La vida y sus gratas sorpresas las cuales uno nunca espera
Hola queridos lectores de esta hermosa página de relatos eróticos, en esta ocasión, les traigo un relato que ya había subido tiempo antes, en aquella ocasión, lo subí escrito en tercera persona, en esta ocasión, lo subo escrito en primera persona, corregido, y aumentado.
En verdad, espero que les guste, y que lo disfruten, ya saben, cualquier crítica, comentario positivo o negativo, o petición, háganlo en comentarios o a mi correo.
Cosas de la vida.
-Si dios y usted lo permite, aquí nos veremos el próximo lunes en su programa, cosas de la vida, y mientras tanto, que dios los bendiga-.
Esta era la frase con la que yo, Rocío Sánchez Azuara cerraba mi programa “Cosas de la Vida” cada noche, un programa en que presentaba casos reales, y a los que daba solución durante el mismo, llevo haciendo este tipo de programas desde hace mucho tiempo, pero un viernes algo cambió. Se corría el rumor de que mi programa saldría del aire después de permanecer años en las pantallas del pueblo mexicano, pero a final de cuentas, el programa se siguió transmitiendo por algunos años más, ¿Cómo le hice para que permaneciera y no me botaran?, o más bien, debería preguntarles ¿quieren saber qué hice?, pues a continuación les cuento.
-¡Estamos fuera!-, dijo el productor cuando el programa finalizó, y mientras me quitaba el micrófono, el mismo productor se acercó y me susurró al oído, -al programa solo le queda una semana de transmisiones, ya que entran nuevos programas-.
-¿Qué?, ¿Cómo dices?, ¿Quién dio la orden?-, interrogué aterrada, e igualmente en susurros.
-¿Pues quién va a ser?, los altos ejecutivos-, me dijo encogiéndose de hombros.
-Tendré que hablar con ellos, no me pueden sacar del aire, y menos avisarme una semana antes-, dije con altivez.
-Suerte, no me quisieron atender a mí-, mencionó el productor con sus ojos cansinos.
-Pues a mí me tendrán que ver, ¿todavía están aquí?-, dije mientras empezaba a caminar.
-Sí, están en reunión, ya solo están 5 de ellos-, dijo el productor algunos metros atrás.
Empecé a caminar incluso antes de que el productor terminara de hablar, tomé mi bolso, y salí del estudio sin cambiarme la ropa que llevaba puesta, iba enfundada en un vestido negro, de tela vaporosa, ajustado al cuerpo, entero, con breteles que dejaban ver mi espalda desnuda, que cubría con un saco liviano que había colocado sobre mis hombros, los zapatos de tacones altos, exaltaban mi figura y dejaban ver mis piernas, me habían maquillado sugerentemente y bien perfumada y con el cabello suelto, caminaba muy segura de mí misma, tal y como me miro en la pantalla.
Llegué a un par de puertas metálicas, pulsé el botón, y llamé al elevador, solo tuve que esperar 2 minutos antes de que llegara, cuando se abrieron las puertas, subí, dentro solo estaba el que controlaba el elevador, al verme, el hombre no pudo evitar abrir bien grandes los ojos, al instante se recuperó de tenerme frente a él.
-Buenas noches, ¿A qué piso va?-, preguntó sin dejar de mirar el tablero de los números.
-Buenas noches, voy al último-, dije serrando los ojos, -tengo que hablar con los jefes del canal-, repuse recostándome en una de las paredes metálicas del elevador.
Tiempo después, un día que me lo volví a encontrar y comenzamos a platicar, salió el tema de aquel día, claro, no le conté todo, pero me enteré de su propia boca, que ese día, a través de las paredes metálicas del elevador, él no podía dejar de mirarme, y cito textual lo que él me dijera aquel día:
-¿Le soy franco?, la verdad, no podía dejar de mirar su cuerpo perfecto envuelto en aquel vestido, se miraba fabulosa, no podía creer que se viera tan bien a la edad que tiene, sus tetas tan firmes, ese culo de infarto, esas piernas que invitan a perderse un buen rato entre ellas, su boquita de labios tan suculentos y perfectos para mamar, sus ojitos, su cabello, con todo esto, yo no pude evitar tener una potente erección que intentaba ocultar afanosamente.
Sin que usted se diera cuenta, yo no dejaba de mirarla por las puertas del elevador, y la verdad es que no pude evitar fantasear con usted, y poco a poco le fui quitando el saco que traía, para inmediatamente sacarle el vestido, y dejarla en ropa interior, y más rápido que un flash, desaparecer el resto de prendas, y dejarla solo con sus tacones, todo eso me llevó solo 5 segundos, y después me vi mamando sus tetas, mientras usted me masturbaba, y gemía sin parar pidiendo más, al siguiente segundo, me miré empinándola, y a mi detrás de usted metiéndole la verga hasta lo más profundo, hasta llenarla de mi leche caliente y espesa, en menos de 15 segundos, yo ya me había cogido a Rocío Sánchez Azuara en mi elevador, fue tan fuerte y vívida mi fantasía, que terminé ensuciando mis pantalones de mi propio semen, y sin haberme tocado, por favor no se enfade por mis palabras, pero soy así, y fui sincero-
La verdad es que no me enfadé para nada, sus palabras no me tomaban por sorpresa, es cierto que a mi edad tengo un cuerpo que varias jovencitas quisieran, y que aún atrae las miradas de los hombres, y muchos de ellos tienen muchas fantasías como la que acababa de escuchar conmigo, así que no me molestó nada de lo que me dijo, pero en fin, no nos desviemos del tema principal, y continuemos.
Yo no podía ver como el hombre frente a mí me miraba ya que como dije, iba con los ojos cerrados inmersa en mis pensamientos, no podía creer que fueran a cancelar mi programa así como así, era algo injusto, y más que me avisaran una semana antes, no sabía cómo, pero tenía que convencer a los directivos de dejarme al aire, estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para lograrlo, fui sacada de mis pensamientos cuando la campanilla del elevador y la voz del hombre anunciaron que habíamos llegado, inmediatamente abrí los ojos, y pude ver que el hombre estaba un poco sonrojado, se me hizo algo raro, pero pensé que era por el calor.
-Gracias-, dije mientras salía.
-No hay de qué-, contestó el hombre con la voz sofocada, y sin dejar de mirar mis nalgas mientras que me alejaba por aquel pasillo frente a él.
Todo el camino a la sala de juntas donde estaban reunidos los jefes, fui pensando en los argumentos que diría para que no me cancelaran el programa, que si había ayudado a mucha gente, que si era el programa con más puntos de rating, que si era la que más seguidores tenía, en fin, pensaba en una y mil escusas que decir, no sabía cómo, pero tenía que hacer lo necesario para que no me sacaran, fuera lo que fuera, no importaba que fuese.
