviase el archivo. – Necesito que borres el video y no se lo digas a nadie.
– Pero que coño dices? -exclamó separándose de mi. – Es el mejor video, con diferencia, que he llegado a grabar.
– Por favor, -insistí. – Te compensaré con creces. -le dije viendo que el video ya se había enviado. – Créeme, te compensaré.
Jesús fue consciente de que estaba tratando de borrarlo pero para cuando quiso reaccionar era demasiado tarde y todo rastro del vídeo había sido eliminado de su teléfono.
– Que hijo de puta eres! -por un momento pensé que iba a pegarme. – Un Grandísimo Hijo De Puta. -derrotado pronunció cada palabra saboreándola.
– No lo sabes bien. -le dije mirándole a los ojos tratando de imponerme y «acojonarle» para que no llegásemos a las manos. – Pero este Hijo de Puta sabe quienes son sus amigos. -dije haciéndole ver que le apreciaba y que al final saldría ganando.
– Eso espero Juan, eso espero. -la palabras salieron escupidas de su boca y sin decir nada más se volvió con el grupo.
En el coche, de vuelta a casa, mi cabeza funcionaba a mil por hora. Se me ocurrieron varias formas de sacar partido a la grabación, pero debía madurar mejor el plan para maximizar mi venganza y hundir en el fango a Ramón. Es cierto que me dio pena el papel que le había tocado a Ángela, pero toda guerra tiene daños colaterales y ésta no sería diferente.
No perdí el tiempo al llegar a casa, conecté mi teléfono a la TV y me acomodé en el sofá dispuesto a ver el vídeo.
Ángela, arrodillada , se esforzaba al máximo tratando de comerse el pedazo de rabo que gastaba el chaval. Apenas le cabía en la boca y el afortunado y dotado chaval, cogía su cabeza marcando el ritmo de la felación. Tiraba de ella tratando de invadir su garganta, forzándola cada vez mas. Ángela con los ojos llorosos por el esfuerzo comenzó a golpear los muslos del chaval implorando clemencia.
– Que me ahogas, cabrón! -consiguió decir tomando aire profundamente cuando por fin sus vías aéreas se vieron liberadas de tal tremendo trabuco. – Relájate un poco y déjame a mí.
Deslizó su lengua desde la base hasta la punta de la polla varias veces y, girando la cabeza, atrapó el miembro entre sus labios masturbándolo suavemente. Por como se tensó el chaval debía ser la primera vez que le hacían tal maniobra y cruzando las manos tras su cabeza, se dejo mimar.
Mi adorable vecina, alumna ejemplar de colegio Santa Cristina, se detuvo el tiempo justo para, con la mano izquierda, soltarse el botón del pantalón y mientras introducía su mano entre sus piernas, con la mano derecha mantenía la enorme polla apuntando al techo del aseo. Una pequeña pausa en su respiración me indicó que sus dedos habían invadido su coño y con energía renovada se abalanzó sobre la polla follándose ella misma la boca.
No pude aguantar mas y mi mano, que hasta entonces había estado acariciando mi miembro por encima del pantalón, imitó los movimientos de Ángela y se introdujo bajo ellos liberando a la bestia que pugnaba por verse libre.
– Te toca carbón. -le dijo Ángela al afortunado chaval levantándose y retrocediendo hasta que su espalda quedó apoyada en la puerta del aseo. – Cómeme el coño de una puta vez. -le ordenó bajándose los pantalones hasta la rodillas y separando las piernas todo lo que la postura le permitía.
El chaval, dedicó unos segundos a observar el lampiño coño de mi vecina y se abalanzó sobre ella dispuesto a cumplir con su parte. Colocó sus manos sobre las caderas de Ángela, con los pulgares separó los labios vaginales y hundió su cabeza entre las piernas arrancándola el primero de los muchos gemidos que vendrían a continuación. En el momento que la lengua se centró en su clítoris y dos dedos se introdujeron en su coño, mi vecina cerró los ojos y echó la cabeza para atrás, disfrutando de las atenciones que estaba recibiendo.
El chaval se levantó y comenzó a comerle la boca mientras sacaba un condón del bolsillo trasero. Sin dejar de morrearla, se colocó el preservativo y la obligó a girarse. De un tirón, levantó el top haciendo que los pechos de Ángela se aplastasen contra la puerta del baño, le propinó un sonoro azote en el culo e introdujo de nuevo dos dedos en su coño, tirando de ellos hacía atrás, consiguiendo así que alzase el trasero y le facilitase la penetración.
En ese momento, mi mano destrozaba mi polla, se movía arriba y abajo a una velocidad de vértigo viendo como la enorme tranca se abría paso dentro del coño de Ángela y ésta rogaba que tuviese cuidado.
– Me vas a romper el coño, hijo de puta. -gritaba sin importarle quien pudiera oírla pues había perdido el control de su cuerpo y solo deseaba sentir la enorme tranca bombeando dentro de ella.
– No querías polla? -le contestó el dotado joven al oído. – pues te vas a hartar. -dijo agarrándola los pechos con las manos ayudándose así para clavársela aún mas dentro si era posible.
El muchacho dejo caer una buena ración de saliva sobre el ojete de Ángela que se deslizó hasta su polla lubricándola y facilitándole la penetración.
Viendo que parte de la saliva había quedado en el orificio anal, tentó a la suerte y soltando los pechos, posó las manos en el culo y separó los cachetes jugando con uno de sus pulgares en ano de mi vecinita.
– Ni se te ocurra. -amenazó Ángela girando la cabeza y agarrando a su amante del pelo. – Inténtalo y te corto los huevos.
Viendo su virilidad amenazada, el muchacho se conformó con seguir follando su coño y redobló la velocidad de los envites. El sonido de su pelvis chocando contra la retaguardia de mi vecina se adueñó del baño y poco a poco el joven fue disminuyendo el ritmo de la follada.
– No te corras todavía. -imploraba Ángela. – Sigue follándome.
Sus súplicas cayeron en saco roto y con un último empujón el muchacho comenzó a correrse arqueando la espalda mientras su esperma se topaba con el látex del condón impidiendo llenarla.
– Mierda!! Mierda!!! Mierda!!! -repetía una y otra vez Ángela mientras se frotaba enérgicamente el clítoris con sus dedos buscando alcanzar el orgasmo que el joven le había negado al preocuparse únicamente por su propio placer.
Mientras el dotado y egoísta joven se sentaba el la taza del váter para recuperar el aliento, Ángela comenzó a correrse redoblando la intensidad con la que masajeaba su clítoris y a duras penas fue capaz de mantener el equilibrio tal era el temblor que se había apoderado de sus piernas.
Como si el orgasmo de mi vecina me llamase, mi propio orgasmo acudió a mi y mi polla empezó a escupir semen saliendo disparado en todas la direcciones.
Con la respiración agitada y asombrado por lo que acababa de ver, me cuestioné si no sería mejor olvidarme de llevar a cabo mi venganza sobre Ramón y aprovechar el vídeo para gozar de las atenciones de su hija una y otra vez.
Tras hacer una copia de seguridad de la grabación, decidí acostarme sin importarme que mañana Ramón me despertase a primera hora ya que mis siguientes pasos harían que toda putada que llegase a hacerme se quedase en nada comparado con lo que pensaba hacerle a su hija.
