Laura y Rosa siguen en caída libre, cada vez corren un mayor riesgo y es que el morbo aumenta. Están averiguando si vale o no la pena

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…Desperté poco a poco y me costó adaptar la vista a la habitación. Sentía frío en el cuerpo a pesar del mes en que estábamos. El aire acondicionado se dejaba notar en la habitación. Recogí mis bragas gateando sobre la moqueta de la habitación y busqué mi sujetador, con la mirada, hasta encontrarlo. Los recogí y echando una mirada hacia la cama me cercioré de que mi cuñada y Mario continuaban dormidos. Me encerré en el baño y me puse rápidamente mi ropa interior.

Una vez colocada cada prenda en su sitio me sentía algo más segura (hay que ver lo que hace ir desnuda, la inseguridad que produce). Me puse delante del espejo y me supo raro. La mujer que veía reflejada en él no era la Laura que yo conocía. No me sentía arrepentida, tan solo me sentía extraña. Eso era todo. Una extraña.

Me arreglé el sujetador a pesar del poco arreglo que tiene una prenda tan escueta como un sujetador y vi mis pezones duros sobresaliendo entre la tela. Un escalofrío hizo que se erizara cada rincón de mi cuerpo y que de mi sexo saliera algo que mojó mis bragas y que recordé como la corrida del macarrra que mi cuñada me había presentado hacía apenas un rato y que había hecho que, en cuestión de muy poco tiempo, hubiera tenido dos orgasmos brutales achacables a su presencia en aquella habitación.

Abrí un poco mis bragas y sentí más que vi la humedad que empezaba a aparecer en mi entrepierna. Cogí una tira de papel higiénico y sequé mis labios introduciéndola en mi sexo. Una vez seca y ya menos molesta tomé aire y abrí la puerta dispuesta a vestirme y salir lo antes posible aquel lugar, antes de que las cosas se complicaran más de lo que ya se habían complicado.

Justo en el momento de abrir la puerta me encontré de golpe con Mario que entraba a la vez en el baño. Nos quedamos mirándonos. Él sonriendo a pesar de su cara de sueño y yo, yo no sé qué cara puse al encontrármelo allí de sopetón pero sentí un acaloramiento y una sensación de miedo a la vez que un calor muy intenso en mi entrepierna. Se quedó allí plantado, mirándome en bóxer. La silueta de su polla se veía morcillona. Sin decir nada me cogió de la mano y me introdujo de nuevo en el aseo.

– Me estoy meando nena! ¿A qué esperas? Me dijo fijando su mirada en la taza del inodoro que permanecía con la tapa levantada.

– ¿Perdona? Contesté sin saber a qué se refería.

– Sácamela joder! No aguanto más! Insistía fijando ahora su mirada en mi.

No me lo podía creer! El muy capullo pretendía que se la sacara y se la sujetara mientras meaba. La sangre me dio un vuelco al acabar de comprender lo que quería. Sin apenas reacción cogió mi muñeca y la acercó a su entrepierna.

Como una autómata y presa de un nerviosismo que hacía que mi vientre palpitara sin poderlo evitar y sin apenas oponer ninguna resistencia, mis manos bajaron el bóxer y dejaron su polla al descubierto. Mi mirada se quedó hipnotizada, no sólo por ver su miembro allí colgando, si no por lo que iba a realizar por primera vez en mi vida. Cogí su polla con mi mano derecha y apunté hacia la taza. Sentí el calor que desprendía al contacto con mi mano mientras la sujetaba y el calor que de repente invadió todo mi cuerpo al darme cuenta de la situación que estaba protagonizando. Al momento, sentí el chorro de orina presionar su uretra y salir al exterior cayendo en el inodoro sin derramar una sola gota fuera. Esta acción hizo que como una idiota me apareciera una sonrisa debido al éxito de la maniobra que acababa de hacer. Aguanté allí todo el rato sujetándole la polla mientras acababa su meada que resultó muy abundante seguramente fruto de la bebida y de estar bastante tiempo sin evacuar.

Una vez acabada la acción procedí a sacudirla como había visto hacer a mi marido e incluso a mi hijo cuando todavía me dejaba verle orinar.

– Límpiamela! Le oí decir haciéndome salir de mi concentración.

Me agaché hacia el papel higiénico, cuando tirando de mi me dijo:

– Con la boca joder! Dijo otra vez con su media sonrisa.

Permanecí unos instantes sin saber que hacer mirándole a la cara. De repente se agachó y cerró la tapa sentándome sin prestar oposición en ella. Mi cara quedó a la altura de su polla que ante la maniobra que esperaba, comenzó a reaccionar, comenzando una erección que poco a poco iba elevándola mientras mi mano la agarraba abarcándola y acercándola a mi boca, abrí los labios y comencé a lamer su glande muy despacio y mojándolo con mi saliva mientras mi chocho empezaba a reaccionar y a humedecer sus paredes.

Me veía allí sentada en el wáter a los pies de un tipo siniestro y chupándole la polla. Una polla que sabía a sexo, a sudor y un poco a orina. Esta unión de sabores lejos de producirme asco lo que hacía era levantar mi excitación haciendo que mis pezones estuvieran duros como piedras y que mi corazón palpitase como si fuera a salirse de su caja. Mientras mi boca engullía su verga y la ensalivaba para hacer más fácil que entrara en mi garganta, me imaginaba allí sentada en la taza, en ropa interior, toda una señora con carrera universitaria y con muy buena reputación en su círculo social haciéndole una mamada a un tío al que normalmente, su relación con él sería el de defenderlo en algún juzgado y al que ahora mismo estaba intentado darle el máximo placer posible con mi boca mientras mi vagina se humedecía como hacía tiempo que no sentía.

