Le meto los cuernos a mi pareja en el extranjero
Mi nombre es Martha y el de mi marido Alberto, yo tengo 38 años de edad y mi marido 45 tenemos un hijo llamado Adriano de 21 años de edad que se encuentra fuera llevando estudios universitarios, considero que somos un matrimonio tradicional, donde mi marido es el encargado de llevar el dinero a la casa y yo encargada de las labores del hogar .
A pesar de las labores del hogar siempre me daba tiempo para ejercitarme y de esa forma conservaba una muy buena figura.
Todo empezó cuando un joven al verme bajar del auto con algunas bolsas pesadas muy gentilmente se ofreció a ayudarme, le di las gracias por su gentileza y le pregunte si buscaba a alguien por el vecindario, me contó que se llamaba Andrés y estaba buscando un trabajo porque acababa de llegar al país y ya casi no tenía dinero, note cierta tristeza y desanimo en sus palabras, causándome mucha pena al recordarme a mi hijo al que extrañaba tanto.
Andres es un joven de 21 años al igual que mi hijo, extranjero de nacionalidad Venezolana que llegaba a nuestro país en busca de un mejor futuro, me causaba asombro y admiración que a pesar de su edad tan joven iba a un país ajeno a comenzar de nuevo.
Así que decidí ayudarlo, recordé que en el vecindario estaban buscando un vigilante para el turno de día, se lo comente y le agrado la idea, hable con la junta de vecinos y como les urgía de inmediato y yo lo recomendé lo aceptaron.
Durante los días Andrés se encontraba trabajando a gusto y entre nosotros se fue dando una amistad ya que a pesar de ser tan joven es una persona muy madura y me gustaba hablar con él y me sentía bien.
El que no estaba de acuerdo con que Andrés trabaje en el vecindario era mi marido, ya que sentía un rechazo hacia los compatriotas de Andrés.
Yo no pensaba igual que mi marido, a mí me daba mucha pena la situación que estaban viviendo y si se podía ayudarlos debíamos hacerlo porque todos somos seres humanos, pero mi marido me prohibió tener contacto y ayudar a Andrés
Un día mi marido hablo con la junta de vecinos y culpo a Andrés de un robo, cosa que no era verdad, pero de manera muy injusta lo despidieron.
Me sorprendí al verlo sin su uniforme de trabajo y sacando algunas de sus pertenecías de la habitación que le habían asignado y le pregunte que pasaba y me conto lo que había pasado.
Me dio mucha rabia lo que había hecho mi marido y le dije a Andrés que no se preocupe que yo lo ayudaría que pasara a mi casa para conversar.
Al entrar a casa me dijo que lo mejor era que se fuera y buscaría otro empleo, dijo unas palabras que me llegaron al fondo del alma, que desde que llego al país yo fui la única persona que lo ayudo, se preocupó por él y lo trato como bien, y que no deseaba causarme ningún tipo de problemas y por eso se alejaría y buscaría suerte en otro lugar y nos dimos un fuerte abrazo.
acto seguido nos miramos fijamente a los ojos por unos segundos, mis ojos lo invitaban a besarme, porque era lo que yo más deseaba en el alma, y él lo entendió así y me planto un beso en la boca, yo le correspondí el beso mientras le acariciaba la nuca y agarraba su cabello, sin dejar de besarnos nos dejamos caer sobre el sofá donde nos agasajamos deliciosamente comiéndonos la boca y acariciándonos, sabíamos que no quedaría en un simple beso, Andrés comenzó a pasar su mano por mis piernas acariciándome por encima de la tela de mis pantalones , se sacó la polera y procedió a quitarme la blusa y el brasier dejando mis senos a su disposición, los lamio, chupo, estrujo y mordió con suavidad generándome un enorme placer.
nos besábamos, chupábamos, lamiamos , devorábamos la boca, estábamos envueltos en placer nos quitamos la ropa hasta quedar completamente desnudos, mientras seguíamos comiéndonos la boca y acariciando hasta el último rincón de nuestros cuerpos que ardían de placer, Andrés aquel joven de la misma edad de mi hijo estaba dándome un placer increíble y esto apenas comenzaba , al ver mi vagina completamente mojada por la enorme excitación que tenía me dio un lengüetazo para probar mis fluidos vaginales.
Siguió con el oral y ahí estuve en la gloria al sentir como su boca y su lengua hurgaban en mí y se hundían dentro de mí ser.
Mis gemidos en ese instante eran tremendos, puedo decir que hasta había olvidado que nos encontrábamos en la sala de mi casa y mi marido podía llegar en cualquier momento, solo era una mujer gozando de un sexo exquisito con un hombre lleno de vitalidad propia de su juventud.
Luego de agasajarme con esa esa mamada a mi vagina me dio la vuelta contemplando mi trasero, llenando de besos mis nalgas y diciéndome halagos, que tenía el mejor trasero que había visto.
