Lo primero fue comenzar a aligerarnos de ropa, besándonos pícaramente, nos fuimos desnudando el uno al otro, primero nuestras chaquetas

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Hola, me llamo Pedro y voy a contarles una nueva historia, que me ocurrió hace algo más de un año.

Continuaré diciéndoles respecto de mi anterior relato, que trabajo en la delegación en Valencia de una importante compañía de seguros. En dicha delegación somos un numeroso grupo de personas, entre técnicos, oficinistas, administrativos y otro tipo de personal. Concretamente de quien voy a hablarles es de Laura, una de nuestras recepcionistas, aunque más bien es “LA RECEPCIONISTA”. Su trabajo consiste en atender el teléfono de la centralita, distribuir el correo, o cualquier otro tipo de material, y complementar en la medida de lo posible tareas rutinarias de archivo etc…

Esta compañera, que hoy rondará los 48 ó 49 años, es soltera, y es bastante alegre, y pícara; pues es la que siempre que tiene ocasión te hace comentarios picantes, te provoca a vestir más atrevido a las demás chicas o a los chicos; pero todo ello dentro de una justa medida que nunca produce malestar sino todo lo contrario, alegrar las a veces duras jornadas de trabajo. Conmigo se portaba igual que con los demás, no obstante al fallecer mi esposa, conmigo cambió su actitud a más respetuosa, y procuraba no hacerme las bromas que antes podía hacerme quizá por evitar que me molestara o me creara una situación incomoda dada mi nueva situación de viudo. Pero el tiempo fue pasando y poco a poco Laura volvió a ir tratándome más o menos como a los demás de la oficina.

Como anteriormente les dije, hace poco más de un año ocurrió un día que Laura como una más de sus alegres gracias, nos invitó a todos a celebrar su cumpleaños. Ella decía que cumplía 33 (como siempre) pero la edad cierta sigue siendo una incógnita. Acercándose a mi mesa de trabajo, ella misma me insistió en que asistiera a esa celebración, que no sería más que reunirnos en la cafetería que habitualmente solíamos utilizar como “segunda oficina” y que nos invitaría a una copa, que no tenía intención de hacer ninguna fiesta sino tener ese detalle con los compañeros. Yo le dije que bueno, que iría, pero que no le había traído ningún regalo, a lo que me contesto que no era el único, y que tampoco importaba.

Cuando acabamos la jornada, algunos compañeros y compañeras nos fuimos a la cafetería a celebrar el cumple de Laura. Nos sentamos y nos invitó a una copa, mientras charlábamos y chismeábamos entre comentarios algo más subidos y alegres por parte de nuestra anfitriona. Le cantamos el cumpleaños feliz intentando asimismo sonsacarle su verdadera edad, pero su respuesta era siempre de 33, y que si no nos dábamos cuenta en su estupendo cuerpo que esa era su edad.

Poco a poco fue despidiéndose la gente, hasta que sin darme cuenta, estaba solo con Laura. Le dije que ya todos se habían ido y que yo también debería hacer lo mismo, pero siguió hablándome y profundizando en sus provocaciones algo alterada por sus dos o tres copas. Me preguntaba si no la encontraba atractiva, guapa, e incluso si no le parecía una “tía buena” como se suele decir. Yo le dije que realmente estaba bien, pues Laura era alta (también decir que siempre usaba tacones), tenía una talla media, no era delgada ni estaba llenita, sino que tenía un cuerpo bien proporcionado, y que era elegante en el vestir, siempre con traje de falda y chaqueta, como requería un trabajo de cara al público como ella desempeñaba. A lo cual me respondió, que gracias, y que además ahora que nos habíamos quedado solos, iba a aumentar su atrevimiento y me dijo que yo sería su regalo de cumpleaños, dándome un beso en la mejilla seguido de un mordisquito en mi oreja.