Un tirón del pelo algo brusco que a pesar del daño que me hizo, me excitó todavía más dentro de la situación en la que ya me encontraba, me sacó de mis pensamientos mientras me llevaba hacia la habitación haciéndome agachar hasta el suelo donde me dejó a cuatro patas, allí agachada. Miré hacia arriba donde su polla, empalmada y dura como una piedra llegaba casi hasta su ombligo. En ese momento me sentí orgullosa de ser mujer y de haber conseguido ponérsela tan dura y tan dispuesta.

Dirigí la mirada hacia la cama donde Rosa, sentada con solo las bragas puestas y sus pechos al aire, me miraba expectante con una mirada lujuriosa que imploraba que la dejáramos participar en lo que estábamos haciendo en ese momento.

Así arrodillada y con mis manos también apoyadas en la moqueta reparé en una banqueta cuadrada tapizada que había junto a la mesa y apoyé mis manos en ella permaneciendo con mi cuerpo arrodillada esperando a mi hombre.

Sentí como se despojaba del bóxer y como se arrodillaba detrás de mi. Las aletas de mi nariz comenzaron a dilatarse con el nerviosismo que precede a la penetración. Sentí su glande, hinchado, enorme cómo presionaba los labios de mi coño mientras miraba a mi cuñada como había metido su mano dentro de sus bragas y comenzaba a tocarse.

De repente empujó y su polla, debido a lo encharcado de mi chocho, entró hasta el fondo sin oponer ninguna resistencia.

Ufff!! Joderrr!! Sigue!! Me oí decir.

– ¿Te gusta cabrona? ¿No pensabas que esta noche ibas a tener tanta suerte verdad? No creas que yo follo con cualquiera! Decía el muy capullo mientras metía y sacaba su rabo de mi coño al principio despacio y después cada vez más rápido.

De mi boca sólo salían gemidos que unidos a los bufidos del macho que me estaba montando en ese momento daba a la habitación una melodía de sexo que hasta al menos pensado pondría cardiaco.

Sentía su polla llegar hasta lo más hondo de mi coño mientras su dureza aumentaba cada vez más o esa era la impresión que sentía en ese momento. Las paredes de mi vagina se dilataban para dejarlo entrar y se cerraban para aprisionar su verga cuando salía con una sincronización increíble para el poco tiempo que estaba dentro de mi sexo.

Estaba en la gloria. Solo quería que me follara, que no parara nunca de metérmela. Esta vez estaba aguantando más tiempo sin correrme. Quería disfrutar de ese momento. Sentía mis rodillas resbalar sobre la moqueta con cada empujón del semental. Mis manos agarraban la banqueta intentado aguantar las embestidas echando mis caderas hacia atrás intentando buscar, si es que se podía, una penetración más profunda. Notaba mis labios hinchados. Mi clítoris a punto de reventar con el roce de su polla mientras el semental empujaba penetrándome sin apenas dar signos de cansarse.

– Dioss!! Que no pare en toda la noche! Me oí pensar.

De repente y mientras Mario seguía follándome, mi cuñada presa de la excitación y sin poder aguantarse, bajó de la cama y se dirigió hacia donde estábamos.

Sin dejar de mirarnos a los dos se despojó de sus bragas y desnuda se sentó en la banqueta donde reposaban mis manos. Abrió sus piernas y dejó mis manos agarrando la banqueta en medio de ellas.

Sin dejar de mirarnos comenzó a masturbarse mientras mi cuerpo iba y venía con cada embestida. Desde mi posición veía su sexo abierto, sus labios hinchados y enrojecidos y su clítoris inflamado, duro, como un garbanzo, mientras sus dedos resbalaban una y otra vez sobre él haciéndola gemir como una posesa empujando sus caderas cada vez más hacia mi cara.

Apoyó el borde de sus nalgas en el borde de la banqueta ofreciéndome su coño mientras mis manos volvieron a apoyarse en el suelo y Mario no dejaba de follarme.

De repente sentí como mi hombre aflojaba en sus embestidas. Mis ojos no se apartaban del coño de mi cuñada allí tan cerca. Sentía su olor impregnarme la nariz. Mi excitación no tenía altura ya en esos momentos. Acerqué mi boca a su sexo. Saqué la lengua y lamí sus labios. Bebí de sus jugos y comencé a lamer su vulva de abajo a arriba. Llegaba hasta su clítoris y lo chupaba mientras notaba los muslos de mi cuñada apretar mi cabeza entre ellos y sus manos agarra mi pelo mientras la oís gemir y decir:

– No pares Laura! Entre gemidos y sollozos la notaba temblar de gusto mientras mi lengua lamía su chocho.

Mi vientre empezaba a temblar también mientras no dejaba de comerle el coño a mi cuñada. Mario comenzó a gemir un poco más alto. Sentía su polla cada vez más dura y cada vez más hinchada mientras mi coño comenzaba a abandonarse en busca del orgasmo.

Mi cuñada comenzó a gemir mientras no dejaba de masturbarse el clítoris haciéndole sitio a mi lengua.

Mi macho comenzó a bufar como un toro ante la venida de su eyaculación y mi coño comenzó a apretar su polla decidido a no dejarla salir de allí sin haberla ordeñado lo suficiente.

Me oí jadear sin retirar la boca del coño de Rosa mientras ella se corría gimiendo como una loca dejándome la cara empapada con su corrida.

Sentí como Mario se corría empujando una y otra vez dentro de mi y en ese momento apareció de nuevo mi orgasmo. Comencé a correrme gritando mientras mi cuñada sujetaba mi cara y Mario mis caderas sin dejar de empujar mientras las paredes de mi vagina se adaptaban a su polla haciendo como una segunda piel.