Al llegar a la puerta de la sala de juntas, me detuve un par de segundos, en el pasillo a excepción de mí, no había nadie, lo cual me intranquilizó un poco, y frente a mí, la puerta que definiría mi destino en aquella televisora; exhalé un gran suspiro que por supuesto nadie escuchó, levanté una de mis finas y delicadas manos, y con los nudillos toqué a la puerta, después de un largo minuto, aquella puerta se abrió, y apareció un hombre de traje negro, de buen corte, bien peinado, y no tan joven que me miró de pies a cabeza con los ojos como platos.
-Señora Rocío, ¿qué hace usted por acá?-, dijo aquel ejecutivo mientras abría más la puerta, y me daba la mano para saludarme.
-Necesito hablar con ustedes-, indiqué mirándolo fijamente -¿puedo pasar?-.
-Claro, pase usted-, dijo haciéndose a un lado para que yo pasara, mientras lo hacía, pude sentir como miraba fijamente mi cuerpo, y al darle la espalda, intuí como los ojos de aquel ejecutivo, se dirigieron inmediatamente a mi trasero.
En la sala de juntas había una gran mesa redonda, con unas 15 sillas alrededor de ella, de las cuales solo dos de ellas estaban ocupadas en ese momento, la silla principal, con el respaldo un poco más alargado que los demás, era ocupada por el ejecutivo mayor, un hombre de unos 50 años, igualmente de traje, solo que azul marino, y que me miraba interrogadoramente, la silla de su derecha era ocupada por otro hombre, un poco más joven que el anterior, de traje gris, y este me miraba extrañado, después se les unió el que me había abierto la puerta, sentándose a la izquierda del jefe.
-Señora Sánchez Azuara, ¿en qué le podemos ayudar?-, dijo el jefe.
-Pensé que estaban 5 de ustedes-, mencioné dirigiéndome a quien me hablaba.
-Ho sí, claro que estábamos 5 de nosotros, pero lamentablemente dos se tuvieron que retirar por asuntos familiares, ahora, vuelvo a repetir mi pregunta, ¿en qué le podemos ayudar?-, volvió a hablar el jefe mientras se reclinaba en el respaldo de su silla, -si es breve, se puede mantener de pie, si no, puede tomar asiento-, dijo mientras con la mano señalaba una silla.
-No gracias, seré breve, solo tengo una pregunta, ¿por qué saldrá del aire mi programa?-, dije mirando severamente a mi interlocutor.
-por una simple y sencilla razón, vienen programas nuevos, y tenemos que renovarnos-, ahora habló el ejecutivo de mi izquierda, el que estaba a la derecha del jefe.
-Pero…, llevo años con mi programa-, dije sin dejar de mirar al principal.
-Ese es el detalle-, agregó el de mi derecha, izquierda del jefe, -lleva usted años en pantalla, es hora de mostrar nuevas caras-.
-Ustedes no pueden sacarme así como así-, dije mientras me sostenía fuertemente del respaldo de la silla más cercana a mí.
-Claro que podemos-, dijo el jefe, -de hecho, ya lo hicimos, y este viernes es su último programa, así que vaya pensando en una buena despedida-.
-Por… favor…, no me saquen del aire, haré lo que sea, diré lo que ustedes quieran, pero no me quiten de la pantalla-, dije mirando mis manos que agarraban el respaldo de la silla.
Sabía que todo lo que había pensado decir no serviría de nada, así que solo quedaba la última opción, -suplicar-, sabía que me pedirían algo, no sabía qué, pero fuera lo que fuera, tendría que aceptar, yo me quedaría en pantalla fuese como fuese.
-¿Está segura de lo que ha dicho?-, dijo el que estaba sentado a la derecha del jefe.
-Si por supuesto, ustedes saben mejor que nadie que lo que digo lo cumplo-, dije ahora si mirándolo a los ojos.
-Perfecto-, dijo el hombre, -ahora, háganos el favor de esperar afuera, necesitamos pensar y después le hablaremos-.
Salí de la sala algo inmersa en mis pensamientos, pero eso no impidió que me diera cuenta de la mirada lasciva del ejecutivo que me había pedido esperar afuera, lo que me causó un escalofrío que me recorrió de pies a cabeza, al salir, me fui a sentar a unos pequeños sofás que aparentaban ser una sala de espera, la confusión reinaba mis pensamientos, no sabía que me pedirían, pero fuera lo que fuera lo tendría que cumplir. El tiempo pasaba, y nada que me hablaban, antes de que el reloj del pasillo marcara las 9:00 p.m. decidí levantarme para caminar un poco, 5 minutos después, destiné mis pasos al WC para damas, entré, realicé mis necesidades fisiológicas, y al lavarme las manos, me miré al espejo, tomando mi bolso para retocarme el maquillaje, me alisé el cabello, y me coloqué algunas gotitas más de perfume, al sentirme perfecta, salí del lugar, y regresé a sentarme de nuevo en el sofá en el que había esperado. Cerca de las 9:30, se volvió a abrir la puerta que había estado viendo con tanta fijeza.
-Señora Sánchez Azuara, haga el favor de pasar-
Me levanté, y caminé con paso decidido de nuevo dentro de la sala de juntas, volví a ver la misma escena que había dejado al salir, y me coloqué detrás de la misma silla que antes, escuché como la puerta se cerraba, y extrañamente, como se colocaba el seguro, aquello me intranquilizó un poco, pero me sentía más preocupada por mi programa, miré a los ojos a mi jefe, y él me devolvió la mirada, pero ninguno decía cosa alguna.
-hemos tomado una decisión-, dijo el jefe principal sentado al centro de ellos, -no sacaremos el programa del aire, pero…, tenemos condiciones-, volvió a hablar, yo sopesé lo que me acababan de decir, pero lo que no sabía, y me enteré con el paso del tiempo, era que mientras había estado afuera, lo que los tres hombres discutieron durante casi una hora, era el cuerpo que tenía, y como me veía con aquel vestido, y el cómo me vería completamente desnuda.
-Lo que sea-, dije sin saber bien a bien en que me estaba metiendo.
-Muy bien-, dijo el tipo que me había abierto la puerta mientras se reclinaba en su silla con una sonrisa maliciosa en la cara, lo cual hizo que me intranquilizara, -como dijimos, hemos decidido no sacar el programa del aire, pero si, y solo si usted se porta bien con nosotros tres, ¿me entiende?-.
-La verdad es que no sé de qué habla-, contesté ya visiblemente nerviosa, y algo molesta.