Me llevó varios días ultimar los detalles de mi venganza. Pasé muchas horas buscando la información necesaria, eché mano de documentales, blogs, relatos y vídeos buscando ideas para llevar a cabo y en la intimidad de mi casa, interpretaba una y otra vez el papel que desempeñaría para que me saliese de forma natural y no se viese muy forzado. Una vez me sentí preparado, di el primer paso con el que se iniciaba mi venganza.
Llevaba cerca de media hora sentado en la terraza del bar de enfrente de casa, cuando por fin, doblando la esquina hizo aparición Ángela sin saber que en breve, todo su mundo cambiaría. Apuré de un trago la poca cerveza que quedaba en el vaso y con paso rápido me metí el portal. Me senté en el primer peldaño de las escaleras y aparentando mayor seguridad de la que realmente tenía, esperé a que mi vecinita llegase hasta mi. Sabía que no tomaría el ascensor. Ningún miembro de su familia lo usaba ya que suponía un recordatorio constante de la derrota de Ramón frente a Adisa y éste había prohibido a su família que lo usase.
– Me dejas pasar. -dijo Ángela plantada frente a mi apretando la carpeta sobre sus pechos.
– No. -fue mi única respuesta que di mirándola fijamente a los ojos.
– Mira, ya te pedí perdón por tirarte la cerveza. -me dijo bajando la mirada. -Fue un accidente. Déjame pasar.
– No. -volví a contestar. -Y mírame cuando te hable. -le ordené.
Sorprendida por el tono de mi voz, clavó sus ojos en mi y soltó la frase que estaba esperando oír saliendo de sus labios.
– Acaso quieres que llame a mi padre para que te aparte? -me amenazó.
– Si, llámalo. -le dije esbozando mi mejor sonrisa. – Así aprovecho para enseñarle lo PUTA que es su hija.
– Co-mo? -balbuceó sin llegar a entender el porqué de mis palabras.
– Que lo llames, he dicho.
Tras unos segundos de confusión, Ángela buscó en su mochila el teléfono para llamarlo pero antes de que lo desbloquease, puse frente a ella mi móvil en el cual comenzó a reproducirse a todo volumen el vídeo grabado por Jesús.
Trató de arrancármelo de las manos, pero al estar esperando su reacción, fui mas rápido que ella.
– Llámalo. -repetí de nuevo. – Seguro que estará encantado de saber lo buena que eres mamando pollas.
– Está bien. -derrotada Ángela dejó caer el brazo que mantenía la carpeta cubriendo sus pechos. – Vamos.
– Vamos? -pregunté extrañado guardándome el móvil en el bolsillo del pantalón. – A donde se supone que hemos de ir?
– A tu casa. -me respondió con la voz llena de rabia. – Me imagino que querrás follarme o que te la chupe para que no se lo enseñes a mi padre.
Sinceramente no me esperaba esas palabras, me había imaginado que lloraría, que me suplicaría que no lo hiciese, que me imploraría que borrase el vídeo, pero las palabras que salieron por su boca me pillaron por sorpresa
Ángela, sabiendo que no desperdiciaría una oportunidad así, había tomado el toro por los cuernos a sabiendas de que la única forma de conseguir que ese vídeo fuese eliminado era ofreciendo su cuerpo como moneda de pago.
– No, pequeña Zorra. -le dije. – Las cosas no funcionan así. -le aclaré levantándome y colocándome a su espalda. – Te espero mañana a las cinco en punto en la puerta de mi casa. -tiré levemente de su falda hacia arriba. – Como no estés plantada en el felpudo cuando abra la puerta, toda la ciudad verá el video, no solo tu padre. -susurré en su oído y comencé a andar hacia la calle sin otorgarle la oportunidad de pronunciar ni una sola palabra.
Como ya os he dicho, sus palabras me sorprendieron y me hicieron alterar el plan previsto. Resulta que Ángela no era la inocente chica que su padre nos había vendido y como mi intención, aparte de follármela consistía en pervertirla haciendo de ella mi puta particular, mi siguiente paso consistió en tratar de sorprenderla y dejarle bien claro quien llevaría la voz cantante a partir de ahora.
A las cinco de la tarde en punto mi vecina pulso el botón del timbre de casa. Aún habiendo estado esperando toda la tarde a que llegase la hora, no me apresuré a abrir, y con toda la tranquilidad del mundo, recorrí los pocos metros de pasillo que separaban el salón de la puerta de la calle.
– Aquí estoy. -dijo cruzando los brazos sobre su pecho nada más se abrió la puerta.
Sujetando la puerta con una mano, la miré de arriba a abajo contemplando su vestimenta. Se había presentado vestida con el uniforme escolar y pensé en sus motivos: O trataba de parecer lo menos atractiva posible o bien, buscaba excitarme y que todo terminase cuanto antes ofreciéndose a mi como la típica colegiala inocente que es follada por un hombre mayor.
– Levántate la falda. -ordené tratando de parecer impasible.
Me sostuvo la mirada unos segundos y finalmente, tiró de la parte delantera de su falda hacia arriba mostrándome unas infantiles braguitas con un dibujo de Piolín, confirmándome así mi teoría de que buscaba satisfacer el rol de maduro-colegiala.
– Dame tus bragas. -ordené nuevamente.
Viendo su falta de reacción, traté de cerrar la puerta avisándola de que si no me hacía caso en vídeo sería de dominio público. En el último segundo me lo impidió estirando su mano deteniendo la puerta.
– Eres un cabrón. -dijo quitándose las bragas y lanzándomelas a la cara.
Su cara reflejó estupor y asombro cuando, sin ni siquiera mirarlas, tiré las bragas a un pequeño cubo de basura que para tal efecto había dejado cerca de la entrada.
– Inténtalo de nuevo mañana. -dije cerrando la puerta en sus narices y dejándola con la boca abierta preguntándose que coño estaba pasando.
La misma escena se repitió durante los siguientes días. Tras abrir la puerta, le pedía las bragas y las tiraba al cubo de basura cerrando la puerta seguidamente. El cuarto día, al abrir la puerta la encontré vestida igual que en la grabación del vídeo, pantalón vaquero y top blanco ajustado.
-Inténtalo de nuevo mañana. -repetí al igual que los días anteriores cerrando la puerta sin ni siquiera pedirle la ropa interior.
Finalmente, el séptimo día o se dio cuenta de cual era el error que estaba cometiendo o bien se estaba quedando sin braguitas, esbozando una sonrisa en señal de victoria, accedió al interior de mi piso cuando me aparte permitiéndole flanquear la entrada.
Como en días anteriores, a las cinco en punto de la tarde, llamó al timbre y esperó pacientemente a que abriese la puerta. No hizo falta que le dijese nada, nada mas verme, se levantó la falda mostrándome su lampiño coño en su máximo esplendor sin braga alguna que lo cubriese. Giré sobre mis talones y me encaminé al salón dejando la puerta de casa abierta para que entrase.
-Deja toda la ropa en la entrada y ven al salón. -le comuniqué sin voltearme al oír como se cerraba la puerta detrás de ella.
Me senté en el sofá y tomé la Tablet poniéndome a leer la prensa online.
– Y ahora? -dijo desde la puerta del salón desnuda mientras trataba de cubrirse sus pechos y su coño con las manos.
– Ahora -contesté sin levantar la vista de la Tablet. -, te vas a sentar sobre tus talones separando las rodillas. Colocarás las palmas de tus manos sobre los muslos y mantendrás la vista clavada en el suelo hasta que yo te diga.