Nos levantamos, dirigiéndonos a la barra, donde pagó, y cogiéndome del brazo salimos hacia la estación del metro. Laura me iba pinchando diciéndome cosas de ella, su cuerpo, su atractivo, su carácter provocativo. La verdad es que estaba muy contenta, y todo el camino hasta su casa fue una divertida conversación donde ella era el centro, y la perfección hecha mujer (cosa que en cierto modo también era cierto); todo ello sin soltarme del brazo, quizá para no dejarme escapar.

Llegamos a su portal, abrió, entramos, llamó al ascensor, y una vez dentro tras pulsar el botón de su planta, me cogió con ambas manos la cabeza y empezó a besarme en la boca. Yo la cogí por la cintura y la acerqué hacia mí, contestando a su beso. Llegamos, abrió la puerta de su piso y entramos, y sus palabras fueron muy claras, “eres mi regalo, y vamos directamente a mi dormitorio”. Me estiró de la corbata y seguí sus pasos hasta entrar en su habitación.

Lo primero fue comenzar a aligerarnos de ropa, besándonos pícaramente, nos fuimos desnudando el uno al otro, primero nuestras chaquetas, luego mi corbata para poder facilitar desabrochar los botones de la camisa, al tiempo que yo iba desabrochando su blusa para dejarla deslizarse por sus brazos, también simultáneamente me desabrochó el pantalón y yo su falda que deje caer. Así en ropa interior ambos nos separamos un poco, ella aprovechó para salirse de su falda y quitarse los zapatos, cosa que hizo en movimiento muy sexy, yo hice lo propio acabando de deshacerme del pantalón y zapatos, y cuando estábamos listos, volvió a acercarse hacia mí. Pude observar un bonito cuerpo favorecido por su ropa interior, blanca y delicada. Nos abrazamos y volvimos a besarnos, pero esta vez mas intensamente, con nuestras lenguas entrelazándose dentro de nuestras bocas, y nuestras manos recorriendo el cuerpo del otro.

Ella buscaba mi cabeza mi cuello, mis hombros, espalda; yo recorrí su espalda y hombros en busca del cierre de su sujetador el cual pude desabrochar, y ella en un extraño movimiento de brazos lo hizo desaparecer para volver a apretarnos y sentir sus cálidos pechos sobre mí. Nuestros besos comenzaron a repartirse por la cara y cuello, lamiéndonos y chupándonos los oídos, mordisqueando cerca de la nuca, y nuestras traviesas manos dando apretones y caricias en nuestros cuerpos, hasta que hizo un leve receso para mirarme a los ojos, con una mirada muy provocativa, y decirme “vamos a disfrutar como nunca”.

Me quitó los calzones, yo le quité las bragas, y nos quedamos contemplándonos unos instantes, yo evidentemente estaba excitado y mi pene erecto, ella también tenía síntomas de su excitación, con sus pezones erizados y un cierto brillo en su entrepierna que demostraba la humedad que alcanzaban sus genitales; un cuerpo muy cuidado, totalmente depilada y una uniformidad en su color de piel… era deliciosa la imagen que me mostraba.

Me dijo que la dejara hacer, y me hizo recostar en la cama, boca arriba. Ella se arrodilló a mi costado, y comenzó con un nuevo beso en mi boca al tiempo que con una mano me acariciaba la frente y la otra recorría mi vientre. Fue bajando con sus manos, con su boca por mi pecho hacia mi ombligo, acariciando también mis piernas. Sus besos llegaron a la base de mi pene, y sus manos también alcanzaron mis testículos. Comenzó entonces a besar y lamer toda la longitud de mi dura polla, sin dejar de acariciar lentamente mis huevos. Con la otra mano sujetó la base de pene y comenzó a besar mi rojo y grueso glande, para ir introduciéndoselo en la boca y lamerlo y chuparlo.