-Bien, te lo pondré claro Rocío, dijo el tipo empezando a hablarme de -tú-, y poniéndose de pie para caminar a donde yo estaba, -la verdad, tienes un cuerpo maravilloso, y queremos pasar un momento lindo contigo, que disfrutes y nos hagas disfrutar, de ti depende que la decisión que tomamos de dejar tu programa en pantalla siga de pie o se venga abajo, si lo piensas bien, verás que tengo razón, pero como dije, de ti depende-.
-Piénsalo bien, si coperas con nosotros, te prometo que tu programa no se cancela-, dijo el jefe.
Entonces entendí de que se trataba, aquellos hombres querían sexo para no sacarme de la pantalla, pero ahora ¿qué hacer?, empecé a temblar y a llorar para mis adentros de impotencia y rabia, ya que yo era una dama, y yo misma decía que nunca haría nada humillante para conseguir algo, pero ya la había regado al decir que -haría lo que fuera-, y no podía retractarme, estaba en las manos de aquellos tres hombres, no me quedaba otra salida.
-Está bien, acepto-, dije mientras dejaba el bolso en el asiento de la silla, me quitaba el saco que traía puesto y lo dejaba en aquel respaldo del que me sostenía, entonces miré a los ojos de aquellos hombres, y noté el deseo y la lujuria que en ellos había.
Los dos hombres que se habían quedado sentados se pusieron de pie al mismo tiempo que el hombre que me había hablado pasaba un brazo por mi cintura, caminé a lado de aquel hombre a donde los demás, y en el camino observé como los dos que me aguardaban se despojaban de sus sacos y sus corbatas, no podía creer lo que estaba a punto de hacer, era increíble, yo misma estaba a punto de romper mi propia promesa de no conseguir favores a expensas de mi cuerpo.
Al llegar a aquel sitio, sentí como el hombre que me había acompañado hasta ahí, pasaba la mano por encima de mi vestido, tocándome las nalgas, al mismo tiempo, el otro hombre a lado del jefe, se acercó, me corrió los breteles y con ayuda del primero, me dejaron casi desnuda, parada frente a esos tres hombres, tan solo con un pequeño brasier sin tirantes, de media copa, liso, a juego una minúscula tanguita, ambas prendas de color negro, me encontraba temblando más y más sin poder controlarlo, y cerré los ojos.
-Tranquila, solo déjate llevar-, me dijo uno de los tres al oído mientras me despojaba del brasier, dejando ante ellos mi par de perfectas tetas, grandes sin exagerar, turgentes, y de una redondez exquisita, mientras que otras manos me bajaban la minúscula tanguita por mis piernas, hasta quitármela por completo, y dejarme desnuda frente a ellos, solo con mis tacones.
-Hmmm, ahora si mamita, verás lo bien que lo vas a pasar con nosotros-, dijo uno de ellos.
Abrí los ojos para ver qué pasaba, y descubrir que encima de la mesa, ya habían puesto una manta sacada de quién sabe dónde, entonces, desde detrás de mí, y por debajo de mis brazos, aparecieron un par de manos que aferraron mis tetas sobándolas con vehemencia, mientras un miembro duro por debajo de un pantalón se frotaba contra mis nalgas, esto hizo que mi temperatura incrementara, que mi rajita se humedeciera, y mi respiración también sin que pudiera hacer algo para detener las reacciones de mi cuerpo.
-Esperen, yo primero-, dijo el jefe mientras se empezaba a quitar la ropa, -tiene unas sabrosas tetas que quiero para mí-
Luego me tomó por la cintura, me alzó y me sentó sobre la mesa que estaba cubierta, entonces el jefe acercó su boca a mis pezones y comenzó a chuparlos suavemente, mientras que con sus manos me amasaba ambas tetas, enseguida comencé a cambiar, alterándose más mi respiración y a medida que avanzaba con sus caricias, yo, la gran señora Rocío Sánchez Azuara me abandonaba a mis jadeos, los otros dos individuos miraban como cambiaba mi estado de ánimo, y en su cara veía la incredulidad que les asomaba, entonces, a partir de lo que veían, se integraron a la fiesta, para lo cual se despojaron de todas sus ropas.
Debido al repentino arrebato de mis sensaciones, volví a cerrar los ojos, y podía sentir como los otros dos individuos metían mano por todo mi cuerpo, me acostaron sobre la mesa, para acto seguido, abrirme las piernas, y entonces uno de ellos se acomodó entre ellas para chuparme mi vagina, el jefe seguía jugando con mis tetas, mientras que el tercero me arrimaba la verga para que se la mamara, noté que debía abrir bastante la boca para poder mamarla, con una mano me animé a tocarla y la sentí como la verga de un caballo, sentí también que quien me estaba chupando la vagina, lo hacía con buenos movimientos de lengua, que pasaban de mordisquear mi clítoris, a lamer mis labios vaginales, seguir con su lengua hasta el ano, para chuparlo y penetrarlo con la lengua en punta, y después volver a empezar de nuevo.
Empecé a sentirme bien, a permitirme soltar mis jadeos, claro, no podía hacerlo con gran estruendo debido a la verga que me estaba comiendo con la boca, pero mi cuerpo, a pesar de estar sometido a esos tres hombres, comenzaba a arquearse y contornearse de placer, esto fue advertido por los tres con buen ánimo, ellos decidieron cambiar de posiciones, y así, el que me estaba metiendo la verga en la boca, quiso metérmela en mi vagina, para lo que levantándonos todos, fuimos a un sofá que estaba cerca, a donde el hombre se sentó, para después sentarme con las piernas bien abiertas, los otros dos me ayudaron a irme sentando poco a poco hasta que me entró totalmente, para dejarme bien clavada, entró muy fácilmente debido a la dilatación y a la excitación que tenía, estaba viviendo una pesadilla, pero era la pesadilla más excitante que jamás hubiera experimentado.
Montada sobre aquella verga, comencé a mover mis caderas lentamente llevando mi propio ritmo, el hombre levantó las manos para amasar mis tetas, pellizcó mis pezones y también comenzó a mover su cuerpo aún debajo del mío, nuestros sexos se encontraban chocando constantemente haciendo que la penetración fuera completa, profunda y plenamente satisfactoria para ambos.