Diosss!! Me oí decir mientras me dejaba caer en la moqueta con mi macho todavía dentro de mi coño y tumbado encima de mí hasta que me dejé ir y me relajé. Otra vez la penumbra. Otra vez la felicidad.

Desperté de nuevo al cabo de un rato. Mi cuñada estaba de pie delante de mi vistiéndose. Reparé entonces que continuaba echada en el suelo de la habitación desnuda. Reaccioné y busqué mi ropa con la vista sin moverme de donde estaba.

Mi cuñada desde su altura me sonreía y sin decirme nada se dirigió al baño. Me levanté y comencé a recoger mi ropa. En ese momento reparé en que estábamos las dos solas en la habitación. Mejor! Pensé para mi.

Me vestí todo lo rápida que pude y entré en el aseo mientras mi cuñada terminaba de retocarse los labios y el pelo.

Le pedí prestado el pintalabios y sin dirigirnos la palabra nos arreglamos lo mejor que pudimos. Cogimos nuestros bolsos y nos fuimos de allí.

Eran las cinco de la mañana y por esta noche ya estaba bien (pensé para mi). Salimos a la calle ante la mirada de la chica de recepción que a saber lo que pasaría en ese momento por su cabeza aunque la verdad es que después de lo que había vivido en aquella habitación poco me importaba.

Una vez fuera sentimos el fresco de la calle que, a pesar de que en la habitación no hacía ningún calor, era de agradecer.

Pedimos un taxi y una vez dentro de él y en silencio nos dirigimos hacia el chalet de nuestros suegros.

Llegamos a la puerta del jardín, pagamos y entramos en el recinto. Cogí a mi cuñada por el brazo y le dije:

– Esto que ha pasado Rosa, no debemos sacarlo de nosotras ni aún en los peores momentos! ¿Lo entiendes verdad? Sería el fin de nuestra familia!

– Tranquila cariño! Tengo tanto que perder como tú! No te preocupes!

– Nunca me había comportado de esta manera y ya son dos veces lo que ha sucedido! ¿No crees que nos estamos pasando Rosa? Si Gustavo llegara a enterarse no sé lo que pasaría! Dije en un arrebato de desesperación y sinceridad.

– Tranquila cielo! No te preocupes, esto será nuestro secreto! Me dijo en voz baja.

– Déjalo estar! No te preocupes! Nadie se va a enterar ¿verdad? Continuó tranquilizándome en voz baja. Parecía hacer estas cosas muy a menudo o al menos esa fue la impresión que me dio.

Asentí en silencio y me agarré a su brazo. Mi cuñada me acarició el brazo con cariño y caminamos muy juntas hacia la casa. ¿De verdad que no iba a cambiar nada entre nosotras después de lo ocurrido esta noche? Iba pensando para mi.

En silencio y tan sólo con la luz que entraba por las ventanas, todavía escasa ya que apenas eran las cinco y media de la mañana, subimos a la parte de arriba de la casa.

Mi cuñada bostezó en la puerta de su dormitorio y echándome un beso con los labios entrecerrados se introdujo en él procurando no hacer ruido cerrando la puerta tras de sí.

Mi primera idea era entrar en mi habitación y acostarme, pero vi la puerta de la habitación de mis hijos entreabierta y recordé que debía de entrar para verlos. Entré en silencio y me acerqué a la cama de mi hija Laura. Parecía un ángel así durmiendo ajena a todo lo acontecido a su madre desde que empezaran sus vacaciones. Nada había cambiado para mi niña. Acaricié su mano y una gran ternura recorrió mi cuerpo. Sentía que les estaba fallando, aunque no podía controlar el deseo que nacía en mi cuando estaba sola, sin ellos. Parecía otra mujer. Una zorra en busca de hombres sin pensar tan siquiera en tomar precauciones. No sólo para evitar quedarme preñada de cualquier desconocido sino para evitar a la vez cualquier tipo de infección que convirtiera mi vida en un infierno. Parecía que cuanto más peligrosa era la situación más excitada me sentía.

Me acerqué a la otra cama y agachándome besé a mi hijo Marcos en la frente. Ya era casi un hombre. Estaba orgullosa de lo que había engendrado. Este pensamiento hizo sentirme algo mejor, dentro de la angustia que siempre notaba cuando daba lugar a todo lo que había pasado esta noche. Despacio y en silencio salí de la habitación y me dirigí hacia la mía.

Entré en ella y me pare en la entrada con la puerta cerrada. Estuve un rato así hasta que me habitué a la luz que entraba por la ventana. Vi la silueta de mi marido boca arriba en la cama vestido sólo con un slip negro que marcaba la silueta de su miembro y su escroto. Despacio y sin hacer ruido saqué del armario una camiseta suya y unas bragas limpias. Cogí una toalla y salí de nuevo en dirección al baño. Pasé dentro y eché el pestillo (esa manía mía de no echarlo ya me había ocasionado bastantes problemas). Me desnudé muy despacio y me metí en la ducha.

Abrí el grifo del agua fría y al sentir lo fría que estaba a pesar de estar en pleno mes de agosto, hizo que se erizara hasta el último pelo de mi cuerpo. Sentí mis pezones apretarse sobre ellos y arrugarse. Me enjaboné todo el cuerpo y al pasar la mano por mi sexo noté los labios hinchados y muy sensibles al tacto. Un escalofría todavía más intenso que antes sacudió mi cuerpo. Estuve un rato dejando caer el agua sobre mi cuerpo, hasta que cerré el grifo y procedí a secarme frotándome despacio para recuperar el calor de mi cuerpo.