Soltando un suspiro, se dejó caer en el suelo y adoptó la postura que le había sido ordenada y permaneció a la espera de unas ordenes que no llegaban. Yo mantenía la Tablet enfrente de mis ojos lo que me permitía comprobar si me obedecía y de vez en cuando observaba como levantaba fugazmente la vista preguntándose si me habría olvidado de ella.
– No piensas hacer nada? -me preguntó después de veinte minutos.
– Ya lo estamos haciendo, Zorrita. -respondí bajando la Tablet para mirarla fijamente. – Todavía no te has dado cuenta?
– Haciendo? El qué? -inquirió extrañada.
– Dime una cosa, pequeña aprendiz de Zorra, -pregunté levantándome .-con cuántos tíos has follado?
– No me llames así.
– Es lo que eres y te llamaré como me dé la gana. -dije colocándome frente a ella dejando mi paquete frente a su cara. – Ahora responde.
– Con…cuatro.
– No está mal. -contesté. Por lo visto en el video, hubiese jurado que serían muchos mas. – Y cuantos hicieron que llegases al orgasmo? -le pregunté tomándola de la barbilla para que dejase de mirarme el paquete y me mirase a los ojos.
– Todos.
– No te creo. Formularé la pregunta de otra forma. -me coloqué detrás de ella y susurré en su oído. – Cuantos se preocuparon de que te corrieses? Con cuantos no necesitaste masturbarte para correrte una vez lograron vaciar sus huevos?
Volví de nuevo al sofá y sentándome observé como dudaba, como abría la boca tratando de contestar sin éxito, dándose cuenta de que siempre había creído tener el control con los chicos con los que finalmente había follado, calentándolos hasta que comían de su mano, creyéndose una «femme fatale» manejando a los chicos a su antojo, pero la verdad era bien distinta. Una vez se la metían, se preocupaban únicamente de correrse cuanto antes, sin importarles si ella se corría o no, y volvían con sus amigos fanfarroneando de habérsela follado.
– No contestas? -pregunté al ver que no obtendría respuesta alguna. – Escucha, aprendiz de Zorra, me has preguntado que qué estábamos haciendo, pues bien, estás aprendiendo a diferenciar a un crío de un hombre.
Dejé por unos segundos que mis palabras hiciesen efecto en su mente y le ordené que se sentase en el borde de la mesa. Su respiración se agitó al ver que tomaba unas correas que habían permanecido ocultas entre los cojines del sofá.
– No temas, -le dije mientras colocaba sus piernas y sus brazos en la posición correcta. – Te voy a enseñar lo que es un orgasmo de verdad.
Una vez inmovilizada, me retire un par de pasos para contemplar mi obra. Ángela tenia las piernas flexionadas sobre el borde de la mesa, con los tobillos sujetos a las patas delanteras, ofreciéndome unas vistas perfectas de su coño y la espalda ligeramente inclinada hacía atrás pues sus manos estaban atadas a las patas traseras.
– Que me vas a hacer? -preguntó tratando de parecer asustada, aunque el brillo de su coño me indicó que estaba deseando que comenzase con lo que sea que tenía pensado hacer.
– Ya te lo he dicho -dije encaminándome hasta la cocina para coger un vaso con hielos que había dejado en el congelador. -Voy a hacer que te corras como la Zorra que eres.
Dejé el vaso entre sus piernas y tomando un cubito de hielo, lo coloqué cerca de sus labios para que, con el calor de su respiración se derritiese. Su cuerpo se tensó cuando la primera de las gotas cayó sobre su pecho y se deslizó sobre su abdomen. A esta primera gota la siguieron varias mas que formaron un pequeño arroyo que terminó desembocando en su coño. Lentamente, como si dispusiese de todo el tiempo del mismo, comencé a recorrer su anatomía acariciándola con el hielo. Primero fueron sus labios lo que sintieron el contraste, después, recorrí su cuello y bordeé su pecho izquierdo. Deslicé el cubito por debajo de su pecho y rodeándolo llegué a su pezón que reaccionó al contacto endureciéndose. El pecho derecho recibió igual tratamiento y cuando ambos pezones me apuntaron desafiantes, continué deslizándolo por su abdomen. Rodeé varias veces su ombligo con el y lo levante un poco para dejar caer un par de gotas en su interior. Ángela ya no me miraba, echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos tratando de sentir cada caricia, cada sensación que recorría su cuerpo. Decir que se tensó era quedarse corto, en el momento que el hielo contactó con su coñito, abrió los ojos como platos echando la cabeza hacia delante y soltó un sonoro gemido. Separé sus labios con mis dedos y con delicadeza los recorrí apenas rozándolos. El cubito casi había desparecido y aproveché para rozar su clítoris con el. Lo movía en movimientos circulares y finalmente, lo introduje dentro de su coño.
En ese momento, tiré de sus caderas hacia delante, enterré mi boca entre sus piernas y comencé a lamer su clítoris. Este estaba frío debido al hielo y el contraste del calor de mi lengua provocó en ella oleadas de sensaciones nunca sentidas.
Coloqué una de mis manos en su abdomen y continúe lamiendo hasta que noté como se tensaban sus músculos anunciando la proximidad del orgasmo. Presione con mi mano en la parte baja de su tripa mientras aumentaba la velocidad de mi lengua y cuando estaba a punto de correrse, me detuve separándome de ella.
– Que coño haces? -gritó. – Por qué paras? Estaba a punto de correrme.
– Lo sé. -contesté inclinándome sobre ella y tomando uno de sus pezones entre mis labios.
Dediqué un rato a saborear sus pechos y nuevamente, abordé su clítoris con mi lengua, esta vez, introduciendo los dedos anular y corazón dentro de su coño. Doble ligeramente los dedos en su interior y busqué la zona rugosa de la pared de su vagina y empecé a follarla con mis dedos y mi lengua.
Al igual que antes, mi otra mano presionaba su abdomen tratando de averiguar la llegada de su orgasmo.
La contracciones de su abdomen aumentaron el ritmo, y de nuevo, me detuve antes de que se corriese.
– Eres un hijo de puta. -dijo entre jadeos. – No vas a dejar que me corra.
– Al contrario, pequeña aprendiz de Zorra. Tendrás el mayor orgasmo de tu vida. -dije volviendo de nuevo a la carga.
Separé sus labios vaginales con mis dedos, haciendo que su clítoris saliese a saludarme y con energía renovada, mi lengua lo recorrió una y otra vez.
– Si quieres correrte, -le dije separándome de ella para terminar la frase. – Tendrás que ser educada y pedírmelo.
– JODER , SIII!!! NO PARES, NECESITO CORRERME. -gritó sin reconocerse. – HAZ QUE ME CORRA!!!
En ese momento, introduje de nuevo los dedos en su coño y apoyando la palma de mi mano en su clítoris comencé a moverla arriba y abajo cada vez mas rápido. Sus piernas temblaban, su cuerpo se estremecía cuando finalmente permití que se corriese. Separé ligeramente la palma de mi mano para hacer presión con el pulgar de la otra mano sobre su clítoris y, de un tirón, arranqué mis dedos de su interior. Su coño empezó a soltar liquido en un intenso squirting y mientras aumentaba la presión de mi dedo pulgar, volví a clavar mis dedos dentro de ella, para volver arrancarlos de nuevo, logrando que encadenase varios orgasmos.
– PERO QUE COÑO!!! -exclamó mientras veía como su corrida empapaba la mesa y caía sobre la alfombra.