No sabía si integrarme más a la fiesta o negarme a ello, estaba muy avergonzada, pero al mismo tiempo gozaba como una auténtica perra, para todo esto, el hombre que me había estado chupando la vagina, pasó a ponerme la verga en la boca, para que le devolviera la gentileza, y yo se la chupé con ganas y todo mi esmero, pretendiendo devolver la gentileza y el buen trato recibido, tomando a esa verga por el tronco con una mano y con la otra acariciando los huevos delicadamente, todo sin dejar de mover mis caderas para que la verga de debajo de mí no dejara de cogerme, me sacaba la verga, la escupía, y me la volvía a meter en la boca, jamás en la vida había disfrutado tanto mamar una verga como en aquella sala de juntas, el trabajo oral fue a tal punto que el hombre acabó en mi boca, obligándome a tragarme toda su leche sin desperdiciar nada, yo no solo tragué todo con una sonrisa en la boca, sino que pasé mi lengua por los labios y hasta donde me alcanzó el largo, tratando de captar alguna gota de semen que hubiera caído afuera.
El jefe y el hombre al que acababa de despachar se quedaron viendo como el otro de ellos y yo seguíamos cogiendo en el sofá, estaba completamente entregada a esa pequeña orgía, lo cabalgaba como loca, subía y bajaba dejándome caer con todo mi peso, enterrándome aquella verga de aquel hombre hasta el fondo, y sin que él dejara de pellizcarme los pezones, los movimientos de ambos se hacían cada vez más rápidos, hasta que con un grito gutural, el hombre terminó dentro de mi vagina, llenándome completamente de su leche espesa y caliente.
El hombre que estaba debajo de mi me ayudó a levantarme con delicadeza, sacando su verga de mi interior, me encontraba ya muy cansada por lo vivido, creía que ya se había acabado, pero me equivocaba, el jefe me tomó del brazo, y me llevó de nuevo a la mesa, me hizo parar al borde de la misma, separándome las piernas, y apoyando mi cuerpo sobre la frazada, hizo que me tomara con las manos del centro de la mesa, para que no me cayera ya que se me doblaban las piernas debido al cansancio, sentí, apenas me había acomodado, como la cabeza de una verga se introducía en mi vagina sin mayor dificultad, y después de dos o tres embestidas, sentí esa misma verga pujar en la entrada de mi culito, pero debido a lo estrecho de aquel lugar le fue imposible hacerlo, y a causa de mi agotamiento, no tuve las fuerzas suficientes para negarme, y menos para decir que nunca me la habían metido por ese lugar.
El jefe no cejaría en tratar de meter su verga en mi culito, así que se untó uno de los dedos con saliva, y poco a poco me lo metió en ese agujerito, lo metió y lo sacó en repetidas ocasiones, después hizo lo mismo con un segundo dedo, luego me llenó el ano con más saliva, tomándome de los hombros con una mano, con la otra guio su verga a mi entrada trasera, y comenzó a presionar, hasta que más relajada debido a la aceptación, permití la penetración, al disminuir la tensión del cuerpo, la cabeza de la verga se abrió camino y entró en mi ano virgen después de mucho trabajo.
-Por favor, sáquemela, duele mucho-, dije apenas con un hilo de voz, y unas lágrimas asomando por mis ojos, ya que sentía un dolor increíble.
-Ya está mamita-, dijo el jefe con un resuello, al sentir como mi culito le apretaba deliciosamente la cabeza de su verga, -ya entró la cabeza, ahora te la voy a meter toda, y vas a ver cómo te gusta-.
-Está bien-, dije con el mismo susurro, -solo que hágalo despacito que nunca lo había hecho por ahí-.
El jefe empezó a moverse con lentitud sacando y metiendo su verga y en cada arremetida, la metía un poco más hasta que sus huevos tocaron mis labios vaginales, y así se quedó un par de segundos, segundos en los que sentía como aquella verga me llegaba muy adentro, no podía creerlo, pero aquella nueva experiencia me estaba agradando demasiado, contrariamente del dolor, me gustaba, y me gustaba tanto, que a pesar de que sentía mi ano dolorido, ya no quería que me la sacaran, y sentía como mi culito antes virgen, se adaptaba al grosor de aquella verga.
Entonces el hombre comenzó a moverse, metiendo y sacando su verga de mi culito antes estrecho, los otros dos hombres miraban la escena con los ojos muy abiertos, ya que el jefe era el que tenía la verga más grande y gruesa de ellos tres, ni ellos ni yo podíamos creer como era que me cabía por completo, y mucho menos como era que lo estaba disfrutando, porque de mi boca, ya empezaban a salir gemidos de placer y excitación, al mismo tiempo, sentía como mi vagina volvía a estar húmeda de mis jugos, y como mis pezones ya erectos, rozaban la frazada, mandando un estímulo extra a mis sensaciones, excitándome cada vez más con cada embestida y cada frotamiento en mis tetas.
Mis gritos y gemidos de excitación sacaron de su estupefacción a los dos hombres, y mientras el jefe bombeaba en mi culo, uno de ellos se subió a la mesa, y acercó a mi boca su dura verga para que se la mamara, al sentir la punta en mis labios, me estiré lo más que pude, y empecé a lamer con ganas, y a chupar con esmero y descaradamente, como la puta más puta del mundo, el jefe al ver esto, dejó la suavidad que hasta el momento había tenido con mi culo, y se dispuso a darme verga con la fuerza que estaba reprimiendo, para lo cual se afirmó con las dos manos a mis caderas, y se comenzó a mover con más velocidad y fuerza, sin importarle si me hacía daño.
Yo debía sacarme la verga de la boca para respirar, y cada vez que lo hacía, el jefe me daba una nalgada, lo que también empezaba a darme calentura, no podía creerlo, en ninguno de mis dos matrimonios me habían hecho eso, y ahora que me lo hacían, lo estaba disfrutando, me gustaba, me dolía, pero me gustaba, y mentalmente pedía más verga y más duro, mientras que con una de mis manos como podía me masturbaba para volver a tener un orgasmo, podía sentir que me venía el tan ansiado orgasmo, entre nalgadas, la verga que tenía en el culo que me partía, y la que se alojaba en mi boca que me atravesaba la garganta, y entonces llegó, me llegó tan fuertemente que grité mi orgasmo con ganas, a pesar de que en ese preciso instante, el jefe me dio otra nalgada, lo que me hizo gritar más fuerte, lo bueno era que aquel piso estaba completamente solo, y solo nos encontrábamos nosotros cuatro, así que no había probabilidades de que alguien oyera mis gritos.