Cogí el vestido y mi ropa interior usada y salí del baño dirigiéndome de nuevo a mi habitación. Entré en ella y en silencio me acosté al lado de Gustavo. La ducha me había desvelado. Miré a mi marido como dormía totalmente relajado ajeno a todo el ajetreo que había conmocionado a su mujer desde el primer día que había pisado esta casa. Acaricié su vientre muy despacio mientras él seguía durmiendo si responder a los estímulos. Hacía girar mi mano muy despacio para no despertarle pasando el dedo por su ombligo, marcando sus pliegues. Oía su respiración comenzar a acelerarse muy despacio mientras su miembro comenzaba a notarse cada vez más dentro de su slip.

La situación me puso algo traviesa y comencé a acariciarlo por encima marcándole su silueta muy despacio. Lo abarcaba con dos de mis dedos muy despacio. Arriba y abajo. Llegaba hasta sus huevos y los abarcaba con mi mano apretándolos un poco con delicadeza. Sentía su glande cabecear dentro de su prisión intentando salir de ella. Muy despacio, introduje mi mano entre el slip y su vientre abarcando su polla que ya estaba a plena erección muy despacio para que no se despertara tiré de la prenda hacia abajo dejando el miembro libre de ella. No té su líquido seminal mojar mis manos y hacerla más resbaladiza viendo con alegría que eso favorecía mi acción. Descapullé su glande muy despacio volviéndolo a tapar. Me sentía poderosa con su polla en la mano. Notaba mi coño humedecerse de nuevo (¿serás puta? Pensé para mi. Cómo si no hubieras tenido bastante esta noche) mientras comencé a pajearlo muy despacio.

Gustavo comenzó a mover sus caderas acompañando mi mano sobre su polla como si estuviera en soñando. Sentía que le debía eso y mucho más. Este era el hombre que me había dado lo más hermoso de mi vida: mis dos hijos. Mientras venían estos pensamientos a mi cabeza no dejaba de masturbarlo. Sentía mi sexo empapar de nuevo mis bragas recién puestas. Con la mano libre tiré de ellas hacia abajo y ayudándome con mis piernas no sin bastante esfuerzo contenido para no despertarle, conseguí sacarlas de mis tobillos. Las vi enrolladas en los pies de la cama (siempre me habían parecido muy excitante unas bragas enrolladas, recién quitadas, todavía oliendo a mi coño) y sin hacer ningún movimiento brusco para no delatarme me puse a horcajadas sobre sus muslos y muy despacio ascendí apoyándome en mis manos hasta llegar a sus caderas.

Arqueé mis caderas y cogiendo su polla con mi mano la apoyé en la entrada de mi coño. Muy despacio y sintiendo como me penetraba ante mi satisfacción por el éxito de la maniobra realizada me dejé caer sobre él atravesándome como si un cuchillo entra en una barra de mantequilla, tal era el estado de humedad en el que se encontraba mi vagina. Abrí mi boca ante la falta de aire ocasionado por este movimiento, mientras notaba como mi marido, aún entre sueños comenzaba a mover sus caderas buscando entrar y salir de mi. Comencé a cabalgarlo como hacía mucho tiempo que no lo hacía. Cerré los ojos y me dejé llevar apretando mi coño para sentir su polla mientras mi marido, que ya había abierto los ojos y veía que no estaba soñando, cogió mis caderas y comenzó a levantarme hacia arriba mientras yo bajaba con todas mis fuerzas así una y otra vez hasta que noté a mi marido como empezaba a gemir mientras notaba su polla palpitar ante la inminente llegada de su eyaculación.

Dentro! Córrete dentro mi amor! Le dije presa del deseo que sentía por tenerlo dentro y por compensarle de alguna manera de todo las infidelidades que estaba cometiendo mientras lo cabalgaba cada vez con más fuerza apretando mi pelvis contra la suya.

Me corro Laura! Me corrooo! Dijo con voz entrecortada mientras yo tapaba su boca para que no se nos oyera.

Hazlo cielo! Venga! Te estoy esperando! Lléname el coño de leche, vamos! Dije en voz baja no reconociéndome.

De repente sentí la sacudida del lechazo, abundante y caliente seguidos de otros dos más y de otro más débil pero que mojó un poco más mi chocho mientras seguía cabalgándolo cada vez más despacio hasta que nos quedamos quietos. Él dentro de mi hasta que la flacidez de su polla marcó el momento en que debía bajarme de encima y con mucho cuidado para no manchar las sábanas me coloqué las bragas que seguían dónde las había dejado y sin decirnos nada me abracé a mi marido y poco a poco nos invadió el sueño cuando ya la claridad de la mañana comenzaba a iluminar la estancia.

Desperté poco a poco intentando abrir mis ojos y poder mantenerlos abiertos mientras la luz intensa del día hería mis pupilas haciéndome cerrarlos de nuevo. Poco a poco me fui situando. Estaba sola en la cama. Mi marido ya no estaba a mi lado. Los recuerdos volvían a mi cabeza. Mi chocho denotaba el trasiego que había padecido toda la noche y la humedad de mis bragas denotaba que todavía contenía restos de lo acontecido hacia un rato con mi marido.

De repente y sin esperarlo se abrió la puerta de mi habitación de golpe y como un huracán pequeñito , mi hija Laura, apareció corriendo y subiéndose sin pedir permiso a mi cama se abrazó a mi y comenzó a besarme como si hiciera años que no me veía. Este gesto lleno de ternura de mi hija hizo que se llenaran mis ojos de lágrimas. Agarro mi cara con sus manitas y me dio un beso en cada mejilla.

Despierta dormilona! Hoy tienes que bañarte conmigo! ¿Vale? Me dijo sin apenas darme tiempo a saludarla.

Vaaale! Pero dentro de un rato! Dije intentando aplazar el compromiso. Mi organismo necesitaba un rato para adaptarse de nuevo a la luz del día.