Era maravilloso sentir el calor de su boca que haciendo muy lentos movimientos y ayudado por el cosquilleo del roce de su melena sobre mi piel, hacía que siguiera incrementándose la dureza de mi verga. Mientras pese a su mandato, no pude estarme quieto y mis manos empezaron a trabajar. Lo primero fue acercar una hacia sus pechos y empezar a acariciarlos y buscar sus duros pezones para jugar con ellos apretándolos y pellizcándolos. Mi otra mano comenzó en una de sus pantorrillas, para ir subiendo por su muslo, por el interior de su muslo.

Sintiendo esa suavidad de su piel añadida la humedad que encontraba conforme iba subiendo mi mano. Laura, sin cesar en su lenta y maravillosa mamada, hizo un pequeño movimiento abriendo algo más sus piernas, lo que suponía una clara invitación a acariciar todos sus genitales. Empecé a rozar sus labios vaginales, sintiendo un inmenso calor y una gran humedad, estaba muy excitada, y cuando en su recorrido mis dedos llegaron a su clítoris, su reacción fue inmediata, cesó momentáneamente en su acción y cerrando los ojos dio un suspiro, pero acto seguido siguió chupándome y lamiéndome el más que duro miembro que tenía en sus manos. Me dediqué a seguir jugando con su duro e hinchado botoncito de placer, con movimientos, roces e incluso presiones, hasta que noté un estremecimiento de su cuerpo, una nueva detención con un más que agradecido gemido, y un aumento de fluidos en mi mano provenientes de su vagina.

Su orgasmo me maravilló, pues volvió a su lenta mamada, y yo seguí en su coño, ahora buscando introducirle un dedo por su mojado agujero. Pude alcanzarlo e introducirlo sin mayor complicación, moverlo lenta y suavemente entre el mar de fluidos de su interior, volviendo a notar en esa acción nuevas convulsiones y gemidos medio apagados por la presencia de mi pene en su boca, volvía a estar corriéndose por haberle activado su punto g.

Paró en su chupada, y cambió su posición diciéndome que íbamos a la celebración final. Se puso sobre mí y fue acomodando su cuerpo para que mi polla comenzara a entrar en su coño, fue bajando lentamente mientras mi pene se deslizaba en el interior de su ardiente vagina, hasta que llegó a su fondo mismo. Ella se quedó así quieta, respirando profundamente, mirándome con cara lasciva. Le cogí un pecho con cada mano y empecé a apretárselos a sobárselos a pellizcar y apretar sus pezones.

Sujetó mis manos apretándose ella misma sus pechos mis manos disfrutaban de esos aprietes, que creo que incluso ella sentiría dolorosos, pero con esa mirada de mujer en celo y casi fuera de sí, comenzó un lento balanceo que hacía fluir más líquidos de su coño y mojar mi piel, no cesaba en los aprietes, y Laura fue incrementando su ritmo de movimientos, iba subiendo el balanceo, su velocidad, llegó a una situación de amazona cabalgando a puro galope, comenzó a gritar de placer, haciendo un fuerte movimiento de presión hacía mi cuerpo, era su tercer orgasmo al cual yo respondí con un más fuerte apretón en los pechos al tiempo que dí un fuerte impulso a mis caderas hacia arriba, para descargar todo mi semen en su interior, una magnífica corrida por mi parte que la hizo seguir chillando de gusto, dolor, placer.

Se desplomó sobre mí, y la abracé, nuestros sudores se entremezclaron en el abrazo, y busqué su boca para besarla, Laura levantó un poco su cara, me confesó que no podía moverse, que había sentido un orgasmo de una intensidad nunca vivida, que había sentido como si la descarga de mi semen la quemara por dentro y que sentía su coño inundado y repleto con mi carne. Diciéndome esto noté en ella un par de escalofríos o de estremecimientos… su orgasmo aun seguía quizá gracias a nuestras respiraciones o contacto. Pasó más de media hora hasta que pudimos separarnos para volver a abrazarnos y descansar, antes de pasar a tomar una relajante y reparadora ducha en común…

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