Al sentir, ver, y oír como acababa de venirme, los dos individuos tuvieron su respectivo culminación casi simultáneamente, uno en mi culo, dejándomelo a rebosar de leche calientita, y el otro en mi boca, haciendo que me tragara todo su semen hasta la última gota, al terminar, y dejar aquella verga limpia, me dejé caer en la mesa, agotada por la excitación, la calentura que sentía, y todo lo vivido en esa sala de juntas, pero, un minuto después, sentí como un chorro de semen caliente, se estrellaba en mis nalgas, mientras el jefe y el otro me cogían, el tercer hombre se había estado masturbando hasta que terminó en mis nalgas, los tres hombres decidieron darme un pequeño descanso ya que eso no había terminado aún, y después de descansar 5 minutos, uno de ellos me ayudó a llegar al pequeño baño privado para limpiarme.
-Eres maravillosa a la hora de coger-, me dijo el que me ayudaba, -¿Quién lo pensaría?, te manejas como una dama, pero eres toda una puta, date prisa, porque esto todavía no se acaba-, terminó de decir, y me dejó sola.
Una vez sola en el WC, vi con agrado que tenía un lavamanos, y había toallas, así que sin pensarlo dos veces, mojé una, y me la pasé por todo mi cuerpo para quitar el sudor que tenía, cuando terminé, sentí como el semen que aquellos hombres me habían echado en mis dos agujeros, todavía me escurría por mis piernas, con la misma toalla me limpié, pero al pasarla por mi vagina, la textura suave de la tela me produjo de nuevo excitación, era evidente que esa parte aún estaba sensible, pero no pude dejar de pasarme la toalla por aquel lugar, haciendo que poco a poco me comenzara a excitar de nuevo, por más que quería resistirme, mi cuerpo me comenzaba a pedir más, y ya no pude razonar, me dejé llevar como antes, y estaba dispuesta a continuar con lo que aquellos tres hombres quisieran, a pesar de mi cansancio.
Me limpié lo mejor que pude, y al salir, solo encontré a dos de los hombres que me habían cogido, al jefe sentado en su silla aún desnudo, y al hombre que me abrió la puerta, y me hizo la propuesta sexual, también desnudo, y de pie a un par de metros de donde estaba, no pude evitar mirar directamente a su verga erecta, y al mirar, mi cuerpo volvió a pedirme más, no me reconocía, estaba hecha toda una puta caliente, y así mismo me sentía, una puta rogando por trabajo.
-Hmmmm, ¿y el otro?-, dije sin dejar de ver aquella verga que llamaba fuertemente mi atención, y caminando a donde estaba su propietario.
-Nuestro compañero se tuvo que retirar de esta pequeña fiesta-, dijo el jefe poniéndose de pie, -tenía algunos asuntos familiares-.
-Así que ahora solo seremos nosotros tres-, dijo el otro individuo, -como te dije, esto aún no termina, nuestro compañero quedó satisfecho con tu desempeño, y él está de acuerdo de que tu programa se quede en pantalla, pero…, nosotros dos, aún no estamos del todo seguros, ¿cierto jefe?-.
-Así es licenciado-, dijo el jefe acercándose a mi desde atrás, -aún no quedamos bien convencidos-, agregó al mismo tiempo que apoyaba su dura verga entre mis nalgas, y pasaba sus manos por debajo de mis brazos, aprisionando mis voluminosas tetas, empezando a sobarlas y a apretujarlas tan ricamente, que ya no supe más de decoro, principios ni reglas, me abandoné al deseo, la calentura, y mis ganas de verga, mientras sentía aquellas manos tocando mis tetas, otros dedos me acariciaban mi vagina que ya estaba completamente húmeda.
-Quiero esa jugosa rajita-, me dijo el jefe al oído.
-Es tuya-, repliqué casi sin voz debido a la excitación que iba creciendo.
-Yo quiero ese culito-, me dijo el otro individuo en mi otro oído.
-También es tuyo-, dije con el mismo tono de voz, -todo mi cuerpo es suyo, hagan conmigo lo que quieran-, agregué mientras entrelazaba mis brazos alrededor del cuello del hombre que hundía sus dedos en mi vagina, los dos hombres se miraron a los ojos brevemente, y asintieron, con una sonrisa de satisfacción y un brillo lujurioso en los ojos, sabían que era completamente suya por esos momentos, y no desaprovecharían aquella oportunidad.
Me llevaron al mismo sofá en el que había cabalgado furiosamente a uno de los tres, se sentó el jefe, y el otro hombre hizo que me arrodillara frente a él, era la primera vez que veía realmente la verga del jefe, ya que solo la había sentido meterse en mi culito antes de aquella noche virgen, y en verdad la vi enorme, en ese momento yo misma me pregunté sorprendida -¿cómo era posible que aquello me hubiera cabido en mi ano tan cerrado y estrecho?-, no lo entendía, pero no tuve tiempo de seguir pensando, ya que una mano fue guiando mi cabeza a la entrepierna del jefe, al instante caí en cuenta de que me pedían mamar aquel gran pedazo de carne, no sabía si me cabría en la boca, pero haría el intento, mi calentura me lo exigía.
Yo, Rocío Sánchez Azuara, estaba dispuesta a hacerle la mejor mamada de su vida al jefe, claro, todo lo que yo hacía, tenía que hacerlo bien, y si no, buscaba perfeccionarlo hasta que saliera como yo quería, y eso no iba a ser la excepción, entonces mirándolo a los ojos, y sin dejar de hacerlo, comencé a frotar mis tetas en sus piernas, para después recorrer con mi lengua toda la longitud de aquella verga, y cuando mi boca rodeó la cabezota, el jefe dijo, -para ser una señora supuestamente decente, sí que sabes cómo mamarla, y la mamas realmente de campeonato-, luego el jefe me tomó por la nuca, impidiéndome ver todo lo que pasaba a mi alrededor, entonces sentí las manos del otro hombre en mis caderas, agarrándome para que levantara mi culito ofreciéndoselo.
Ya no era necesario que el jefe me siguiera sosteniendo la cabeza, ya que llevaba un ritmo de mamada constante, el cual hizo que el jefe entrecerrara los ojos solo un poco para no perder un solo detalle de todo ello, sé que el hombre sentía como mi lengua se paseaba por el tronco de su verga, para después juguetear en círculos en su glande, lo que hacía que el hombre sintiera latigazos de placer recorrer toda su espina dorsal, a todo esto, pude sentir como el otro individuo hundía su cara entre mis nalgas, y recorría con su lengua toda la línea divisoria entre estas, deleitándose en mi culito recién estrenado, no pude evitar cerrar los ojos, perdiendo el contacto con los del jefe, y menos reprimir un gemido que quedó ahogado sobre la verga que tenía en la boca.