Nooo! Yaaa! Te espero en la piscina! Venga, levántate ya porfi! Dijo entre súplicas mi hija bajando de la cama de la misma manera en que se había subido y saliendo rápidamente de la habitación.

Me levanté, me puse el bikini y a pesar de las pocas ganas que tenía, pero ante las súplicas de mi hija, bajé a la cocina me tomé un vaso de zumo y me comí una pera madura para echarle algo sólido al estómago y con mis gafas de sol puestas y un pareo salí hacia la piscina. En una hamaca estaba mi suegra, siempre vigilante (esta mujer no tenía precio).

Buenos días! Dije para hacerme notar.

Buenos días! Contestó mis suegra con una sonrisa de pena al ver mi cara.

Mamá! Ven a bañarte conmigo! Mira que bien nado ya! Oí a mi hija reclamar mi presencia. Acaso habías creído que se iba a olvidar de ti Laura! Pensé para mi.

Con paso cansino me dirigí hacia la piscina intentando aparentar las ganas que tenía de bañarme después del resacón que había comenzado a aparecer en cuanto me había movido de la cama. El mejor sitio para estar en ese momento, según mi pirámide vital. Por supuesto, en el último lugar se encontraba la maldita piscina.

Estuve jugando un buen rato con mi hija en el agua. Ella no dejaba de reír y de salpicar sin apenas mostrar signos de cansancio. Era tan fácil hacerla feliz y yo le había dedicado tan poco tiempo durante las vacaciones que empezaba a sentirme culpable.

Una mirada de mi suegra (nunca podría agradecer a esta mujer lo que hacía con mi hija) hizo que me recompusiera y que empezara a valorar de verdad lo bien que se estaba comportando esta mujer conmigo. Siempre atenta a cualquier problema con mi hija y siempre dispuesta a sacrificarse por que nosotros no tuviéramos esa carga al menos durante las vacaciones.

¿Qué tal anoche? Preguntó mi suegra con precaución para no incomodar.

Bien! La verdad es que lo pasamos muy bien! Es bueno tener un rato para nosotras sin maridos y sin hijos! Dije sonriendo a mi suegra.

Ya lo creo! Ojalá hubiéramos podido nosotras en nuestros tiempos tener un rato solo para chicas! Dijo mi suegra intentando empatizar con nosotras.

Era cuestión de proponérselo! Dije sin mucho convencimiento, tan sólo para complacer a mi suegra. Bastante claro tenía lo que nos había costado a las mujeres llegar hasta donde habíamos llegado mi cuñada y yo esa noche.

Ya, como si fuera tan fácil! Comentó mi suegra.

Cesamos en nuestra conversación cuando advertimos de la llegada de mis cuñados. Rosa traía cara de no haber dormido muy bien y yo sabía de sobra por qué. Al pasar por mi lado y después de darme los buenos a mí y a mi suegra, vi cómo me guiñaba un ojo sin hablar ni una palabra más como signo de complicidad dejándome una sonrisa que me alegró la mañana (mi confidente, pensé para mi y mis compañera de zorrerías..jajajaj) se me escapó también otra sonrisa en ese intercambio de miradas.

Mi cuñado la siguió dando un beso a su madre y saludándome sin dejar de darme un repaso de abajo a arriba deteniéndose en mis pechos y esbozando una sonrisa que dejaba a las claras que me tenía entre ceja y ceja como víctima del día. Me coloqué de nuevo las gafas y pasé de aguantarle la mirada concentrándome en vigilar como se bañaba Laura intentando llamar constantemente mi atención.

Cada uno en su hamaca intentábamos pasar desapercibidos aunque la educación decía que debíamos entablar algún tipo de conversación sobre todo por el poco tiempo que estábamos juntos al cabo del día.

Pronto la conversación derivó en los pocos víveres que teníamos en la despensa y lo necesario que empezaba a parecer el llenarla para aguantar los pocos días que quedaban de vacaciones.

Hicimos una lista mental de todo lo que necesitábamos para aguantar los días que nos quedaban de estar en la casa y me apunté voluntaria para después de comer, esperando que no hubiera mucha gente en el supermercado a esas horas. Mi cuñada se disculpó diciendo que ella preparaba la cena esa noche pero que necesitaba echar una siesta.

Joder! Como si no la necesitara yo, pensé para mi.

Yo te acompaño Laura! Se apuntó mi cuñado y esa idea no me gustó para nada.

Se lo diré a Gustavo, no te preocupes Julio! Dije al momento para intentar bloquear su propuesta.

Anda Laura! Déjalo que haga algo por la casa! Contestó Rosa sin imaginar a que se debía tanto interés de su marido en acompañarme.

De todas formas se lo diré a Gustavo! Tampoco se le caerán los anillos si me acompaña también! Dije ante la mirada de Julio que no podía disimular su cabreo por lo que acababa de proponer y mi sonrisa de triunfo.

Preparamos la comida ante la llegada del resto de la gente que faltaba, mi marido y mi hijo Marcos, que solían levantarse más temprano que los demás y tirar cada uno para sus cosas. Mi marido al puerto y mi hijo con sus amigos a la playa.

Comimos todos con la alegría que da el estar de vacaciones y ver a las personas que quieres, contentos y relajados. Mi cuñado no dejaba de mirarme cada vez con más descaro ante la ignorancia de mi cuñada y del resto de los que estábamos sentados a la mesa. Sabía que algo tramaba y la verdad es que lejos de enfadarme comenzaba a parecerme chocante y a no rehuir su mirada cada vez con más descaro.

Una vez acabado de comer y entre todos, recogimos la mesa y una vez puesto en orden la cocina, cada uno tiró para donde quiso. Intenté convencer a mi marido para que me acompañara al supermercado pero como siempre, se excusó diciendo que estaba muy cansado y que sin echar la siesta no era hombre y bla, bla bla..