Continuo besándome las nalgas y chupándome el ano pasando por toda la línea hasta llegar a mi vagina y luego volver a mi ano, ese placer era infinito.
– Aaaaaaaaaaaah aaaaaaaaaah aaaaaaah……..siiiiiiiiiiiiiiii
– Uuuummmmmf aaaaaaaaaaaah siii aaah – (eran mis gemidos)
estaba fascinada con lo que estaba viviendo, en ese momento no pensé en mi marido, ni en el amor que sentía por él, solo disfrutaba el enorme placer que sentía con Andrés.
Había llegado el momento del plato de fondo, Andrés tenía la verga completamente dura al máximo, húmeda y chorreando líquidos, me encanto al verla porque era de una buena contextura, tamaño y grosor, firme y dura, lo primero que hice fue actuar por instinto y tomarla con la mano y llevarla a mi boca.
Ni yo podía creer lo que estaba haciendo
ya había practicado sexo oral a mi marido en algunas ocasiones pero no se comparaba a lo que estaba viviendo en ese momento.
Andres me cogía de la cabeza empujándome hacia él mientras le mamaba la verga, luego nos dimos un beso en la boca, un beso muy húmedo, profundo, intercambiando nuestros fluidos que teníamos en las bocas por la mamada que nos dimos.
Había llegado el momento, me acomode en posición de misionero que era la que más practicaba, me separo las piernas y de golpe me clavo su verga que entro sin mucho esfuerzo debido a lo lubricado que estábamos por nuestros fluidos, en ese momento sentí como si una estaca entrara en mi interior haciéndome hervir de placer por dentro y solté un alarido del placer.
-aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
Comenzó a bombearme aumentando la intensidad, el sonido de nuestros cuerpos chocando era riquísimo, estábamos ya empapados en fluidos y sudor.
Pero esto aún recién estaba comenzando me subió las piernas a su hombro mientras me seguía bombeando deliciosamente, yo gemía y gemía.
– Aaaaaaah siiiiii, aaaaaaah siiii. Que rico, aaaaaaaaah siiiiii
Cambiamos de posición, me puso en posición de perrito a cuatro patas, me tomo por las cadenas y comenzó a bombearme.
Se sentía tan rico, me jalaba del cabello, me acariciaba los senos, me daba nalgadas, iba acelerando y aumentado la intensidad de sus embestidas, mientras yo gozaba como nunca, ya me había venido un par de veces sintiendo por primera vez unos orgasmos brutales, como no los había sentido antes, nunca le había sido infiel a mi marido, y solo tuve una pareja sexual en mi juventud antes de casarme con él, pero no se comparaba en nada a la brutal sesión de sexo que estaba teniendo con Andrés.
Andrés se sentó en el sofá y me invito a sentarme sobre su verga y montarlo, así lo hice dejándole mis senos a la altura de su boca mientras él los devoraba hábilmente, saltaba sobre su verga como si fuera la última cogida de mi vida, estaba convertida en otra mujer, no era yo, gemía como loquita, seguramente los gemidos se escuchaban hasta el exterior de la casa.
Me levante saliéndome de su verga muy a mi pesar, pero quería ir a un lugar más cómodo, mire a Andrés y guiñándole un ojo lo invite a seguirme mientras caminaba delante de él meneándole las nalgas para enloquecerlo más.
El entendió mi mensaje y vino tras mío tomándome por las caderas y luego levantándome y cargándome en sus brazos como si fuera una niña pequeña, le indique donde quedaba mi habitación y me llevo en sus brazos como si estuviéramos en nuestra luna de miel.
Al entrar a la habitación me dejo sobre la cama y se lanzó encima mío, me devoraba a besos, me lamia y chupaba el rostro, la boca, el cuello, mientras me penetraba en misionero, yo lo atrapaba enredándolo con mis piernas porque no quería dejarlo salir jamás, tenerlo dentro era una sensación indescriptible, mi cuerpo hervía por dentro y cada embestida con su potente verga y gran energía propia de su juventud era lo que calmaba mi fuego interno.
Me volvió a poner en 4 y comenzó a penetrarme de una manera brutal pero deliciosa, jalándome del cabello y dándome nalgadas, mientras yo gemía enloquecida por tremenda cogida que me estaba dando Andrés.
Andrés acelero sus embestidas, el sonido de su cuerpo chocando contra mis nalgas eran música para mis oídos, aceleraba más y más mientras la cama temblaba por tan intensa faena, Andrés se corrió dentro mío con una gran explosión de su liquido caliente que bañaba todo mi ser, nos quedamos unos segundos en esa posición mientras Andrés me daba sus ultima embestidas y botaba sus últimos chorros de semen.
Estábamos exhaustos bañados en sudor, nos miramos fijamente a los ojos y nos dimos un largo y profundo beso.