Mis dedos seguían profanándola una y otra vez hasta que finalmente me detuve. Con la polla a punto de reventar mis pantalones, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no clavársela, pero debía seguir el plan y debía detenerme ahí, al menos de momento.
Solté sus ataduras y mi vecina se dejó caer sobre la mesa, apoyando la espalda y dejando las piernas colgando.
– DIOS!!!! -dijo cuando por fin recuperó el aliento. – Ha sido…
– Vístete, -la interrumpí sin dejarla acabar la frase. – y vete a casa.
– No vas a…? -preguntó extrañada.
– No. No voy a. -contesté tomando asiento en el sofá.
Se levantó de la mesa y sin saber que estaba ocurriendo fue a por su ropa. Cuando se hubo vestido la llamé.
– Tu decides quien llamará el lunes a mi puerta. Ángela o la aprendiz de zorra. -le dije dejándola mas confusa aún si cabe.
– Y que pasará con el video?
– Eso dependerá de quien se presente ante mi. Ahora vete.
Nada mas cerrarse la puerta, saqué mi polla de los pantalones y comencé a masturbarme como un loco. No sabía de donde había sacado las fuerzas necesarias para no tirarme encima de ella y follármela una y otra vez. Apenas bastaron unas sacudidas cuando mi esperma salió disparado de mi interior aterrizando sobre la mancha de humedad de la alfombra uniéndose a la corrida de mi vecinita.
En la ducha, la imagen de Ángela abierta para mi y el recuerdo del sabor de su coño, volvió a mi mente y antes de que me diese cuenta, mi mano se había apoderado de mi miembro y lo acariciaba tratando de emular el coño de mi vecinita.
Los siguientes dos días, con la excusa de que el cabrón de Ramón seguía haciendo de las suyas, los pasé en casa de mis padres, aunque realmente, quería evitar a Ángela para no atosigarla.
-Por qué no lo denuncias? -me volvió a preguntar mi madre.
– Ya te lo he dicho, Mamá. -volví a repetir. – No serviría de nada.
-Sabes que puedes volver a vivir con nosotros. Siempre serás nuestro niñito.
– Gracias Mamá, pero no pienso darle ese gustazo a Ramón. No conseguirá librarse de mi tan fácilmente y tarde o temprano rendirá cuentas por sus actos. -zanjé la conversación dejando a mi madre pensando en el significado oculto de mis palabras sin llegar a percatarse de la velada amenaza que contenían.
A modo de compensación por darme asilo durante el fin de semana, mis padres me pidieron que les acompañase a la iglesia y luego presentar nuestros respetos ante la tumba de mi abuelo. Para demostrarles mi agradecimiento, no solo acepté, sino que les propuse invitarles a comer una paella después de misa.
Me sentía como un pez fuera del agua sentado en el banco de la Iglesia. A mi alrededor, la gente murmuraba las oraciones y yo me mantenía en silencio con los brazos cruzados. Respetaba las creencias de cada uno, pero la religión era un tema que no iba conmigo.
– Venga que ésta te la sabes. -me dijo mi padre acercándose a mi. – Padre nuestro que estás en los cielos….
Estuve a punto de ponerme a recitar la plegaria, pero me di cuenta de la letra que yo conocía no se correspondía con la que todos recitaban. – Vaya, -pensé. – hay versión 2.0 del padrenuestro.
Cuando el cura comenzó a santificar el pan y el vino, hizo su aparición un ejercito de beatos y beatas, cepillo en ristre, dispuestos a saquear los bolsillos de los fieles.
En el momento que el cepillo se acercó a nosotros, mi madre disimuladamente me pasó una moneda, con un gesto digno del mejor camello, para que lo echase en el cepillo. De nada sirvió que me negase, con un gesto de la cabeza señaló el cesto que tenía a mi lado. Mi mano no llegó a soltar la moneda, esbozando mi mejor sonrisa, levanté la vista hacía el portador del cepillo y maldije mi suerte. Efectivamente, como ya os habréis imaginado, quien sostenía el cepillo era Ramón, mi cordial vecino que no se había perdido detalle del intercambio de gestos que acababa de mantener con mi madre.
Sinceramente no me importó que retirase el cepillo para que no donase la moneda, pero algo dentro de mi comenzó a arder, cuando hizo lo mismo con mis padres, ignorándolos y dejándolos con la mano levantada sosteniendo el dinero de la colecta.
En ese momento, mi sed de venganza se multiplicó por mil. A mi podía putearme todo lo que quisiera, pero involucrar a mis padres… Había cometido un gran error. Me juré a mi mismo que todo lo que hiciese sería poco. En mi cabeza me imaginé colándome en la Iglesia durante el próximo oficio y proyectando en la pantalla de los salmos el vídeo de su hija. Furioso, me levanté y excusándome ante mis padres, salí del templo buscando tranquilizarme un poco. Deambulé por los jardines y terminé delante de la tumba de mi abuelo, donde liberé mi frustración y le hice partícipe de lo buena persona que era de su antiguo vecino. Tras relatarle a mi abuelo, bueno, a su lápida, cual sería mi venganza, y no recibir ninguna señal desaprobatoria por su parte (oye, en la películas cuando pasa algo así, siempre suena un trueno en la lejanía o misteriosamente se cae algo de la lápida) volví con mis padres con las fuerzas renovadas deseando cruzarme con la família Díaz-Díaz y ver la cara de Ángela al encontrarme allí. Por desgracia…o por fortuna, no fue así.
No os aburriré contándoos lo que sucedió después, me refiero durante la comida, porque fue la típica comida familiar donde se tocaron lo temas de siempre, salud, trabajo, etc. y no faltaron las insinuaciones de mi madre pidiéndome que sentase la cabeza y buscase una buena mujer con la que compartir mi vida y darles un nieto.
Vayamos directamente a las 16:55 del lunes ya que vuestras mentes calenturientas estarán deseando conocer que ocurrió.
Sentado en el sofá no dejaba de comerme la cabeza. Estaba realmente dispuesto a borrar el vídeo si así me lo pedía Ángela y dejarla en paz sin habérmela follado? Después de pensarlo mil veces, llegué a la conclusión de que debería hacerlo. Era un riesgo que había decidido correr y debería obrar en consecuencia. De no hacerlo, cualquier futuro acercamiento a ella sería en vano y por el contrario, si lo borraba delante de ella (aunque tuviese una copia a buen recaudo, cosa que ella no sabía, pero que seguro intuía), quizás , solo quizás, mi vecina volviese algún día a llamar a mi puerta.
El sonido del timbre me sacó de mis cavilaciones y tratando de aparentar la mayor indiferencia posible, abrí la puerta.
Ángela apareció ante mi vestida con el uniforme del colegio y con gesto serio me sostuvo la mirada durante unos segundos. Pensé que todo acababa ahí y llevé mi mano al bolsillo trasero de mi pantalón para sacar el móvil pero me detuve al comprobar como cambiaba su expresión. Sonriendo maliciosamente, elevó su brazo derecho, apuntando a mi pecho con su puño cerrado y abrió la mano dejando que el tanga que ocultaba en su interior se mostrase ante mi.
– Deberías guardarlas. -me dijo nada mas entrar en mi piso, ofreciéndome el tanga. – Te las he firmado.
Tomé su ropa interior y examinándola, descubrí una gran mancha de humedad en ellas.