Resignada subí a mi habitación y mientras mi marido se echaba en la cama junto con mi hija, me vestí para ir a hacer la compra. Elegí un vestido corto a mitad de muslo y con escote. Abotonado por delante hasta abajo y de color miel con algún detalle marrón algo más oscuro, en las mangas y el borde del vuelo del vestido, decidí ponerme ropa interior de color blanco para no dejarla notar ante la trasparencia y lo fino que era el vestido.

Me despedí de mi marido y de mi hija y dándome un ligero toque de carmín en los labios dirigiéndome hacia la parte de abajo de la casa. Allí esperaba encontrarme con mi suegra y mi cuñada a parte de mi cuñado para ir a hacer la compra. Al bajar y ante mi sorpresa, sólo encontré a mi cuñado que con una sonrisa irónica y viéndome aparecer así tan dispuesta me comentó que su mujer había decidido a última hora quedarse durmiendo y mi suegra tenía jaqueca y tampoco podría venir.

Así que sólo quedamos tú y yo cuñada! Me dijo con una sonrisa de satisfacción.

Pues qué bien! Dije en voz alta viendo que no tenía mucha escapatoria y que tendría que aguantar el tirón e irme sola con mi cuñado.

Subimos en su coche y a pesar del cuidado que tuve al sentarme y debido a la precariedad de mi vestido, le di una visión espectacular de mis piernas al sentarme en el asiento del copiloto. La verdad es que así morena y al mantener unas piernas de las que estaba muy orgullosa para mi edad, le di excusa suficiente para no dejar de mírame mientras yo trataba de disimular, observando el paisaje que a esas horas y con el aire acondicionado del coche mantenía mi concentración fuera de la línea de su mirada.

Me encantan tus piernas cuñada! Dijo al rato Julio

Ya veo! Mira la carretera que solo faltaría que tuviéramos un accidente por no ir en lo vas! Dije sintiéndome orgullosa de su comentario a pesar de no hacer aprecio de él.

De pronto sentí su mano sobre mi muslo a la altura de mi rodilla acariciando mi pierna. Agarré su mano y la quité de mi pierna.

Concéntrate en conducir anda! Dije apartando su mano de mi muslo.

Es que no dejo de pensar en follarte Laura, joder! Me tienes loco! Dijo sin dejar de mirarme y disminuyendo la velocidad.

Estás tonto o qué! Y tu hermano? Y Rosa? Joder, céntrate y piensa en el daño que les haríamos! Le dije intentando convencerlo.

Me da igual! Solo pienso en ti! Quiero metértela por el culo otra vez! No tengo otra cosa en la cabeza! Dijo subiendo su mano hacia mi entrepierna mientras mi mano intentaba sujetársela para que no llegara hasta mis bragas.

Ya está bien Julio, por favor! Le dije suplicándole.

Llegamos al supermercado y rápidamente y ante la sorpresa de Julio abrí la puerta del coche y no tuvo más remedio que parar y dejarme bajar del vehículo. Me dirigí a los carros, introduje una moneda y saqué uno agarrándome a él como si fuera mi defensa. Me dirigí al interior del comercio. Una ola de aire fresco me recibió al entrar en él. Mis pezones presa del frío y por qué no decirlo también de la excitación que comenzaba a sentir, se pusieron duros como piedras empujando mi sujetador hasta separarlo de mis pechos.

Comencé a echar dentro del carro las cosas que llevaba apuntadas en la lista de la compra mientras mi cuñado deambulaba de un sitio para otro haciendo tiempo mientras yo hacía la compra. Estaba en le sección de vino y licores ensimismada buscando una marca de ginebra en particular cuando al levantar la vista y de sopetón me encontré con Mario.

Mi corazón dio un vuelco inesperado ante el encuentro. Hice como que no lo conocía. Mi cuñado no estaba muy lejos de allí y lo que menos deseaba era una pelea de gallos. Me hice la despistada e intenté escabullirme pero no iba a tener tanta suerte. Mario me vio y se dirigió hacia mi.

Hola, no me acuerdo de tu nombre! Solo me acuerdo de tu coño! Me dijo una vez cerca de mi.

Hola! No me parece un halago que me recuerdes solo por eso! Le contesté con toda la mala leche del mundo.

Jajaja..Imagino que no! Pero es la verdad! Dijo con toda la desfachatez del mundo.

Igual un día de estos tengo un trabajo para ti! Siguió hablándome mientras miraba una botella de ginebra.

No creo! Mi mundo no está cerca del tuyo! Le dije con todo el descaro del que fui capaz.

Ya veremos Reina! Un día de estos te buscaré! Dijo mientras se alejaba dejándome allí pensativa eligiendo una botella de ginebra.

Una voz me sacó de mis pensamientos. Era Julio que al verme hablando con Mario se acercó por si necesitaba ayuda. O quién sabe, presa de los celos.

¿Quién era ese tío? Preguntó bastante interesado, celoso diría yo.

Un admirador! Dice que por mi haría lo que fuera! Le dije intentando provocarle.

Qué zorra eres cuñada! Ese es un macarra sin más! Nada que ver conmigo! Continuó hablando Julio presa de los celos.

Esta situación comenzaba a gustarme. Sentía el cosquilleo en mi vientre. La sensación de dos machos peleando por una hembra. Me sentía el centro de dos hombres. Esa sensación era nueva para mi. Mis bragas comenzaron a humedecerse sin poder evitarlo. Me sentía el centro de los dos machos. El motivo de su pelea.