Yo gemía cada vez que aquel tipo le dedicaba cierto tiempo a mi culito, después de unas cuantas lamidas más, sentí como escupía en aquel lugar, e inmediatamente como apoyaba la cabeza de su verga en mi entrada trasera, detuve la mamada al jefe, esperando la penetración, lo que el jefe me agradeció, ya que de seguir mi lengua jugando con su verga, no tardaría en eyacular en mi boca, no pensaba resistirme a la penetración, ya me lo habían desvirgado, y a pesar del dolor que había sentido, lo había disfrutado mucho, entonces se produjo lo que con tanta ansia esperaba, y sentí como la cabeza de aquella verga abría mi culito otra vez, poco a poco el hombre me la fue metiendo muy lentamente, sentía como se abría paso el resto de aquella verga en mi culito, lo cual disfrutaba de sobremanera.
Cuando los huevos del hombre chocaron con mi vagina, él se quedó quieto disfrutando aquella estrechez que le oprimía la verga tan deliciosamente, gemí de placer, indicándole al tipo que lo estaba disfrutando, entonces retomé la mamada a la verga que aún tenía en la boca, y el tipo se puso a sacar y meter su verga de mi culito tan estrecho a pesar de haber sido desvirgado hacía poco tiempo, y poco a poco fue incrementando la velocidad de sus embestidas, sospechaba que el jefe no sabía si era su imaginación o que era, pero la mamada que estaba recibiendo de mis labios, le parecía la mamada más rica y sabrosa que hubiera recibido en su vida entera, en verdad se veía que la estaba disfrutando más que la anterior.
Sabía que de seguir así, el jefe no podría aguantar por mucho más tiempo, las rápidas envestidas de su colega en mi culo, marcaban al mismo tiempo el ritmo y la intensidad de las succiones que daba a su verga, era magnífico sentir su verga deslizarse dentro de mi boca, mientras lanzaba gemidos de placer que prendían más a los dos hombres, dos o tres embestidas más a mi culito, y por consiguiente, dos o tres succiones más de mi boca, y el jefe estalló entre gritos y gemidos, en la eyaculación más grande, abundante y fenomenal de la que él tuviera recuerdo, abrí los ojos, y vi como poco le faltó para desfallecer y perder el sentido.
Me vi obligada a tragar todo aquel semen que el jefe depositaba en mi boca, no podía separarme de ese pedazo de carne, en parte debido a que el hombre que me enculaba, estaba pegado a mis nalgas bombeando como un perro a su perra, sosteniéndome por mis caderas o de mis tetas, imposibilitándome para moverme o separarme, y en parte, porque ya le había encontrado el gusto a aquella leche caliente, y limpiaba aquella verga con deleite de todo resto de semen que quedara, al seguir aquel miembro rodeado por mis labios, y al seguir recibiendo caricias de mi lengua, no tardó en ponerse dura de nuevo dentro de mi boca, llenándomela por completo otra vez, el hombre detrás de mí no paraba de meterme y sacarme la verga con gran vigor.
-Espera-, dijo el jefe con la voz estrangulada, -déjame sacársela de la boca y metérsela en su vagina, porque si sigo con la verga en su boca, no voy a aguantar y se la voy a llenar de leche otra vez.
-Está bien-, dijo el hombre con un resuello, y acto seguido, se separó de entre mis nalgas, sentí el dolor del vacío cuando aquel tipo me sacó de golpe la verga de mi culito antes cerrado, lo sentía muy dilatado, imaginaba que se había formado algo así como un cráter entre mis dos nalgas, pero el hombre estaba más sorprendido al mirar otra cosa, una de mis manos entre mis piernas, -¿por dios!, esta perra se estaba masturbando mientras le metíamos la verga-, dijo mirando al jefe, y en efecto, mientras era enculada y mamaba aquella verga, me había estado masturbando, y en ese momento, tres dedos de mi mano derecha entraban y salían furiosamente de mi vagina empapada en líquidos, en tanto no dejaba de mamar la verga que tenía enfrente con los ojos de nuevo cerrados, y gimiendo cada que mis dedos se metían en mí.
El jefe me reincorporó, sacando suavemente su verga de mi boca que tan bien le había tratado, no protesté ya que aún me encontraba con los dedos metidos hasta lo más profundo de mi vagina, al mirar esto, el jefe me abrazó, y suavemente retiró mi mano de donde estaba, mientras me susurraba al oído, -vas a saber lo que es ser cogida por una buena verga-, abrí mis ojos mirando al hombre con lujuria, el permaneció allí sentado esperando, yo me sentía y estaba realmente caliente, bajé la mirada a la verga del jefe, y el deseo y la lujuria, terminó de invadir cada célula de mi cuerpo.
Le sonreí al jefe, y arrodillándome en el sofá con las piernas abiertas, me acomodé de frente a él, me tomó por las nalgas, y acercó su boca a mis tetas, mamando mis pezones alternativamente, haciéndome gemir de placer, después, bajé lentamente, agarré su verga, la acomodé en la entrada de mi vagina, seguí bajando, y entonces aquel gran pedazo de carne me fue entrando lentamente, cuando estuvo todo dentro, comencé a cabalgarlo rítmicamente, luego de unos 5 minutos, sentí una mano en mi espalda, la cual me indicaba que me inclinara, obedecí y me abracé al cuello del jefe.
El hombre que estaba detrás, se colocó de nuevo entre mis nalgas, las cuales eran abiertas por las manos del jefe, volvió a apuntar a mi culito, y me ensartó de un solo movimiento, no dije nada, al contrario, al sentir como me volvían a coger por el culo, simplemente sonreí, mi sonrisa se ensanchó cuando los dos hombres se empezaron a mover, como era obvio, el que estaba en mi culo se movía más que el que estaba debajo, pero igualmente estaba disfrutando, al tener las dos vergas dentro de mí, yo, me sentía realmente como una puta, sabía que jamás en la vida había sentido tanto placer teniendo las piernas abiertas, y lo mejor era que lo estaba disfrutando.
Estando así, tuve un nuevo orgasmo, el cual anuncié con gritos y gemidos que se podían haber escuchado por todo el piso, cuando todo pasó, me recosté sobre el pecho del jefe sin moverme, todo mi cuerpo temblaba, pero ellos no paraban de cogerme, sudaba como nunca, ni siquiera cuando hacía ejercicio sudaba tanto, el jefe también estaba sudoroso, lo que contribuía a que nuestros cuerpos empapados se hicieran un tanto resbalosos.
-Cómo te gusta ¿verdad zorra?-, me dijo el hombre que me perforaba el culito.
-Me encanta-, dije con una voz que apenas se escuchaba, -sigan…, quiero más-.