Nada mas cerrar la puerta, comenzó a desnudarse mientras avanzaba por el pasillo, dejando las prendas esparcidas por el suelo. Llegó al salón ya desnuda y sin que tuviera que decirle nada, se sentó sobre sus talones y adoptó la postura de espera de órdenes.
– Llevo todo el fin de semana cachonda. -me dijo cuando me coloqué frente a ella. – El domingo te vi en la iglesia y si no llega a ser porque estaba mi padre, hubiese ido donde ti a darte las bragas.
Ciertamente estaba impresionado con las palabras y el comportamiento de mi vecinita, la, en teoría, dulce e inocente niña de bien, alumna del Ilustre Colegio Santa Elena, se me ofrecía para que la usase a mi antojo y sin saberlo, llevase a cabo mi venganza contra su padre.
Preferí no decir nada, por si mi voz delataba mi nerviosismo, y liberé mi polla dejándola a escasos centímetros de su cara. Me hubiese gustado poder deciros que mi polla saltó de mis pantalones , erecta, dura como una piedra, golpeándola en la cara mientras describía una trayectoria ascendente al verse liberada de la prisión de mis pantalones, pero la realidad fue bien distinta. No esperaba tal actitud por su parte, nuevamente, me había roto los esquemas con su comportamiento y mi polla lo acusó mostrándose morcillona.
– Abre la boca y deja que crezca dentro de ella. – dije tratando de aparentar que tener a una joven de 18 años arrodillada ante mi no me impresionaba en absoluto, como si fuese de lo mas cotidiano en mi día a día.
Sin mover las manos de sus muslos, Ángela abrió la boca y dejó que mi polla entrase en ella. Comenzó a acariciar el glande con la lengua y mi verga comenzó a crecer en su boca agradeciéndole así la atenciones prestadas. Cuando alcanzó su máximo esplendor, se retiró y comenzó a lamerla recorriéndola desde la base hasta el glande momento en el que lo aprisionó con su labios y comenzó a moverlos lentamente jugando con la punta de la lengua en mi agujero uretral. Tras liberar mi polla de entre sus labios, agachó la cabeza y la posicionó bajo mi miembro dejando que mi estoque descansase sobre su cara. Sacó la lengua y empezó a lamerme los huevos, para seguidamente, introducirse uno de ellos en la boca.
Dios, cualquier palabra que escriba se queda corta ante la magnitud de la mamada que estaba haciendo. Me vi en la necesidad de detenerla o acabaría corriéndome en su boca en breve.
Cuando se abalanzó de nuevo sobre mi verga, clavándosela, literalmente, debido a su ímpetu, hasta la garganta, tuve que obligarme a retroceder un par de pasos para quedar fuera del alcance de sus labios o mi semen saldría disparado dentro de ella.
Con la disculpa de quitarme la ropa, aproveché para tratar de calmar mi excitación y retrasar mi eyaculación. Me senté en el sofá y le pedí que viniese a mi. Otra vez volvió a impresionarme, porque haciendo gala de una sensualidad impropia de una «niña de bien» gateó hasta mí deteniéndose entre mis piernas al tiempo que abría la boca dispuesta a engullir de nuevo mi miembro.
– Mi turno. -la detuve tomándola por las axilas obligándola a levantarse. – Súbete al sofá. -dije pasando mis brazos entre sus piernas y llevándome su coño a mi boca.
Ángela colocó sus pies a ambos lados de mis caderas y apoyó los brazos en el respaldo del sofá. Con mis manos atenazando sus nalgas, mi lengua se esmeró en darle placer, lamiendo su clítoris e introduciéndose en su dulce coñito. No hacía falta ser un genio para saber cuanto estaba disfrutando con mis atenciones. Si los gemidos que soltaba no eran señal suficiente, el movimiento que imprimía a sus caderas buscando mi lengua, daban fe de su gozo.
Esta vez no me detuve cuando empezó a correrse, al contrario. En el momento que empezó a gritar su orgasmo, tire de ella hacía abajo y levantando mis caderas, le ensarté mi polla hasta lo mas profundo de su coño. Comencé a bombear en su interior y haciendo gala de una fuerza en mi tren inferior, que no sabía que poseía, me levanté y continué follándomela de pie.
– Cabrón, -gritaba. – Me vas a matar. -sus manos tiraban de mi pelo. – ME SIGO CORRIENDO!! -aulló.
Deseando que su padre nos estuviese oyendo a través de los tabiques que separan nuestras casas, redoblé mis embestidas y, sin piedad, una y otra vez le clavaba la polla hasta lo mas profundo de su ser.
Por su forma de gritar, cuando por fin saqué mi polla de su interior, se había corrido tres veces seguidas y viendo que mi orgasmo no tardaría, la dejé caer sobre el sofá cual marioneta a la que cortan los hilos. Cayó con las piernas abiertas mientras su coño palpitaba disfrutando de un nuevo orgasmo con la mirada perdida tratando de almacenar en su memoria cada una de las sensaciones que habían recorrido su cuerpo. Sin tiempo que perder, apunté con mi polla a su cuerpo y dejé que mi simiente se derramase sobre ella. Mis piernas flaqueaban debido al esfuerzo y la intensidad de mi propio orgasmo y mi corrida se diseminó por su cara, pecho y abdomen. Agotado, me deje caer de hinojos y apoyé mi cabeza en uno de sus muslos tratando de controlar mi respiración.
Ángela seguía tumbada en el sofá inmóvil, cuando con dos dedos, recogí parte de la corrida que resbalaba entre sus pechos y se la acerqué a los labios. Sin ser consciente de sus actos, presa aún de ese estado de relajación total post-orgasmo, separó lo justo los labios para que mis dedos entrasen en su boca y saborease el fruto de mis testículos.
Llevo bastante rato sin hablaros de Ramón, quizás a estas alturas penséis que sus andanzas se habían detenido, pero os equivocáis. El muy cabrón tenía un amplio repertorio de putadas y a continuación os detallaré alguna de ellas. Tranquilos, no me extenderé mucho y dentro de unas pocas líneas volveré a hablaros de mis encuentros con Ángela. Pero he de avisaros de algo, bastante tiempo habéis invertido ya en la lectura de esta historia y enumerar todos los encuentros que mantuve con ella sería, cómo decirlo…repetitivo. Así que os contaré tres de ellos, que creo que merecen la pena ser contados y luego pasaré a terminar el relato contándoos como culmina mi venganza, que no las putadas de Ramón.
Para abrir boca, os adelantaré de que irán cada uno de los tres encuentros por si queréis saltaros las siguientes líneas e ir al grano.
El titular del primero será la primera vez que le follé el culo, en el segundo, digamos que os contaré como saldé una deuda pendiente y en el último…el último deberéis leerlo ya que me hizo cambiar un poco el plan previsto.
Pero como ya os había avisado, primero las putadas.
Ya me había acostumbrado a comprobar el estado de las ruedas pero una vez mas, Ramón hizo alarde de imaginación y tuve que incluir un nuevo paso en mi rutina: Comprobar la matrícula trasera.
Había salido temprano a trabajar, cuando en mitad de la autopista, una patrulla de la guardia civil que venía detrás mío, encendió las luces del techo y adelantándome me hicieron gestos para que me detuviese en el arcén. Tras el típico saludo y pedida de documentación, me explicaron que el motivo por el cual me habían parado era el estado de la matrícula trasera, o mejor dicho, por la falta de la misma. El puto Ramón, me había arrancado la placa y su bromita me había costado 200 €.