Mi cuñado no se separó de mi. Cada vez que podía me rozaba. Unas veces la cadera, otras veces el culo. Yo me hacía la ignorante. Comenzaba a gustarme el juego. Con disimulo acercaba su mano a mi cadera dejándola caer un poco hacia mi nalga. Yo me dejaba llevar. Ya que había tenido que venir sola con él me estaba empezando a gustar el juego.

Llenamos el carro con todo lo necesario y pasamos por caja. A pesar de la hora en la caja había gente que tenía que formar cola. Mi cuñado, aprovechando ese momento, se rozaba cada vez más conmigo. Mi sexo comenzaba a humedecerse sin poderlo evitar.

Veía a Mario en la otra caja pagando lo que había comprado y mi ego comenzó a hincharse hasta casi explotar viendo las miradas de los dos sementales peleando por la hembra. Nunca me había sentido así y la verdad es que me encantaba. Pagamos y nos dirigimos hacia el parking.

Mi cuñado comenzó a poner la compra en el maletero mientras Mario, que había aparcado al lado nuestro hacía lo mismo con la suya. Los dos hombres se miraban en silencio. Yo me sentía el centro de atención y disfrutaba con lo que estaba pasando. Los machos intentaban marcar su territorio con respecto a la hembra. Una vez vista la situación tan tensa me introduje en el coche de Julio y dejé allí fuera a los dos machos alfas disputando su hembra. Fue una sensación indescriptible para mi. Me sentí la reina del universo durante unos segundos.

Me senté en el asiento del copiloto. Abrí mis piernas y metiendo mi vestido entre ellas esperé a que mi cuñado acabara de colocar la compra en el maletero y subiera al coche. Fuera hacía mucho calor y más a esas horas. Mi vestido se pegaba a mi piel y mis muslos apenas podían contener mi vestido a la altura en que normalmente debía de estar. Me sentía muy provocativa y sobre todo, sentía que era la dueña de la situación. Yo era la hembra y yo decidía el macho con el que aparearme.

Al poco rato de estar sentada entró mi cuñado en el coche. Notaba su irritación por el cara a cara vivido con Mario. Eso me gustaba. Sentía que era por mi. Yo era la disputa. Yo era el premio.

Quién es ese tipo! Seguro que lo conoces! Me dijo bastante irritado.

No sé! Por qué lo dices? Pregunté haciéndome la desinteresada.

Parecía muy interesado en ti! No sé! Siguió con la conversación.

Imagino que le habré gustado! Así sin más! No crees?

Mi cuñado, muy cabreado arrancó el coche sin hablar y salimos del parking del supermercado.

Sin apenas hablarme seguimos el camino de vuelta al chalet de mis suegros. Sin que mi cuñado se diera cuenta subí mi vestido hasta la mitad de mis muslos. Me estaba poniendo muy cachonda y esta vez no había bebido nada.

Mi cuñado conducía con el ceño de ir cabreado aunque no podía quitar su vista de mis muslos. Yo me dejaba admirar sin dejar de mirar el paisaje. Mi chocho empezaba a humedecerse tan solo con la sensación de hacía unos momentos de la disputa entre los dos hombres que querían poseerme.

La mano de mi cuñado después de un cambio de marchas pasó a mi muslo izquierdo. Yo en el primer momento estuve quieta, Su mano ascendía por mi muslo hasta alcanzar poco a poco mi entrepierna. En ese momento sujeté su mano sin dejarla avanzar. Hubo un forcejeo mientras él intentaba conducir sin perder de vista la carretera. De repente solté su mano para ver hasta donde llegaba la situación.

Una vez libre su mano llego hasta mi entrepierna. Sentía su mano acariciar sin mucha delicadeza mi coño por encima de mis bragas. Mi mano seguía sujetando la suya impidiéndole una total libertad. Mi coño comenzaba a colaborar con tanto roce. Sentía humedecerse mi entrepierna a pesar de mi resistencia.

De repente se salió de la carretera y buscó un camino secundario que daba a una pinada que quedaba a la sombra y al amparo de los coches que circulaban a esa hora por la autovía.

Una vez debajo de los pinos y sin sacar su mano de mi entrepierna paró el motor del coche. Metió su mano dentro de mis bragas y a pesar de que mi mano seguía frenado la suya sentía como poco a poco sus dedos conseguían minar las pocas defensas que presentaba. Sus dedos buscaban mi coño y mi coño buscaba sus dedos.

Ya estamos donde queríamos zorra! No podrás olvidar mi polla! Nadie te hará sentir como yo lo hago! Ni el macarra ese del supermercado! Mientras me decía esto su mano se introducía en mi chocho que ya había comenzado a abrirse para permitir el asalto de sus dedos.

Tiró de mis bragas hacia abajo mientras cogiéndome del pelo me besaba en la boca. Yo estaba entregada a sus besos. Mi lengua buscaba la suya. Estaba como una adolescente en el coche. Volvía a mi época de la facultad. Mi coño buscaba satisfacerse. Buscaba una polla que lo follara y mi cabeza no pensaba en nada más.

Cuando quise darme cuenta tenía ante mi vista la polla de mi cuñado. Su glande grande, como un champiñón, congestionado, esperando permiso para entrar por un agujero o por el otro mientras su mano exploraba mi chocho haciéndolo derretirse. Mojándolo hasta límites insospechados. Mi sexo anhelaba su polla. Mi cabeza decía que lo que iba a hacer no estaba bien.

Cuando reaccioné vi que mis bragas estaban en el suelo del coche y que mis piernas estaban abiertas esperando. Esperando a que me poseyeran. Me daba igual por donde, mi cabeza no reaccionaba ante este hecho Necesitaba ser poseída.