Ellos siguieron dándome como había pedido, pero ya no aguantaba más en esa posición, así que hice que los dos se detuvieran, me levanté, senté al hombre que me daba por el culo, me coloqué de espaldas a él, agarré su verga, y me la acomodé en mi culito, luego bajé hasta que la tuve toda dentro de nuevo, después me recosté en su pecho, y le abrí las piernas al jefe para que me la metiera en mi vagina y me cogiera otra vez, el jefe tomó mis piernas, las levantó un poco, y me la comenzó a meter, sin dudas, sabía que era la mejor cogida de mi vida, el olor a semen era intenso, el descontrol era inimaginable, y el placer que estaba sintiendo, no era capaz de expresarlo con palabras, más bien, no era capaz de expresar algo con palabras, ya que solo pensaba en que me dieran más, y que no pararan, ya había llegado a dos orgasmos más con aquellas dos vergas dentro de mí.
Los dos hombres se decían cosas acerca de mí, pero la verdad, yo ya no prestaba atención, mis jadeos eran tan intensos que casi no podía escucharlos, lo único que escuchaba era cuando me decían -puta-, -zorra-, y adjetivos similares, estaba entregada por completo, jamás creí poder aguantar tanto tiempo una verga en el culo, y menos el mismo día que me lo desvirgaron, ya ellos no tenían ninguna consideración, me la enterraban demasiado fuerte, pero a mí me gustaba, por lo que no podía ni quería quejarme, el jefe pasó de sobarme las tetas, a mamar mis pezones enhiestos y sensibles, y la manera en que lo hacía, era sensacional para mí, aquello me hizo tener un nuevo orgasmo, y al mismo tiempo, el jefe explotó dentro de mí, en lo más profundo de mi vagina, una gran descarga, no lo podía creer, sentí como me llenaba de leche, había soltado tanta, que pensé que había sacado hasta los sesos por la verga.
El jefe se retiró de mi con las piernas temblorosas, visiblemente pálido, y lleno de sudor, parecía que estaba a punto de darle un ataque después de cogerme, entonces se fue a sentar a una de las tantas sillas que allí había, dejándome únicamente con su colega que no dejaba de taladrarme el culo, me agarraba las tetas con fuerza, y me metía los dedos en la vagina, sacándolos llenos de leche del jefe y mis propios jugos, para después metérmelos en la boquita, a lo que yo los chupaba con deleite como si fueran una verga, todo sin dejar de rebotar en el regazo del hombre, sintiendo como su verga se me metía en lo más profundo de mis entrañas.
El jefe desde su lugar observaba todo lo que pasaba, al parecer ya no quería nada más conmigo, se veía más que satisfecho con la cogida que me había dado, veía como su colega y yo disfrutábamos de lo lindo estando uno a uno, el hombre me dio un poco más por el culo, luego se detuvo, me levantó, me puso de rodillas en el suelo, y me puso la verga en los labios para que se la mamara, no lo dudé, y me metí su verga en la boca, lo veía con lujuria, mientras me metía y sacaba aquel pedazo de carne, y mis dedos entraban y salían de mi vagina, no duré mucho mamando, ya que el hombre me tumbó en el suelo alfombrado, me abrió las piernas, y me la volvió a meter de una sola estocada, a lo que respondí con un grito animal y ahogado que me llevó a la gloria mientras el hombre empezaba con el mete y saca del placer.
Nadie en aquel lugar podía creer lo que estaba pasando, sabía que el jefe nunca había visto una cogida de tal intensidad, los dos estábamos sudorosos y a todo lo que dábamos, ambos nos besábamos, nos acariciábamos, parecíamos una pareja cogiendo como siempre, completamente loca de excitación, sabía que ya nadie me forzaba a nada, yo sola respondía e incluso había momentos en que rebasaba al hombre que tenía encima en todo lo que este me hacía, el hombre tenía que estar alucinado, nunca en la vida habría podido cogerse a una señora, toda una dama como yo, pero en esos momentos no era nada de eso, ni señora, ni dama, en esos instantes aquel hombre se estaba cogiendo a toda una puta que a cada minuto le pedía más, y más fuerte.
Así estuvimos por un buen rato, ninguno de los dos lográbamos llegar al orgasmo, no sabía qué hora era, pero si sabía que ya era tarde, entonces, fui yo quien primero anunció su orgasmo con gritos, gemidos, y clavando mis uñas en la espalda de ese hombre que me cogía, puse los ojos en blanco, y tensé todo mi cuerpo, era uno de los mejores orgasmos que había sentido en todo aquel caos sexual, entonces, al ver y sentir esto, el hombre tampoco tardó en eyacular también en lo más profundo de mi vagina, sacando una gran cantidad de leche caliente, que disfruté como nunca, estaba muerta de cansancio, y adolorida de todos lados, especialmente de mi culo recién desvirgado.
Yo, Rocío Sánchez Azuara estaba tan cansada, que me quedé ahí tirada en la alfombra, con las piernas abiertas, mirando y sonriéndole al jefe y al otro hombre que se había ido a sentar a otra silla de manera agradecida, porque a pesar de que todo aquello había iniciado como un chantaje, me habían dado la mejor cogida de toda mi vida, podía sentir como escurría el semen de mi vagina, hasta llegar a mi ano, mi cuerpo estaba empapado de sudor, y apenas si podía sentir las piernas, estaba agotada, pero en verdad muy satisfecha, y no se diga de los dos hombres, se veían realmente cansados, pero también felices.
Como pude me puse a cuatro, intenté ponerme de pie, pero las piernas me fallaron, entonces a cuatro y gateando, quise llegar al baño, al ver esto, los dos hombres se apresuraron a donde yo estaba, y entre los dos me ayudaron a levantarme y me llevaron a donde quería ir, cuando por fin llegué al WC y me dejaron sola, con las mismas toallas que había utilizado antes, me sequé el sudor de todo el cuerpo, y me limpié lo mejor que pude el semen que manaba de mis dos orificios, pero mientras más me limpiaba, más semen me brotaba.
-¿Se puede?-, escuché del otro lado de la puerta.
-Adelante-, dije sentada en el retrete, y después de gritar tanto, con voz algo ronca.
Entonces la puerta se abrió, y entró al baño el tipo con el que había estado al último, este ya estaba vestido completamente, y en sus manos llevaba mi vestido, y mis zapatos de tacón, ¿en qué momento los había perdido?, no lo sabía, ni cuenta me había dado, pero estaba realmente sorprendida del aguante de aquel tipo, nadie me había cogido como él, era quien más me había hecho gritar.
-Aquí está tu ropa-, dijo el dejándola en el lavabo, -te esperaremos para acompañarte a tu auto, ¿ya viste la hora que es?-, y diciendo esto, se marchó dejándome sola otra vez.