Debió hacerle gracia la broma, porque días después, me encontré con uno de los números de la matrícula tapado con un vinilo blanco. Menos mal que lo vi, porque si llego a salir así y me paran de nuevo, la multa hubiese sido de hasta 6000€ y la retirada de 6 puntos del carné.
Otra de sus lindezas fue dejarme encerrado durante horas en el ascensor. Tam casualidad llevaba su firma ya que una vez me liberaron, tres horas después, me comunicaron que «algún vándalo» había estado «jugando» en el cuadro del ascensor y lo había destrozado por completo arrancando todos lo cables y rompiendo todo cuanto había en el.
No creáis que todas sus putadas eran tan rebuscadas, ya os he contado que también me robaba el felpudo e incluso me ponía palillos en el botón del portero automático del portal. Como veis, su repertorio variaba desde los actos mas inocentes, propios de un niño pequeño, al del mayor hijo de puta del reino.
Tranquilos me paro aquí y como os había prometido, vayamos con la primera vez que le rompí el culo a su hija.
En uno de nuestros muchos encuentros, me hallaba taladrando el coño de Ángela desde atrás y no conseguía apartar la vista del orificio anal de mi vecina. Los vírgenes pliegues de su ano se contraían cada vez que mi polla se clavaba hasta lo mas profundo de su coño invitándome a desflorarlos.
Salí de su interior y le pedí que no alterase su postura. Últimamente habíamos incorporado a nuestros juegos varios juguetes tales como consoladores, bolas chinas y una bala vibradora. Tomé ésta última y se la mostré a la zorra, pues ya hace días que había ascendido de categoría dejando atrás su etapa de aprendiz, provocando que ambos estallásemos en carcajadas al recordar los sucedido el domingo anterior.
Dos días atrás, había vuelto a asistir con mis padres a misa con la salvedad de que esta vez nos habíamos sentado en la primera fila, bien a la vista de Ramón y su família. En el momento en el que Ángela comenzó a leer el Nuevo Testamento frente a la congregación, pulsé el botón de encendido del mando a distancia y la bala vibradora que llevaba alojada en el interior de su coño comenzó a vibrar provocando que elevase nerviosa su mirada hacia mi y errase en la lectura. Ramón fue consciente de que algo «raro» estaba ocurriendo. Siguiendo la mirada de su hija, dio conmigo y clavó en mi una mirada de odio pensando que estaba haciendo gestos raros para incomodar a su hija.
Me coloqué de nuevo tras Ángela y me metí la bala en la boca para lubricarla. Mi vecinita, arqueo la espalda alzando su grupa al tiempo que apoyaba la cara sobre el dorso de sus manos. Dejé caer un poco de lubricante sobre el valle formado entre sus nalgas, que resbaló sobre su ano recorriendo el perineo lubricando su coño y goteando sobre la bala que había apoyado en su clítoris. Separé los labios vaginales con la punta de mis dedos y empujé suavemente la bala dentro de ella. Al tiempo que la encendía al mínimo, presioné su botón del placer con mi pulgar y ataque su ano con mi lengua. Las caricias de mi lengua acentuaron las contracciones de su culo y tras besar el nacimiento de sus glúteos, introduje la primera falange de mi dedo corazón en su culo.
Sentí como su ano reaccionaba ante la intromisión y presionaba mi dedo atrapándolo. Con la promesa de ser cuidadoso, volví a la carga moviendo lentamente el dedo en su interior.
Mientras la bala vibradora estimulaba su coño, mi pulgar hacía lo propio con su clítoris por lo que la mezcla de sensaciones facilitó que poco a poco, mi dedo corazón fuese abordando su esfínter. Cuando finalmente, todo mi dedo se había perdido en el interior del culo de Ángela, lo retiré y repetí de nuevo la operación, utilizando esta vez dos dedos.
Durante una hora jugué con su culo, no tenía prisa, quería que fuese placentero y perdiese el miedo al sexo anal y que lo disfrutase de tal manera que ella sola lo buscase en futuros encuentros, por lo que dediqué todo el tiempo posible a prepararla para recibir la invasión de mi polla.
Mis dedos se movían con facilidad en su interior, y llegó el momento de dar paso a mi verga. Coloqué el glande en su ya dilatado ano y empuje lentamente disfrutando de la presión que su esfínter ejercía sobre el. Con el glande ya en su interior, me detuve dándole el tiempo necesario para acostumbrarse al grosor del nuevo invitado y aumenté tres puntos el nivel de la bala vibradora.
Sentí la vibración en la punta de mi polla y el suspiro de placer que salió de los labios de Ángela me invitó a empujar nuevamente.
– Joder!! -exclamó proyectando sus caderas hacía atrás metiéndose ella misma la polla mas dentro de su culo. – me gusta!!, me gusta!! ME GUSTA!! -repetía una y otra vez empujando cada vez mas hasta que mis huevos le anunciaron que toda mi polla se alojaba en su esfínter.
En ese momento, activé al máximo la vibración de la bala alojada en su coño y dejando caer el mando a distancia, la tomé de las caderas y fui aumentando el ritmo de las penetraciones. El ruido que hacían nuestros cuerpos al chocar competía con sus aullidos de placer y llegó un momento en el que Ángela elevó el torso enderezando los brazos y se clavaba con fuerza ella misma la polla dentro de su culo, forzando al máximo su esfínter.
Su cuerpo empezó a convulsionar presa de un inmenso orgasmo y aumenté aún mas si cabe la velocidad de mis embestidas eyaculando mi esperma en lo mas profundo de su ser inundando sus entrañas.
Solo os diré que desde ese día, incluimos el sexo anal a nuestros juegos y ,entre nosotros, creo que aunque ella no lo reconozca, se ha vuelto adicta a entregar su culo.
Os acordáis de Ramón? Sí, verdad? Ramón, mi vecino, el padre de Ángela, el motivo por el cual decidí follarme a Ángela.
Estoy seguro de que estáis deseando que deje de hablar del coño de su hija y siga contando sus continuas putadas.
Pues bien, allá voy:
Que Nooo, tranquilos, NO LO HARÉ.
Se que realmente os importa una mierda lo que me hacía. Os la suda si me rajó las ruedas, me rompió de nuevo la cerradura de casa o utilizó un destornillador para decorarme las puertas del coche. Queréis sexo, saber como me follaba una y otra vez a su hija. Como Ángela se dejaba caer sobre mi polla y me cabalgaba hasta la extenuación, como me corría en su cara, en su culo, sobre sus tetas. Como me cogía la polla y apuntaba a su boca para que degustase mi semen.
Y como al principio de este relato os hacía saber, soy EL BUENO de esta historia y como tal, satisfaré vuestra curiosidad.
AL TURRÓN!!!!
Siempre he dicho que las deudas hay que saldarlas por lo que me dispuse a zanjar la que tiempo atrás había adquirido con Jesús. Os recordaré quien es Jesús por si su nombre se ha ido de vuestras cabezas.
Jesús fue el artífice de la grabación de Ángela follando en el baño. Cuando borré todo rastro del vídeo de su teléfono prometí compensarle y tras hablarlo con Ángela le invité a mi casa para hablar.
– Que coño es tan importante que no me lo podías decir en el trabajo? -me soltó de repente dejándose caer en el sofá de mi casa.
Me quedé mirándolo y a modo de respuesta, encendí la televisión donde se veía el vídeo que había grabado en el baño.