Mi vestido estaba a la altura de mi cintura, enrollado. Mi coño abierto esperando. Mis ojos semicerrados intentando no participar en aquello aunque lo estaba deseando. Mi cuñado intentando pasar de un asiento al otro mientras el mío se echaba hacia atrás.

Mis piernas se abrían fruto de la excitación del momento y de las prisas de mi cuñado. Sus manos ascendían por mi vientre hasta mis pechos. Sentí como sus manos desabotonaban mi vestido botón a botón mientras mi cuerpo quedaba expuesto, tan solo cubierto por mi sujetador. Yo me dejaba hacer ante la expectación de lo que me esperaba.

Mi cuñado miraba su presa mientras su polla cabeceaba ante mis ojos. Mis pupilas demostraban la excitación del momento mientras mis bragas resbalaban hasta desaparecer en las alfombrillas del coche.

Sin ninguna presión, notaba mis muslos abrirse ante la amenaza de semejante monstruo. Mis ojos solo podían observar el avance de la polla de mi cuñado hacia mi coño. Mi respiración comenzaba a agitarse ante la amenaza que representaba. Mi cuñado disfrutando del momento cogió el tronco de su miembro y restregándolo contra mi vulva intentaba entrar dentro de mi. Mis labios empezaban a segregar su líquido preparatorio para ser invadido.

Voy a follarte zorra! Vas a ver quién te folla mejor! Si el macarra del super, tu marido o yo! Todo esto lo decía mientras pasaba su glande una y otra vez sobre mis labios.

Mi desesperación hacía que me callara y que mis caderas buscaran la penetración. Mi nariz temblaba con la sola idea de ser penetrada por ese monstruo de nuevo. Mientras sentía como la cabeza de su capullo llevaba mi libido hasta límites insospechados.

Su rabo seguía amenazando mi coño hasta que poco a poco comenzó a penetrar dentro de mi chocho. Sentía las paredes de mi vagina dilatarse mientras se acostumbraban a su tamaño. En un momento de descuido y de un empujón introdujo toda su polla en mi coño.

Un dolor intenso junto a la sensación de abrirse, más de lo que estaba acostumbrado, hizo que mi vagina se amoldara a su invasor. De repente se quedó ahí quieto, empalándome mientras mi boca buscaba aire. Mis pezones duros como garbanzos esperaban inquietos para ver el siguiente movimiento.

El macho que me follaba en ese momento( nunca mejor dicho) comenzó a acelerar sus movimientos mientras mi coño se adaptaba a él. Mi vagina apretaba sus músculos evitando que saliera de ella mientras mi hombre empujaba.

Dioss!! Sigue joder! Mientras mis piernas rodeaban su cintura dándole apoyo para que empujara con más fuerza.

Mi respiración comenzaba a agitarse mientras mi cuñado aceleraba sus embestidas. Mi coño cada vez más húmedo ansiaba el orgasmo. Ya estaba a punto. MI vagina apretaba su polla. Su cabeza una y otra vez rozaba las paredes de mi coño llevándome al éxtasis. Ya estaba casi cuando de golpe se salió de mi.

¿Qué haces coño? Le dije con los ojos vidriosos en mi desesperación sin soltar mis piernas de sus caderas.

Quiero follarte por el culo! Dijo en su desesperación.

No joder! Sigue y después por donde quieras! Le dije esperando que siguiera follándome.

No! Quiero follarte el culo! Siguió insistiendo.

Sin pensármelo dos veces y presa de mi excitación le empujé fuera de mi y apartándole me di la vuelta poniéndome a cuatro en el asiento.

Mi cuñado no podía creerse tanta suerte y escupiéndose en la mano la pasó por su polla y apoyándola en mi esfínter comenzó a presionar poco a poco. Mi cuerpo se envaró esperando ser penetrada.

Su glande resbaló sobre mi esfínter mientras presionaba por entrar dentro de mi intestino. Poco a poco fue minando mis defensas. De repente sentí su cabeza dentro de mi. Una sensación de escozor prevalecía sobre cualquier otra sensación placentera. Su polla comenzaba a moverse mientras mi esfínter se adaptaba al invasor. Poco a poco el escozor fue menguando y una sensación de placer fue creciendo mientras mi cuñado aceleraba el roce de su polla dentro de mi culo.

. Te gusta verdad puta? Nadie te va a follar como yo! Nadie te va a hacer sentir como una zorra! Así me gusta verte, empalada por mi polla! Entregada!

Lejos de humillarme cada palabra que decía lo único que hacía era excitarme. Quería que me follara. Me daba igual lo que dijera. Me veía allí en un coche con el culo al aire y follada por el hermano de mi marido.

Mientras aceleraba sus embestidas notaba crecer en mi la sensación de hormigueo que precedía al orgasmo. Oía gemir a mi cuñado preso de la excitación Mi esfínter apretaba su polla dejándose perforar. Mi mente comenzaba a nublarse y poco a poco sentí llegar el orgasmo junto con la corrida de Julio mientras lo oía gemir y bufar a lo lejos entre la bruma de mi orgasmo.

Puta! Joder, eres una puta! Le oía gemir mientras sentía su leche correr por mi recto.

Sentí la flojedad de mis piernas mientras me echaba sobre el asiento y a mi cuñado quedaba encima. Su polla en mi culo. Sus manos en mis caderas. Allí en la orilla de la carretera a expensas de que alguien pudiera vernos.

Laura, eres una puta joder! Es la verdad, pero no lo puedes remediar…

Mientras este pensamiento acudía a su mente se dejaba caer en el asiento relajándose mientras su macho, el hombre que en ese momento era su dueño permanecía dentro de ella. Poseyéndola….

CONTINUARA….

PD: A Cristina, porque sé que está esperando este relato desde hace tiempo…por su insistencia y por sus halagos…Gracias.

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