En efecto, no me había percatado del tiempo, y quedé bastante sorprendida al mirar en mi pequeño reloj de pulsera que ya solo faltaban 15 minutos para las 3:00 A.M, nunca había cogido por tanto tiempo, y en el fragor de aquella orgía, el tiempo se me había pasado volando. Ya un poco más repuesta, por fin pude ponerme de pie para vestirme, busqué afanosamente mi ropa interior, pero no la habían llevado, supuse que ellos se la quedarían como trofeo de a quien se habían cogido, no me importó, así que me volví a colocar el vestido, me lo acomodé, me arreglé el cabello, me puse los zapatos, y salí con aire triunfal a la sala en donde me esperaban.
-Entonces, ¿tenemos un trato?-, dije mirando a los dos hombres a los ojos.
-Lo meditaremos por el fin de semana, y la semana que viene le informaremos nuestra decisión-, dijo el jefe, -mientras tanto, ya tiene un voto a su favor-.
Me sentí bien al escuchar eso, no me importaba que me avisaran hasta la siguiente semana, sabía que me había comportado a la altura de las circunstancias, así que no me preocupaba. Me coloqué el saco, tomé mi bolso, y los tres salimos de la sala, yo abría el camino al elevador, sabía que los dos hombres no dejaban de mirarme las nalgas, las cuales hacía menos de 10 minutos habían sido de ellos, en el elevador ya no estaba nadie, y bajamos los tres en silencio hasta el estacionamiento, y no me dejaron hasta que me subí a mi auto, lo encendí, lo puse en marcha, y me fui dejándolos ahí despidiéndome. Al llegar a mi casa, me di una buena ducha, y sin despertar a mi marido que dormía plácidamente, me metí a la cama, y me dormí enseguida, sin pensar en nada más
(Jueves de la siguiente semana, 8:30 P.M).
-Si dios y usted lo permite, aquí nos veremos el día de mañana a la misma hora, en su programa, -Cosas De La Vida-, mientras tanto, que dios los bendiga-.
-¡Estamos fuera!-, gritó el productor, y mientras me retiraba el micrófono se acercó a donde yo estaba, me dijo con la voz baja, -ya no supe, ¿hablaste con los jefes?-.
-Si claro-, contesté mirando a ningún lugar en especial, recordando lo que había tenido que hacer en aquella sala de juntas, y lo mucho que había disfrutado, nunca le diría a nadie, ese sería mi secreto de vida, y se iría conmigo a la tumba, -por supuesto que estuvimos hablando por mucho rato, de repente las cosas se ponían duras, pero al final, todos se ablandaron con lo que dije, y me dijeron que lo pensarían, ¿por qué?, ¿sabes algo?-.
-Si-, me dijo el hombre con una sonrisa de felicidad en el rostro, -no sé qué les dijiste, pero mañana no es tu último programa al aire, bueno si, pero no es lo que tú piensas-, repuso, -es tu último programa en este horario, lo recorrieron una hora, lo dejarán a las 6, y va a durar una hora-.
Sabía que lo que hice había rendido frutos, estaba pletórica de felicidad, no saldría del aire, pero había tenido que pagar un alto precio, pero lo había pagado con gran placer, al día siguiente de mi gran cogida, tuve que entregarle por primera vez el culo a mi esposo, algo que debió haber sido de él desde hacía mucho tiempo.
-Señora, esto es para usted-, dijo uno de mis asistentes que iba corriendo a mí con un ramo de flores, -lo envían los jefes, y en su camerino tiene otro paquete que envían ellos-
Tomé el presente, y a mis ojos saltó una pequeña tarjetita, la agarré, dejé el ramo en una mesa cercana a ella, y leí, mientras me apresuraba a mi camerino.
“Felicidades Rocío, tu programa se queda al aire, y necesitamos negociar contigo la duración del mismo, sabemos que ahora tiene una duración de hora y media, pero habrá que platicarlo”
Llegué casi corriendo a mi camerino, cerré la puerta, y coloqué el seguro, cualquiera que leyera la nota de las flores, no sabría de qué estaban hablando los altos mandos, pero yo si lo sabía, y me intrigaba el otro paquete que dejaron ahí. Estaba sobre mi tocador, era una caja del tamaño de una de zapatos, y una más pequeña a lado, me aproximé lentamente, no quería abrir aquellos regalos, pero debía hacerlo.
Me senté frente a ellos, y primero abrí el paquete pequeño, a través de la envoltura, se sentía algo suave, como de tela, rompí el papel, y en mi regazo cayeron un par de prendas, y por debajo de ellas, otra nota, coloqué todo en el tocador, y abrí la caja más grande, eran un par de zapatos negros de tacón alto de aguja, de mi número exacto, tenía un mal presentimiento, así que tomé el papel, y leí.
“Bien, como te dijimos tu programa se queda en pantalla, pero ya no tendrá la misma duración, ni estará en el mismo horario, si quieres saber estos datos, el viernes por la noche habrá una pequeña reunión de directivos, y queremos que acudas a la misma, con la ropa que contiene estos paquetes, solo con esto, después, te diremos en que horario entrarás y cuanto durarás”
Inspeccioné más de cerca las prendas, se trataban de una minifalda de cuero, pero a mis ojos la veía muy pequeña, y una especie de blusa de licra, todo en color negro. Me quedé impactada, ¿valdría la pena aquello?, cerré los ojos, y como una autómata, me levanté, me desnudé, quedándome solo con la ropa interior, y me puse lo que me habían mandado, la mini estaba demasiado ajustada, tanto que me tuve que quitar la pantaleta que traía, y era tan pequeña, que más que minifalda, parecía un cinturón lo suficientemente ancho como para que cubriera mi gran trasero.
La blusa, solo era un pedazo de tela que cubría el frente de mi cuerpo, pero que dejaba mi espalda por completo desnuda, se anudaba en mi nuca y en mi espalda baja, por encima del borde de la mini, aquí también tuve que despojarme del brasier, me miré en el espejo, me veía bien, pero demasiado puta, mis pezones no se transparentaban, pero si se intuían, me puse los tacones, y aquello realzó mi trasero, haciendo que se viera más grande.
¿Iría a aquella reunión?, ¿valdría la pena acudir de esa guisa, lo suficientemente expuesta a las miradas lujuriosas de todos?
Mi programa duró algunos años más, en otro horario, y con menos duración, pero estuvo bien, me agotaba menos, y me sentía bien conmigo misma, y aunque siempre tuve la invitación abierta para ir a discutir un aumento de tiempo, y una mejor posición de mi programa en un mejor horario, no volví a ir a consultar a los altos mandos, y cuando me dijeron que saldría del aire, no me opuse.