– Eres un Cabrón. -me dijo mirándome furioso. – Te lo enviaste antes de borrarlo.
– Escúchame, Jesús. -dije sentándome a su lado. – Aquella noche prometí compensarte y sabes que soy hombre de palabra. – mi compañero de trabajo asentía en silencio esperando que continuase hablando. – Ha llegado el momento de hacerlo.
En ese momento, Ángela, que había permanecido oculta en la habitación contigua, entró en el salón vestida igual que en el vídeo. Luciendo un ajustado top que marcaba sus pechos, esta vez sin sujetador, y con los mismos pantalones vaqueros que llevaba aquella noche, se colocó frente a Jesús. Sin decir una sola palabra, giró sobre sus talones y se arrodilló mirando hacía el televisor. Apoyó la mejilla en el suelo y ayudándose de sus manos, bajó sus pantalones mostrándole a mi compañero su húmedo coño.
Jesús estaba petrificado, en su vida había imaginado algo así y lo demostró moviendo una y otra vez la cabeza alternando su mirada entre el vídeo que se estaba reproduciendo, mi cara y el expuesto coño de mi vecinita.
– Toda tuya. -viendo que no se decidía a actuar, le lancé un preservativo y me acomodé en el sofá dispuesto a disfrutar de la función.
Jesús nervioso, no atinaba a abrir el condón y luchó durante un minuto con el envoltorio hasta que finalmente logró enfundarse la polla con el.
Prácticamente se tiró al suelo y, sin miramientos, clavó su estoque en Ángela, que como una verdadera profesional, comenzó a gemir, exagerando, sin duda, el placer que mi compañero de trabajo le estaba proporcionando.
Tal y como esperaba, no duró mucho. Casi empleó el mismo tiempo en abrir el condón que en follarse a Ángela y tras dos minutos perforando su coño, se dejó caer sobre la espalda de esta mientras su corrida se estampaba contra la pared del preservativo.
Ángela, movió las caderas hacía delante sacándose la polla de su coño, y tal y como había venido a nosotros, abandonó en silencio el salón recluyéndose de nuevo en la habitación.
– Confío en que no dirás nada. -le espeté cuando se guardaba la polla en los pantalones.
– No…No…No. -solo atinaba a decir.
– Eso espero, porque te he grabado follándotela y no creo que a la policía le hiciese gracia verte follándote a una jovencita de 16 años. -mentí (en la edad, no en lo referente a la grabación).
– No, Nunca. -repetía sin cesar aún sin creerse lo que había pasado.
Le acompañe a la salida y me despedí de el dando la deuda por saldada.
Cuando volví al salón, Ángela estaba desnuda esperándome y agarrándome de la camisa me tiró al sofá. Me bajó los pantalones, liberando mi polla, dura como una piedra por la situación vivida y escupió sobre mi verga para lubricarla.
– Te dije que no me duraría ni dos minutos. -me soltó girándose. – Soy mucha hembra para tan poco hombre. -afirmó tomando mi polla guiándola hacia su culo. – Me debes un trio con tu amigo el cerrajero. -reclamó su premio por haber ganado la apuesta que habíamos hecho minutos antes de que llegara Jesús y se dejó caer sobre mi polla empalándose.
Queridos compañeros de viaje he de comunicaros que se acerca el final del relato así que aprovecharé ahora a agradeceros el tiempo que habéis dedicado a leerlo.
Os convido a hacerme saber vuestras opiniones, tanto buenas como malas, siempre que sean desde el respeto y a comunicaros conmigo si así lo veis conveniente.
Seguro que os estáis preguntando el porqué de estas líneas en este momento de la historia…principalmente es por dos motivos:
A) Distraer un poco vuestra mente para no encadenar dos escenas de sexo seguidas y…
B) …porque sé que una vez que escriba la palabra «FIN» muchos de ustedes no seguirán leyendo la típica Posdata que seguirá pidiendo «amablemente» vuestra opinión.
Así que eso que me llevo por delante, al haberos colado estas líneas por sorpresa.
Espero que las tengáis en cuenta.
Como os he relatado hace poco, Ángela se había ganado su esperado trio con Martín, el cerrajero con el que había trabado amistad tras sus frecuentes visitas gracias a los actos de su padre, Ramón. Después de hablar con el largo y tendido, le hice saber que le incluiría en mi venganza. Hecho que nos vino bien a los dos. Un poco de paciencia y sabréis porqué.
Ángela caminaba nerviosa recorriendo el salón. Esperaba ansiosa la llegada de Martín, días después de ganar la apuesta me confesó que se sentía atraída por el pero que debido al temor que le tenía a su padre, nunca había intentado hablar con el. Ni siquiera forzar un encuentro casual, se conformaba con espiarlo por la mirilla de la puerta cuando venía a verme.
Reconozco que al principio tal revelación me provocó celos, pero tras meditarlo, comprendí que no era justo y menos, sabiendo que Ángela formaba parte de mi venganza.
Toda la seguridad que tenía en si misma, se vino abajo en el momento que Martín llamó a la puerta. Al contrario que con Jesús, sus movimientos denotaban nerviosismo y se mantuvo en un segundo plano hasta que finalmente, Martín y yo la abordamos cual hienas atacando a un impala herido.
Tomándola del cuello la atraje hacía mi y fundí mis labios con los suyos en un tórrido beso donde nuestras lenguas batallaban por dominar al otro.
Martín se colocó tras ella y pasando los brazos por su costado, amasó sus pechos con devoción.
Nuestro beso fue interrumpido por el niqui de Ángela al ser retirado por Martín. Cuando este salió por su cabeza, mi amigo la tomo por los hombros y la obligó a girarse atrayéndola hacía si y besándola mientras sentía en tacto de sus tetas en su pecho.
Aproveché entonces para deshacerme de su pantalón y separando sus nalgas comencé a lamer su ano. Martín, utilizó sus dedos para acariciarla el clítoris arrancándola el primero de los muchos suspiros que vendrían después.
Se separó de nosotros y mientras se terminaba de quitar el pantalón, nos pidió que hiciésemos lo propio con nuestra ropa.
Sin perder un segundo, le hicimos caso y tiramos nuestra ropa a un lado sin importarnos donde terminaba.
Ángela abrió los ojos como platos al ver el descomunal miembro del que era poseedor Martín. Y no era para menos, su polla erecta apuntaba al techo amenazando con golpear la lámpara. Se que he exagerado un poco con tal afirmación, pero como el mismo nos confirmó, su pene en erección alcanzaba los 25 cm de longitud. Cualquiera en mi lugar se habría sentido intimidado ante la aparición en escena de tal Anaconda, pero no fue mi caso. Tenia asumido que para bien o para mal, no podía cambiar el tamaño de mi polla y mis 17 cm me habían traído muchas alegrías como para ahora, dudar de ella.
Repuesta ya de la impresión, Ángela se arrodilló entre nosotros y comenzó a comernos la polla. Mientras su boca prestaba atención a uno de los miembros, su mano masturbaba el otro.
Gané la primera batalla de una guerra que solo yo sabía que se estaba produciendo al comprobar que el desmesurado tamaño de la Anaconda de Martín no era capaz de profundizar tanto como la mía dentro de la boca de Ángela y esto causó que mi verga recibiese muchas mas atenciones bucales que la de Martín.
Ángela deseaba sentir esa enorme verga destrozándole el coño, notar cómo su coño se abría permitiéndole el paso y levantándose, pidió a Martín que se sentase en el sofá. Ella misma le colocó el condón y poniéndole los pechos en la boca, poco a poco se dejó caer sintiendo como cada uno de los 25 cm se perdían dentro de ella. Estaba tan llena de polla que a duras penas podía moverse y cuando avanzaba sus caderas, su estómago se deformaba debido a la presión que tal monstruosa polla ejercía dentro de ella.
Por mi parte, unté mi polla con lubricante y echando a Ángela sobre mi amigo, me dispuse a disfrutar de los placeres de su culo. A duras penas logré penetrarlo, ya que el descomunal miembro alojado en el coño de mi vecina, me impedía avanzar. Al ver que no había sitio para mi dentro de ella en ese momento, salí de su interior y poniéndome de pie encima del sofá, tomé su cabeza entre mis manos y procedí a follarla la boca.
Los brazos de Martín tiraron de los hombros de Ángela hacía abajo en el momento en el que empezó a correrse tratando de atravesarla, literalmente. Por mi parte, me dejé llevar y aprovechando que ella había abierto la boca al sentir su propio orgasmo, casi desencajando la mandíbula al sentir una verga tan dentro, como nunca antes, forcé su garganta dejando que mi corrida se deslizase directamente por su esófago camino de su estómago.
Necesitamos unos minutos para recuperarnos y Ángela aprovechó para poner nuestras vergas parejas para compararlas. Resultado…estrepitosa derrota en mi silenciosa guerra interior. Uno a uno, empate.
Una vez listos de nuevo para la acción, mientras Ángela degustaba la polla de Martín, azoté su culo haciéndola saber que en breve se lo profanaría.
Cuando mis huevos toparon con las nalgas de mi vecina, comencé a bombearla, provocando que debido a mis empujones, se atragantase con la verga de Martín.
Este, nos hizo saber que sería el siguiente en hacer uso de sus entrañas lo que le valió una «velada» amenaza por parte de Ángela.
– Ni se te ocurra!! -exclamó dando un ligero manotazo sobre el miembro del cerrajero. – Pretendes destrozarme el culo con esto? -pregunto agitando la polla de Martín sujetándola desde la base. – Mi culo, es y será solo de Juan. De nadie mas. -concluyó anotando cinco puntos por lo menos en el imaginario marcador de la guerra que se desarrollaba en mi cabeza.
Martín, como tantas otras veces, se resignó a no catar las delicias del sexo anal. Como nos comentó después, nunca, ninguna mujer, prostitutas incluidas, se había atrevido a permitirle disfrutar de su orificio trasero.
Las caderas de Ángela cobraron vida propia anunciando la proximidad de un orgasmo anal y nuevamente, traté de sincronizarlo con el mío, descargando mi semen dentro de ella en el momento que sacándose la anaconda de la boca comenzó a aullar de placer. Esto, excitó sobremanera a Martín cuya polla empezó a soltar litros de leche, alcanzando de lleno el rostro de Ángela, que acabó cubierta de semen. Fue tal la cantidad de semen que soltó que cubrió su cuello y parte de su pecho, llegando incluso a salpicarme a mi. Mi pelo terminó adornado también con su semilla.
Me gustaría poder decir que tras ese día todo continuo como hasta ahora, pero no fue así. Ángela y Martín comenzaron a quedar con asiduidad y nuestros encuentros fueron espaciándose en el tiempo hasta que finalmente, me comunicaron que estaban profundamente enamorados. Unas semanas después me soltaron la bomba. Ángela acogía en su vientre el fruto de su amor.
Fingí sorpresa y me abracé a ellos felicitándoles, cuando en realidad, que Ángela se quedase embarazada entraba dentro de mis planes tal y como le había hecho saber a Martín, el día que le expliqué mis intenciones con ella.
Cuando por fin les contó lo de su embarazo a su padres, las paredes del edificio temblaron como nunca debido a los gritos de Ramón.
Juraba y perjuraba que encontraría al Cabrón que había profanado la pureza de su hija y acabaría con el.
Ante la negativa de su hija de desvelarle quien era el padre, Ramón la amenazó con llevársela al extranjero para que abortase y no manchase el buen nombre de la família.
Ángela, en ese momento, acudió a mí para que la protegiese ya que temía que su padre la pegase.
Imaginaos la cara de Ramón al ver a su hija buscando consuelo en mis brazos. Ató cabos y me atacó culpándome de embarazar a su inocente hija. Mi espalda absorbió casi todos los golpes que este lanzaba ciego de ira sin importarle si caían sobre mi o sobre su asustada hija.
Los gritos se sucedieron, todos los vecinos alertados por el ruido, habían salido de sus casas y trataban de quitarnos a Ramón de encima.
– Déjalo en paz!!! -gritó Ángela cuando finalmente redujeron a su padre. – El no es el padre de mi hijo!!!!
– Quién ES? -gritaba Ramón fuera de si. – DIME SU NOMBRE Y ACABARÉ CON EL!!!
– De verdad quieres saberlo? -le preguntó Ángela con la mirada cargada de odio. – Martín, Martín es el padre.
Ante tal revelación, Ramón se dejo caer al suelo sintiendo como todo su mundo se derrumbaba. Podía llegar a asumir el embarazo de su hija, pero el que el padre de su nieto fuese Martín, era demasiado para el.
Mientras le veía llorar, sentí como mi venganza llegaba a su punto álgido de la mejor manera posible superando con creces mis expectativas.
Apenas os he hablado de Martín, verdad?…Sólo sabéis que trabaja de cerrajero y que es el feliz poseedor de una anaconda entre sus piernas…Creo que ha llegado el momento de que os cuente un par de cosas sobre el.
Realmente no se llama Martín, su verdadero nombre era UVUWEVU ONTIERWOGI pero al llegar a España desde Senegal de forma ilegal y debido a la complejidad de su nombre, optó por utilizar el nombre de MARTÍN en honor del gran Marthin Luther King.
En principio mi plan consistía en que Ramón supiese que me follaba a su hija, pero cuando me confesaron su amor, vi la oportunidad perfecta para matar dos pájaros de un tiro. Darle a Ramón donde mas le doliese y al mismo tiempo poner todo de mi parte para que Ángela y «Martín» terminasen juntos.
Seis meses después de ese incidente, Ángela dio a luz a un precioso niño, que a todas luces había salido a su padre viendo las proporciones que auguraba el trozo de carne que colgaba entre sus piernas. Imaginaos mi felicidad cuando me pidieron ser el PADRINO de la criatura.
Hoy en día Ángela sigue llamando a mi puerta a cualquier hora del día sin importarle que su padre la vea entrar en mi piso. Martín no puso impedimentos a nuestros encuentros y nos permite dar rienda suelta a nuestra lujuria. Si única condición es que si a el no le permite follarle el culo, yo tengo prohibido hacer lo mismo con su coño. Así que cada vez que Ángela abandona mi casa, lo hace con mi semen inundando su culo del que SOY, Y SERÉ, ÚNICO DUEÑO.
FIN.
Posdata: Pensabais que os habíais librado de la Posdata? Va a ser que NO.
Gracias de nuevo por el tiempo invertido en la lectura de este Relato y me reitero en la petición de vuestras opiniones, tanto buenas como malas (siempre que sean desde el respeto) y nuevamente, os convido a comunicaros conmigo si así lo veis apropiado.
Chrom.